PODERES COSMICOS VOL. 2 #28
Motivaciones equivocadas
Guión:
Bergil
Portada: Dibujada por Ángel Medina. Hammerhand y Kl'rt dándose de tortas en mitad del espacio. Un letrero pone "Sólo puede quedar uno... pero ¿sobrevivirá el Universo?".
Kl'rt se volvió lentamente. El ser que estaba de pie ante él
le resultaba completamente desconocido. Su cuerpo estaba completamente
recubierto por una armadura metálica que no dejaba distinguir sus
facciones.
- ¿Quién demonios eres tú?
- Puedes llamarme Hammerhand, skrull.
- ¿Por qué has emprendido esta cruzada de destrucción
contra pacíficos planetas agrícolas? Porque asumo que tú
has sido el responsable...
- En eso tienes razón, skrull. Pero no pretendía causar
más daños de los estrictamente imprescindibles. No he causado
víctimas civiles.
- Directamente, quizá no, pero ¿has pensado en lo que
ocurrirá cuando llegue el invierno, ahora que no tienen víveres
con los que subsistir?
- Ese no es mi problema, skrull. He jurado acabar con la maldad de
los Fantasmas del Espacio, y no descansaré hasta haberlo conseguido.
- ¿Y qué tienen los skrulls que ver con eso?
- No finjas que lo ignoras, skrull. Los skrulls y los fantasmas procedéis
de un tronco común. Es más. vosotros los skrulls desviantes
cometisteis genocidio contra las demás ramas de vuestra especie.
A vuestro modo, sois tan culpables de crímenes contra la vida como
los mismos fantasmas (1).
Pero ya hemos hablado bastante. ¡Disponte a morir!
-¡Reed! ¡Eh, cuñado!
- ¿Sí, Johnny? No, Ben, no sueltes eso -dijo Mr. Fantástico,
mientras la Cosa sostenía sobre sus hombros una pieza de maquinaria
de varias toneladas de peso-. ¿Qué es lo que quieres? Estoy
en medio de un experimento importante, y...
- Ya lo sé, Reed, y no te interrumpiría si no creyera
que es importante. Escucha, me acaban de telefonear del Cedros del Sinaí.
Tienen allí un enfermo en fase terminal, y ...
- ¿Y qué tiene eso que ver con los Cuatro Fantásticos?
- A eso iba, Reed. Resulta que el nombre de ese enfermo es Thomas Raye.
- ¿Raye? Me suena de algo... -murmuró Reed, ensimismado.
- Sí, hombre, estirado -dijo Ben Grimm-. El padrastro de aquella
piba de Johnny, la que luego se convirtió en la heraldo del gran
G. Parece mentira, un tío tan listo y no se acuerda de las candidatas
a recuñadas. Claro, que , con este chico, ¿quién podría?
- ¡Benjamín J. Grimm! -dijo la Mujer Invisible, propinando
una colleja con su campo de fuerza en la nuca de la Cosa-. Mi marido puede
ser distraído, pero no tanto. ¡Acabamos de ver a Frankie en
Titán hace unos días!
- ¡Claro! -exclamó Reed, que no había estado escuchando
la conversación que se desarrollaba a su alrededor-. ¡Ya caigo!
¡Thomas Raye! ¡El profesor Horton!
- Exacto, Reed. El padrastro de Frankie se muere. ¿Cómo
vamos a ponernos en contacto con ella?
Sin más preliminares, Hammerhand se lanzó
directo hacia Kl'rt, que le esquivó estirando su cuerpo. Convirtiendo
sus puños en réplicas de los de la Cosa, atacó a su
vez; pero su oponente no pareció sentir los impactos. Sorprendido,
su atención se distrajo un instante, lo que bastó para que
Hammerhand conectara un directo que le envió dando tumbos a varios
metros de distancia. Sacudiendo la cabeza para despejarse, Kl'rt se puso
en pie y se dispuso a acabar con su rival por la vía rápida.
Todavía estaba convaleciente de las heridas recibidas en su lucha
con el tecnarca (2),
y no había guardado lo que se dice un reposo absoluto desde entonces.
Más bien al contrario. A poco que resistiera, su rival tendría
media victoria en sus demoledores puños.
Encendiéndose, Kl'rt comenzó a lanzar bolas de fuego
hacia Hammerhand. A pesar de que impactaban directamente en él,
Hammerhand no daba muestras de sentirse afectado. En realidad, le causaba
una mayor molestia el impacto que el calor. Para alguien que había
resistido el frío del espacio interestelar y el calor de soles en
la plenitud de su evolución estelar, no suponía mayor molestia
que una cerilla. Pero no iba a decírselo a su rival, a aquella escoria
galáctica, a aquel guerrero de un pueblo de genocidas sin entrañas...
Ganímedes pilotaba la nave a la mayor velocidad
que eran capaces de desarrollar los maltrechos motores. El sistema de reciclado
del aire funcionaba a sólo un cuarenta por ciento, y era cuestión
de tiempo que se colapsara. Y eso supondría la muerte sin remedio
de todos los seres que viajaban en las bodegas. Los sistemas de navegación
indicaban la proximidad de un planeta habitable. Si los sistemas resisitieran
tan sólo un par de horas más...
En el palacio imperial de los Troyanos reinaba el más
absoluto de los silencios. Era de noche, y todo el mundo excepto los guardias
descansaban. Nadie se apercibió del intruso que, silenciosamente,
se deslizó hasta las tumbas reales. Allí yacían, cuidadosamente
embalsamados, los cadáveres de todos los gobernantes anteriores.
Todos los lechos mortuorios estaban ocupados, excepto el penúltimo,
destinado al monarca reinante, Armagedón. En el último, cubierto
como todos los demás por un sarcófago trasnparente, yacía
Trauma, el príncipe heredero.
El intruso se aproximó en silencio, y examinó cuidadosamente
el sarcófago. Era perfectamente hermético, para preservar
la intgridad de su contenido. Sin embargo, el intruso no se desanimó.
Aunque fuera a nivel molecular, encontraría una falla en la estanqueidad
del sarcófago, y penetraría en él. Su misión
no fracasaría.
Kl'rt jadeó. La duración del combate comenzaba
a hacer mella en él, mientras que Hammerhand parecía tan
fresco y descansado como al principio. Ni siquiera la llama nova parecía
ser capaz de disminuir el vigor de su oponente. Aunque no quería
hacerlo, parecía que no habría más remedio que recurrir
al rayo de antimateria. Porque, a pesar de su mentalidad rígida
y su vigor inhumano, Hammerhand parecía ser un ente orgánico,
no una especie de máquina animada como el tecnarca al que se había
nefrentado en los suburbios de Satirani (3).
Y Kl'rt ya no era el guerrero descerebrado y xenófobo de sus comienzos.
Había sufrido demasiadas derrotas a manos de los terrestres como
para seguir considerando a los skrulls como la raza suprema del Universo.
Eso sí, todavía eran superiores a los malditos kree, que
habían necesitado de la tecnología skrull para dominar el
salto hiperespacial y que ahora vivían bajo el yugo del Imperio
Shi'ar.
Shinsky, Morlack y Zota habían decidido dirigirse
hacia el sistema solar de la Tierra (4).
El Universo parecía estar al borde de la destrucción, y suponían
que un planeta capaz de pararle los pies al mismísimo Galactus en
tres ocasiones (5)
era el que tenía más probabilidades de encontrar el remedio
que evitara lo que parecía inevitable. Y en caso contrario... bueno,
¿qué mejor lugar para morir que el mundo que les había
visto nacer?
- ¿Cuánto creéis que tardaremos en llegar? -preguntó
Zota.
- Teniendo en cuenta que aún no conocemos el alcance exacto
de nuestros poderes -repuso Shinsky-, creo que es más prudente realizar
una serie de saltos pequeños, en vez de uno solo.
- Estoy de acuerdo -terció Morlack-. Además, siendo el
salto relativamente pequeño, hay menos posibilidades de que se produzcan
interferencias que nos alejen. Y eso traería aparejadas las consecuencias
que todos sabemos.
- Exacto -dijo Zota.
Sin embargo, no avanzaron mucho. Antes de que huberan podido recorrer
una parte apreciable de la distancia que les separaba de la Tierra, una
barrera invisible les detuvo en seco, sacándoles del hiperespacio.
Por extraño que pudiera parecer, había algo en mitad
de la nada. Invisible, pero impenetrable.
- ¡Qué extraño! -exclamó Morlack.
- ¿Qué pensáis de esta barrera? -preguntó
Shinsky.
- Parece estar compuesta de una extraña forma de energía
-aventuró Zota-. Si algo es seguro, es que no se trata de nada sólido.
Aún así, su resistencia es considerable.
- ¿Qué clase de origen tendrá la barrera? -se
preguntó Morlack.
Mientras examinaban la barrera con detenimiento, Zota percibió
con el rabillo del ojo una ligera distorsión en las estrellas que
había a su espalda. Lanzándose a toda velocidad, logró
escapar; pero se detuvo antes de recorrer media docena de metros.
Sus compañeros comprendieron instantáneamente lo que
ocurría, y se dirigieron en direcciones opuestas, pero resultó
inútil; tan silenciosamente que sólo un ligero temblor en
el espacio permitía adivinar lo que estaba ocurriendo, una barrera
se cerró en torno a ellos.
- ¿Qué? -exclamó Morlack.
- ¡Estamos prisioneros! -dijo Shinsky-. ¡Huye, Carlo!
- Sabes perfectamente que no puedo hacer eso, Wladyslav. ¿Qué
alternativas nos quedan?
Mirándose en silencio, los tres tuvieron el mismo pensamiento:
cualquiera que hubiera sido capaz de apresarles era alguien a tener en
cuenta. Al unísono, dirigieron sus rayos contra un punto de la barrera,
pero fue inútil: parecía ser capaz de absorber toda la energía
que eran capaces de producir.
- No hay nada que hacer -dijo Zota-. Esta barrera parece ser capaz
de resistir todo lo que le lancemos. Si Kismet estuviera con nosotros...
- ...probablemente habría sido capturada igualmente, Carlo -dijo
Morlack-. No, es mejor que esté donde está.
Sin previo aviso, la barrera emitió una pulsación energética
que les dejó atontados. Intentaron combatir la debilidad que había
caído sobre ellos, pero una segunda ola de energía les sumió
en la inconsciencia.
Despertaron en las celdas en las que se encontraban ahora. Su misterioso
captor debía haberles llevado a... dondequiera que estuvieran ahora.
Aunque ninguno de los tres veía a sus compañeros, el mero
hecho de no sentir dolor les permitía saber que no se encontraban
demasiado lejos.
De repente, las paredes que formaban las celdas comenzaron a descender,
y los tres amigos se fundieron en un abrazo, aliviados al comprobar que
los demás estaban bien. Luego, miraron a su alrededor.
Todo rastro de las celdas había desaparecido. No sólo
las paredes y el techo: también los suelos se habían esfumado.
Estaban situados en mitad de una gran llanura sin excesivas ondulaciones
del terreno. No parecía haber más seres vivos hasta donde
alcanzaba la vista.
- Bien, Johnny -dijo Reed-, tenemos dos opciones: o bien
lanzamos un rayo concentrado, con lo que tendremos la seguridad de que
podrásn percibir el mensaje sin dificultad, aunque ello nos exigirá
ser muy precisos al apuntar a la región del espacio a la que lo
dirigiremos, o bien lanzamos un rayo más abierto, cubriendo un arco
mayor, pero corriendo el riesgo de que la señal sea demasiado débil
para cuando alcance su destino.
- No sé qué decirte, Reed -dijo Johnny-. Tú eres
el experto en estos temas. Lo que tú decidas estará bien.
¿Qué vamos a utilizar pare enviar el mensaje?
- Un prototipo en el que he estado trabajando. Básicamente,
se trata de un aparato que compacta las ondas de radio y las envía
de modo que entren y salgan del hiperespacio a intervalos aleatorios. Cada
vez que salen, emiten una pulsación. Creo que es lo que tiene más
posibilidades de que Frankie reciba el mensaje (6).
De todos modos, Johnny -prosiguió Reed-, no te hagas ilusiones.
Suponiendo que reciba el mensaje, puede que no venga a la Tierra. Nova
ya no es la Frankie Raye que todos conocimos. Ha sido transformado por
el toque de Galactus, y nadie emerge incólume de semejante experiencia.
- Jo, estirado -rezongó Ben Grimm-, ya empezaba a echar de menos
tus palabras de más de dos sílabas. Estaba preocupándome,
de verdad.
Mientras viajaba por el espacio, Genis no hacía
más que pensar en su aspecto:
"¿Me corto el pelo? ¿Me lo dejo largo? ¿Me
lo ato en una coleta? ¿Me lo peino hacia atrás? ¿Me
lo peino hacia adelante? ¿Me lo tiño? ¿De rubio? ¿De
moreno? ¿Me deshago de esta chupa de macarra? ¿Cojo un uniforme
ceñido? ¿Uno con capa? ¿Con máscara? ¿Sin
ella? ¿Con capucha? ¿Un uniforme holgado? ¿Guantes?
¿Sin guantes? Y el emblema... ¿En el pecho? ¿En la
espalda? ¿En los dos lados? ¿Sobre el corazón? Por
Urano, si llego a saber que esto de ser héroe es tan complicado,
no me meto en el negocio..."
- Bien, Johnny, allá vamos. Mandaremos el rayo
en arco amplio, como hemos decidido -. Reed pulsó un botón
y suspiró-. Ahora -dijo, mirando a su cuñado-, sólo
nos queda esperar...
Kl'rt ya no sabía qué hacer. Había
probado todas las añagazas que conocía, e incluso algunas
nuevas que se le habían ocurrido sobre la marcha, pero nada parecía
funcionar. Hammerhand seguía encajando todo lo que le mandaba, y
sus golpes no habían perdido ni un ápice de intensidad. Sólo
le restaba el rayo de antimateria. No le gustaba, pero no le quedaba otro
remedio. Golpeó a Hammerhand con todas sus fuerzas, y el caballero
estelar retrocedió unos metros. Concentrándose, Kl'rt se
dispuso a lanzar su arma más poderosa.
En la Cabeza de Caballo, Galactus digería el planeta
que acababa de consumir. El mundo, convertido ahora en una roca yerma,
seguiría orbitando su estrella, pero ya nunca podría evolucionar
para albergar vida inteligente. Permanecería tal y como estaba ahora
hasta que el Universo llegara a su final, cualquiera que éste fuese.
Nova y el Señor del Fuego vigilaban el descanso de Galactus.
El devorador de mundos permanecía en el estado de inconsciencia
que seguía ineludiblemente al hecho de absorber la esencia vital
de un mundo.
En ese momento, Nova percibió una señal de radio. Un
mensaje restalló en su cabeza: "Frankie, vuelve a la Tierra.
Reed". El mensaje se repitió tres veces, y luego el silencio.
Nova observó al Señor del Fuego. El xandariano no parecía
heber advertido nada Tanto mejor: lo que no supiera, no le podría
ser sondeado por Galactus.
- Pyreus -dijo-, he de dejaros por un tiempo. Volveré lo antes
posible.
- ¿Por qué? ¿A dónde vas?
- Es mejor que no lo sepas. Si nuestro amo despierta, dile lo que te
he dicho. Hasta pronto.
Nova partió rápidamente, para no dar al Señor
del Fuego ocasión de hacer más preguntas. Mientras se dirigía
a la Tierra, no dejaba de preguntarse qué sería aquello tan
importante que habría impulsado a Reed Richards a dirigirle
un mensaje.
El rayo de antimateria no llegó a partir. Cuando
se disponía a emitirlo, el dolor hizo que Kl'rt se retorciera de
dolor. Ese instante fue aprovechado por Hammerhand para cubrir la distancia
que les separaba. Agarrando a su oponente por la pechera con la mano izquierda,
echó hacia atrás el puño derecho, disponiéndose
a asestarle el golpe letal que pondría fin a la contienda.
- Llegó tu hora, skrull -dijo-. Mira a la cara a tu enemigo,
y disponte a morir.
(1) Evidentemente, Hammerhand
tiene un modo un tanto peculiar de ver las cosas. Lee la serie de Quasar
para enterarte de los detalles.
(2) En Poderes Cósmicos
v. II # 14-15.
(3) En Poderes Cósmicos
v. II # 14-15.
(4) Tras los hechos narrados en Poderes
Cósmicos v. II # 18.
(5) A saber, en Los Cuatro Fantásticos
# 48-50, 120-123 y 243-244. Pero, de hecho, el Devorador de Mundos ha visto
contrariada su voluntad más veces.
(6) Nova puede percibir las ondas
de radio, como se puso de manifiesto en Estela Plateada Anual #
1 (volumen III, que es el único que ha tenido anuales).
En el próximo número: ¿Habrá
llegado el último momento del Superskrull? ¿Cómo reaccionará
Nova al enterarse del estado de Thomas Raye? ¿Quién ha atrapado
a los creadores de Kismet? ¿Se cortará el pelo Genis, o se
lo dejará largo? Descúbrelo en Poderes
Cósmicos # 29, en la red a partir de Septiembre.
Un saludo y no dejéis de leernos, y escribid a Autopista
hacia el espacio - Correo de los lectores (bergil@altavista.net) con
cualquier duda o comentario que os surjan. Que no muerdo, caramba, y es
muy agradable recibir e-milios (incluso aunque sean críticos).