En cada rincón de Marveltopia están pasando cosas, desde las profundidades de Atlantis a las ciudades volantes de la gente pájaro, desde el microverso dentro de una probeta hasta la lejana Nebulosa Oscura. Nada se pierde, todo está quedando registrado. Descúbrelo en…
#10 – A little less conversation, a little more action, please
Por José Cano
Fecha de publicación: Mes 131 – 3/09
Prólogo
Los Ángeles
Redacción de The LA Postmaster, modesto portal de noticias en internet con edición en inglés y en español. Despacho del director. Éste, un tipo de calva mal disimulada, camisa de flores con manchas oscuras en las áxilas y fiero mostacho, sostiene un par de fotos y varias fotocopias. Pasea un puro encendido de una comisura a otra, dándole pequeñas caladas que lo hacen hablar con lengua de trapo. De pie tras él, un tipo algo más canijo, seco, de pelo gris y corto y expresión de absoluta indiferencia. Al otro lado de la mesa, un periodistilla que no debe llegar a los treinta años, media hispano, en vaqueros y sudadera con capucha, mal afeitado y visiblemente nervioso.
– ¿Y todo esto lo tiene comprobado y bien comprobado, Edgarcito? -dice el director.
– La cara es la misma, eso se ve… -comenta con desgana el redactor jefe.
– Sí, pero con esta gente nunca se sabe, puede ser magia, o radiación, o se fusionaron por los taquiones o algo así… -comenta el director, gesticulando.
– Buah -responde el otro.
– Repítamelo, Edgarcito.
– Pues… Vi el cartel de «¿ha visto a este chico?» y lo comparé con nuestra foto del hospital… Comprobé que el chico estudiaba en la UCLA, la beca de la Fundación María Stark, hablé con la familia…
– ¿Qué les dijo a la familia? ¿Ellos lo sabían? ¿Se lo dijo usted?
– Pues… No me atreví, por si no era… Según ellos, la beca la tuvo por las notas. Podían mentir. No sé.
El director y el redactor jefe se miran un segundo. El primero deja todos los documentos sobre la mesa y los mira un par de veces.
– Cuando no llevan máscara uno imagina que no tienen identidad secreta… -mira a Edgar, se saca el puro de la boca y señala con él al periodistilla-. Si al final este chaval no es de verdad el Rayo Viviente se va usted a la calle, Edgarcito.
Departamento de Ciencias de la UCLA.
El vicerrector Crane se reune con Bill Foster (Goliath) y Scott Lang (El Hombre Hormiga). El rector es alto y delgado, se está quedando calvo pero se deja media melena, lleva gafas sujetas con un cordón tras la nuca y la típica americana de lana con coderas de cuero. Bill y Scott visten de calle, el primero más formal, con americana y zapatos oscuros, el segundo con un polo y deportivas. Los dos llevan maletines.
– Bueno, vera, señor Crane, creo que ha habido una confusión -está diciendo Bill-, GI-Ants Solutions no coge este tipo de casos… Quizás Landau, Luckman y Lake… o, si quieren algo más «práctico», podemos darle el número de Power Man, que ya ha trabajado alguna vez fuera de Nueva York…
– No, no, no… -el vicerrector niega con las manos- Entiendo perfectamente a lo que se dedica su empresa… Pero verán… Ya conocen el caso del robo que llevó al hospital a ese chico y, bueno, todo lo de los periódicos1…
Bill y Scott intercambian una mirada.
– No me entienda mal -se adelanta a posibles suspicacias-. Algunas personas de mi confianza y yo mismo tenemos la sospecha de que los robos están siendo orquestados por personal de la propia UCLA, por parte del profesorado… El incidente con el joven San… Bueno, con el Rayo Viviente, indica que se trata de algo que la policía normal quizás no pueda manejar… Pero si se trata de uno de nuestros propios colegas, no queremos afrontar el problema de manera demasiado, eh, física… en el sentido coloquial de la palabra…
Bill sonríe. Scott se rasca la nuca.
– ¿Quiere que lo investiguemos nosotros porque somos… «superingenieros»?
– Bueno, tengo que confesarles que no conocía su empresa, nos los recomendó a través de un colaborador mutuo el profesor Reed Richards…
– Podemos hacerlo -dice Bill.
– ¿Qué dices? -Scott le da un codazo.
– ¿Tu no fuiste ladrón2? ¡Algo se nos ocurrirá! -le susurra el otro.
Scott murmura una palabrota. El vicerrector, que no ha distinguido muy bien la conversación, tose antes de proseguir.
– Les pagaríamos algo más de su tarifa estándar… Y comprendan que tanto el LAPD como nosotros valoraríamos muy positivamente una colaboración discreta en este sentido… Sobre todo teniendo en cuenta que ambos necesitamos asesores regulares en matería de supertecnología… y en el caso de la policía, incluso un proveedor…
Scott choca la lengua contra el paladar mientras Bill ensancha su sonrisa.
Antiguo rancho de los Vengadores de la Costa Oeste
Un equipo médico especial de SHIELD repasa las condiciones de la habitación de Miguel Santos, cuyo coma es monitorizado por tecnología Stark. Jack Frost3, ingeniero de Stark-Fujkawa, monitoriza nuevos datos desde la sede de la compañía.
– Muchas gracias, doctor McCallum, veremos si con esto podemos encontrar una solución al estado del chico.
El técnico de SHIELD afirma con la cabeza.
En la habitación de al lado, un salón bastante acogedor aunque de muebles escasos, un cachas uniformado -el USAgente- y una abogada verde de algo más de dos metros atienden a María y José Santos, madre y hermano del vengador en coma.
– De momento es mejor que se queden ustedes aquí, señora Santos, el agente Walker será el encargado de su seguridad y la de Miguel. En cuanto a los periodistas, no se preocupen, nos estamos encargando de todo, y el juicio va a impedir que…
– Esto no debería pasar… -dice la madre.
Hulka se muerde el labio.
– Miguel es un vengador -dice el USAgente.
– ¡VOY A MATAR UN VENGADOR!
La pared del salón cede cuando la atraviesa un mastodonte en armadura que arrastra consigo a varios agentes de SHIELD que le vacían encima las baterías de sus rifles.
– Soy el Ultraguerrero… Mataré al pequeño vengador y me haré un nombre…
– Claro, porque el que tienes ahora es una mierda- dice USAgente, antes de ser derribado por los cuerpos de dos agentes de SHIELD.
Hulka da la vuelta al sofá y mete debajo a los Santos, luego da una patada en la barbilla al villano debutante.
– Por favor, estamos trabajando.
Una docena de agentes y un USAgente rehecho se lanzan sobre el tipo y lo rematan.
– ¿Ven? Todo controlado -dice el USAgente, levantando el pulgar, sin notar que le sangra la nariz, mirando a la señora Santos, que asoma la cabeza por debajo del sofá.
Hulka bufa mientras se arregla el pelo.
– No sé preocupe, señor Frost, todo arreglado. Llevamos así una semana, pero está más o menos controlado…
– Sí, claro… No queremos que ningún supervillano haga daño al pobre chico…
– Ahí, vuelve a pasar el video, justo cuando mastica las yantas… -dice Susan Richards.
Bill Foster obedece. Tiene delante una consola con dos monitores, uno muestra el video de una pelea entre él mismo, como Goliath, y el Hombre Hormiga contra una especie de robot devora-coches. En el otro se ve a Susan Richards, Bill supone que en la sala de reuniones de los vengadores, pero no sabe las modificaciones que los 4F puedan haber hecho en la Mansión4, con el pequeño Franklin asomado por encima de su hombro.
– ¿Ahí?
– Si, esa parte está bien…
– Se parece a mi figura de acción del Super Robot Sentai Big Hero Sunfire.
– ¿El muñeco que te regaló tío Ben por Navidad, cariño?
– ¡Los muñecos son de niños pequeños! ¡Figura de acción!
– ¿Lo sacaste de la caja, Franklin, colega? -interviene Bill.
– Claro, si no, ¿cómo voy a enfrentarlo a Godzilla si no?
En paralelo a la consulta de video, Scott Lang explora una pieza bastante grande del superobor, medio brazo, casi hasta el pseudocodo. Reducido al mínimo que le permiten las partículas Pym, estudia los remaches del robot por dentro mientras se mantiene al tanto de la conversación a través de su casco.
– Mmm… de aficionado… de aficionado que sabe lo que hace, pero aficionado al fin y al cabo -murmura, rascándose la barbilla, mientras observa parte de la pieza que une la «mano» al «brazo».
Se saca un spray del cinturón y empieza a pulverizar sobre el acabado.
– A ver que te has dejado aquí…
– Sé que habríais preferido a Reed… -dice Sue.
– Bueno, eh, tu tienes tanta experiencia como él, y comprendemos que está ocupado intentando localizar a los Vengadores en la corriente temporal5… -contesta Bill.
– Verás, es que creo que Franklin tiene razón… Es un juguete…
– ¡Figura de acción!
– ¿Qué?
– Que es lo que alguien esperaría que se enfrentase a un superhéroe, ¿comprendes? Si te persigue uno, pues le lanzas un robot…
– Aunque sea uno muy cutre que dejas lleno de pistas de donde has comprado los materiales -añade Scott por el intercomunicador-. Creo que veo el razonamiento de Sue. ¿Cuánto tiempo pasaste sin ejercer de ingeniero antes de llamarme para Gi-Ant Solutions, Bill?
– ¿Qué tiene que ver? Fue un poco antes, quiero decir, con lo de los poderes… Ah, entiendo…
– Piensa como científico -Sue se golpea la frente con un dedo.
– ¡Aaah!
Miguel Santos se incorpora gritando. Lo primero que ve es la cara de Jack Frost en el monitor.
– Ah, vaya…
– <¿Qué ha pasado6?>
– <…y la señorita Hulka se ocupó de todo> -termina el resumen de lo ocurrido durante el coma mamá Santos.
– ¿Entonces ya no tengo identidad secreta? -pregunta Miguel al USAgente unos minutos después.
– Bueno, eso te lo tendrá que aclarar la verdecita cuando vuelva pero por lo que entiendo, les está pegando una buena paliza a esas hienas de internet…
– <No entiendo la mitad de lo que dice este señor, mamá> -dice José.
– <Creo que ni el mismo lo hace, cariño>
– Pero, ¿por qué me quedé así? ¿Qué era esa máquina? -Miguel se golpea la frente con una mano, incorporándose de golpe- <¡Claro!> ¡Me acuerdo de su cara!
El profesor ayudante Hobson entreabre una rendija de su apartamento en un barrio periférico de Los Ángeles. Se encuentra con la nariz enfada del vicerrector Crane.
– Eh…
– ¡Andy, me decepciona usted! ¡Le iba a proponer como para un puesto más estable!
– Escuche, señor, yo…
Bill Foster, ligeramente «agigantado» pero con ropa de calle, empuja la puerta, colándose el primero por el hueco, seguido por Crane, Scott Lang, y dos policías del LAPD, con sus uniformes y sus gorras a juego. Scott y uno de los agentes se lanzan al interior del apartamento. El restante y Bill se colocan cada uno a un lado de un Hobson en pijama, sin afeitar y con cara de desesperación.
– Sólo quería más conocimiento, no hacer daño al chico -mira a Bill.
– Pues haber pedido una beca de investigación.
– Andy, ¿cómo ha podido?
– Me lo pidió el profesor Morrow… Él ha sido mi mentor, yo…
– En la UCLA no hay ningún profesor Morrow, Andy.
– ¿Qué?
Scott y su polícia acompañante aparecen de vuelta justo mientras el otro pone las esposas a Hobson.
– Está todo allí, el megaprocesador, el compensador de Heisenberg, el inestabilizador molecular… y en relativo buen estado. En cuanto estos señores lo, eh, «procesen», puedo reducirlo con particulas Pym para su transporte…
El oficial se rasca la calva bajo la gorra.
– Mire, tenemos que consultar con la central eso, ¿eh? No digo que nos vienese bien una partícula plim de esas, pero mientras déjenos hacerlo al modo tradicional.
– Eh, que tenemos permiso del dueño de la patente y vamos a ser sus proveedores -sonríe Bill.
Ya llevan a Hobson hacia el coche patrulla.
– ¡El profesor Morrow! ¡Él lo ideó todo!
– ¿No te enteras, chaval? -le recrimina el policía- No existe ningún profesor Morrow en este universo.
Epílogo
Edgar Johnson, medio hispano en vaqueros y sudadera con capucha, deja caer su mochila de periodista novato en el suelo y a sí mismo sobre el sofá de su diminuto apartamento de menos de 40 metros cuadrados. Manosea una carta de despido entre las manos.
– Ay qué coño…
Edgar da un respingo cuando siente vibrar el móvil en el bolsillo trasero de su pantalón. Observa en la pantalla el número desconocido de lo que debe ser una centralita. Descuelga.
– ¿Dígame?
– ¿Hablo con Edgar Johnson, del The LA Postmaster?
– Sí, bueno…
– No sé preocupe, sé que le acaban de despedir… Mire, tengo una oferta de trabajo para usted, de periodista, y seguro que le interesa…
– Mire, no sé de qué revisa me llama, pero todavía no quiero trabajar en un medio amarillo. Mi noticia era verdad, diga lo que diga el tribunal.
– Sé que su noticia era verdad… aunque déjame decirte, chaval, que lo del medio amarillo lo disimulaste muy bien al no pararte a pensar en las consecuencias de lo que estabas publicando…
– ¿Quién coño es usted y qué le importa?
– Tienes razón, soy un maleducado… Puede que te suene mi nombre, me llamo Neal Conan.
Edgar se pone en pie de un respingo.
– Ay qué coño…
1.- Número anterior.
2.- Scott usó sus poderes, al principio de su carrera, para robar, e incluso fue encarcelado, aunque en la tradición Marvel, Henry Pym, que es un tío salao, lo ayudó a redimirse, decidiendo que era el mejor para quedarse con la identidad de Hombre Hormiga tiempo completo.
3.- En realidad es Norbert Ebersol, el Arreglador. Lee la colección de Iron Man para más detalles.
4.- Los Richards viven allí desde que tuvieron que sellar las 4 libertades en 4F #435, sólo en MarvelTopia.
5.- Están en… bueno, todos lo sabéis ya… Vale, en la Cronotormenta… Ver su propia serie.
6.- «Traducido del español» (siempre quise escribir eso).
Nighthawk, uno de tantos guionistas que se marcó varios números espectaculares y luego desapareció sin dejar rastro, dejó colgado a Rayo Viviente en un cabo suelto meridianamente chungo antes de desaparecer. Cómo lo queríamos usar próximamente en la SPOILER, junto a los SPOILERS, pedí permiso a Carlos para cerrarlo y, de paso, aclarar el status de algún secundario de lujo de Universo MarvelTopia y tal. Creo que lo que Nighthawk planeaba iba por otro lado, pero sus planes se pierden en la noche de los tiempos. Recomiendo, para el que no la haya leído, la saga anterior a esta, «Tobruk!», en los números #7-8 de la colección, con el Capi y Bucky enfrentándose a Arnim Zola y los mismísimos Afrika Korps de Rommel.
Sobre la serie, supongo que quedará como Marvel Fanfare, para el que quiera escribir una saga que no quepa en las series regulares. Sería curioso usarla de Team-Up al estilo Kirkman o Waid en The Brave and the Bolt, con crossover burros. La idea la dejo ahí, a ver si alguien se inspira.
Un saludo
Jose