#9 – Tierra de Nadie I
Sangre y circo
Por Tomás Sendarrubias
Fecha de publicación: Mes 186 – 10/13
Hace tres días, Ciudad de Gotham.
-No vas a ser capaz de hacerlo-dice Rory, dando un sorbo a una lata de Coca-Cola que arroja con buena puntería a una papelera cercana. A su lado, Richard, hace una mueca desdeñosa, mirando la calle que se encuentra ante él-. Desde el primer coche hasta la boca de riego sin tocar la acera.
-¿Cuánto te apuestas?-responde Richard mirando de reojo hacia un grupo de chicas sentadas en una escalera delante del Conservatorio de Música. Las clases estaban a punto de empezar, y un nutrido grupo de jóvenes se reunían allí, en espera de poder entrar a sus clases del turno de tarde.
-¿De verdad quieres apostar? Venga, tío, me voy a sentir fatal cuando me quede con tu GTA V.
-Y si lo hago, me consigues una cita con tu hermana.
-Tío, no sigas por ahí, mi hermana…
-Ya se me ocurrirá algo-le interrumpe él, encogiéndose de hombros mientras se quita la camiseta y se ajusta las deportivas. Extiende los hombros y los brazos, estira los músculos del cuello un instante, y sonríe a Rory-. Y además, volveré con el teléfono de al menos tres de esas chicas.
-Exhibicionista-gruñe Rory, pero esta vez no hay respuesta, y Richard se limita a saltar sobre el capó de un Mustang rojo aparcado frente a él. El capó del coche resuena con el salto, atrayendo la atención de los chicos del observatorio, e incluso desde donde está Rory puede escuchar exclamaciones de los jóvenes que de pronto ven a un chico vestido sólo con unos pantalones vaqueros cortos, caídos hasta dejar ver buena parte de su ropa interior blanca, con la cinturilla de Aussiebum, la piel morena y cuerpo de atleta, con dos alas negras tatuadas en la espalda. Rory está acostumbrado a esa reacción, y eso que a esa distancia aún no ha podido aprovechar su sonrisa ni sus ojos azules.
Eso era Dick Grayson, un condenado exhibicionista.
Dick salta por el capó del Mustang y cuando llega a la parte más alta del capó, extiende las manos y toma impulso, agarrándose en un balcón enrejado, balanceándose con exactitud para caer con una extraordinaria puntería y sin detenerse un instante antes de continuar avanzando por la barandilla de la escalera de un portal, en perfecto equilibrio para saltar sobre un buzón. Las chicas de la puerta del conservatorio empiezan a aplaudir mientras Dick hace una figura de equilibrismo con una sola mano apoyada en el buzón, extendiendo las piernas hasta alcanzar una vertical perfecta. Como si se tomase esa postura como un respiro, mira a su alrededor, y finalmente, dobla el codo, lo que hace que parezca que va a caer a la calle, arrancando un grito apagado de los espectadores atrapados por la visión del espectáculo. Pero no cae, gira sobre sí mismo, apoya las piernas en el borde del buzón y salta de nuevo extendiendo los brazos y trazando un mortal, pasa por encima de una motocicleta cruzada en la calle para caer de nuevo sobre el capó de otro coche, un Pontiac blanco, sobre el que corre, para tomar un último impuso, dar un salto y caer al otro lado del coche con una mano sobre la boca de riego que Rory había señalado. Con una carcajada Dick se incorpora, con los ojos clavados en su amigo, que pone los ojos en blanco, asumiendo que ha vuelto a perder como casi siempre, y alza los brazos, como si estuviera en la pista del circo dispuesto a recibir la ovación del público.
Sin pensárselo dos veces, Dick se dirige hacia la puerta del conservatorio, un viejo edificio de piedra gris, en cuya pared principal alguien había escrito con espray la frase que parecía estar de moda en Gotham en aquellos días. ¿Quién responderá la pregunta?, con un signo de interrogación pintado justo debajo. Rory le observa unos segundos mientras habla con las chicas, y escucha como el móvil de Dick, guardado en la mochila que Rory está custodiando, comienza a sonar. Los whatsapp de los teléfonos de las chicas. Al final eso será positivo para todos, piensa Rory, más de una y más de dos de esas chicas querrá volver ver a Dick y acudirá a las funciones del Circo Haly, donde ambos trabajan, y que presentará su nuevo espectáculo en Gotham en cuatro noches. Dick forma parte de uno de los espectáculos más reconocidos mundialmente del Circo Haly, los Grayson Voladores, mientras que Rory es sólo el chico de la Taquilla 5, pero ambos eran amigos desde la infancia. Y lleva toda su vida viendo como Dick se lleva de calle a todas las chicas con la que se cruza mientras que él tiene problemas incluso para conseguir una cita con Eileen, la chica que da de comer a los leones y los tigres, y que tiene fama de haberse liado con todo el personal masculino del Circo.
Dick ya se acerca con una sonrisa triunfal cuando es el whatsapp del teléfono de Rory el que suena.
-Ocho teléfonos-dice Dick, poniéndose la camiseta mientras Rory pone los ojos en blanco y pulsa la pantalla táctil de su teléfono para leer el mensaje-. ¿Alguien interesante?
-Es del grupo de la gente de las puertas-responde Rory, encogiéndose de hombros-. Es de Javier. Su madre era portorriqueña, pero su padre es de Gotham, y nos está convocando a todos para ir a una manifestación.
-¿Manifestación?
-Sí, ya sabes-dice Rory, señalando a la pared del conservatorio-. ¿Quién responderá a la pregunta?, y todas esas cosas. Question. Está jodiendo vivo al Alcalde.
-Bueno, mis padres son de Gotham y yo nací aquí, pero… ¿qué más nos da? Hemos llegado de Bludhaven hace tres días, y cuando terminemos aquí, nos marcharemos a Chicago, Keystone, Opal… y para principios del año que viene, California.
-Goyer es un mal bicho-responde Rory, encogiéndose de hombros.
-Todos lo son-afirma Dick, cogiendo su mochila, mientras los dos comienzan a caminar en dirección al Metro para volver al Circo. Se les acaba el tiempo libre, y aunque sus padres le permiten hacer parkour como parte de su entrenamiento, no le permiten jamás perderse las sesiones «oficiales» y sus prácticas en el trapecio. Al fin y al cabo, a todos les va la vida en ello.
-Eso es lo que Question dice-afirma Rory-. Mira, hay un nuevo vídeo.
Rory le pasa el teléfono a Dick, que pulsa la pantalla para iniciar la grabación, apareciendo la imagen de un hombre sin rostro y con la voz amortiguada por algún tipo de distorsionador de voz. Como en los vídeos anteriores, está ante un fondo blanco, completamente anodino. A Dick los vídeos de Question siempre le han recordado a los de Anonymous, pero con más filosofía.
Ciudadanos de Gotham, vuestra hora ha llegado.
Es el momento de que rompáis con el maltrato consentido que habéis estado recibiendo de la clase política. Ya no existe el gobierno protector, olvídense del carácter paternal del mismo y sean capaces de mirar de frente al enemigo y decir «Basta».
Basta del engaño.
Basta del abuso.
Basta del continuo insulto.
Basta de ser ignorados.
Las mentiras esconden la verdad al mundo pero tú sabes cuál es la verdad, sobre todo, no os engañéis a vosotros mismos, olvídaos de confiar en «seguro que cambiara, él me lo ha prometido». Ellos no quieren cambiar, no quieren mejorar, puesto que están en la cima de la cadena alimentaria y no les importa quienes han quedado atrás.
Sed conscientes del poder que tienen en sus manos. Valorad vuestras propias acciones y vuestra propia voz, pero sobre todo salid a la calle y tomadla. La ciudad es vuestra.
Para cambiar Gotham: ¿Quién responderá la Pregunta?
Hoy, Ciudad de Gotham
-La inauguración de la nueva temporada del Circo Haly y su espectáculo Insomnia se ha convertido en la cita obligatoria para todo el que quiere tener un nombre en Gotham esta noche-dice Vicky Vale a su cámara, mientras tras ella la inmensa carpa del Circo Haly resplandece iluminada por grandes focos y los banderines ondean al viento-. Pero también ha atraído aquí a muchos de los activistas de Question, dispuestos a boicotear lo que muchos han considerado «un acto para privilegiados y corruptos». Ha sido necesaria la intervención de la policía de la ciudad para asegurar que el Circo Haly abra sus puertas esta noche, y en unas declaraciones abiertas, Henry Haly, propietario del circo y director de Insomnia ha afirmado que «La política y el espectáculo no deben ir de la mano. El Circo Haly tiene sus puertas abiertas a todos los ciudadanos de Gotham sea cual sea su clase social, y en colaboración con la Fundación Wayne, se realizarán sesiones para los más desfavorecidos. La vida no es fácil para nadie, no la hagamos más difícil». Entre las personalidades de Gotham que iban a acudir esta noche, estaba el Alcalde Goyer, que ha decidido finalmente no acudir debido a cuestiones personales, sin hacer alusión alguna a la mala imagen que sobre él está dando el activista Question, y a que su presencia aquí esta noche hubiera sido un detonador para la tensa situación entre el Movimiento Question y la policía de Gotham. Personajes importantes del mundo de la cultura, del cine, de la política y de las finanzas están ya aquí esta noche y… oh, estupendo. Parece que llegan nuevos asistentes a esta zona VIP, después de atravesar el cordón policial.
Vicky se gira hacia el inicio de la alfombra de acceso al circo, donde la prensa gráfica ha comenzado a disparar sus cámaras, creando un torrente de flashes casi cegador que crea un nimbo de luz alrededor de los dos coches que se detienen junto a la alfombra. Del primero, un Porsche Cayman de color gris brillante, descienden Tommy Elliot, vestido con unos vaqueros y una camiseta negra y una fina chaqueta de lana, acompañado de Kate Kane, ataviada con un pantalón de lino y blusa de color hueso, con un toque de color en el amplio cinturón rojo que envuelve su cintura. Tras ellos, y casi con un rugido se detiene un Lamborghini Murciélago de color negro, del que se apresura a bajar Bruce Wayne, ajustándose la corbata de seda italiana, para ayudar a descender a su acompañante, una escultural mujer con unos tacones de vértigo y un vestido de alta costura, dorado y con un amplio escote.
-Han llegado tres de los grandes herederos de la ciudad, representantes de tres de las grandes fortunas de Gotham-dice Vicky-. Entre ellos vemos a Bruce Wayne, el soltero de oro de la ciudad, presidente de Empresas Wayne y de la Fundación Wayne, acompañado de la modelo Sylvie Tyrell, famosa por su agitada vida sentimental después de haber dejado de forma abrupta a un jugador de futbol portugués, parece que los encantos de Bruce Wayne le han parecido más interesantes.
-¡Ladrones! ¡Corruptos!-grita alguien desde más allá del control policial-. ¡Devolved al pueblo lo que es del pueblo!
Tommy Elliot frunce el ceño, pero Kate Kane tira de él hacia delante, y pasan junto a Vicky, saludando a la cámara en silencio antes de entrar en el circo.
-¡Señor Wayne!-llama Vicky, y aunque Bruce parece hacer amago de dirigirse hacia el interior, su acompañante, encantada de la presencia de las cámaras de televisión, llama su atención sobre ellas, y ambos se acercan hacia Vicky Vale-. Muchas gracias por atendernos. Sylvie, estás realmente espectacular esta noche.
-Muchas gracias-responde ella, sonriente y con una mirada que obviamente dice «lo sé».
-Señor Wayne, han tenido que atravesar un cordón policial para acudir esta noche al circo. ¿Qué opina de la situación actual y de cómo está afrontando el Alcalde Goyer el Movimiento Question?
-No sé demasiado de política, señorita Vale, debo admitir que nunca me ha importado demasiado. Pero evidentemente, todos hemos perdido la confianza en la clase política, y es una confianza que deben volver a ganarse. Aun así es muy fácil lanzar acusaciones, lo difícil es probarlas.
-A día de hoy, todo lo que Question ha revelado en las redes de comunicación parece ser cierto…
-En ese caso, lo siento por el Alcalde, pero creo que está en problemas-sonríe Bruce-. Entiendo el derecho y la necesidad de todo el mundo de reclamar lo que considera suyo… lo que es suyo. Pero esta noche el Circo Haly vuelve a Gotham después de doce años de ausencia, un circo que se ha hecho famoso en todo el mundo, que ha llevado el nombre de nuestra ciudad por centenares de ciudades, que ha revolucionado el concepto del propio «circo» y que pasará a la historia de la cultura mundial. Esta noche, toda Gotham debería estar unida, todos deberíamos estar orgullosos de ser Gothamitas. Y ahora, señorita Vale, debemos entrar, no queremos perdernos el comienzo de la función.
-Muchas gracias, señor Wayne, esperamos que disfruten de esta velada-dice Vicky, volviendo a dirigirse a la cámara-. Sin duda, hay algo en lo que estoy de acuerdo con el señor Wayne. Esta es una noche que pasará a la historia.
Hace dos días, Ciudad de Gotham.
-Dicen que hay problemas con la inauguración del nuevo espectáculo, Haly-dice Ignatius, sentado en el despacho que Henry Haly mantenía dentro de una de las caravanas que formaban parte del Circo. El aire apesta al tabaco del puro que su molesto invitado se ha empeñado en fumar, pero Henry Haly no se atreve a abrir las ventanas, temiendo que alguien pueda escuchar esa conversación. Su interlocutor, Ignatius Ogylvi, era un hombre alto y de hombros anchos, de pelo rubio y mandíbula fuerte, vestido con ropa elegante… aunque en el fondo, cualquiera podría ver que bajo aquel traje a medida, seguía siendo sólo un matón procedente de Europa del Este. Sin embargo, no era a Ogylvi, con toda esa maraña de músculos que podían verse incluso bajo la americana que llevaba quien aterrorizaba a Henry Haly. Era su patrón, el hombre para quien trabajaba.
-No habrá problemas, las autoridades de la ciudad estarán pendientes de que a pesar de todos esos manifestantes podamos estrenar-dice Henry Haly, notando que las manos le empiezan a sudar-. Insomnia se estrenará sin duda en la fecha prevista. El señor Cobblepott tendrá su dinero, señor Ogylvi. Sólo le pido un poco de paciencia.
-El señor Cobblepott es un hombre extremadamente paciente, Haly-farfulló Ogylvi-. Pero su paciencia se ha acabado. Y hay que tener en cuenta el cargo de los intereses por su demora en el pago…
-Señor Ogylvi, si asumo esos intereses, incluso la recaudación completa de la primera noche y la cesión de los derechos para la televisión y la venta del espectáculo en DVD , no podré cubrir la deuda.
-Haly… al Señor Cobblepott no le gusta que la gente le considere un estúpido. ¿Usted le considera un estúpido?
-No, por supuesto que no, pero…
-Quizá, señor Haly, debería haber pensado en las consecuencias que tendría todo esto antes de pedir cantidades tan grandes de dinero.
-Sin dinero, no podría haber montado Insomnia, los bancos…
-No financian las putas y las drogas que tanto le gustan, Haly. Debería haberlo pensado antes de gastarse cantidades de seis cifras en las Vegas y Bludhaven… Y en hacer enfadar a cuatro grupos de prestamistas. Lo que le sucedió a su hija fue algo terrible, Haly… pero como le he dicho, el señor Cobblepott ha agotado ya su considerable paciencia, y si no paga en el plazo acordado… tendré que ser yo mismo el que hable con su hija.
-¡No se atreva a amenazar a mi hija!-grita Haly, incorporándose lentamente-. ¡Que ese Pingüino maniaco no se atreva a amenazar a mi hija!
Ignatius Ogylvi ni siquiera se altera cuando se levanta y con un solo movimiento, retuerce el brazo de Henry Haly hasta hacerlo chasquear de forma dolorosa, golpeando el rostro del dueño del circo contra el escritorio.
-Nadie llama Pingüino al señor Cobblepott-sisea Ogylvi, y Haly comienza a gimotear.
-Lo siento lo siento lo siento, por favor, no le hagáis nada a Anne, por favor… lo pagaré todo, no habrá ningún problema…
-Bien, esa es la actitud que le gusta al señor Cobblepott, Haly-responde Ogylvi, soltándole y recogiendo su puro de la mesa, dirigiéndose a la puerta mientras Henry Haly trataba de recuperar la compostura. Ogylvi se detiene en seco al abrir la puerta y ver que hay dos personas allí, un hombre en las escaleras de la caravana y una mujer en el suelo.
-Buenas noches-dice Ogylvi, y el hombre que está ante él, un hombre de aspecto fornido, vestido con vaqueros y una simple camiseta de manga corta, le saluda con un gesto descuidado mientras se esfuerza en ver por el hueco de la puerta.
-Hola-masculla-. Henry, ¿estás bien?
-Sí, sí-se apresura a responder Henry Haly, saliendo hacia la puerta-. ¿Todo bien, John?
-A Mary le pareció escuchar un grito y vinimos a echar un vistazo. Disculpe, ¿usted es…?
-Un admirador de su trabajo, señor Grayson-responde Ogylvi-. Estoy deseando ver el nuevo espectáculo de los Grayson Voladores.
Con una gran sonrisa, Ignatius Ogylvi estrecha con fuerza la mano de John Grayson, que responde con cierta incomodidad, sin dejar de mirar al obviamente nervioso Henry Haly. Ogylvi sonríe a Mary Grayson y se aleja de la caravana en dirección a la ciudad, silbando una tonada clásica ucraniana que había aprendido en su infancia en las afueras de Kiev.
-Henry-dice Mary, acercándose a él-. ¿Estás seguro de que todo va bien? ¿Quién era ese hombre?
-Un invitado un poco incómodo-responde Henry Haly, tomando de la mano a Mary Grayson y dándole un beso en la mejilla-. Pero ya se ha ido, todo está bien. ¿Cómo estáis vosotros? ¿Cómo está llevando Dick el nuevo estreno?
-Dick está preparado-responde Mary-. Y nosotros también. Será un gran día, Henry.
-Por supuesto que lo será-sonríe Henry-. Tengo mucho trabajo, pero me acercaré a veros después de cenar si os parece bien.
-Claro-responde John, mientras Mary vuelve a su lado-. Te esperamos después, Henry.
-Hasta luego, mis Grayson Voladores-responde Henry Haly, volviendo al interior de la caravana y cerrando la puerta detrás de sí, ahogando un grito que estaba comenzando a nacer en su garganta. El hedor de puro le escocía en la garganta, las lágrimas le quemaban en los ojos. Ahogó una nausea mientras se apresuraba a buscar la documentación que necesitaba, y no tardó en encontrarla. Había barajado esa opción varias veces, por lo que tenía todos los papeles a mano en un cajón de la mesa.
Los seguros del circo.
Henry Haly abre una botella de whisky, y sin buscar un vaso siquiera, le da un largo trago a la bebida, y por fin, estalla en lágrimas, sólo ante las pólizas. Lo tendría que hacer, lo haría por Anne…
Anoche, Ciudad de Gotham.
El comisario Gordon mira a su alrededor, sin creer realmente lo que está viendo. Un inmenso almacén, completamente vacío. Debería haber habido docenas de cajas, quizá un par de centenares, pero no había nada. Nada en absoluto.
Salvo muertos.
Doce muertos, los doce trabajadores del turno de noche en Virgo, una empresa química situada en las afueras de Gotham. La ley de la ciudad dictaminaba que las actividades peligrosas debían situarse lo suficientemente lejos de la isla como para no resultar peligrosas para los ciudadanos, de modo que Virgo, como otras muchas, se encontraba en la zona de polígonos industriales situada en el continente, entre la propia Gotham y Bludhaven, aunque aquellas zonas dependían de Gotham directamente. Virgo se ocupaba de la fabricación de explosivos industriales… y alguien les había robado toda su producción almacenada. Y para ello, había matado a doce personas, desparramadas por el almacén. La detective Montoya se acerca a Gordon, pálida.
-Están retorcidos, James-dice ella-. Virgen Santa, deben haber sufrido muchísimo.
Gordon se da cuenta de lo nerviosa que debe estar Montoya para hacer una exclamación religiosa. Pero tiene razón. Los doce hombres que trabajaba en el turno de noche de Virgo tienen unas posturas imposibles, como encogidos sobre sí mismos, las columnas vertebrales retorcidas, los huesos de los dedos de las manos deformados para formar unas garras casi incongruentes con un cuerpo humano. Y sin embargo, sonreían. Con los ojos enrojecidos e inflamados hasta el punto de tener las mejillas llenas de lágrimas sanguinolentas, parecían sonreír.
-Comisario.
Media docena de chasquidos se escuchan cuando todos los policías presentes en el almacén apuntan al mismo tiempo hacia el lugar de donde viene aquel siseo quedo y ronco. Hay un movimiento en las sombras cuando la capa oscura de Batman ondea, y Gordon da una rápida orden a sus hombres.
-¡Que no dispare nadie! ¡Armas abajo!-ordena Gordon, mirando furibundo a Batman-. ¿Estás loco?
-¿Qué ha ocurrido aquí, Comisario?
-Chicos, id a tomar un café-gruñe Gordon, haciendo un gesto a sus hombres, aunque Montoya parece poco decidida a marcharse-. Renée, tú también.
-Esto no me gusta, James. Y tú no me gustas, demonio (1)-responde Montoya, señalando a Batman antes de dirigirse hacia la salida del edificio junto a sus compañeros.
-¿Estás loco?-pregunta Gordon, cuando se encuentran los dos solos-. Alguien podría haberte disparado.
-Hh-responde Batman, saliendo de las sombras y acercándose al Comisario.
-Doce muertos-comienza a explicar Gordon, señalando a su entorno-. Los doce muertos por algún producto químico, probablemente un agente nervioso, vistos los efectos de las convulsiones que han sufrido. Juraría que alguno de ellos se ha roto la columna.
Batman asiente, dirigiéndose hacia uno de los cadáveres y arrodillándose a su lado. Es un joven de unos veintitrés años, vestido con ropa de trabajo, y con el rostro deformado por una sonrisa que le ha roto la propia mandíbula. Las lentes de sus ojos resplandecen unos segundos, mientras examina el cuerpo.
-No hay marcas de pinchazos o laceraciones. La muerte de los doce trabajadores debió darse en un lapso de entre tres y cinco minutos, a juzgar por la separación entre ambos, así que no se trata de ninguna sustancia inyectada o ingerida. Hay abrasiones leves alrededor de las fosas nasales y la boca, lo que señalaría algún tipo de gas.
-¿Gas?-masculla Gordon-. ¿Qué gas hace esto?
-Ninguno que yo conozca, Comisario. Pero lo averiguaré.
-Quién hizo esto es un sádico.
-Quién hizo esto es alguien extremadamente eficiente, Comisario-responde Batman-. Alguien mató a doce personas con un veneno gaseoso de creación propia, y vació un almacén con al menos media tonelada de explosivos de alta potencia en menos de cuarenta minutos y sin hacer saltar ninguna de las alarmas de este sitio. Desde luego era alguien que sabía lo que quería y cómo hacerlo. No hay un registro de movimiento anormal de camiones en esta zona, según he visto en las cámaras de seguridad de la fábrica y las carreteras que dan acceso a ella.
-¿Magia? ¿Quién sea ha volatilizado media tonelada de explosivos?
-Sinceramente, Comisario Gordon, en estos momentos me importa más para qué pueden querer robar el explosivo.
-¿Te preocupa que la ciudad pueda ser víctima de un ataque terrorista?-pregunta Gordon-. ¿Qué se trate de al-Qaeda o de Kobra?
-Puede ser, comisario. Quizá debiera poner a sus hombres en máxima alerta… y avisar al ejército.
Hoy, Ciudad de Gotham.
Albert Hall está realmente furioso, y cuando se enfada, no puede evitar volver a su antigua compulsión. Se suponía que había dejado atrás esa manía mucho tiempo atrás, pero cuando pierde el control de sus nervios, automáticamente revierte a ella. Por supuesto, es algo que se niega a revelar a su terapeuta. Simplemente, hace como si eso no ocurriera. Así que se encuentra en su despacho, en las oficinas de la concejalía de cultura de Gotham, sentado detrás de su escritorio, rasgando folios en tiras de dos centímetros exactos. Su mesa está llena de finas serpientes de papel, mientras sus ojos permanecen clavados en la ventana, en la oscuridad de la zona. Todo el mundo importante estaría esa noche en el Circo Haly, él debería estar allí, con el alcalde. Pero Joseph había decidido no asistir debido a la presión del Movimiento Question, y él… en fin, después de su encuentro con Catwoman, no le quedaban muchas ganas de nada. Y además, no podía ir a ningún sitio con la palabra pedófilo escrita en la frente con tinta indeleble (2).
El concejal no quiere pensar en cómo ha ocurrido eso, sólo espera la llamada que le confirme que el departamento de policía ha encontrado a esa zorra vestida de puta barata y pueda pagar a alguien para que le dé su merecido en la puta cárcel. Eso es lo que Albert Hall espera esa noche.
-Albert Hall-dice alguien tras él, y se sobresalta, levantándose con brusquedad de su butaca y dejando caer al suelo varias hojas de papel. Se gira para ver la silueta de una mujer contra la puerta de su despacho.
-Tú otra vez-sisea, pensando que Catwoman ha vuelto, pero se da cuenta enseguida de que no se trata de la mujer-gato. Su nueva visitante lleva una capa que parece ondear tras ella en la oscuridad, y una especie de ballesta en la mano derecha-. ¿Quién cojones eres?
-Eres culpable-dice ella, y sin más, alza contra él la ballesta y dispara. A Hall ni siquiera le da tiempo a decir «¿No sabes quién soy?» o a amenazarla de alguna manera antes de que con un sonido húmedo, la flecha disparada se hunda en su pecho. Nota un fuerte dolor punzante, y mira sorprendido hacia abajo para ver un par de dedos del astil de fibra de vidrio que asoma por su pecho. Y entonces, se cae hacia delante, incapaz de seguir por más tiempo de pie.
Albert Hall muere, y satisfecha, Cazadora abandona el lugar.
Hoy, Ciudad de Gotham.
En cuanto las luces se apagan, Bruce Wayne es consciente de que no debería estar allí. Tiene demasiadas cosas que hacer como Batman, hay alguien que ha robado al menos media tonelada de explosivos, y nadie tiene idea de quién es. Por lo que saben, la llamada «Cazadora» sigue con su cruzada por la justicia en Gotham, la ladrona conocida como Catwoman podría estar correteando por el East End, sigue preocupado por los negocios de Oswald Cobblepott y por los enfrentamientos civiles que el Movimiento Question parece estar provocando en Gotham. Pero si hay alguien terco en Gotham, esa es Kate, y llevaba meses esperando el estreno de Insomnia y el regreso del Circo Haly a Gotham. Bruce y Kate habían ido cuando eran pequeños con los padre de Bruce, y Kate se había quedado totalmente enamorada de aquel lugar. Y eso que su espectáculo estrella aún no aparecía en la función, los Grayson Voladores llegaron mucho más tarde. Y como Alfred siempre decía «hay que darle vida también a la máscara». Aquella noche, tendría que dedicársela a Bruce Wayne, Batman tendría que esperar a más tarde.
Realmente, Bruce no tiene tiempo de mucho más antes de dejarse arrastrar por la magia del sonido, la música y las luces de Insomnia, mientras ante sus ojos estupefactos comienza a desarrollarse el espectáculo del Circo Haly. Henry Haly era legendario dentro del mundo del circo por haber conseguido unir las tendencias nuevas del circo promulgadas desde el Circo del Sol con las más tradicionales, que parecían totalmente trasnochadas en cualquier otro sitio, pero que en aquel Circo Haly se convertían en piezas insustituibles de sus espectáculos. Magia, fieras y payasos se mezclaban con equilibristas y números con burbujas de colores. Había lanzadores de cuchillos cuyas armas se convertían en flores al estallar, e ilusiones en tres dimensiones generadas por ordenador que transformaron aquella carpa de circo en un palacio de cristal donde asistieron a una justa entre dos caballeros armados con música y luz.
El silencio es total en el Circo, y por primera vez en mucho tiempo, quizá en años, Bruce Wayne se relaja y observa.
-¿Listo, Dick?
-Siempre, papá-responde Dick Grayson, mirando a su padre con una sonrisa. Los tres Grayson voladores se encuentran entre bambalinas, dispuestos a salir y convertirse en el punto álgido de la noche. Llevan ya puesta la ropa de su función, Dick vestido de negro y gris, con los tatuajes de su espalda al aire; sus padres vestidos con brillantes colores, amarillo, verde y rojo, en contraposición a la oscuridad que Dick representaba en su función.
-¿Preparados, chicos?-dice Henry Haly, acercándose, y Mary Grayson le sonríe.
-¿Qué haces aquí, Henry?-responde ella-. ¿Por qué no estás ahí fuera controlando que todo esté bien?
-Porque todo está bien incluso sin mí, la noche está siendo perfecta-responde el dueño del circo, sonriente-. Y porque quería brindar con mis estrellas-concluye, sacando una botella de un bolsillo. John se pone serio inmediatamente.
-No podemos beber antes de…
-Es té verde, John-sonríe Henry-. Quería celebrar esta noche con mis más antiguos amigos.
-¿Ocurre algo, Henry?-pregunta John, pero Henry Haly suspira y niega con la cabeza.
-Quiero daros las gracias por todo lo que habéis hecho por el circo, por nuestra gran familia-dice-. Al final, es lo que somos todos, una gran familia. ¿Un brindis por la familia?
-Por supuesto-asiente Mary, y coge uno de los vasos de plástico que lleva Henry Haly. Él deja el otro en manos de John, y le extiende un tercero a Dick.
-Yo paso, detesto el té-dice Dick, y una sombra pasa por el rostro de Henry.
-¿Ni un vaso para brindar?
-Vomitaría encima del público… y ya me está subiendo bastante el azúcar vuestro numerito de la gran familia del circo.
-Dick-dice su padre, pero el muchacho se encoge de hombros y niega con la cabeza.
-Dejadle, ya sabéis que se pone imposible antes de actuar, mi pequeño petirrojo (3)-dice Mary, haciendo que Dick se sobresalte y frunza el ceño-. Mi niño.
-Tengo dieciséis años, mamá, por favor… no me llames así, lo odio.
-Está bien, Richard-responde ella, haciendo un gesto para quitarle importancia a todo-. ¿Y tú, Henry? ¿No vas a beber?
-Yo no voy a columpiarme-responde Henry Haly, sonriendo y sacando una lata de cerveza de un bolsillo, que abre de inmediato-. Por la familia.
-Por la familia-responden Mary y John Grayson, brindando con sus vasos de plástico y su té verde con Henry Haly. La música comienza a vibrar, las luces bajan, y Dick se vuelve hacia ellos.
-Nos toca.
-Luego nos tomamos una cerveza en condiciones, Henry-dice John Grayson, dirigiéndose hacia las escaleras para subir al punto más alto del circo, en el que hace su aparición en escena.
-Sí, John-responde Henry-. Luego.
John, Mary y Dick desaparecen en las bambalinas, corriendo a ocupar sus puestos, y Henry Haly permanece quieto unos instantes, mirando la botella de té verde.
-Perdonadme-susurra, antes de desaparecer para deshacerse de la botella y su contenido.
Cuando los Grayson Voladores hacen su aparición en el escenario del Circo Haly, un aplauso atronador resuena en la carpa, y de forma inconsciente, muchos de los espectadores se inclinan hacia delante. Entre ellos, Bruce Wayne, sin ser apenas consciente de que Sylvie ha deslizado sus dedos en la mano de él, mirando a su alrededor para asegurarse de que la gente era consciente de su gesto de intimidad con Bruce Wayne, lo que le conseguiría una buena temporada de portadas y entrevistas. Los grandes focos iluminan a los tres miembros de la familia de acróbatas y trapecistas, John, Mary y Richard Grayson, según los panfletos y entrevistas que ha podido ver Bruce. Se encuentran en una plataforma suspendida en el aire, a veinte metros de altura. Y de pronto, el más joven, vestido de negro y gris, se deja caer al vacío, arrancando una exclamación ahogada del público. Pero el chico está sujeto por dos cintas de tela gris, que se despliegan según cae, ondeando y tensándose hasta dejarle suspendido a diez metros, en un Cristo perfecto, digno de un medallista olímpico. Cuando estalla el aplauso, acompañado por varios suspiros de alivio, John y Mary se descuelgan de la plataforma, vestidos de colores brillantes, utilizando dos trapecios tradicionales y balanceándose de un lado a otro para coger impulso antes de cruzarse con dos dobles mortales perfectos, cambiándose de trapecio. Utilizando las mismas telas con las que ha descendido, Dick comienza a subir, ascendiendo a pulso y realizando sorprendentes figuras, mientras sus padres evolucionan con mortales que quitan el aliento, volando sin red de un trapecio a otro. Cuando llega a su altura, Dick se deja caer de nuevo, soltando las telas para aferrarse a las manos de su padre, que se sostiene de la barra con las rodillas, y que suelta al muchacho a tiempo de que este coja un tercer trapecio que su madre acaba de liberar.
-Es espectacular-susurra Kate, inclinándose hacia Bruce, y este asiente.
Mary Grayson realiza un triple giro en el aire, mientras Dick salta a su trapecio, y realiza casi una pose de bailarina mientras Dick y John la sostienen uno de cada brazo, antes de volver a soltarla a tiempo de recoger el trapecio que había ocupado Dick. Es fascinante y sin embargo…
-Hh-gruñe Bruce, al notar cierto temblor en las manos de Mary Grayson. Pierde el ritmo en uno de los cruces, y Dick se queda colgando de su trapecio, sin cambiar. Obviamente los Grayson son trapecistas de sangre, y el dogma de que el espectáculo debe continuar está más que grabado en ellos, sabrían salir airosos de cualquier error… Dick Grayson sonríe, quitando importancia al asunto, mientras realiza una serie de cabriolas sobre su trapecio para atraer la atención del público mientras su padre se dispone a recoger a su madre en un nuevo salto.
Dick ve el extraño brillo en los ojos de su padre un instante demasiado tarde, un brillo febril, casi ausente… Y puede ver, en primer plano, como cuando su madre se suelta para saltar en brazos de su padre, este se deja caer. Y así, los Grayson voladores caen, como ángeles heridos, hasta estrellarse con un terrible crujido de huesos rotos, sangre y el grito helado de un público que apenas entiende el horror de lo que ha visto. Salvo uno de ellos.
Bruce Wayne lo observa todo atónito, clavado a su asiento, convertido en una estatua de mármol, incapaz de moverse, de respirar siquiera. Puede ver los ojos de Dick Grayson, puede escuchar su grito unirse al que brota de lo más profundo de su mente, de su alma. El chico baja a toda prisa del trapecio por la escalera de seguridad, mientras los hombres y mujeres del Circo Haly corren hacia la pista, y le ve caer de rodillas, gritando y llorando, tomando de las manos a sus padres, y se recuerda a sí mismo. Las manos heladas de su madre, las perlas, el sonido del disparo, el callejón oscuro, las luces de la policía, los pasos del hombre al huir…
-Dios mío-susurra Kate, puesta en pie-. Dios mío…
A su lado, Sylvie grita, horrorizada. Pero es Tommy el primero en darse cuenta, el primero en apartar a Kate del lado de Bruce Wayne y obligarle a apartar la mirada de la pista.
-No eres tú, Bruce, no eres tú. Mírame, Bruce, por favor. Vuelve.
La voz de Tommy se arrastra hacia el interior de Bruce, como una serpiente en la arena, dejando rastros sinuosos, pero poco a poco, Bruce consigue apartar la mirada del centro de la pista donde los médicos tratan de atender a los Grayson, aunque todo parece indicar que es demasiado tarde. Hay algo que vibra en su pecho, y por un momento, mira aturdido a Tommy.
-Estoy bien-dice-. Es sólo… me ha recordado…
-A ti, lo sé-dice Tommy-. Venga, vámonos de aquí.
-No-replica Bruce-. Ese muchacho…
-Bruce, se ocuparán de él-dice Tommy, pero Bruce niega con la cabeza.
-No, me quedo.
La vibración del pecho persiste, y Bruce se da cuenta de que es su teléfono móvil. El teléfono de la Mansión, seguramente Alfred. Sin más, cuelga la llamada y se incorpora, sin mirar siquiera a Sylvie, que le observa atónita.
-Bruce, que horror, por favor… llévame a casa…
-Tommy, por favor, encárgate de ella-dice Bruce, y Sylvie le mira ofendida, como si aquello fuera lo peor que había pasado esa noche allí.
-Pero Bruce…
-Nosotros nos encargamos, cielo-dice Kate, haciendo un gesto a Bruce para que continúe bajando las escaleras que llevan a la pista.
-Kate, no sé si esto es buena idea-dice Tommy, y ella se encoge de hombros.
-Ese chico…-responde Kate-. Ese chico está viviendo lo que Bruce vivió hace muchos años, Tommy. Si alguien puede entenderle esta noche, ese es Bruce. Pobre muchacho.
-Que desastre-afirma Tommy, negando con la cabeza-. En fin, Sylvie, será mejor que nos vayamos de aquí. ¿Te llevamos a tu hotel?
-Bruce prometió llevarme a Caligula´s…
-No es buena idea, no hoy. Tu hotel tiene un estupendo servicio de habitaciones, disfrútalo-responde Kate, y empuja sutilmente a Sylvie hacia una de las salidas, siguiendo las indicaciones de los hombres de seguridad del Circo, que han iniciado su desalojo.
Después de convencer a todo el mundo de que puede estar allí porque es el dueño de la mitad de la ciudad, Bruce se sienta en un rincón, en la primera fila, observando detenidamente como la policía comienza a intervenir. Pocos hombres para lo importante de la celebración, y evidentemente nerviosos, como si algo importante estuviera sucediendo en otra parte (4), pero si hay algo capaz de desconcertar a Bruce Wayne es precisamente aquello, aquella marea de recuerdos, de sensaciones que le asfixian y le desconciertan. El teléfono vuelve a sonar en su pechera, la quinta vez en una hora, y en un ataque de furia, Bruce lo arroja contra un rincón, haciendo que el móvil estalle en pedazos.
-Señor Wayne-dice alguien, acercándose a él, y Bruce se incorpora, esperando no tener que explicar de nuevo por qué quiere quedarse allí, pero quien se acerca a él es una mujer vestida con ropas sobrias, pelirroja y con el cabello recogido en un moño alto-. Mi nombre es Chase Meridian, soy asistente social. Su prima Kate me llamó y me pidió que viniera y preguntara por usted. Lo que ha pasado aquí es terrible.
-Encantado de conocerla, señorita Meridian-responde Bruce, estrechándole la mano-. Sé que no soy nadie para poder acceder a ese chico, pero me gustaría asegurarme de que no le falta de nada, y que reciba los mejores tratamientos para superar todo lo que ha ocurrido esta noche.
-Es usted muy amable, la Fundación Wayne…
-No, perdone, señorita Meridian. No se trata de una cuestión de la Fundación Wayne, me gustaría encargarme de ello personalmente. Yo… viví algo muy parecido, y quiero ayudar a ese chico.
-Su ayuda le vendrá muy bien, señor Wayne. Tengo que hablar con la policía y con él, pero pronto me pondré en contacto con usted, si me permite una de sus tarjetas.
-No llevo encima, pero llame a cualquier teléfono de la Fundación y pida que le pasen conmigo. Todos tendrán orden directa de hacerlo.
-Bien. Señor Wayne… si me permite un consejo, le diría que se marchara a casa. Aquí ya no puede hacer nada, y la ciudad está especialmente tensa esta noche.
-¿El Movimiento Question? No me preocupa…
-No, señor Wayne. Alguien ha abierto una puja en internet para matar al alcalde, y el plazo acaba en pocos minutos. Las cosas pueden ponerse muy serias.
-¿Qué?-exclama Bruce, recordando de inmediato las llamadas de Alfred-. Señorita Meridian, por favor, ¿podría permitirme una llamada?
-Claro-afirma Chase, entregándole a Bruce su teléfono, y él sonríe educadamente mientras se aparta un par de pasos y marca el teléfono de la mansión. Alfred debía estar pendiente, porque descolgó antes de acabar el primer tono.
-Alfred-dice Bruce, como única presentación.
-Señor Bruce, las cosas se están poniendo muy feas. Quizá hiciera falta un Murciélago ahí fuera.
-¿Qué ha pasado, Alfred?
-Un tal Deadshot ha abierto dos cuentas, una para matar al alcalde y otra para salvarle. Se hizo un gran desembolso en la segunda, pero Question reveló que el Alcalde Goyer había utilizado fondos públicos para ello, y bueno… se puede imaginar el resto.
-¿Cuánto tiempo queda pare el cierre de las cuentas, Alfred?
-Se ha medianoche, el Alcalde está dando una rueda de prensa y… oh, Dios mío.
El grito procedente del exterior, de los coches de policía, deja claro a Bruce que es lo que acaba de ocurrir.
-Me pongo en camino-responde Bruce y cuelga, devolviéndole el teléfono a Chase Meridian.
-¿Qué ocurre, señor Wayne? Está pálido.
-El alcalde ha sido asesinado, señorita Meridian-dice Bruce, ronco-. Será mejor que vaya a un lugar seguro. Y por favor, asegúrese de que Richard Grayson se encuentra también a salvo.
-Pero señor Wayne…
-Olvídelo, señorita Meridian-la interrumpe Bruce-. Hable con la policía, y que la lleven a esta dirección-dice, tomando de nuevo el móvil de Chase y escribiendo una nota-, con el muchacho y quien usted considere adecuado. El edificio es mío, es un lugar seguro, y podré localizarles rápido. Señorita Meridian… a Richard Grayson no puede pasarle nada. Por favor.
-Haré todo lo que esté en mi mano, señor Wayne.
-Gracias-dice Bruce, dirigiéndose hacia la salida del Circo, lanzando una última mirada, pero no puede ver al chico por ningún sitio. Se dirige hacia su coche, tiene que llegar cuanto antes a la Batcueva, necesita información, necesita saber qué está ocurriendo… y necesita controlarse de una vez. Sus nervios, sus recuerdos le han hecho permanecer ajeno a lo que ocurría en Gotham, y aquello le había costado la vida a un hombre.
Y de pronto, la ciudad de iluminó y una serie de truenos rompieron la noche, como si la mayor tormenta de la historia se hubiera alzado sobre Gotham. El fuego ilumina el horizonte, el humo oscurece la noche… y tras un instante del silencio más terrible que Bruce ha escuchado nunca, las radios de los coches de policía empiezan a sonar.
-¡Explosión en el túnel de Westwood!
-¡Han volado el Puente Brooke!
-Oh, mierda, mierda… el Puente Viejo… también el Puente Viejo…
-¿Qué ocurre en el túnel de Mooreland? ¡Parece que ha habido una explosión!
-¡El aeropuerto! ¡Dicen que hay centenares de muertos en el aeropuerto!
Los puentes. Los túneles. Bruce observa la ciudad, las columnas de humo que se alzan aquí y allá. Los puentes y los túneles. El aeropuerto. Las puertas de acceso y salida de Gotham. Una ciudad aislada.
El propio aire retumbó cuando lo que debían ser unos altavoces increíblemente potentes comenzaron a resonar en distintas partes de la ciudad. Varios barcos, al menos una vieja iglesia, varios edificios de oficinas y rascacielos… Y sólo se escuchaba una cosa. Una risa enloquecida.
HA
HA
HA
HA
1.- En castellano.
2.- Para saber cómo ha ocurrido esto, no te pierdas Catwoman 6, también en Tierra de Nadie.
3.- En inglés, Robin.
4.- Si no sabes que es lo que ocurre, es porque no has leído Catwoman…
La Cazadora, Robin… ¿y el Joker? Vaya cóctel…
Puff pues esto es solo el principio… os vais a cagar XD
Esta bastante cojonudo este numero y miedo da lo que va a liar este hombre.
Muy buen inicio de saga, y me ha gustado muy mucho la forma de llevar los acontecimientos que rodean a Dick. Me gustó especialmente el momento de cariño entre madre e hijo, o la caída de los padres.
Se nota que tierra de nadie será una gran saga, cuando se ven tantos frentes abiertos y tantos participantes.
¡¡Grande Tomás!! ¡esperando ansioso el siguiente número!
Perdón por la tardanza, y muchas gracias a los tres. Bueno, a Moi, menos, que él también está implicado en el jaleo. Carlos, puedes estar seguro de que Dick será un de los personajes mejor tratados de la cole, que para eso es de mis favoritos. Y Jefe, si esto te parece curioso, verás lo que tengo preparado…