Cuando el joven Chris Powell se concentra en el misterioso amuleto que encontró hace tiempo en un parque de atracciones abandonado, su cuerpo es reemplazado por el de un androide con grandes poderes que utiliza para hacer el bien…
#9 – Halcon oscuro #52
Viaje a lo desconocido (II de IV)
El enemigo de mi enemigo
Por Alex García
Fecha de publicación: Mes 13 – 5/99
LA ZONA NEGATIVA.
Otro rayo de energía atravesó el aire donde segundos antes había estado Halcón Oscuro. Cuando éste tocó el suelo, casi no tuvo tiempo de levantar su campo de fuerza, que apenas absorbió el impacto. Soltó un gruñido de dolor.
«Este bicho pega como una mula -pensó- pero vamos a ver si encaja tan bien como da«. Y acto seguido, un rayo de fuerza oscura surgió de su pecho para golpear a su extraño oponente, que retrocedió aturdido por el golpe.
– Eres fuerte, alienígena – dijo Annihilus -, pero percibo que tu poder reside en el amuleto que llevas en tu pecho. Lo arrancaré de tu cuerpo muerto y sumaré su vasto poder al de mi incomparable Cetro Cósmico, ¡y seré invencible! ¡Así habla Annihilus!
– Ya lo veo, ya – replicó Chris -, pero no te va a ser tan fácil conseguir mi amuleto. Otros lo han intentado y fracasaron, y te aseguro que tú no serás una excepción, payaso.
-¡No soy uno de tus patéticos enemigos, pulga insignificante! ¡Soy la muerte encarnada! ¡Soy Annihilus! – dijo éste mientras cargaba contra Halcón Oscuro.
-¿Sabes? No he dejado de notar que te gusta bastante tu nombre. Tal vez si…
No llegó a terminar la frase. El puño de Annihilus le golpeó en la cara con fuerza devastadora, proyectándole varios metros por el aire. Cuando se incorporó, vio cómo del cetro de su enemigo brotaban enormes energías.
«¿Qué se propone?«, pensó.
– Aunque hubiese deseado obtener el poder de tu talismán, no toleraré por más tiempo tus burlas. ¡Muere, como pronto morirá tu mundo! – una gigantesca ráfaga de energía cósmica surgió del artefacto que llevaba en el pecho, destrozando todo lo que había delante de él.
«Es el fin«, pensó Chris, mientras la energía le golpeaba.
Pasaron varios segundos. Annihilus miró a su alrededor, buscando algún indicio de que su oponente hubiese sobrevivido. No encontró nada; probablemente había sido volatilizado. Tras soltar una terrible carcajada se volvió hacia el misterioso ingenio mecánico situado tras él, comprobando que no hubiese sufrido ningún desperfecto durante la batalla. Alzó la vista hacia la grieta dimensional y dijo:
– Disfrutad de vuestras últimas horas, humanos. La hora de mi venganza se aproxima…
Y con estas palabras, la siniestra figura volvió a su trabajo con diabólico regocijo.
NAVE ESPACIAL HALCÓN OSCURO.
El antiguo vagabundo llamado Ned contemplaba los monitores con una evidente frustración. Desde el momento en que Chris había penetrado en la Zona Negativa se había roto el contacto. Había confiado en que el equipo de comunicaciones de la nave hubiese mantenido el contacto con Chris incluso a través de la zona de distorsión que era la entrada a la Zona, y había perdido la apuesta. Sólo le quedaba esperar y rezar a un Dios que había olvidado hace tiempo para que Halcón Oscuro no fracasase.
El sonido de la alarma le hizo saltar de la silla. Alterado, comprobó el motivo de la alerta: una nueva grieta dimensional se estaba formando, esta vez dentro de la propia nave.
Cuando Halcón Oscuro despertó, lo primero que le sorprendió fue seguir con vida; lo segundo, encontrarse en lo que parecía un laboratorio médico de origen claramente alienígena. Se incorporó y al instante sufrió una punzada de dolor.
– Tómatelo con calma, androide – dijo una voz detrás suyo -, he hecho lo que he podido por reparar tus circuitos, pero la tecnología con la que te construyeron desafía a mis conocimientos. ¿Cómo te encuentras?
Chris se volvió para contemplar a un inmenso humanoide de piel grisácea y cubierto de pelo, que en su mente asemejaba a un mono. Bueno, con ese tamaño más bien a un gorila. Estaba a punto de explicar a su extraño salvador que no era ningún androide, pero se lo pensó mejor: no era una información relevante y, a fin de cuentas, no podía estar seguro de que no fuese un aliado del tal Annihilus. Decidió seguirle la corriente hasta averiguar lo que se proponía.
– He estado mejor, supongo – respondió -. ¿Qué es lo que me ha pasado?
– ¿Antes o después de que Annihilus casi te destruyese? Por tu silencio, creo que te refieres a después, claro – respondió su interlocutor con una mueca que pretendía ser una sonrisa -. Tuviste suerte de que yo estuviese cerca de allí: la descarga te golpeó con tanta fuerza que deberías haber sido vaporizado, pero parece que ese extraño campo de fuerza tuyo retuvo la mayor parte del impacto, aunque saliste despedido. Te recogí y traté de repararte, y he de decir que hice un gran trabajo.
– Eh, gracias, pero debo volver ahí y detener a ese bicho antes de que termine de hacer lo que sea que esté haciendo.
– Está terminando de cargar la bomba.
– ¿¿Qué??
– Sí, parece que el viejo Annihilus está acabado: donde antes construía nuli-campos1, ahora construye simples nega-bombas. Es una nega-bomba potente, claro, pero aún así… Debe odiar mucho a tu mundo. Dime, ¿de dónde eres?
– De… – titubeó – de la Tierra, en el sistema solar, en…
– Ya sé donde está la Tierra – le interrumpió con un extraño tono de voz. ¿Resentimiento? ¿Odio? Tal vez fuese solo la imaginación de Chris – ¿Conoces a los Cuatro Fantásticos?
– Pues claro, son héroes para todo el mundo. Han salvado a la Tierra muchas veces.
– Oh, – adoptó una expresión seria – entonces supongo que podrás contactar con ellos y pedirles ayuda. Ellos se han enfrentado a Annihilus en incontables ocasiones.
– En realidad no – respondió Chris. No podría jurarlo, pero parecía que su anfitrión suspiraba aliviado -, desde que entré en la Zona Negativa no he sido capaz de comunicarme con mi nave.
– De acuerdo, tendremos que enfrentarnos a Annihilus sin ayuda. Pero debes saber que la bomba que está construyendo tiene la fuerza suficiente para destruir un planeta de pequeño tamaño. En esta dimensión, por supuesto. Al estar compuesta por antimateria, imagínate el daño que puede hacer en tu universo.
– Pero la zona de tránsito…
– ¿Zona de tránsito? – le miró extrañado – Ah, ya sé a qué te refieres. El poder de su Vara Cósmica es inmenso, e incluso podría usarlo para proteger a la nega-bomba de la transformación en materia positiva. Y aún en caso de que no fuera así, ten en mente lo que acabo de contarte sobre su potencial destructivo.
– No lo entiendo. Si siempre ha sido capaz de fabricar esa… nega-bomba, ¿por qué no lo ha hecho antes? ¿Por qué esperó hasta ahora?
– Sencillo, en realidad. Annihilus es inteligente, pero no dispone de la tecnología necesaria para cruzar de esta dimensión a la tuya. En una de sus recientes «limpiezas» – Chris se sobresaltó al captar el verdadero significado de «limpieza» -, el viejo se encontró con una unidad de transporte dimensional. Sí, es la máquina que viste al entrar aquí. Tras un par de meses calibrándola logró encontrar tu sistema solar, y después sólo tuvo que empezar a fabricarla bomba.
– Pero… si lo sabías hacía tiempo, ¿por qué no hiciste nada para impedirlo?
– Annihilus – dijo con un tono de irritación en su voz -, es bastante poderoso; esperaba a que estuviese terminando de fabricar la bomba y ajustar la unidad de transporte para cogerlo desprevenido. Pero ahora que estás aquí podemos enfrentarnos juntos a él. Si te sientes en condiciones, claro.
Halcón Oscuro se levantó, ignorando el dolor, resuelto a salvar a su mundo – y probablemente a su galaxia -, fuese como fuese.
– No puedo quedarme de brazos cruzados mientras ese loco sigue con su plan. Debo irme.
– Te ayudaré. Es hora de acabar con ese monstruo asesino de una vez por todas – dijo con una voz cargada de odio.
Esas palabras borraron todo recelo que Chris pudiera sentir hacia el alienígena; obviamente, él había sufrido a manos de Annihilus, tal vez éste matase a su familia o incluso destruyese su mundo, tal y como quería hacer ahora con la Tierra. Se alegró de contar con un aliado en la batalla que iba a librar.
– Tu ayuda es bienvenida – declaró -. A propósito, mi nombre es Halcón Oscuro. ¿Cuál es el tuyo?
– Blastaar – respondió con esa mueca que parecía una sonrisa -, sólo Blastaar.
HOSPITAL ROOSEVELT, NUEVA YORK
En la unidad de cuidados intensivos Alan Matthews contemplaba al hombre que yacía inconsciente en la cama. No podía creer que esa frágil figura fuera el mismo hombre que le había tomado bajo su protección cuando murieron sus padres, el hombre que le había tratado como a su propio hijo.
Su hijo… Alan apretó los puños con fuerza, presa de la frustración.
El profesor Edward Williams había sufrido un accidente mientras iba en coche con su hijo2, un accidente causado por las acciones del monstruo mutante, Onslaught, y ahora Derek… Derek se había ido, y su padre parecía querer reunirse con él. Alan ya no sabía qué hacer; por segunda vez su familia moría ante sus ojos, y sólo podía mirar, como si estuviese viendo una película. Abatido, hundió la cabeza entre sus manos, sollozando.
Una mano femenina se posó sobre su hombro derecho. Se limpió las lágrimas de la cara antes de alzar la mirada.
– Oh, hola, Cindy. No te había oído llegar – su voz era casi un susurro.
– No me extraña, por tu cara se diría que llevas meses sin dormir. ¿Por qué no te vas a casa y duermes un poco? Te llamaré si se produce algún cambio.
Dormir… realmente lo necesitaba. Irse a casa, darse una ducha, afeitarse… y dormir. Se encontraba terriblemente cansado. Pero…
– No, no puedo. De verdad te lo agradezco, Cindy, pero quiero estar aquí cuando despierte – titubeó -. Si es que despierta. Se lo debo.
– Pero… – empezó a decir ella, pero se interrumpió. Una rápida mirada a los ojos de él la convenció de que no se movería de allí aunque hubiese un terremoto. Suspiró.
– Está bien – dijo -, iré a por café.
El insectoide llevaba horas trabajando en su mortífera arma; sólo el zumbido de la pesada maquinaria rompía el silencio reinante. Finalmente, habló con evidente regocijo:
– Al fin he concluido mi obra. Ahora enviaré mi arma hacia el sistema de la Tierra, ¡y la humanidad morirá! ¡Ni siquiera el genio de Reed Richards podrá salvar a su galaxia si no ve venir la amenaza! Y no la verá hasta que sea demasiado tarde! – rompió a reír, y sus malignas carcajadas resonaron por toda la Zona Negativa.
CASA DE LOS POWELL, NUEVA YORK
Grace Powell se sobresaltó al oír el sonido de una llave introduciéndose en la cerradura de la puerta principal. Dejó la revista que estaba leyendo y se levantó del sofá, esperando que fuese su hijo mayor quien entrase en la casa. No pudo ocultar su decepción cuando comprobó que se trataba de Mike, su marido.
– ¿Aún nada, Mike? – preguntó, aunque conocía de sobra la respuesta.
– Me temo que no, cariño, yo… – fue interrumpido por sus dos hijos menores, Jason y Jon, que bajaron corriendo las escaleras y se abalanzaron sobre su padre.
– ¡Papá, has vuelto! ¿Cómo estás? ¿Dónde está Chris? – dijeron a la vez.
– Calma, chicos, sólo he vuelto para comprobar que estabais bien. Enseguida saldré a la calle e intentaré encontrar a Chris – su voz adquirió un ligero temblor -. Seguro que estará bien. Habrá visto a gente en apuros y estará haciendo lo que pueda para ayudar. Ya sabéis cómo es vuestro hermano.
– Papá – dijo Jon -, no estará muerto, ¿verdad?
– ¡Cállate, Jon! – gritó Jason -, Chris no puede estar muerto ¡no puede!
– ¡Cállate tú, imbécil! ¡Claro que puede morirse, como todo el mundo! ¿Verdad, papá?
Mike Powell no contestó. Una mirada a su mujer le indicó que temía lo mismo que él… lo mismo que Jon acababa de sugerir… que su hijo podía estar muerto o herido y él no tenía idea de donde encontrarle. Pálido, ignorando la discusión de sus dos hijos, besó rápidamente a su mujer y se marchó, dispuesto a encontrar a su hijo a toda costa.
La risa de Annihilus fue interrumpida por un rayo de fuerza oscura que le golpeó en la espalda, derribándolo. «Ojo por ojo«, pensó Halcón Oscuro mientras se posaba en el suelo a pocos metros del villano junto a su peludo compañero.
Annihilus se incorporó lentamente, observando a sus dos adversarios. La furia le dominó cuando se dio cuenta de quién era el aliado de Halcón Oscuro.
– ¡Tú! ¡Maldito seas, Blastaar! ¿Has venido a robarme mi momento de triunfo? ¡Y encima has traído contigo a ese terrestre! ¿Qué es lo que pretendes, alimaña?
– Lo único que pretendo – replicó, conteniendo la risa a duras penas -, es detenerte y asegurarme que no vuelves a matar, asesino – y diciendo esto disparó un rayo de energía contra Annihilus – ¡A por él, Halcón Oscuro!
Chris vaciló. Había algo en esta escena que no estaba bien, pero no sabía qué. Annihilus era el malo, por supuesto, pero… había algo más. Pero el dolor de sus heridas nublaba su juicio, así que atacó, sin darse cuenta que Blastaar se quedaba rezagado, aunque apoyándole.
LABORATORIOS DE INVESTIGACIÓN ROBÓTICA NEWTON, NUEVA YORK
Ernie Taylor inició su ronda de las 01:00. Cuando empezó a trabajar como guardia de seguridad, nunca imaginó que fuese a conseguir un trabajo tan fácil: el edificio que tenía que vigilar estaba protegido con los mejores sistemas de seguridad del mundo: nadie podía entrar en esa fortaleza, y si alguien lo consiguiera tendría que enfrentarse a él, un ex-boina verde. Cierto que la buena vida le había ablandado un poco (le había ablandado unos 30 kilos, en realidad), pero aún era capaz de tumbar a cinco hombres… con las manos desnudas. No tenía ni idea de a qué se dedicaban en ese sitio (lo poco que había visto parecía sacado de una película de Star Trek), pero considerando que le pagaban 1500 dólares al mes por dormir un par (bueno, algo más) de siestas durante el trabajo, ver la televisión portátil que se había comprado para no aburrirse y pasear por el edificio como si realmente hiciese algo, no le importaba un pimiento.
El tremendo ruido que oyó, procedente del almacén del laboratorio, un edificio adyacente, le hizo bajar corriendo las escaleras, pistola en mano, como en sus tiempos mozos (bueno, le costó algo más que en sus tiempos mozos), al mismo tiempo que se preguntaba por qué no había sonado la alarma, y tras comprobar el monitor portátil que llevaba, por qué se habían estropeado las cámaras del almacén. Decidiendo que le daba igual, y que nadie se iba a meter con un ex-boina verde, entró a toda prisa en el almacén, dispuesto a freír al cerdo que se había atrevido a intentar robar cuando él estaba de guardia.
Hasta que no entró en el almacén no se dio cuenta que las puertas blindadas habían sido arrancadas de cuajo; una mirada más atenta al almacén le reveló que el asaltante ya se había ido, llevándose algo que a juzgar por las marcas en la pared donde había estado debía ser muy grande. Volviéndose a la entrada, creyó distinguir a un hombre muy corpulento que sostenía una enorme caja sobre su cabeza aproximadamente del tamaño que él había calculado tendría la caja extraviada. No fue eso lo que llevó a Ernie a dimitir y mudarse a Florida sin hablar a nadie de esta historia. Ni siquiera el hecho de que estaba seguro de haberle disparado y alcanzado unas cinco veces, y que el tipo no se inmutara. Tampoco el que, a pesar de la oscuridad, hubiese visto claramente que la piel del ¿hombre? Era naranja.
Fueron las marcas de descomunales dedos marcadas para siempre sobre las puertas de titanio.
El combate duró varias horas. A pesar de la superioridad numérica de Halcón Oscuro y Blastaar, las heridas del primero y la Vara Cósmica de Annihilus decantaban el combate por este último. Finalmente, Chris hizo un movimiento desesperado, ignorando el dolor producido por una de las descargas de Annihilus, asió la Vara Cósmica con sus manos y la arrancó del pecho del último, arrojándola lejos.
– ¡¡¡Nooooo!!! ¿Qué has hecho, maldito? ¡Me has condenado a muerte! ¡Debo recuperar el cetro si quiero subsistir! – frenético, empezó a golpear con sus manos desnudas a Halcón Oscuro, quien le rechazó con un rayo de fuerza oscura, arrancándole el casco y revelando el horrible rostro que se escondía debajo – Mira bien mi rostro, alien, es el rostro de la muerte; alejado del cetro, mi cuerpo empieza a descomponerse, mi fuerza vital se extingue. Pero juro que si no puedo recuperar mi cetro, ¡Te llevaré conmigo al olvido! – y con un salto descomunal se abalanzó sobre Halcón Oscuro, aferrando el amuleto de su pecho con sus manos, bloqueando el poder del mismo e intentando arrancarlo de su cuerpo.
«Otra vez no» No era la primera vez que alguien intentaba obtener su amuleto, incluso Lápida lo logró una vez3, y Chris recordaba muy bien los sufrimientos que padeció mientras estuvo separado de él, incluso estuvo a punto de morir, y no le apetecía nada repetir la experiencia. Probó un movimiento desesperado: se quitó el casco.
Y entonces Annihilus se detuvo; por una fracción de segundo se vio a sí mismo: un ser enfundado en una armadura, con un rostro surgido de la mayor de las pesadillas, dependiendo de un objeto de enorme poder situado en su pecho para sobrevivir. Una fracción de segundo, si, pero suficiente para que Halcón Oscuro apartase las manos del monstruo de su pecho y le golpease con un rayo a plena potencia, dejándole inconsciente. Se incorporó con gran esfuerzo y volvió a ponerse su casco.
– Parece que lo hemos conseguido, Blast… ¡Ungh! – la ráfaga de energía cósmica le golpeó con tanta fuerza que arrancó trozos de su armadura, haciéndole caer. Se puso de rodillas y se volvió para ver a Blastaar sujetando el Cetro Cósmico en su mano derecha.
– ¿Sabes? Tengo que darte las gracias. Ahora dispongo de esta bomba, que supongo podría mandar a tu planeta, al que no profeso demasiado afecto, la verdad. Pero lo más importante es que también tengo… esto – alzó el Cetro -, con el que soy invencible. En el momento que te vi cruzar el portal y enfrentarte a este patético imbécil – dio una patada al inconsciente Annihilus -, supe que eras uno de esos patéticos «héroes» que en tu mundo parecen abundar tanto, y aposté conmigo mismo a que si te convencía de que te había salvado la vida y te contaba mi odio hacia él, me tomarías por un amigo. En fin, parece que he ganado la apuesta. Ya sólo me queda rematarte con rapidez para que veas hasta donde llega mi agradecimiento.
– Me conformaba con un fin de semana en Disneylandia – replicó Chris, con voz apenas audible.
– Si esa «Disneylandia» es el mundo al que aspiras ir tras la muerte, me complacerá enviarte allí ahora mismo – replicó, al tiempo que el Cetro empezaba a brillar con mayor intensidad.
Absorto como estaba en eliminar a Halcón Oscuro, Blastaar no se dio cuenta de la figura que salía de la grieta dimensional y arrojaba algo en su dirección, hasta que una materia gelatinosa se estrelló contra su cuerpo, haciéndole soltar involuntariamente el Cetro. La gelatina se endureció instantáneamente, inmovilizándole. Chris alzó la vista para ver a una figura que pilotaba una especie de motocicleta voladora, embutida en una armadura similar a la suya, sólo que parecía que ésta estuviese hecha con las sobras de la suya y de otras. En el pecho, donde debería estar el amuleto, sólo había un agujero de forma romboide; la luz arrancaba destellos esmeralda de la armadura y del casco. Al fijarse bien, Halcón Oscuro se dio cuenta que la armadura que llevaba ahora Charles Little Sky, Portal, era casi idéntica a la suya.
– Llegas tarde – le recriminó -, ¿no podías haberte ido de compras en otro momento? Un poco más y no lo cuento.
– Ey, calma, colega. Tuve que dar unos 10 saltos dimensionales para encontrar tu nave y averiguar qué te había pasado, y casi mato a Ned del susto cuando entré en la nave4. Al enterarme dónde habías ido, pensé que necesitaría armamento pesado – la mirada de Chris se desvió hacia una enorme arma que reposaba en la parte de atrás de la «motocicleta» -, así que tuve que dar unos cuantos saltos más. Cuando volví, Ned me ofreció unas cuantas piezas sobrantes de uno de los prototipos de tu armadura, y decidí que lo mejor era venir de gala. Me siento como un niño con zapatos nuevos. A propósito, a ti te han dejado hecho un cromo. ¿De qué va todo esto?
– Bueno, verás…
Chris contó rápidamente los acontecimientos a Portal. Ninguno de los dos vio como Blastaar rompía lentamente su prisión y Annihilus, ya consciente, aferraba con desesperación su Cetro Cósmico.
– ¿Quieres decir que esos son Annihilus y Blastaar? Whow. Esos son pesos pesados, tío. Lo mejor será que destruyamos la máquina y nos vayamos. Si Annihilus ha tardado tanto en calibrarla, seguramente no sea capaz de construir otra.
– Me parece una buena idea – respondió Halcón Oscuro.
– ¡Pero no llegaréis a realizarla! – dijeron los dos villanos al unísono mientras se lanzaban al ataque.
– Realmente, debería haberme ido de compras – suspiró Portal.
1.- En Los Vengadores #43.
2.- En el último número.
3.- En la saga «Corazón de Halcón«
5.- Sí, él era la causa de la alarma
PROXIMO NÚMERO: Halcón Oscuro y Portal luchan por sus vidas y su mundo. Y además: ¡La muerte de Halcón Oscuro!
Bueno, muchachos, he vuelto tras una larga ausencia. Para enviar vuestros comentarios, opiniones, críticas, cumplidos (porque habrá alguno, ¿No?), escribid a alexmola@hotmail.com