Por Ibaita
Fecha de publicación: Mes 154 – 2/11
VOLUMEN I: SIN BANDERAS
Número 3: Periodismo de investigación (II de V)
Los flashes de las cámaras casi deslumbraban a aquel hombre a través de sus gafas de sol. Tendría unos 40 años, y ya comenzaba a peinar canas en las sienes de su cabello castaño. Rodeaba con sus brazos a dos preciosas mujeres mientras sonreía. Otra mujer hablaba a una cámara allí cerca.
-Hoy nos encontramos con una noticia muy picante, puesto que vamos a entrevistar al actor porno Reed Richards, protagonista de films como «Mr. Fantástico y la fórmula de la elasticidad», «Ahora sabrás por qué me llaman Mr. Fantástico», «De cabo a rabo», «Un pepino para la ensalada de esa chica tan educada» o «Este hombre, este monstruo». Vamos a ver qué nos puede adelantar sobre su próxima película…
Media hora después, el hombre se encontraba sólo en su camerino. Cerró la puerta, se quitó las gafas de sol y, alargando el brazo unos 3 metros, las dejó sobre un mueble. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no estaba sólo. Frente a él se encontraba un hombre vestido con los colores de la bandera y portando un escudo y un lanzallamas.
-¿Qué…? ¿Pero quién coño eres y qué pintas aquí?
-Puedes llamarme Capitán América. Y me parece que tu no vas a ser nada comparado con el enano peludo zoofílico de la semana pasada.
Mr. Fantástico se preparó para darle un puñetazo con una fuerza bastante superior a la normal, pero aquel hombre se limitó a disparar el lanzallamas contra él. Al instante, el actor gritó de dolor. Las llamas le estaban abrasando. Su puñetazo alcanzó al escudo de su rival. El dolor le cegaba, y apenas podía ver… O tal vez era el brillo de las llamas. Pronto, no vio nada más. Antes de que se dieran las primeras voces de alerta, el Capitán América ya había escapado por la ventana.
Sin Banderas y el Castigador se encontraban sentados en torno a una mesa, jugando a cartas ellos dos solos. En aquel momento, Ben Urich entró en la sala.
-Ey, Urich-saludó el anarquista mientras lanzaba una mano a la mesa-. ¿Ya se ha publicado tu artículo?
-No. De hecho, todavía no le he comentado nada a mi editor.
-Supongo que vienes a documentarte un poco más… Por cierto, éste es el Castigador. Castigador, Ben Urich; Ben Urich, Castigador.
-No deberías andar contando por ahí estas cosas-gruñó este último.
-Ah, ¿qué sería de nosotros si la gente de a pie no conociera nuestras cosas? Los de arriba no se fijarán en esto, una columna en la mitad del Bugle… Lo difícil será que ese tal Jameson le deje publicar ese artículo sin pensar que se ha vuelto loco.
Justo cuando el Castigador lanzaba su mano, otro hombre entró corriendo en la sala.
-Agh… Agh… Sin Banderas.
-Joder, qué prisa. ¿Qué pasa?
A pesar de la tranquilidad de su voz, Urich notó que se había puesto tenso, y que el Castigador acercaba su mano a la funda de la pistola.
-Es… El Hombre de Hielo. Hemos recibido un chivatazo, va a atacar a Johnny «Storm»… Agh…
-¿Cuándo? ¿Por qué?
-No sabemos cuándo será… Al parecer Vodafone ha contratado a «Storm» como su escaparate viviente, pero a Movistar no le hace nada de gracia, porque Alonso está quedando en ridículo… Así que ha contratado al Hombre de Hielo para cargarse a «Storm», y hará perder a Vodafone millones de dólares.
-Joder, yo eso no me lo pierdo, le tengo muchísimas ganas al Hombre de Hielo… Pero primero dejaré que se cargue a «Storm», que también me cae mal. Castigador… ¿Vendrás con nosotros?
-Sí. El crimen debe ser castigado.
-¡Muy bien! Urich, cuando he dicho «nosotros» te estaba incluyendo.
-¿Qué.. Qué? ¿A mí?
-Sí, claro. Así podrás conocer la noticia de primera mano.
-Sin Banderas, éste no era el trato…
-Oh, vamos… ¿Qué peligro hay? Le tiraré una granada como la última vez, pero esta vez le enchufamos con un lanzallamas antes de que se recomponga y listo. Además, el Castigador tiene superpoderes.
-¿Ah, sí?
-Hmm.
Un hombre vestido con gabardina tocó a un timbre. Casi al instante, la puerta se abrió con un zumbido. El hombre entró y saludó a la recepcionista, que le miraba con un ligero brillo púrpura en sus ojos.
-Soy Worthingthon. Quiero ver a Killgrave.
El hombre cerró la puerta y se quitó la gabardina. A continuación desabrochó un arnés y desplegó sus alas, más cómodo. En cuanto se sentó en una butaca, Killgrave entró en la habitación. Era un hombre vestido con un traje morado y lila, con la piel púrpura y una perilla. Sonrió al ver a Worthingthon.
-Ah, mi millonario favorito… ¿Qué haces tú por aquí? Pensé que te gustaría mi regalo de cumpleaños.
-Sí, esa tal Betsy Braddock, ¿no? Bueno, está muy bien eso de que sea telépata… Pero no me termina de convencer. Te obedece a ti, ¿no? Eso significa que tú tienes acceso ya a todos mis pensamientos.
-Por favor, mis… Subordinadas no funcionan así. El leer la mente es algo muy especial, Worthingthon. Puede leer incluso tu subconsciente como un libro abierto. Betsy es capaz de hacer realidad tus fantasías más ocultas, las que ni siquiera tú sabes que tienes.
-Debo admitir que estoy impresionado, Killgrave… Pero sí, la tengo en mi ático de los pájaros, desnuda todo el día pero con todo tipo de lujos. Fue un gran regalo, pero ya hace varios meses de mi cumpleaños. Me aburro.
-Ah, muy bien… Te mostraré mis mejores adquisiciones.
Killgrave condujo a Worthingthon a un pasillo contiguo, y entró en la primera habitación. Allí había una mujer rubia, con un corsé, un tanga y unos zapatos de aguja blancos.
-Ésta es Emma, conocida como la Reina Blanca. También es telépata, pero si estabas cansado de Betsy…
-Hmm. Quiero ver más cosas.
Siempre atento, el hombre de color púrpura condujo al millonario a la siguiente habitación. Allí se encontraba una mujer más joven, con el pelo castaño con un mechón blanco, en lencería de encaje rosa. Worthingthon quedó impresionado con su sonrisa de inocencia. Aquella era la mejor hasta el momento.
-No te dejes engañar por su aspecto inocente, es muy pícara. Así la llamo yo, Pícara. Tiene una desventaja…
-Dime.
-No se la puede tocar.
-¿Eh?
-Aborbería tus poderes y tus pensamientos y te dejaría inconsciente, incluso puede que en coma. Por supuesto, tenemos condones, guantes para ti, guantes para ella y traje de cuerpo entero. Puedes usar lo que quieras de eso, o todos a la vez.
-Uh… Bueno, no sé, supongo que los guantes y eso no quita mucha sensibilidad, pero… ¿Tienes algo mejor?
-Bueno, tengo por ahí a una con factor curativo, la 23, gracias a lo cual siempre es virgen… Sería como una cuádruple desvirgación.
-Killgrave, puedo pagar algo mejor.
-De acuerdo. Te enseñaré lo más selecto.
En la próxima habitación, había una metamorfa con la piel de color púrpura, el pelo rojo y un camisón blanco. Llevaba un cinturón con calaveras.
-Ésta es Mística, una auténtica experta en todas las artes…
-¿Esto es lo mejor que tienes?
-Es metamorfa, Worthinghton. Puede tener el aspecto que tú quieras… Y ésta también es virgen siempre que quieras. No tendrás nunca nada mejor.
-Joder… ¿Sabes qué? Que quiero pasar media hora con Emma y con ésta.
-Emma y ésta… Ufff, va a ser caro.
-Mira, haré que Mística tome el aspecto de Pícara. Y después le diré a Emma que le transmita a Mística mis fantasías más oscuras y que las dos me ayuden a cumplirlas.
Ante esa explicación, Killgrave comenzó a reír a carcajadas.
-Te he subestimado, Worthinghton. Eres un genio. Nunca se me había ocurrido hacer eso… Ya probaré, ya.
4 – Periodismo de investigación (III de V)
Ben Urich, Sin Banderas y el Castigador pasaron por la taquilla. Las gradas estaban a rebosar. La Fórmula 1 tenía muchos fans.
-Así que gratis, ¿eh?-comentó Sin Banderas.
-Es lo que tiene el pase de prensa. Como documentarse para ese artículo de superseres cuesta, he decidido hacer un pequeño artículo sobre Fórmula 1, para quitarme a Jameson de encima.
-Tú mismo. Pero recuerda el motivo por el que estamos aquí. Tenemos que seguir a «Storm» y cargarnos al Hombre de Hielo cuando aparezca.
Los tres hombres se acomodaron. Los coches estaban a punto de arrancar. Por suerte, tenían un asiento en tercera fila desde el que se veía más de la mitad del circuito muy claramente. El semáforo se puso en verde. Todos los coches arrancaron. Urich seguía atentamente los coches con la mirada.
Antes de los dos minutos, el coche de Johnny «Storm» iba ya en cabeza. Se dirigía a un puente justo detrás de una curva. Ni la cámara del coche ni la vista del público alcanzaba a los primeros metros de después de ésta. Fue allí donde el coche derrapó.
-Hielo-comprendió Sin Banderas-. Ese cabrón ha puesto hielo en el circuito.
El coche atravesó fácilmente la barrera del puente y cayó de costado, sobre el depósito. Se deslizó por la carretera directo hacia los tres coches más rezagados, y chocó contra uno. Para entonces, el depósito ya estaba en llamas. La explosión sacudió los dos coches. Johnny «Storm» salió volando en llamas y cayó sobre la hierba a casi cinco metros. La explosión no le había alcanzado de lleno, pero tenía el traje casi destrozado. Y estaba en llamas. Cuatro o cinco hombres vestidos de uniforme se acercaron rápidamente hacia él, portando extintores. La espuma le envolvió, pero el fuego no apaba. El público contempló absorto como la llama seguía ardiendo a través de todo ese volumen de espuma. Al fin, al cabo de unos veinte segundos, la llama se apagó.
-¡Se lo van a llevar a la enfermería!-avisó Urich, aunque los dos terroristas ya se estaban levantando.
En pocos minutos salieron de las gradas y corrieron junto a la valla hacia la enfermería. No había guardias, aunque en el suelo se podían apreciar restos de ropas y piel y algunas esquirlas de hueso confundidas entre pedazos de hielo.
-El Hombre de Hielo ya ha estado aquí, no creo que a nuestra víctima le quede mucho tiempo…
Los tres hombres se asomaron a la enfermería. Johnny se encontraba recostado en una camilla, junto a un médico. Parecía encontrarse bastante bien; el médico no daba crédito. Entonces pudieron ver al Hombre de Hielo. Entró por la puerta mientras ellos se escondían en el pequeño trastero donde se guardaban las camillas. Era un hombre hecho totalmente de hielo. Vestía unos pantalones, unas botas, unos guantes sin dedos, una cazadora abierta y unas gafas de sol, todo ello negro.
-¿Quién coño eres?-dijo el piloto mirándole confundido.
El médico se giró. El asesino alzó un brazo hacia él y al instante se convirtió en una estatua de hielo.
-Puedo congelar todas las moléculas de agua de tu cuerpo sólo con mirarte. Soy tu muerte.
El Hombre de Hielo alzó el brazo hacia Johnny, pero éste fue más rápido. Extendió su mano y un chorro de fuego atravesó el pecho del asesino, tirándole al suelo.
-Joder. Por eso ha sobrevivido al fuego. Ese cabrón tiene poderes-susurró Sin Banderas.
El asesino se retorció mientras su herida se curaba. Johnny comprendió que seguía vivo y entonces empezó a arder. Todo su cuerpo quedó cubierto por llamas, como una antorcha humana. Después lanzó una enorme llamarada contra el Hombre de Hielo, fundiéndolo y convirtiéndolo en agua que se filtró por las baldosas del suelo.
-Se lo ha cargado. Se ha cargado a uno de los asesinos más peligrosos del planeta.
-Sigo vivo…-contestó entonces una voz gutural, haciendo callar a Sin Banderas.
Johnny se volvió hacia todos los lados, comprendiendo que en cuanto el Hombre de Hielo le viera le convertiría en hielo. La intensidad de su llama aumentó aún más, de forma que resultaba difícil mirarle sin quedar cegado. Parecía que la enfermería iba a soportar un duelo entre titanes. ¿Ni siquiera tenía detector de incendios? El Hombre de Hielo aún no se había materializado, pero la escarcha comenzó a cubrir las paredes y el techo. Estaba preparando el escenario. Johnny, por su parte, dejó que su llama se empezara a extender. El vapor de agua comenzaba a acumularse en la habitación. Una figura de hielo surgió entonces del suelo. «Storm» la fundió con un sólo gesto, desprendiendo otra nube más de vapor. ¿Era el Hombre de Hielo o una figura creada por él?
Entonces un brazo de hielo atravesó el suelo, fundiéndose al entrar en contacto con la pierna de aquella antorcha humana. La cabeza del asesino surgió del suelo a seis metros y sonrió al ver al piloto agachado junto a la camilla.
-Así que has aprovechado el vapor para escabullirte y has creado un doble de llamas en su lugar. Por eso no podía congelarle, no tiene ni una sola molécula de agua. Qué ingenioso…
Mientras decía esto, Johnny estaba totalmente quieto. La mitad del agua de su cuerpo ya había sido congelada. El asesino no necesitaba más; dejaría huellas visibles y «Storm» ya estaba muerto, con su corazón detenido.
Sin Banderas se atrevió a salir por fin diez segundos después. Demasiado tarde: El Hombre de Hielo se había ido sin dejar rastro.
-Será mejor que nos larguemos de aquí antes de que aparezca la pasma, ¿eh?
En un camerino, una preciosa mujer rubia se sentó frente al espejo. Sacó su carné de identidad; Alison Blaire, mujer, 22 años. Después extrajo una pequeña bolsa de cocaína y, usando el carné, convirtió el polvo en una raya. Se agachó sobre ella y comenzó a esnifar.
Entonces, un hombre negro y musculoso entró en el camerino.
-Alison… ¿Ya estás otra vez con eso?
-Snif… No. No estoy otra vez esnifando porque apenas queda una jodida raya. ¿Qué esperas que haga con esto? Tengo que pedir unos cuantos gramos más para hoy mismo. Aaah…
-Te acaban de llamar de Universal, un ultimátum. Te advierten que no vuelvas a usar tus poderes en público.
-Todo el mundo cree que forma parte del espectáculo, joder…
-Y tuvo éxito al principio, pero ahora las máquinas ya están programadas y pueden hipnotizar al público tan bien como tú, no hace falta que uses tus poderes…
-Aaah, bueno, ¿qué van a hacer, enviar un asesino a por mí? Tú eres Luke Cage, guardaespaldas de estrellas. Protégeme.
-Imposible, ya sabes que los poderes no se pueden usar en público. ¿Crees que al gobierno le gustaría? No, y seguro que nos mataría.
-¿Pero por qué? Tú conseguiste tus poderes en un accidente, pero yo soy mutante. Tiene que haber más mutantes, ¿no? Tarde o temprano la gente se enterará de que existen.
-Sí, he oído algo así…
-¿Ah, sí?
-Parece que hubo una época… No sé, apenas dos años o tres, en que la gente sabía que había superhumanos.
-¿Qué coño dices, Luke? Eso no tiene ningún puto sentido.
-Bueno, sí, la gente odiaba a los mutantes… Les pegaba palizas, y cosas así. El gobierno se esforzaba por eliminar discretamente a todos los superhumanos que pudiera, pero no era fácil… En cuanto se descubría uno, la prensa se acumulaba alrededor de su casa… Pero bueno, el caso es que los mutantes eran odiados y temidos, y acosados. Había un hombre, un hombre bueno, que intentaba cambiar esa situación… Se llamaba… Charles Xavier, creo. Dirigía una escuela secreta en la que enseñaba a los mutantes a usar sus poderes. El caso es que no funcionaba… La gente seguía odiándoles. Entonces, él hizo lo que creía mejor. Era un telenosequé, un tío que puede leer la mente, y era poderosísimo, así que modificó los pensamientos de las tres cuartas partes del planeta que habían oído hablar de los superhumanos para que lo olvidaran.
-Je… No sé qué te has metido o qué se metió el que te lo contó, pero te juro que yo quiero un poco. Anda, dedícate a hacer de guardaespaldas, que eso se te da bien…
OFICINA DE BEN URICH
Pues continuamos con la saga Periodismo de investigación, que sentará las bases para todo el primer volumen y para gran parte de los siguientes.
El número 1 ha tenido cuatro comentarios positivos, de Correia, Tomas, Matanza Cósmica y MiRo, y ninguno negativo, por lo que supongo que voy bien. No hay ninguna duda en concreto, así que no tengo nada que responder aquí, sólo agredecerles el tiempo que se han tomado en leerlo, lo que creo que es algo básico de autor a lector.
Así que para terminar el hueco, un breve comentario… Sobre todo respecto al número 3, que creo que puede ser el más polémico, empezando con un Mr. Fantástico metido a actor porno y terminando con un burdel de lo más curioso. Os prometo que no volveré a hacer muchas cosas tan brutales como ésta XD Pero la de «Este hombre, este monstruo» tenía que meterla sí o sí. Y bueno, al menos sabemos quién fue el asesino de Lobezno, avanza un poco la trama.
En cuanto al número 4, me gustaría resaltar que he profundizado más en el terrible poder que tiene el Hombre de Hielo. Estamos hablando de un tío que puede matarte con un pensamiento, sólo congelando las moléculas de agua de tu cuerpo; y creo que sólo le he visto hacerlo una vez, en el prólogo a la Era de Apocalipsis. Ciertamente es uno de los superpoderes más desaprovechados de Marvel, así que aquí podemos ver cómo funcionaría si no tuviera tantos remordimientos. Y en ese mismo número y en ese mismo campo, podemos ver también lo que podría hacer Xavier si él tampoco tuviera muchos.
Lo cierto es que en el mundo que vivimos… no todos son cabrones psicópatas, claro, también hay gente buena. Pero si una persona normal tuviera superpoderes, aunque no se convirtiera en un supervillano, también es cierto que desaparecerían muchísimos remordimientos… Es lo que he intentado reflejar con la serie en general y sobre todo con Xavier: él quiere ayudar a las personas, pero no se escuda en frases del tipo «no, es que cambiar sus mentes está mal…». En el mundo de verdad hay pocos héroes, y en Superhumanos también.
Finalmente, decir que estos números probablemente fueron los que más disfruté escribiendo; me encantan los enormes cambios que hay en cuanto al protagonismo, mostrando personajes distintos y sin ninguna relación entre sí en cada párrafo, para ir definiendo cómo es el mundo.