Superhumanos #24

superhumanos24

Por Ibaita


Fecha de publicación: Mes 192 – 4/14


VOLUMEN III: GUERRA DE BANDAS

Número 44: Veneno

Las horas fueron pasando lentas en el apartamento de Eddie Brock. Sus nervios estaban a flor de piel, había matado a un hombre, pero, ¿qué podía hacer? No podía llamar a la policía, aún no. Kingpin había tenido sobornado a la mayor parte del cuerpo durante demasiado tiempo, casi desde sus comienzos.

El corazón del periodista dio un vuelco cuando una figura entró atravesando su ventana. Rápidamente se preparó para disparar, pero el asaltante le quitó la pistola de un golpe.

-No seas gilipollas. Quiero protegerte.

Brock retrocedió, temblando. El ser que tenía delante apenas parecía humano; aunque sin duda tenía aspecto humanoide, pero un disfraz que parecía estar vivo lo cubría.

-¿Quién… quién eres?

-Soy policía. Estoy de tu lado, y no hay tiempo para hablar. Hay un grupo de hombres viniendo hacia aquí para matarte, les he estado siguiendo. Permanece quieto y déjame ocuparme de ellos.

-Uh… vale… claro.

En el rellano, tres hombres se acercaban en silencio. El que iba delante llevaba una capucha que le cubría el rostro.

-Tú dirás, Robbins-susurró otro de los hombres-. ¿Atacamos ya?

-Claro. Recordad que pudo desarmar al que le atacó en el callejón, así que cuidado.

Los tres hombres forzaron la puerta y se metieron en el piso. Nada más entrar, vieron un cadáver tendido en el suelo, con un agujero de bala.

-¿Quién es…?-empezó uno, pero no pudo terminar. El policía y la simbionte alienígena cayeron sobre él y le derribaron con un duro golpe.

Robbins disparó contra aquel extraño ser, y aparentemente consiguió herirle, pero él rápidamente se recuperó y le arrebató la pistola de un golpe. El tercer criminal llevaba una navaja, pero no tuvo oportunidad de usarla antes de que el vigiliante le dejara inconsciente con un duro golpe en el rostro.

Cuando se giró para rematar a Robbins, comprobó que había desaparecido.

-Hmm. Extraño-gruñó.

Brock se acercó a él, sin saber muy bien qué decir.

-Uh, gracias.

Entonces, el aspecto del vigilante comenzó a cambiar. La simbionte fue arrastrándose por el suelo. Había encontrado un portador mejor. Poco a poco, la espesa sustancia negra comenzó a trepar sobre Eddie Brock. Patrick Mulligan quedó en mitad del recibidor, desprovisto de sus poderes y confundido.

-¿Qué… qué es esto?-murmuró Brock.

-No lo sé-dijo en voz baja Mulligan, intentando recuperarse de la sorpresa-. A mí me cubrió y después de eso empecé a ser mucho más fuerte y rápido, pero… bueno, si te ha elegido a ti…

-¿Qué? Yo sólo soy un periodista, esto… esto es una locura…

-Mientras lo tengas, aprovéchalo. Tienes que hacer justicia.

-Sí… sí, tienes razón.

Brock agarró a uno de los hombres inconscientes del suelo y comprobó con sorpresa que podía levantarlo sin apenas esforzarse. Después cogió al otro.

-Me llevaré a estos dos a una comisaría. Cúidate.

-Claro. Adiós.

Mulligan quedó confundido en mitad del recibidor mientras su sucesor se iba. Segundos después, una bala le atravesó la cabeza, y Robbins salió de entre las sombras.

-Interesante-comentó mientras guardaba su pistola.


Jameson apagó un puro en el cenicero mientras escribía en su teclado. Un sencillo editorial sobre un caso de corrupción en el que se había visto envuelto el fiscal del distrito Franklin Nelson, nada demasiado complicado. Las palabras fluían solas. Los medios sensacionalistas apuntaban también a ciertas relaciones más que profesionales entre Nelson y su secretaria Karen Page, pero el Daily Bugle era conocido por ser un medio serio.

Mientras escribía, una figura cayó encima de su escritorio. Jameson se detuvo impresionado mientras aquel ser le cogía del cuello e la camisa y le levantaba por los aires. No era la primera vez que Jameson trataba con superhumanos, pero nunca de tan cerca. Y nunca con visible intención de dañarle.

-¿Me recuerdas, Jameson? Soy Eddie Brock. Soy periodista. Últimamente han enviado a mucha gente a matarme, y, con sorpresa, descubro que los últimos no sabían nada del anterior. Eso me lleva a pensar que les ha enviado gente distinta, ¿no?

Brock empujó a Jameson contra la ventana y el cristal se hizo añicos. Jameson quedó colgado a 50 pisos de altura, con Brock hablándole lentamente.

-Total, que un par de averiguaciones me han llevado al dueño del Daily Bugle, el periódico que más ha respetado a Kingpin en todos estos años, el que más le ha lamido el culo constantemente… Me das pena, Jameson. Pena, porque sé que tú fuiste uno de los pocos periodistas honrados en esta ciudad. Y no hace falta ser un genio para darse cuenta de que cambiaste después de que muriera Marla en extrañas circunstancias… pero todavía te queda John, ¿verdad? Tienes que protegerle, y harás cualquier cosa para ello. Incluso matar a periodistas honrados si hace falta. Ellos no son tu hijo.

-…que te jodan.

Brock lanzó a Jameson de nuevo hacia el interior del edificio, estampándole contra el escritorio.

-Pórtate bien o volveré-dijo, y desapareció.


En un pequeño almacén junto a los puentes, Cabeza de Martillo se recuperaba de sus heridas, rodeado por los pocos hombres que aún le eran fieles. Trepando como una araña y deslizándose con una sombra, Brock entró en el recinto. En apenas un suspiro, se había deshecho de todos los guardias, derribándoles con excelente precisión ante la mirada atónita del mafioso.

-No me ha costado mucho encontrarte, Cabeza de Martillo-susurró Brock-. No te escondes demasiado bien.

-¿Quién eres?-gruñó éste-¿Qué quieres?

-Soy una araña. Qué quiero… quiero verte entre rejas. Pero no aún.

El mafioso parecía preparado para actuar en cualquier momento, pero Brock no estaba tenso. Comenzaba a disfrutar de sus poderes.

-Se dice que los hombres de Kingpin han intentado matarte. Sólo he tenido que sumar dos y dos… eres tú el que ha entregado las pruebas a la policía.

-Puede. ¿Y?

-Probablemente tengas un plan para dejar a Kingpin entre rejas por siempre. Me interesa; prefiero verle encarcelado a él antes que a ti. Creo que podríamos llegar a un trato.

-No tienes nada que ofrecerme.

-No seas ridículo, claro que sí. Si yo te he encontrado, los hombres de Kingpin también lo harán; estuviste usando este almacén durante años, no tardarán en adivinar que has vuelto aquí.

Cabeza de Martillo gruñó.

-Me ofreces protección a cambio de que yo me quite de en medio al gordo… ¿No quieres dinero? ¿Poder? Suena demasiado bien.

-Es tu día de suerte.

-Trato hecho, pues.

Brock y Cabeza de Martillo se estrecharon las manos. Algunos de los hombres de este último ya iban levantándose.

-Cuéntame la siguiente parte de tu plan.

-He tenido un… pequeño imprevisto. Tenía a una chica infiltrada, pero la han descubierto. Sólo es un contratiempo; esta misma noche volverá y recuperará pruebas para incriminar a toda la banda de Kingpin.


Número 45: El fin de la guerra

Elektra se deslizó por los pasillos del edificio que tan bien conocía, silenciosa como un fantasma. Conocía bien cada esquina, sabía dónde estaban dispuestas las cámaras y dónde no. A aquellas horas, la gran mayoría de criminales estaban durmiendo en sus propias casas o bien buscando a Cabeza de Martillo.

La mercenaria abrió un pequeño cuarto de la limpieza, apartó unos productos y recogió un pendrive. Allí estaba todo lo que necesitaba. A continuación, salió.

Al fondo del pasillo se encontraba Matthew Murdock, sujetando su bastón con las dos manos.

-No pensarías irte tan pronto después de todas las veces que nos hemos acostado juntos-dijo lentamente.

Elektra palideció. ¿Cómo había sabido que estaba allí? Estaba segura de que nadie la había visto. De todos modos, no era nada que no pudiera arreglar.

Murdock avanzó hacia ella; Elektra introdujo las manos en las mangas de su ancho vestido y extrajo dos sais.

El combate no tardó ni un segundo en empezar; los golpes eran certeros y los movimientos, fluidos. Cualquier observador podría haber intuido los años de entrenamiento en combate que había recibido cada uno, especialmente Elektra. No obstante, aunque la mercenaria luchaba mejor, Murdock era más fuerte y encajaba mejor los golpes.

En un principio, el abogado podía mantener la distancia gracias a su bastón, e inclusó consiguió golpear a su rival de lleno, haciendo que la sangre comenzara a brotar de su nariz y cubrir todo su bello rostro; sin embargo, en una ocasión Elektra paró el golpe con uno de los salis, y, girándolo, consiguió romper el arma.

Esto hizo perder ventaja a Murdock, pero también descubrió el cuchillo que guardaba dentro del bastón, con el que hizo un profundo corte a Elektra en la mejilla. Mientras lo hacía, notó como uno de los sais se clavaba profundamente en su muslo, y comprendió que Elektra se había dejado cortar para que bajara su guardia. ¿Acaso estaba loca?

El otro sai fue directo al cuello de Murdock, pero éste pudo desviarlo con su hoja. En aquel momento, Elektra oyó voces que se acercaban, alertadas por el ruido del combate. Rápidamente, echó a correr, alejándose.


Brock y Cabeza de Martillo se encontraban en el almacén, esperando. Todos los hombres estaban fuera, vigilando los alrededores.

Por fin, Elektra llegó, entrando por la puerta principal.

-Aquí lo tienes-dijo tirándole el pendrive. El mafioso lo agarró en el aire, mientras Elektra contemplaba a Brock con curiosidad.

-Gracias. Y limpiáte la sangre, llamas mucho la atención.

-Nadie se ha fijado en mí.

-Tengo… contactos en algunos periódicos-comentó Brock-. Si me das el pendrive, puedo asegurarme de que todo salga a la luz; enviaré copias también a la policía.

Cabeza de Martillo gruñó.

-Está bien, confiaré en ti. No la cagues.

-No lo haré.

Brock agarró el pendrive y trepó hasta una de las ventanas del almacén, perdiéndose en la noche.

-Ahora, hablemos de mis honorarios-dijo simplemente Elektra.

-Bien. Ahí está el dinero; cuéntalo.

Durante unos minutos, la mercenaria contó rápidamente los billetes.

-Perfecto, me voy. Ah, y deberías mejorar tu seguridad; cualquiera podría entrar aquí y matarte.

-¿Estás de broma? Tengo a veinte de mis hombres ahí fuera.

-¿Qué…?

Elektra enmudeció de pronto, sabiendo que algo iba mal. No había veinte hombres fuera. Pero ya era demasiado tarde.

-Todos muertos, dama y caballero-dijo alegremente Murdock, que entró cojeando apoyando en su bastón. Por todas las puertas y algunas de las ventanas del almacén había criminales: allí estaban Robbins, Bala, Myers, Montana, Praed, Puños de Navaja, Buey y muchos otros.

A continuación, entró el Arreglador. Sonreía, realmente satisfecho.

-Acribilladles-ordenó.

Todos comenzaron a disparar a la vez. Elektra arrojó su sai y se hundió en el pecho de Praed, matándole; pero era demasiado tarde. Mientras el sai recorría el espacio entre ambos, docenas de proyectiles lo recorrían en el sentido contrario.

Cuatro balas alcanzaban el pecho de Elektra, un bumerán se hundía en la espalda de Cabeza de Martillo, una flecha atravesaba el cuello de la mercenaria, una ráfaga atravesaba por siete puntos distintos las vísceras del mafioso.

Ambos cayeron muertos, y sus verdugos acudieron a comprobar los cadáveres.

-Pero qué…-susurró Murdock, visiblemente impactado.

El cadáver de Cabeza de Martillo había adoptado la forma de un pequeño hombrecillo verde.


El Búho se estiró en su despacho, satisfecho. Aún no se había recuperado de sus heridas, pero era el criminal más poderoso de todo New York. Se haría rico, inmensamente rico. Nadie podría detenerle.

Tenía la radio puesta; las noticias aún hablaban de la detención de una importantísima banda de criminales, incluyendo también al abogado, Matt Murdock. Todos se habían entregado sin oponer resistencia. Las pruebas habían sido facilitadas por un informante anónimo; a pesar de que en su mayoría consistían en escuchas ilegales, los crímenes que se revelaban eran tan importantes que la mayor parte de los acusados podría pasar el resto de su vida en prisión. El periodista Eddie Brock había sido el primero en escribir sobre la noticia, consiguiendo que el Daily Globe se vendiera más que el Bugle por primera vez en muchos años.

Alguien llamó a la puerta.

-Adelante-dijo el Búho mientras daba una larga calada a su puro.

Un hombre con el rostro desfigurado y una larga gabardina negra entró. Sin apenas inmutarse, sacó una pistola y mató al Búho de un tiro en la cabeza.

-Adiós, gilipollas-dijo-. Ahora, esta ciudad pertenece a Puzzle.


CORREO: DESPACHO DE MATT MURDOCK

Pues acaba este tercer volumen. Y ahora, como siempre, ¡a por los números de relleno!

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