Por Ibaita
Fecha de publicación: Mes 196 – 8/14
VOLUMEN III: GUERRA DE BANDAS
Número 48: ¡Duelo de mercenarios!
Damas (¿hay alguna?) y caballeros, si bien este humilde narrador se ha mantenido con un punto de vista muy impersonal hasta el momento, creo que tal vez es conveniente romper -sólo brevemente- el Cuarto Muro, con el fin de pedirles que imaginen bien el ambiente… truenos, relámpagos, aullidos… con todos ustedes… ¡¡¡LA CASA INFERNAL!!!
Dentro, el mercenario conocido como Masacre se toma una birra, acompañado por sus amigos CF y Fenway.
-Y así es como mi cara quedó hecha una pasa y huí de Genosha para llegar hasta aquí… EEUU nunca ha sido muy acogedor con los inmigrantes, pero no es nada que no se pueda arreglar enseñando al inspector de aduanas lo sabrosos que pueden saber sus propios testículos si les echas un poco de ketchup y mostaza.
En aquel momento, el jefe de la Casa Infernal, Patch, entró en el salón.
-Guardad silencio, chicos. Hoy quiero presentaros a alguien importante.
Al instante, todos los mercenarios callaron. Algunos eran segundones; otros, como Hitman o Tifoidea, tenían más rango. Un hombre anciano, trajeado, entró en la sala, seguido por otro más joven, musculoso y vistiendo un traje ajustado negro.
-Éste es Justin Hammer, gente-murmuró Patch-. Con su guardaespaldas, Látigo Negro. Él mismo expondrá su caso.
-Buenas tardes, caballeros. Tengo para el que lo quiera un contrato muy bien pagado… 15 millones de dólares, ni más ni menos.
Algunos de los mercenarios cuchichearon, perplejos.
-Es un contrato especial. Quiero que matéis a uno de los vuestros. Quiero que matéis a una mercenaria.
-Joder-susurró Fenway-. Eso no es normal.
-¿No recuerdas cuando Jameson pagó 5 a Bushman para que se cargase a la Urraca Asesina, como venganza por haber matado a su esposa?-respondió CF.
-Chist-dijo simplemente Masacre.
-Mis comienzos fueron duros-dijo Hammer-. Yo mismo compré el equipamiento a mis guardaespaldas: Látigo Negro, al que veis aquí, Ventisca, Fundidor y el Actor. Alguien contrató a una mercenaria para matarme. No sé quién fue; quiero que encontréis a la mercenaria, averigüéis quién la contrató y después la matéis a ella. Se trata de la célebre Mujer Invisible.
Los mercenarios cuchichearon entre ellos. Ni siquiera Tifoidea parecía sentirse capaz de acometer la empresa.
-Yo lo haré-dijo entonces una voz que retumbó por toda la Casa Infernal. Los mercenarios se giraron para ver a T-Ray.
El mercenario, de piel pálida como un muerto, con casi dos metros de altura, se puso en pie y Hammer asintió.
-Bien.
-¡Fracasará!-dijo entonces Masacre ante la mirada de terror de casi todos los mercenarios-¡Seré yo quien lo haga!
-No me importa quién de los dos cumpla el contrato, caballeros-replicó el empresario-. Haced lo que os digo y tendréis el dinero.
Los dos se miraron el uno al otro, desafiantes, y asintieron en silencio.
T-Ray meditaba en su estudio, desnudo, iluminado por un círculo de velas cuyas llamas emitían un pálido fulgor de tono verdoso. De pronto, en un gesto brusco, abrió los ojos. La había encontrado.
El mercenario se fundió en las sombras, partiendo en busca de su presa; ni siquiera él puedo percibir que alguien le vigilaba de lejos con unos prismáticos con visión térmica.
Hawaii, dos días después.
La Mujer Invisible era visible. Vestida con un bikini y una falda típica, descansaba sobre una hamaca. Bebía un cóctel lentamente. Era ya de noche, pero la temperatura era ideal. Unas velas iluminaban la pequeña playa.
Cuando la llama de las velas pasó a ser de color verde, la mercenaria se incorporó. Delante de ella, sin saber cómo había llegado a él, se encontraba T-Ray, empuñando una gran espada.
-Quiero hacerte una pregunta.
-Pide tu turno, cielo.
T-Ray dio un mandoble al aire con su espada y la estela de ésta lanzó una onda de energía verdosa contra la Mujer Invisible. Ésta se cubrió rápidamente con un campo de fuerza, pero, para su sorpresa, el ataque lo atravesó como si no existiera y la alcanzó en el estómago, quemando su piel.
La mercenaria gritó de dolor mientras caía al suelo. Su piel humeaba, pero no había sido un ataque fuerte; T-Ray la necesitaba viva para interrogarla.
-Mi magia puede atravesar tus campos de fuerza. Ríndete.
Entonces, la cabeza de T-Ray estalló con un campo de fuerza formado en su interior.
-Vaya, ¿qué te parece?-sonrió la Mujer Invisible-Parece que mis campos de fuerza pueden atravesarte a ti.
Un día después.
La Mujer Invisible preparó sus maletas, en una de las habitaciones de un chalé en primera linea de la playa. Era hora de volver al trabajo.
Un crujido de cristales rotos interrumpió su rutina, y un gas comenzó a extenderse por la habitación. Rápidamente, la mercenaria se envolvió en un campo de fuerza para evitar inhalarlo. A continuación, usó ese mismo campo de fuerza para salir por la ventana y permanecer flotando en el exterior.
-Será mejor que te vayas rindiendo, preciosa-dijo la voz de Masacre-. Je, sabía que sería buena idea seguir a T-Ray… en fin, será mejor que te vayas rindiendo, porque estoy bien escondido y si no me ves no podrás hacerme el truco ése de reventar cerebros tuyo. Me han encargado interrogarte, aunque todo se puede negociar, ¿no? O sea, tengo curiosidad por saber… bueno, ya sabes. Eso de ser invisible en ciertos momentos… o sea, tiene que ser curioso ver tu propia escopeta en acción mientras la descargas, no sé si entiendes lo que quiero decir…
En mitad de la frase, toda la estructura de la casa se volvió invisible. Masacre apareció escondido tras una chimenea.
-Epa. Buen truco. No sabía que podías… ¡¡¡¡¡AAAARGH!!!
Las entrañas de Masacre explotaron al momento.
-Joder… esto duele la ostia…
-Morirás en unos pocos minutos. Dime, ¿quién te envía?
-No, en realidad tengo un factor curativo cojonudo, moriré en unas horas si eso o igual sobrevivo… uy, no debería haber dicho eso.
-¿Quién te envía?
-Hammer.
-Así me gusta. Así que factor curativo, ¿eh? Bueno… tu amiguito está muerto. ¿Quedan más?
-¿T-Ray? No es mi amiguito. Y seguramente resucitará, ya sabes, por el rollo ese de magia negra que se trae y tal. Ah, y no, no quedan más.
-Habéis puesto a prueba mis habilidades. Sólo ligeramente, pero las habéis puesto a prueba. Seguid intentándolo, me mantendrá en forma.
-Sí, claro, ahora mismo. Tú sólo espera que me recoja las tripas. ¡Zorra!
Y ésta es la historia de cómo Masacre y T-Ray intentaron interrogar y matar a la Mujer Invisible, fracasando estrepitosamente una y otra y otra vez.
Número 49: El Capitán América
El Capitán América descendió del trapecio y aterrizó suavemente en el suelo, empapado de sudor.
-Veo que lo llevas bien-comentó Dum Dum Dugan, entrando en el gimnasio.
-Sí, señor. El suero del supersoldado parece ser un éxito, señor.
-Buen trabajo, hijo; eres justo lo que el mundo necesita.
-Gracias, señor.
John Walker salió de la habitación y se dirigió a darse una buena ducha. Pronto estaría listo para asumir su cargo como nuevo líder de los Vengadores.
Pero aún quedaban unas cuantas cosas pendientes. Concretamente, Walker quería terminar de ver la historia de uno de sus predecesores: el segundo Capitán América, el supersoldado Jack Monroe, que trabajó para el Ejército de los Estados Unidos durante la Guerra Fría.
Toda la biografía del Capitán América estaba archivada en cintas de video en SHIELD. En los días previos, Walker había estado viendo su servicio, el asesinato del general Fang y de Wong-Chu y sus enfrentamientos contra el doctor Vanko y, sobre todo, contra la peligrosísima espía Natalia Romanova, la célebre Viuda Negra, cuya fama había trascendido con mucho el secreto de EEUU y de la URSS, colocándola casi al nivel de Mata Hari.
Walker se sentó en un sofá y activó el último video.
8 de noviembre de 1971.
-Pase-dijo el general Ryker, sentado en su despacho.
El Capitán América entró con paso firme, cerrando la puerta tras de sí, e hizo el saludo militar.
-Siéntese, Capitán-éste obedeció al instante-. ¿Sabe por qué le he traído a mi despacho?
-No, señor.
-Bueno, ante todo, quería comentarle que Wilson y usted han hecho un gran trabajo últimamente. No han descansado ni un momento, Capitán. Han tenido unos meses realmente ocupados, combatiendo a todo tipo de espías rojos, chalados peligrosos y otro tipo de criminales.
-Muchas gracias, señor. Me honran sus cumplidos.
-No obstante, hay gente en la Casa Blanca que cree que tal vez estéis trabajando… demasiado.
-No entiendo, señor.
-Creo que quizá deberíais tomaros un descanso. Últimamente habéis participado en muchas batallas que no correspondían a vuestras misiones asignadas, si bien…
-Descubrimos el paradero de la Viuda, señor, y no podíamos esperar…
-Hicisteis bien, hijo. Indudablemente fue un buen caso, pero creo que en lo sucesivo, deberíais evitar realizar… cierto tipo de ataques.
-¿Se refiere al Imperio Secreto, señor?
Ryker permaneció en silencio unos segundos y después suspiró.
-Sí, me refiero al Imperio Secreto. Hay gente en la Casa Blanca que está… ligeramente molesta por tu actuación en el asunto. Eres un buen soldado, Capitán… muy buen soldado. Ten cuidado de ahora en adelante, ¿vale?
-Sí, señor.
-Capi, les tenemos. Les tenemos a todos; por fin hemos cazado al Número Uno-dijo Sam Wilson, emocionado, cuando el Capitán América entró por la puerta.
-¿En serio?
-Sí. Mira. Tienen una base justo aquí-explicó señalando el mapa.
-Buen trabajo, Sam. Buen trabajo…
-¿Pasa algo, Capi?
-No, nada. Vamos a por ellos.
La base tenía todas las defensas preparadas, como si ya les esperaran. El Capitán barrió a todos los soldados de la entrada con la metralleta que incorporaba el helicóptero. Una vez éstos no fueron un peligro, Wilson saltó en su peculiar ala delta, planeando por encima de la base y arrojando granadas contra algunas torretas.
Por su parte, Monroe descendió del helicóptero y encontró cobijo de la lluvia de balas tras una colina. Ocasionalmente se asomaba a disparar, apuntando con su rifle siempre por el flanco derecho mientras se cubría el izquierdo y la cabeza con el escudo.
Poco a poco, los dos soldados fueron ganando terreno. Los miembros del Imperio Secreto no tenían un gran entrenamiento, y fueron cayendo con extraordinaria rapidez. A los pocos minutos, el Capitán América y Sam Wilson habían acabado con todas las defensas exteriores, y entraron en la base.
-¡Dame fuego de cobertura, Capi!-gritó Wilson mientras entraba disparando con dos pistolas, derribando a dos enemigos al instante.
El Capitán América se adelantó, desviando algunas balas con su escudo y disparando ráfagas con extraordinaria habilidad, haciendo que los enemigos a los que no acertó se tuvieran que tirar al suelo.
-¡A tu izquierda, halcón!
Wilson asintió y se giró, matando a otro oponente. Al fondo de la sala, el Capitán pudo ver una figura vestida como las demás, pero con una capa encima y desarmado. Los demás le estaban escoltando. Al instante, supo quién era; le había visto otras veces en la lejanía. Se trataba del Número Uno, el líder del Imperio Secreto.
-¿Cómo habéis dejado entrar a este necio?-preguntó-Estábamos preparados para esto.
Los soldados que le escoltaban empezaron a disparar, de modo que Monroe tuvo que esconderse tras una columna y no pudo disparar al Número Uno.
-Soltad al Superadaptoide.
-Pero señor, no está…
-¡Soltadlo!
Una compuerta se abrió y un extraño androide emergió de ella. Se movía lenta y pesadamente; poco a poco fue cambiando de color y de forma y tomando el aspecto del Capitán América, aunque había zonas en su pierna derecha y su brazo izquierdo que permanecían grisáceas.
-Espero que estés preparado, Capitán América. Reconstruimos a esta joya a partir de un androide que encontramos en una nave alienígena hace 20 años. Puede tomar el aspecto y las habilidades de quien quiera… tú incluido.
Un escudo fue formándose en el brazo derecho del androide, y un fusil en el izquierdo. El Capitán América disparó contra él, pero las balas rebotaron.
-Y sí… es a prueba de balas.
-¡Halcón, cúbreme!-gritó Monroe, saliendo de la columna.
Wilson asintió y comenzó a disparar contra los soldados que quedaban, Número Uno incluído. Éste reaccionó rápidamente y usó a uno de sus soldados como escudo humano. El soldado no parecía agradecido por la idea, pero no se atrevió a oponerse, ni siquiera cuando dos balas se hundieron en su pecho.
El Capitán América fue corriendo hacia el Superadaptoide. Éste comenzó a disparar una ráfaga de balas continuada, pero Monroe las desvió con su escudo. Para su sorpresa, el Superadaptoide continuaba disparando contra el escudo, sin comprender que sería más inteligente apuntar a otra zona del cuerpo del Capitán. Evidentemente, los científicos del Imperio Secreto no lo habían reconstruido nada bien.
Cuando Monroe se acercó lo bastante, desvió el fusil de una patada y golpeó con su escudo con todas sus fuerzas, en pleno cuello del Superadaptoide. Éste cayó al suelo, con el escudo hundido hacia la mitad. Rápidamente, el Capitán sacó el escudo, lo alzó y lo volvió a hundir, una y otra vez, hasta que la cabeza del androide se separó de su cuerpo y se quedó inmóvil.
-¡No dispares, halcón!-gritó el Capitán-¡Le quiero vivo!
-Tú mandas, Capi.
El Capitán América subió rápidamente a la pasarela donde se encontraba el Número Uno, apuntándole con el rifle.
-Estoy seguro de que le querrán vivo. Pueden interrogarle, este… este androide… joder, no sé de dónde ha salido, pero seguro que nuestro Número Uno tiene mucho que contar.
-Nadie me va a interrogar-dijo lentamente el Número Uno.
-¿Por qué?-rápidamente, Monroe apuntó su rifle a las piernas, para disparar si estaba dispuesto a sucidarse.
-Quítame la capucha y lo sabrás.
-Cuidado, Capi-dijo Wilson-. Puede ser una trampa.
-No me da miedo.
Monroe avanzó y descubrió en un segundo el rostro del Número Uno.
-Oh, no… No… No me jodas…
Richard Milhous Nixon sonrió.
-Eres un buen soldado, Capi. Simplemente, no entiendes cómo funcionan las cosas, eso es todo.
Monroe retrocedió y tiró el rifle al suelo, maldiciendo. Wilson, estupefacto, bajó la pistola con la que apuntaba al presidente. Éste se incoporó lentamente y se sacudió el polvo de la ropa.
-Olvidemos esto, ¿eh? Tengo efectivos de sobra para reconstruir la organización. La próxima vez, contaré contigo.
Los segundos pasaron lentos. Entonces, el Capitán América tomó su decisión. Wilson casi pudo ver a cámara lenta cómo se giraba y golpeaba fuertemente el rostro de Nixon, un puñetazo en plena cara que hizo brotar la sangre.
Ahí quedó todo. Unos días después, el rostro del presidente volvía a presentar un aspecto lo bastante saludable como para hacer apariciones públicas. Sam Wilson se retiró del servicio con una pensión bastante modesta. El Capitán América pasó el resto de sus días en una pequeña celda de una prisión militar, teniendo que dormir desnudo para evitar el suicidio y pudiendo salir 2 horas al día a un patio fuertemente custodiado.
CORREO: DESPACHO DE MATT MURDOCK
Y ahí vamos. Números 48 y 49 acabados, toca el 50, que será un número un tanto especial y además presentará al personaje más importante de Marvel que queda por presentar. ¿Alguien quiere hacer sus apuestas?
Masacre mola…
Sobre le que falta… ya he perdido la cuenta de los que han aparecido! Apuesto por Mapache Cohete 😀
Por supuesto, Mapache Cohete tendrá que aparecer en algún momento, sí. Sino, no me quedo tranquilo.