De niño, el hijo de Jack Batallador Murdock quedó ciego a causa de un trágico accidente. Ahora, cuando el sistema legal no resulta suficiente, el abogado Matt Murdock adopta su identidad secreta y se convierte en… Daredevil
#380 – Secesión
Por Correia
Basado en los planes de Bergil
Fecha de publicación: Mes 178 – 2/13
Daredevil saltaba de tejado en tejado de la Cocina del Infierno. Era casi medianoche, pero Murdock no podía dormir. Una vuelta le calmaría. Todo el jaleo de la independencia del Estado le tenía un poco alterado. Su instinto le decía que había algo gordo detrás, pero no sabía el qué. La Fiscalía había investigado a los Senadores, pero no habían obtenido nada. La gente estaba mayoritariamente en contra, aunque un significativo porcentaje aprobaba lo que hacían, sobre todo cuando propusieron rebajas fiscales y prohibición de los superhéroes.
Foggy Nelson y él, junto con los otros dos abogados contratados por la Fiscalía, Ramón Castaño y Samuel «Piojo» Cauplan, llevaban días encerrados, buscando mecanismos legales para detener el proceso, pero de momento se encontraban en un impasse. Técnicamente no podían impedir la votación. Y hasta que no aprobaran, si lo hacían, la independencia, no podían actuar. El Presidente incluso había amenazado públicamente al Senado, pero ni siquiera eso había servido para disuadirlos.
Matt se sentía encerrado, pasando tantas horas en el despacho. Necesitaba libertad. ¿Era realmente un yonki de la adrenalina? Karen se lo había insinuado alguna que otra vez. De todos modos, necesitaba desfogarse. La prensa llevaba varios días informando sobre robos en lofts y áticos de lujo por todo Manhattan. El ladrón entraba por las azoteas a robar. Tenía que ser alguien que volara o trepara. El Zancudo no, sería demasiado visible. ¿El Buitre? ¿La Gata Negra? Quién sabe. Los ricos a los que robaba tenían mucho que ocultar, y no estaban muy dispuestos a colaborar con la policía. Le extrañaba que ninguna cámara de seguridad hubiese grabado nada, y que en los bajos fondos no se hablase del tema.
La vibración de su móvil le sacó de sus pensamientos. Era Foggy. Tenía distintos tonos vibratorios para diferenciar a sus interlocutores. Activó el manos libres mientras saltaba de un tejado a otro.
«Hola, Foggy»
«Matt… estás en la calle, ¿verdad?»
Matt se sonrió. Foggy conocía su alter ego, y sabía perfectamente dónde se encontraba.
«Sí», respondió. «Estoy tomando el fresco.»
«Pues necesito que vuelvas. Hemos recibido una llamada. Alguien está dispuesto a colaborar por fin.»
«Ya era hora. Llego en quince minutos.»
Cortó la llamada y rápidamente volvió sobre sus pasos. Si no hubiera estado tan enfrascado en sus pensamientos, quizás su sentido de radar hubiera detectado una sombra que subía por un edificio cercano.
«¿Quién ha hablado?», preguntó Matt nada más entrar por la puerta de la Fiscalía.
«Hola, Matt», le respondió Foggy. «Estoy aquí con Ramón y Samuel, además del Fiscal.»
«Gracias, Foggy«, pensó Matt. En su impaciencia casi se delata y olvidaba que su ceguera no le debería permitir saber quién había en el despacho. «Perdón. Hola a todos. Estoy un poco nervioso, como veis.»
«Ya se te nota», respondió Ramón. «Ha llamado el Senador López. Quiere hablar con nosotros. Dice que puede llevarnos a quien está detrás de esta absurda idea.»
«¿Y cuándo hemos quedado?», preguntó Matt.
«Viene hacia aquí», respondió el Fiscal. «De hecho, ya debería haber llegado.»
A Matt le preocupó este detalle. Si, como sospechaba, algún criminal estaba detrás del intento de independencia, la vida del Senador corría peligro.
«¿No le escolta nadie?», volvió a preguntar.
«No quería llamar la atención. Dijo que vendría solo, en su coche», le respondió Foggy.
«Es peligroso», contestó Matt.
«Lo sabemos», admitió Foggy. «Pero insistió.»
Matt se sentó. Los abogados conversaban tranquilamente sobre las últimas tácticas a usar en la defensa, pero él no participaba. Estaba intentando centrar sus sentidos en el exterior, intentando sentir la llegada del Senador.
Una hora después, se levantó. Todos se volvieron a mirarle.
«Foggy, llévame a la casa del Senador. Tengo un mal presentimiento.»
El Fiscal le indicó que esperasen. Llamó por teléfono, pero no contestaron. Samuel insinuó que deberían enviar un coche patrulla, pero el Fiscal se negó, dado que el Senador había pedido discreción. Así que, unos minutos después, Foggy y Matt cogieron un taxi hacia la casa del Senador, un apartamento de lujo en plena Quinta Avenida.
El portero del edificio les dijo que el Senador no había salido, que llevaba toda la noche en su casa. Ni había salido, ni había venido nadie a verle. Matt le pidió que le llamara, pero nadie contestó. Les indicó en qué planta se encontraba el apartamento, y les dejó subir por el ascensor.
Una vez se detuvo el elevador, los dos abogados salieron al hall, que sólo tenía una única puerta que daba acceso a la vivienda del Senador. Foggy se disponía a llamar, pero Matt lo detuvo. Sus sentidos le habían indicado que había algo raro en el interior. Con un gesto indicó a su compañero que guardase silencio, y, simulando un accidente, se encargó de que las cámaras de seguridad no pudieran grabarle. Sin pausa, se puso su traje de Daredevil y, de una fuerte patada, abrió la puerta, arrancándola de sus goznes.
Dentro se había hecho el silencio, sólo roto por el viento que entraba por una ventana abierta, haciendo ondear las cortinas, y la estática de un televisor desintonizado.
La habitación estaba totalmente revuelta, como si hubiera habido una pelea. En el suelo, un cuerpo tendido en una postura imposible. No había rastro de sangre. Ni de más personas. Quien quiera que hubiera atacado al Senador, había huido.
Matt indicó a Foggy que entrase, mientras se quitaba la máscara.
«¿Es él?», preguntó Matt.
«Sí», respondió su compañero. «Es el Senador López. ¿Está…?»
«Muerto», concluyó Matt. «Le han roto el cuello. Y los brazos. Y una de las piernas está doblada hacia delante. Y creo que varias costillas, a juzgar por la depresión en su pecho. Es como si lo hubieran aplastado.»
«Hay que llamar a la policía.»
Matt asintió.
«¡Nos hemos quedado sin pistas!», gritó el Fiscal a la mañana siguiente, cuando volvieron a reunirse. Matt y Foggy habían pasado la noche declarando en Comisaría. Foggy había contado que había oído ruido dentro y que entre los dos derribaron la puerta, aunque una vez dentro no vieron a nadie.
«No exactamente», respondió Matt. «Ahora sabemos con certeza que hay alguien detrás. Alguien que tiene a su servicio a alguien muy fuerte. El Senador estaba totalmente aplastado.»
«Por como lo describís, parece que lo haya aplastado una boa gigante de esas.»
«Tienes razón, Samuel», dijo Matt, que había llegado a la misma conclusión pero no quería ser él quien lo dijera. «Hay un tipo… Anaconda creo que se llama. Su poder es ese precisamente. Y podría haber subido reptando.»
«Haré que lo investiguen», intervino el Fiscal.
«Era una advertencia para los demás», dijo Ramón. «Ahora saben lo que les pasará si hablan…»
«… o si votan en contra», concluyó Foggy.
Matt regresó a casa. Karen le esperaba para comer.
«¿Qué tal todo?», le preguntó.
«Mal», respondió el abogado. «Con la muerte del Senador no creo que ningún otro se arriesgue a hablar.»
«¿Alguna idea de quién ha podido ser?», le preguntó.
«Anaconda. Estoy casi seguro. Ahora queda encontrarlo.»
«Seguro que cierto señor vestido de rojo tiene varias ideas para ello.»
«Seguramente», sonrió Matt. «Aunque ahora el señor de rojo quiere jugar con su diablesa.»
Karen sonrió, y le besó con dulzura en los labios. Mientras se abrazaban, la radio sonaba de fondo. La ropa comenzó a volar, cuando una noticia les hizo detenerse en seco.
«Repetimos», decía el locutor. «En una votación urgente, tras conocerse el fallecimiento del Senador López, el Senado del Estado de Nueva York ha declarado la independencia del Estado. Desde hoy, Nueva York ya no forma parte de la Unión. La votación ha sido favorable por sesenta votos a favor y sólo tres abstenciones.»
Matt se incorporó, recogiendo la ropa.
«Ha empezado», dijo.
CONTINUARÁ
DERECHO DE RÉPLICA
¿Pero esto qué es? ¿Daredevil? Si hace años que no sabemos nada de él…
Pues sí, así es. Pero como los planes de Bergil rondaban por mi ordenador, he decidido acabar la historia para no dejarla a medias y poder ofrecer el personaje a nuevos autores.
Es decir, el argumento básico es cosa de Bergil. Las cagadas y modificaciones, cosa mía.
Espero que al menos sea legible.
¡Nos leemos en la continuación!
Es legible, es legible. Tranquilo, jefe, que se deja leer.
Eso es todo lo que tienes que decir? Parece una crítica mía 😛
¡¡Jaaaa ja jaja!!!¿Verdad? Así, para el próximo número, podias hacer un «Como se ha llegado a la Secesión», ¿no? Estaría bien. Es que tiene buena pinta el tema… que por cierto, igual yo habría debido reflejar en DOCE… 🙁
Es anterior a Doce, así que no tenías por qué 😛