#10 – Tierra de Nadie II
Grita caos
Por Tomás Sendarrubias
Portada de Martín Quelle
Fecha de publicación: Mes 187 – 11/13
Hoy, Ciudad de Gotham.
HA. HA. HA. HA…
Aquella risa enajenada retumba una y otra vez por toda la ciudad, atronando mientras que el horizonte de la ciudad continúa ardiendo. El Circo Haly se encontraba en una explanada un tanto apartada del gran núcleo urbano que era Gotham, pero incluso desde donde se encontraba Bruce Wayne podían verse los tumultos organizados por el terror que estaba comenzando a invadir la ciudad.
Los puentes, los túneles y el aeropuerto, incluso el embarcadero del ferry de Bludhaven… todos los caminos que unían la ciudad con el continente habían volado por los aires. Como Batman, había investigado pocos días atrás la desaparición de media tonelada de explosivo en unos almacenes cercanos a la ciudad, pero… dos días eran un tiempo demasiado corto para preparar una operación terrorista de aquella envergadura, ¿a qué se estaban enfrentando?
Entra en el coche, el Lamborghini Murciélago negro con el que había acudido a aquella macabra sesión del Circo Haly, y conecta el sistema de comunicación con la Batcueva. El ordenador de a bordo de inmediato cambia y deja de mostrar el acceso al GPS y al reproductor MP3 para mostrar una serie de mapas táctiles, que Bruce analiza de un vistazo. Los puentes que habían volado eran los que unían Gotham con el exterior, no los internos. Pequeños puentes que unían el archipiélago sobre el que se encontraba Gotham, como el que llevaba al viejo Manicomio Arkham o el que separaba las dos partes del Parque Robinson, continuaban en pie.
-¿Alfred?-dice Bruce, y de inmediato, la voz de su mayordomo suena a través del sistema de comunicación del coche.
-Señor Bruce, me alegra escucharle. ¿Ha mirado hacia arriba?
Bruce se inclina hacia delante y mira hacia la oscuridad, quebrada por la luz del fuego, de la noche. El símbolo del Murciélago aparecía en el cielo, proyectado desde el edificio de la Comisaría de Policía de Gotham, aquella polémica Bat-Señal idea de James Gordon.
-Alfred, ponme con el teléfono personal del comisario Gordon-dice Bruce, arrancando el motor del Lamborghini, que ronroneó esperando a que Bruce pisara el acelerador para moverse. La señal telefónica se transmite a través del Manos Libres, y Bruce conecta un pequeño aparato que distorsionará su voz. Tras unos segundos, escucha el clic del descuelgue, y la voz de Gordon, oscurecida por un gran jaleo de ruidos y sirenas a su alrededor.
-Comisario Gordon-dice Bruce, con la voz enronquecida por el distorsionador.
-¿Batman?-masculla Gordon-. Por los clavos de Cristo, ¿dónde estás? La ciudad se deshace por las costuras, necesitamos toda la ayuda que podamos reunir sólo para entender qué está pasando aquí.
-Tengo asuntos entre manos-responde Bruce, pensando en Dick Grayson y en lo que había pasado un par de horas antes bajo la carpa del Circo Haly, una tragedia que se había convertido en una mera nota a pie de página después de lo que había pasado en Gotham aquella noche, pero que se había instalado como una espina en la mente de Bruce, creándole un profundo desasosiego, y la sensación de encontrarse de nuevo bajo la lluvia en el Callejón del Crimen-. Necesito una visión global de lo que está ocurriendo, Comisario.
-Caos, Batman. Caos en todo Gotham. Las explosiones nos han dejado aislados del exterior, y parecen haber soltado a todos los locos de Gotham a las calles. Todos los James, Marys y Johns que parecen tener una vida normal en la ciudad, se encuentran ahora saqueando tiendas, asesinando a sus vecinos o encerrándose en Iglesias. Hace diez minutos un grupo de supervivencialistas ha reclamado Hill Town como una zona propia y han echado a la policía de allí como «agentes del gobierno». Ha habido tres muertos de momento, pero habrá más sin duda. Y tenemos un mensaje de alguien que se atribuye los atentados.
-El tipo de Lincoln-dice Batman y Gordon gruñe al otro lado. Meses atrás (1), alguien había hecho volar el Puente Lincoln en plena hora punta, utilizando dos camiones repletos de explosivo. Los supervivientes habían dicho que se habían escuchado una voz horrorosa contando chistes absurdos y luego una risa grotesca antes de que los camiones estallaran. En aquel momento, Batman tenía claro que lo de Lincoln sólo había sido un ensayo macabro para un plan más grande.
-El Joker-musita Gordon-. Es algún tipo de loco que se hace llamar así.
-¿Llamó a la comisaría?
-Dejó un correo electrónico. Una especie de virus, la gente del departamento informático está todavía tratando de sacarlo de nuestros ordenadores. En cuanto cuelgue te envío una imagen.
-Hh-gruñe Bruce-. Iré a Hill Town en cuanto las circunstancias me lo permitan.
-Estupendo-asiente Gordon-. Estamos pendientes de establecer un puente aéreo vía helicópteros con la base aérea de Bludhaven. Esperamos que vaya bien.
-Tengan cuidado, comisario. Quien haya hecho esto es realmente peligroso.
Bruce corta la comunicación y espera unos segundos. Realmente tenía que ser alguien peligroso, y tremendamente hábil, lo suficientemente hábil como para haber hecho desaparecer los explosivos de Virgo (2), de eso estaba seguro. Un pequeño pitido señala la llegada del mensaje de Gordon, que Bruce carga en la pantalla del ordenador de a bordo de su coche. De inmediato, la pantalla se vuelve roja, e hizo su aparición una carta de una baraja francesa, con el dorso rojo y negro, sobre un fondo que parecía ser una imagen de Gotham por la noche, pero una Gotham siniestra y malevolente. Una calavera se perfilaba sobre la luna, y la ciudad parecía tener cierto aspecto pútrido, afilado, amenazador.
–Policía de la Ciudad de Gotham… -comienza a decir una voz sibilina-. La fiesta está a punto de empezar, una fiesta como no se había visto antes en la cudad. Gotham presenta la llegada del…
La carta se da la vuelta, mostrando el comodín de la baraja, una ilustración en la que destacaba una sonrisa que de inmediato le recordó a Bruce los muertos en la empresa Virgo, aquellas personas que habían fallecido víctimas de algún tipo de gran nervioso con aquellas sonrisas grabadas en sus caras. Y la risa empieza a retumbar en el interior del coche, la misma risa que se había escuchado procedente de la costa cuando las bombas habían estallado.
HA HA HA HA HAAAAAA
HA HA HA HA HAAAAAA
HA HA HA HA HAAAAAA
–Hola, hola, hola, gominolas-sigue diciendo la voz-. Espero que os hayan gustado los fuegos artificiales. Son mi primer regalo a la ciudad, me encanta esta ciudad, me encanta este sitio. Voy a quedarme mucho tiempo, y estoy seguro de que vosotros y yo vamos a ser muy, muy, muy buenos amigos. Apuntadme en vuestras agendas, twitter, Facebook, cuentas de Linkedin, y demás redes, porque vamos a charlar mucho vosotros y yo. Buscadme como Joker, ¿de acuerdo? Os quiero a todos invitados a mis próximos eventos. ¡Que no se lo pierda ninguno!
La imagen se desvanece, pero la risa continúa, mientras una imagen pequeña, una especie de comecocos verde y morado comenzaba a devorar la pantalla desde la esquina superior izquierda, eliminando la foto de la ciudad, para dejar una nueva Gotham, que parece devorada por el fuego y las llamas bajo la mirada atenta de la calavera de la luna. Bruce apaga la pantalla del ordenador de a bordo.
-Alfred, ¿lo has escuchado?
-Si me permite, Señor Bruce, creo que esta vez tiene delante a un loco de una magnitud incalificable-comenta el mayordomo a través de la línea de comunicación directa-. ¿Se dirigirá entonces a Hill Town?
-Si tenemos que hacer frente a un loco, lo mejor será que la ciudad permanezca lo más unida posible. Si nos matamos los unos a los otros, ese tal Joker podrá sentarse simplemente a mirar cómo nos despedazamos. Tengo un uniforme y equipos en el ático del piso franco de Finger Avenue, y está más cerca de aquí y de Hill Town que la mansión. ¿Estarás bien?
-Sí-responde Alfred, tajante-. Pero usted, tenga cuidado ahí fuera.
-Claro-contesta Bruce, y corta la comunicación con la Batcueva. Maniobra con el coche para tomar la autopista, y en ese momento, ve que Chase Meridian sale por uno de los laterales del Circo Haly junto a dos agentes de policía y el joven Richard Grayson. Suspira un momento y da marcha atrás, dirigiéndose hacia ellos con el coche.
-¿Señor Wayne?-pregunta la psicóloga, mientras él baja la ventanilla del coche-. Oh, Dios mío, ¿qué está pasando ahí fuera?
-Será mejor que vayan a un sitio seguro, señorita Meridian. Y cuanto antes. Esta ciudad se deshace. Agente, ¿a dónde les llevan?
-Tenemos que ir a comisaría, Señor Wayne-responde nervioso uno de los agentes-. Hay que tomar declaración al muchacho, y…
-Agente, creo que esta noche hace falta que la policía esté en las calles, el chico necesita descansar y a ustedes les necesitan en una docena de sitios. Señorita Meridian, antes le mencioné un lugar de mi propiedad al que me gustaría que se dirigieran, creo que lo mejor será que les lleve yo mismo.
-Señor Wayne, la situación es un poco irregular…-contesta el policía, y Bruce asiente saliendo del coche.
-Agente… Miles-dice, leyendo la placa del hombre-. Yo mismo hablaré con el comisario Gordon si es necesario.
-No lo creo-interviene Chase-. Agente Miles, como agente del tribunal de menores, creo que en estos momentos es mejor que Richard esté lo más seguro posible, y creo que la comisaría va a ser un sitio muy poco tranquilo esta noche. Les dejaré la dirección dónde nos encontraremos sin necesitan localizarnos, y en cuanto la situación se tranquilice, le llevaré a testificar. ¿De acuerdo?
-Está bien, señorita Meridian. Supongo que en noches así, las normas no importan mucho.
-Richard, este es Bruce Wayne-dice Chase, y por primera vez, el joven de los Grayson alza la mirada, los ojos azules enrojecidos por las lágrimas, y un poco aturdido, probablemente a causa de algún tranquilizante suministrado por la policía para calmarle después de lo ocurrido. Bruce extiende la mano, y Richard se la estrecha, con fuerza a pesar su estado.
-Lamento lo de tus padres, Richard-dice Bruce, y el muchacho asiente-. Ahí atrás irás un poco incómodo, pero será sólo un rato. Otro día podrás conducir el coche.
Bruce mueve el asiento del copiloto hacia delante y a duras penas Dick consigue sentarse en un hueco tras él. En pocos segundos, el Lamborghini Murciélago negro de Bruce sale hacia la autopista, con un rugido tras él.
-Esto es una locura-masculla Chase, mirando alrededor, viendo las columnas de humo y fuego que parecen rodear la ciudad mientras se dirigen hacia el piso de Bruce.
-Una de las que hacen que todo el mundo se vuelva loco-asiente él.
-¿Quién lo ha hecho? ¿Kobra?
-Aún no hay nada confirmado, pero parece la obra de un loco.
-Mire, Señor Wayne-dice Chase, señalando por la ventana-. Helicópteros, seguramente de la base de Bludhaven.
Bruce echa un ojo, y ve, efectivamente, tres helicópteros que se acercan a Gotham desde el Suroeste.
-El séptimo de caballería llega para poner orden en la ciudad de los locos-suspira ella, y Bruce asiente… y en ese momento, uno de los helicópteros estalla en el aire, con un sonido semejante al de un trueno y una gran explosión que hace que otro de los vehículos, el que iba más cerca, zozobre en el aire, cayendo a plomo sobre el mar-. ¡No, no, no!-grita Chase, mientras Richard se inclina hacia delante, pasando medio cuerpo entre los asientos de Bruce y Chase para mirar hacia fuera-. ¿Qué está pasando?
El tercer helicóptero estalla en el aire, y aunque Bruce va a hablar, es Richard quien responde.
-Los están derribando-dice el muchacho-. Proyectiles tierra-aire, alguien los estaba esperando.
-Hh-gruñe Bruce. Media docena de helicópteros más venían tras los tres primeros que habían formado la avanzadilla, pero tras ver lo ocurrido, dieron la vuelta, de regreso a Bludhaven. Suspira. De momento, están solos.
-Señor Wayne, ¿está seguro de que debe marcharse?
Bruce asiente, y lanza una última mirada a su alrededor. Ha alojado a Chase Meridian y Richard Grayson en la última planta de un edificio de reciente construcción en Finger Avenue, una zona que se estaba revalorando después de la demolición de media docena de manzanas de edificaciones antiguas y su sustitución por pisos nuevos a precios asequibles y un centro comercial promovido por Industrias Wayne. Los edificios aún no estaban del todo ocupados, así que Industrias Wayne ostentaba aún la propiedad de muchos de ellos, como aquel en el que se encontraban. El encargado de la inmobiliaria había decidido amueblar por completo uno de los pisos, de modo que los posibles compradores pudieran hacerse una idea de cómo serían las viviendas una vez habitadas, así que Richard y Chase podían disponer incluso de ciertas comodidades, como camas, calefacción o televisión.
-Me encargaré de que alguien traiga comida, y cualquier otra cosa que podáis necesitar-dice Bruce-. Richard… deberías descansar.
Dick Grayson se asoma por encima del sofá en el que está sentado, frente a la televisión y niega con la cabeza.
-No tengo sueño, señor Wayne. Muchas gracias.
Sin más, Dick enciende la televisión y encuentra un canal de noticias. Las imágenes bailan a toda velocidad ante ellos, imágenes del estallido de los puentes, de la destrucción de los helicópteros, del caos que parecía extenderse por todo Gotham.
-Es importante que no salgan, señorita Meridian. Ante cualquier cosa que necesiten, llámeme a mí directamente, o al número que aparece en el dorso de la tarjeta, es el de Alfred, mi mayordomo. Si no pueden contactar conmigo él se encargará de todo.
-Después de todo esto, señor Wayne, puede llamarme Chase.
-Bruce-dice él-. Para cualquiera de los dos, Bruce.
-Esto es absurdo-dice Dick desde el sillón, señalando la televisión.
-¿Qué ocurre?-pregunta Chase, acercándose a él y lanzando a Bruce una mirada tranquilizadora.
-El Movimiento Question…-dice el muchacho, señalando hacia una chica que aparecía en la pantalla, con dos gruesas trenzas negras y una interrogación en un clip sujeto a una chaqueta de lana fina que llevaba.
-Sube el volumen-dijo Bruce, y Dick le dio voz a la televisión.
-…la ciudad se encuentra en la peor situación que ha vivido en su historia-decía la chica-. Es obvio que las instituciones no han sabido gobernarnos como correspondía, ha sido la corrupción y la incompetencia lo que ha puesto Gotham en el punto en el que se encuentra. No podemos nombrar nuevos cargos corruptos, no podemos confiar en las instituciones, que están controladas por las grandes corporaciones de la ciudad, aquellos que quieren aplastarnos y controlarnos. Es obvio que el pueblo debe autogobernarse, que es el momento de que tomemos el control de nuestras propias vidas. El movimiento Question quiere convertirse en el catalizador del cambio, queremos crear una serie de comités en los que todos los ciudadanos puedan tener voz y voto, en los que las decisiones se tomen por mayoría y en la que cada uno pueda expresar libremente su voluntad, no…
-¿Qué es lo que te molesta, Richard?-pregunta Chase y Dick se encoge de hombros.
-La ciudad se deshace, alguien nos ataca, no sé si desde dentro o desde fuera. No es el momento de debatir sobre las instituciones, eso podremos hacerlo después. Ahora, deberíamos defendernos.
-En Roma, en momentos así se elegía un tirano para defender la ciudad-responde Bruce, y Dick niega con la cabeza.
-No nos hace falta un tirano. Tenemos a Batman-dice el muchacho, y Bruce siente un escalofrío. ¿Eso es lo que esperan de él? ¿Qué se convierta en el líder de la defensa de la ciudad?
-Debo marcharme-afirma, dirigiéndose hacia la salida-. Chase, cierra con llave cuando me haya ido. Puedes traer a cualquier persona que consideres que necesita estar segura, pero tened mucho cuidado, y no salgáis de aquí, ¿entendido?
-Perfectamente, señor Wayne.
-Bruce.
-Bruce-sonríe Chase, y Bruce Wayne sale, cerrando la puerta tras de sí, y esperando a escuchar el sonido de los cerrojos de la puerta de seguridad echándose tras él. Cuando lo escucha, se dirige a las escaleras, y en lugar de bajar, sube un piso más, hacia el ático. Bruce pone la mano sobre el pomo de una puerta, una cerradura sencilla que debería abrirse con llave, pero que esconde un cierre mucho más complejo. El pomo recoge las huellas dactilares de Bruce, abriendo los cierres de seguridad, y franqueando el paso hacia el interior del ático, construido según las instrucciones del propio Bruce Wayne, un amplio espacio diáfano, en el que se encuentra todo el equipo que Batman puede necesitar. Un uniforme, equipamiento, conexión a la Batcueva… Dejando a un lado el traje que llevaba, Bruce se viste con el uniforme, y antes de ponerse la capucha, se inclina sobre unos de los grandes paneles que hacen las funciones de pantallas para los ordenadores, y pulsa varias órdenes, accediendo a los sistemas de la Batcueva. Satisfecho con el resultado, se pone la capucha, ajustando las lentes para la visión nocturna, y se dirige hacia un ventanal, situado estratégicamente sobre un callejón oscuro y estrecho. El ventanal se abre, y sin detenerse, Batman salta al vacío, extendiendo la capa, que de inmediato ejerce de paracaídas, frenando la caída hasta convertirla en una especie de planeo. Apenas ha llegado al suelo cuando escucha un leve zumbido y se gira hacia la entrada del callejón, donde acaba de hacer su aparición su nuevo medio de transporte, un coche completamente blindado con placas de color negro mate y con lo mejor que la tecnología de Industrias Wayne podía ofrecer, incluido un sistema de posicionamiento global que es lo que ha activado y ha permitido al coche (al que Alfred llama el Batmovil) llegar por sí solo hasta donde Batman estaba. Una de las secciones laterales del vehículo se deslizó en completo silencio, permitiendo a Batman acceder al coche, y en cuanto puso las manos en el volante, el piloto automático le transfirió el control del vehículo, con varias proyecciones holográficas superponiéndose a la pantalla dándole el control de los 360º del entorno del coche, así como viabilidad de cada una de las calles cercanas, controles y radares de policía, y todo lo que necesitaba saber para moverse rápido y sigiloso por la ciudad, como la navaja de un asesino.
Iba a ser una noche muy larga.
Ayuntamiento de Gotham, a la mañana siguiente.
-¿Qué se supone que tenemos que hacer?
-¿Qué tal evitar que la ciudad de vaya del todo a la mierda?-gruñe el teniente de Alcalde, inclinándose hacia delante en la mesa de la sala de reuniones del Ayuntamiento, dando un nuevo trago a un vaso de whisky y sirviéndose de una botella cercana, demasiado vacía para haberla empezado apenas una hora antes. Samuel Code era ahora, al menos en teoría, el alcalde de la ciudad, o al menos el responsable de esta; y junto a él estaban todos los concejales y asesores que había podido reunir aquella mañana. La situación de Gotham no había mejorado durante la noche, al contrario, la ciudad se había sumido de forma paulatina en el más absoluto caos. Las noticias ya se referían a Gotham como la «Tierra de Nadie» debido a la imposibilidad de las autoridades nacionales de intervenir, al menos hasta el momento. Los militares habían realizado tres intentos de alcanzar la ciudad, dos desde el helipuerto de Bludhaven y uno con barcas de asalto, y el resultado en los tres casos había sido el mismo: los mismos terroristas que habían volado los puentes parecían estar preparados para mantener el aislamiento de la ciudad. La identidad del terrorista, un tal «Joker» se había filtrado a la prensa, y no se había dejado de especular sobre él en todas partes, aunque el resumen de lo que se sabía era corto: no se sabía absolutamente nada.
Code toma un nuevo sorbo de whisky, mirando a su alrededor. Dos días antes había estado en una reunión parecida para hablar de la recalificación de la zona sur de Hill Town y de una cuarta parte del Parque Robinson, y todos habían estado felices y haciendo bromas, dispuestos a llenarse los bolsillos. Ahora… todos parecían nerviosos y pálidos. En los últimos meses, Loeb había caído y Goyer había muerto. El nuevo comisario se negaba a formar parte de su pequeña camarilla, lo que había convertido a David Stephen, el concejal de Seguridad en poco más que un mueble o un jarrón poco decorativo. Y ni siquiera parecían capaces de garantizar su propia seguridad, Hall había sido asesinado por esa mujer gato poco antes de que el alcalde cayera en manos del tal Deadshot.
-¿Y tienes alguna idea brillante para ello, Samuel?-pregunta Melinda Kane, pálida y con grandes ojeras. Melinda había sido la impulsora de buena parte de los proyectos de reforma de Gotham, y sus bolsillos se habían llenado después de muchos años de ser la «prima pobre» de la familia Kane. Ahora, parece que llevara sin dormir una semana, como si fuera desmontarse al cortar un pequeño hilo. Fuera, se escuchaban los gritos de los manifestantes del Movimiento Question, llamando a la ciudad a la rebeldía y a tomar el poder.
-La policía debería dispersar a esa gente-dice Jeb Tulson, mirando por la ventana, pero Code niega con la cabeza.
-Los hombres de Gordon están ocupados. No vendrán, así que será mejor que tengamos paciencia. Tenemos whisky de sobra. Y bien, caballeros y señoras. ¿Empezamos?
-Creía que ya habíamos empezado-gruñe Melinda, encendiendo un cigarrillo.
-No seas descortés, Melinda, no sabes lo que me ha costado encontrar un catering que nos sirviera hoy el desayuno-sonríe Code, y ella niega con la cabeza.
-No me puedo creer que eso te haya preocupado-gruñe Melinda, y Code se inclina hacia delante.
-Será mejor que disfrutemos de lo que podamos antes de que la chusma entre y nos despedace vivos como si fuéramos Jean-Baptiste Grenouille (3). Además, sin un buen café, no soy nadie.
Code se inclina hacia delante, pulsa el interfono, y sin esperar respuesta, continúa hablando.
-Anne, que sirvan el desayuno.
De inmediato, la puerta de la sala se abre, y varios hombres vestidos con uniformes de camareros, pulcros y perfectos, llevando bandejas con café, té, y bollería de diversos tipos, así como fuentes con huevos cocinados de diferentes maneras, pan caliente, bacon, mantequilla y jarras de zumo de naranja. Con la eficiencia de un reloj suizo, los camareros dispusieron el desayuno sobre la gran mesa de la sala de reuniones. Code deja a un lado el whisky, y, enrojecido por el alcohol, coge una taza y se sirve tres dedos de café negro y humeante, y se echa dos cucharadas de azúcar. Da un sorbo y ahoga una arcada.
-¿Qué es esto?-dice, escupiendo-. ¿Sal?
-Disculpe, disculpe, disculpe, disculpe señor teniente de alcalde-dice uno de los camareros, acercándose solícito mientras se despoja de un gorro que hasta ese momento le había cubierto el cabello y parte del rostro-. Cuanto, cuanto, lo lamento.
Todos guardan silencio cuando ven al hombre ante ellos. Su piel es blanca, con el tono mate de la tiza, y sus ojos de color verde claro centellean maliciosos sin dejar de moverse a un lado y a otro. Sonríe, pero su sonrisa es inquietante, demasiado amplia para su afilado rostro, con unos dientes demasiado resplandecientes. Se pasa las manos, enguantadas, por el cabello, peinado hacia atrás y de aspecto graso, con un matiz verdoso de lo más insano. Estaba tremendamente delgado, y aunque sería imposible afirmar su edad, reflejaba cierta juventud, quizá en su aspecto desgarbado, o en la ausencia total de arrugas en su rostro, salvo alrededor de la psicótica sonrisa.
-¿Qué es esto?-pregunta Code-. ¿Quién es usted?
-Me presento-responde el recién aparecido, despojándose de la chaqueta de camarero, quedándose en mangas de camisa, una sencilla camisa de manga larga, blanca, hasta que otro de los camareros le entrega una levita de color morado oscuro y una corbata del mismo color, que el hombre se puso mientras canturreaba-. Mucho mejor ahora. Pueden llamarme Joker.
-Márchese de aquí o llamaremos a la policía-dice Code, incorporándose, pero se quedó quieto cuando los camareros sacaron varias pistolas de los bolsillos de los delantales que lucían, apuntando a los presentes.
-Sería una idea estupenda, Teniente de Alcalde Code-dice el Joker-. Por favor, llame. Mis chicos no harán nada. Son buenos chicos. ¿A que sí? Muy buenos chicos.
Frunciendo el ceño, Code pulsa el intercomunicador, pero no obtiene respuesta.
-Oh-masculla el Joker-. Quizá debería haberte dicho que Anne se ha cogido unas muy merecidas vacaciones. Perpetuas. Para siempre. Necesitarás otra secretaria, ¿podías buscarme una? Seguro que tienes mano en Personal, golfo-sonríe-. Y el terror es un negocio creciente, muy pronto no podré organizarlo todo yo solo. Ya sabes, quiero alguien que me pase las cartas, que me traiga café, que podamos limarnos juntos las uñas…
-¿Qué quiere de nosotros?-gimotea Melinda, retorciéndose nerviosa las manos ya trayendo la atención del recién llegado.
-¿Qué quiere todo el mundo de los políticos? ¿Un poco de atención? ¿Soluciones a la crisis? ¿Serpentinas?-responde él, encogiéndose de hombros y lanzando una sonrisa afilada hacia la consejera-. Por favor, señora Kane, no llore, no me gusta ver llorar a una dama como usted. Siempre he creído que no se debe llorar nunca… salvo en el entierro de tu víctima si eres el asesino, y sólo por disimular. Debería tomar nota de mi consejo, deberían hacerlo todos.
-Podemos pagar-interviene Tulson-. Podemos reunir suficiente dinero para hacerle rico… a usted y a todos…
-Bah bah bah-niega el Joker con la cabeza-. Dinero. Siempre vuelve todo al dinero. Señor Tulson, cuando quiero algo lo cojo. ¿Los explosivos de los puentes? Los cogimos. ¿Los lanzacohetes y los coches? Los cogimos. ¿Estas pistolas y los ingredientes de mi gas? Los cogimos. No hago esto por dinero, señor Tulson-. El Joker finge un gesto de sorpresa, y se tapa la boca con una mano-. ¿Atónitos? Eso es porque son políticos, y creen que no hay nada más allá de su colección de fotos viejas de Franklin y de Grant. No he hecho esto por dinero, no, no lo he hecho por dinero.
-Todo el mundo quiere algo-gruñe Code-. Incluso usted, bicho raro.
El silencio se hace en la sala después de las palabras del teniente de alcalde, y por un momento, parece que una de las mejillas del Joker vibra un instante. Sin más, apunta a Code con su pistola, y este se deja caer en la silla, perdida su súbita valentía. Una mancha húmeda aparece en sus pantalones, y el hedor de la orina invade el aire.
-Estábamos teniendo una conversación educada, Samuel-dice el Joker-. Y no me gusta que se pierda la educación.
Sin más, el siniestro payaso aprieta el gatillo y Code cierra los ojos con fuerza, abriéndolos sorprendido cuando no recibe el balazo que esperaba. El Joker se ríe, y Code ve que en la pistola ha aparecido un cartelito desplegado en el que se puede leer «BANG». Una vieja pistola de broma.
-Aunque realmente, tampoco usted me gusta especialmente-farfulla el Joker, y vuelve a apretar el gatillo. Con un chasquido, el soporte del cartel sale disparado, hundiéndose como un dardo en el entrecejo de Code, que cae hacia atrás sin tiempo a darse cuenta de que estaba muerto, con gesto de sorpresa. Melinda grita, y varios de los presentes tratan de correr hacia la puerta, pero los hombres del Joker se apresuran a apuntarles con sus armas, por lo que cambian de opinión.
-¿Qué va a hacer con nosotros?-pregunta un nervioso Tulson, y el Joker se encoge de hombros.
–Carpe Diem, muchacho, Carpe Diem. Aprovecha el momento y no te preocupes por lo que pueda venir después. ¿Qué puedo decir? Me encantan los latinajos, suenan tan cultos… tan espesos y oscuros… como un caramelo con un ojo muerto en su interior. Delicioso. Locus Amoenus. Alea iacta est. Semper fidelis. Y todas esas cosas. Todo esto, mi querido señor Tulson, es un mensaje, mi particular mensaje a la ciudad de Gotham. Ustedes son la cabeza de la ciudad, el caput draconis, los líderes electos. Y han conseguido que ahí fuera, en estos momentos, todo el mundo se pregunte qué están haciendo, qué van a hacer por la ciudad. Estoy seguro de que la reunión hubiera durado mucho más tiempo si yo no hubiera venido, pero el resultado hubiera sido el mismo. Nada. Como he dicho, tengo un mensaje que dar, y me encanta dar mensajes… con una sonrisa.
Con un gesto teatralmente ensayado, el Joker arroja un objeto sobre la mesa, una bola del tamaño de una pelota de baseball, negra y con un marcador rojo. Escuchan un chasquido, y Melinda Kane se da cuenta de que los hombres que acompañan al Joker se han cubierto el rostro con máscaras antigás.
-¡No, no, por favor…!-comienza a decir la mujer, pero sus palabras se quedan colgadas en su garganta cuando nota que deja de poder respirar. Siente calambres en las puntas de los dedos, y un fuerte tirón en la nuca y el cuello, completamente rígido.
El Joker lo observa todo, sin dejar de sonreír, mientras los rostros de aquellos hombres y mujeres, los que podrían haber sido los líderes de Gotham, se van desplomando uno tras otro, cayendo en extrañas posturas, retorcidos sobre sí mismos, y con una sonrisa maníaca en el rostro.
-Bien chicos-dice-. Abrid las ventanas, hay un pueblo que espera escucharme.
Dos de los hombres se dirigen hacia la balconada de la sala, y la abren bruscamente, mientras con paso firme, el Joker sale al balcón. Abajo, los manifestantes y los periodistas alzan la mirada, esperando ver a Samuel Code… pero encontrándose con el siniestro payaso que abre los brazos y se apoya en la baranda. Uno de los hombres le entrega un altavoz, y el Joker ríe.
-¡¡¡Pueblo de Gotham!!! No sabéis cuanto tiempo llevo deseando decir esto. Pueblo de Gotham. Hola. Soy yo. Supongo que habéis oído hablar de mí, es un placer conoceros. Bueno, ya que vamos a ser amigos, seré sincero. No es un placer. Me es bastante indiferente. Es más, a muchos de vosotros os aborrezco. A casi todos. Está bien, a todos. Pero no me culpéis, soy una criatura de primeras impresiones.
-¡Hijo de puta!-grita alguien-. ¡Él es el que ha puesto las bombas! ¡Él es el que…!
Una ráfaga de disparos procedentes de una de las ventanas cercanas acaba con el hombre que había gritado, y con dos personas cercanas a él, provocando un oleada de gritos y un tumulto entre la gente. El Joker pone los ojos en blanco, fastidiado, mientras vuelve a entrar en el edificio, cerrando las puertas del balcón tras de sí.
-Debería haberlo supuesto, pero… tenía que intentarlo. Siempre he querido ser como Calígula, necesitaba poder hablar a mi Coliseo. En fin, ¿tenemos al periodista?
-Sí-responde uno de los hombres del Joker, y dos de ellos entran en la sala, llevando casi a rastras a un hombre de unos treinta años, que carga con una cámara de televisión.
-Por favor… -farfulla, sin atinar a formar más palabras-. Por favor…
-¿Y el periodista?-pregunta el Joker-. Este es sólo el cámara. ¿Quién va a entrevistarme?
-Se resistió demasiado-dice uno de los hombres que había entrado con el cámara-. Tuvimos que matarle.
-Oh. Tuvimos que matarle-repite el Joker, y sus ojos se clavan en el hombre que había hablado-. ¿Eres… Bob?
-No, soy Ed.
-Ah, estupendo. Entonces, tú eres Bob-dice, señalando a otro de los hombres , que asiente-. Muy bien, Bob. Mata a Ed.
-¡Eh!-exclama Ed, y al instante su cabeza estalla como un melón maduro tras recibir el disparo de Bob, llenando al cámara de restos de hueso y sangre.
-Tendrá que ser un soliloquio. Quizá debería haberme preparado algo de Shakespeare. Siempre me ha encantado La Tempestad. Tú, graba-ordena, y el cámara, empujado por los hombres del Joker, comienza a grabar-. ¿Estamos en directo?
-Sí-masculla el hombre, y el Joker asiente.
-Hola de nuevo, Gotham. Perdonad que no me siente, pero en estos momentos la policía debe estar empezando a entrar en el Ayuntamiento, y tenemos aún ciertos problemas de sociabilidad con nuestros amigos de azul. He querido hablar con vosotros en vivo, pero en fin, hay gente que no sabe escuchar-. A empujones, sacaron al cámara de la sala, y le guiaron siguiendo al Joker escaleras arriba, hacia la azotea del Ayuntamiento-. Todo el mundo en Gotham anda tratando de encontrar la respuesta a una supuesta pregunta… no, no las que hace el dichoso Question, sus respuestas y sus preguntas me importan realmente poco. Pero por mucho que os odie, chicos, yo mismo soy un hijo de Gotham, y soy yo quien tiene vuestras respuestas. ¿Por qué? ¿Por qué está pasando todo esto? ¿Por qué destruir los puentes y los túneles y aislar la ciudad? Todo el mundo lucha por Gotham, todo el mundo habla del nuevo amanecer de la ciudad. Bruce Wayne volvió y todo comenzó a brillar de nuevo, el hijo pródigo de Thomas y Martha Wayne, el espíritu y el alma de lo que Gotham podría haber sido. La nueva Gotham, una Gotham que mira hacia el futuro… Nah, nah, nah. Paparruchas. Tonterías. Gi-li-po-lle-ces.
Salieron a la azotea, y miraron hacia arriba. Un helicóptero se acercaba, y un hombre disparaba hacia la calle, evitando que los policías pudieran hacer blanco en ellos. El Joker no deja de hablar en ningún momento.
-Todo eso es una gran mentira, chicarrones de Gotham. Yo he visto la ciudad como es realmente, he visto la ciudad… lo que hay debajo de la ciudad. Gotham trata de ponerse maquillaje, pero ni así puede ocultar que está muerta. Construimos edificios nuevos, con luces y neón, pero si rascamos un poco, aparecen los insectos. Los gusanos y las larvas, el verdadero rostro de Gotham. Esto, queridos conciudadanos míos, es sólo un bocado de realidad. Mirad lo que ha pasado en una sola noche. ¿Creéis que Metrópolis o Boston hubieran tenido el mismo resultado que Gotham? ¿Este nivel de caos y destrucción? No, chicarrones, no. Esto que ha empezado a asomar es lo que somos de verdad. Yo me he limitado a cortar la piel del rostro de Gotham con un bisturí y mostraros lo que de verdad tenéis dentro. Un pequeño empujón en la dirección adecuada, un tornillo fuera de lugar en el engranaje, y lo que encuentras es… caos. Caos y entropía, la decadencia de todas las cosas, la caída hacia la base de todo. Hacia el origen. Un pequeño empujón, y hemos olvidado parte de la humanidad que se supone que tenemos, un pequeño golpe y la ciudad se encuentra en pie de guerra. ¿Cuántos de los que ahora me escucháis habréis matado a uno de vuestros vecinos antes del anochecer por miedo a que os robe el gas o la electricidad? ¿Cuántos os habréis vuelto locos por la presión de ver el verdadero rostro de Gotham? Ahora mismo os estaréis preguntando «seré yo». Esto es lo que tiene el caos, chicos, esto es lo que tiene vivir en una Tierra de Nadie. El caos es justo, legítimo. No hay nadie a salvo. Ahora mismo tenéis un Ayuntamiento lleno de cadáveres que iban a ser vuestros líderes. Ahora mismo no hay nadie que pueda dirigir vuestra ciudad. No habrá ayuda de fuera, Gotham. La podredumbre os está devorando desde dentro, creedme. Yo lo he visto, y me cambió la vida. Por eso sonrío, Gotham, porque he encontrado la verdad de todo… y es una gran broma, una gigantesca broma, y no puedo dejar de reír. Y no pararé hasta que todos riais conmigo. Ha. Ha. Ha.
El helicóptero despega del tejado del Ayuntamiento, y el cámara se permite un instante para grabar como la policía irrumpe en la azotea. El propio Joker dispara con su pistola haciendo que uno de los agentes se desplome con un agujero nuevo abierto en la frente.
-Bueno, muchacho-dice, como si no hubiera pasado nada, volviéndose hacia el cámara-. ¿Se ha emitido todo?
-Sí…-afirma el cámara y el Joker asiente. Y en ese momento, sin más, el siniestro payaso le empuja, arrojándole sin duda alguna al vacío, hacia las calles y los edificios, sonriendo mientras el hombre cae, para convertirse en un amasijo de huesos rotos y sangre un centenar de metros más abajo. Se alejan mientras el Joker tararea. Mira a uno de sus hombres y sonríe.
–I need a hero-susurra-. Bonnie Tyler siempre ha sido una de mis favoritas.
1.- En Batman 5, aquí en el nuDCTopía.
2.- En el número anterior.
3.- Protagonista de El Perfume, de Patrick Suskind.
Solo tengo que decir una cosa: Joker mola
Eso sí, que no se parezca ni a Nicholson ni a Ledger…
Es este: http://netflixroulette.files.wordpress.com/2012/07/1440-x-900-cesar-romero-joker-batman-1966-movie.jpg
Me gusta bastante el nuevo concepto del Joker, que si bien mantiene su personalidad y sus rasgos más característicos, es claramente diferente a lo visto hasta ahora. No se si lo del bisturí y la cara de Gotham era un guiño al nuevo Joker, pero así me lo tomé :p
Por otro lado grandes dudas respecto a la trascendencia de Dick. Tengo serias dudas del papel que jugará, o si tardaremos mucho o poco en ver como descubre la identidad de Bruce.
Queremos ya el siguiente número! jejeje