Fueron los primeros. Lucharon por la libertad cuando más necesario era. Hoy, décadas más tarde, han vuelto.
#8 – Legado II
Por Correia
Portada de Bit
Fecha de publicación: Mes 165 – 1/12
Los escombros de lo que hasta hace unos segundos había sido el hall de la mansión Falsworth humeaban, dejando entrever alguna llamarada provocada por la explosión que lo destruyó, provocada por un enemigo de los Invasores al autoinmolarse, para evitar ser interrogado.
La deflagración pilló de imprevisto a Union Jack y al Caballero Negro, que en esos momentos custodiaban a los cautivos. Su compañera Spitfire, que se encontraba junto a ellos, salió corriendo instintivamente nada más sentir el estallido. Sólo su supervelocidad le permitió escapar al mismo.
Anonadada, buscó a sus compañeros con la mirada: Joey Chapman, heredero del manto familiar de Union Jack, el mayor héroe de las Islas, y Dane Whitman, su actual pareja. Asustada, comenzó a llamarlos a viva voz, apartando trozos de techo y vigas lo mejor que podía.
«¡Aarkus!», gritó, activando el intercomunicador. «¡Te necesito!»
El policía alienígena conocido como la Visión apareció junto a ella, apoyándose en la humareda para usar su poder teleportador, que le permitía viajar a través del humo, sin importar cuán lejano estuvieran el origen y el destino.
«¿Qué ha pasado?», preguntó, sorprendido, al ver el estropicio.
«Joey y Dane están ahí abajo», respondió la inglesa, señalando la montaña de escombros. «Ayúdame con esas vigas».
El alienígena obedeció, y entre los dos movieron las vigas más grandes. Un resplandor surgía bajo ellas, lo que les hizo mantener la esperanza y darse aun más prisa en su labor. Al ir abriendo huecos, el resplandor se iba haciendo más intenso. Parecía una esfera de energía…
«¡Es el escudo de Dane!», gritó, entusiasmada, Jackie. Aarkus asintió con la cabeza, mientras seguí a retirando escombros.
En breves momentos, la esfera estuvo completamente despejada, y el Caballero Negro desactivó su escudo místico, haciéndolo regresar al limbo mágico que lo alojaba.
«Joey está inconsciente», dijo, señalando a su compañero, que yacía junto a él con una brecha en la frente. «No podía hacer nada, tenía que sujetar el escudo o el peso nos hubiera aplastado».
«Ya me encargo de él», se ofreció Aarkus, cogiendo a su compañero y desapareciendo entre jirones de humo.
Jackie se lanzó a los brazos de su amado, y le besó apasionadamente en los labios. Dane la abrazó, aun tembloroso.
«Creía que te había perdido», dijo la inglesa entre lágrimas.
«Ya hemos tenido bastantes desgracias últimamente, ¿no crees?», respondió. «¿Cómo está Namor? ¿Y la chica?»
«Vamos a la enfermería», contestó Spitfire, cogiéndole la mano. «Están bien, pero ahora quiero que te chequeen a ti también.»
«Estás bien», informó Jim Hammond, tras terminar el chequeo al Caballero Negro. «Alguna magulladura, pero nada roto. Has tenido suerte.»
«Gracias, Jim», respondió Dane, bajándose de la camilla.
Estaban en la enfermería de la mansión. Era un cubo, aislado del resto del edificio, protegido por una pared de doble capa de vibranium y adamantium, y dotada de los mejores equipos médicos que el dinero puede comprar – y la tecnología alienígena fabricar.
Jim Hammond, el androide anteriormente conocido como la Antorcha Humana, hacía las veces de enfermero jefe, sintiéndose útil para el equipo, dado que, al no poseer ya sus fantásticas habilidades, no estaba apto para las misiones de campo. Ahora mismo, el trabajo se le acumulaba…
Union Jack había sufrido un fuerte golpe en la cabeza, aunque los scanners habían descartado cualquier lesión permanente, lo habían introducido en una cámara de curación, llena de un líquido procedente de la dimensión de Aarkus, y que tenía unas asombrosas propiedades regenerativas.
En otra de las cámaras se encontraba Namor, que había recibido un impacto de bala en el hombro y había perdido mucha sangre. Además, las pruebas realizadas al casquillo, que se encontró alojado en el cuerpo del atlante, mostraron trazas de un compuesto tóxico anticoagulante, que hacía aun más necesaria su estancia en la cámara… con todo el stress que ello le causaba al Príncipe Submarino, acostumbrado a no abandonar jamás el campo de batalla.
La última ocupante de la enfermería era una joven de origen oriental, que Namor había rescatado de los asaltantes. Estaba sentada en una camilla, vistiendo el uniforme de la Chica Dorada, una antigua aliada durante la Segunda Guerra Mundial de Hammond y Falsworth. Los análisis habían descartado cualquier herida o lesión. Sólo una pequeña magulladura en el abdomen indicaba que se había visto involucrada en la refriega.
Dane se acercó a ella, y la chica se tensó visiblemente.
«Buenas, muchacha. Soy el Caballero Negro. Y estos son mis compañeros de los Invasores. Te has librado de una buena», dijo, con una pequeña sonrisa, Dane.
La chica sonrió tímidamente, visiblemente nerviosa. «Gracias por salvarme. Espero que vuestros compañeros estén bien.»
«Sí», respondió Dane. «Son chicos duros, se recuperarán enseguida. Supongo que eres la Chica Dorada, ¿no?»
La muchacha asintió con la cabeza. «Me llamo Ameiko Sabuki. Mi abuela fue la Chica Dorada durante la Segunda Guerra Mundial. Yo he heredado sus poderes…»
«¿Eres nieta de Gwenny Lou?», preguntó Hammond, interrumpiéndola. «Combatí varias veces a su lado, fue una gran heroína.»
«Sí, lo fue», respondió Ameiko. «Falleció el verano pasado, rodeada de su familia, después de luchar durante meses contra un cáncer. Yo… decidí seguir con su legado. Llevo un par de meses en Londres, y he usado mis poderes contra atracadores y cosas así.»
«Nuestro ordenador te tenía fichada», interrumpió Dane. «Desde que empezaron los asesinatos de héroes, hemos rastreado toda actividad superheróica relacionada de una manera u otra con los Invasores originales. Y tu nombre salió a relucir. No has tenido mucha prensa, pero Internet hoy día lo hace todo más fácil.»
«Sí, vi que habían twitteado sobre mi», se sonrojó la chica. «El caso es que esta mañana, al salir de clase en la Uni, me cambié para volver volando a casa, cuando me atacaron dos tipos en armadura. Intenté deshacerme de ellos con mis rayos de fuerza, pero no les hacían efecto. Así que salí volando. Uno de ellos me agarró por la pierna y me lanzó contra el suelo. Creo que me golpeé la barriga…»
«Entonces es cuando intervine», dijo Namor, saliendo de su cámara. «Estaba por la zona, intentando localizarla. El ordenador había deducido que allí era donde habían más posibilidades de avistamiento.»
«¡Namor!», exclamó Jackie. «¿Cómo te encuentras?»
«Noto el brazo entumecido, pero estoy bien.»
«Me alegro que esté bien, Alteza», dijo Ameiko, inclinando levemente la cabeza.
Namor devolvió el gesto, orgulloso de que se reconociera su status. «De todos modos, el asalto no se ha parecido en nada a los anteriores. Whitman, ¿habéis averiguado si eran los mismos?»
«La marca de las balas coincide con la de las armaduras. Un escorpión», contestó el Caballero.
«Quizás te vieron y enviaron refuerzos», sugirió Hammond.
«Sería lógico que no enviaran sólo a un francotirador a enfrentarse al Hijo Vengador.»
«Pues no, aunque fue él quien te alcanzó», remarcó Dane. «Y lo raro es que no te alcanzara en un órgano vital. Ha demostrado tener gran puntería.»
«Parece que lamentes que no me hayan matado, Whitman», respondió, enfurecido, Namor.
«No es eso, y lo sabes. Una bala de adamantium, y encima envenenada, podía haber acabado contigo. Y con cualquiera.»
«Pero no lo hizo. Reaccioné al notar las vibraciones de la bala en el aire. No es porque no intentaran matarme.»
«Me alegro que estés bien», interrumpió Jackie, calmando un poco el ambiente.
«¿Qué es eso de que están matando superhéroes?», preguntó, nerviosa, Ameiko.
«En los últimos meses han muerto tres jóvenes, todos con nombres de superhéroes de la Segunda Guerra Mundial», respondió Dane. «No sabemos quién está detrás de esto, la única pista es la bala con el escorpión grabado.»
«¿Y qué hago yo ahora?», preguntó entre sollozos Ameiko. «Sabía que esto era peligroso, pero…»
«Tranquila, Ameiko», la consoló Jackie, pasando el brazo sobre su hombro. «Te protegeremos.»
Justo en ese instante, las alarmas sonaron.
«¿Nos atacan?», preguntó Namor.
«No», respondió Hammond. «Es una alarma de Interpol. Al parecer hay un ataque metahumano en Liverpool.»
«¿Quién?», volvió a preguntar.
«Aparentemente… es otra vez el Gólem.»
«¡Mierda!», gritó Dane. «Jim… ¿podrías…?»
«Claro, jefe», respondió el androide. «Me quedo con Joey y con Ameiko. No te preocupes, aquí estamos a salvo.»
«Si necesitas cualquier cosa, Aarkus puede traernos de vuelta inmediatamente.»
«Repito. No te preocupes. Tened cuidado vosotros.»
«Lo tendremos. Además, esta vez vamos con todos los pesos pesados. Namor, ¿estás en condiciones?»
«El Hijo Vengador hará honor a su nombre y vengará las heridas de su compañero.»
«Supongo que es un sí…», ironizó Dane. «Aarkus, haz los honores.»
«¡Suerte!», dijo, tímidamente, Ameiko.
«No somos nosotros los que la necesitamos», respondió Dane, mientras él y sus tres compañeros desaparecían en una nube de humo.
El humo de una chimenea sirvió a Aarkus para transportarlos a Liverpool. Allí, él y sus tres compañeros – Spitfire, Namor y el Caballero Negro -, encaramados a un tejado, observaban el lugar de la batalla.
«Allí se ven las luces de la policía», señaló Dane. «Namor, tú y Spitfire adelantaos. Aarkus, llévame.»
Sus compañeros, acostumbrados ya a que el Caballero tomara el mando, obedecieron sus órdenes sin protestar. Spitfire salió corriendo en dirección a la batalla. Namor despegó, seguido de la Visión, que usando su capacidad de vuelo, transportaba al último miembro de los Invasores.
Jacqueline fue la primera en llegar. Parapetándose tras una cornisa, observó el campo de batalla. Los coches de policía bloqueaban las salidas de la calle en la que se encontraba el gólem. La criatura estaba en el centro de la calle, con varios coches destrozados y mobiliario urbano destruido indicando el camino que lo había llevado hasta allí. Parecía ligeramente diferente al que habían combatido hacía unos días, en Londres. Más rocoso, quizás…
Al momento, Namor aterrizó a su lado, y a continuación llegaron los otros dos Invasores.
«¿No lo notas diferente, Dane?», preguntó la joven inglesa.
«No sé… quizás tengas razón. No creo que sea el mismo, lo cual ya de por si es malo», respondió.
«Implicaría que nos enfrentamos a un experto en Kabbalah y no a un supervillano al uso», aseveró Jackie. «Ya me enfrenté a algunos en la guerra, y no quiero repetir la experiencia.»
«La magia no funciona bien desde las Guerras Infernales del año pasado», comentó Namor.» Los magos atlantes han perdido casi todo su poder.»
«Pues quien sea no se ha enterado, o la magia judía es diferente», sentenció Dane. «Namor, Visión, intentad derribarle por fuerza bruta. Los gólem están hechos de tierra, son duros, pero por fuerza bruta creo que es posible derrotarlos. Aarkus, intenta congelarlo, a ver si así se hace más frágil. La última vez funcionó… Jackie y yo estaremos en segunda línea. Nuestras habilidades no son especialmente útiles contra él, nos dedicaremos a impedir daños secundarios. ¿Listos?»
«¡¡Imperius Rex!!», gritó Namor, lanzándose a la batalla, seguido de su compañero.
El atlante se arrojó sobre el gólem, golpeándole en el pecho con toda su fuerza, atravesándolo y levantando el vuelo antes de golpear el suelo. Tras él, Aarkus congeló a su enemigo, tocando su cuerpo, que presentaba un enorme agujero en el centro.
Namor aterrizó junto a Aarkus. Dane y Jackie se acercaron a sus compañeros. El suelo estaba cubierto de restos del gólem, mientras que el trozo principal se encontraba cubierto por una gruesa capa de hielo. Namor golpeó el bloque con todas sus fuerzas, haciéndolo pedazos, que quedaron diseminados por la calle. Un leve gesto de dolor denotó que aun no estaba totalmente recuperado de su herida.
«¿Cómo pudo daros tantos problemas la última vez?», dijo el Hombre Submarino. «Sin duda la presencia del Hijo Vengador es demasiado necesaria en este equipo.»
«La verdad es que ha sido más fácil de lo que esperaba», terció Jackie. «La última vez la fuerza de Brian y Aarkus no fue suficiente.»
La policía comenzaba a acercarse a los cuatro héroes, rodeados de trozos de roca… que, súbitamente, comenzaron a moverse, juntándose todos en el lugar donde anteriormente estaba el gólem… que comenzó a reconstruirse.
«Mierda»… musitó Dane. «Parece que sí va a ser más difícil.»
En la enfermería, Hammond revisaba las lecturas de la cámara de Union Jack, mientras daba conversación a Ameiko.
«Tu abuela era una mujer muy valiente. Si la hubieras visto en acción…», dijo el androide
«He visto documentales de la época», respondió la joven. «No era tan famosa como vosotros, pero aun así tenía sus fans.»
«Era toda una heroína. Estuvo un tiempo con Toro y Bucky, formando equipo.»
«Lo sé. Mi abuela me habló mucho de ellos.»
«¿Qué hizo tras la guerra?», preguntó Hammond.
«Se casó, tuvo hijos, y una vida normal. Trabajó para el Gobierno, pero en despachos. Tuvo una buena vida.»
«Me alegro que tuviera una vida normal. Esta vida… es un poco locura. Namor estuvo amnésico, yo desenchufado, el Caballero se convirtió en una estatua de piedra…»
«Ya, y Spitfire rejuveneció, ¿no?»
«Pues sí. Fue una gran sorpresa, no lo esperábamos… mi sangre la curó de una herida mortal y…»
Antes de que pudiera acabar la frase, Ameiko le apuntó con la mano y le disparó un rayo de fuerza, que golpeó al sorprendido androide, empotrándolo contra la pared, y dejándolo inconsciente.
«Mi abuela no tuvo esa suerte, anata wa omoimasen ka?»
La chica se acercó al androide, y le pegó un chip en el antebrazo. Un leve zumbido indicó que lo había desconectado. Echó un vistazo a Union Jack, inconsciente aún en una de las cámaras. Un rápido tecleo en el ordenador incrementó la dosis de anestésico, asegurándose que seguiría fuera de combate un tiempo.
A continuación, se sentó tranquilamente, y sacó un móvil de su cinturón. Apretó el botón de uno de los contactos favoritos, y esperó.
«¿Sí?», respondieron.
«Soy Ameiko. La mansión es mía.»
«Perfecto. Buen trabajo, Chica Dorada.»
«Hail, Skorpio», dijo Ameiko, cortando la llamada.
Bienvenidos a la segunda parte de Legado. Espero que os vaya gustando…
Vamos con las opiniones que habéis puesto en nuestra página de Facebook sobre el número…
Tomás Sendarrubias: ¡Leído! Muy cierto, jefe, en Monroe, Luisiana, no saben nada de superhéroes. Eso sí… pregúntales de vampiros… tienen que estar al día… pero al día. Muy preciso, prácticamente directo a la cuestión, y llamativo todo. ¡No tardes un año en darle continuación!
Yo es que de vampiros, poco… me leí Drácula en su momento, las Crónicas Necrománticas del Lumley e intenté las de Anne Rice… y ahí me quedé…
Bueno, ya ves que no he tardado un año, ¿eh?
David Guirado: Leído!!!! Muy interesante y muy bien llevado todo lo que es la intriga. Tan sólo una pequeña queja: que la periodicidad sea un poco elevada, escribe un número mensual y la felicidad será completa 🙂
Número mensual ni me lo planteo, intentaré bimestral… si lo consigo, me doy con un canto en los dientes. Espero que este también te haya gustado, y que el final te haya sorprendido.
Nos vemos en el próximo número…
Carlos