#1 – Caos I
El legado de Holly Morrow
Por Tomás Sendarrubias
Fecha de publicación: Mes 205 – 5/15
Aeropuerto Internacional de Heathrow,
Londres.
-AA 721, tiene pista, inicie aproximación…
-El LT 212 está iniciando maniobras para despegue en la pista 4…
-RA 801, permanezca en el aire; TA 317, tiene prioridad…
El murmullo de los controladores aéreos inunda la sala de control de la Terminal 5, mezclándose con el susurro apagado de la electricidad y los bips amortiguados de los aparatos de radar que suenan por toda la sala. Robert Dingwall ocupaba una de las posiciones, y en ese momento, realizaba el seguimiento de un vuelo de pasajeros de Emirates, procedente de Dubai. Era una maniobra rutinaria, así que Dingwall, aunque pendiente de la pantalla y de los indicadores del vuelo, charlaba con el piloto sobre el próximo Arsenal/Manchester City, que se jugaría ese sábado. De hecho, Robert Dingwall ya había conseguido cambiar el turno de ese día, así que podría reunirse con su hermano y sus amigos del instituto en el The George, donde podrían animar al equipo londinense con unas buenas pintas de cerveza negra en la mano.
Unos minutos después, el vuelo de Emirates toma tierra, y Robert revisa el listado de asignaciones, viendo cual es su próximo vuelo. Sin embargo, hay algo que llama su atención, un movimiento tras él, y cuando se gira, ve a la muchacha que está parada en el pasillo central, y que no debería estar allí. Es una chica pelirroja, con el pelo largo y rizado, vestida con vaqueros negros y una camiseta negra con el emblema de los Stark y su famoso lema, «El Invierno se Acerca». Lleva una bandolera con el logo de Nike, y un piercing dorado en una de las aletas de la nariz.
-Hola, señores y señoras-dice la muchacha, con una voz tan dulce que Dingwall siente un leve mareo.
-No puedes estar aquí-responde de inmediato Lorraine, la supervisora del turno de tarde, acercándose hacia la chica-. ¿Quién te ha dejado entrar?
-Soy muy persuasiva-dice, sonriendo-. Todos queréis que esté aquí, ¿verdad?
Lorraine se detiene en seco, y sorprendido, Robert se da cuenta de que está de acuerdo con la chica. Quiere que esté allí, ¿qué daño puede hacer? Parece muy agradable, y su voz es tan hermosa… La muchacha sonríe mientras Lorraine se aparta, y después de echar un vistazo a su alrededor, se acerca a Robert.
-Hola…Robert-dice, mirando la placa de su mesa-. Me gusta ese nombre, ¿sabes? Necesitaría que me hicieras un favor, necesito poder hablar con todos esos señores de ahí arriba, con todos los pilotos, ¿podrías ayudarme?
De inmediato, Robert asiente. Claro que quiere ayudar a la muchacha. Aunque no se usa en demasiadas ocasiones, existe un protocolo de emergencia que permite la comunicación simultánea con varios aviones, sólo que lo tiene que activar el supervisor de turno.
-Necesito las contraseñas de Lorraine-dice, mientras la chica hurga en su bolsa y finalmente, saca un móvil de la bolsa, un smartphone grande, a medio camino de una tablet, lo deja sobre la mesa y pulsa en la pantalla el icono de una aplicación de televisión. Sonríe cuando ve aparecer en la pantalla del móvil lo que parece ser algún tipo de retransmisión, un fondo oscuro, una imagen distorsionada, y lo que parece ser un discurso. Mientras, Lorraine se acerca de inmediato para introducir las claves que conectan la radio de todos los aviones guiados desde la Terminal 5 en el puesto de Robert, mientras la chica tiende una mano. De inmediato, él le entrega los auriculares.
-Muchas gracias-dice, mientras se los pone-. ¿Seríais tan amables de estar callados un momento?
Todo el mundo en la sala guarda un profundo silencio, que solo se rompe por los ecos apagados de los pilotos que están en el aire y que piden instrucciones a la Torre de Control, confusos al no recibir respuesta.Mira hacia la pantalla de su móvil, y luego suspira.
-Es nuestro momento-dice, poniéndose los auriculares-. Señores, señoras, les ruego atención.
La voz de la chica es tan aterciopelada, tan dulce, que Robert siente ganas de llorar. Envidia a los pilotos a los que se dirige, porque en ese momento, tienen su atención, una atención que él desea, que ansía casi con violencia. Al otro lado, cesan las preguntas de los pilotos y los copilotos.
-Hoy es un día muy especial para todos, hoy damos un paso hacia el frente, y los nombres de todos nosotros… los suyos, el mío… todos, pasarán a la historia. Y en algún momento, señoras y señores, sus familias podrán mirar atrás y decir que se sienten orgullosos de que ustedes formaran parte de este día, de la liberación de una especie. Ahora, señoras y señores, si son tan amables… es el momento de que hagan caer sus aviones. No se preocupen por nada, que sea allí donde estén. Eso me haría muy feliz.
Hay algo en lo que dice la muchacha que hace que Robert quiera gritar, pero no puede. Nota algo caliente deslizándose por su pierna, y se da cuenta de que se ha orinado encima, como si su cuerpo sí pudiera expresar el miedo que su mente parece incapaz de asimilar. De reojo, es capaz de ver las pantallas, y con horror, ve los indicadores de altitud de todos los aviones, descendiendo a toda velocidad.
–Cause you make me feel like I´ve been lockied out of heaven… for so long… for so long…-canturrea la chica, y sorprendido, Robert se da cuenta de que a ella también le gusta Bruno Mars, como a su sobrina, Katherine. Se da cuenta de que no la va a ver nunca más, justo antes de que el vuelo 721 de American Airlines, procedente de Boston, cayera sobre la Torre de Control, llenándolo todo de sangre, fuego y acero.
Ruán, Francia.
Dieciséis horas después.
Alrededor de Cable, todo está devastado. Y lo peor es que en las últimas siete horas, se ha encontrado en el centro de algo parecido en otras tres ocasiones. Treinta y tres aviones habían caído simultáneamente por todo el hemisferio occidental. La mayoría se habían precipitado en el mar, o sobre despoblados, pero algunos habían caído sobre centros de población, donde habían sembrado una destrucción como probablemente nunca se había visto en la faz de la Tierra. Ocho de los vuelos habían alcanzado ciudades o pueblos en Francia, Alemania, Reino Unido, Irlanda y la Costa Este de Estados Unidos. Glasgow, Stamford, y ahora, Ruán, aquellas habían sido los lugares en los que Cable había pasado las últimas horas, y en todos ellos había sido testigo de la misma desolación.
Los equipos de emergencia franceses trabajan alrededor de Cable, aunque ninguno de los presentes es consciente de que está allí, oculto a ellos por sus poderes telepáticos. Los cordones militares y policiales mantienen al resto del mundo fuera de las llamadas «Zonas Cero», y todo son escombros y rescoldos. Aquí y allá, grupos de bomberos intentan evitar que los fuegos iniciados debido a los escapes de gas se propaguen, y los sanitarios y los policías, acompañados de perros entrenados para ello, tratan de encontrar supervivientes. Cable está agotado, pero aún así, continúa escaneando la zona, como ha hecho antes en Glasgow y Stamford, «empujando» sutilmente a los equipos de rescate hacia los lugares donde detecta pensamientos, como en otros lugares del mundo están haciendo otros héroes, de forma pública, o encubierta, como es su caso, o el de Quentin Quire, al que ha enviado junto a Estrella Rota a Cardiff. Los Cuatro Fantásticos y Eurocorps están echando una mano en diferentes puntos, y casi puese imaginarse a la Patrulla-X, escondidos, haciendo lo posible aquí y allá, corriendo el riesgo de que alguien les relacione con lo ocurrido y se deteriore aún más su imagen pública. Después del Manifierto y lo ocurrido, lo último que necesitaban los mutantes eran echar más leña al fuego con apariciones públicas. Nadie se había atrevido aún a dar el número de bajas, pero los primeros cálculos eran estremecedores, entre cuatro mil y seis mil personas, probablemente más, muertas según a lo que todo apuntaba, por obra de una sola mutante después de que un desconocido realizara una declaración pública de guerra contra la humanidad tras hackear varios canales de televisión y páginas de internet.
Cable suspira, mientras percibe cómo a unos doscientos metros de donde está él, unos bomberos consiguen sacar a una mujer de los restos de lo que hasta hacía poco había sido un café, situado en la plaza de la catedral de Ruán,una de las más impresionantes del arte medieval, una joya del gótico que ahora era un amasijo de piedras sin ningún sentido. Lee la mente del sanitario, y siente una punzada de angustia al descubrir las dudas del hombre sobre la supervivencia de la mujer, sobre las posibilidades de salir viva de todo aquello con medio cuerpo aplastado por los escombros. ¿Cuántos más moririan aquella noche?
-Cable.
La voz de Moonstar llega a través del sistema de comunicación subcutáneo que Cable lleva implantado cerca de la mandibula. Conecta en modulardor subvocal de su garganta, para evitar que su voz llame la atención de los presentes, ya está demasiado cambiado como para redirigir más percepciones de los que le rodean.
-Danielle-responde él, manteniendo el silencio.
-Omega y Estrella Rota han vuelto. El chico está agotado. Y tú también deberías volver, no puedes estar mucho mejor.
-Hay muchas cosas que hacer todavía.
-Cable, necesitas dormir un par de horas, y el equipo te necesita aquí. Y si no vienes, iré yo a buscarte, te noquearé con una flecha psiónica y te meteré en una cama yo misma.
Cable suspira, y toca un pulsador situado en un brazalete metálico que rodea su muñeca derecha.
-Profesor, transporte para uno.
De inmediato, nota el vértigo inmediato de la teleportación, y el aire lleno de polvo de las primeras luces de la mañana francesa desaparece. El estruendo de las sirenas y el rugido del fuego se esfuman, para ser sustituidos por el intenso silencio del desierto australiano. El sol estaba ya alto en el cielo, y en cuanto el efecto teleportador desaparece, su agotamiento se hace dolorosamente presente. Moonstar está allí, a unos pasos del punto de teleportación, marcado en el suelo con un círculo de piedras, en el centro de la zona de barracones que en su día usara la Patrulla-X como cuartel general, y antes de ellos, los Cosechadores de Donald Pierce. La cheyenne, vestida con unos vaqueros cortos y una camiseta de tirantes, con el pelo recogido en una trenza, se acerca a Cable, y le arroja una botella de agua mineral, que él destapa y bebe de un largo trago.
-¿Dónde está Quire?-pregunta él, saliendo del círculo de piedras.
-Durmiendo-responde Moonstar, mientras los dos caminan hacia el interior del más grande de los barracones, donde se encontraba la sala de comunicaciones y la zona de reuniones-. El chico ha estado al borde del trauma, Cable, he tenido que suministrarle tranquilizantes mezclados con la bebida para que accediera a acostarse.
-¿Me has drogado a mi también?-pregunta Cable, señalando la botella de agua, pero ella niega con la cabeza.
-No creo que sirviera de mucho-responde Moonstar, mientras cruzan las puertas del barracón, notando el golpe frío del aire acondicionado frente al calor abrasador del desierto australiano-. En tu caso, tendré que confiar en tu buena voluntad. ¿Es tan malo como parece?
-Peor-dice Cable-. Con el atentado de ayer, has relaciones entre humanos y mutantes han retrocedido a la Edad de Piedra.
-He visto las noticias. Manifestaciones anti mutantes en Nueva York, Boston, Londres, Madrid, Amsterdam, Berlín… Forja está haciendo lo posible por calmar los ánimos, pero estoy segura de que no se lo están poniendo fácil.
-¿Es compasión eso que detecto en tu voz?
-¿Por Forja? Nunca-responde Dani, abriendo las puertas que llevan a la sala de comunicaciones. Hay una mesa situada en el centro de la sala, una gran mesa redonda, con una X tallada encima; y Paige y Billy están sentados, cada uno ante un ordenador portátil, mientras Estrella Rota, con los brazos cruzados, está de pie ante una veintena de monitores que muestran diferentes cadenas de televisión de todo el mundo, sin sonido, y que cada pocos segundos, cambian ampliando así el espectro de canales, en una secuencia que volvería loco a cualquiera que no se hubiera criado en Mundomojo. En cuanto Cable y Moonstar entran, Víctor aparece de entre las sombras, donde parecía haber estado invisible, como acostumbraba a hacer.
-¿Algo nuevo?-pregunta Cable, acercándose a la mesa y dejándose caer sobre una de las sillas cercanas a la mesa.
-Todas y cada una de las organizaciones antimutantes que hay en el mundo están sacando partido de esto-dice Estrella Rota, señalando a las televisiones con un amplio gesto-. Pureza, los Amigos de la Humanidad, la Liga Humana…
-Nadie había oído hablar de esos payasos en años-masculla Paige Guthrie-. Y ahora de pronto, es como si fueran los protagonistas del evento, como si siempre hubieran tenido razón.
-Alimañas-masculla Víctor, y Cable asiente.
-Profesor, análisis de situación-ordena Cable, y una imagen holográfica de un rostro que recuerda vagamente al de Xavier, aparece sobre la mesa, en la intersección de la X. La inteligencia artificial instalada por Cable en el nuevo refugio de X-Force, heredera de la que había colaborado con él en los viejos tiempos de Graymalkin, toma de inmediato el control de los monitores, que muestran la imagen opaca de una silueta humana, perfilada en la oscuridad, sin rostro.
A LAS 16.27 HORAS, SEGÚN HORARIO DEL MERIDIANO DE GREENWICH, UNA EMISIÓN PIRATA TOMÓ EL CONTROL, DE FORMA SIMULTÁNEA, DE DOS CENTENARES DE CADENAS DE TELEVISIÓN DE TODO EL MUNDO, ASÍ COMO VARIOS SISTEMAS DE REPRODUCCIÓN INFORMATIZADOS, STREAMING Y APLICACIONES MÓVILES DE COMUNICACIÓN Y REDES SOCIALES. NO SE HA IDENTIFICADO A LA PERSONA QUE APARECE, AUNQUE POR LECTURA CORPORAL, SE EXTRAPOLA QUE SE TRATA DE UN VARÓN. A PESAR DE LA DISTORSIÓN DE VOZ, EL ACENTO ES BRITÁNICO. COMPLEXIÓN MEDIA-BAJA. ALTURA: 1.55/1.60. PESO: 50/55. GRABACIÓN DEL DISCURSO EN MARCHA.
De forma simultánea, todas las pantallas comenzaron a reproducir la misma secuencia, con el audio conectado. La voz estaba en inglés, pero la emisión se había realizado con subtitulado simultáneo en una treintena de idiomas por todo el mundo.
«Soy Manifiesto, y este es el comienzo. Somos los hijos de la raza mutante, la auténtica generación perdida, y venimos a recuperar nuestro mundo. Tierra, nos perteneces. Los Homo Sápiens estáis condenados a la extinción, el futuro pertenece al Homo Superior. Y el futuro es ahora. Las décadas de opresión y de miedo han llegado a su fin para la raza mutante, nos alzaremos desde los pozos donde habéis intentado ahogarnos,subiremos a vuestras torres y derrumbaremos vuestro mundo. Mirad al cielo, humanos. Hoy, cae sobre vosotros».
A LAS 16:29, HORA DEL MERIDIANO DE GREENWICH, UNA MUTANTE SIN IDENTIFICAR SE HACE CON EL MANDO DE LA TORRE DE CONTROL DE LA TERMINAL CINCO DEL AEROPUERTO INTERNACIONAL DE HEATHROW, LONDRES. LA MUTANTE MUESTRA PODERES DE CONTROL MENTAL A TRAVÉS DE LA VOZ, CON CAPACIDAD DE TRANSMISIÓN DE ESTE PODER A TRAVÉS DE LAS ONDAS DE RADIO. EN ESE MOMENTO, HAY TREINTA Y TRÉS AVIONES COMUNICADOS CON LA TORRE DE CONTROL, UNO DE ELLOS CAE SOBRE EL PROPIO AEROPUERTO DE HEATHROW. SE DA POR MUERTOS A TODOS LOS PRESENTES EN LA TORRE DE CONTROL, INCLUIDA LA MUTANTE.
-Gracias, Profesor-dice Cable-. Pasa a las imágenes de la sala de control.
Las pantallas, que pasan ahora a formar un sólo monitor gigantesco, muestran de inmediato el interior de la Torre de Control de la Terminal Cinco, donde los presentes pueden ver a la muchacha, de aspecto corriente, que entra en la sala, una chica de dieciséis o diecisiete años que se ha convertido en la terrorista con más víctimas de la historia de la humanidad.
-Esta es Holiday Morrow-dice Cable-. Su identidad aún no se ha hecho pública, pero Paige ha conseguido piratear sus datos del MI5.
-¿Y hay algo llamativo?-pregunta Billy, pero Paige niega con la cabeza.
-Nada, absolutamente nada. Familia de clase media-alta; su padre profesor de música, su madre asistente en una asesoría jurídica. Dos hermanos, varones, según los tests de la inteligencia británica, ninguno de ellos tiene indicios de gen mutante. En estos momentos, los cuatro están bajo custodia del ejército británico. Aparte de los datos familiares, apenas hay nada más. Notas medias, no hay antecedentes de ningún tipo, ni se la relaciona con nada extraño. Con un poco más de tiempo, supongo que podré echar un ojo a lo que guardase en su ordenador.
-Infórmanos de lo que encuentres-asiente Cable-. Tiene que haber algo, una chica normal no se convierte en una terrorista de la noche a la mañana.
-A dia de hoy, cuanto más normal es alguien, más peligroso es en realidad-susurra Víctor, y todos se giran hacia él-. La gente «normal» es la que está cogiendo rifles y yéndose a Siria o Iraq a matar en nombre de su Dios. La gente «normal» es la que tiene a una niña encerrada en un sótano durante treinta años. La gente «normal» es la que mata a sus hijos para hacer daño a su expareja. Esos son los que nos llaman monstruos.
-Definir a la humanidad normal por los actos de unos pocos, Víctor, no se diferencia mucho de creer que todos los mutantes son terroristas por lo que hacen un puñado de ellos-responde Danielle, con el ceño fruncido-. No todos somos Magneto.
-¿No es la Patrulla-X ahora su aliada?-pregunta Victor-. Quizá eso sea una prueba de que Magneto tenía razón.
-Una frase contundente-masculla Quentin, que acababa de aparecer por la puerta-. Perdonad que interrumpa la conversación, pero tenía pesadillas con aviones y ciudades destruidas, y con mi telepatía, ni siquiera los tranquilizantes de la señorita Moonstar pueden tenerme mucho tiempo dormido.
-Perdona, Quentin, no debería…
-No, no, sé que la intención era buena. Pero hoy he visto trozos de personas que ha habido que rascar con una espátula de paredes de edificios y trozos de metal, así que no me da la sensación de tener demasiado tiempo para filosofía. Sólo tengo una pregunta. Exáctamente… ¿qué vamos a hacer?
Base Australiana de X-Force,
Cuatro horas después.
–¿Y bien, Paige?
Paige se gira hacia la puerta, y se encoge de hombros cuando Cable entra de nuevo en la sala de comunicaciones. Sus compañeros están de nuevo repartidos por Estados Unidos y Europa, tratando de ayudar en los posible, y de hecho, Cable llegaba en ese momento de Ruán, a dónde había vuelto después de la reunión, sin haber descansado más que una media hora.
-No he tenido mucho tiempo, señor-responde ella, señalando la pantalla del gran monitor que tiene delante-. Pero creo que he sacado todo lo que voy a ser capaz de conseguir. Holiday Morrow tiene en su ordenador, según he podido ver, lo mismo que cualquier otra chica de su edad. Por Dios, ha habido algunos momentos en los que incluso creí que estaba viendo mis propios ficheros. Casi seiscientos gygas de música y series de televisión, fotos con sus amigos en España, Holanda, y en varios lugares de Reino Unido, y las conexiones habituales a internet. Consultas a la Wikipedia, foros sobre Canción de Hielo y Fuego, algún chat subidito de tono, etc.
-¿Nada raro?
-Esa es una pregunta muy amplia-dice Paige-. Holiday tuvo varias conexiones a un chat privado de mutantes jóvenes.
-¿Qué?
-Somos hijos de nuestro tiempo, señor. Hoy todo el mundo tiene foros donde puede relacionarse con gente con sus mismas aficiones, creencias, ideologías o tendencias. Y también ahora, con sus particularidades genéticas. La página se llama X-Perience, y hasta donde he podido ver, está limpia a nivel general. Sólo chicos y chicas compartiendo sus experiencias como mutantes. Holiday no era de mucho hablar, creo que sobre todo se dedicaba a leer, pero tiene un par de conversaciones privadas donde habla sobre sus poderes, aunque no parece estar demasiado cómoda con ellos. Hace algunos comentarios acerca de lo incómoda que se siente, porque cree que en muchas ocasiones, la gente es amable o cariñosa con ella sólo por sus poderes. En fin, lo normal… salvo por esto.
Paige señala la pantalla, ampliando una sección de texto, y Cable puede leer en el monitor un breve fragmento de conversación. Holiday utilizaba el nick «Chica del Mañana (1)», y su interlocutor, el de «Ratón de Biblioteca». En la conversación, Ratón de Biblioteca animaba a Holiday a conectar con otros mutantes a través de un enlace que le pasaba.
-¿Has verificado esa dirección?-pregunta Cable.
-Eso es lo raro-dice ella-. He intentado acceder de todas las formas que conozco, pero me ha sido imposible, y eso me está volviendo loca. Sea lo que sea, ese lugar no se encuentra en Internet, o al menos, no en un lugar donde yo pueda acceder. Probablemente se tratara de un enlace temporal, que funcionase durante un tiempo determinado y después bloqueara esa puerta de acceso. Y… señor, soy una hacker razonablemente buena, pero no una experta. Esto se me queda muy grande.
-Buscaremos ayuda, Paige-asiente Cable-. Muy buen trabajo, de todas maneras.
-Esa chica, señor… esa Holiday… Hace sólo seis meses que se conectó a ese sitio. Era una buena chica, no una chica «normal» como diría Víctor, una chica con amigos, con intereses, con inquietudes… Resulta terrorífico que en sólo seis meses cambiara hasta convertirse en la mayor terrorista de la historia de la humanidad… Pero lo que me da aún más miedo, señor, es que eso podría haberle pasado a cualquiera.
-Intentaremos que no le pase a nadie más-afirma él, y Paige se dispone a asentir, cuando una imagen tridimensional de Danielle Moonstar aparece ante ellos.
-Cable, Paige-dice Moonstar a través de los sistemas de comunicación-. Ha ocurrido algo en Moscú.
Trece minutos antes,
Moscú, Estación de Lubianka.
Marya Medjuvec está realmente preocupada mientras las puertas del vagón se cierran y el metro arranca, como siempre lleno de turistas que vienen o van al Kremlin. Los turistas no son su preocupación, sólo una molestia que atesta el Metro, el problema de Marya, como el de una buena parte de los hombres y mujeres de Rusia, era una cuestión de dinero. Hacía meses que Yuri, su esposo, no encontraba trabajo, y el poco dinero que ella conseguía limpiando en algunos de los museos de la zona centro de Moscú, parecía evaporarse cada vez más deprisa. Necesitaban un frigorífico, y necesitaban pagar demasiadas facturas como para que Marya estuviera cómoda.
Suspira, apartando las piernas para dejar pasar a un chico de unos veintipocos años, que se sujeta a una de las barras del vagón para no caerse. El chico le hace un gesto de agradecimiento, pero Marya se ha vuelto a sumir en sus pensamientos, de modo que apenas lo aprecia. Él, simplemente, llega al centro del vagón, y allí se detiene, sujeto a una de las barras de metal. Y en ese momento, Marya se da cuenta de algo, de que los ojos del chico parecen chispear.
Y no vuelve a darse cuenta de nada más, porque en ese momento, el muchacho estalla en una gran bola de fuego eléctrico que recorre el vagón, extendiéndose por todo el tren, electrocutando a todos los viajeros, extendiéndose a través del metal.
Dos minutos después, antes de que las autoridades hayan sido conscientes del todo de lo que ha pasado, Manifiesto aparece en los medios de comunicación rusos.
Epílogo 1.
Isla de Ryker, Nueva York.
-Desde luego, esta es una visita inesperada.
La mujer se sienta, ocupando su lugar tras una mesa de metal y apoyando las manos sobre ella. Las esposas amortiguadoras que lleva emiten un zumbido bajo, al principio le daba dolor de cabeza, pero ya se ha acostumbrado. Frente a ella, un hombre grande, de cabello plateado y con los ojos ocultos tras unas gafas de sol oscuras, está acompañado de una chica joven, una nativa americana vestida con un traje de chaqueta y con el cabello recogido en una larga trenza negra.
-La situación nos sorprende tanto como a ti-masculla la chica, y la mujer sonríe.
-Yo no he dicho que me sorprenda, he dicho que es inesperada, porque contaba con que se produjera un poco más adelante. Era cuestión de tiempo que en algún momento, alguno de los grupos de cachorros de Xavier viniera a buscarme.
-Que lista eres.
-Eso es lo que me hace útil, ¿no?-dice, y Cable asiente.
-Pongamos las cartas sobre la mesa-interviene-. Ahí fuera, las cosas se están torciendo mucho para los mutantes. Hay alguien que nos está transformando en armas y que nos está arrojando contra los humanos. Estamos al borde de una guerra global que puede llevarnos a todos a la extinción, y si queremos evitarlo, te necesitamos.
-4792 muertos son muchos muertos para que lo sucedido pase como si ni hubiera ocurrido nada-responde la mujer, y Cable niega con la cabeza.
-Yo no he dicho eso. No quiero que se olvide. Quiero que se haga justicia, pero no quiero que mueran inocentes en ninguno de los dos lados. Pero habrá cosas que hay que hacer, cosas que requerirán de gente como tú… y como yo.
-¿Y que idea de justicia tienes?
-Una idea de justicia rápida, eficaz. Con mucha sangre y acero.
-Es una idea con la que podría llegar a identificarme.
-Eso es lo que yo voy a evitar-dice Danielle-. Tengo tantas ganas de tomarme la justicia por mi mano como todos los que estamos en esta mesa, pero mi parte en todo esto es que las cosas no se salgan de madre y alguien recuerdo que nosotros somos los buenos.
-Los conceptos de bien y mal son muy ambiguos, Danielle Moonstar. ¿Cómo habéis conseguido entrar? ¿Forja es consciente de que estáis aquí?
-Tengo contactos que, en algunos puntos, están por encima de Forja, y hay quien aún me debe favores. Como tu orden de liberación si colaboras con nosotros.
-Así que me ha tocado el grupo X de forajidos fuera de la ley…-sonríe ella-. Estoy muy aburrida de estar aquí dentro, así que, sí. Podéis contar conmigo. ¿Cuándo nos vamos?
-Ahora-responde Cable-. La orden de liberación es inmediata, y tendremos que salir de aquí antes de que alguien se haga algunas preguntas incómodas.
-Perfecto. Cuanto antes mejor-dice ella, y Cable y Moonstar se incorporan.
-Te voy a estar vigilando, Tessa-afirma Moonstar, y la antigua aliada de Sebastian Shaw al frente del Club Fuego Infernal, sonríe.
-Si voy a ir con vosotros, Tessa no será suficiente. Necesitaré un bonito nôme du guerre, no quiero sentirme fuera de la pandilla-dice-. A partir de ahora, podéis llamarme Sabia.
Epílogo 2.
Cumberland, Kentucky.
Casa de los Guthrie.
–¿Qué te ha pasado en ese ojo, Jeb?-pregunta Lucinda, cuando ve a su hijo entrar a la casa dando un portazo y con un ojo morado-. En el nombre de Dios, ¿qué ha pasado?
-Nada mamá-gruñe Jeb, tirando a un lado su mochila mientras su madre se acerca hacia él. La puerta se vuelve a abrir, y Lewis entra corriendo.
-¡Mamá, Jeb se ha peleado con los Morgan! Uy…-dice, al darse cuenta de que su hermano está en el pasillo.
-Estupendo, muchas gracias-gruñe Jeb mientras Lucinda llega de la cocina, con una bolsa de hielo en la mano.
-Eh, no es culpa mía-se defiende Lewis-. ¿Cómo pensabas esconder ese ojo?
-¿Qué ha pasado?-vuelve a preguntar Lucinda, aunque sabe la respuesta incluso antes de que Jeb diga nada, farfullando mientras se sujera el hielo contra el hinchado ojo.
-Lo de siempre. Que somos mutante, y ellos unos gilipollas encefaloplanos.
-¡Jeb!-exclama Lucinda-. ¡Te he dicho mil veces que no me gusta que utilices ese término! Es ofensivo. ¿Y que soy yo?
-Tú no, mamá, tú… oh, venga, ya está bien. Quiero descansar, ¿vale?
-Sube a tu cuarto… pero quédate el hielo. Iré a hablar con los padres de los Morgan.
-Estupendo-gruñe Jeb, subiendo los escalones de dos en dos, y cerrando la puerta detrás de él en cuanto llega a la habitación. Los demás no tardarán mucho en volver, y pronto toda la casa se llenará de voces contando lo que ha ocurrido entre él y los Morgan-. Gilipollas.
Con un gruñido apagado, Jeb se sienta delante del ordenador. Aún está nervioso, la pelea le ha alterado más de lo que estaría dispuesto a admitir. De hecho, se ha sentido tentado de utilizar sus poderes, y eso, le da miedo. Su mirada eléctrica podría haber hecho mucho daño a los Morgan, quizá irreparable. Su madre siempre le había educado en contra de utilizar sus poderes para hacer daño, y era algo en lo que sus hermanos mayores también habían insistido.
En muchos momentos, estaba muy harto de que Sam y Paige fueran siempre tan perfectos en todo lo que hacían, tan moderados, tan controlados… A veces, a Jeb sólo le apetecía dejarse llevar. Enfadado, introduce su contraseña en el ordenador. Seguramente en X-Perience le entenderían. Todos los chicos y chicas mutantes del mundo estaban en esos días bajo la mira, y Jeb estaba razonablemente seguro de que había gilipollas fuera de Cumberland, Kentucky.
Cinco minutos después está charlando con un chico llamado VelozCleveland, que comparte su opinión. Están siendo unos dias muy jodidos para todos. Y veinte minutos más tarde, la furia de Jeb casi ha desaparecido, mientras hablan de baloncesto y de cine.
Es en ese momento cuando Jeb Guthrie se da cuenta de que ha recibido un mensaje privado de alguien que no conoce, un tal HoyFuria. Curioso, Jeb abre la ventana.
Hola, ChicodeCampo16, dice el mensaje, ¿enfadado?
Un poco, responde Jeb. En esos días, todo el mundo está bastante enfadado.
Lo siento. Estamos viviendo un tiempo duro.
Sí, así es.
¿Y te gustaría hacer algo al respecto?
Jeb mira la pantalla, pensando en qué decir antes de responder. Finalmente, teclea.
Algo, ¿cómo qué?
Algo verdaderamente útil. Pincha aquí si quieres ver cómo cambiar las cosas.
Jeb ve el enlace, y se lo piensa un par de veces antes de pulsarlo. No empieza por www, ni nada parecido, ni pertenece a ningún entorno que a él le resulte familiar. En momentos como ese, le gustaría tener a Paige cerca, no le gustaría que le entrara ningún virus o algo así, y el enlace es muy extraño, sólo un código de números y letras sin sentido alguno…
Pero ciertamente, Jeb quiere hacer cosas. Quiere hacer algo útil.
Y pincha el enlace.
1.- Tomorrow Girl, en alusión a su apellido.
Como de costumbre un número de lo más interesante, un inicio de colección muy fuerte que engancha de principio a fin.
La verdad es que tenía bastante desconocimiento de la familia Guthrie, es decir, conocía a Paige y Sam, pero a partir de los personajes que presentas investigué un poco y son como 9 hermanos o así, menuda locura xD
Con muchas ganas del número 2!!!