Vengadores #1

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Y llegó un día, un día distinto a los demás, en el que los héroes más poderosos de la Tierra se unieron contra un enemigo común… Para combatir amenazas que ningún superhéroe podía derrotar en solitario… ¡Aquel día nacieron LOS VENGADORES!

#1 – Busquen las piezas
Por Miguel Sanz Jiménez


Fecha de publicación: Mes 194 – 6/14


Nada perturbaba la calma de una noche de verano en Brooklyn, salvo el ruido de las habituales sirenas de la policía, los bomberos y las ambulancias.
En medio de la rutina de estruendos, pocos repararon en la alarma de un pequeño comercio, cuyo novedoso y llamativo escaparate yacía hecho añicos, al igual que su dueño, Al.
A Al no le entusiasmaba usar clichés, pero sí que se henchía de orgullo cada vez que se definía como un hombre hecho a sí mismo, expresión que había adquirido un nuevo significado para él después de remodelar su negocio de electrónica y salvarlo de la dura recesión económica de los últimos años. Y si por el camino había contribuido a ayudar a superar semejante bache a familiares y vecinos del barrio, las razones no le faltaban para continuar definiéndose mediante viejas expresiones desgastadas.
Mas la vida de Al, sus éxitos y fracasos, se escapaban de su alcance a la velocidad del reguero de sangre que le manaba del cráneo. Tendido en el suelo, sin apenas moverse, trataba de adivinar la identidad de los ladrones que saqueaban la caja registradora y aprovechaban para descargar ira y frustración contra cualquier rincón de la tienda sobre el que reposaran la vista.
El más orondo de los ladrones se dirigió hacia la puerta y miró fugazmente a la calle. Las manchas del sudor producido por un nerviosismo incontrolable le salpicaban el pasamontañas y, antes de asfixiarse de angustia, volvió la vista atrás y llamó a su compañero.
–¡Randy, larguémonos de una vez!
–¡Maldita sea! ¿Cuántas veces tengo que repetirte que no uses mi nombre de pila?–bramó su socio, de constitución atlética.
Tras un último repaso a la caja registradora y al mostrador, Randy se dirigió a la puerta, no sin antes propinar una patada a Al, que seguía agonizando en el suelo.
Randy se zambulló en la oscuridad de las calles, ansioso de deshacerse de su estúpido compañero para así no tener que repartir el botín del golpe. Lo que no sospechaba es que parte de los nervios de su compinche se debían a que albergaba anhelos similares.
Sus tribulaciones se vieron interrumpidas por una centella que surcó la noche a mayor velocidad que sus ambiciosos pensamientos.
–¡Aggghh! ¡Mi brazo!–chilló el ratero que se encontraba en peor forma física.
Randy tardó unos segundos en asimilar lo que estaba pasando. Una flecha negra de plumas violetas había atravesado el antebrazo de su compañero, dejándolo ensartado en la puerta del negocio que acaban de atracar, todavía entreabierta.
Una voz risueña les habló desde las sombras.
–¿No os da vergüenza aprovecharos de la gente honrada de mi barrio?–preguntó Ojo de Halcón al mismo tiempo que llevaba con delicadeza y agilidad una nueva flecha del carcaj al arco.
La expresión de desconcierto del rostro de Randy dio paso a una mueca de miedo, mientras que la de su compañero de negocios se tornó en un llanto infantil desconsolado, acompañado por una rápida y apestosa evacuación de vientre.
–¿Qué es ese olor? ¿De verdad que no has podido aguantarte, amigo?–comentó con jocosidad Clint Barton. Una amplia sonrisa se le dibujó en el rostro.
–Al cuerno, ¡yo me largo!
Randy reaccionó con rapidez. Arrojó el botín con furia contra Ojo de Halcón en el momento necesario para sorprender al arquero y desequilibrarlo. Semejante artimaña dio unos segundas extra al ladrón, pero no los suficientes.
Mientras corría por las calles de Brooklyn, los únicos pensamientos que le distraían de la fatiga giraban alrededor de los años perdidos en el reformatorio, la decisión de abandonar el barrio en busca de oportunidades y lo extrañas que le resultaban ahora las calles del lugar que un día fuera su hogar. Había cambiado demasiado durante su ausencia.
Randy oía los pasos del arquero, cada vez más cerca de él. Y siguió escuchándolos cuando dobló una esquina, sorteó un par de coches aparcados en línea, zigzagueó entre medias de la hilera de expendedores de periódicos, y finalmente se escabulló por un estrecho callejón.
Inmediatamente, la oxidada escalera de incendios de un viejo edificio de principios del siglo pasado le llamó la atención. Sin dudarlo ni un instante, Randy se encaramó a ella de un rápido salto. Las duras y sudorosas jornadas en el gimnasio por fin daban frutos.
Subió al primer piso, se escurrió entre los barrotes de la barandilla; y ya tramaba una pérfida estratagema para sorprender al arquero nada más asomara la cabeza por el callejón, cuando una sombra de la noche descendió con sigilo desde las alturas.
Un duro golpe sacudió la cabeza de Randy, que rebotó primero contra la pared enladrillada del edificio, y después contra la barandilla metálica. Todo daba vueltas a su alrededor, luchaba por escupir la sangre que le inundaba la boca para articular alguna expresión de asombro, cuando un segundo golpe le sacudió con más fuerza.
La sombra adquirió apariencia humana, alzó el cuerpo de Randy, al borde de la inconsciencia, y lo arrojó a los pies de Clint Barton, que entraba en el callejón con una mueca socarrona.
–Era mío. No necesitaba tu ayuda, T’Challa.
La silueta nocturna descendió grácilmente. Frente a Ojo de Halcón se alzó la figura majestuosa de Pantera Negra.
–¿A esto te dedicas ahora? ¿A capturar delincuentes de poca monta?–rugió el monarca africano.
–Yo también me alegro de verte, viejo amigo–respondió Clint–. Y no le veo nada malo, ayudo a limpiar las calles del barrio, y los vecinos lo agradecen. ¿Qué te trae tan lejos de Wakanda?
–Amigo mío, sin duda tu comunidad aprecia tu labor, pero, ¿acaso has olvidado lo que puedes hacer por el mundo?
–Alto ahí, para el carro, T’Challa. No más Vengadores, ¿recuerdas? Se acabó, eso es cosa del pasado–dijo Clint enfurecido.
–El mundo necesita a Los Vengadores, Clint. Nos necesita.
–¿El mundo nos necesita? ¿Y qué hay de nosotros? Janet y Tony tienen sus propios problemas, la Roxxon ocupa la Mansión, Thor se enfrenta a amenazas que escapan de nuestra comprensión en Asgard, y el Capi se encuentra en Europa, quién sabe si persiguiendo fantasmas de su pasado. No, no más Vengadores.
–¿Acaso has olvidado la razón por la que nos reunimos por primera vez?–intervino Pantera Negra– Para enfrentarnos a amenazas que ninguno podría vencer en solitario.
–¿Por qué me vienes con eso ahora?
–Permíteme que te muestre, Ojo de Halcón, que el mundo necesita a Los Vengadores–sentenció T’Challa.


Escasas noches antes, el ruido y el ajetreo de Brooklyn contrastaban con la calma absoluta que reinaba en el terreno montañoso de Carolina del Norte, cuyo manto de árboles se extendía prácticamente ininterrumpido salvo por la excepción que suponía una pequeña base militar, abandonada desde el final de la Guerra Fría.
La calma del bosque también se había hecho con la base, y la intrusa que se había propuesto llegar hasta el corazón de las instalaciones tenía experiencia suficiente como para no perturbarla lo más mínimo.
Natasha Romanoff se deslizaba con sigilo por los conductos de ventilación. Su uniforme negro la hermanaba con la oscuridad. Había memorizado los planos que ella misma había robado 48 horas antes, y su única incógnita era descubrir cuántos enemigos la esperaban en la sala de operaciones.
Una vez hubo alcanzado el enclave deseado, Natasha observó con cautela a través de la rejilla de ventilación, centrando la atención en las siluetas perfiladas por el resplandor de los monitores de la sala de operaciones.
Los agentes de I.M.A. le repugnaban sin importar dónde los encontrara, pero tres de ellos no supondrían un gran desafío para la Viuda Negra.
Natasha noqueó a dos de ellos gracias a los dardos dispensados por sus aguijones. El tercero, que contemplaba atónito los cuerpos de sus compañeros sin saber a qué protocolo debía abstenerse en estos casos según el demagógico entrenamiento al que se había sometido al unirse a I.M.A., ni siquiera reparó en la figura que descendió del conducto de ventilación, realizó un par de piruetas ligeras y terminó dejándole inconsciente de una patada en la cara.
La Viuda Negra escudriñó la estancia con cuidado. Procedió con precisión quirúrgica a cerrar su misión: vació los discos duros, reunió información acerca de agentes dobles, de programas armamentísticos, de nuevos prototipos de armaduras y de réplicas del suero del supersoldado.
Justo antes de que liberara en el sistema el virus que borraría del mapa esta instalación al servicio de I.M.A. y sus asociados, el destello de un pequeño monitor de vigilancia captó la atención de Natasha.
Por la disposición de la estancia, supo al instante que no pertenecía a la base en la que ella se encontraba, mas no pudo apartar la vista de la pantalla. Una figura extrañamente familiar, a pesar de la espesa barba y de los harapos que la envolvían, se retorcía de dolor en el interior de la celda de una prisión.
–¿Jarvis?–murmuró la Viuda Negra.

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5 Responses to Vengadores #1

  1. Oneyros says:

    Gran numero.
    No solo nos suelta en medio de la acción, sino que encima presenta a quienes serán los protagonistas de esta aventura y te deja grandes incógnitas para el futuro.
    Grande Mike

  2. MarvelTopia says:

    Me recuerda a cuando la desbandada de los originales, que el Capi tuvo que reclutar a un nuevo equipo… mezclado con algo de Secret Avengers… ¡a ver cómo sigues!

  3. Tomás Sendarrubias says:

    Cortito pero contundente. Como dice por ahí arriba el jefe, ¡a ver por donde sales!

  4. Miguel Sanz says:

    Muchas gracias a los tres, me alegro de que os haya gustado.

    Espero que los Vengadores Secretos estén presentes en espíritu.

    A ver qué tal las próximas entregas.

    ¡Saludos!

  5. Ibaita says:

    Interesante número. Me ha gustado el no escatimar en la descripción de lo que se les pasa por la cabeza a los ladrones; en el Universo Marvel este tipo de ladrones siempre dura muy poco, y de vez en cuando está bien dedicarles un poco de atención.

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