X-Force #4

xforce04

#4 – Caos IV
Terminal

Por Tomás Sendarrubias


Fecha de publicación: Mes 219 – 10/16


Condado de Cumberland, Kentucky.

Llueve. Como si nunca jamás fuera a parar de llover. Y en su interior, Paige siente que es lo correcto. Mira a su alrededor, aunque no ve nada más allá de un bosque de paraguas y abrigos negros, pero prefiere mirar hacia el paño negro de la chaqueta de Sam que hacia delante, donde se alinean los ataúdes y las fosas en las que su familia reposará para siempre. Por supuesto, hay periodistas, no hubiera sido posible mantenerlos fuera de aquello ni aunque Jeb no fuera un mutante, ni aunque aquello no fuera un paso más en el reloj hacia la medianoche de la guerra entre mutantes y humanos, pero tanto Neal Conan y Trish Tilby por un lado, como las fuerzas de seguridad que Forja había destinado a cubrir aquella ceremonia se habían encargado de darles cierta privacidad, aunque fuera falsa. Todo el mundo estaba viendo su dolor en aquel momento, el suyo y el de su hermano.

Seis ataúdes y seis fosas, y el pastor Hanson, de la parroquia de Crosschurch dirigiendo la ceremonia. Su madre Lucinda, y sus hermanos y hermanas. Lewis y Jay. Cissie, Elizabeth y Melody. Y el asesino había sido Jeb, su propio hermano. ¿Cómo no iba a interesar aquella historia a la prensa? Más allá de los periodistas y la seguridad de Forja, incluso bajo la lluvia, de vez en cuando se escuchaban gritos. Basura mutante. Asesinos. Dos horas antes, en aquel mismo cementerio habían enterrado a una familia completa, los Morgan. Jeb los había matado a todos antes de dirigirse a su casa y acabar con su propia familia. Se apoya en Sam, y nota los labios de su hermano en su frente. Sam a un lado, Dani a otro. ¿Cuántas veces había vivido esa situación en el cine, tomando batidos o comiendo hamburguesas? Nunca se había imaginado algo así. Por supuesto, Cable estaba allí, a sólo unos pasos de ella, y casi podía sentir las torvas miradas que se dirigían él y Forja a través del resto de los presentes. Forja había sido educado, pero se había mantenido cortésmente lejos de ellos. «Hubieran venido muchos más» había dicho Sam, susurrando al oído de Paige, y ella lo había entendido al instante. Hubieran acudido muchos más si las leyes les hubieran permitido pisar Kentucky. Ellos mismos estaban allí sólo en virtud de un acuerdo temporal, y porque quizá Forja era consciente de que Paige y sus compañeros hubieran sido capaces de provocar un conflicto entre ambos en el que todos perderían. Víctor se había quedado en la base australiana de X-Force, vigilando a Jeb, pero el resto de su equipo estaba allí, incluso Tessa, situada al lado de Cable. Billy, lo suficientemente cerca como para ser un apoyo pero no tanto como para convertirse en un estorbo; Quentin, silencioso, como si aquel puñetazo de realidad le hubiera arrebatado todo su sarcasmo y su ironía; Estrella Rota, quieto como una estatua, tenso como la cuerda de un arco. Y los demás. Emma Frost, que había volado desde Nueva York; Rahne y Moira McTaggert, recién llegadas de Isla Muir; Illyana, Amara, Roberto y Shan, procedentes de Los Ángeles y que habían acompañado a Sam todo el camino.

El oficio termina y la lluvia continúa cayendo. Paige trata de recordar qué ha dicho el pastor, pero no es capaz, y es Sam quien se acerca a darle las gracias por su palabras. Ella se apoya en Dani y simplemente, espera. Es entonces cuando comienzan a acercarse todos a ellos, cuando van pasando delante de ella y de Sam. Lo siento mucho. Te acompaño en el sentimiento. Esto no debería haber ocurrido. Si necesitas algo. Si necesitas cualquier cosa. Estamos contigo. Estamos con vosotros… Van pasando uno delante de otro. En otro momento, en otra ocasión, se hubieran reunido en la casa de la familia, habrían cocinado para los asistentes, habrían charlado, llorado, reído, habrían recordado a los perdidos, así eran las cosas en Cumberland, Kentucky. Pero la casa estaba precintada por la policía, todo allí eran pruebas de un crimen; los periodistas habían respetado a Neal y a Trish, pero, ¿cuánto tiempo duraría eso? ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que los hombres de Forja tuvieran algún problema con los radicales que parecían irse acumulando a puñados más allá del cordón de seguridad?

Dios mío, Jeb… qué es lo que has hecho. Dos días antes, Cable lo había explicado ante la policía del condado de Cumberland. Al menos en parte. Alguien estaba radicalizando a los jóvenes mutantes, los estaba convirtiendo en asesinos, en terroristas. Luego lo había explicado ante el FBI. Y finalmente, se había reunido a puerta cerrada con Forja durante dos horas.

-Ha sido una tragedia-dice alguien antes de ella, alguien que le estrecha la mano con fuerza. Paige se obliga a mirarle, debería darle las gracias a quien fuera, pero se encuentra con un rostro desconocido, un hombre de cabello oscuro y bigote espeso, vestido con ropas negras y un alzacuellos blanco. Un sacerdote, seguro, pero no el pastor que ha oficiado el funeral-. Estamos contigo, mein liebchen. Aunque no podamos estar aquí.

Los ojos negros del hombre se dirigen rápidamente a Forja, que le mira con el ceño fruncido. Los labios de Paige susurran un nombra. ¿Kurt? Él asiente, y se marcha. Forja habla con alguien por un comunicador, y el hombre desaparece entre unas tumbas cercanas. Casi puede escuchar el Bamf y oler el azufre de la teleportación de Rondador Nocturno. Forja camina hacia ellos, se acerca un momento difícil.

-Lo siento mucho, Paige-dice el cheyenne, y ella le da las gracias con un gesto-. Cable…

Paige se da cuenta de que Cable se ha acercado y está justo tras ella.

-Aquí no-masculla Sam, mirando a Cable y a Forja.

-No, Sam-dice Dani-. Nosotros no haríamos algo así.

-Nos marchamos-responde Cable, asintiendo-. Muchas gracias por tu colaboración y la de los tuyos.

-No es tan sencillo-dice Forja, con los brazos cruzados ante el pecho-. Jeb Guthrie debe ser juzgado en Estados Unidos, ante un tribunal competente…

-Paige, una palabra y la cabeza del fekt rodará sobre la hierba…-susurra Estrella Rota, pero Cable hace un gesto para que guarde silencio.

-Jeb Guthrie está bajo nuestra custodia-dice-. Y sus hermanos están de acuerdo con eso. No necesito mucho más, Forja. Profesor…

-No lo creo-le interrumpe Forja-. Me ha costado, pero he interrumpido tu enlace con la IA. No tenéis acceso a teletransporte, Cable. Vamos a sentarnos a hablar de Jebediah Guthrie.

-Nadie le llamaba Jebediah-dice Paige, que no sabe por qué exactamente, pero a la que las palabras de Forja la han molestado mucho.

-Eso no fue lo que se habló, Forja-gruñó Sam-. No quiero peleas mientras el cuerpo de mi madre está ahí, aun caliente…

-Sam, no quiero ningún…

-Profesor…-masculla Cable. Tras él, Estrella Rota gruñe. Alguien murmura algo tras ellos,

-Acompañadme todos al Nido de Águilas y hablemos de esto…

-No creo que haya nada de lo que hablar-responde Sam-. Paige, marchaos de aquí…

-Nadie se va a ir de aquí…

Volvemosacasavolvemosacasavolvemosacasa…

La voz de Wiccan parece envolverlos a todos, y en ese momento, bajo la perpleja mirada de Forja, desaparecen.

La lluvia desaparece.

La humedad, la gente. Las tumbas.

Aún es de noche en el desierto australiano, como si hubieran viajado en el tiempo, y Paige se da cuenta de que lo han hecho. Nueve horas atrás en el tiempo.

-Ese cabrón, hijo de puta…-gruñe Quentin, golpeando su puño contra la palma de su otra mano-. Si le vuelvo a ver le voy a dar tal patada telepática que le voy a incrustar el área prefrontal en la amígdala.

-Quentin, no es el momento-le interrumpe Danielle, y el chico enrojece de la barbilla a la raíz del cabello-. Id a descansar, han sido dos días terribles. Paige, tú también deberías dormir…

-Hemos dejado a Sam allí-susurra ella-. Forja…

-No le tocará un pelo si sabe lo que le conviene-responde Cable-. O dejaré que Quentin y Estrella Rota vayan a hacerle una visita.

-¿Cuándo he sido a machacapelotas oficial del grupo?-pregunta Quentin, y Cable le mira, encogiéndose de hombros.

-Cuando nos has demostrado que sabes qué es la amígdala. Paige, debes descansar…

-No-responde ella, lanzando un largo suspiro-. El mundo no va a detenerse para mí. Solucionemos el problema de mi hermano, solucionemos la guerra entre mutantes y humanos, y luego, vayamos a reventarle la cabeza al hijo de puta cabrón que está detrás de todo esto, antes de que muera alguien más.

Paige se dirige hacia el interior del cuartel, seguida por Quentin, Billy y Danielle. Cable, Estrella Rota y Tessa les miran entrar.

-Si se trata de Dyscordia…-comienza a decir ella, y Cable asiente.

-Es Dyscordia. Y va a morir más gente. Estrella, quedas al mando. Que descansen.

-No soy una niñera, Cable. Soy un…

-Guerrero de Mundomojo. Te va a hacer falta para tratar con todos ellos hoy. Todos tenemos demasiada ira, demasiado odio y demasiado dolor dentro. Y tenemos motivo para sentirnos así. ¿Puedes encargarte de todo?

-Por supuesto-asiente Estrella Rota, mientras siguen a sus compañeros más jóvenes al interior de su fortaleza en el desierto-. ¿Dónde irás tú?

-Con Paige y Danielle. A terminar de una vez por todas con el asunto Jeb Guthrie.


Aquel no es su hermano, de eso Paige está segura. Jeb siempre ha tenido un carácter particular… incluso mal carácter. Pero el que está allí delante, es algo más. El chico está de pie, en medio del campo de contención que Cable ha diseñado para él, y continúa chispeando, con los ojos centelleando energía, fijos en la puerta que hay ante él, tenso y crispado. Ha matado a toda su familia, y sin embargo, Paige no puede evitar sentirse triste por él. En algún momento recuperará su ser, será consciente de lo que ha ocurrido… ¿Cómo va a vivir Jeb con eso?

-Bien-dice Cable, entrando a la sala y situándose entre ella y Dani-. ¿Algo nuevo?

-Nada, según Víctor-responde la cheyenne-. No ha dicho nada desde que le trajimos de Kentucky.

-Quentin dijo que había cosas en su cabeza-dice Paige-. ¿Por qué no está aquí?

-Porque meter a Quentin en la mente de tu hermano sería como intentar atornillar un tornillo con una excavadora. Me hubiera gustado contar con Emma Frost, pero Forja ha precipitado las cosas.

-¿Y cómo lo vamos a hacer?

-Tendré que hacerlo yo mismo-masculla Cable, y Paige enarca las cejas.

-Quizá debiéramos volver a intentarlo con la señorita Frost… o tratar de localizar a la señora Summers…-masculla la muchacha, y en el interior de la celda, Jeb sonríe.

-Soy Manifiesto-dice Jeb, y los ojos de Dani, Paige y Cable se clavan en él-. No hay celda capaz de detenernos, no hay prisión que pueda silenciarnos. Os veo, Nathan Summers, Danielle Moonstar, Paige Guthrie. Los tres, traidores a vuestra especie, amigos de los humanos, perros de los esclavistas y la basura genética.

-Manifiesto…-dice Cable-. ¿Ese es ahora tu nombre? Nunca has sido un cobarde, Dyscordia…

-Te gustaría saber quién soy, ¿verdad?-sonríe Jeb-. Dyscordia, Manifiesto… al final, somos el heraldo del Caos, la bomba genética que va a hacer explotare el mundo y el status quo de la opresión humana. El mundo está enfermo, en fase terminal, y vamos a seguir con nuestra lucha, vamos a…

-No tenemos tiempo para esto-masculla Cable, y su ojo cibernético resplandece un instante… y luego se queda quieto como una estatua, como si estuviera tallado en piedra. En ese mismo momento, Jeb también guarda silencio.

-¿Cable?-pregunta Paige, temblorosa, y Dani la abraza.

-Ahora está solo.


En ningún sitio, en todas partes, ahora.

El cielo estalla a su alrededor en una tormenta de sinapsis y pensamientos, y puede ver los recuerdos de Jeb, convertidos en imágenes grabadas en cristal a su alrededor. Cable camina entre ellos, viendo desalentado los reflejos que se muestran a su alrededor, aunque verbos tales como caminar o ver son más una convención que una acción real, allí todo es pensamiento y emoción. Sin embargo, puede sentir el peso del arma en su mano, la electricidad estática que se acumula en su ojo sintético, los recursos a los que se aferra su mente para no perder su identidad en aquel mundo de conceptos e ideas.

Está rodeado por las imágenes de la masacre de los Guthrie, y los recuerdos brillan con el fuego rojo de la ira.

-¡Jeb!-grita Cable. En todos los cristales desaparecen las imágenes de los recuerdos, y se refleja el rostro de Jeb Guthrie.

-Vete de mi cabeza-susurra Jeb, desde todos los cristales.

-Tú no eres Jeb Guthrie. Este no es tu sitio-responde Cable-. Vete.

-¿Vas a exorcizarme? ¿Dónde están tu cruz y tu biblia?

-No las necesito. Vete.

-El gran Cable. Que terrible. Que amedrentador. Debería tener miedo… esperas que tenga miedo, ¿no?

La imagen de los cristales cambia, y de pronto, lo que Cable puede ver es a Jeb, encadenado, sujeto por fuertes eslabones de energía resplandeciente, con los ojos centelleando y la boca abierta en un grito mudo. Y la sombra de Dyscordia se extiende sobre todo el mundo a su alrededor.

-Tú lo has querido, Nathan Dayspring-resuena una voz a su alrededor, mientras aparecen montañas y montañas de cristal que rodean a Cable, y en cada una de ellas, comienza a ver centelleos de los recuerdos de Jeb. Un partido de fútbol en un campo donde la hierba les llegaba a las rodillas, el nacimiento de Cissy, la última cena con su padre, la imagen de un primer beso robado bajo unas gradas, Jennifer Lawrence alzando una mano y silbando su llamada a la rebelión… La voz de Dyscordia, idéntica a la de Cable, atruena-. Tú has querido convertir el cerebro de este niño en un campo de batalla. Lo que ocurra aquí, será culpa tuya.

Dyscordia alza una mano y un tsunami eléctrico se alza ante él, amenazándole. A la velocidad del pensamiento, Cable empuñó su cañón y disparó hacia la ola de energía, fuerza psiónica pura manifestada a través de la idea de un arma. La descarga de Cable rompió la ola por la mitad, convirtiéndola en un pandemónium bullente que le flanqueó, dejándole en el centro de un caos burbujeante. La energía plateada vibra alrededor de Cable, y gira a su izquierda, y luego a su derecha, serpenteante, para luego alzarse ante él, convirtiéndose en una capa roja y una armadura plateada cuajada de pinchos y filos.

-Ríndete, Nathan-ordena Dyscordia.

-Nunca me he rendido ante ti y nunca me rendiré-gruñe Cable.

-¿Nunca?-ríe Dyscordia-. ¿Quieres que hablemos de Tyler, Nathan? ¿Hablamos de tu hijo?

-No menciones a mi hijo…

Dyscordia alza los ojos al cielo y extiende sus brazos. Relámpagos sinápticos brillan a su alrededor, centellean en su armadura y comienza a crecer, convirtiéndose en un gigante de luz y odio. Ante él hay un cristal que contiene una imagen de Jeb jugando con un cachorro de color canela, un perro mestizo que no para de mover el rabo mientras persigue la pelota de baseball que Jeb esconde en la mano. Con un pisotón de Dyscordia, el cristal estalla y Cable grita.

-Adiós, Robby-ríe Dyscordia, mirando a su alrededor. De sus ojos vuela una descarga de energía eléctrica que rompe otro cristal situado a kilómetros de allí-. Adiós primer tren de juguete, ojalá lo vuestro hubiera durado más.

-Para-ordena Cable mientras siente que los recuerdos que Dyscordia destruye se desvanecen para siempre de la memoria de Jeb Guthrie.

-Párame tú si puedes-responde Dyscordia, dejando caer un puño enguantado sobre uno de los cristales donde Jeb completa las respuestas a un examen de matemáticas en el colegio-. Demasiados conceptos abstractos, seguro que puede vivir sin ellos. Estoy seguro de que si busco un poco encontraré su biblioteca de palabras, hurgaremos… por allí…

-¡Para!-grita Cable, lanzando una descarga de plasma psicokinética contra el titán, que no para de reírse.

-¿Acaso crees que puedes hacerme daño, Nathan Dayspring? ¡Nunca has podido hacerme daño! ¡Nunca has podido vencerme! ¡Eres el traidor, el inconcluso, el imperfecto! ¡Eres una broma!

El puño de Dyscordia cae sobre Cable, y este estalla en un centenar de luces de colores indescriptibles.

-¡Este es mi dominio! ¡Estos son mis cachorros, Nathan Dayspring! ¡Son mis heraldos!-grita Dyscordia. Un rayo cae del cielo a su lado, y otro a unos pasos de él. Un tercero le alcanza en una de las hombreras, y le hace lanzar un grito de sorpresa. Alza la mirada, y se detiene aturdido al encontrarse con el rostro que conoce como el suyo propio trazado en el cielo con líneas de luz pétrea, un ojo ardiente de sol, y relámpagos que caen sobre él por todas partes.

-Siempre has sido un gilipollas-gruñe Cable y su voz retumba por doquier-. Abrasas, inundas, entierras… Ciegas con tu luz, arrastras con tu voluntad… Y este mundo, Dyscordia, no es para la fuerza, sino para la sutileza. Y de eso, nunca has sabido nada… Este es mi dominio. Este muchacho es mío. Está bajo mi protección. Sus recuerdos están bajo mi protección…-cadenas de luz brotan del suelo y de los cristales, enrollándose alrededor de Dyscordia, que trata de resistirse, que se agita, pero son demasiado fuertes para él-. Eres un mazo, un martillo. Y en este mundo, yo soy un bisturí. Y tú Dyscordia, vas a ser… extirpado.

-¡NO!-grita Dyscordia, y en ese momento, la mente de Jebediah Guthrie estalla.


Cuartel de X-Force, Desierto de Australia.

Sin mediación de palabra, los ojos de Jeb se ponen en blanco y cae al suelo de bruces, temblando, convulsionando.

-¡Jeb!-grita Paige mientras Dani corre a desactivar el campo de contención, que desaparece permitiendo que la muchacha corra hacia su hermano caído. Él tiene la boca llena de sangre y espuma. Dani se arrodilla junto a él y le fuerza uno de sus guantes de cuero entre los dientes, esperando que sea suficiente-. ¡Jeb!

-Tranquilo muchacho.

La voz de Cable sorprende a Dani y Paige cuando este se arrodilla junto a ellas y pone un dedo en la frente de Jeb. Y entonces, se detiene en seco.

-¿Qué ha pasado?-pregunta Paige, buscando el latido de su hermano y suspirando cuando lo encuentra, firme pero acelerado.

-Una sombra de Dyscordia-respondió Cable.

-¿Una sombra?-pregunta Dani, y él asiente.

-Cuando se dio cuenta de que estaba atrapado, trató de destruir la mente de Jeb con una bomba mental, pero lo he protegido todo, o todo lo que he podido. Lo siento Paige, hay recuerdos que se perderán, pero tu hermano seguirá siendo tu hermano.

-Lo de mi madre… mis hermanos…

-Eso lo recordará. No sé si es bueno o malo, pero esos recuerdos están ahí.

-¿Despertará?

-Sí, aunque tardará en hacerlo. Su mente… su propia personalidad… necesita recomponerse. Y necesitará entender que lo que ha hecho, no ha sido culpa suya.

Como si le quitasen un gran peso de encima, Paige rompe a llorar. Danielle la abraza, y Cable se incorpora, con Jeb en brazos.

-Lo llevaré a una habitación, y hablaré con la Doctora MacTaggert. Sin duda necesitará cuidados especiales, y posteriormente espero que Emma Frost pueda hacerse cargo…

-¿Estás seguro?-pregunta Cable, y él asiente.

-Emma Frost es aún mejor terapeuta que telépata, al menos cuando no se viste con liguero y pieles-. Cable suspira, y vuelve a mirar hacia las dos chicas-. Descansad, echad una cabezada. En diez minutos necesitaré a Moonstar y a Vaina en la sala de control.

-Esto no ha terminado, ¿verdad?-pregunta Dani, y Cable niega con la cabeza.

-No ha hecho más que empezar.


Nodo 0.

Manifiesto tiembla cuando toda la estructura parece vibrar, a punto de descomponerse. Una sola fisura en el fuselaje y todos morirán. O al menos, él. No hay muchos más habitantes en el Nodo 0, o al menos, no de los que respiran. Están todas esas unidades CERO que pululan por los pasillos, siempre en silencio, llevando a cabo las labores de mantenimiento del cuartel, encargándose de la teleportación… y estaba la cosa del ordenador, que no necesitaba respirar. Y sin duda, el Maestro. Pero algo tan simple como el vacío no podría acabar con él. Así que el chico que se hacía llamar Manifiesto, se limitó a esperar que el Maestro recordara que se encontraba allí.

La puerta de la sala se abrió, y él entró, todo filos, fuerza y furia escarlata.

-Maestro Dyscordia…

-Hemos perdido al chico Guthrie.

-No es una gran pérdida-responde Manifiesto, encogiéndose de hombros-. Cumplió su misión y…

La presión en su garganta estuvo a punto de reventarle la tráquea y romperle el cuello, pero Dyscordia ni siquiera se había girado hacia él.

-Esa no es una valoración que te corresponda, mensajero-dice finalmente Dyscordia, quitándose el yelmo-. Da gracias si rezas a algún dios porque aún me eres útil.

-Mi único dios sois vos, maestro-jadea Manifiesto, cayendo de rodillas y alzando sus ojos turbios hacia Dyscordia-. Vivo para seros útil.

-Vives porque me eres útil. No vamos a esperar más. Ha llegado el momento.

-Pero Maestro, no todo está preparado, aún hay…

-Dayspring sabe que estoy aquí. No tardará en encontrarnos, y cuando lo haga… cuando lo haga quiero que su mundo esté lleno de sangre y caos.

-Como… como ordenéis, Maestro-masculla Manifiesto, acercándose al panel de mandos, donde unos ojos dorados brillan en la pantalla. El joven pone la mano en una placa dorada, y de inmediato se escucha una voz muy humana.

-Manifiesto reconocido, acceso completo. ¿Qué opción quiere realizar?

Manifiesto suspira, lanza una mirada hacia Dyscordia, y vuelve a mirar hacia la pantalla.

-Douglock, acceso al código fuente. Código Armagedón.

-Código Armagedón en tres… dos… uno… Ahora.

La pantalla cambia, apareciendo un mosaico de pequeños rostros, un puñado de centenares de jóvenes, hombres y mujeres, muchos de ellos poco más que niños, o incluso poco menos. La máscara electrónica difumina su rostro, pero su poder no está en la máscara, sino en su voz.

-Soy Manifiesto… y es el momento de tomar las armas. Es el momento de la Guerra. ¡Hail, Dyscordia!

-HAIL, DYSCORDIA.

 

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