THOR #510
Falta de Esperanza (Capítulo 4 de 4)
Con hermanos como estos...
Guión:
Bergil
Portada: Tamara Vázquez
Sorprendido por los gritos que había oído, Thor se acercó
con precaución al sitio de donde parecían provenir. o que
vio le dejó sorprendido. Creía haberlo visto ya todo en cuanto
a refinamiento de crueldad en las últimas semanas, pero aquello
lo superaba con creces.
Ante él se encontraba el último de los Tres Guerreros,
el único que hasta entonces no había podido encontrar: Hogun,
llamado el Torvo. Pero su aspecto en aquel momento era todo menos torvo;
de hecho, reía a carcajadas, interrumpidas sólo por gritos
de dolor. ¿Y a qué se debía aquella hilaridad, tan
extraña en el por lo habitual serio camarada de armas del dios del
trueno? Pequeños péndulos oscilaban a un lado y a otro, llevando
plumas en su extremo. Las plumas rozaban suavemente las plantas desnudas
de los pies de Hogun, produciéndole unas cosquillas que, ahora,
al cabo de varias semanas de reír sin parar, debían resultar
tan dolorosas como la más atroz de las ordalías.
Sin decir una palabra, el dios del trueno avanzó hacia Hogun,
decidido a terminar con aquello. Pero no se había percatado de la
presencia, entre las sombras que bordeaban el claro, de una manada de lobos
que ahora, al percibir que alguien había irrumpido en la escena,
se aprestaban a atacar.
Un gruñido sordo a su izquierda fue suficiente para que Thor
se pusiera en guardia. Tomó a Mjölnir en su diestra y dio la
espalda a Hogun.
- ¡Venid, bestias malignas! -exclamó-. ¡Venid, y
veréis que pretendéis morder más de lo que podéis
tragar!
Si algún efecto tuvo su reto en los lobos, fue el de acicatearlos
para que iniciaran su ataque. Pero el dios del trueno se había enfrentado
a bestias semejantes desde su más tierna infancia, y sabía
bien cómo pelear contra ellas. Con ojo certero, identificó
pronto al jefe de la manada. Si acababa con él, los demás
huirían como las bestias cobardes que eran. Pero no iba a resultar
tan fácil. El líder de la manada no atacaba al frente de
la misma, sino que enviaba a los demás miembros como un general
enviaría a la tropa, permaneciendo él en la retaguardia.
Así pues, Thor tuvo que abrirse paso hasta él. Cuando el
primer lobo le atacó, el dios del trueno le golpeó con su
martillo encantado, dejándole inconsciente. Tomándole por
las patas de atrás, lo empleó como si fuera una cachiporra,
despejándose el camino y enviando a sus oponentes a derecha e izquierda,
sorprendidos ante aquella furia imparable.
Finalmente, Thor llegó ante el lobo líder. Arrinconado,
la bestia no tuvo más opción que atacar. Tomando impulso,
saltó hacia el dios del trueno con las fauces completamente abiertas.
Dejando caer el cuerpo inconsciente de la alimaña que hasta entonces
había empleado como arma, Thor cogió a su atacante en pleno
salto, y enlazó sus manos a la espalda de la bestia. Indiferente
a los mordiscos que le propinaba, apretó más y más
su presa, hasta que oyó crujir la espalda del animal. Con su cabecilla
caído, la manada se dispersó, indiferente a los gritos de
desafío que les lanzaba Thor.
- ¡Volved, alimañas! ¡Volved, y luchad con honor,
si es que conocéis tal cosa!
Comprobando que no iban a regresar, Thor se volvió hacia Hogun
y le liberó con certeros golpes de su martillo. Cuando tendía
su mano a su noble camarada para ayudarle a incorporarse, sintió
cómo se le nublaba la vista, y cayó al suelo desvanecido.
Al abrir los ojos, tardó unos segundos en enfocar la mirada.
Cuando lo consiguió, vio ante él el rostro serio de Hogun,
que le miraba con preocupación.
- ¿Cómo os encontráis, Odinson?
- Estoy... bien, creo -dijo Thor-. Pero no hablemos de mí. ¿Cómo
os encontráis vos?
- Mucho mejor, ahora que me habéis liberado. Ha sido verdaderamente
terrible, estar semanas y semanas sometido a semejante tortura...
- Sí, no es muy habitual veros sonreír, Hogun...
- No bromeéis con eso, dios del trueno. Vos mejor que nadie
sabéis la razón de mi gesto taciturno (1)...
- Tenéis razón, compañero. Disculpad pues mi falta
de tacto.
- Entre camaradas como nosotros no hay nada que disculpar, mi príncipe.
¿Cómo se encuentran vuestras heridas?
- ¡Bah! Las he sufrido peores -dijo Thor, no queriendo preocupar
a su compañero. En realidad, las heridas que le había causado
el lobo le molestaban más de lo que le gustaría-. No nos
preocupemos. En cuanto descansemos, habremos de separarnos.
- ¿Estáis seguro, Thor?
- Pocas veces he estado más seguro de ello. amigo mío.
Así pues, a la mañana siguiente ambos amigos se separaron.
Después de indicar a Hogun la posición en la que calculaba
se encontraba Odín, Thor reemprendió su ruta.
Algunos días después se arrepintió
de haberse separado de su camarada. Las heridas recibidas se le habían
infectado, y tenía fiebre. Aunque todavía le quedaban unas
pocas de las preciosas manzanas de Idunn, no quiso emplearlas para curarse.
Jamás se lo perdonaría, si encontraba a más aesires
y no disponía de los mágicos frutos que asegurarían
su restablecimiento.
Tambaleándose, Thor se apoyó en un árbol. En ese
momento, su oído captó un ligero sonido, como el de una cuerda
desplazándose rápidamente por el aire. Luchando por vencer
el sopor que le atenazaba la mente, caminó hacia el ruido. Atravesó
una densa vegetación que le impedía divisar con claridad
su destino, y entonces la vio:
- ¡Milady Sif!
La bella y valerosa hermana de Heimdall yacía atada a cuatro
estacas en el suelo, mientras que una serie de cables, cual látigos
de acero, herían su piel allí donde la tocaban. Al mismo
tiempo, una manada de urracas picoteaba la piel de Sif en los lugares en
los que ésta quedaba al descubierto.
Reuniendo sus últimas energías, Thor convocó un
viento huracanado que alejó a las aves de allí. Sin importarle
los surcos que los cables abrieron en su carne, se acercó a la bella
diosa y la liberó. Se alejó hasta el borde del claro y allí
cayó al suelo sin sentido.
Cuando despertó, se hallaba a la sombra de uno de los árboles.
Ante él, pero dándole la espalda, estaba Sif.
- ¿Milady Sif? -dijo, con voz débil-. ¿Sois vos?
¿Cómo os encontráis?
- Sí, mi príncipe, soy yo -dijo Sif. Sin embargo, Thor
frunció el ceño. Su voz sonaba... extraña-. Debéis
comer, mi señor.
Cuando Sif se dio la vuelta para ofrecerle una de las últimas
manzanas de Idunn, Thor comprendió el porqué de la voz de
Sif. Había utilizado jirones de su capa para vendarse las heridas
más graves, y el rozo mayor le cubría la cabeza excepto los
ojos y la nariz.
- ¿Milady? ¿Qué os ha ocurrido? -preguntó,
extendiendo débilmente una mano hacia ella.
- No, mi señor, no me toquéis -dijo Sif-. Es mejor que
mi rostro permanezca oculto de momento.
- Pero... ¿no podría una de las manzanas de Idunn...?
- Vos las necesitáis mucho más, Thor. Y quedan tan pocas...
Durante los días siguientes, Thor y Sif avanzaron lentamente
hacia la ciudad de Asgard. Finalmente, las fuerzas les abandonaron. Sin
decir nada, Sif se había privado de las precisas manzanas, para
que Thor pudiera hacer frente a la fiebre abrasadora que le consumía.
Pero ya no quedaban más.
Thor yacía inmóvil en el suelo. A su lado, apoyado en
su mano abierta, descansaba Mjölnir. Sin fuerzas, sin alimento que
le reanimara, parecía haber llegado el fin de todo.
- Así pues -musitó-, el dios del trueno no caerá
gloriosamente en combate, sino aquí, apartado de todo, derrotado
por el hambre, la fatiga y el cansancio. ¿Vencerá, pues,
el misterioso enemigo que ha devastado Asgard? ¿Será este
el fin del reino dorado?
- No estáis solo, Thor -dijo una voz a su lado-. Yo estaré
con vos hasta el final, cualquiera que éste sea.
- ¡Milady Sif! -exclamó Thor-. ¡Es bueno, pues,
que estemos juntos aquí, al final de todo! Bendito sea, pues este
momento...
- No te apresures tanto, hijo mío, en marchar a los brazos de
la diosa de la muerte. No ha llegado todavía tu hora.
- ¡Padre mío! ¿Sois vos?
Se trataba, en efecto de Odín. Acompañado de los aesires
que habían sido liberados por su hijo, y de los que él y
los trolls habían encontrado a su vez- había llegado justo
a tiempo. Heimdall levantó con delicadeza a su hermana, mientras
que Ulik cargó con el dios del trueno. Poniéndolos a cubierto,
Odín y la Encantadora les prodigaron sus cuidados.
- ¡Aléjate de mí Amora! -dijo Sif, cuando vio que
la hechicera se acercaba a ella.
- No deberíais desconfiar de la Encantadora, Lady Sif. Sus intenciones
son honestas, os lo aseguro -dijo Odín.
- Aún así, mi rey, prefiero no tener nada que deberle,
aun a costa de permanecer como estoy -respondió con dureza Sif,
dándose la vuelta y quedando de cara a su hermano.
- ¿Sif? -preguntó Heimdall, el noble rostro cruzado por
una sombra de preocupación-. ¿Qué os sucede, hermana?
¿Por qué cubrís vuestro hermoso rostro?
- Preferiría no contestar ahora, hermano mío.
- Como deseéis, Sif.
Varios días después, cuando todos estuvieron recuperados,
la hueste marchó en orden de batalla hacia la ciudad. Al frente
marchaban decididos Odín, Thor y Ulik. Sin embargo, al llegar a
unas decenas de metros de las murallas, se vieron detenidos por una barrera
invisible que ni los puños de Ulik ni el poderoso Mjölnir fueron
capaz de derribar. Extrañados, se detuvieron, cuando una risa maligna
cortó el aire.
- ¡Conozco esa risa -dijo Thor, volviéndose hacia la ciudad-,
y maldigo el día en que la oí por primera vez!
En lo alto de las murallas apareció entonces el hijo de Laufey.
- ¡LOKI! -exclamó Thor-. ¡Bajad aquí y luchad,
si es que tenéis un adarme de hombría!
- Ah, hermanito -rió nuevamente Loki-, sigues tan ingenuo como
siempre. ¿Qué tengo que ganar en una lucha cuerpo a cuerpo
con vosotros? No tengo ninguna necesidad de ello. Adiós -dijo, saludando
con la mano. En ese momento, un brillo dorado surgió de su índice.
Thor tensó los músculos, presto a lanzarse contra la
barrera invisible que se interponía en su camino, pero una mano
en su hombro le detuvo.
- No, hijo mío -dijo Odín con calma-. Loki ha demostrado
ser demasiado fuerte, incluso para nosotros. Ni aunque se unieran todos
los pueblos de Asgard contra él evitaríamos que prevaleciera.
Necesitamos ayuda. Hay aquí más de lo que parece.
- Tenéis razón, señor -dijo Amora-. De Loki emanaba
un poder superior incluso al suyo propio. Ese brillo en su dedo... Y...
-pero no acabó la frase. Llevándose la mano a la boca, sus
ojos reflejaron su espanto.
- ¿¡¿Qué?!? -dijo Thor, volviéndose-.
¡Jormungand! -exclamó-. Pero... ¡creí que había
acabado con ella! (2).
Y bien, padre. Como siempre, tenéis razón. ¿Qué
esperanza tenemos para enfrentarnos a tamaños enemigos? ¿Los
humanos?
- No, hijo mío -repuso pausadamente Odín-. Como bien
dijiste antes de partir de Midgard (3),
esta batalla no le corresponde librarla a los humanos. Ya nos ayudaron
una vez (4),
pero lo que nos espera les excede. No es el momento todavía de revelarlo
todo -dijo rápidamente, viendo el gesto de impaciencia de su hijo-,
pero ya queda poco. Sabe, pues, que no has de perder la esperanza, hijo
mío. La esperanza es lo que permite que nos alcemos sobre las mayores
dificultades, por insalvables que las mismas parezcan, y prevalezcamos
contra ellas. La esperanza de los asgardianos es lo que ha mantenido a
raya durante siglos sin cuento a los enemigos del Reino Dorado, más
aún que la fuerza de sus valerosos defensores. Es la esperanza lo
que da fuerza a los débiles, y es precisamente la esperanza de sus
enemigos lo que debilitará a los malvados, por fuertes que parezcan,
y precipitará su caída. Y es la esperanza lo que nos permitirá
vencer también en esta prueba, porque si perdemos... ¿quién
cantará nuestra gesta?
- Hablad, pues, padre de todos -dijo Thor humildemente, rodilla en
tierra-. ¿Qué hemos de hacer ahora?
- Habremos de buscar ayuda, como os he dicho. Entre nuestros compañeros
inmortales, contra los que esta amenaza también está dirigida
¿O es que pensáis acaso que, conquistada Asgard, la voluntad
que lo consiguiera iba a detenerse?
Cuando la amenaza del Ragnarok se cernía sobre Asgard, Odín
tomó a un simple periodista y le convirtió en el dios del
trueno. Ahora, tras la amenaza de Onslaught, vuelve uno de los héroes
más renuentes de todos...
Daredevil y Red Norvell se miraron en silencio. Antes de que ninguno
de los dos pudiera decir una palabra, se oyeron voces. Lanzando el cable
oculto en su bastón, Daredevil se impulsó ágilmente
hacia arriba y desapareció.
Red se volvió hacia las voces. Eran dos individuos de piel negra.
A uno de ellos le reconoció rápidamente, aunque ahora fuera
enmascarado: era el gigante que le había hablado antes. El otro
también iba enmascarado, y cubierto de la cabeza a los pies con
un uniforme oscuro. Sólo podía ver sus ojos y la zona circundante
a través del visor de la máscara, pero eso le bastó
para saber que se encontraba ante un individuo con el que era mejor no
meterse.
- Bueno -dijo el más bajo de los dos-. ¿Qué es
lo que has averiguado?
- ¿No deberíamos presentarnos primero? -dijo Red, molesto
por los modales imperativos del muchacho (pues muchacho era, a juzgar por
su voz) que tenía frente a él.
- Tienes razón, he olvidado mis modales -reconoció el
otro-. Puedes llamarme Destructor Nocturno, y mi compañero es Rabia.
Y tú, ¿quién eres?
- Me llamo Norvell. Red Norvell. Soy... o era periodista. Podríamos
decir que ahora estoy sin empleo fijo.
- Vale, ya hemos hecho las presentaciones, ¿no? ¿Qué
tal si nos ponemos al día? -dijo Destructor, más amablemente
que antes.
- De acuerdo, pues. Esto es lo que he averiguado -dijo Red-: toda esta
zona está ocupada por pisos modestos, de renta antigua. Los inquilinos
son gente modesta, en general de lo que se suele llamar edad avanzada.
Existe un proyecto para construir en la zona un centro comercial, pero
para ello sería necesario que los inquilinos vendieran sus viviendas.
Y no parece que, en principio, estén muy inclinados a ello.
"Lógico", pensó Destructor. "Gente modesta,
pocos ingresos, rentas bajas... ¿dónde encontrarían
algo semejante?"
- ¿Se sabe quién está detrás de las amenazas?
-preguntó Rabia.
- Yo no he dicho nada de amenazas... -dijo Red.
- ...pero se están produciendo -terció Destructor-. Es
lógico. La posibilidad de dar un pelotazo resulta muy tentadora.
Se compran pisos por un precio irrisorio, se derriban los edificios y se
vende el solar por una millonada. Una fortuna conseguida con poco esfuerzo,
si se carece de los escrúpulos que lo impedirían.
- En cuanto a quién está detrás de todo esto,
no está todavía claro, pero suena el nombre de un tal Carlos...
-dijo red.
- ...Ortega -acabó Destructor-, alias Cuatro Ojos. Sí,
nosotros también lo hemos oído. Es un gángster de
poca monta dentro del hampa hispana. Un pelotazo de esta entidad lo enviaría
directamente a las Ligas Mayores, si es que le sale bien. Es coherente.
¿Qué vamos a hacer?
- Yo voy a visitar a un abogado que me han recomendado, para que preste
ayuda legal a los inquilinos -dijo Red-. Vosotros, que parece tenéis
más conocimiento del barrio que yo, podríais pulsar la postura
de la gente, a ver qué es lo que opinan.
- De acuerdo -dijo Destructor-. Parece lógico. ¿mañana,
a la misma hora?
- Perfecto -dijo Red, estrechando la mano de sus interlocutores y separándose
después.
"Necesito un buen descanso", pensó, mientras se dirigía
hacia el apartamento.
(1) La tierra natal de
Hogun (una tierra innominada en algún lugar de la dimensión
asgardiana) fue conquistada por Mogul de la Montaña Mística.
(2) En El Poderoso Thor # 380.
Sin discusión, uno de mis números favoritos de toda la colección.
(3) En El
Poderoso Thor # 506.
(4) Contra Surtur, con tropas y armas.
Saludos a todos. Este mes tenemos una mensaje de Angélica
Molina, preguntando dónde puede encontrar imágenes de
Thor. Bueno, Angélica, en principio te diría que usaras los
buscadores (Altavista, Yahho, etcétera), pero una prueba rápida
con ella no me ha dado resultados claros. Así, a bote pronto, te
daré tres direcciones: la página de la Mailing List de cómics
(http://club.idecnet.com/~amg/comics.htm),
donde prodrás encontrar varias imágenes de Thor junto con
sus camaradas, los Vengadores; Zona Negativa (http://dreamers.com/zonanegativa/index.htm),
en la que, en la sección de imágenes, hay una de Thor dibujada
por el único e insuperable Jack El Rey Kirby; y la página
oficial de Marvel Cómics (http://www.marvel.com/marvel_home.html),
donde no es infrecuente que aparezcan imágenes del dios del trueno.
Y a partir de ahí, a visitar páginas de cómics, y
acabarás encontrando más imágenes. Espero que
disfrutes con la colección, y recibir más e-milios tuyos
(¡y de los demás,!) en Crónicas
del Norte - Correo de los lectores (bergil@altavista.net).
En el próximo número: Por fin, los asgardianos
han descubierto quién se halla detrás de los males que les
han afligido... ¿o no? Descúbrelo en Falta de Caridad,
la última de esta trilogía de tetralogías, que comienza
en Thor # 511, el número de Julio. Y sigue las peripecias
de Red Norvell y sus aliados.