Superman #5

nusuperman05logonusuperman#5 – Krypton
Por Carlos Fortuny


Fecha de publicación: Mes 188 – 12/13


Fortaleza de la Soledad, Ártico.

Hoy

Clark recorría las grandes estancias de su nueva casa, según su padre aquel sería el último reducto de Krypton, lo único que quedaría de Krypton en todo el universo. Clark había pasado días allí, mirando cada artefacto y cada nueva zona con expectación. Aquel lugar era simplemente magnífico, una enorme obra arquitectónica de metal y cristales, en algunos lugares similares al hielo, sobretodo en el exterior, pero no emitían ningún frío, es más, la fortaleza se mantenía cálida y agradable.

El joven curioseaba todo con una mezcla de curiosidad y melancolía, ser el último de su raza, todo lo que quedaba de los kryptonianos se resumía en aquel hermoso monumento.

Ascendió a lo más alto de la fortaleza, allí se encontraba la entrada a esta, y también el simulador de cristales solares. Aquello era como una super computadora, solo que en lugar de funcionar con dvds, cds, memorias de usb y otros artefactos similares, este funcionaba con cristales.

Desde aquel lugar se controlaba gran parte de su nuevo hogar, todo lo que no estaba en los niveles interiores ocultos bajo el suelo se controlaban desde allí, grandes salas con muy diferentes funciones, y otras que de momento carecían de ella.

Recordó que nada más entrar un cristal se había introducido sin más en el hueco correspondiente, y una imponente holografía de alguien que le resultaba terriblemente familiar se le había aparecido. Un hombre de aspecto severo y facciones bien marcadas ocultas tras una muy cuidada barba. Este se había presentado como Jor-El, su padre.

Aunque la holografía no estaba viva si que permitía un cierto feedback de comunicación, poseía una gran base de datos y estaba preparado para responder cualquier pregunta que se le hiciera con más o menos eficacia. Clark enseguida comprendió que su pueblo debía estar increíblemente avanzado, y que aquella debía ser la inteligencia artificial más desarrollada del planeta Tierra.

El joven no sabía cuanto tiempo había conversado con la holografía de su padre, pero posiblemente se había alargado durante días. Había descubierto que su mundo de origen era Krypton, y que el sol amarillo de la Tierra era lo que le proporcionaba sus increíbles poderes. Bajo el sol rojo kryptoniano ninguno de los suyos tenían poder alguno. Aunque sin duda uno de los mayores descubrimientos por su parte sería el más inútil de todos, su nombre, se llamaba Kal, de la casa de El, una de las más influyentes de su mundo.

Kal-El.


Residencia de los El, Kandor. Krypton.

Hace 50 años terrestres

Inmensos rascacielos de diferentes metales se alzaban hasta donde alcanzaba la vista, todos compuestos por tonos plateados, más claros u oscuros. La ciudad parecía una garra de finos dedos que intentaban alcanzar el rojizo sol. Autos flotantes, con un avanzado sistema antigravedad volaban entre los edificios mezclándose con las diferentes razas autóctonas de aves y saurópsidos voladores.

En una de las numerosas terrazas de las que hacía gala la ciudad de Kandor, una influyente familia de científicos se reunían para el desayuno.

Un joven de unos veinticinco años contemplaba la ciudad desde la barandilla, en su mano portaba una pequeña tostada azul mezclada con diversas frutas, a la que daba bocados de vez en cuando.

Algo llamó poderosamente su atención por encima de todo lo demás, humo negro, a lo lejos, sin duda otro acto de vandalismo, últimamente eran cada vez más frecuentes, solo esperaba que Rao fuera misericordioso y no hubiera habido victimas.

Su cabello azabache era largo y estaba enmarañado, y una barba bien cuidada cubría gran parte de sus facciones. Facciones duras, casi severas, pero que ocultaban un gran corazón. Eran sus ojos los que daban más idea de su bondad, ojos azules, pero cálidos.

Su cuerpo, a pesar de ser el de un científico estaba bien cuidado, haciendo gala de las horas que pasaba realizando trabajo de campo, y el hecho de que no le importara mancharse las manos a la hora de realizar tareas físicas.

Vestía las ropas típicas de la ciudad, un mono que cubría desde la punta de los dedos de las manos hasta los pies, en su caso de color negro. Este traje estaba especialmente pensado para regular la temperatura hasta el punto más optimo de su usuario, además de esto era bastante resistente. Encima de dicho traje llevaba una gran túnica roja en la parte superior y azul en la inferior donde lucía los colores de su casa, y con el escudo de su casa en dorado, una especie de “S”. El escudo de la casa de El.

El era Jor-El, el menor de dos hermanos. Junto a él, pero sentados a la mesa estaban Zor-El, su hermano mayor, un científico mucho más a la vieja usanza, canijo, nervioso y asustadizo. No se parecía en nada a su hermano menor, su cara denotaba simpatía, su cabello era corto y castaño, y ni un pelo asomaba en su mentón. Solo sus ojos eran iguales, si solo mirabas los ojos de ambos hermanos podrían llegar a confundirse, pero nada más.

El tercer hombre en la mesa era Her, otro científico que había trabajado con los dos hermanos durante largo tiempo, era el más joven de los tres, pero parecía el más anciano, su cuerpo estaba enfermo, y cada día que pasaba su imagen se alejaba más de la de un kryptoniano para asemejarse más a la de un cadáver. Sus ojos lucían grandes ojeras, en parte por su enfermedad, en parte por lo poco que dormía. Su cabello estaba muriendo igual que él, y lo que hace años había sido una hermosa melena castaña, ahora mostraba entradas, y una prominente calva en la zona de la coronilla.

-¿Cómo estás Her?- Preguntó Jor en tono preocupado tras abandonar la barandilla.

-Estoy bien… todo lo bien que podría estar…- Se limitó a responder el otro taciturno.

-¿Crees que podrás…?- Empezó a preguntar Jor sin saber muy bien como acabar la pregunta.

-¿Acudir a tu boda?- Respondió Her con una sonrisa, si bien esta no cumplía para nada con su objetivo, pues en su demacrado rostro más que tranquilizadora era perturbadora.

-No tienes que ir si no te encuentras bien.- Se apresuró a decir Zor, sabía que sería el día más importante para su hermano, pero la salud de Her estaba incluso por encima de eso.

-No me la perdería por nada del mundo.- Se apresuró a decir Her, pero entonces un ataque de tos hizo que perdiera aquella siniestra sonrisa por completo.

Los hermanos acudieron rápido en su ayuda, pero sabían que no había nada que pudieran hacer, habían intentado dar con la clave, dar con la cura de aquella terrible enfermedad, conocida como kryptasis, que consumía el cuerpo para después acabar también con tu mente, pero no había nada que hacer. Había sido un completo fracaso.

Solo había quedado una solución, pero no aseguraba que fueran a dar con ninguna cura, y era demasiado peligrosa.

-No os preocupéis más por mi… Estoy cerca, muy cerca.- Dijo Her tras contener su tos.

-¿C-cómo…? ¿Cómo es posible?- Se apresuró a preguntar Zor temiendo la respuesta.

-Lo hice, aun sin el consentimiento del consejo, seguí.- Respondió Her con semblante serio.

-No…- Fue la única palabra que consiguió articular Jor, sabía exactamente a que se refería, y no podía traer nada bueno.

-Pero entonces…- Empezó a decir Zor, llegando a la misma conclusión a la que Jor había llegado segundos antes.- Todos estos últimos atentados… todos los rumores de que eran clones…

-Son ciertos… son sus clones….- Terminó por decir Jor.

Her los llamó a la calma, si, algunas cosas no habían salido como él había previsto, pero la situación no era tan agorera como los hermanos parecían creer.

-Es cierto que algunos experimentos salieron mal.- Empezó a explicar.- Algunos de esos clones enloquecieron y desertaron, decidieron que merecían mucho más de lo que yo les ofrecía, pero fue una pequeña minoría, estoy seguro de que las autoridades pronto acabaran con ellos. No nos podrán seguir el rastro.

-¿Cómo que “nos”? esto ha sido cosa tuya, nosotros nos negamos, el consejo lo prohibió… lo prohibió por esto mismo.- Se adelantó a contestar Zor.

-Vosotros no os negasteis… nuestra investigación ya llevaba este camino. Yo simplemente decidí seguirlo sin perjudicaros. Pero ha sido gracias a vosotros que lo he logrado, sin vosotros nunca lo habría conseguido.- Dijo el joven con alegría.

Jor-El se limitaba a contemplar la escena en silencio, pensativo. Desde luego se alegraba por Her, eran muchas las noches que había pasado sin dormir intentando salvarlo, y ya se había rendido, Her moriría, pero ahora podía vivir, no se le ocurría nada mejor, pero por otro lado…

-Pero… ¿y que pasa con todas las victimas?¿todos los muertos a causa de los atentados?- Se atrevió a preguntar Jor.

El rostro de Her se ensombreció mas aun, y enseguida apartó la comida de delante.

-Nadie lo lamenta más que yo Jor…

Tras decir esto Her se retiró de la terraza, dejando a los dos hermanos en soledad. Estos contemplaban en silencio como el humo del último atentado subía hacia el cielo intentando reunirse con el sol.

-¿Qué vamos a hacer Jor…?- Preguntó su hermano, aunque más que una pregunta era un pensamiento en voz alta, uno que pasaba por la mente de ambos.


Laboratorio de Her, Kandor. Krypton.

El laboratorio era un lugar tranquilo, a pesar de que había unos veinte kryptonianos en el interior apenas se oía ni un murmullo, era una de las reglas básicas de Her, el silencio debía reinar.

Estaba muy cerca, casi había dado con la cura, de eso estaba convencido, es más desde que se reuniera con los hermanos El su aspecto había mejorado notablemente, aun no se había curado, pero no solo había conseguido frenar los efectos de la kryptasis, había conseguido incluso contrarrestarlos en algunos puntos, su cuerpo lucía mejor color, sus músculos se habían fortalecido, y aunque no estuviera como para correr una maratón distaba mucho de aquel moribundo que había sido hace unas semanas.

Tras pincharse un remedio que había diseñado para frenar la enfermedad volvió a centrarse en la cura. Ya había perdido la cuenta de los clones muertos, pero la última remesa no lo había hecho, es más eran más fuertes, el único problema es que no había podido evitar la caída hacia la locura de estos, pero estaba cerca.

El laboratorio no era muy grande, si bien las instalaciones de contención de clones si que lo eran. Todo el lugar estaba perfectamente limpio, y el color que predominaba era el blanco. Al ser unas instalaciones de la casa de El su emblema estaba por todas partes.

Entonces aquel silencio tan exigido por Her se rompió por el más estruendoso de los sonidos cuando la entrada principal voló en mil pedazos. Enseguida soldados kryptonianos entraron por doquier abriendo fuego contra todo científico y preso que encontraran en las celdas de contención.

-General ¿y si solo son científicos?- Preguntó un soldado.

-Son clones, los huelo a kilómetros.- Respondió el general mientras abatía a otro científico.- Capturar a Her, el resto son aberraciones, solo merecen la muerte.

El general era un hombre grande y fuerte, bastante musculoso, y sin duda su físico era digno de elogio. Su mirada era fría como el hielo, y sus rasgos eran duros. Aparte de esto lo que más llamaba la atención en él era su corte militar, y su muy cuidada perilla, todo esto de un color negro como el carbón. Su nombre era Zod, y era probablemente el más emblemático de los generales de Krypton.

-¡No!¡nooooo!- Gritaba Her mientras lloriqueaba en una esquina.- ¡mi trabajo! ¡ya casi lo tenía!

Pero los soldados enseguida lo apresaron por mucho que intentó patalear y gritar algo sobre que enloquecería por la enzima, que tenía que acabar su trabajo.

Aquel día más de sesenta clones murieron en el ataque de Zod, y Her fue el único superviviente del laboratorio.


Fortaleza de la Soledad, Ártico.

Hoy

Clark descendió hasta los niveles más bajos de su increíble fortaleza. Tuvo que pasar por pequeños pasillos de un resistente metal plateado inexistente en la tierra, cada pocos pasos encontraba el mismo símbolo, aquella “S” que parecía representar a su casa. Tras metros y metros de descenso llegó a un amplia sala, en ella se acumulaban montones de hábitats, unos abiertos, otros encerrados en campos de energía, y otros simplemente vacíos, a la espera de que se plantara la flora. Aquello era una especie de zoologico, según le había explicado su padre para que pudiera capturar y analizar a diferentes criaturas. A Clark le pareció mejor darle el mismo uso que él mismo le daría a la fortaleza, el último refugio de un hombre sin planeta. Si encontraba a algún ser sin planeta o a alguno peligroso, podría mantenerlo ahí seguro y cómodo.

Clark siguió avanzando hacia la sala central que daba vida a toda la fortaleza, el núcleo de esta, la caldera atómica. Esta suministraba la energía necesaria a toda la fortaleza para funcionar, sus altas temperaturas harían imposible que ningún humano se acercara a ella, pero Clark no era un ser humano.

De esta sala salieron varios robots. La primera vez que los había visto se había llevado un buen susto, pues no esperaba a nadie allí, pero rápidamente habían dejado claro que estaban programados para servir a Kal-El. Si bien contaban con algunas funciones ofensivas, estos robots habían sido creados para el mantenimiento de la instalación. Carecían de piernas, pero en su lugar tenían cuatro brazos, y se desplazaban de un lugar a otro levitando. Su cabeza consistía en un gran disco ovalado.

Clark se apartó para que cuatro de aquellas máquinas pasaran hacia el hábitat interplanetario, sin duda empezarían a plantar algo en una de las parcelas vacías.

El joven kryptoniano entró en la sala de la caldera y se quedó unos minutos en silencio, simplemente contemplando el burbujear de los cristales solares fundidos.


Consejo de Krypton, Kandor. Krypton.

Hace 50 años terrestres

La sala del gran consejo kryptoniano era una de las obras arquitectónicas más antiguas del planeta. Nadie sabía lo antiguo del lugar, pero la edificación había sido simplemente perfecta, el lugar consistía únicamente en una gran sala redonda de unos ochenta metros de diámetro, y una gran cúpula que dejaba entrar el rojizo sol por una cristalera ubicada en el centro de unos cinco metros de diámetro. Antiguamente no había cristal alguno, pero las inclemencias del tiempo habían hecho que finalmente el consejo se decidiera a cerrar la cúpula con un cristal hace más de cien años.

Toda esta bóveda se sujetaba por más de ochenta columnas que rodeaban toda la sala. Todas las paredes que rodeaban la gran sala estaban decoradas con los acontecimientos más importantes de la historia de Krypton, desde el día que el dios Rao les había concedido a los suyos el fuego, hasta las más recientes guerras contra los salvajes de Kinto que el general Zod había detenido. Obviamente pasando por la noche más oscura de la historia kryptoniana, que había sido conocida como la era del clon, donde millones de clones se habían levantado en armas luchando por sus derechos. Aun quedaban unos cuantos metros en blanco para que la historia se siguiera escribiendo, pero cuando estos se rellenaran no sabían que harían, se habían discutido varias medidas, pero aun estaba por decidir.

En el centro de la sala había varios campos de fuerza donde los condenados eran colocados para que escucharan y hablaran en su defensa sin posibilidad de atacar. Antes se habían usado medios más rústicos como cadenas y grilletes, pero hacía mucho que Krypton había alcanzado altas cotas tecnológicas que hacían estos medios más “rústicos” innecesarios. Rodeando la zona de los detenidos, en forma de hoz, había siete grandes asientos elevados a más de cinco metros de altura, por lo que era de todo imposible acceder a ello por medios convencionales. Pero un pequeño campo antigravitatorio colocado delante de los asientos hacía que los miembros del consejo pudieran levitar hasta sentarse en sus asientos.

En aquel momento los siete miembros del consejo esperaban en silencio a que Her entrara en la sala, el juicio era casi un mero tramite, pues ninguno dudaba de su culpabilidad, y el castigo por crear clones era claro, el destierro a la zona fantasma. La cárcel de más alta tecnología kryptoniana, un acceso a otro universo donde el tiempo no transcurría, y no existía nada físico, nada material. Solo almas incorpóreas que podían pensar durante años en sus pecados.

Her entró en la sala custodiado por cuatro guardias, y al llegar al centro de la sala fue arrojado dentro de uno de los campos de energía, el cual se activó al momento, después de que uno de los guardias accionara los controles de su muñequera.

Her había visto a los miembros del consejo en otras ocasiones, aunque siempre como espectador. Y aunque normalmente había estado de acuerdo con sus dictados siempre le habían parecido gente fría y vacía de sentimientos. En este momento se lo parecían aun más. Pero enseguida dejó de mirarlos para contemplar a su espalda. Allí se encontraban los hermanos El, y el general Zod.

La mirada de Her y la de Jor se cruzaron, y este último no pudo más que desviarla en una mezcla de culpa y arrepentimiento.

Her tenía ganas de gritarle, de maldecirlo, había estado tan cerca de hallar la cura, y ahora se perdería… Malditos fueran Jor y Zor, maldito fuera el general Zod y malditos fueran todas esas estatuas de hielo que se hacían llamar miembros del consejo.

El consejo se dedicó durante una larga hora a exponer todos los cargos y pecados de Her. Así como a dar una clase de historia sobre la era de los clones y su alzamiento. Estos nunca habían querido ser ciudadanos de segunda, siempre habían sentido que tenían los mismos derechos que su original, y esto había acabado desatando miles de asesinatos y muertes, una guerra en toda regla. Y el consejo no permitiría que esto se repitiera, por esto mismo todos los clones habían sido totalmente prohibidos, no se permitiría que la historia se repitiera, por no hablar de que crear clones para simplemente usarlos como cobayas humanas era grotesco. Así pues, la defensa de Her cayó por su propio peso, el descubrir una cura contra una enfermedad que había acompañado durante toda su existencia a los kryptonianos no era suficiente, el porcentaje de muerte que acompañaba a aquella enfermedad era ridícula comparada con el número de muertes que podrían traer los clones.

Por todo esto Her fue condenado durante treinta años a la zona fantasma, en ese momento se revisaría el caso y se decidiría otra pena. Lo cual solo significaba que le dejarían respirar unos instantes antes de volverlo a meter allí. Her conocía perfectamente como funcionaba aquello, meros tramites para sentirse justos, pero a la hora de la verdad lo mismo sería que lo condenaran para siempre a aquella cámara.

-Iba a salvarme Jor… si tan solo….- Empezó a decir, pero las palabras se le atoraron en la garganta.

-Lo que hiciste no estaba bien…- Respondió Jor, pero seguía dudando en su interior, no era justo, y bien lo sabía, habría dado la vida por salvarlo.

-¿Y que tenía que hacer? ¡¿morirme y ya está?!- Preguntó Her asqueado.

-¿Sabes cuanta gente ha muerto a causa de los clones que escaparon a tu control?- Preguntó Jor.- ¿Por qué ibas a tener más derecho que todas esas víctimas?

-Todo esto es innecesario. Tu castigo ya ha sido decidido.- Dijo uno de los miembros del consejo.- Activar el portal.

Haciendo uso una vez más de su muñequera el guardia activó un pequeño portal que se abrió sobre la cabeza de Her, que lo miró aterrorizado. Su cuerpo empezó a levitar hacia el portal, pero antes de entrar dirigió una mirada de odio a todos los de la sala, centrándose especialmente en los hermanos El.

-¡¡Os deseo la peor de las muertes!!- Fueron sus últimas palabras antes de ser tragado por el portal.


Fortaleza de la Soledad, Ártico.

Hoy

Clark se quedó un rato contemplando el artefacto más peligroso de toda la fortaleza. Era cierto que si la caldera atómica cayera en malas manos quizás podría destruir todo el planeta, pero aquel otro artefacto, el proyector de la zona fantasma, en él se encontraban encerrados los más peligrosos seres de la galaxia. Había sido una prisión para los kryptonianos, pero al fin y al cabo era otro universo, ¿quien podía asegurar que nadie más conociera de su existencia? ¿y quien sabía que extraños seres habitarían en aquel universo, aparte de los criminales desterrados a él?

No, Clark lo tenía claro, sin duda aquel era el artefacto más peligroso de toda la fortaleza.

Como siempre que pasaba por aquella sala, que estaba constantemente custodiada por dos robots de mantenimiento, Clark se cercioró de que la pantalla continuaba en rojo. Según su padre, había conseguido desarrollar un sistema para confirmar que nadie había abierto ningún otro portal, y que en el caso de que algún otro artefacto abriera un portal, la pantalla se pondría en verde, entonces tendría problemas.

Pero bueno, si desde que su padre lo enviara a la Tierra nadie había abierto aquella zona, nada debía hacerle temer por ello… aunque tampoco se confiaba.


Kandor. Krypton.

Hace 37 años terrestres

Como todas las mañanas Jor se despidió de su esposa Lara con un dulce beso antes de ponerse en marcha, había quedado con Zod para hablar de la situación de Kandor y de Krypton en general. A pesar de haber mandado a Her a la zona fantasma los clones habían seguido atentando, y pronto se habían convertido en un importante movimiento que reclamaba sus derechos. La sombra de la antigua era de los clones amenazaba más que nunca. Y aunque habían acabado con algunas células los clones parecían más a cada día que pasaba.

Recogieron a Jor en la terraza en uno de los vehículos antigravitatorios, y contempló a su esposa hasta que se perdió en la distancia. De no haber sido por ella el destierro de Her habría acabado con él, había sido muy duro, demasiado. Sabía que había hecho lo correcto, pero eso no compensaba su pérdida.

El trayecto no fue demasiado largo y en menos de quince minutos ya habían llegado a su destino: la torre de la guarnición militar de Kandor.

El general Zod enseguida recibió a su antiguo amigo. Había concertado aquella cita por diferentes razones, Jor-El como científico había sido designado al estudio de todos los prisioneros, además de esto a Zod le gustaba compartir sus opiniones con su amigo. Pero por encima de todo, Jor-El había sido elegido recientemente como miembro del gran consejo, y era el encargado de dirigir toda la operación.

-¿Y bien Zod? ¿cual ese nuevo descubrimiento que querías compartir?- Preguntó Jor después de fundirse en un abrazo con el general.

-No te va a gustar nada… Alura te pondrá al día.- Dijo el general señalando a la cuñada de Jor.

Alura era la mujer de Zor, temperamental, con mirada un tanto fría y muy inteligente. Aunque tras aquella apariencia fría se escondía un gran corazón, bien lo sabía Jor. Este saludó amablemente a su cuñada que enseguida le pasó un informe en una tabla holográfica.

-Los clones parecen estar evolucionando. La enzima que encontramos en los primeros apenas desarrollada parece que ha ido creciendo.- Empezó a decir la mujer.

-¿Qué quieres decir?- Preguntó Jor que intentaba ponerse rápidamente al día mientras miraba la tabla y escuchaba a la vez.

-Que mientras más tiempo pasa más mutan.- Terminó diciendo Alura.

-Se están convirtiendo en monstruos aun peores de lo que ya eran. Perdiendo la cabeza, ganando fuerza.- Resumió Zod que había sido puesto al día horas antes.

-Parecía un simple fallo de creación, un fallo congénito. Pero es algo más, alguien puso ahí eso a propósito, para que los clones evolucionaran a algo más. Pero se suponía que Her solo quería encontrar una cura, no se que sentido tiene todo esto…- Dijo Alura.

-Me parece que buscaba algo más, buscaba hacer evolucionar a la raza…- Lamentó Jor.- Estaba loco…

-Esto quedará genial en el próximo juicio, y me aseguraré de estar allí para mencionarle quien arrasó con todos sus monstruitos.

Pero Jor no estaba de acuerdo con Zod, no compartía su confianza. Los clones no iban a menos, sino cada vez a más, se había perdido el contacto con algunas ciudades menores, y cada vez eran más numerosos los atentados en las capitales.

No, aquello podía significar el final de Krypton.


Fortaleza de la Soledad, Ártico.

Hoy

El joven kryptoniano se dirigió a una de las salas que más le habían llamado la atención, antes de esto pasó cerca del laboratorio. No era un experto, pero parecía estar perfectamente equipado, y que los mismos robots que custodiaban la fortaleza parecían ser bastante diestros en el uso de este.

Tras dejar el laboratorio atrás vio a lo lejos su destino, era fácilmente reconocible, pues la entrada estaba custodiada por dos grandes figuras que representaban a Jor y Lara, sus padres, sus manos se unían en lo alto para sostener la bola de un mundo, que parecía representar a Krypton. La entrada de por si ya le había llamado la atención la primera vez, pero era lo que había encontrado en su interior lo que había acabado por cautivarlo del todo.

En el interior de la estancia parecía haber algunos objetos personales de sus padres: Lo que parecía ser una especie de ocarina, una caja de música holográfica, o algo del estilo. Eran objetos cotidianos, pero extraños para cualquiera del planeta Tierra.

Y lo que más llamó su atención, una especie de armadura azul, parecía tela a la vista, pero si lo tocabas era increíblemente resistente. El emblema de su casa lucía en su pecho. Y una capa roja lucía en la parte trasera.

Clark ya lo había probado, y lo que más le había fascinado es que por medio de uno de los brazaletes el traje podía desaparecer y reaparecer fácilmente. No había estado demasiado seguro, pero finalmente se decidió.

Cogió uno de los numerosos brazaletes y se lo colocó en su muñeca derecha. Al menos no debería preocuparse por romper los trajes, pues había una gran cantidad almacenados allí.


Residencia de los El, Kandor. Krypton.

Hace 32 años terrestres

Otra explosión hizo que el mismo edificio temblara, esta había sido demasiado cerca.

En el salón de la casa Lara abrazó con fuerza al pequeño Kal, que apenas llegaba al año de edad. Junto a ella Zor, Alura y Kara, la hija de quince años de los dos primeros observaban asustados las noticias en el generador de imágenes.

La luz parpadeó un par de veces, pero finalmente permaneció activa.

-Quizás… quizás deberíamos ir con Jor.- Sugirió Lara.

-No, aquí estamos seguros… debemos estarlo…- Contestó Zor con poca seguridad en si mismo.

Otra explosión hizo que todos guardaran silencio, y esta vez la energía que alimentaba a la casa no aguantó, dejándolos a oscuras, solo la luz de la luna y de la iluminación exterior hacía que aun pudieran intuir sus propios rostros.

-Están aquí…- Sentenció Alura.

Kara enseguida se abrazó a su padre buscando el consuelo y la protección de este.

-¿Qué hacemos?- Preguntó Lara asustada.

Alura se puso en pie, en aquellos momentos era la única que mantenía la compostura.

-Seguiremos el plan de Jor-El.- Dijo andando hacia la terraza donde se encontraba su vehículo.

-Pero…- Empezó a protestar mirando con tristeza a su hijo.- Pero Jor…

Pero no pudo decir nada más, otra explosión aun más cercana hizo que todos se pusieran en marcha sin la más mínima protesta.

Hacía semanas que no veían a Jor, quien se encontraba en el frente junto a Zod y sus hombres intentando detener el grueso del ejercito clon. Pero este era tan numeroso que había sido imposible evitar que llegase a Kandor. Por si esto ocurría Jor diseñó un plan de huida, si Kandor caía todo Krypton estaría en peligro, por lo que solo quedaría un lugar al que huir, el espacio.

Por esto si se encontraban en peligro la familia El debería huir a su laboratorio, más adelante Jor se reuniría con ellos.

Todo esto a Lara no le hacía ninguna gracia, veía demasiado probable que su marido jamás se reuniera con ellos, pero debía hacerlo, por el bien de Kara, por el bien de Alura y Zor, y sobretodo por el bien del pequeño Kal-El.

Aunque sabían a que se enfrentaban el espectáculo desde la terraza era desolador. Las tres grandes torres erguidas en honor a Rao solo una quedaba en pie, las otras dos habían sido destruidas, una por la mitad, la otra a la altura de sus cimientos. La plaza de la luna era ahora un campo de batalla donde soldados y clones luchaban por sus vidas. Incluso la gran cúpula del consejo había caído, ahora apenas tenía una tercera parte del techo, parecía que los clones habían concentrado allí gran parte de su ataque.

Toda Kandor ardía, y la ciudad parecía llorar por las numerosas humaredas que ascendían hasta el cielo.

-Por Rao…- Llegó a tartamudear Zor totalmente paralizado, de su mano seguía llevando a Kara, que no podía hacer otra cosa que enterrar su rostro en el pecho de su padre.

-¡Vamos!- Dijo Alura activando el vehículo, en cualquier momento podían presentarse en su piso, o quien sabe, solo volarlo.

Tras salir de la conmoción inicial Lara acompañó a Alura, aun con Kal en brazos. Y a continuación Zor ayudó a su hija a subir, a la vez que una fuerte explosión acababa con la puerta de la entrada de la casa y gran parte de lo que había sido el salón.

Zor se tiró al suelo en un acto reflejo, y poco a poco recuperó el control de su cuerpo, gracias a Rao su hija estaba sana y salva en la nave, y su mujer le gritaba insistentemente que subiera, pero su mirada se quedó fija en la entrada, pues lo que apareció por el umbral de la puerta distaba mucho de un kryptoniano, si, tenía forma humanoide, pero su piel se había vuelto gris, y la textura parecía tremendamente áspera, como si en lugar de estar formada por piel y carne esta estuviera compuesta por algún mineral. Algunas costras con forma de piedras adornaban su cuerpo. Y sus ojos rojizos parecían lanzar una mirada totalmente enloquecida, que se remarcaba aun más con aquella dentadura a la que le faltaban una gran cantidad de dientes. Aquello era sin duda un monstruo, aquello era lo que ocurría por seguir pecando contra la obra de Rao.

Un grito más de su mujer hizo que por fin Zor-El reaccionara y se pusiera en pie, y en el mismo movimiento saltó sobre la nave. Pero tan brusco había sido que el clon no dudó en abrir fuego, haciendo que tanto Kara como Lara gritaran agachándose.

Finalmente el aerodeslizador salió de la terraza de los El mientras aquel clon gritaba y disparaba al aire sin suerte.

-E-esto… ¡esto es una locura!- Gritó Lara mientras intentaba calmar al joven Kal que lloraba sin remedio.

-¿Estáis todos bien?- Preguntó Alura preocupada mientras miraba a su hija que asentía.- ¿Zor?

Pero Zor no contestó, solo lanzó un quejido desde la parte trasera del vehículo.

-¿Zor?- Preguntó Lara preocupada volviéndose hacia él, pues era la que estaba más cerca.- ¡Por Rao!

Lara le entregó enseguida al pequeño Kal a Kara, para acto seguido volverse sobre su cuñado, este había recibido un disparo en la garganta, y se debatía entre la vida y la muerte. Lara intentó cortar la hemorragia con lo que tuvo a mano, intento por todos los medios salvarle la vida aun sabiendo que no había nada que hacer. Pero en cuestión de segundos Zor los dejó para siempre.

El resto del viaje se compuso únicamente por silencio y sollozos mientras Alura volaba lo más rápido que podía esquivando disparos y vehículos por doquier.


Complejo científico, Kandor. Krypton.

El aerodeslizador aterrizó en una de las terrazas de la torres del complejo científico destinado al estudio aeroespacial. Allí se encontraba el laboratorio principal de Jor-El. Desafortunadamente el complejo parecía haber sido invadido en gran medida, de hecho en la terraza había otros vehículos estrellados. Los cadáveres se amontonaban, algunos muertos por la colisión de su vehículo, otros arrollados, y algunos muertos por disparos. También pudieron reconocer clones, aunque no estaban en tan mal estado como el que habían visto en su propia casa.

Kara lloraba junto al cuerpo de su padre, pero Alura se limitó a besar la frente del difunto y recoger un arma del suelo.

-Tenemos que ponernos en marcha…- Dijo Alura mirando en todas direcciones y rezando por que nadie las sorprendiera.

-Pero papá…- Empezó a decir Kara.

-Lo se cariño… pero ya no podemos hacer nada por él, tenemos que seguir el plan de Jor, tenemos que salvarte.- Respondió Alura que solo podía pensar en su hija en aquellos momentos.

Las tres mujeres se pusieron en marcha hacia el interior del edificio esperando que pronto despertaran de aquella pesadilla. Pero pronto descubrieron que esta no había hecho más que empezar.

Tras recorrer unos cuantos pasillos fueron descubiertas por un grupo de clones que enseguida les cerró el paso a base de disparos.

-Iros.- Dijo Alura con frialdad.

-¡No!- Gritó Kara que no estaba dispuesta a perder también a su madre.

-Yo os daré ventaja para que preparéis el lanzamiento, después me reuniré con vosotras. Lo prometo.- Dijo Alura mientras disparaba, pero aquello no contendría por mucho tiempo a los clones.

Alura consiguió unos segundos para mirar a Lara, y esta supo que la mujer ya lo había decidido, y solo le pedía que cuidara de su hija.

Lara pasó a sujetar a Kal con un solo brazo mientras que usó la otra mano para tirar de Kara que pataleaba y gritaba con todas sus fuerzas.

Entonces los clones utilizaron algún tipo de arma pesada de energía que hizo que gran parte del pasillo reventara llevándose a Alura por delante.


-¡¡Tía Lara!! ¡¡Tía Lara despierta!!- Empezó a gritar Kara mientras le golpeaba en la mejilla.

Lara abrió los ojos lentamente totalmente desorientada. Poco a poco recuperó el control de su cuerpo, el pecho le ardía. Recordó la explosión y enseguida recordó algo más…

-¡¿Kal?! ¡couff, couff!- Pregunto asustada entre toses. El pecho le dolía horrores.

-Tranquila… Kal está bien…- Dijo su sobrina con un tono de voz lúgubre.

Alura había muerto, Kara había perdido a sus dos padres en un suspiro, pero había algo más, aquel dolor. Lara enseguida descubrió que un trozo de metal se había atravesado su espalda y había resurgido por su pecho. Pero aun así consiguió ponerse en pie. Dio la mano a Kara, quien ahora sujetaba a Kal mientras lloraba, y empezó a caminar. El pecho le dolía horrores, pero por Rao que llevaría a su hijo y a su sobrina a aquellas naves. Después podría descansar.

Afortunadamente la misma explosión que había acabado con Alura y herido a Lara ahora frenaba el avance de los clones, pues había hecho que la estructura se viniera abajo.

Aunque no tardaron en llegar al laboratorio principal de Jor, a Lara se le hizo eterno el camino. Le pidió a Kara que le acercara a su hijo.

-Que tengas buen viaje hijo mío. Couff, couff, pronto nos encontraremos en un nuevo mundo, couff, donde podremos empezar de cero. Couff, couff, dulces sueños ángel mío.- Dijo besando su frente.- Kara por favor, couff, mételo en esa nave.

La nave de Kal-El era especial, había sido diseñado por sus padres para que le sirviera de guía, en el caso de que acabara solo. No era lo que esperaban, pero era una posibilidad, y era demasiado chico para recordar nada de acabar solo.

Después de meterlo en su nave Kara se resistió a subir a la suya, no quería quedarse sola, no podía quedarse sola con Kal. Pero su tía le prometió que ella se subiría en otra nave, que la nave contaba con un sistema médico, y no mentía. Lo que no le dijo es que aquel sistema nada podría hacer con una herida tan grave.

Lara usó todas las fuerzas para sonreír a su sobrina mientras esta subía a su nave, y en un alarde de fuerza de voluntad consiguió teclear los códigos para que se iniciara la cuenta atrás.

Para cuando Kara vio que su tía se desvanecía en el suelo ya era demasiado tarde, la nave había quedado sellada y no había forma de abrirla.

Kara golpeó la puerta, pero esta no cedía, entonces algo la paralizó, uno de aquellos monstruosos clones irrumpió en la sala disparando contra la nave, y entonces la cuenta atrás acabó.


Granja de los Kent, Smallville.

Hoy

Un borrón azul y rojo surcaba el aire a gran velocidad, para cualquiera que tuviera la suerte de verlo desde el suelo solo era un pájaro, o quizás un avión. Pero Clark lo tenía claro, ese traje, el nombre que le había otorgado Jonathan Kent, había nacido Superman.

Por un acto casi reflejo colocó los puños por delante de su cara para coger más velocidad, cuando estaba en el cielo se sentía tan libre. Bajó y subió varias veces haciendo diferentes acrobacias, acompañando de vez en cuando a algún grupo de aves antes de dejarlas atrás.

Horas después el joven llegó a su destino con una sonrisa en su cara, la casa de sus padres, la granja de los Kent, no se preocupó de que nadie lo viera, pues había bastante distancia entre unas granjas y otras, y había echado un vistazo antes con su visión aumentada para asegurarse de que nadie lo viese llegar.

Jonathan Kent se encontraba justo en el porche arreglando una barandilla cuando el joven héroe hizo acto de presencia en el césped del jardín, haciendo que al señor Kent se le cayera el destornillador, así como la mandíbula, hasta que consiguió reconocer a su hijo, entonces aquella mueca se transformó en una sonrisa.

-¿Pero que te has hecho?- Preguntó divertido.

-¿Te gusta?- Preguntó Clark algo avergonzado mientras se miraba a si mismo como le quedaba el traje.

-Tu madre no se puede perder esto.- Dijo Jonathan encantado.- ¡¡Martha!!


Comedor de la granja de los Kent, Smallville.

Clark Kent, o más bien Superman disfrutaba de uno de los pasteles de manzana que su madre había realizado el día anterior mientras ponía a sus padres al día de todo lo ocurrido con Lionel Luthor y todo lo que había descubierto sobre sus orígenes kryptonianos.

-Pero entonces… ¿como puede ser que nunca te hayan buscado?- Preguntó Martha temiendo la respuesta.

-No se puede saber con certeza.- Respondió Clark.- Pero según los informes de mi padre los clones tenían la intención de destruir Krypton…

Todos guardaron silencio mientras Clark se limitaba a dar un trago a su leche caliente. Cuando se sintió preparado siguió hablando. Sus padres simplemente aguardaron con paciencia, sabía que su hijo se lo contaría todo cuando estuviese listo, así que no tenía sentido presionarlo.

-Usando los avanzados sistemas de la fortaleza intenté localizar Krypton, desde tan lejos no podría tener ni una foto, pero si que podía ubicar el planeta en si…- Dijo cada vez más taciturno.- Y donde antes estaba Krypton ahora no hay nada…

Martha dejó escapar un pequeño gritito llevándose la mano a la boca, puede que aquel planeta no fuera nada realmente para ella, pero siendo el planeta de su hijo, era igual o más importante aun para ella que para el mismo joven. Por su parte Jonathan apoyó su gran mano en el hombro de Clark, como si intentara trasmitirle su fuerza. Y Clark simplemente sonrió, era muy doloroso para él, pero al fin y al cabo este era su planeta, y estos sus padres.

-Entonces… ¿no hubo más supervivientes?- Preguntó Jonathan.

-No lo se, no absolutamente, solo se que Jor-El pretendía que despegaran seis naves, y solo dos lo lograron, pero una de ellas fue seriamente dañada en el despegue. Según el informe solo la mía lo consiguió.- Dijo Clark poniéndose en pie.

-¿Y que vas a hacer ahora?- Preguntó Martha, al fin y al cabo ya había cumplido su objetivo, ya había descubierto quien era.

-Ayudar.- Dijo Clark solemne.- Ayudar a quien me necesite.

Los Kent solo pudieron sonreír ante la decisión de su hijo, que de pronto cambió el gesto de su cara como si escuchara algo. Rápidamente se dirigió a la puerta.

-Tengo que irme, pero os llamaré en cuanto me haya instalado.- Dijo desde el umbral.- Os quiero.

Dicho lo cual Superman emprendió el vuelo, mientras sus padres le decían que ellos también, ya no estaba allí, en un momento podía haberse alejado muchísimo, pero los Kent sabían perfectamente que su hijo aun les escuchaba.

-Ten cuidado.- Dijo Martha abrazándose a su marido.

En el salón la televisión continuaba encendida, el canal de noticias seguía repasando el acontecimiento más importante del día, un incendio totalmente descontrolado en la periferia de Metrópolis, los bomberos no conseguían impedirlo pues desde el bosque se había expandido hasta una gasolinera que había acabado por explotar. La situación era desesperada, pero entonces un hombre hizo acto de presencia. Un hombre de traje azul y capa roja.


SECCIÓN CORREO

Bueno, pues aquí está el número que más me ha costado escribir hasta la fecha. Tanto de Superman como de cualquier fic. Me parecía difícil que no quedara pesado e incluso tedioso contar algo que ya mucho sabemos, era pues como dar una clase de historia, y si he conseguido simplemente que no sea muy pesado ya estaré contento con el resultado.

Más allá de lo que se ve a simple vista hay bastantes secretos ocultos en esta historia, secretos que serán importantes en la vida de Clark y que se irán desvelando poco a poco, espero que dando buenos giros narrativos.

Y en fin, poco más que decir, a partir del siguiente número empieza un arco en el que Clark se mudará a Metrópolis, y en el que empezaremos a conocer más a buena parte del elenco habitual de Super.

¡Un saludo!

Carlos Fortuny

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2 Responses to Superman #5

  1. MarvelTopia says:

    Her es creación tuya o existe? No me suena de nada…
    Por cierto… clones bizarros? 😀

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