Buscando una cura para el cáncer que se desarrollaba en su cuerpo, el mercenario Wade Wilson se sometió al proyecto Arma-X. El resultado fue un éxito total, aunque le dejó completamente desfigurado, obligándole a esconderse para siempre bajo una máscara roja y una lengua imparable.
#1 – Cuentas pendientes
Por Alex García
Fecha de publicación: Mes 17 – 9/99
Provincia de las Matanzas, Cuba.
En esta región de la isla se ha establecido un pequeño grupo terrorista denominado «La luz de Batista«, con el único propósito de derrocar al actual presidente – dictador -, Fidel Castro.
A pesar de la relativa novedad de este grupo, informes detallados de agencias de espionaje como la CIA o el FBI sugieren que están siendo financiados por otra entidad, tal vez un grupo mayor que los usa como distracción para ocultar sus actividades. El caso es que las armas que utiliza este pequeño grupo son de alta tecnología, manufactura de HYDRA sin ir más lejos.
Ahora mismo, dos guardias montan guardia frente a la entrada de una cueva, dentro de la cual se encuentra la base de la banda. No hay manera de entrar por ahí sin que los guardias se perciban de ello, y aunque alguien consiguiese evitarlos, tendría que enfrentarse a sus compañeros de dentro. Para intentar entrar sin ayuda habría que estar loco.
O recibir una buena paga.
– Psst.
– ¿Qué quieres, Juan? – pregunta el primero.
– ¿Yo? No he dicho nada, amigo.
– Pues yo juraría que has dicho «psst«.
– ¿Quién, yo? ¡Qué va! Te lo habrás imaginado.
– Bueno, si tú lo dices…
– Psst.
– ¡Ajá! ¡Ahora dirás que no has dicho «psst«
– ¡Pero qué manía te ha entrado! ¿Has estado al sol sin gorra?
– ¿Qué quieres decir con eso?
– Psst.
Esta vez ambos lo oyen, y se dan cuenta de que el sonido viene de encima de sus cabezas. Al mirar hacia arriba, ven a un hombre vestido de rojo y gris sujeto a la pared de roca con unos pequeños garfios que sujeta en las manos. De repente los suelta y se deja caer, sacando un bastón plateado que lleva sujeto a la espalda.
– El público contiene el aliento mientras Wilson se prepara para batear y… ¡batea! – mientras dice esto, golpea a ambos en la cabeza con un solo golpe de su bastón, dejándolos inconscientes – ¡Qué golpe, señoras y señores! ¡Vemos cómo la pelota se eleva y va a parar al público! De hecho, va a parar a… oh. Señor Hussein, haga el favor de decirle a sus guardaespaldas que se sienten y dejen de freír a tiros al público. Es una pelota de béisbol, por el amor de Dios. Si quisiéramos matarle le haríamos tragarse todos los capítulos de «La casa de la pradera» – al tiempo que dice esto desenfunda una katana, deja caer el bastón y saca una UZI de su mochila.
Echando un vistazo a los inconscientes guardias Masacre comprueba que llevan sendos rifles de plasma fabricados por HYDRA.
– Efectivamente, amigos. Por la compra de una de nuestras lavadoras le regalamos los rifles oficiales de la Guerra de las Galaxias, para que usted también pueda volarle el culo a un Ewok de cuando en cuando. Y en nuestra próxima oferta…
Definitivamente, la información de su cliente – otro grupo terrorista rival, Los Nazis Comunistas, o algo así – es correcta. Según los datos proporcionados, en la cueva debe haber un grupo de veinte hombres armados dispuestos a freír al primer enemigo que entre. Veinte hombres. Masacre arruga el ceño; eso significa problemas.
– Me voy a perder los Teleñecos – declara –, porque no he programado el vídeo – echa un vistazo a la entrada, comprobando que no haya trampas, y le quita el seguro a la UZI –. En fin, no se puede tener todo. Ahora, veamos lo que hay tras la puerta número dos.
Cuando entra, lo primero que ve es un puñado de tipos bebiendo cerveza y jugando a las cartas, y un montón de armas apoyadas en el otro extremo de la habitación.
– Parece que sí me dará tiempo a ver los Teleñecos, después de todo. Por el amor de Pam Anderson, si hasta Homer Simpson podría con ellos.
Salta hacia ellos, pegando tiros y dando tajos a diestro y siniestro, antes de que ninguno tenga tiempo a reaccionar.
– Ey, ¿cómo ha entrado ese tipo? – un tiro en la cabeza.
– ¡A por las armas, rápido! – una katana en los riñones.
– ¿Quién es ese del traje ridículo? – mutilaciones varias.
Cuando termina, un ruido a su espalda le hace volverse: al otro lado de una vieja puerta de madera se oyen aplausos. Mira a su alrededor y descubre una cámara de vídeo instalada en una pared, medio camuflada: la descerraja de un tiro, al tiempo que abre la puerta. Un estrecho túnel de paredes metálicas se extiende ante él.
– Bueno, gente, ya sé que soy bueno, pero aplaudirme me parece el colmo del masoquismo. No seréis parientes de un tal Bill Gates, ¿verdad? – dice al salir del túnel.
Lo que ve le deja sin palabras (bueno, pero sólo durante unos diez segundos): Una base criminal salida de una peli de James Bond o de un cómic malo, a elegir, y unos treinta hombres, perfectamente equipados con armaduras de combate y armas de energía muy, muy grandes. Al fondo, sobre una barandilla, un hombre de mediana estatura, con una máscara negra, sonríe y se frota las manos. A cada lado, dos lonas ocultan sendos objetos de unos dos metros y medio de alto.
– Eh, ¿por qué nadie me dijo que había una reunión de machotes con pipas? ¿Eres tú, Charlie? ¿Qué tal las niñas? – El ruido de una plancha metálica cerrando el camino tras él confirma sus sospechas de que esto no es una fiesta sorpresa de cumpleaños – Escuchad, si os manda mi sastre…
– Locuaz como siempre, Wilson – dice el extraño enmascarado -, voy a disfrutar el silencio cuando mueras.
– Lamento decírtelo tío, pero no me asustas. Cubrí mi cuota de sustos cuando salieron las Spice Girls. Es decir, ¿en qué estaban pensando? La «spice» deportista; por favoor. Lo que les hacía falta era la spice con cerebro.
– ¡Basta! – dice el misterioso enmascarado – Ha llegado la hora de mi venganza, Masacre – y diciendo esto, se quita la máscara, revelando un rostro horriblemente quemado.
– Umm… tu cara me suena. ¿Primo Larry? ¿Prima Ethel? Siempre os confundo.
– El nombre – dice el otro con odio -, es Peyer. Daniel Peyer.
– Ops. Ey, Danny, cuanto tiempo sin verte, desde que Tom el Negro te quemó la cara y… ah, ya lo capto. Tu secreto de belleza, ¿verdad?
Daniel Peyer había sido un agente del Interpol cuya carrera se fue al garete cuando Masacre liquidó a un sospechoso al que él y Sean Cassidy, Banshee, tenían órdenes de capturar. Años más tarde, Peyer tuvo la oportunidad de vengarse cuando Masacre se enfrentaba al Juggernaut. Decidido a acabar con el mercenario a toda costa, echó por tierra lo que quedaba de su carrera y su amistad con Cassidy. Finalmente acorraló a Masacre, quien le engañó para que Tom el Negro le abrasase1. Está claro que está un poco resentido con Wade por todo eso.
– Bueno – dice Wade, mirando a su alrededor –, veo que te ha ido bien después de todo, ¿eh, colega? Siempre supe que este chico llegaría lejos – dice a los soldados mientras se aleja lentamente de la puerta – allí sentado en su despacho, viendo la tele, fumando puros y comiendo rosquillas. Sí señor, un hombre de carrera.
– Por tu culpa perdí mi empleo – dice con voz ronca -; me pasaba las noches bebiendo y soñando con arrancarte la cabeza. Al final, mi mujer no lo soportó más y se marchó, llevándose a mis hijos.
– Esto… Pey, que esto no es un reality-show. Imagínatelo: «Hoy tenemos: hombres del Interpol que pierden sus trabajos y familias por intentar matar a simpáticos mercenarios» – Wade echa mano a un par de granadas.
– Después – continúa Peyer -, pensé en usar mis contactos en los bajos fondos para conseguir los medios de mi venganza. Al final me convertí en un criminal más, en una escoria como tú – se detiene por un momento -; pero gracias a eso fui consiguiendo recursos e información muy, pero que muy valiosa. Y gracias a esa información y a ese dinero sucio conseguí esto: – extiende los brazos para abarcar la sala -, toda una base de Hydra abandonada, a mi disposición. Lo único que tuve que hacer luego era contratarte para que vinieras aquí. ¡Lo que hace el dinero! Así, ¡Has caído en mi trampa! Y ahora… – el sonido de las explosiones y los gritos de pánico le hacen bajar la vista para ver cómo Masacre se enfrenta a los cinco supervivientes de su ataque.
– Pues sí, esto pasa por contratar a los matones con ofertas del 2X1 – dispara a uno en el estómago, al tiempo que salta y esquiva el disparo de un segundo que acierta al tercero en la cara –; mira que te lo tengo dicho: calidad, no cantidad. Pero tú nada, a comprar madelmans de tamaño natural – un corte limpio a la altura de la garganta acaba con el quinto, dejando sólo al segundo y al cuarto –. Y a propósito, ya que estamos en ello te diré que las armaduras, si no protegen todo el cuerpo, son bastante inútiles contra las granadas. A no ser que te guste el picadillo, claro – un tiro entre las cejas acaba con el número dos, mientras que un cuchillo se clava entre los omóplatos del cuatro, que intentaba atravesar la plancha metálica con las uñas – ¿Algo más o puedo irme a casa? He quedado con Eva Herzigova y no quiero llegar tarde. Ya sabes cómo son las top-models… bueno, no, no lo sabes.
Peyer apenas puede controlar su furia, el maldito mercenario le saca de quicio, y encima se ha cargado a sus hombres sin apenas esforzarse. Se calma, recordando sus armas secretas, y dice:
– No está mal, Wilson, pero te has olvidado de algo…
– Sí, lo sé – replica –, el maldito desodorante. Verás, tengo la manía de guardarlo en el armario de las aspirinas…
– Me refiero – interrumpe, con los nervios a flor de piel -, a que antes te he dicho que esto era – sujeta con sus manos las lonas a sus costados – una base de HYDRA – tira de las lonas, revelando dos humanoides mecánicos de considerable altura y tintes azulados -, y como puedes ver, no se llevaron todos sus juguetes.
– ¡Santos transformers! – exclama Masacre –, ¡Acorazados! ¡Y yo con estos pelos!
Una sonrisa se forma en el deformado rostro de Daniel Peyer.
– Hasta nunca, Wilson – le señala -. ¡Unidades 1 y 2, destruid a la unidad objetivo denominada Masacre! ¡Ahora!
– Afirmativo – dicen ambos androides al unísono -, la unidad denominada Masacre será destruida – saltan hacia Wade, quien se aparta rodando.
SAN FRANCISCO.
La Fundación Éxodo es una organización bastante reciente, a la vez que misteriosa; lo único que el público conoce es a su fundador, Maximilliam Éxodo, misterioso anciano que lleva varios años alejado de la vida pública. Pero eso va a cambiar…
La Fundación ha revelado a la prensa que en el plazo de un mes se va a realizar una fiesta para que el público conozca sus objetivos; mientras tanto, circulan los rumores: algunos afirman que se trata de una organización benéfica, otros que son una nueva y revolucionaria empresa de ordenadores y algunos incluso afirman que trabajan con ingeniería genética.
Esos rumores no son importantes; sí lo es, en cambio, la reunión que tiene lugar en estos momentos en la última planta del rascacielos sede de esta organización. En ella, dos hombres y una mujer vestida con una bata blanca mantienen una interesante conversación con una cuarta, descomunal, figura.
– Con todos mis respetos, señor, no creo que sea buena idea – quien así ha hablado es la doctora Tracy Weiss, experta en ingeniería genética, una mujer de unos 30 años, altura media, cabello negro como el azabache y ojos marrones.
– Coincido con la doctora Weiss – afirma el doctor Charles Miller, doctor en psicología por Harvard; un hombre que ronda los 50, algo bajo y cabello negro surcado por numerosas canas; sus ojos grises miran con atención a su anfitrión, traspasándolo, como si observase algo detrás suyo -, el sujeto es bastante inestable y acusa una gran tendencia al anarquismo. No me parece un empleado fiable.
– Además nuestra imagen se vería seriamente afectada – el joven Kenneth Sanders, Relaciones Públicas de la compañía, se interrumpe para apartar un mechón de cabello rojizo de la cara, y tras comprobar que su traje de Armani no tiene ninguna arruga sigue hablando -, y eso no es bueno, teniendo en cuenta que aún no nos hemos dado a conocer.
– Caballeros, señora – dice una voz gutural, una voz que aún no se ha acostumbrado al esfuerzo de hablar -, me doy cuenta de su preocupación y les aseguro que sus opiniones se tendrán en cuenta, pero recuerden que las órdenes vienen del mismo presidente – un escalofrío sacudió a la doctora Weiss -, y no creo que ninguno de ustedes tenga ganas de desafiarle – un incómodo silencio invade la sala -. Ya lo suponía. Ahora, si me disculpan – pulsa un botón de la pared con su gigantesca y grisácea mano, y al momento el techo se abre, dejando ver el cielo de San Francisco -, es hora de mi paseo matutino – unas colosales alas grises destrozan el ajustado traje que lleva por la espalda; con un gruñido, se quita el resto del traje -; y no se preocupen, estoy completamente seguro que Wade Wilson es el hombre que necesitamos para capturar al sujeto – con esas palabras, el Hombre Dragón emprendió el vuelo.
– Umm, vamos a ver, vamos a ver ¿Dónde he puesto el repelente para Acorazados? – dice Wade, mientras rebusca en su mochila. Se vuelve para ver como uno de los androides alza su mano en su dirección – Eh, tú, es de mala educación señalar – salta, y cinco proyectiles se estrellan en el lugar donde había estado décimas de segundo antes, detonando. El otro robot carga en su dirección con intención de aplastarle. Wade salta por encima suyo con escasas dificultades, pero no se confía; sabe que si baja la guardia está muerto. Rebusca en su mochila y saca un disco de unos 40 cm. de radio, una bomba de gran potencia, suministrado (cómo no) por Comadreja, su camarada y proveedor de armas favorito.
Daniel Peyer está satisfecho. No, está emocionado. Tras todo este tiempo, por fin su odiado enemigo va a morir. No hay forma de que Masacre venza a los Acorazados, y esta vez no tiene ningún aliado con él para salvarle. Lo único que haría perfecto este momento sería que Masacre se callase. Bueno, no se puede tener todo en la vida…
– Comi, tío, si esto funciona juro que besaré tus mugrientas gafas – se agacha para esquivar el puñetazo de un Acorazado, y antes de que el robot reaccione le pone la bomba en la cara. El disco tiene un potente electroimán, y se queda pegado. Wade salta hacia atrás para colocarse detrás del otro androide y así usarlo de escudo contra la explosión. En realidad el disco lo traía para volar la cueva tras cumplir su misión, pero…
Peyer se inquieta. ¿Qué es eso que ha puesto Masacre en el Acorazado? No importa. Nadie puede sobrevivir al ataque de los Acorazados. Ni siquiera él…
– Tiro al plato, señoras y señores. A ver si por fin consigo llevarme el conejito a casa… – rápidamente apunta al disco con su UZI y dispara.
La explosión resultante destroza la cabeza y parte del cuerpo del Acorazado, y lanza a Masacre por los aires. Peyer cae al suelo. Se levanta y ve con alivio que el otro robot apenas ha sufrido daños. No parece probable que Masacre lleve otro artefacto como ése encima.
– Enhorabuena, Wilson, has conseguido destruir un Acorazado, cosa que pocos hombres han conseguido – suelta una carcajada -. Pero, ¿qué me dices del segundo?
– Peyer, eres tan agradable como un ataque de diarrea cuando se tiene una úlcera – mira a su alrededor; varios metros al fondo hay varias salidas: seguramente conducen a los barracones, a los talleres, la cocina y cosas así. Pero posiblemente allí haya una salida. Si consigue evitar al Acorazado, claro. Saca una boleadora – Átate los zapatos, no vayas a tropezar – lanza la boleadora (cuyo cable es de titanio) a los pies del robot cuando éste corre hacia él, haciéndole caer. Sabiendo que esto sólo sirve para darle tiempo, salta por encima del androide y corre hacia una de las puertas – ¿Ves? te lo dije. Mira que eres torpe… – un chasquido metálico y un rayo láser que roza su hombro le dicen que el androide se ha levantado – Hay que ver qué mal café tenéis los androides a estas horas de la mañana. Me pregunto si será por eso que la Visión y la Bruja Escarlata se separaron – entra por la puerta y sigue corriendo, esperando encontrar una salida a esta trampa mortal.
Mira cómo corre por su vida y no puede evitar reír. Tarde o temprano el robot le dará alcance y le arrancará su piojosa vida. Se vuelve y corre hacia la sala de monitores, para ver en directo la muerte de su más odiado enemigo.
– Bueno, bueno, Wade, aquí estás, huyendo de un sucedáneo de Robocop por los pasillos de una choza abandonada de HYDRA – los pasos metálicos del robot resuenan por los vacíos pasillos, y se produce un estruendo ensordecedor cada vez que el androide arranca una de las pesadas puertas metálicas de cuajo –. Parece que el hombre de hojalata se está animando. ¿Dónde habrán metido estos tipos de HYDRA las bombas atómicas? – de repente se para y da media vuelta hasta llegar a dos pesadas puertas de titanio – No me digas que ya es Navidad – pulsa el botón de apertura, y las puertas se separan para revelar una sala llena de todo tipo de armas.
– Ho, ho, ho. Feliz Navidad, Wade – dice.
Desde la sala de monitores, Peyer observa a Masacre entrar en el arsenal. «¿Qué demonios se propone?«. Como si allí hubiese un arma para detener al robot. Sin duda Wilson debe haberse vuelto loco.
De repente, el Acorazado aparece en la pantalla, encaminándose hacia las puertas. Peyer sonríe cuando entra en la sala, convencido de que es el fin de Masacre.
Grave error. En cuanto el robot entra, Masacre sale y cierra rápidamente las puertas. El Acorazado no permanecerá allí por mucho tiempo, pero lo suficiente para que Masacre encuentre una salida. Peyer no está dispuesto a permitirlo: coge uno de los rifles láser y sale al encuentro del mercenario.
Wade sigue corriendo hasta que llega a la sala donde se enfrentó a los Acorazados, donde Peyer le espera, arma en mano.
– Se acabó, Wilson, de aquí no pasas.
– Verás, Danny, viejo colega, tronco, camarada, me temo que no tenemos mucho tiempo para esto.
– Tenemos todo el tiempo del mundo, cabrón. Ahora cierra los ojos y todo será más rápido.
– Como iba diciendo, no tenemos tiempo. Como ya sabrás, tu amigo la copia barata de Mazinger Z está encerrado en el arsenal.
– Sí, ¿y?
– Eres más corto que el asesor de imagen de La Masa. Cuando tu robot se canse de aporrear la puerta recurrirá a sus láseres… y a sus misiles – el rostro de Peyer va cambiando hasta mostrar pánico –, lo que sumado a los artefactos explosivos y baterías energéticas de ahí dentro resulta en un gran «Boom» que va a dejar esto más limpio que el trasero de Madonna, ya me entiendes…
Durante varios segundos Peyer vacila. Ahora tiene la oportunidad de acabar para siempre con su odiado enemigo, pero también puede morir, aunque ¿no vale la pena?
No.
Rápidamente se vuelve corriendo por donde ha venido, en busca de la salida; tan asustado está que no se da cuenta que Masacre le sigue de cerca. Finalmente, llega a un hangar en el que una pequeña nave, preparada por los antiguos ocupantes en caso de emergencia, aguarda. Afortunadamente para Peyer, los controles de la nave son muy simples, con lo que consigue despegar segundos antes de que el Acorazado descargue varios misiles diminutos hacia las puertas, y entonces…
Boom.
La explosión retumba por toda la isla. Mañana, todos los periódicos hablarán de la misteriosa explosión que arrasó una amplia zona de Las Matanzas; algunos achacarán la explosión a terroristas, otros a extraterrestres y otros, al comienzo del fin del mundo.
A Daniel Peyer no le importa. Es feliz; es imposible que Masacre escapase a tiempo, tiene que estar muerto por fuerza. Coge una lata de cerveza del paquete que había puesto en la nave y echa un largo trago.
– Salud, mercenario – alza la lata en saludo.
– ¡Sabía que en el fondo me querías! – La voz viene de encima, del casco de la nave. A través del cristal blindado, Peyer puede ver a Masacre saludándole con una mano. El bote se desliza de sus dedos y cae al suelo.
– Tu suerte no deja de sorprenderme, pero se acabó aquí. No tengo más que hacer un par de giros y picados para que te caigas y te mates.
– Bueno, en realidad – al tiempo que dice esto, suena una pequeña explosión en la parte trasera de la nave –, mientras estaba aquí arriba se me ocurrió que podía destrozarte los motores, – Peyer se vuelve buscando el paracaídas, pero se ha esfumado – y si estás buscando esto – dice, señalándose la espalda –, lo cogí cuando entré antes en tu nave. Por cierto, qué asco de cervezas, Pey – y salta de la nave, abriendo poco después el paracaídas. Cuando salta, puede oír a Peyer decir:
– ¡Esto no acaba aquí, Wilson, volveré! ¡No puedes matarme! ¡Mi odio me mantendrá con vidaaaa! – a lo lejos, la nave se estrella y explota.
– Y ahí, amigos míos, se va el monumento viviente a la estupidez humana. Por favor, que pase el siguiente concursante – dice mientras aterriza tranquilamente con el paracaídas. Pero a pesar de todo, las últimas palabras de su enemigo le han afectado; el odio… el odio puede ser un arma terrible – Oh, no, se avecina uno de esos momentos sentimentales; esto no es la vida de un mercenario, esto es un maldito culebrón.
Varias horas más tarde, en una cabina en Nueva York:
– Hola, soy yo, Wade. Por favor, no cuelgues. Tenemos mucho de qué hablar…
1.- En la segunda serie limitada de Masacre.
PROXIMO NÚMERO: ¿A quién ha llamado Wade? ¿Qué le ha pasado al Hombre Dragón? ¿Quiénes son la Fundación Éxodo?
¡Venga a escribir que luego es tarde! Enviad vuestras cartas a alexmola@hotmail.com