Iron Man #3

ironman03Perdido desde hace más de dos años, Tony Stark regresa a un mundo que ha cambiado. Sin dinero, tras las argucias del Barón Zemo, que lo sustituyó en ese tiempo, el Hombre de Hierro se enfrenta a toda una nueva serie de problemas.

#3 – Hielo
Por Correia


Fecha de publicación: Mes 200 – 12/14


Iron Man había acabado en la zona del puerto de Nueva York acompañando a la forma astral del Doctor Extraño, que había sido apartada de su yo físico por unos misteriosos malhechores. Con la ayuda de Furia, que les había enviado a dos de sus agentes, el agente especial Phil Coulson y el necroscopio Jack Milton, el cuarteto localizó a los atacantes, y, presumiblemente, el cuerpo del místico, en un almacén de la zona del puerto.

Cuando Iron Man abrió la puerta, un gigante de hielo se lanzó sobre ellos.

Tony, enfundado en su armadura dorada, preparó los rayos repulsores a máxima potencia y apuntó contra el gigante de hielo que se abalanzaba contra él. Con una orden, disparó la energía desde sus guantes, alcanzando de lleno al mítico ser, que salió despedido al interior del almacén del que había salido.

«Rápido, Extraño, dime qué puedo hacer contra él», gritó el Vengador Dorado. «Que no sea llamar a Thor, que el rubito está de permiso.»

«El fuego es su anatema», dijo el espectro.

«Esta armadura no tiene lanzallamas», respondió el inventor, «pero algo se me ocurrirá.»

Esquivó la maza con la que el gigante, que se había recuperado rápidamente, intentaba golpearle, elevándose por los aires gracias a los jets de sus botas.

«Coulson, Milton, refugiaos», ordenó, mientras volvía a abrir sus repulsores contra el gigante.

«Es hora de pasar al contacto íntimo», pensó Tony, mientras dirigía la armadura contra el gigante, golpeándole en el pecho. El impacto, violento, los lanzó a ambos al interior del almacén.

Activando nuevamente sus jets, el vengador dorado se elevó por los aires, hasta casi alcanzar el techo de la nave. El gigante pugnaba por levantarse. Aparentemente se había hecho daño en uno de los brazos, que colgaba inerte. Gritaba y gruñía.

Extraño, flotando en su forma astral junto al vengador, analizaba la situación.

«Lo has herido, pero no lo has derrotado. Y aquí hay algo. Siento mi cuerpo cerca… pero bloqueado por alguna barrera.»

«Dime dónde, y le tiraré un gigante a ver si se rompe», bromeó Tony.

«En aquella habitación», señaló el mago. «Pero no intentes entrar.»

«Oh, no te preocupes por eso», respondió el inventor.

Activando los jets a máxima potencia, Tony agarró por el brazo al gigante, elevándolo por los aires y, cogiendo impulso, lo lanzó contra la habitación señalada.

Al chocar con las paredes, estas se derrumbaron, mostrando tras de sí una barrera energética contra la que chocó, nuevamente, el gigante. Al contacto, chilló como si le estuvieran desgarrando el alma, cayendo al suelo, donde siguió retorciéndose de dolor.

«¿Qué es eso?», preguntó Tony.

«Un escudo de Seraph invertido, parece ser», contentó el místico. «Magia negra.»

«¿Alguna idea?», volvió a preguntar.

«Es complicado de romper. Si estuviera en mi cuerpo…»

«Pero no lo estás», interrumpió Tony, «así que habrá que pensar otra cosa.»

«Déjame probar algo», dijo Milton parapetado tras unas cajas de madera.

«Tú mismo, agente. Pero no levantes mucho la cabeza, que el gigante se recupera.»

Y así era. El gigante comenzaba a ponerse de pie, arrodillado aun de dolor. Tony decidió no esperar a que se recuperara y le lanzó un rayo repulsor que lo volvió a hundir en el suelo.

Milton comenzó a concentrarse. Su poder era bastante peculiar. Era un necroscopio, podía hablar con los muertos, y convencerlos para que le ayuden.

No había muchos alrededor. Un par encerrados en cajas, que no podrían romper para salir. Varios en las aguas del puerto, a los que animó a salir para ayudarle, pero no tenía esperanzas. La hinchazón del agua les haría bastante inútiles en tierra.

Siguió buscando… y encontró lo que necesitaba. Dos almacenes más allá, alguien había matado a un par de tipos. Cosas de gangsters, pensó. Habló con ellos. Acababan de morir, y aun estaban confusos, pero agradecieron volver a oír una voz.

«Necesito vuestra ayuda», dijo Jack.

«Te ayudaremos», respondieron los dos difuntos, que comenzaron a moverse, arrastrando sus miembros inermes al principio, pero ganando estabilidad y confianza paso a paso. En un par de minutos, entraron por la puerta del almacén, como zombis de una película de terror.

Tony miró asombrado, perdiendo momentáneamente la concentración, y recibiendo un golpetazo del gigante, que seguía recuperándose pese a sus continuos intentos de derribarlo. La armadura amortiguó el golpe, pero apartó momentáneamente a Tony de la lucha. Flotando en el aire, observó como los dos zombis se acercaban al escudo místico.

«¡Eso es!», dijo Extraño, al comprender la idea de Milton. «Iron Man, impide que el gigante los derribe.»

«Haré lo que pueda», respondió el inventor, lanzando nuevamente su armadura contra el gigante, al que golpeó en pleno rostro, derribándolo.

Los dos zombis llegaron al pie del escudo. Jack los volvió a animar, dándole las gracias, y éstos alzaron las manos, antes vivas, y las posaron sobre la energía mística…

Una explosión sacudió el almacén, haciendo volar por los aires los cadáveres y las cajas que en él se apiñaban. Coulson y Milton se resguardaron lo mejor que pudieron, mientras Tony se elevaba para evitar los restos, destrozando algunos con sus repulsores.

Cuando se asentó la polvareda, el escudo había caído. El contacto de los no-muertos con el escudo invertido de Seraph lo había deshecho. Y antes de que el brujo pudiese rehacerlo, Phil le disparó entre los ojos.

«¡Eh!», gritó Tony, que no pudo parar la bala. «¿Qué haces?»

«Jack y yo ya nos hemos enfrentado a estos tipos. Furia nos ordenó liquidarlos si teníamos oportunidad. Pero no te preocupes, te hemos dejado diversión… ahí vuelve el gigante.»

Tony se giró en el momento en el que el gigante volvía a cargar contra él. Lo esquivó elevándose, provocando que el gigante trastabillara y cayera al suelo.

Tony volvió a cargar contra él, lanzando sus repulsores a máxima potencia, aunque sabía que  era inútil.

«Yo me encargo», dijo Extraño, dirigiendo su forma astral hacia su cuerpo, que yacía junto al cadáver del brujo. El espíritu se fundió con la carne, y el Doctor Extraño abrió los ojos, exhalando un suspiro.

Se incorporó lentamente, como quien sale de un sueño profundo y aun no ha despertado del todo. Trastabilló, y casi vuelve a caer. Coulson corrió a su lado, sujetándole, ayudándole a mantener la verticalidad.

«¿Estás bien?», le preguntó el agente.

«Ahora sí», respondió el místico. «Tengo una herida que habrá que atender, pero lo primero es el enemigo.»

Se soltó del espía, y comenzó a recitar un cántico rítmico, gutural, pero misteriosamente melódico, mientras, con las manos, gesticulaba.

Una chispa surgió de sus dedos… y con la misma, desapareció en un chisporroteo similar al de una bengala.

«¿Qué ha pasado?», preguntó Coulson.

«No… no lo sé», respondió, atónito, el mago.

«¿No ibas a acabar con el gigante de hielo?», preguntó nuevamente, señalando al behemolt que volvía a enfrentarse al vengador de la armadura roja y dorada.

«Sí», respondió el hechicero, aun sorprendido. «Pero no he podido. He perdido mi magia.»

CONCLUIRÁ

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2 Responses to Iron Man #3

  1. Ibaita says:

    Interesante, interesante. Pensaba que el Dr. Extraño sería un secundario con menos importancia, pero parece que la va a tener. Y la combinación me gusta.

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