#8 – El Culto III
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Por Tomás Sendarrubias
Fecha de publicación: Mes 183 – 7/13
Mansión Elliot, Ciudad de Gotham.
Amelia Hawkins-Elliott se encuentra en las puertas del Paraíso, en una metáfora que ella misma había utilizado numerosas veces, tomada de una de sus lecturas favoritas desde los tiempos de Loyola. Y es que, como buena parte de la alta sociedad de Gotham, Amelia se diferenciaba del común de los habitantes de la ciudad en que era una firme católica, y como tal, adoraba la iconografía de la que el catolicismo se revestía. Santos, ángeles y demonios eran temas frecuentes de la decoración del entorno de Amelia, y la Divina Comedia, una de sus lecturas favoritas. ¿Dónde había existido alguna vez un reflejo más creativo del Cielo, el Infierno y el Purgatorio que en la obra de Dante Alighieri?, solía decir en las cenas o reuniones donde se hablaba de libros y literatura. Pero para Amelia, ser católica era mucho más que una cuestión de fe. Era una forma de vida, y además, un rasgo distintivo. En las calles de Gotham había sitio para todas las creencias, ramas del cristianismo, islamismo, judaísmo, y las más exóticas religiones, del vudú a la wicca. Pero las familias de alcurnia, aquellos que formaban la clase dirigente de la ciudad, eran católicos, muchos de ellos con fuerte lazos con Loyola. Había excepciones, claro. Los Wayne tenían antecedentes presbiterianos, y Thomas Wayne había sido un férreo defensor del ateísmo científico. Los Vandermoor, procedentes de la colonización holandesa de la ciudad, atendían a las creencias anabaptistas. Pero eran guisantes amarillos en una vaina verde, pensaba normalmente Amelia. En Gotham, las cosas eran como debían ser. Por eso, para Amelia, el gran drama de su vida había sido que su esposo se negara a enviar a su hijo Thomas a Loyola, que hubiera optado por una educación laica para él, al igual que Thomas Wayne había hecho con su hijo Bruce. A Amelia nunca le había gustado Thomas Wayne, aunque como buena católica, había sentido profundamente la tragedia que había sacudido a la familia. Ella esperaba que descansaran en paz, por supuesto, pero evidentemente, alguien tan descreído como Thomas Wayne… en fin. Aun así, Amelia era una buena cristiana, y se había preocupado por el pequeño Bruce como todos en Gotham, ¿de verdad que se iba a quedar al cargo de ese mayordomo suyo y del consejo directivo de Industrias Wayne? Pobre niño. Inmensamente rico e inmensamente solo, probablemente su vida fuera un drama, como el de la pobre niña Onassis. Ella no lo hubiera dudado, le hubiera enviado a un buen internado católico. En Francia o en Irlanda, o en un lugar así. Pero Albert estaba en contra de la enseñanza religiosa, y por mucho que ella había llorado y había intentado hacerle cambiar de opinión, había sido inflexible en eso. Y lo había dejado tan bien atado que incluso tras su fallecimiento en un dramático accidente de coche al que Amelia sólo había sobrevivido gracias a Dios, le había sido imposible corregir la educación del muchacho.
Sin embargo, Amelia no piensa en nada de todo eso. Sería presuntuoso decir que estaba en el Cielo, pero considera que debe estar muy cerca. La élite de Gotham está allí, en su casa, atendiendo a su fiesta benéfica. Y mientras ella saludo a unos y otros, nota como la miran, como la reconocen como uno de sus referentes, y se siente como pez en el agua en aquel ambiente, sosteniendo una copa de champaña con la que apenas se moja los labios mientras se asegura por el rabillo del ojo de que todo está correcto. Los canapés en su sitio, la estatua de hielo que imita al David de Miguel Ángel resplandeciendo en el centro de la sala, Tommy ejerciendo de anfitrión, hablando con el presidente de la cadena de noticias más importante de Gotham, acompañado de Kate Kane. Los ojos de Amelia se detienen un momento en la pareja. Una unión Elliott-Kane entraría dentro de lo que ella consideraba deseable, tendría que hablar con Tommy al respecto. Kate había recibido una educación como Dios manda, en Loyola, una buena chica católica que podría llevar a Tommy por el buen camino, directiva de una gran empresa, y con un buen patrimonio personal y familiar. Culta, inteligente, despierta y atractiva. Lo malo es que quizá esa combinación la convirtiera en algo más de a lo que su Tommy podía acceder. Bien sabía Dios que era un buen chico, y que Amelia le quería con todo su corazón, por supuesto, pero… bueno, quizá por culpa de su padre, Tommy nunca había estado realmente a la altura de sus expectativas. Sí, dirigía un bufete de abogados de prestigio nacional, quizá el más importante de Gotham, pero debería haber sido cirujano, como su padre. Sí, había conseguido graduarse cum laude en leyes y filosofía, pero esas carreras de letras… todo el mundo sabía que estaban por debajo de los verdaderos estudios, la medicina, las ciencias, las ingenierías…
Amelia suspira, dando un sorbo a su champaña. Que una mujer como Kate Kane aceptara a su hijo probablemente sería lo mejor que a este podría pasarle. Debía animarle a ello, aunque en su fuero interno, no albergaba demasiadas esperanzas, lo más probable era que Tommy lo arruinase todo, como siempre. Sonríe. Si Kate no está interesada, quizá su hermana Bette… es una chica aún joven, impresionable…
Amelia comienza a darle vueltas a esa idea mientras se acerca a Tommy y Kate, que charlan es esos momentos con el nuevo comisario de la ciudad, ese arribista de James Gordon y con Vicky Vale, la periodista más conocida de Gotham. Ninguno de los dos podría considerarse “de buena familia”, pero a Amelia le gustaba tener caras conocidas, y de un par de meses a esa parte, todo el mundo en la ciudad hablaba de Gordon.
-Queridos-dice Amelia, incorporándose al grupo que se había formado cerca de una de sus pinturas preferidas, una copia del Mappa dell´Inferno de Botticelli, un desfile de exóticas torturas sólo comparable en su oscuridad al Jardín de las Delicias del Bosco o El Triunfo de la Muerte de Brueghel, que también ocupaban lugares de excepción dentro de la residencia de los Elliot-. ¿Qué es tan interesante que os tiene monopolizados en este rincón toda la noche? Comisario, Señorita Vale… Kate, querida, estás preciosa. Tommy, hijo, ¿has saludado al Arzobispo Johnson?
-Aún no, madre-responde Tommy, dando un beso a su madre en la mejilla-. Iré enseguida.
-La culpa es mía, me temo-dice Kate, encogiéndose de hombros a modo de disculpa-. Creo que le estoy monopolizando.
-No digas tonterías, cariño, estoy encantada de que Tommy sea monopolizado por mi invitada más encantadora. Por mis invitadas más encantadoras-responde Amelia, sonriendo hacia Vicky Vale. Con una arpía como ella, que acumulaba gran influencia mediática, lo mejor era estar a buenas.
-Muchas gracias, señora Elliot-responde Vicky, sonriendo a Amelia-. Realmente estamos asaltando al Comisario Gordon de forma poco educada, temíamos que usted viniera a salvarle de nuestro acoso. El periódico de hoy traía noticias muy interesantes, y todos teníamos un gran interés en conocer la opinión no oficial de la policía.
-Thomas, no debes ser impertinente con los invitados…-comienza a decir Amelia, pero el Comisario Gordon niega con la cabeza, sujetando con obvia incomodidad por haberse convertido en el centro de atención, una cerveza en la mano.
-Disculpe, señora Elliot, no han sido molestos en ningún momento. Al menos ellos no-dice Gordon, con una mirada hacia Vicky Vale que deja claro a quién considera una verdadera molestia.
-¿Qué opina usted de ese personaje al que llaman “Cazadora”?-pregunta la periodista, y Amelia enarca las cejas.
-¿Cazadora? Me temo que no sé de qué me está hablando, señorita Vale, estoy muy ocupada con mi participación en la Fundación Martha Wayne, y no estoy al corriente de la actualidad.
-Al menos habrá oído hablar de Batman…
-Oh, por supuesto. Un horrible murciélago, por lo que he oído. Discúlpeme, señorita Vale, tengo que…
-Hace dos noches, Jefferson Hunt, que había sido asesor de urbanismo del Ayuntamiento hace un par de años, fue encontrado en su apartamento muerto. Alguien le había clavado un virote en el corazón.
-¿Qué es un virote?-masculla Amelia, evidentemente incómoda. Esa conversación no le gusta nada, no está bien hablar de muertos en una fiesta así.
-Una flecha de ballesta-replica Vicky Vale, con los ojos clavados en el Comisario-. El señor Hunt había sido acusado de malversación de fondos públicos, y estaba a la espera de juicio, aunque mientras tanto, parecía haber decidido no frenar su tren de vida. Pero no era el primer cadáver con esas características que se encuentra la policía de Gotham, ¿verdad, Comisario? Hace una semana, un grupo de chicos se dio de bruces con el cadáver de Esther Cohen en un rincón del Parque Robinson. La señora Cohen había sido directora del Banco Comercial de Gotham, y había sido implicada en un caso de estafa a los clientes del banco, centenares de familias de toda la Costa Este habían perdido sus ahorros a causa de ella. Al parecer tenía cierta afición a los jovencitos que ofrecen sus servicios en algunos lugares del Parque Robinson, y alguien más lo sabía. También una flecha en el corazón. La policía no ha hecho ninguna declaración oficial, pero tenía la esperanza de que off the record y entre amigos…
-Señorita Vale, como ya le he dicho, no voy a hablar de ninguna investigación en curso de la policía de la ciudad, ni aquí, ni en ningún otros sitio.
-¿Pero lo ha compartido con el Murciélago, Comisario? Dicen que se trata de una mujer disfrazada, como esa mujer gato de la que se habló en relación al caso de Román Sionis…
-Señora Elliot, la fiesta ha sido un placer, pero me temo que se me está haciendo tarde, tengo que irme.
-Comisario, disculpe a la señorita Vale-interviene Kate, tomando del brazo al Comisario-. Nuestra curiosidad le ha dado alas, y probablemente nos hemos estrellado todos juntos. Acompáñeme, por favor, la familia Elliot es conocida, entre otras muchas cosas, por su colección de arte del cinquecento italiano, estoy segura de que le encantará, y soy la persona adecuada para enseñársela. Por favor.
La sonrisa de Kate es tan encantadora que en ningún momento ninguno de los presentes, ni siquiera el Comisario Gordon, duda por un momento de que va a hacerlo. Kate Kane enlaza su brazo con el del Comisario, alejándose del grupo bajo la atenta mirada de Amelia, que sonríe sutilmente.
-Simplemente encantadora-dice, y Tommy asiente-. Bien, Tommy, ¿me acompañas a saludar al Obispo?
-Ahora iré, madre, quiero terminar de hablar algo con la señorita Vale.
El ceño fruncido de Amelia es muestra obvia de su desaprobación, pero no estaría bien que Vicky Vale publicara en algún sitio algo sobre la mala educación de Amelia Hawkins-Elliot, de modo que sonríe y se aleja en dirección al Obispo de Gotham, poniéndose su mejor sonrisa.
-Creo que a tu madre no le gusto-sonríe Vicky, enarcando una ceja a Tommy y tomando un sorbo de su Manhattan, que paladea despacio.
-Muy poca gente le gusta. Dudo a veces de que si quiera le guste yo-replica él, encogiéndose de hombros. ¿Y bien, Vicky? ¿Qué es lo que le querías preguntar al Comisario antes de que llegara mi madre?
-Absolutamente nada.
-Señorita Vale, nos conocemos de sobra.
-No tanto, señor Elliot. Sólo han sido un par de encuentros.
-Ajá-susurra Tommy, y Vicky sonríe. Es absolutamente encantador.
-Tengo un interés especial en estos asesinatos con ballesta. Hace tres años, cuando Gordon aún no estaba ni en la ciudad, hubo tres asesinatos con este mismo tipo de arma, relacionados con la mafia italiana en la ciudad. Salió en todas las noticias, aparecieron con dos días de diferencia entre ellos y todos ellos con esas mismas flechas. Se dijo que había sido una guerra interna entre los clanes mafiosos y todo se acalló.
-Y así hacía las cosas Loeb. ¿Crees que se trata de la misma persona?
-Estoy segura, sí, pero…
Vicky Vale guarda silencio repentinamente, como todo el mundo en la sala. Y todos se giran hacia la puerta del salón, como si alguien allí hubiera arrojado una bengala. Es una sensación terriblemente incómoda, sobre todo cuando se da cuenta de que todo el mundo en la sala está sintiendo algo parecido. Las conversaciones se han quedado a medias, y uno de los camareros estaba derramando una botella de champaña sobre la mano de uno de los invitados, que parecía absorto en el recién llegado, un hombre pálido, de pelo rojizo y con vestiduras de religioso. Parecía pequeño y poco llamativo, y sin embargo, Vicky parecía no poder apartar la mirada de él.
-Diácono Blackfire…-suspira Amelia, y el hombre avanza, quizá algo arrebolado, como si hubiera llegado corriendo a la fiesta. Sus ojos se mueven entre los invitados, como evaluando su presencia allí, y se detienen unos segundos en algunos de ellos. Reconoce a los descreídos y a los huecos en cualquier sitio, y allí hay algunos. Blackfire, al que muy pocos conocían como Geoffrey Good, y muchos menos aún por su verdadero nombre, entró en el salón y los presentes le hicieron un hueco. Para sorpresa de los presentes, el Diácono salta sobre una de las mesas de aperitivos, derribando un par de bandejas y dos botellas de champaña, que cayeron al suelo con cierto estrépito, pero nadie parece darse cuenta de lo extraño de la situación, nadie puede dejar de mirar al Diácono.
-Al principio fue la Oscuridad-dice, y sus oyentes, sin saber por qué, notan que aguantan la respiración. La voz que escuchan es lo más hermoso que han oído en sus vidas, una voz que les vibra dentro, que les hace sentir pequeños, y al mismo tiempo, inmensos, como acero y cristal-. Y en la Oscuridad estaba Él, y estaba sólo. Uno y completo. Una inmensa ecuación cósmica donde 1 es igual a 0, pues la Oscuridad es la Nada, y él era la Oscuridad. Y aquello fue Glorioso, y se lo llamó Dios. Y Dios era Todo, y Todo era Él. Y llegó el dolor, y la Luz, porque la Luz es Dolor, y el Dolor se hizo Vida, y la Vida era Luz, y el Universo Fue, y ya no era Todo. La Nada se perdió, la Oscuridad se quebró, y el Universo gritó, porque el Universo había estado completo, y ahora estaba roto, y la Voluntad conducía al dolor, la duda y al miedo. El Uno estaba roto, donde 1 era igual a 1000, a 10000, a 100000 visiones, perspectivas y puntos de vista contrapuestos, y Él luchó para apagar el dolor y la Luz, y hubo guerra, pues la Luz se negó a ser apagada, y el dolor se hizo Universal. Y hubo guerra en el Cielo, y Él cayó, arrastrando las estrellas, arrastrando a aquellos que le habían servido, que le eran fieles, a aquellos que habían sido fragmentados de la oscuridad por la Luz y ansiaban volver al consuelo de la Nada. Porque cuando se ha conocido la paz del olvido, ¿qué consuelo tiene la consciencia? ¿El peso de la elección? ¿El dolor de los sentimientos? Que segundo es un desgarro, una miríada de oportunidades perdidas, de acciones y percepciones en las que lo que ha sido y lo que podría haber sido se convierten en látigos y garfios, en sangre y dolor. La vida es incertidumbre, y el deseo un castigo. ¿Por qué abandonar la perfección del vacío?
-¿Por qué?-se preguntan en voz alta varios de los presentes, con los ojos vidriosos, clavados en Blackfire, que alza las manos con gesto de beatífica sorpresa-. ¿Por qué?
-Porque hemos sido engañados, porque han convertido la paz en miedo, porque lo que nuestro corazón ansía es volver a todo, volver a Él, volver a la Oscuridad, a la Nada. Porque la libertad es una mentira y la voluntad es dolor, y sabemos dentro de nuestros corazones que la Nada es la respuesta a todas las preguntas, que la Nada es la salvación de todos nuestros dolores, que la Nada es el remanso de todos nuestros miedos. Porque cuando Todo es igual a Cero, no hay dudas ni mañana. Porque si la vida es tortura, la respuesta está en Él. Él nos sostiene, él es. La ausencia de aliento. Él es. La Nada. Él es. Sólo él es.
-¡Él es!-gritan muchos de los presentes, convertidos por la voz de Blackfire en criaturas desenfrenadas. Muy pocos parecen ajenos a aquella marea de fervor que ha contagiado a los presentes y parecían aterrorizados por todas esas miradas vacías y extrañas, llenas de un brillo que parecía terrible.
-Comisario…-susurra Kate, pero Gordon tiene los ojos clavados en Blackfire, y musita algo ininteligible, con un pequeño hilo de baba cayendo por su mentón. Kate puede ver a Tommy y Vicky sumidos en el mismo trance, y ve cómo los ojos del Diácono recorren a los presentes, clavándose con una sonrisa en algunos de los que como ella, no se han visto afectados. Todo aquello le da una mala impresión, así que procurando pasar lo más desapercibida posible, Kate se desliza hacia un rincón, hacia la zona donde se habían situado las mesas con varios de los platos fríos que se servían esa noche, a disposición de los invitados. Sabía que hubiera sido mucho más inteligente dirigirse hacia una puerta, pero en aquellos momentos, sería llamar mucho más la atención.
-Él es…-susurran los presentes, y Blackfire sonríe-. Él es… él es…
-¡Darkseid Es!-grita el Diácono en el momento en el que Kate se arroja al suelo, deslizándose bajo las mesas, y con un grito de muchas voces, los presentes responden.
-DARKSEID ES.
-¡Morid por Darkseid! ¡Matad por Darkseid!
Kate tiene que morderse la lengua para no gritar cuando empieza a escuchar los ruidos en el exterior. La mayoría de los invitados se mueven como animales cazando y se lanzan sobre aquellos que, como ella, parecían haberse resistido a la voz de Blackfire. Kate no quiere imaginarse si quiera qué está ocurriendo fuera, pero la escena que viene a su mente se parece demasiado al final de El Perfume, con el pueblo destrozando con sus propias manos al protagonista de la genial novela.
-¡Llevaremos a Gotham la Palabra, la Palabra de Darkseid! ¡Somos sus seguidores, sus fieles! ¡Mataremos por Él, y luego, moriremos!
-¡Moriremos por Darkseid!
Kate no puede evitar gritar cuando de un empujón alguien aparta la mesa que hay sobre ella, y ve los ojos vacíos y las manos convertidas en garras de varios de los asistentes, entre los que se encuentra James Gordon.
-¡No!-grita Kate, mientras una docena de manos tira de ella, arrancándola del suelo-. ¡No!
-Señorita Kane…-dice desde su púlpito el Diácono-. Siempre fue una perra resistente. Hoy, morirá por Darkseid.
-¡No!-vuelve a aullar Kate, tratando de liberarse mientras frente a ella, Gordon saca su pistola del cinturón y la apunta con ella. Pese a todo, Kate siente una punzada de alivio, al menos no morirá despedazada.
Grita al escuchar el estruendo, y tarda unos segundos en darse cuenta de que no ha sido un disparo, sino el sonido de una cristalera al romperse. Aturdido, Gordon parece mirar su brazo como si fuera ajeno a él, como si no le perteneciera, como si se resistiera a seguir sus órdenes, ignorando por completo el dardo negro que Kate puede ver en su muñeca.
Batman.
Varias bombas de humo estallan en el salón de la mansión Elliot, mientras el Murciélago se mueve entre ellas, creando más confusión. Algunos de los presentes caen, los más cercanos a los lugares donde las bombas han estallado, probablemente cargadas de algún tipo de narcótico. Pero hay demasiada gente… Aprovechando la confusión, Kate golpea con la cabeza al hombre que la sujeta, escuchando un grito quedo y un crujido de cartílagos estallando, y el calor de la sangre ajena derramándose por su cuello y su espalda mientras el hombre la suelta y ella se aparta. Gordon y dos mujeres tratan de aferrarla, pero Kate se resiste con uñas y dientes, desgarrando con sus uñas la cara de una de las mujeres, y golpeando con su tacón con todas sus fuerzas a Gordon en el estómago, haciéndole caer entre aullidos de dolor. Una docena de personas se acerca a ella, y de pronto, la oscuridad la cubre cuando el Murciélago se interpone entre ella y sus atacantes. Con un gesto seco, las púas del lateral de sus guantes vuelan, clavándose en sus atacantes, y entonces, Batman lanza una descarga eléctrica a través de ellas, haciéndoles caer.
-Salga de aquí, señorita Kane-dice Batman, y Kate duda un instante. Es un hombre solo, enfrentado a un centenar de locos. Es imposible que sobreviva allí…-. Váyase.
Sin esperar si quiera a ver si Kate ha salido de la sala, Bruce lanza un cable que se ancla a una de las vigas del techo, dando gracias al amor de Amelia por la decoración rústica de vigas al descubierto. Salta, golpeando a un conocido jugador de fútbol en el pecho con los dos pies, mientras coge impulso para subir hacia las vigas, con la mirada puesta en el Diácono Blackfire.
-¡Nuestro invitado especial!-gruñe Blackfire-. ¡Aquel cuya muerte alimentará nuestro futuro! ¡Aquel que debe morir por Darkseid! ¡Muerte al Murciélago!
¡MUERTE AL MURCIÉLAGO! ¡MUERTE AL MURCIÉLAGO!
La voz retumba en los oídos de Batman, que da gracias por los inhibidores de sonido que lleva puestos. Ha visto a Kate y a otros resistirse a la voz de Blackfire, pero no está seguro de haber podido él hacer lo mismo. Salta de una de las vigas, cayendo acertadamente a escasos pies del Diácono, al que dirige un certero puñetazo, pero el sacerdote le detiene, agarrándole el puño y retorciéndole la mano con una fuerza sobrehumana, que le hace tambalearse. Bruce siente que sus rodillas se tambalean y Blackfire le empuja hacia los invitados, cayendo entre ellos como una cebra muerta entre una manada de hienas.
-¡Morid por Darkseid! ¡Morid por Darkseid! ¡Morid por Darkeid!-gritan, mientras tratan de arrancarle la máscara, de asfixiarle, de despedazarle. Mucho se teme Batman que de no ser por el blindaje lo habrían conseguido ya, como parece que han hecho con otros. Por un momento Bruce teme que le entre el pánico, teme ser aplastado, y teme hacerles daño. Por un momento, el miedo hace presa en él, y vuelva a la cueva, con la pierna rota y los murciélagos… vuelve al callejón, arrodillado y mirando aturdido las perlas del collar roto…-. ¡Muere! ¡Muere!
-¡Darkseid Es!-grita Blackfire, al borde del paroxismo, y Batman consigue centrarse en aquella voz, en aquellas palabras que ya había escuchado a Simon Hurt, y las utiliza como foco para apartar de sí la tensión, el miedo que amenazaba con atenazarle. Buscando un hueco entre la gente, dispara el cable de su cinturón, que se clava en el techo de madera, accionando después la polea, por lo que parece salir volando de entre la gente, dejando caer tras de sí varias bombas de gas. Gira en el aire, soltando el cable para volver a enfrentarse al Diácono.
-¡Matadle! ¡Matadle! ¡Y morid por Darkseid!
Horrorizado, Bruce se da cuenta de que algunos de los asistentes comienzan a atacarse entre ellos. Se están quedando sin tiempo.
-Alfred…-sisea, mientras arroja un batarang a Blackfire, que el Diácono esquiva con un paso atrás-. No puedo esperar más.
-Señor Bruce, el sistema aún no ha sido verificado…
-No tengo tiempo. Actívalo en T-5.
-Claro, señor.
Batman salta, evitando la embestida de varios de los invitados, entre los que estaba Tommy. Utiliza varios tubos de su cinturón como lanzadores de dardos, asegurándose de que su amigo está bien, mientras sus atacantes caen debido a los sedantes que impregnan los dardos.
-¿Quién eres?-pregunta Batman, situándose de nuevo frente a Blackfire, que sonríe, cruzado de brazos.
-Una vez fui un Dios-responde-. Ahora, sólo soy un glorioso siervo de Dios (1).
-Hh-masculla Batman-. No creo en dioses.
Su cálculo mental llega a su fin. T-5.
Varios cristales estallan cuando cuatro drones voladores, del tamaño de un camión de juguete, irrumpen en la sala, movidos por sus propios rotores y simulando grandes murciélagos. Y mientras vuelan por la sala, comienzan a emitir un sonido chirriante, agudo, que hace que los presentes caigan al suelo de rodillas llevándose las manos a los oídos, tratando de bloquearlo. Blackfire grita, tratando de que su voz se alce sobre el ruido de los drones, pero es inútil, y se da cuenta de que la tecnología de Batman está cancelando la influencia de su voz sobre los presentes. El Diácono se arroja sobre Batman, pero en ese momento, la inmensa estatua de hielo que se erguía tras él y de la que Amelia había estado tan orgullosa, se desplomó sobre él, aplastándole e inmovilizándole. Por el rabillo del ojo, Batman ve a Kate Kane, exhausta, casi doblada sobre sí misma por el dolor de oídos.
-Apaga los drones-ordena Bruce a través de su canal de comunicación, y de inmediato, los aparatos voladores dejan de emitir aquel horrísono estruendo, saliendo por control remoto de la sala-. Debió haberse marchado, señorita Kane.
-De nada-protesta Kate, mirando al Murciélago, de pie ante ella. A su alrededor, la gente comienza a recuperarse, y a juzgar por los gritos, a darse cuenta del horror que se ha desatado allí esa noche.
-Busque a Gordon y que venga la policía-sisea Batman-. Aquí hay gente que va a necesitar ayuda.
-¿Y él?-señala Kate, mirando hacia el caído Diácono Blackfire. Batman la mira unos instantes, y le entrega un disparador táser.
-Si se mueve, dispare.
Kate coge el arma y la sostiene. Es pesada. Se gira un segundo hacia Batman, y se da cuenta de que está sola. Él ha desaparecido. Sin pensarlo dos veces, Kate apunta al Diácono Blackfire y dispara.
-Por si acaso-sisea, mientras el Comisario Gordon se acerca a ella.
Va a ser una noche muy larga, piensa.
1.- O sea, Glorious Godfrey.
Interesante que todo este capítulo se haya desarrollado en una sola “escena”, por así decirlo. Como desde el principio tengo muchas dudas con el PJ de Kate, me parece muy interesante, y tengo muchas ganas de ver por donde acaba saliendo la chica.
Ha estado chulo el arco (aunque acaba un poco de golpe, me falta un poco una conclusión), es raro la mezcla entre villanos típicos y atípicos, con el rollo de Darkseid que estamos teniendo, a ver si en el tercer arco tenemos a algún clásico jejeje
Por último muy interesante los detalles de la “Cazadora” a ver cuando sabemos más jejeje.
Mea culpa por el final de golpe, me entraron las prisas por terminarlo y es verdad, ha quedado un poco en el aire y precipitado. La mezcla entre villanos continuará, aunque en el próximo arco tendrás más noticias de la Cazadora… y de otros personajes de corte más clásico. ¿He oído los Grayson Voladores? Sí, por ejemplo… Bwah ha ha ha BWAH HAHAHAHAHAAAAAAA