Reed Richards, Susan Richards, Ben Grimm, Johnny Storm. Ellos son los mayores héroes de la tierra, exploradores de mundos extraños y maravillosos, aventureros sin par. Pero ante todo eso, ellos son la más grande familia de Marvel.
#4 – Juicio III
Rastros en el tiempo
Por Tomás Sendarrubias
Fecha de publicación: Mes 189 – 1/14
Nuevo Edificio Baxter.
-¿Es que no piensa hacer nada?-preguntó Johnny, lanzando una bola de fuego contra uno de los hologramas de la sala de entrenamiento, uno que representaba una criatura insectóide de la Zona Negativa. Dos chorros de fuego brotaron de sus manos, aniquilando sendas nave-transporte de la flota holográfica de Annihilus, mientras incluso en aquel espacio vacío en apariencia, podía escuchar los gritos de ánimo de su sobrino, situado junto a Ben y Alicia en la sala de control de la zona de entrenamiento. Se maldijo a sí mismo por su comentario, y lanzó un grito, acompañado de una gigantesca esfera de fuego que barrio aquel sector de la Zona Negativa, arrasando la flota cercana y haciendo que una docena de alarmas comenzaran a sonar.
-Error de valoración…-comenzó a decir H.E.R.B.I.E-. Error de valoración. Uso de fuerza extralimitado. Medidas excesivas, pérdida de vidas inaceptable…
-Cállate, H.E.R.B.I.E-gruñó Johnny, mientras el sistema se apagaba, devolviendo a la Antorcha Humana a la versión Reed Richards de la Sala de Peligro de la Patrulla-X, uno de los nuevos juguetes que había creado para el Nuevo Edificio Baxter. Las puertas de acceso se abrieron, y de inmediato entró Franklin, que corrió hacia su tío, haciendo amago de saltarle en brazos… pero deteniéndose en seco al notar una cortina de calor ardiente que se lo impedía.
-Ey, tío Johnny, quemas-protestó el muchacho, y Johnny se dio cuenta de que a pesar de haberse apagado, seguía emitiendo una considerable cantidad de calor. Suspiró y negó con la cabeza, se sentía como si estuviera perdiendo el control de sus nervios, y con él, el de sus poderes.
-Dame un minuto, ¿quieres, chico?-respondió Johnny, poniéndose de cuclillas para mirar a su sobrino a los ojos-. ¿Todo bien?
-¡Sí!-exclamó Franklin-. ¡Me ha molado mucho lo que has hecho con los bichos del espacio! ¡Primero boom! ¡Y luego boom boom! ¡Y luego… pafffffffffff!-dijo, imitando con gestos los movimientos que Johnny había realizado dentro de la sala-. Tu poder sí que es guay.
-¿Ah, y el mío no, renacuajo?-protestó desde detrás Ben Grimm, que llegaba acompañado de su esposa, Alicia, que se apoyaba en él suavemente con la palma de una mano. Sus ojos ciegos permanecían clavados en Johnny. El rostro de la mujer (a la que una vez había amado, se recordó Johnny), hacía evidente que a pesar de su ceguera podía percibir el calor que emanaba de Johnny, y quizá la frustración que había detrás de él. Franklin rio, y Ben lo cogió del cuello de la camiseta, tirando de él hacia arriba y lanzándolo al aire, arrancando un grito de júbilo del muchacho, antes de volver a recogerlo y echárselo a los hombros-. ¿Mi poder no mola?
-¡Sí, tío Ben!-rio Franklin, que se vio arrojado de nuevo hacia arriba, entre risas-. Tío Johnny, podemos jugar a Tomb Raider. Es mucho más divertido contigo…
-Claro-asintió Johnny-. Una ducha rápida y estoy contigo. Ve poniendo el juego en…
El gesto apenado de Franklin le dejó claro que los pensamientos de Franklin iban por otros derroteros.
-Está bien, lo cargaremos en el simulador principal-respondió finalmente Johnny, encogiéndose de hombros.
-Pero sólo un rato. Hoy se incorpora tu nueva tutora, y no tardará mucho en llegar-intervino Alicia, y Franklin hizo un mohín.
-No lo entiendo. Mamá es la que se encarga de esas cosas, y mamá está de viaje. Que vuelva cuando venga mamá otra vez. Jo, casi nunca estáis tanto tiempo conmigo, casi siempre ataca el Doctor Muerte, o Kang, o el Hombre Topo, o el Zodíaco… ¿De verdad necesito una profesora nueva? A lo mejor podría ir yo a un colegio de verdad… como los de las noticias.
-Los colegios para niños como tú no suelen terminar bien-masculló Johnny, encogiéndose de hombros-. De momento, será mejor que lo dejemos así.
-Ben, yo me quedo con el niño-intervino Alicia-. ¿Quieres acompañar a Johnny?
-Claro, cielo-respondió Ben, y Johnny enarcó las cejas.
-Sólo voy a ducharme, chicos. ¿Quieres enjabonarme la espalda, o hay algo que tengas que contarme, Benny?
-Ja, ja, ja-masculló Ben, dando una sonora palmada en la espalda a Johnny-. Eres taaaaan gracioso. Camina.
Ben empujó un par de veces más a Johnny por los pasillos, hasta estar razonablemente seguro de que estaban lejos de los oídos de Franklin, y entonces, dio un nuevo empujón a Johnny, que cayó sentado en un pequeño sillón.
-¿Qué haces?-preguntó Johnny, incorporándose de golpe, pero Ben le puso la mano en el pecho y le sentó de nuevo-. Ben, si me vuelves a empujar…
-¿Qué? ¿Te pondrás tan caliente que me derretirás, cerilla? Habíamos acordado que Franklin no se enteraría de nada de lo de su madre. Eso solo le preocuparía. ¿Recuerdas eso?
-Sí, claro.
-Pero te has pasado todo el entrenamiento lanzando quejas sobre lo mal que lo estamos haciendo todo, lo preocupado que estás y lo torpe que es Reed. ¿Cierto?
-¡Es que no entiendo que no hayamos hecho nada todavía, Ben!
-Pero tío, Johnny, pareces nuevo. ¿Crees que de verdad el estirado no ha hecho nada? ¡Que es Reed Richards, tío plomo! ¡El cuñado más inteligente del universo!
-Deberíamos estar ahí fuera, Ben, buscando a Susan y….
-No sabemos cómo buscarla, Johnny. No podemos llamar a todas las puertas del área del Tri-State y más allá, y preguntar “Disculpen, ¿han visto al Pensador Loco? Cerilla, tío, estás demasiado acalorado, incluso para lo que normalmente eres tú. Relájate un poco, todos queremos sacar a Sue de donde se encuentre, pero que Franklin esté preocupado por su madre, no nos ayudará. Y lo sabes.
Johnny suspiró. ¿Qué le estaba pasando? Aquello sí era realmente una pregunta retórica. Le había pasado que unos demonios le habían poseído, y que luego su novia les había traicionado para provocar el genocidio de toda una raza. Y lo estaba pagando con sus amigos y su familia, pero es que… sentía tanta rabia por dentro que no sabía cómo canalizarla, cómo librarse de ella.
-Supongo que tenéis razón, y que yo me equivoco, como siempre-masculló Johnny-. Pero mi hermana está ahí fuera en manos de un tío que sería capaz de abrirla en canal para ver de color tiene los ojos el niño que lleva dentro, no me podéis pedir que esté mucho más tranquilo.
-Todos estamos preocupados, cerilla. Solo que lo llevamos de otra manera.
-Sí, supongo que sí…
-Señor Grimm, Señor Storm…-dijo la voz de H.E.R.B.I.E interrumpiendo a Johnny, si es que este tenía algo que decir-. Les esperan en recepción. El Señor Richards dio orden de que no se le molestase.
-Debe ser la nueva profesora del chaval-dijo Ben, y Johnny se encogió de hombros.
-Encárgate tú de ella, no acabo de salir de entrenar y no quiero espantarla y que no vuelva nunca.
-Claro-afirmó Ben-. Pero tío… si quieres que hablemos tranquilamente de algo… estoy sólo a un par de paredes de distancia, ¿de acuerdo?
-Bien-asintió Johnny, antes de desaparecer por el pasillo, mientras Ben se dirigía a la entrada.
-Vamos a darle a la nueva profesora una bienvenida de la calle Yancy, se quedará impresionada con nuestra hospitalidad-mascullaba Ben Grimm, en dirección a la zona de entrada. Puso su mejor sonrisa cuando vio, de espaldas a él, y contemplando uno de los cuadros de la recepción, a una mujer. Llevaba un abrigo blanco, botas de tacón también blancas, y unos vaqueros ajustados , blancos y metidos por dentro de las botas. El cabello, de color rubio claro, caía sobre su espalda, escapando de un elegante sombrero de ala ancha.
-Bienvenida al Nuevo Edificio Baxter-comenzó a decir Ben, poniendo su voz más hospitalaria, y entonces, ella se giró hacia él, y tuvo la sensación de que la mandíbula se le descolgaba de pronto al reconocerla. ¿En qué estaba pensando Susan para llamar a esa mujer y convertirla en la tutora de Franklin? ¿No había tenido suficiente con las complicaciones que habían surgido de la etapa en la que Agatha Harkness había sido la niñera de Franklin. ¿Qué pretendían ahora? ¿Qué llegaran al Edificio Báxter los Centinelas, Magneto, Apocalipsis…?
-Ah, Señor Grimm-dijo ella, interrumpiendo los pensamientos de Ben, y extendiéndole una mano finamente enguantada-. No recuerdo que nos hayan presentado formalmente. Mi nombre es Emma Frost.
-¿Reed?-preguntó Ben, entrando en el laboratorio del Edificio Baxter, donde Reed se encontraba sumergido en un proceso de Realidad Aumentada. Ben se detuvo en seco antes de cruzar al umbral, pues al parecer, no había suelo más allá, sólo vacío… y ¿estrellas? En el centro de todo aquello, estaba Reed, ante un panel holográfico a través del que manejaba las proyecciones de la sala. Reed giró dos dedos sobre uno de los paneles y las estrellas de la sala se movieron rápidamente, reorientándose según las órdenes del científico, haciendo que la sensación de vértigo de Ben aumentase aún más-. Estirado, vas a conseguir que vomite… ¿puedes apagar el supercinexin?
-Estoy siguiendo unas lecturas importantes, Ben-respondió Reed, encogiéndose de hombros, pero haciendo un gesto con la mano para desconectar una serie de proyectores, lo que habilitó un pequeño pasillo de suelo practicable entre la puerta y la zona donde se encontraba Reed. Ben suspiró y se acercó a su compañero y amigo, carraspeando.
-Estirado… ahí fuera está esperando Emma Frost… la Reina Blanca del Club Fuego Infernal… la tía que le cruzó la cara a Forja delante de todo el país… esa Emma Frost, la que ha querido matar a la Patrulla-X una docena de veces… y dice que va a ser la nueva tutora de Franklin.
-Es correcto, Ben. Susan lo tenía preparado con ella, y consideramos que Emma Frost es una pedagoga de primera línea, además de una notable especialista en tratar con niños y jóvenes con peculiaridades como las de Franklin. Lo hemos hablado y estamos de acuerdo.
-Ah, genial-respondió Ben-. ¿Seguro que no estáis mentalmente controlados?
-No, Ben.
-¿Habéis valorado la posibilidad de que quieran convertir a Franklin en el Príncipe Negro o algo así?
-Sí, Ben.
-Estupendo entonces. Pues voy a presentarla a mi ahijado a la madrastra de Blancanieves…
Ben se dirigía hacia las puertas cuando a su alrededor las imágenes estelares cambiaron repentinamente, transformándose en un contador que iniciaba una cuenta atrás desde quince.
-Bien-suspiró Reed, y Ben se detuvo en seco.
-¿Qué es eso?-preguntó.
-El cronómetro que instalé para poder iniciar el seguimiento del rastro de Sue-respondió Reed-. Avisa a Johnny, en cinco minutos estaremos en movimiento. ¿Me harías el favor de llevar a Emma con Franklin? Me gustaría que se conociesen cuanto antes. Y preséntasela también a Alicia.
-Sí, tienen muchas cosas en común, seguro que se llevan bien-gruñó Ben, saliendo del laboratorio. Reed se pasó la lengua por los resecos labios mientras el contador seguía disminuyendo, hasta que llegó a cero. En ese momento, el científico puso las dos manos sobre el panel, giró una pieza y una imagen en tres dimensiones del orbe terrestre apareció frente a él.
Con los ojos fijos en el orbe, Reed vio como un complejo diagrama de líneas de luces doradas se superponía al plano terrestre, que giraba despacio ante Reed. Mientras observaba la rotación del planeta, Reed abrió una nueva pantalla con una serie de complejos cálculos, y una tercera con diagramas, estudios geométricos multidimensionales y complejos fractales que se adaptaban a las modificaciones que Reed recogía desde el plano y desde los cálculos. Los ojos de Reed Richards bailaban de un panel a otro, murmurando entre dientes cuando veía un dato que le parecía curioso o digno de un estudio más pormenorizado. Se apresuraba a seleccionarlo, pulsarlo y trasladarlo a una cuarta pantalla, generando nuevos fractales que se superponían a los ya proyectados sobre el globo terrestre. Cientos de líneas se superponían una sobre otra, cubriendo prácticamente todo el planeta de una capa de luz dorada. Pero había zonas donde había menos líneas, y esas eran las que atraían la atención de Reed. El proceso era metódico: aislaba las secciones llamativas, y las ampliaba, trazando más datos o descartándolas si la situación se normalizaba.
-¡Reed!-dijo Johnny, entrando a toda prisa en el laboratorio, y deteniéndose ante los complejos mapas, que comenzaban a replicarse una y otra vez por toda la sala, como un número de Tierras que comenzaba a tender a Infinito-. ¿Qué es esto?
-El rastro de Sue-respondió Reed, sin dejar un momento su tarea, comparando líneas y trazas, eliminando y replicando los que le resultaban más llamativos.
-¿Si pregunto me vas a explicar exactamente cómo lo estás haciendo?-preguntó Johnny, situándose junto a Reed, que lanzó una breve mirada a su cuñado antes de volver a centrarse en los mapas.
-El Pensador Loco dijo ayer en su grabación que había bañado Manhattan con taquiones para evitar que pudiéramos seguir el rastro de los sistemas de fotones que nos mantienen comunicados. Si separas un fotón en dos, permanece unido de forma independiente del espacio que se interponga entre las dos mitades, lo que hizo el Pensador Loco fue… enturbiarlo todo con su bombardeo de taquiones. Que estuvo centrado aquí-dijo Reed, estirando un brazo para señalar una imagen de un punto de Manhattan, que ante su toque, se transformó en una vista a pie de calle del Edificio Chrysler-. Hace exactamente veinticuatro horas y… cuatro minutos. Él no dejaría al azar elementos tales como el tiempo, y efectivamente, los taquiones se han desvanecido después de veinticuatro horas de estropear los relojes de Manhattan.
-¿Entonces, ahora puedes localizar a Sue?
-Veinticuatro horas es tiempo más que suficiente para que Dramm haya neutralizado el sistema de fotones y haya ocultado su rastro.
-¿Y entonces? ¿En que nos ayudan todos estos mapas raros?
-En que con el nuevo Tiempo Sólido, los taquiones si dejan pistas. Rastros fractales, que se duplican y reduplican una y otra vez, como pequeñas ondas en el agua después de tirar una piedra. Conociendo su punto de origen y calculando el momento en el que se extendieron, puedo localizar la acumulación de taquiones previa al estallido, y seguir su rastro… en el espacio y en el tiempo.
-Y eso quiere decir que…
-Que al menos, tengo localizado el lugar desde el que el Pensador Loco comenzó a trasladar los taquiones. Y puesto que uno no puede generar o contener taquiones en cualquier sitio, no me queda más remedio que entender que se trata de su cuartel general.
-Voy para allá
-No, Johnny-dijo Reed-. Vamos todos. Somos un equipo… una familia…
Emma Frost suspiró mientras esperaba en una de las habitaciones de la zona del Edificio Baxter ocupada por los Cuatro Fantásticos. Frost Consolidated había adquirido dos plantas, bastante más abajo, y Emma pensaba dedicar más tiempo a su empresa ahora que no iba a continuar trabajando en la educación mutante a tiempo completo. No después de todo lo que habían perdido en los últimos meses, después de las Guerras Infernales, el ataque del Zodíaco, el asalto a la mansión por Pierce y sus Infernales, Asgard… y la debacle de Isla Muir. Se había jurado no volver a trabajar con niños nunca más, no expondría así más sus sentimientos. Y cuando tenía tomada la decisión, había llegado la oferta de Susan y Reed Richards. Y nadie podía decirle que no a la Primera Familia, claro.
Frost estaba esperando a que en algún momento apareciera el niño, Franklin Richards, ya que Ben Grimm había desaparecido a toda carrera tras mencionar algo de que pronto llegaría su esposa y un comentario mascullado sobre lencería blanca y capas con cuello de visón. Emma escuchó como la puerta se abría y se puso de pie. Allí, en el umbral, estaba el niño. Franklin Richards, de unos ocho años, con el pelo rubio, los ojos azules, carnosos mofletes, gesto de duda en la mirada, unos vaqueros y una camiseta con el emblema de Spiderman. Hacía mucho que Emma no veía a un niño tan encantador.
-Hola-dijo el muchacho, tímido y acercándose.
-Hola jovencito-respondió ella, tendiéndole la mano-. Soy tu nueva profesora.
-Eso me han contado-dijo Franklin, pensándose si le estrechaba la mano.
-Puedes llamarme Señorita Frost.
-Genial-respondió él-. Yo soy Franklin.
La mano de Franklin se unió a la de Emma, y pronto, esta sintió una punzada en lo más profundo de su cerebro, como si alguien se lo hubiera atravesado con un picahielos. ¿Le sangraba la nariz? Lejos, escuchaba la voz de un niño que la llamaba, pero ante ella, sólo podía ver una figura fantasmal, translúcida, la del niño al que acababan de conocer, con un pijama lleno de pequeños animalitos… y una docena de figuras, sombrías y gigantescas se cernían sobre ellos.
-¡Vienen!-gritaba el Franklin fantasmal, tan alto que amenazaba con ensordecer a Emma Frost.
-¡Señorita Frost! ¡Señorita Frost!
Emma abrió los ojos, descubriéndose muy poco cuidadosamente desplomada sobre la moqueta de la sala, con el pequeño Franklin gimoteando a su alrededor, y una mujer situada junto a él, llamando por un móvil. Podía percibir el miedo en su mente, y la idea de una ambulancia, un médico…
-Estoy bien-masculló Emma-. Llamar a Urgencias no va a ser necesario…
-¡Señorita Frost! ¡Tía Alicia, la señorita Frost está bien!
-Eso es genial, cielo-dijo Alicia Masters-Grimm, tanteando el brazo de Franklin para arrodillarse junto a Emma, y buscó su rostro con las manos-. ¿Señorita Frost, se encuentra bien?
-Un tanto confundida-respondió Emma-. Usted debe ser Alicia Masters…
-Sí. Alicia Masters-Grimm. Alicia estará bien.
-Estupendo, Alicia. ¿Sería posible obtener en algún sitio un gin-tonic decente?
-No suele haber alcohol en nuestra zona del edificio… y no son siquiera las cuatro de la tarde…
-Imaginaba algo así. ¿Y un vaso de agua fría?
-Claro. Franklin, vida, ¿le puedes traer un poco de agua a la Señorita Frost?
-¡Claro!-exclamó el niño saliendo a la carrera.
-La ayudaré a levantase-dijo Alicia-. ¿Qué ha pasado?
-Mareo, lipotimia común, visiones de muerte… lo habitual.
-¿Qué?
-Nada que no haya visto antes, Alicia, querida. Sé que no vais a darme nada más fuerte que una aspirina, pero tengo un dolor de cabeza horrible… ¿Podríais conseguirme un buen puñado de aspirinas?
-Claro-asintió Alicia, asegurándose de que Emma se encontraba sentada en uno de los sillones de la sala. Alicia salió, y en cuanto Emma estuvo sola, sacó su móvil del bolso, y llamó a Susan Richards.
-Señora Richards, no sé dónde está usted en este momento, pero tenemos que hablar. Y es muy urgente.
Refugio del Pensador Loco, Lugar Desconocido.
El sistema de suspensión vital funcionaba perfectamente, para alivio del doctor Keith Dramm. Aunque era el sistema más seguro que se podía diseñar para contener a Sue Richards, existía un porcentaje mínimo de error que echaría todos sus planes al traste. Susan Richards estaba vestida con un servotraje, un diseño del Pensador Loco, que parecía un simple traje ajustado de color gris verdoso, ceñido como una segunda piel, pero que era completamente aislante al frío o al calor, a cualquier tipo de condición ambiental, reciclaba los deshechos que el cuerpo producía, y ejercía de placenta, manteniendo nutrido a su portador. La cámara del Pensador Loco tenía cierta semejanza con una cámara hiperbárica, y de hecho, también mantenía cierto control sobre la presión atmosférica sobre Sue Richards, manteniéndola en un mínimo. El interior estaba revestido con paneles luminosos que mantenían una secuencia rítmica que estimulaba directamente las funciones del hipotálamo, bloqueando el acceso a las funciones conscientes del cerebro. Y el gas aturdidor que el Pensador ya había usado contra Sue, la mantenía en un estado cercano al coma.
Dramm se sentó en un panel cercano, que le transmitía toda la información vital relativa a Susan y desde el que podía controlar todo el sistema médico y quirúrgico de la sala. De momento, solo necesitaba un análisis de sangre de la madre y otro del feto. El Pensador Loco activó los sistemas médicos, y controló desde el exterior los brazos mecánicos del interior, que comenzaron a moverse con movimientos mecánicos, aunque fluidos. Una aguja pequeña se dirigió hacia el brazo de Susan, detectando certeramente una vena a través de los lectores de calor del servotraje y pinchó con más delicadeza de la que se podía esperar de una máquina, tomando una muestra. Otro brazo, con una aguja mucho más larga y más fina, se dirigió hacia el vientre de la mujer, aquel era el resultado que más interesaba a Dramm. ¿Cómo seria la sangre de un Dios?
La aguja se detuvo antes de pinchar. Dramm enarcó las cejas, y revisó el sistema, volviendo a dar la orden, pero la jeringuilla no actuó. Vibró un instante, y se quedó quieta.
-Pero qué…-comenzó a mascullar, y entonces hubo un resplandor procedente del interior de la sala de contención, un resplandor multicolor, como el de una luz blanca desgajada a través de un prisma, un destello que cegó a Dramm, que cayó hacia atrás mientras sus sistemas se cortocircuitaban, y chispas de energía eléctrica saltaban de un panel a otro.
-¡Protocolo Ataraxia!-gritó el Pensador Loco, y de inmediato, la sala se selló de forma hermética, evitando la entrada de oxígeno, anulando la respiración del servotraje y sustituyendo a toda velocidad el aire que había dentro de la sala por dióxido de carbono. De inmediato, la luz cesó. Dramm había esperado algo así… pero no con esa intensidad-. Normalidad en la cámara.
La orden del Pensador Loco hizo que los sistemas de ventilación de la cámara y el servotraje volvieran a procesar el oxígeno, y las luces volvieron a la normalidad. Sue Richards seguía tumbada, como si no se hubiera movido, pero las jeringuillas habían vuelto a su posición inicial, a pesar de que el Pensador no había operado sobre ellas. El Pensador Loco tomó asiento, y se dio cuenta de que había una grabación del interior de la sala. Algo había ocurrido durante aquella explosión de luz. De inmediato, Keith Dramm pulsó la iniciación del vídeo, y lo observó sorprendido. En la imagen podía ver a Sue Richards, tumbada, pero sobre ella, aparecía la silueta ardiente de una mujer formada por energía pura de varios colores, que oscilaban como torbellinos sobre ella. Amarillo, naranja, rojo, azul, verde, púrpura… los colores del Infinito.
-Deja en paz a mi madre-dijo, seis palabras que parecieron destellar con los poderes del Tiempo, el Espacio, la Realidad, la Mente, el Poder y el Alma. Y luego, desapareció.
-Vaya-masculló el Pensador Loco-. Esto va a ser más interesante de lo que pensaba.
Me encanta. Esta maestra no es la que yo elegiría para mis hijos, pero… bueno, Franklin ya tuvo una bruja por niñera, esta es otra de otro estilo 😀