Cuando una persona ve alterada drásticamente su vida, puede que sea capaz de superar dicha alteración. Pero si la alteración es causada por una Gema del Infinito, ¿Qué ocurriría?
#12 – Warlock: Caballos de Troya #1
Soñando contigo – Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad
Por Anjuin Elekhan y Javi OPio
Fecha de publicación: Mes 16 – 8/99
Todos soñamos, de vez en cuando. Y cuando eres joven, a menudo los sueños se convierten en realidad. Pero claro, eso suele ocurrir porque tus deseos no suelen ser demasiado difíciles de cumplir…
Asli se despertó entusiasmada, porque hoy es su cumpleaños. Su papá va a venir desde el otro lado del Mundo para estar con ella en su fiesta. Apenas se ha despertado del todo, y ya ha salido corriendo hacia la gran cocina de su casa, donde ya huele a tarta de cumpleaños. Su tarta de cumpleaños.
– ¡Es de chocolate!- La niña ríe, porque es la persona más feliz del mundo, y se abraza a las piernas de su madre, una estilizada mujer de grandes ojos negros y frente despejada. Su hija es su vivo retrato.
– Si, cariño.- Sonrió, dejando al descubierto dos hileras de dientes perfectos.- Pero antes de probarla- levantó la tarta de la mesa, poniéndola fuera del alcance de su hija.- tendrás que lavarte la cara. Que en vez de púrpura parece negra.
Corriendo para no perder un segundo, llegó hasta el baño, casi atropellando a su hermano mayor.
– ¡Paso, paso!- Le esquivó en el último segundo.
– ¡Cuidado!- Su hermano también sonreía.- Que si me atropellas a lo peor no te doy tu regalo…
Riendo, con su límpida risa infantil, se lavó la cara. Ni siquiera un detalle como el de lavarse la cara a primera hora parecía importar hoy… Hoy era su cumpleaños.
– ¡Mami! ¿Cuándo llegará papá?
– No te preocupes… Llegará a tiempo para la fiesta…
Desde la ventana de la nave de transporte las personas parecían diminutas figuras de cartón, como aquellas que de vez en cuando llevaba a ver a su hija al circo. Se revolvió inquieto en su asiento. Llevaba apenas dos meses destinado fuera de su hogar, en una planta de investigación, y este era su primer permiso. Lo había pedido para que coincidiera con la fiesta de cumpleaños de su hija menor, Asli. A menudo se le aparecía en sueños, y le abrazaba con su pequeño cuerpecito, mientras a lo lejos, su madre, su esposa, les miraba sonriente.
Pero hoy no. Hoy casi no había conciliado el sueño, pues cada vez que lo hacía, le asaltaba una negra pesadilla. Veía a su hija Asli extrañamente lejana, transparente. Luego había un rayo de energía, y lo siguiente que lograba ver era su pequeño cuerpo inerte entre los brazos de su madre. Y él no podía hacer nada.
Trató de apartar tales pensamientos de su cerebro, achacándolos al cansancio. Había trabajado duro últimamente.
De pronto una sacudida le hizo dar un respingo en su asiento. Los dispositivos de emergencia de la nave de transporte se activaron, y del techo cogió una mascarilla de oxígeno. La nave, mientras tanto, seguía dando tumbos. La voz metálica del ordenador de a bordo resonó a través de los altavoces.
– Atención, esto no es un simulacro, sino una emergencia real. Aprieten fuerte sus cinturones. Cuando escuchen la señal de salida, diríjanse hacia la salida de emergencia junto a su chaleco salvavidas. Gracias.
– Mierda.- Masculló.
Se asomó de nuevo a la ventana, y abajo vio su ciudad natal, donde le esperaba su hijita para celebrar su cumpleaños. Cuando alzó la mirada envuelta en lágrimas, el cielo azul pareció abrirse, y de él broto un fuego tan intenso como el del mismo infierno. Se quedó paralizado, y no escuchó la señal de emergencia.
– Se ruega a los señores pasajeros que salten en sus paracaídas individuales. Impacto en tres, dos, uno…
Lo siguiente que pudo ver fue cómo la bola de fuego se dirigía hacia él, que no podía apartar la mirada de él, hipnotizado. Cuando la aeronave estalló en mil pedazos al colisionar con la bola de fuego, algo le golpeó en la frente. Antes de morir, deseó ver por última vez a su hijita…
Las horas pasaban despacio, como si el tiempo se hubiese detenido. Asli estaba con su madre en el pequeño jardín de enfrente de su casa. Miraban al cielo, hacia donde su papá estaba, llegando ya a casa. Sus pequeños gritos indicaron a su mamá que la nave ya se encontraba a la vista, cerca del lugar de aterrizaje. Ambas se tomaron de la mano, siguiendo la aeronave con la mirada. De pronto, algo extraño ocurrió. El cielo se abrió como si fuese de tela, y de ella surgió una gran bola de fuego, que alcanzó la nave. Cuando la madre de Asli reaccionó al fin, su inmenso dolor se multiplicó por dos, pues frente a ellas se encontraba la nave estrellada de su marido, como si coexistieran en el mismo espacio y tiempo. Como si la realidad se hubiese plegado sobre sí misma para que pudiese ver a su marido por última vez…
– ¡Asli, nooo!- Su hija pequeña había dado algunos pasos al frente, y corría hacia el accidente.
El paisaje se hallaba cubierto hasta donde alcanzaba la vista por los hierros retorcidos que una vez conformaron la nave. La pequeña iba andando despacio hacia un gran bulto que asemejaba una forma de vida. Una vez atravesó la cortina de humo que los separaba, al fin se atrevió a hablar.
– ¿Papá? ¿Eres tú?- Un gemido le respondió. La figura se dio la vuelta penosamente.
– As…li. Hija mía. Te… te… qui…e…ro.
La vida terminó por abandonar al padre de la niña, que no comprendía lo que ocurría.
– Papá. ¡Papá! No te vayas, por favor.- Se acercó un poco más, hasta verlo mejor. Inmediatamente dio un respingo hacia atrás… Reuniendo todo su valor, acarició el rostro contraído de su padre. Miró confusa su mano, impregnada de sangre. Una lágrima resbaló por su mejilla.
Sin saber como, de pronto un extraño brillo en la palma de la mano de su padre atrajo su atención. Allí, encontró una pequeña piedra de color amarillo… La tomó en sus pequeños deditos, y rompió a llorar… De pronto, toda la escena desapareció, y volvieron a encontrarse en su hogar…
Alrededor del domicilio se arremolinaban un tropel de curiosos, tratando de vislumbrar a través del cordón de seguridad algún nuevo detalle del suceso. La Guardia se afanaba por impedir que turbasen la relativa calma que se respiraba en el interior, donde se hallaban la esposa y los dos hijos del único fallecido en el trágico accidente de unas horas antes.
La madre llora desconsolada mientras su hijo declara haber visto aparecer la escena del accidente para volverla a ver desaparecer apenas unos instantes después… La niña juguetea con una piedra de color amarillo mientras balancea sus pies en la silla. Un policía está con ella. Sólo él ve como una figura de persona mayor aparece ante ella, que frunce el entrecejo y desaparecen ante sí, volatilizándose. Una gran confusión se apodera de todos y cada uno de los presentes. La madre, se desmaya.
– ¿Quién eres tú?- Asli está asustada, porque no sabe donde está. Lo único que ve a su alrededor son estrellas… y negrura.
– ¿No lo sabes? Podrías, si quisieras. Con tu piedra.- Un anciano la mira directamente a los ojos con una sonrisa en sus labios.
– ¿La piedra de papá? Es mía.- De pronto, parece creer que el anciano va a arrebatársela. – Me la dio.
– Tranquila. Sí es tuya.
– Coleccionista.– La niña sonríe, como si hubiese superado un desafío. – Eres el Coleccionista. Pero…
– ¿Sí?
– Mi piedra dices que no perteneces a aquí.
– Bueno, en eso tiene razón. Pero he venido a buscarte desde muy lejos. Muy, muy lejos, créeme.
– ¿Sí? ¿Para qué?– La voz infantil de la niña se muestra interesada.
– Para decirte cómo volver a ver a tu papá.
La niña se echó a llorar de pronto, como si por un instante se hubiese olvidado de que su padre estaba muerto. Antes de que la niña volviese a hablar, el Coleccionista comenzó a hablar de nuevo.
– En ese lugar, hay más piedras como la que te dio tu padre, Asli.
– ¿Cómo sabes mi nombre?– La niña se mostraba de nuevo recelosa, temerosa de una traición.
– Sé muchas cosas. Como dónde está tu padre.
– ¿Dónde, donde?– La sonrisa de la niña iluminó su rostro…
Es un Lugar muy, muy peligroso. Pero si entras con tu piedra, todo saldrá bien. Ven, acércate.- La niña se acercó, como impulsada por un resorte. El Coleccionista se parecía a su abuelo, y ella confiaba en su abuelo. De pronto, un destello, y ya no se encontraban allí…
Hoy es un día como otro cualquiera. El sol sale por el este, y se pondrá sobre las siete por el oeste. Así ha sido desde que Peter pudiese recordar, y no había razón alguna para que no ocurriese de nuevo hoy. Pero claro, siempre puede ocurrir algo…
Son las siete de la mañana de un día laborable, y Nueva York se encuentra como siempre colapsada por el exceso de tráfico, que el nuevo alcalde había prometido solucionar. Entre las largas hileras de coches que esperan, más o menos pacientemente a que se pueda avanzar, un muchacho joven, alegre y despreocupado, se dirige a su facultad, donde estudia genética, montado en su bicicleta de montaña… Canturrea, porque el sol calienta sus miembros, porque es primavera, y porque esa misma noche tiene su primera cita con la fantástica Gwen Stacy. Además, va a asistir como ayudante del profesor Connors a la presentación de su nuevo invento… En fin, un día genial. Hasta ahora.
Como de costumbre, cuando llega al campus, se dirige hacia el aparcamiento, donde deja su bicicleta atada con un candado. Silbando, se dirige hacia el edificio anexo, donde le espera su profesor. De pronto, se detiene, como presintiendo peligro, y por azar, se echa a un lado en el preciso instante en que una pequeña piedra de un intenso color púrpura cae justo donde él se encontraba.
– Vaya suerte.- Se agacha a recogerla, porque nunca ha visto nada parecido..- ¡Parece una joya! Gwen Stacy, prepárate, porque Peter Parker va a hacerte el regalo más sorprendente de todos los tiempos…
Por un instante, desearía encontrarse de nuevo en casa, para enseñársela a su tío Ben, cuando ¡Zás! ¡Allí está!
– Peter, que pronto has vuelto. ¿Es que se te ha olvidado algo?
– No, tía May, es que…– Apenas es capaz de disimular su asombro.
– Hola, Peter.- Su tío abraza a su esposa, y le da un beso.- Me voy a trabajar…
El asombro del joven universitario no tiene límites. No puede dejar de mirar la piedra que se acaba de encontrar, cuando May le da un beso en la mejilla, y se despide.
– Voy a comprar, Peter, pásatelo bien.
– Claro, tía.– Una sonrisa de satisfacción aparece en su rostro.
Cuando se queda sólo, piensa en Gwen Stacy, y decide que una visita para confirmar la cita no vendría nada mal. Dicho y hecho. Se imagina en el campus universitario, y cuando parpadea y vuelve a abrir los ojos, se ve allí, en la cafetería, esperando en la barra.
– Hola, Pete. ¿Cómo es que no estás en la conferencia?
– Es que ha surgido algo. Por cierto, ¿sigue en pie lo de esta noche?
– Claro, ¿A las siete?
– A las siete.
Ya hace varios días desde que se encontrara la magnífica piedra, y había descubierto alguno de los trucos de su uso. Podía cambiar de lugar con sólo pensarlo, y podía llevar consigo algunos objetos, aunque le cansaba demasiado si eran muy pesados. Repasó mentalmente los hechos de la semana. Había estado en París, en Roma, Madrid, El Cairo, en aquellos lugares donde siempre quiso estar. Había estado en el Caribe. Pero sobre todo, había sido la semana más feliz de su vida, porque Gwen Stacy se ha vuelto imprescindible en su vida. Pero no todo es felicidad. Un pensamiento había comenzado a torturarle desde que consiguiera sus poderes…
Había viajado mucho, pero también había tenido tiempo para reflexionar, y se sentía culpable, porque mientras él disfrutaba de los poderes de la piedra, diariamente morían cientos de personas en el país en atracos, secuestros, y en el fondo de su ser, sabía que podría haber evitado muchas de esas muertes…
Esa misma noche, dejó a Gwen en su casa, después de haber disfrutado de una magnífica velada, y volvió a su casa andando, meditabundo. Debía hablar con alguien. ¿Y quién mejor que su tío Ben?
– Tío Ben.
– ¿Sí?
– ¿Podría hablar contigo?
– Claro, acompáñame, que tengo que salir un momento.
Ambos, tío y sobrino, caminan silenciosos por la avenida.
– Dime, Peter, ¿te preocupa algo?
– Tío…
– ¿Sí?
– Hay algo…
– Dime, adelante.
– Si alguien tuviese en su poder algo que pudiese solucionar muchos problemas, digamos un objeto muy poderoso, ¿crees que debería usarlo?
Su tío se detuvo un instante para mirarle, antes de contestar…
– Verás, Peter. Con el paso de los años, me he dado cuenta de que todo gran poder conlleva una gran responsabilidad. Por ejemplo, cuanto más poderoso es alguien, más catastróficas pueden llegar a ser las consecuencias, pero mayores pueden ser también los beneficios. Todo depende del fin que se le dé a ese poder…
– Gracias, tío Ben…
Ante la atónita mirada de su tío, Peter desaparece de delante suya.
Desde la charla con su tío, se le hizo la luz: todo poder conlleva una gran responsabilidad. Por eso, había vuelto a su casa para recoger un disfraz, y así, disfrazado, había comenzado a resolver algunos casos de la policía; un atraco a un banco, un secuestro con rehenes en el Daily Bugle… Estaba agotado…
Merecía un descanso, así que deseó encontrarse de nuevo en su casa.
– Peter ¿eres tú?- Su tía May parece asustada.
– Sí. ¿Qué ocurre?
– Acaba de llamar la policía. Ha habido un atraco a una tienda de ropa en Willbrook Downs, los ladrones se han refugiado allí, y tu tío está como rehén.
Sin tiempo para pensarlo, Peter ya se encuentra en el lugar de los hechos. Haciéndose cargo de la situación, decide aparecer tras el atracador, que parece estar sólo, para arrebatarle el arma.
Dicho y hecho. En un instante, aparece tras él, y trata de hacerle soltar el arma. Pero no resulta fácil, pues el atracador está desesperado. Tras un leve forcejeo, el arma se dispara. Pero Peter lo había adivinado, y desaparece un segundo para reaparecer de nuevo, y propinarle al atracador un golpe en la mandíbula. Peter sonríe satisfecho, porque ha triunfado de nuevo.
-¡Socorro! ¡Pidan una ambulancia! ¡La bala alcanzó a este señor!
Rogando a dios porque no haya ocurrido nada grave, se da la vuelta lentamente, y ve en el suelo a su tío Ben, cubierto de sangre que mana a borbotones de su pecho…
– ¡Tío Ben!, ¡NOOOO!
– No hay nada que hacer, está muerto.
Furioso, herido por el dolor, desaparece, y reaparece en las afueras de la ciudad, llorando la muerte de su tío Ben, postrado y abatido…
– Puedes hacer que esto no sea más que un mal recuerdo, Peter.
Sobresaltado, Peter se da la vuelta, y ve ante sí a un extraño anciano que le sonríe.
– ¿Quién eres?
– Algunos me llaman el Coleccionista. Soy un Primigenio de otro Universo.
– Déjame, Coleccionista, no deseo conversar.
– Bueno, me iré, pero déjame que te diga algo. Vengo de otro Universo, uno donde eres importante, donde nada de lo ocurrido hoy tiene lugar, donde eres feliz, Parker… Ahora me voy, pero si me necesitas, llama…
Ni siquiera le ha dirigido una mirada, pero sabe que se ha marchado. En su cabeza, no dejan de resonar las frases de su tío. Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad. Se estremecem, y maldice su suerte, que torna un día perfecto en tenebroso…
De pronto, horas después, recuerda a Gwen, que debe de estar esperándole en el centro… Como puede, se seca las lágrimas, y con un pequeño impulso de su cerebro, llega al lugar donde había quedado con ella, la muchacha más hermosas de aquellas a las que ha conocido… Pero allí, en la puerta del cine Avenue, no hay nadie… Extrañado, da una vuelta a la manzana, y pronto divisa una multitud. Proponiéndoselo, aparece en medio del tumulto, y pregunta a una mujer qué está sucediendo…
– Allí, allí, el Duende Verde se ha llevado a Gwen, la hija de Stacy, el famoso Coronel.
– ¡Dios mío!, ¡no!– Su voz denota miedo, frustración.- ¡Dos veces en un día no!
Con un ademán, desaparece en medio de la multitud, y aparece sobre el puente de Brooklyn, donde parece que se dirige el Duende Verde.
Algo más calmado, ve como ambos se posan en las alturas, contempla como el Duende se encara a uno de los helicópteros que le persigue, y le arroja una bomba con forma de calabaza. Sin proponérselo, aparece en medio de la trayectoria de la bomba, y la hace desaparecer y aparecer de nuevo junto al Duende. La explosión le afecta, y le rasga el disfraz.
– Duende. ¡Déjala!
– No, es mi forma de pedir algo de atención a los medios de comunicación.
– Olvídalo. No hoy. Ya tendrás tus quince segundos de gloria cuando vayan a encerrarte.
El Duende le arroja diversas bombas, y el las hace desaparecer todas y cada una de ellas, haciendo que le estallen a él, sin que lleguen a dañarle gravemente.
Pero el duende no es un contrincante fácil, pues aprende rápido, y su mente perturbada le hace aún más peligroso.
– Está bien, veo que te sabes defender bastante bien… Pero, ¿Qué tal andas de reflejos?
Antes incluso de que Peter pueda reaccionar, El Duende se mueve hasta donde yace inconsciente Gwen, y la arroja al vacío…
– ¡Ya nos veremos!
La desesperación se apodera de Peter, que apenas es capaz de reaccionar. En lo que parece una eternidad, se arroja hacia el mar, desaparece, aparece junto a Gwen, y vuelve a desaparecer junto a ella. Aparecen ambos arrojados en el suelo del puente. Peter llora, vacía su alma en un solo grito penetrante, repleto de rabia y dolor, mientras amargas lágrimas bañan su rostro, y su corazón se detiene un instante, al constatar sus temores… Gwen Stacy ha muerto.
Antes de que los servicios de emergencia lleguen hasta donde se encuentran, Peter aprieta los puños hasta que comienza a sangrar, se incorpora, y profiere un grito inhumano…
– ¡¡COLECCIONISTA!!
– Será un placer, Peter…- Ha aparecido ante él, con una sonrisa sibilina en el rostro, pero a Peter no le importa… Ambos desaparecen, dejando atrás el cuerpo inerme de Gwen Stacy…
Warlock está sentado en su habitación, lejos de toda perturbación, mientras contempla ensimismado la esfera de Realidad. En su periplo por el espacio, buscando las gemas, al igual que Thanos y Gamora, no ha hallado señal de ellas. Hace tiempo que las gemas no dan señales de vida, y su vida transcurre sin prisa. De pronto, se hace la luz en un rincón de la habitación, y una majestuosa figura que representa al Universo se alza ante él.
– Eternidad…
– Vuelve a existir un gran peligro… Las gemas vuelven a reunirse, a pesar de la prohibición de volver a usarlas juntas.
– ¿Las gemas? ¿Dónde?- La faz de Adam Warlock, de color cobrizo, brilla con la luz que emite la Entidad conocida como Todo lo que Es.
– No aquí. En otro Universo. Sólo tú puedes evitar que vuelvan a reunirse. Aprovecha tu conexión con la gema del Alma para encontrarlas y guiarte en tu misión. El destino de las realidades podría depender de ello.
– Cuando gustes.
A Adam Warlock no se le ha ocurrido ni por un instante rechazar la petición de Eternidad. Sabe que las gemas son demasiado poderosas para ser usadas juntas de nuevo, y por eso, deja su mundo, su realidad, sin tan siquiera avisar a sus compañeros…
Alertado por un ruido, Pip el Troll se adentra en los aposentos de su líder y amigo, Adam Warlock…
– ¿Adam?- Pregunta al aire.
– Olvídate, chaval, ha vuelto a hacerlo…
Y por fin descubriremos que paso con las gemas… ¿Qué sorpresas nos aguardan aún…?