Fueron los primeros. Lucharon por la libertad cuando más necesario era. Hoy, décadas más tarde, han vuelto.
#7 – Legado I
Por Correia
Portada de Bit
Fecha de publicación: Mes 163 – 11/11
Alrededores de Monroe, Louisiana.
Jerome Terrell sentía el viento en su cara, golpeándole. Su piel se había endurecido con el paso del tiempo, desde que aquél extraño accidente en un laboratorio de bioquímica en la LSU2 le dio los increíbles poderes de que disfrutaba. Tras una breve estancia en el hospital, descubrió que podía correr a increíbles velocidades. Según sus pruebas, a más de 100 Kmh. Pero su piel al principio no estaba preparada para ello, y el aire le cortaba la piel. Con el paso de los días, se fue endureciendo, y ahora ya no le molestaba.
Jerome estaba contento. Era un superhéroe. Era como el Flash ese de los tebeos. O Zumbador, aquél héroe de la Segunda Guerra Mundial del que había decidido heredar su nombre. Vestido con un traje inspirado en el antiguo héroe, se había dedicado a usar sus recién encontradas habilidades para ayudar en su ciudad natal (Monroe, Louisiana). Había evitado el atraco de una gasolinera. Había rescatado a una anciana de un incendio… la verdad es que los supervillanos no abundaban por la ciudad.
Pero lo tenía todo pensado. En unos meses, cuando acabara la carrera, y hubiera practicado lo suficiente, se iría a Nueva York, y buscaría a los Vengadores, o a los 4 Fantásticos… seguro que lo aceptaban, no tenían ningún velocista en sus filas…
Corría por carreteras secundarias, que sabía que estaban prácticamente abandonadas… una de las primeras veces lo había pillado un radar de la policía… y el fogonazo del flash lo desconcentró y acabó con una contusión al chocar contra un árbol… por suerte, su metabolismo también se había acelerado, y la lesión se le curó en poco tiempo…
Los bosques de la zona refrescaban la carretera. Jerome pensó lo afortunado que era… en la fama, las chicas…
De repente, sintió un dolor agudo en la pierna. Perdió el equilibrio, y cayó, rodando, por el terraplén que salía del asfalto. Un árbol frenó su caída. Por suerte, el golpe no le había dejado secuelas. Se llevó la mano a la rodilla, y, para su sorpresa, apareció manchada de sangre. Bajó la vista, y vio que tenía un gran boquete en donde debería haber estado su rodilla.
Fue lo último que vieron sus ojos.
«Agente, soy Dane Whitman, de los Vengadores. Quería hablar con el encargado del caso.»
El que hablaba era un hombre moreno, de pelo corto y barba, complexión fuerte, metro ochenta. Mostraba un carné plastificado que lo identificaba como Vengador, más concretamente como el Caballero Negro. Vestía ropa de calle, un traje negro, camisa blanca y corbata negra, junto con unos mocasines también oscuros. A su lado, un hombre calvo, de metro noventa, vestido exactamente igual que Dane. Aunque lo más llamativo eran sus ojos, grandes, ocultos tras unas gafas de sol… y totalmente blancos.
El agente Thompson, un hombre en la cuarentena, entrado en carnes y de escaso pelo, vestido con su uniforme de policía del condado, se quitó la gorra y se secó con ella el sudor que corría por su frente, observando atentamente el carné que le presentaba el hombre frente a él.
«¿Caballero Negro? No he oído hablar de usted… además, ¿por qué no viene de uniforme?»
«Mi compañero y yo no queremos llamar mucho la atención, agente… Thompson», respondió Dane, leyendo en la placa del policía su nombre. «¿Podría hablar con quien lleve el caso, por favor?»
«Soy yo, soy el sheriff del condado. De momento ninguna agencia ha reclamado investigar el asesinato.»
«¿Entonces ha sido un asesinato, sheriff?», preguntó Dane. «¿Se ha descartado la muerte accidental?»
«Échele un vistazo al cuerpo si quiere, Sr. Caballero. Tiene dos heridas de bala. Una le destrozó la rodilla derecha. La segunda le atravesó la cabeza de lado a lado.»
«¿Algún rastro del asesino? ¿Algún sospechoso? ¿Han encontrado las balas?»
«No, nadie. El chico llevaba poco tiempo vistiéndose con mallas… era un estudiante de la LSU, pero por lo que hemos averiguado pasaba poco por allí…»
«¿Y las balas?», preguntó el compañero de Dane, con una voz gutural, que sobresaltó al sheriff.
«Err… sí, hemos recuperado las dos. El asesino no se molestó en recogerlas. Las vamos a llevar a analizar a balística.»
«¿Podría echarle un vistazo a alguna de ellas?», preguntó Dane. «Me gustaría comprobar una cosa.»
«Err… es algo irregular, pero… ¡Joe!», gritó el sheriff. «Trae una de las balas, rápido.»
El agente Joe Washington se acercó con una bolsa de plástico transparente en las manos, en cuyo interior iba una de las balas. Se la tendió al Caballero Negro, que la cogió con delicadeza.
«¿Ves, Aarkus?», comentó Dane a su compañero. «Es como las otras. No tiene ni un solo arañazo, ni se ha abollado con el impacto. Y tiene los surcos, y el grabado en el fondo.»
«Supongo que entonces nos encontramos ante el mismo asesino. Era lógico.»
«¿Qué es eso de «otros»?», preguntó el sheriff, escuchando la conversación.
«Sheriff», respondió el Caballero Negro, «han habido otros dos muertos en circunstancias similares. Uno en Berlín y otro en Madrid. Mi equipo ha estado investigándolo, pero no hemos averiguado nada más. SHIELD está también detrás de la investigación. Se pondrán en contacto con usted muy pronto.»
«Bueno… así me quito de problemas. Aquí en Louisiana no estamos muy acostumbrado a los supertipos.»
«No se preocupe, sheriff. SHIELD le informará del procedimiento a seguir en estos casos. Muchas gracias por su colaboración», le dijo, mientras le devolvía la prueba.
«De nada, Sr. Caballero. Si necesitan cualquier cosa, puede llamarme a mi oficina.»
«Gracias de nuevo», concluyó Dane, tendiendo la mano al oficial, que hizo lo propio, mientras Aarkus se alejaba.
Dane siguió a su compañero cuesta arriba, y, una vez entre los árboles, alcanzó a su compañero.
«No entiendo por qué hemos de mentirle a la autoridad local, Dane», le espetó Aarkus. «En mi mundo…»
«Tu mundo y este poco tienen en común. SHIELD no ha querido darnos bola en este asunto.»
«¿Volvemos a casa?», cortó resignado el alienígena.
«Sí, claro.» Dane tiró una pequeña bola negra al suelo, y una cortina de humo surgió de la misma. Aarkus usó su poder y ambos desaparecieron.
Falsworth Manor, Dymhurst, al norte de Londres
El salón principal de la casa era una habitación de cerca de 100 metros cuadrados, presidida por una gran chimenea que en estos momentos alimentaba un generoso y acogedor fuego. En el centro de la misma, una mesa redonda de roble, amplia, rodeada de doce sillas, que recordaba a la mítica de Camelot. En las paredes, blasones familiares, y retratos de los antepasados de los Falsworth, desde más de cuatrocientos años.
Sentada en una de las sillas está Lady Jacqueline Falsworth Crichton, actual heredera del título, y también conocida como la heroína Spitfire. Sus aparentes veintipocos años no delatan su verdadera edad, dado que ya se acerca a los noventa, pero una segunda transfusión de sangre del androide conocido como la Antorcha Humana, que ya le dio durante la Segunda Guerra Mundial sus asombrosos poderes, la rejuveneció hasta su edad actual.
Junto a ella está Joey Chapman, el actual portador del manto de Union Jack, el héroe por antonomasia de Gran Bretaña, el equivalente al Capitán América de las islas. Ambos están revisando un holograma que surge de la mesa, en el que se puede ver un mapamundi con varios lugares destacados: de Berlín surge una foto mostrando a un joven con la armadura de Cruz de Hierro, junto a la cual está la instantánea de su fallecimiento. En Madrid hay otra, con un joven Cuervo Rojo, igualmente fallecido.
De repente, la chimenea comienza a crepitar, como si alguien hubiera arrojado un leño seco al fuego. El humo aumenta su volumen, y de entre sus jirones surgieron dos figuras: el Caballero Negro y el agente extradimensional conocido como la Visión.
«Buenas tardes, chicos», dijo Dane, saliendo de entre la humareda, que iba disminuyendo su tamaño. «¿Nos habéis echado de menos?», preguntó, bromeando.
«Mucho, cariño», respondió Jackie, mientras lo besaba efusivamente en los labios.
Chapman, con gesto malhumorado, apartó la mirada de sus compañeros, centrándose en el mapa. «¿Y bien? ¿Otro?», preguntó a los recién llegados.
«Sí», respondió Dane, mientras acariciaba suavemente la espalda de la inglesa. «Zumbador, Monroe, Louisiana. Dos balas, rodilla y cabeza.»
Dejó sus gafas de sol sobre la mesa, lo que activó el traspaso de información entre la cámara que incorporaban y el ordenador central que controlaba el holograma. Las fotos se cargaron y aparecieron casi instantáneamente geoposicionadas en el mapa.
«¿Alguna pista?», preguntó Jackie, acercándose al holomapa.
«Ninguna nueva. Mismas balas, o, al menos, con el mismo diseño. Es decir, suponemos que serían de adamantium con punta hueca, pero la policía ya las había recogido. Por lo demás nada,» respondió el Caballero.
«¿SHIELD?»
«No habían llegado aún. Ventaja de las teleportaciones del amigo Aarkus.»
De repente, un nuevo holograma surgió de la mesa. Era una representación 3D del Capitán Britania.
«Llamada entrante. Brian Braddock AKA Capitán Britania», dijo una voz femenina computerizada.
«Adelante, Shiri,» dijo Jackie. «Hola, Brian. ¿Qué tal estás?»
«Hola, Jacqueline», respondió Brian Braddock al otro lado de la línea. «Sólo llamaba para interesarme por el estado de Nómada.»
«Jack está bien, Brian», respondió Jackie. «Aun está en el hospital, pero los médicos dicen que en unos días le darán el alta.»
«¿Y su pierna?»
«Bien, bien… tuvo suerte de que el Golem no le diera de lleno3. La tiene partida, pero podía haber sido peor. Creen que con rehabilitación recuperará por completo la movilidad.»
«Pues nada, Jackie. Si necesitáis cualquier cosa, Meggan y yo estamos aquí para ayudaros. Ya lo sabéis.»
«Gracias, Brian. Dale un beso a Meggan de mi parte.»
«Se lo daré. Besos, Jackie.»
«Adiós, Brian.»
La conversación se cortó, y Jackie miró a Dane, que la observaba fijamente.
«¿Por qué no le has dicho la verdad sobre la pierna?», le preguntó.
«Jack… no quiere que se sepa. Ya sabes como es. De todos modos, creo que podremos recuperarlo. He hablado con…»
Justo en ese momento, un ensordecedor ruido resonó en toda la sala, como si un obús hubiera chocado contra la mansión.
«¡Ha sido en la entrada!», gritó Jackie, cambiándose a su uniforme de combate a supervelocidad. «¡Rápido!»
Dejando a sus compañeros cambiándose lo más rápido posible, Spitfire salió como un relámpago de la sala, seguido por la Visión, cuyas habilidades incluían la transmutación de su uniforme. Dane invocó a su espada, y Union Jack se puso la máscara y sacó sus pistolas del universo de bolsillo contenido en sus pulseras, y salieron corriendo tras sus dos compañeros.
En la entrada, encontraron a Spitfire levantando del suelo a Namor, que presentaba una herida de bala en el hombro, mientras Visión sostenía entre sus brazos a una joven de aspecto oriental que llevaba el uniforme de la Chica Dorada, una antigua heroína de la Segunda Guerra Mundial.
«¿¡Namor!?», exclamó, sorprendido, Union Jack. «¿Quién ha podido hacerle esto al puñetero Namor?»
«Me… persiguen», dijo, trabajosamente, el Hombre Submarino. «No podía… pelear… llevando a la chica.» Apartó el brazo de Spitfire, con un gesto de orgullo, aunque la herida en el brazo le obligó a sujetárselo con la otra mano. «Son dos. Armaduras de combate. ¿La chica está bien?»
«Sí», respondió, lacónico, Visión. «La llevo a la enfermería», dijo, desapareciendo entre la polvareda.
«Deja que te ayude, Namor. No estás en condiciones de luchar», le dijo Spitfire.
«¡El Hijo Vengador no necesita ayuda!», rugió Namor.
Justo en ese momento, un hombre equipado con una armadura de combate entró volando por la puerta destrozada, golpeando en el pecho a Namor, y lanzándole contra la pared.
«¡Nos atacan!», exclamó Spitfire. «¡¡Aarkus!!»
El Caballero Negro se lanzó a la carga contra el atacante, protegiéndose con su escudo de los láseres que le disparaba, y, una vez lo tuvo a su alcance, le dio un mandoble, cercenándole el brazo. Spitfire, a supervelocidad, enrolló alrededor de él un alambre de adamantium, inmovilizándolo.
«Cuidado», recordó. «Namor dijo que eran dos.»
Y como si respondiera a su afirmación, el otro atacante entró por la puerta, disparando hacia Spitfire, que evitó la andanada con su supervelocidad, que alcanzó de lleno al otro enemigo.
«¡Cabrón!», gritó Union Jack, mientras vaciaba el cargador de sus pistolas en el misterioso atacante. «¡Te lo has cargado!»
Con un rápido movimiento de brazo lanzó al inglés contra la pared, quedándolo momentáneamente incapacitado. Giró su cañón hacia sus otros dos contrincantes, pero justo en ese momento la Visión apareció tras él, usando su habilidad criogenizadora para congelarlo, y detener, de esta manera, el ataque.
«Gracias, Visi, tío», dijo Joey, levantándose y sacudiéndose el polvo de las ropas. «¿Quién coño son estos tíos?»
«Namor está herido», interrumpió Spitfire, que se había acercado a su compañero, que yacía inconsciente. «Aarkus, hay que llevarlo a la enfermería.»
«Enseguida, Jacqueline», respondió el alienígena, teleportándose con su camarada caído.
«¿Estáis bien los dos?», preguntó Spitfire a sus compañeros.
«Mejor que ellos, sin duda», respondió Chapman. «Este está fiambre», dijo, señalando al primero de sus enemigos. «Y este, congelado.»
«Tenemos que sacarlo de ahí», dijo Dane. «No me fío un cacho.»
Con el rabillo del ojo, Dane vio que la armadura congelada comenzaba a brillar. Instintivamente, cogió a Union Jack, lo tumbó bajo él, y se cubrieron con su escudo místico…
Justo en el momento en que una gran deflagración destruía la parte delantera de la mansión
1.- Los eventos de este número tienen lugar un año después de los del número anterior.
2.- Louisiana State University
3.- ¿Cuándo ha pasado esto? Es una de las muchas sorpresas que han pasado en este salto temporal MarvelTópico…
¡Buenas! Tras unos meses, volvemos a la carga… espero que esta nueva saga os llame lo suficiente la atención como para obligarme a escribir más a menudo, jejeje.
¡Nos vemos… antes de lo que pensáis!