THOR #506
Falta de Fé (Capítulo 4 de 4)
La fé mueve montañas
Guión:
Bergil
Portada: Dibujada por John
Romita Jr. Mientras Odín duerme, Amora se acerca a la cama con ademán
siniestro..
PRÓLOGO
- Está decidido, pues. La próxima vez que
el dios del trueno haga acto de presencia, nos daremos a conocer. Y nada
volverá a ser igual, ni para él ni para nosotros...
FIN DEL PRÓLOGO
Red Norvell estaba disfrutando de la situación.
Ausente el dios del trueno junto con sus compañeros, los Vengadores
(1),
existía un cierto déficit de superhéroes que él
llenaba encantado en la medida de sus posibilidades.
Sin embargo, había algo que no le permitía
disfrutar totalmente, y ese algo era Odín. El padre de Thor
se iba recuperando lentamente de la degradación en la que había
caído, y ya era capaz de hilar un discurso ordenado que no hiciera
referencia -al menos exclusivamente- a la desastrosa situación en
la que se encontraba Asgard y que le había enviado a Midgard desprovisto
de todos sus poderes.
Después de otra jornada de machacar rateros, regresó
a la Mansión de los Vengadores para ver cómo se encontraba
Odín. Al acercarse a la verja que daba entrada a la finca, pudo
ver que alguien se ocultaba entre las sombras. Red avanzó confiadamente
hacia allí, sin preocuparle que pudiera esperarle una amenaza que
no fuera capaz de superar.
- Venga, sal de ahí, que te he vist...
Pero no pudo añadir nada más. Antes de
terminar la frase, se sintió envuelto por una ola de energía
que le impidió todo movimiento. De las sombras salió entonces
una figura envuelta en una largo abrigo y que cubría su rostro con
una capucha que impedía distinguir sus rasgos. Cuando llegó
a pocos pasos de Red, se detuvo y echó para atrás la capucha.
Norvell pudo ver entonces que había sido paralizado por una bella
mujer de largo cabello rubio.
- No, tú no eres él -dijo Amora, pues se
trataba en efecto de la Encantadora-. Admito que, por un momento, pensé
que eras Thor. El martillo y la corpulencia me confundieron, pero no posees
ese aire de majestad y confianza que rodea a mi amado. ¿Quién
eres, pues? -preguntó la encantadora, haciendo chasquear los dedos.
Al instante, Red sintió como el hechizo que le
paralizaba se aflojaba levemente y le permitía mover los músculos
de la cara. Tragando aire, repuso:
- Soy Red Norvell, señora. Una especie de dios
del trueno suplente, ahora que el rubiales no está.
- ¿Otro? Por las Norns, ¿cuántos
habrá creado Odín? ¿Y qué quieres decir con
eso de que Thor no está?
- Pues eso, que no está. Que se ha ido, ha desaparecido,
se ha pirado, se ha dado el bote, se dio boleto...
- ¡Basta! Ya te he comprendido, necio mortal. Detén
tu cháchara sin sentido antes de que me hagas perder la paciencia.
- ¡Eh, señora, sin faltar! -. Red no había
comprendido todas las palabras de Amora, pero intuía que no le había
dirigido precisamente un cumplido-. ¿Y quién eres tú,
si es que puede saberse?
- Se me conoce de muchas maneras, pero en esta infecta
bola de barro se me suele llamar la Encantadora.
- ¿La Encant...? ¡Hey, ya me acuerdo de
tí! Estuviste aliada hace tiempo con ese nazi de Zemo y aquel barbas
del hacha...(2)
¿cómo se llamaba?
- Skurge. Se llamaba Skurge -replicó Amora, con
un deje de tristeza en la voz. Chasqueando de nuevo los dedos, enmudeció
otra vez a Red-. Y ahora, calla. Tengo que pensar -dijo, caminando en círculos.
Dentro de la Mansión, Jarvis pasó ante la
sala de monitores, en la que estaba Michael O'Brien, que se acariciaba
la barbilla pensativo mientras miraba fijamente uno de los monitores.
- ¿Pasa algo, señor?
- ¿Qué? ¡Ah, eres tú, Jarvis!
No, nada importante. Es sólo que..
- ¿Sí señor?
- Hay un fortachón pelirrojo ahí fuera,
plantado como una estatua debajo de la farola. Se aproximaba a la Mansión
cuando de repente cambió de dirección y de repente... ¡hala,
todos quietos!
- ¿Un fortachón pelirrojo dice, señor?
-preguntó Jarvis, acercándose al monitor-. Disculpe, señor
-añadió, tras mirar cuidadosamente la pantalla-, pero conozco
al caballero en cuestión.
- ¿Ah, sí, Jarvis? ¿De quien se
trata?
- Se llama Norvell, señor; Red Norvell. Es un
amigo del señor Thor, y el señor Capitán confirmó
su autorización para entrar en la mansión.
- Vale, Jarvis, no pongo en duda todo eso. Pero entonces...
¿qué demonios hace ahí como un pasmarote? ¿Por
qué no pasa?
Lo que los que se encontraban dentro de la Mansión
no podían saber era que Red Norvell no estaba solo. Pero Amora había
conjurado un hechizo que la hacía invisible a los medios de detección
electrónicos, y por ello no era detectada por las cámaras
de vigilancia situadas a intervalos regulares sobre la valla que rodeaba
la Mansión.
Sin embargo, alguien dentro de la Mansión sí
que percibió algo. Sin llegar a despertarse del todo, Odín
se revolvió inquieto en sueños. En los límites de
su percepción, algo le decía que un ser de gran poder, y
asgardiano además, estaba en las proximidades.
Finalmente, Amora se decidió.
- Escucha, mortal, sé que Odín mora en
esa mansión. Necesito verle.
- Claro, piba, nada más fácil. Así,
por la cara, voy y meto en la Mansión de los Vengadores a una de
sus más antiguas enemigas.
- No seas necio, mortal. Te he dicho que necesito ver
a Odín. ¿Crees que si no fuera mortalmente necesario, me
presentaría voluntariamente ante el Padre de Todos? En cuanto a
los Vengadores, no te preocupes: ausente el dios del trueno, no hay nadie
en la mansión que pueda percibirme, si yo no quiero. Tú limítate
a entrar en la casa, que yo me encargo de lo demás.
- No lo entiendes, señora. No me preocupa si te
ven o te dejan de ver. Lo que me preocupa es si no estaré metiendo
a la zorra, con perdón de la expresión, en el gallinero.
- Está claro que el dios del trueno sigue tan
reacio a hablar de sus sentimientos como de costumbre. ¿No te ha
hablado Thor de mí?
- Pues... no, más bien no.
- Ya verá cuando esté a mi alcance -masculló
Amora para sí. Después añadió en alta voz-:
Sabe pues esto, mortal: el dios del trueno y la Encantadora son en
la actualidad aliados. Por extraño que pueda parecerte, Amora no
actúa hoy pensando única y exclusivamente en su propio beneficio,
sino que combate... ¿cómo suele decir Thor? ¡Ah, sí!
Combate por el honor, por la justicia y por Asgard. Dejémonos pues
de cháchara inútil y actuemos. El tiempo es precioso, y el
momento en que Skuld ha de cortar el hilo se aproxima cada vez más.
Advierte, además, que podría haberte obligado, merced a mi
magia, a seguir mis órdenes, y en cambio la Encantadora te ha expuesto
franca y abiertamente la situación -. Esto era sólo una verdad
a medias. Amora no estaba totalmente segura de que con sus poderes todavía
menguados pudiera obligar a Norvell a cumplir todas sus órdenes;
pero claro, el humano no tenía por qué saberlo todo, ¿verdad?
- Ahí me has pillado. De acuerdo -concedió
Red-, te llevaré a ver a Odín.
A continuación, dio media vuelta y entró
en la finca. Se acercó a la puerta y el sistema de reconocimiento
le escaneó, confrontando sus datos con los almacenados en sus bancos
de memoria. Una vez hubo comprobado que coincidían, le franqueó
la entrada. Red abrió la puerta y la cerró de un modo exageradamente
lento. No podía ver a Amora, y no quería pillarla con la
puerta.
- Buenas noches, Jarvis -saludó cuando vio al
mayordomo de los Vengadores-. ¿Cómo va todo?
- Buenas noches, señor Norvell. Todo va bien,
gracias. ¿Desea tomar algo?
- No, Jarvis. gracias. Subo a ver a Odín, ¿eh?
- Muy bien, señor.
Red subió las escaleras y avanzó por el
pasillo. Cuando se disponía a posar la mano en el picaporte de la
puerta de la habitación en la que Odín descansaba, oyó
una voz profunda:
- Pasad, visitantes. El monarca de Asgard puede haber
caído desde su alto sitial, pero no es todavía un lisiado.
Es difícil saber quién se sorprtendió
más, si Red Norvell o Amora. Vencida la sorpresa, Red giró
el picaporte y entró en la habitación. Encontró a
Odín de pie en el centro de la misma, revestido de un aura de indudable
majestad que hasta él podía percibir; mucho más Amora.
- ¿Y bien? ¿Qué queréis?
¿Has venido a aprovecharte de mi debilidad, Amora? Sí, te
veo claramente -dijo, al percibir la cara de sorpresa de la Encantadora-.
Como ya os he dicho, el hijo de Tiwaz puede no estar en posesión
de todos sus poderes, pero aún es capaz de ver a través de
tus burdos trucos.
- Os equivocáis, mi señor -repuso humildemente
Amora-. Ciertamente, no es frecuente que la Encantadora persiga los mismos
fines que el Padre de Todos, pero es algo que ya ha ocurrido en el pasado
(3).
El destino de Asgard pende al borde de un precipicio, y es el sagrado deber
de todos sus hijos empeñar hasta la última gota de su sangre
en defenderla.
Odín no mostró sorpresa ante esta declaración
de la Encantadora. Sin embargo, meditó lenta y profundamente cada
una de sus palabras. Cuando por fin habló, su rostro seguía
estando serio:
- Mucho has de amar a mi hijo, Amora, para pronunciar
tales palabras ante Odín, al que sabes que no lograrías engañar.
Sin embargo, percibo que aún no estás totalmente convencida
de lo desesperado de la situación. Deja, pues, que te explique la
situación... No, Red Norvell, quédate -añadió,
al ver que Red se disponía a abandonar la habitación-. Aunque
humano, tu también has sido tocado, aun levemente, por la gloria
del Reino Dorado, y por lo tanto, lo que pueda acontecerle no es es completamente
extraño.
Durante el resto de la noche, Odín expuso los
hechos que le habían llevado a la situación en la que se
encontraba. Cuando terminó, Red estaba asombrado. Amora permaneció
en silencio.
- Y bien, Encantadora -dijo Odín-, ¿no
tienes nada que replicar a Odín? ¿Acaso vacila tu determinación?
- No, mi señor. Después de lo que nos habéis
contado, veo claramente que la situación es incluso más desesperada
de lo que suponía. Si he de caer, sea. Seré feliz cayendo
junto a vos y vuestro hijo en defensa de Asgard.
- Lo cual me lleva a la cuestión siguiente: ¿dónde
está el dios del trueno? ¿Por qué no ha venido contigo
a ver a su padre?
- No lo sé, mi señor -musitó Amora-.
Desapareció hace algunos días, y desde entonces no le he
vuelto a ver. Pero no dudo que saldrá triunfante de los obstáculos
a los que se enfrente y que regresará con nosotros, para luchar...
- Sí, sí, ya sé -dijo Red, en un
tono a medias burlón-. Para luchar por el honor, por la justicia
y por Asgard.
- No sólo por eso, Red Norvell. No sólo
por eso. ¿O es que no has entendido nada? Luchamos por todo lo que
existe... ¿Qué es eso?
Una luz había comenzado a parpadear a la izquierda
de la puerta.
- Es la señal de alarma -dijo Red-. Algo grave
está sucediendo en algún lugar de la ciudad. Bajo a la sala
de monitores a enterarme.
Cuando llegó allí, O'Brien observaba los
monitores con cara de preocupación.
- ¿Qué ocurre? -preguntó Red.
- Se trata de un tipo feo como la vida y el doble de
grande. Esto entra más en la división de tipos como Thor
o el Hombre de Hierro que en la mía.
- No te preocupes, yo me encargo -dijo Red, y salió,
feliz de apartar las preocupaciones que el relato de Odín había
levantado en su mente.
Poco después, Amora y Odín salían
sin que nadie les molestara (4).
En mitad de Central Park, los paseantes y deportistas
habían huido, siendo sustituidos por unidades de la policía
y la Guardia Nacional. Pero nada parecía ser capaz de detener a
lo que se enfrentaban.
- ¿Dónde está Thor? ¿Dónde
está el dios del trueno? ¡Decid al asgardiano que Ulik el
troll ha venido a Midgard a buscarle!
Los disparos rebotaban inofensivos en la dura piel de
Ulik.
- ¿Qué podemos hacer, comandante?
- Es difícil decirlo, teniente. Nada de lo que
tenemos, ni siquiera la unidad Código: Azul, parece ser capaz de
detener a ese ser. Y no podemos emplear armas más poderosas. No
en medio de Nueva York.
- No se preocupen -dijo una voz a sus espaldas-. Déjenme
a mí.
- ¿Y quién demonios es usted?
- De momento, soy lo único que tienen -respondió
Red, que por fin había conseguido llegar-. Así que ¿por
qué no me dejan pasar? No tienen nada que perder, ¿no?
- En eso tiene razón, comandante...
Pero Red ya avanzaba decidido hacia el lugar en que estaba
Ulik.
- ¡Vuelvete y enfréntate a mí, Comotellames!
- ¿Eh? ¿Qué? -dijo Ulik, volviéndose.
Pero enseguida una mueca de decepción apareció en su cara-.
¿Quién eres tú?
- Podríamos decir que soy el dios del trueno en
funciones, tío feo.
- No, tú no eres el que busco. Déjame en
paz, si es que sabes lo que te conviene.
- Lo siento, macho, pero ha tenido un mal día
y tú eres lo que me recetó el doctor -contestó Red,
cargando directamente hacia Ulik.
- Sea, pues, si es pelea lo que buscas. Pero ese doctor
del que hablas te ha aconsejado mal -replicó, cargando a su vez
contra Red.
Sin embargo, no llegaron a encontrarse. Cuando aún
les separaban varios metros, fueron detenidos en seco por el sonido del
trueno y por una voz imperiosa:
- ¡Yo digo basta! Deteneos. Esta lucha sin sentido
debe finalizar.
- ¡Thor! -exclamaron al unísono Ulik y Red
Norvell.
En efecto, era el dios del trueno el que avanzaba con
ademán majestuoso hacia ellos (5).
- ¿Que habéis venido a hacer a Midgard,
Ulik?
- Venía a buscarte, asgardiano. Es imperioso que
regreses a Asgard enseguida.
- Sí, claro, como que nos vamos a fiar de tí
-interrumpió Red.
- Callad un momento, Red -dijo severamente Thor-. Aunque
enemigo, Ulik es un oponente honorable. ¿Qué es tan importante,
Ulik?
- La situación es desesperada, Thor. La misma
existencia de los Nueve Mundos parece amenazada.
- No sólo eso, troll -dijo Odín, avanzando
hacia ellos y flanqueado por Amora-. Es el destino de toda la creación
el que se encuentra en el fiel de la balanza.
- ¿Padre? -exclamó Thor-. ¿Estáis
recuperado?
- Aún no del todo, hijo mío. Pero recuerdo
quien
soy y por qué estoy aquí. Y sé cuáles son mis
responsabilidades como monarca de Asgard. Hemos de volver allí a
luchar por nuestra misma existencia.
- ¿Qué ocurre, padre? ¿Acaso el
Ragnarok (6)
se aproxima?
- No, hijo mío. ¡Ojalá fuera eso!
Lo que se aproxima es algo mucho peor.
Thor quedó perplejo. ¿Qué podía
ser peor que el Ragnarok? Pero antes de que pudiese preguntar a su padre,
se vio interrumpido por un clamor que se había ido acrecentando
mientras hablaban y que alcanzó entonces su crescendo.
- Alabado sea Thor. ¡Alabado sea Thor! ¡ALABADO
SEA THOR!
Encabezando las aclamaciones se encontraban un grupo
de personas vestidas con atuendos vagamamente vikingos. Rompiendo el cordón
policial, se acercaron a los asgardianos, deteniéndose a unos metro
de ellos y arrodillándose, mientras proseguían con su salmodia.
- ¿Qué es esto? -preguntó Thor-.
Levantaos, humanos.
- No, Thor -dijo el líder del grupo-. No somos
dignos.
- ¿Cómo? Estáis en un error. El
tiempo en que los hombres nos adoraban ya pasó. Esta adoración
carece de todo sentido.
- Pero... pero sois dioses -respondieron, todavía
de rodillas.
- ¿Dioses? Esa es una palabra de múltiples
significados. ¿Por qué? ¿Porque poseemos poderes que
os superan? Hay entre vosotros personas, a las que denomináis mutantes,
que poseen poderes similares a los nuestros, y no por eso les adoráis,
sino más bien todo lo contrario: les teméis, a veces incluso
les cazáis como a alimañas. ¿Porque somos más
fuertes, rápidos, longevos y resistentes? También vosotros
lo sois en relación al tamaño o duración de la vida
de los insectos, y no por eso reclamáis su adoración. Nosotros
no creamos el Universo, ni a vosotros. Simplemente, vivimos en él,
y procuramos actuar de acuerdo a los dones que hemos recibido.
- Entonces... ¿qué camino nos queda? -respondieron,
todavía perplejos y comenzando a levantarse.
- Comprendo que en una época como la que os ha
tocado vivir, en la que los prodigios de la técnica rivalizan incluso
con las maravillas de la dorada Asgard, parezca que ya no queda nada seguro
a lo que aferrarse. Pero hay cosas inmutables, cosas que permanecen a pesar
de las mayores dificultades y que pueden marcar un Norte en nuestra vida
al igual que la Estrella Polar guía a los navegantes en sus viajes.
Cosas a las que hasta nosotros, a los que llamáis dioses pero que
en ocasiones hemos necesitado de vosotros para no perecer (7),
prestamos devoción y que guían nuestros actos. Cosas que
sí son dignas de ser adoradas, precisamente por no pedir nada a
cambio.
- Y ¿que cosas son esas? -respondieron los adoradores,
con un brillo de esperanza en sus miradas.
- Son cosas por las que vale la pena vivir, luchar y
hasta morir. Son el honor, la amistad, la justicia... Eso sí que
son ideales dignos de reverencia. ¿No estáis de acuerdo?
- ¡¡¡Sí!!! -respondieron con
firmeza y seguridad los humanos, alzando sus brazos al cielo.
- Disculpa, Thor, pero hemos de partir -le dijo Ulik,
tocándole en el hombro.
- Por supuesto, Ulik. ¿Cómo podemos partir
a Asgard?
- Esperaba que tú me lo dijeras. La energía
que me trajo a Midgard casi se agotó con ese viaje, y no basta desde
luego para llevarnos a todos de vuelta.
- No será necesario -dijo Amora-. Creo que yo
podré transportaros a todos a Asgard. Al fin y al cabo, si Thor
ha vuelto de donde estuviera, ha sido en parte gracias a mis hechizos.
- Así que por eso el dios del trueno ha vuelto
a los pocos días de haberse marchado -dijo Thor-, y el periodo de
su ausencia de Midgard no se corresponde con el que ha estado luchando
junto a sus camaradas mortales.
- ¡Estupendo! -dijo Red-. ¿Nos vamos ya?
- No, Red Norvell, tú no -dijo Thor, apoyando
su mano en el hombro de Red-. Aunque el destino del Universo entero penda
de un hilo, somos los asgardianos los que hemos de enfrentarlo.
- ¿Ah, sí? ¿Y qué hay de
las bonitas palabras que acabas de pronunciar? ¿O eran sólo
de cara a la galería?
- No, Red Norvell -interrumpió Odín-. El
dios del trueno hablaba con verdad. Sin embargo, debes quedarte. Es necesario
que alguien vigile Midgard en ausencia de Thor, y el hechizo de Amora tendrá
más posibilidades de funcionar si somos menos los que vamos.
- Muy bien, anciano. No me has convencido, pero acato
lo que dices. ¿Y de dónde va a sacar la Encantadora las energías
necesarias para hacer su truco?
- Las energías me las proporcionaran los humanos
que nos rodean; o, por mejor decir, su entusiasmo. Podré aprovecharlo
para reforzar mis ahora debilitados poderes.
Amora comenzó a trazar signos místicos,
y un agujero pareció abrirse en el aire.
- ¡Adelante! ¡Pasad rápido! No sé
cuánto tiempo podré mantenerlo abierto...
Los asgardianos comenzaron a atravesar el portal. Último
de todos antes de Amora pasó Thor. Antes de desaparecer, dirigió
una postrer mirada a la Tierra.
- Hasta la vista, Red. Cuidad de Midgard hasta mi vuelta
-. Tras eso, Amora entró en el portal y éste se cerró.
- Si es que vuelves, rubiales, si es que vuelves... -dijo,
pesimista, Red-. Pero, si no vuelves... ¿qué esperanza nos
queda a nosotros?
(1) ¿Cómo?
¿Qué todavía no has leído Cronotormenta,
la saga que comienza a partir de los hechos narrados en Los Vengadores
# 407? ¿Y a qué demonios esperas para hacerlo? Porque este
episodio transcurre en paralelo a dicha saga.
(2) La primera aparición
de la primera formación de los Amos del Mal se produjo en Los
Vengadores # 7.
(3) Por ejemplo, en
Thor
# 400, ante la amenaza de Seth.
(4) Gracias a ese hechizo
que mencionamos antes, ¿recordáis?
(5) Recién salido
de los acontecimientos narrados en Cronotormenta.
(6) El Crepúsculo
de los Dioses, el Armagedón, el fin de todas las cosas en la mitología
nórdica.
(7) En la clásica
saga Ragnarok 'n' Roll, en El Poderoso Thor # 350-353.
Saludos a todos. Espero que disfrutéis con la colección,
y recibir vuestros mensajes en Crónicas
del Norte - Correo de los lectores (bergil@altavista.net).
En el próximo número: Comienza una
nueva tetralogía, Falta de Esperanza. Las cosas comienzan
a aclararse cuando Thor y sus compañeros llegan a Asgard en Thor
# 507.