Estela Plateada. Señor del Fuego. Legado. Sota de Corazones. Bill Rayos Beta. El Hombre Imposible. Poseedores de poderes sobrehumanos que han jurado preservar el status quo del Universo.
#9 – Célibe… ¿o celota?
Por Bergil
Fecha de publicación: Mes 9 – 1/99
PRÓLOGO 1
Pyreus Kil avanzaba a un ritmo constante hacia el planeta de la entidad alienígena conocida generalmente como «El Extraño». Una vez tomada la dirección correcta, dejó que su cuerpo se desplazara por el espacio en modo, por así decirlo, «automático»: mientras que subconscientemente atendía a los detalles de la ruta, la mayor parte de su mente estaba ocupada por el problema que tenía ante sí: penetrar en la fortaleza que constituía el citado planeta.
PRÓLOGO 2
El objeto de los pensamientos del ex-heraldo xandariano de Galactus se enfrentaba en su laboratorio a un nuevo fracaso: no podía penetrar en el objeto que deseaba estudiar sin dañarlo irreparablemente. ¿Qué prevalecería en él: el ansia de conocimiento o el amor a lo singular?
FIN DE LOS PRÓLOGOS
-Bien, Ganímedes, es hora de cumplir mi promesa. Te dije, cuando accediste a acompañarme a Contraxia, que después yo te acompañaría a Leda a intentar convencer a Perséfone 2. Ya hemos terminado la visita, así que es hora de regresar al sistema solar de la Tierra.
-No sabes cómo te lo agradezco, Jack. El que me acompañes en este viaje supone mucho para mí, de verdad.
-No tiene ninguna importancia, cariño.
Tras algunas horas de vuelo silencioso en dirección a Leda, Ganímedes rompió el silencio:
-Oye, Jack…
-¿Sí? ¿Qué quieres?
-Durante la estancia en Contraxia… ¿no te encontraste raro?
-Creo que no te entiendo, Ganímedes. ¿A qué te refieres exactamente?
-No estoy segura, Jack. No puedo precisarlo, pero mi instinto me dice que algo durante nuestra estancia allí no fue como tenía que ser.
-Y ese algo discordante, ¿es importante?
-No lo sé. No puedo precisar cuál es el detalle en cuestión.
-Bueno, en tal caso no debe ser demasiado importante. No te preocupes, ya te acordarás. Además, tenemos Leda justo delante. Quizá sería mejor que aterrizaras tú sola, Ganímedes. Perséfone se puede alterar si me ve. Ya sabes que considera que soy un obstáculo para el cumplimiento de la misión a la que las Célibes han de consagrar toda su existencia 3.
-Quizá tengas razón, Jack. Mira, mejor te quedas a cierta distancia de la superficie y esperas a ver qué es lo que pasa.
De acuerdo.
Cuando Ganímedes aterrizó en la pequeña luna joviana, Perséfone ya se aproximaba hacia ella, caminando a grandes pasos.
-¡Sabía que volverías, Ganímedes! Las enseñanzas que recibiste del Celibato son mucho más fuertes que cualquier sentimiento pasajero que te hubiera podido inspirar… ¿¡Qué es aquello!?- se interrumpió, mientras señalaba al punto en el espacio desde el que Jack observaba la escena.
-¿A qué te refieres, Perséfone? -Ganímedes había olvidado que Perséfone había sido famosa entre todas las Célibes por la agudeza de su vista.
-Espera y te lo mostraré. Me refiero ¡a eso! -gritó, al tiempo que de su vara salía un rayo de energía dirigido en línea recta hacia la Sota de Corazones. Sin embargo, Jack no se había distraído, y observaba cada uno de los movimientos de la Célibe. Cuando el rayo partió hacia él, dispuso de tiempo suficiente para apartarse y esquivarlo.
«Puesto que me ha descubierto», pensó, «es ocioso permanecer aquí más tiempo. Mejor bajo a la superficie junto a Ganímedes». Y uniendo la acción al pensamiento, aceleró y se dirigió hacia Leda.
-¿Se puede saber qué es lo que pretendías? -le espetó a Perséfone en cuanto se posó en la luna-. ¡Podrías haberme herido, si ese rayo me hubiera alcanzado!
-Oh, no necesito de rayos para herirte. Me basta con ¡esto! -en un movimiento fluido y vertiginoso, la Célibe adelantó su pierna izquierda, al tiempo que, extendiendo su brazo derecho y doblando el izquierdo, elevó el extremo de su vara y golpeó a Jack en medio de la cara. Sota de Corazones lanzó un grito de dolor, al tiempo que se llevaba las manos al rostro, para retirarlas poco después manchadas de sangre.
-¿Eztáz loca? ¡Me haz doto la nadiz!
-Oh, no he hecho más que empezar -, contestó la Célibe, al tiempo que golpeaba al contraxiano en el plexo solar. Jack se dobló por la cintura; pero hubo de estirarse instantes después al recibir un golpe ascendente del bastón en la barbilla.
Como Perséfone había dicho, no había hecho más que empezar. A aquellos tres golpes siguió una serie de impactos velocísimos contra los que Jack nada pudo hacer para protegerse. Apenas un minuto después de haber recibido en la cara el primer impacto, caía al suelo desvanecido.
-¿Qué es lo que has hecho? ¡No te había hecho nada! -gritó Ganímedes, arrojándose al suelo para examinar a Jack.
-¿Que no me ha hecho nada? ¿Que no me ha hecho nada, dices? ¡Tus actos son la prueba palpable de lo que me ha hecho, de lo que nos ha hecho a las dos!
-¿Qué quieres decir?
-¡Mírate! Arrojándote al suelo por un macho, como una mujerzuela cualquiera de las que hay millardos en el Universo, en lugar de consagrarte a la tarea para la que fuimos entrenadas.
-¡Oh, no! ¡Ya estamos otra vez a vueltas con lo mismo!
-Sí, Ganímedes. Lo escucharás de mis labios hasta que te des cuenta de que lo que digo es la verdad. El Celibato se formó para detener a Tirano. Y hasta que no tengamos la certeza de que Tirano ha sido destruido, no podemos abandonar nuestra santa cruzada. Ya le detuvimos una vez, y la próxima ha de ser la definitiva. Es él o nosotras.
-¿Tú te has escuchado hablar? ¡Tu militancia se ha convertido en fanatismo! En primer lugar, el Celibato NUNCA detuvo a Tirano. Si se retiró hace eones, fue porque se vio enfrentado a su creador, y no se sintió lo bastante fuerte para vencerle. Fue Galactus, el Devorador de Mundos, el que frenó la conquista imparable de Tirano 4. En cuanto a él, se encuentra ahora junto a Galactus, donde quiera que esté 5. Si su propio creador no puede pararle ahora, el Celibato no tiene nada que hacer.
-¿Cómo dices? -. Una vena había comenzado a pulsar en la frente de Perséfone.
-Sí, Perséfone. Lo que digo es la realidad. Si el Celibato no fue quien lo detuvo en el pasado, cuando estábamos en el cenit de nuestra fuerza, menos podrá hacerlo ahora, reducido como está a nosotras dos. En nuestros mejores tiempos, a lo más que podíamos aspirar era a contenerlo. Y fíjate bien que digo contenerlo, no detenerlo: frenarlo, no pararlo.
La vena pulsante había aumentado de grosor, y el rostro de la célibe rubia se iba congestionando.
-Y, desde luego, ahora que tengo la posibilidad de encontrar la felicidad al lado de un hombre que me aprecia y me respeta, no voy a tirarlo todo por la borda para abrazar la quimera de una fanática que…
En este punto, Perséfone estalló:
-¡BASTA! ¡No escucharé ni una palabra más! Si no estás dispuesta a cumplir la misión para la que se te entrenó, no mereces pertenecer al celibato. De hecho, ¡no mereces vivir! -y así diciendo, Perséfone empuñó nuevamente su bastón y atacó a Ganímedes con una velocidad vertiginosa. Sin embargo, el durísimo entrenamiento al que todas las Célibes se habían visto sometidas le permitió a ésta bloquear el ataque de su compañera, al tiempo que adoptaba la posición clásica de defensa.
-Veo que no has olvidado las lecciones recibidas, Ganímedes -sonrió Perséfone-. Eso hará más divertido el matarte.
-Siempre puedes intentarlo. Pero me parece que olvidas una cosa.
-¿A qué te refieres?
-Siempre fui mejor que tú en la lucha con bastón, y llevo más tiempo reanimada. Te va a costar mucho vencerme.
-¡Bah! Paparruchas. Te has ablandado desde que despertaste. Tu contacto con ese… ese… ese hombre -el modo en que la palabra salió de sus labios hizo que sonara casi como un insulto- te ha vuelto débil. No eres rival para mí.
-Quizá no. Pero no parece que me esté costando mucho detenerte. -Esto no era una mera bravata. La locura de Perséfone le hacía atacar de un modo precipitado, sin ninguna estrategia; y aunque hacía sus ataques más furiosos, también los hacía más evidentes. Las fintas y añagazas habían desaparecido de sus movimientos, y Ganímedes podía «ver» claramente los siguientes movimientos. Sin embargo, su estrategia tenía un punto débil: a diferencia de Perséfone, ella no pretendía matar a su rival, lo que la obligaba a defenderse sin emplear una fuerza letal. Su cerebro trabajó a toda velocidad, buscando un modo de vencerla que no conllevara su muerte. Súbitamente, la luz se hizo en su cerebro: ya sabía qué debía hacer. Lentamente, paso a paso, como si su defensa empezara a flaquear ante los ataques de Perséfone, Ganímedes comenzó a retroceder hacia la construcción que se encontraba a su espalda. Su contrincante no se apercibió de esta circunstancia, sino que creyó que su furioso ataque estaba empezando a dar fruto.
Así, metro a metro, las dos célibes se fueron acercando a la base de su orden. Tras penetrar en la gran sala, Ganímedes se desvió hacia su izquierda, aproximándose al muro de aquel lado. Allí se encontraba lo que necesitaba, lo que le permitiría vencer a Perséfone sin herirla.
Para que no sospechara nada, Ganímedes buscó enfurecerla todavía más.
-Suponiendo que Tirano regresara –le dijo-, no tendría nada que temer de ti. Has perdido destreza durante la hibernación, Perséfone.
Aquellas palabras nublaron la mente de Perséfone, que se tenía por la mejor guerrera de las dos. No en vano, como solía alardear, era su rostro el adornado por las bandas triples que distinguían a la Célibe cabeza de cada promoción. Sin pensar en nada más, cargó como un toro enfurecido contra Ganímedes.
-¡Vas a morirrrr! –aulló.
Pero Ganímedes ladeó su cuerpo y levantó su bastón, arrebatando de las manos de Perséfone el que empuñaba. Al propio tiempo, cuando su rival la rebasó, se giró y la empujó por la espalda, aumentando así su velocidad. Perséfone se introdujo en un cubículo que había en la pared, que Ganímedes se apresuró a cerrar, sin hacer caso a los bramidos de la ahora prisionera Célibe. Con rapidez y decisión, Ganímedes pulsó la secuencia de teclas que activaba la cámara de hibernación en la que había encerrado a Perséfone.
-Adiós, hermana. Dormirás aquí hasta que sea necesario que despiertes de nuevo, si es que Tirano regresa a este Universo.
Inclinando la cabeza, una lágrima se deslizó por su mejilla. Súbitamente, alzó el rostro.
-Dios mío, ¡Jack! ¡Me había olvidado de él! –a la carrera, la Célibe se apresuró a regresar junto a su amado, que se incorporaba lentamente del charco de sangre en que se hallaba postrado.- Jack, ¿estás bien?
-Sí cariño. Deduzco que has ganado.
-Sí, Jack. Ay, Jack… ¡ya sé qué es lo que me llamó la atención en Contraxia!
-¿Qué es?
-¡Mírate, Jack! ¡Estás sangrando! Tú no sangras, si te hieren, sino que pierdes energía. ¿Qué te está pasando?
-Me temo, amor mío, que eso sólo puede significar una cosa: el Fluído Cero que es la fuente de mis poderes está desapareciendo.
-¿Y eso qué quiere decir? ¿En qué te puede afectar?
-No lo sé, cariño. No lo sé.
1.- Persona perteneciente a un grupo religioso del pueblo judío caracterizado por la vehemencia y rigidez de su integrismo religioso.
2.- En PODERES CÓSMICOS # 8
3.- La destrucción de Tirano.
4.- Se contó en el # 6 de la serie limitada PODERES CÓSMICOS.
5.- En ESTELA PLATEADA # 109
En el próximo número: Ganímedes y Sota de Corazones viajan a Titán para investigar el estado de Jack. Pero no podrán dedicarse a buscar la solución con tranquilidad: una visita inesperada dará comienzo a una saga en tres partes en la que aparecerán invitados no vistos desde hace mucho tiempo.
No olvidéis escribir a Autopista hacia el espacio – Correo de los lectores bergil@altavista.net. Sigue en marcha el concurso para dar nombre a los posibles nuevos Primigenios del Universo que se presentaron en el número 5 de la serie. El vencedor recibirá un hermoso no-premio virtual.