Reed Richards, Susan Richards, Ben Grimm, Johnny Storm. Ellos son los mayores héroes de la tierra, exploradores de mundos extraños y maravillosos, aventureros sin par. Pero ante todo eso, ellos son la más grande familia de Marvel.
#2 – Juicio I
Desde las profundidades
Por Tomás Sendarrubias
Fecha de publicación: Mes 183 – 7/13
Nuevo Edificio Baxter, Manhattan
-Reed…
La voz de su esposa llega a Reed muy lejana, tan lejana que realmente se pierde antes de que él sea consciente de haberla escuchado. Sumergido en el sistema de Realidad Aumentada del laboratorio, Reed Richards examina las lecturas procedentes de los sistemas de recogida de información que dispuso en la Torre (1) después de las reparaciones y modificaciones que tuvieron que llevar a cabo en esta después de la Tercera Guerra Mundial (2). La situación de la Torre, fuera de la atmósfera y la magnetosfera terrestres permitía que las lecturas de Reed fueran más limpias, sin variaciones, oscilaciones y contaminación provocada por el ambiente. A través de la Torre, Reed había mandado una serie de balizas de recogida de información en múltiples direcciones del espacio, esperaba recibir a través de ellas datos que le permitieran entender mejor la formación e historia del Universo. Por supuesto, había dado un tiempo a las balizas para alcanzar sus posiciones en diversos puntos, incluso había conseguido que Quasar le ayudara a colocar algunas de estas balizas en puntos distantes del Imperio Kree, sumido en el caos tras la destrucción de la Inteligencia Suprema a causa de las represalias por la manipulación que este había hecho de los Siete Hermanos y que habían estado a punto de destruir el Universo conocido (3); los dominios Shi´ar o incluso del destruido dominio de los Badoon. Con la colaboración del Cuerpo Nova y del propio Quasar, Reed Richards había desarrollado un sistema de comunicación inmediata al que llamaban La Ultralínea, en homenaje a las novelas de Dan Simmons, así que todo lo que recibían las balizas, Reed lo podía ver en tiempo real.
A su alrededor, se extendía el Universo. Mapeado desde las balizas, Reed Richards se movía dentro de él a través de su sistema de Realidad Aumentada. Mirase donde mirase, recibía lecturas de temperatura, densidad y distancia de los cuerpos celestes que observaba, y del propio vacío que había entre las estrellas. Acumulaciones de polvo cósmico, cometas errantes, emisiones de radio llegadas de distantes púlsares, fotones en movimiento desde la explosión de novas tan lejanas que el concepto de distancia se convertía en una cuestión de tiempo… Aquello era asombroso.
Más que asombroso.
Fascinante.
-Esto no puede ser…-masculla, sorprendido al analizar unas lecturas procedentes de uno de los sectores de la Gran Nube de Magallanes, lecturas no imposibles, pero sí sorprendentes de acumulación de polvo y temperatura interestelar, un fenómeno de contraposición de densidades que Reed no había visto nunca. Estira una de sus manos para alcanzar ese punto y acceder a más datos sobre esa cuestión, pero en ese momento, el Universo se desvanece a su alrededor, dejándole sólo en medio de una gran habitación prácticamente vacía-. ¿Qué…?
-Por esto insistí en que pusieras un botón de apagado-replica Susan, acercándose a él con pasos firmes, vestida con un cómodo conjunto de pantalones de lino azul celeste y una blusa ligera de color turquesa. La amplitud de la ropa no disimulaba la incipiente curva de su vientre, como tampoco lo hacía la mano que inconscientemente, había apoyado en ella-. Dentro de veinticinco minutos tenemos que estar en clase de gimnasia para embarazadas, y me niego a volver a servir de conejillo de indias para la comadrona porque mi marido es el único que no ha venido ningún día.
-Sue… lo siento… pero las balizas…
-Esto estaba hablado desde hace días, Reed-responde Susan, cruzándose de brazos-. Tengo ropa de deporte preparada para los dos, les he dicho a todas mis compañeras que mi marido iba a ir hoy, hemos quedado para comer con Wanda… y estoy muy cansada de estar sola, Reed.
-Tienes razón-suspira él, acercándose a ella y abrazándola-. Te había prometido ir contigo el día 6, y hoy es día 6. Debí haber comprobado la fecha de la iniciación de las balizas…
-Mejor no sigas si no quieres dar un patinazo de esos de los que cuesta mucho levantarse, Reed Richards…-le interrumpe Susan, poniéndole un dedo en los labios para hacerle callar.
-Deja que me cambie y…
-Tengo una mochila con ropa. Puedes cambiarte allí.
-Claro-sonríe él-. Pues nada, salgamos cuanto antes…
El brazo de Reed se alarga hacia una de las mesas situadas en los laterales de la sala, cerrándose su mano sobre una carpeta, pero se encuentra con que es incapaz de moverla, y se da cuenta de inmediato de que un campo de fuerza de Susan se lo impide.
-Cariño, ¿qué…?
-Nada de ordenadores, tablets, iPhone, iPad, smartphones, eBook, calculadoras, discman, walkman, nada que disponga de un botón de encendido, de sistemas eléctricos, wi-fi, baterías normales o recargables… lápiz, plumas, tinta, bolígrafos, papel, pergamino, papiro, estiletes ni tablillas de cerámica. Nada para tomar notas, desarrollar teorías e ideas sueltas durante la clase o la comida. ¿Entendido?
Reed suspira y asiente, dejando la funda a un lado y pasando el brazo por encima de su esposa, a la que besa despacio antes de dirigirse hacia la puerta de la sala, que se abre cuando se aproximan…
Cuando la habitación se ilumina repentinamente con un fulgor rojo al abrirse una pantalla holográfica de forma automática, con un sistema de alerta.
-¿Qué truco es este?-pregunta Sue, pero Reed frunce el ceño y desde la puerta, estira el brazo para tocar el espacio ocupado por la pantalla.
-No es ningún truco, cariño, es el sistema de alarmas.
-Claro-masculla Sue-. ¿Cómo pude olvidar algo así?
Cuando Reed toca la pantalla roja, esta parece desplegarse, como un sobre cerrado que se abriera de repente, mostrando una serie de pantallas diversas en las que aparecen las retransmisiones internacionales de la misma noticia. En las pantallas, Reed y Susan pueden ver diferentes perspectivas de lo que parece ser la misma escena, una sima de gran profundidad rodeada de escombros en un entorno urbano, rodeada de edificios derribados o a punto de caer, mientras de la grieta emergen decenas y decenas de criaturas humanoides amarillas, y bestias de aspecto mucho menos humano, algunas de ellas gigantescas, cubiertas de escamas de gran tamaño, o con seudópodos, grandes colmillos y garras, tentáculos y toda una variedad de creaciones. En varias de las pantallas, se puede leer en diferentes idiomas lo que parece ser la forma convencional de decir «Ataque de monstruos», y en algunas de ellas, el nombre del lugar. San José de Costa Rica.
-Eso son Topoides-dice Susan, y Reed asiente, estirando el cuello para acercarse a las pantallas y examinarlas con más atención.
-Parecen los monstruos del Hombre Topo… ha habido un terremoto de 7.3 puntos en Costa Rica, centrado al parecer en la propia capital, San José. Es lo que ha abierto esa grieta de la que están saliendo los Topoides. Es extraño, parecen…
-¿Furiosos?-masculla Sue, y Reed asiente.
-Contactaré con los Vengadores o la Fuerza de Tarea-dice Reed, pero Susan niega con la cabeza.
-Nosotros tenemos más experiencia que nadie con el Hombre Topo, Reed. Será mejor que lo hagamos nosotros mismos.
-Realmente sería lo más razonable-asiente él, y Susan se encoge de hombros.
-Avisaré a Johnny y a Ben…
-Cariño, no creo que sea necesario que vayamos todos. Tú tienes planes para hoy, y creo que Johnny, Ben y yo seremos más que capaces de solucionar este problema.
-¿Estás seguro?
-Sue, es el Hombre Topo…
-Es extraño-masculla Susan-. Parecía tan tranquilo últimamente…
-Nunca ha sido un ejemplo de estabilidad mental, y todo esto tiene su huella. Pero cariño, te estás preparando para algo difícil, y me gustaría que te tomaras con más calma el tema de las misiones. Has entrado ya en el último trimestre y…
-Pero Reed, lo habíamos hablado ya, a partir del séptimo mes hablaríamos con Crystal o con Jennifer para que se hicieran cargo, pero hasta entonces…
-Me preocupa esto-dice Reed, poniendo su mano sobre el vientre de su mujer-. Tus embarazos anteriores no han sido fáciles, Sue, y para este, has utilizado las Gemas del Infinito. Y es el Hombre Topo.
-Está bien-suspira Susan tras pensarlo unos segundos-. Podéis tomarlo como una salida de chicos. Yo estaré… en fin, haciendo cosas de futura mamá. Será agradable.
-Estoy seguro-dice Reed, besando a Susan en la frente, mientras lanza la alarma silenciosa para avisar a Johnny y Ben de que se reúnan con él en el hangar-. Pasa un buen día, cariño.
-Claro-dice ella, saliendo-. Un buen día. Nos volvemos a quedar solas, cielo. Creo que finalmente, hoy habrá postre para las dos. Un gran postre con mucho chocolate, nata, fresas y tarta de queso.
Franklin abre los ojos, y se da cuenta de que en algún momento ha debido quedarse dormido, porque tiene la cabeza apoyada en la mesa, y siente calambres en la mano izquierda, con la que sostiene un lápiz de color amarillo. Se frota los ojos, y mira a su alrededor. Está en la ludoteca, donde va de vez en cuando después de las clases de la mañana. Su padre le ha dicho que en breve tendrá compañeros, y habla de un proyecto especial, pero de momento, Franklin continúa estudiando solo, con los sistemas informáticos del Edificio Baxter como profesores. Y lo cierto es que aunque le cuesta admitirlo, casi lo prefiere así. Eso lo hace todo mucho más fácil.
Siente un escalofrío cuando ve los dibujos que tiene delante. No recuerda haberlos hecho. Por mucho que se esfuerza, no sabe en qué momento lo ha hecho, aunque ve al lado de los papeles de dibujo un gastado lápiz de cera negra, y sostiene en sus manos el lápiz amarillo. Se levanta de un salto, volcando la silla y activando el sistema de H.E.R.B.I.E, la IA del edificio, que se proyecta de inmediato como un simpático robot ante Franklin.
-¿Está todo bien, Franklin?-pregunta H.E.R.B.I.E, evidentemente preocupado, y Franklin se apresura a asentir.
-Claro, Herb-masculla, esbozando una gran sonrisa-. Estaba jugando.
-Por supuesto, Franklin-responde la IA, con cierta condescendencia, mientras la proyección desaparece. Franklin recoge los dibujos y los mira, una docena de páginas completamente negras con sólo unas pinceladas amarillas aquí y allá, como estrellas en el vacío del espacio. Y sabe que es eso, que son estrellas. Pero lo que más le llama la atención es que en todas las páginas, hay escrita una palabra que se repite una y otra vez, aunque las estrellas cambian de una hoja a otra. Franklin coge los dibujos, los rompe en una docena de trozos, y los tira a la papelera, alejándose de ella de inmediato, como si fueran a salir y a recomponerse ante él. Franklin sale de la ludoteca y se dirige a su habitación, corriendo. Abre la puerta, la cierra tras él y se sube de un salto a la cama. ¿Cuándo se ha dormido y por qué ha escrito eso?
¿Por qué ha escrito «Juicio»?
Ciudad de San José, Costa Rica.
Una flecha plateada surca el cielo costarricense, reflejando el sol en su fuselaje cromado, como un destello de luz. Apenas una hora de vuelo periatmosférico había bastado para cubrir los casi seis mil kilómetros que separaban Nueva York de San José. Con Ben Grimm ocupando el puesto del piloto, Johnny Storm mira las imágenes que los satélites registran del desastre de Costa Rica, mientras Reed analiza los datos que recibe de las sondas que habían enviado a la ciudad, satisfecho por los resultados de la telemetría. Todo apunta a que a pesar de la profundidad de la grieta, no hay afloramiento de magma, de modo que a pesar del desastre, San José se librara de los efectos nocivos de la emisión de gases y sustancias ígneas de un volcán aparecido en el centro de la ciudad. Tampoco parece que la grieta haya dado con alguna bolsa de gas, aunque las autoridades costarricenses se han apresurado a cortar el gas y la electricidad en la zona para evitar incendios y posibles explosiones.
-El ejército está intentando contenerles-afirma Johnny, pasándose las manos por el pelo en un tic nervioso, mientras ve en línea por satélite como el poco preparado ejército del pequeño país centroamericano trata de contener el avance de los monstruos, seis criaturas enormes que han salido de la gigantesca falla de tres kilómetros y medio de largo por cuatrocientos metros de anchura y una profundidad que oscilaba entre los quinientos metros y los dos kilómetros y medio-. Y esas cosas están aplastando topoides y tanques por igual.
-¿Se habrá enfadado papá topo con sus pequeños?-masculla Ben, iniciando la maniobra de acercamiento mientras Reed se gira hacia Johnny, analizando las imágenes.
-Ordenador, amplía el cuadrante 3C5-ordena Reed, y de inmediato, una de las pantallas muestra el sector ordenado, consiguiendo casi un primer plano de varios topoides. De color amarillo pálido y enormes ojos, esas criaturas babeantes y de ojos sanguinolentos que mostraban colmillos y garras nunca le habían parecido a Reed tan salvajes como en ese momento-. Miradlos bien, ignoran a los monstruos incluso cuando están a punto de aplastarles.
-Ese de ahí ha perdido las piernas y aún así se arrastra como si tratara de morder a alguien-señala Johnny, y Reed asiente.
-Son como berserkers…
Hay un silencio en el vehículo mientras Ben se vuelve hacia Johnny, con media sonrisa pintada en su pétreo rostro. Johnny le mira y se encoge de hombros.
-¿Crees que no sé lo que significa berserker, verdad? Pues lo sé perfectamente. He jugado mucho al WOW…
-Una excelente elección de referencias culturales, Johnny-responde Reed-. Nos ponemos en marcha.
Ben mira a Johnny, socarrón, y este le hace un gesto ofensivo con el dedo corazón de la mano derecha, mientras en la parte trasera del Fantasticar una escotilla se abre hacia el exterior.
Johnny se deja caer, y por unos segundos, se permite el lujo de disfrutar de la caída libre, con el viento arrancándole lágrimas de los ojos y la adrenalina apareciendo en sus venas como una manada de caballos desbocados, para luego gritar a pleno pulmón.
-¡Llamas a mí!
El fuego le rodea y su velocidad decrece, mientras convertido en una flama ardiente, la Antorcha Humana cambia el ángulo de su vuelo, dirigiéndose directo hacia los monstruos, gigantescos incluso desde la distancia desde la que él los mira. La Cosa y Mister Fantástico no tardarán en llegar a la brecha, una vez que pongan el Fantasticar en vuelo sincrónico automático y utilicen uno de los deslizadores para descender, pero como de costumbre, el primer asalto es para él.
La Antorcha Humana cae sobre la grieta y los monstruos que han emergido de ella como un mar de llamas, y las criaturas retroceden sorprendidas por el muro de fuego que de pronto ha aparecido ante ellas. Incluso las criaturas de las profundidades temen a las llamas. Johnny intenta evitar alcanzarles directamente, a ellos o a los topoides, que se muestran aún más asustados por el repentino fuego que las criaturas mayores. Es evidente que a pesar de su locura, las criaturas subterráneas sufren por la luz del sol y el resplandor cegador de las llamas de la Antorcha. Con una sonrisa en su rostro, Johnny asciende, evitando en el camino las garras del tamaño de un vagón de metro de una de aquellas cosas, y aumenta su temperatura, con cuidado para no alcanzar lo que llaman Llama-Nova pero subiendo hacia el rojo-blanco, convertido en una estrella cegadora a apenas un centenar de metros sobre el suelo.
-¡Los Cuatro Fantásticos! ¡Es la Antorcha Humana!-escucha decir en castellano a los soldados que se encuentran a pie de calle, y alza el vuelo, creando con sus giros un cuatro llameante en el aire. Algo choca contra él, y de pronto Johnny se da cuenta de que sus llamas se apagan.
Sorprendido, se encuentra rodeado de una especie de sustancia viscosa y negruzca que se pega a su cuerpo, como alquitrán, privándole de oxígeno y haciéndole caer a toda velocidad hacia el suelo. Los monstruos parecen agolparse bajo él, pero sabe que será inútil, el golpe le matará antes de que se puedan dar un festín con él. Escucha un ruido parecido a un trueno cuando la Cosa aparece de golpe entre ellos, caído de algún punto sobre él, y nota una vibración cuando el brazo distendido de Reed le envuelve, evitando que alcance el suelo y subiéndole hacia el deslizador.
-¡Una de esas cosas me ha escupido!-gruñe Johnny cuando alcanza el deslizador conducido por Reed, que deja caer varios proyectiles sonimétricos con el objetivo de aturdir a los monstruos, programados específicamente para emitir unas vibraciones que afectaban al oído interno. Los militares más próximos a la zanja tendrían mareos un par de días, pero les daría tiempo para intentar devolver los monstruos al interior de la Tierra. Reed roció a Johnny con un fluido en espuma que evaporó poco a poco la sustancia que había impregnado a la Antorcha, aunque aún olía a ácido.
-Podía haber sido peor, Johnny. Arriesgaste demasiado con esa acrobacia aérea. Esto no es un juego.
-Lo sé perfectamente, Reed-replicó serio Johnny, mientras bajo ellos, la Cosa conseguía evitar que uno de los monstruos aplastase un tanque bajo sus gigantescos pies, deteniendo el pisotón de la criatura y haciendo que se tambaleara hasta caer en la grieta de la que habían salido.
-Ten cuidado, si te pasa algo…
-He dicho que lo sé-le interrumpe la Antorcha, encendiéndose de nuevo y dejándose caer del deslizador sin apenas darse tiempo a verificar que las llamas le cubrían correctamente. Mister Fantástico negó con la cabeza mientras el fuego de la Antorcha alcanzaba de lleno en el pecho a una criatura de seis extremidades, que lanzó un aullido de dolor cuando las llamas comenzaron a derretir las escamas que le cubrían. La criatura se tambaleó, y el siguiente rayo de fuego de la Antorcha se dirigió al asfalto que había ante una escuadra de Topoides, fundiéndolo, haciendo que muchos de ellos se quedaran pegados y se vieran obligados a retroceder. Realizó un quiebro en su vuelo para evitar el mordisco de otra de aquellas cosas gigantescas, y roció con llamas una tercera, que parecía estar a punto de envolver a la Cosa en sus tentáculos, recubiertos de púas de tétrico aspecto. Escuchó un ruido sobre él, y voló en ángulo recto con el suelo, para detenerse a poca distancia de un helicóptero de la televisión local que parecía retransmitir lo que estaba ocurriendo.
-Esto no es un sitio seguro-dice, esperando que su español no esté del todo oxidado y no acabe de pedir una ración de nachos o algo parecido, antes de dejarse caer de nuevo hacia la grieta, donde Reed utiliza su forma distendida para formar una barrera que dé tiempo a los soldados a evacuar a los civiles que quedan en la zona, impidiendo avanzar a los Topoides-. ¡Estirado, te cubro!
De inmediato Reed se recoge sobre sí mismo, pasando de ser un muro a un balón que gira por el suelo alejándose de la zona que de Johnny cubre con una cortina de llamas. Una de las criaturas gigantes parece decidida a seguir a los soldados, así que Míster Fantástico se estira para formar una cinta elástica que La Cosa aprovecha para tomar impulso y saltar, cayendo como un martillo sobre el hocico de la bestia, que retrocede con un gañido.
-¡Cerrad los ojos!-ordena Mister Fantástico, en el momento en que pueden ver como el Fantasticar pasa sobre ellos con el piloto automático, deteniéndose en vertical sobre la zanja. El vehículo emitió a través de sus cañones luminosos unas deslumbrantes luces estroboscópicas, que hicieron gritar de dolor a los sensibles Topoides y a las criaturas, acostumbradas a la oscuridad del interior de la Tierra. Con los ojos entreabiertos y dilatando suavemente los párpados para no ser deslumbrado, Míster Fantástico observó como las criaturas, aturdidas, comenzaban a volver al interior de la grieta. Las pulsaciones, tal y como había programado, se fueron haciendo más lentas y los colores más suaves, buscando transmitir una sensación de calma. Tras unos minutos, los destellos estroboscópicos se detuvieron, y cuando todo el mundo pudo volver a abrir los ojos, los Topoides y los monstruos parecían haber decidido volver al interior de la Tierra.
-Vamos a por ellos, ¿no?-pregunta Johnny acercándose al borde de la zanja, crujiéndose los nudillos, mientras el cuello estirado de Reed se balancea por encima de la grieta con unas gafas especiales para leer las temperaturas de los cuerpos en la oscuridad.
-¡Señores Cuatro Fantásticos, muchas gracias!-le interrumpe de pronto un oficial del ejército costarricense en español, acercándose a ellos flanqueado por otros oficiales y tan nervioso que a punto estuvo de atropellar a Ben-. Estamos muy agradecidos por su intervención. Ha sido algo terrible, no estábamos preparados…
-No hay de qué-respondió Mister Fantástico-. Nos gustaría investigar la grieta y asegurarnos de que no va a salir nada más de ahí dentro. ¿La situación está controlada, ehmmm…?
-Coronel Vergara, Diego Vergara-respondió el militar, asintiendo-. Nos podemos hacer cargo nosotros, señor. Si van a bajar ahí, denles duro por nosotros.
-Claro-interviene la Antorcha, pasándose bolas de fuego de una mano a otra-. Haremos que la cosa se ponga caliente ahí abajo.
Con una sonrisa, se enciende, y comienza a descender lentamente, flotando sobre la oscuridad de la brecha, y seguido de cerca por Mister Fantástico y la Cosa, que se miran con cierta preocupación.
-¿No está más exhibicionista que de costumbre?-susurra Ben, y Reed se encoge de hombros, mientras mira a su alrededor y contempla un visor que las gafas proyectan directamente en su retina. Hay restos de altas temperaturas en la caverna formada por la grieta, que al parecer ha conectado directamente con las grutas de Subterránea. A pesar de todo, no podía evitar pensar que aquello era hermoso, aquel dominio subterráneo de grandes cavernas, estalactitas y estalagmitas, de lagos y líquenes luminosos…
-Los rastros de los topoides y las criaturas se alejan por allí-señala Reed, hacia el este, por lo que parece un corredor derrumbado en parte por el movimiento de tierras que ha provocado la grieta-. Mirad eso.
Mister Fantástico se acerca a una de las columnas de piedra, escrutando un pequeño aparato que parece haberse encastrado en la piedra, del tamaño de un escarabajo grande.
-¿Qué es eso?-pregunta la Cosa, y Reed niega con la cabeza.
-Necesitaría examinarlo más despacio, pero juraría que es lo que ha provocado el terremoto. Hay más en ese corredor…
-¿El Hombre Topo ahora tiene tecnología para provocar este tipo de terremotos?-pregunta Ben, y Reed niega con la cabeza.
-No parece que sea… ¡Mirad!
De inmediato, y saltando tras el grito de Mister Fantástico, una bola de fuego brota de las manos de Johnny hacia el corredor, antes de que ninguno de sus compañeros pueda impedírselo, alcanzando de lleno una silueta humana que se acercaba por el pasillo.
-¡Johnny no!-grita Reed, mientras la Cosa corre hacia la figura, cuya silueta rechoncha es inconfundible en aquellos terrenos. Sin embargo, el fuego de la Antorcha parece ser absorbido por el traje del recién aparecido, aunque cae de rodillas, saturado por el calor repentino.
-¡Eh, que casi sofríes a Topito!-dice Ben, dándose cuenta de que aunque parece cansado, el Hombre Topo, surgido ante ellos de las entrañas de la Tierra, está básicamente indemne, y comienza a apoyarse en su bastón para incorporarse-. Y ahora, Topito, nos vas a contar qué has hecho o le diremos al calentorro que te ha dejado demasiado crudo…
-Venía a ayudaros-sisea el Hombre Topo, mirando con obvio desprecio a Johnny, que permanece cruzado de brazos, obviamente incómodo-. Y a pedir perdón en nombre de mis topoides y mis criaturas. No eran ellos mismos.
-Desde luego estaban raros-replica la Cosa.
-Harvey…-interviene Reed-. ¿Qué es esta cosa?-pregunta, señalando el insecto metálico encastrado en la pared.
-Son sus juguetes, Doctor Richards-replica el Hombre Topo-. Tiene tecnología para provocar terremotos, y también para convertir en hurañas cosas a mis Topoides y a mis criaturas… Ellos nunca hubieran hecho las aberraciones que hayan podido cometer ahí arriba…
-Si el terremoto no ha sido cosa tuya, podéis tener la conciencia tranquila, tus topoides no han dañado a nadie.
-Bien. Entonces, volveré con ellos. Trataremos de paliar lo ocurrido, ayudaremos a esa gente de ahí arriba a reconstruir lo que…
-Harvey, espera-le interrumpe Mister Fantástico, dando un toque al escarabajo metálico-. ¿Quién ha hecho esto y por qué?
-Oh, eso…-masculla Harvey-. Nos amenazó con destruirnos, Doctor Richards, y nos demostró que podía hacerlo, podría haber derrumbado Subterránea sobre nosotros. Envenenó a mis Topoides y a mis criaturas, los hizo ariscos e irascibles, y los envió arriba para atraeros.
-¿A nosotros? ¿Esto es una trampa? ¿Una emboscada?
-Algo así…
-¿Quién ha sido, Harvey?
-El Doctor Dramm-masculla avergonzado el Hombre Topo.
-¿Dramm? ¿Conocemos a algún Dramm?-pregunta Ben.
-Keith Dramm-responde Reed-. El Pensador Loco.
-Estupendo-gruñe Ben, mirando a su alrededor-. ¿Cuándo va a aparecer su robot?
-Harvey…-masculla Reed-. La emboscada… no era para nosotros, ¿no?
-No-responde el Hombre Topo-. Él solo quería atraeros aquí, apartaros para alcanzar su verdadero objetivo…
-¡Sue!-exclama Reed, que de pronto lo ve todo claro-. ¡Sue!
1.- La Torre es el sistema de vigilancia espacial de SHIELD, una plataforma dirigida por Carol Danvers situada en órbita sobre la Tierra.
2.- En DOCE
3.- De nuevo, en DOCE.
¿Es que esta chica no puede tener embarazos normales y tranquilos? No me esperaba el malo tras las sombras… ¡a ver qué pasa ahora!
Muy interesante número al que solo le ha faltado un «es la hora de las tortas!!» :p
Giro inesperado al final del número y Johnny sigue siendo un personaje muy interesante, ¿que le pasará al cerilla? ^^ Y no nos olvidemos de Franklin jejeje
Los 4 fantásticos han vuelto muy interesantes si señor jejeje
Me encanta que digáis que Johnny es un personaje interesante, porque es una cruzada personal que tengo desde que cogí al personaje en las Guerras Infernales y DOCE. ¿Y quien ha dicho que el embarazo de Sue no vaya a ser normal? ¡El problema va a ser el entorno!