Hijo de Odín y Gea, dios del trueno, portador de Mjölnir, el martillo encantado hecho del mineral místico de Uru. Cuando Midgard o Asgard corren peligro, los cielos retumban saludando a su defensor más aguerrido.
#517 – Unos que vienen, otros que se van…
Por Bergil
Portada de Angela D. Campomanes
Fecha de publicación: Mes 68 – 12/03
Sif caminaba en silencio por los páramos desiertos que se extendían a varias jornadas de la ciudad de Asgard. Una vez derrotados Loki y Set1, había marchado a su vivienda y, despojándose de todas las vestimentas guerreras, tomó su fiel espada2. Poniéndose unas ropas holgadas y cómodas, abandonó en silencio la ciudad y comenzó a caminar. No sabía cuánto tiempo transcurriría antes de que alguno de los restantes aesires notase su falta, por lo que, al menos al principio, apresuró su paso.
La hermana de Heimdall no tenía una idea clara, cuando partió, de hacia dónde encaminar sus pasos. Sólo sabía que quería apartarse de la vista de todos, y sufrir en soledad las horribles heridas que la tortura ideada por Loki3 había infligido en su hermoso rostro. Incluso, movida por la ira, había considerado la idea de deslizarse en silencio hasta la profunda mazmorra en la que el dios del mal purgaba sus crímenes, con el ánimo de acabar con su existencia y enviarle a habitar por eras sin cuento junto a su hija4; pero desistió, pues ello supondría caer tan bajo como el hijo de Laufey. Decidió, en cambio, desaparecer, tras cubrir su cabeza con una capucha que ocultara sus facciones, ahora desfiguradas por las torturas a las que le había sometido Loki.
Sif ignoraba si sus heridas cicatrizarían algún día, y si, en caso de hacerlo, dejarían rastro de las penalidades sufridas. En aquel momento, nada de eso le importaba. Lo único que quería era encontrar algo en lo que aplicar sus esfuerzos que le permitiera olvidar, siquiera por unos minutos, los sufrimientos que había padecido. Y ese propósito jamás lo alcanzaría en la capital del Reino Dorado, rodeada de los demás aesires, en cuyos rostros vería miradas de lástima o de asco. Y menos que nadie quería percibir esos sentimientos en los ojos de su querido hermano5 o de su amado Thor.
Precisamente al extremo del Puente de Bifrost llegaba en aquellos instantes un visitante que, si bien no era esperado, fue reconocido y recibido como sus hazañas en defensa del Reino Dorado6 merecían.
– ¡Bill Rayos Beta7! -exclamó Heindall-. ¿Sois vos, amigo?
– En efecto, noble Heimdall. Compruebo que los cantos que existen acerca de la agudeza de vuestros sentidos no exageran en lo más mínimo, pues habéis podido reconocerme a pesar del cambio que ha sufrido mi aspecto8. Hablando de lo cual, parece que el Reino Dorado se encuentra incólume. No lo creí así, cuando una misteriosa enfermedad me hizo sucumbir, y perdí mis poderes asgardianos…
– No creáis, amigo mío, que nuestra existencia no ha estado tan amenazada como la vuestra, si no más. La inmortal Asgard, probablemente, nunca estuvo tan cerca de perecer como en las últimas semanas. De hecho, de no ser por la ayuda de los demás panteones, es dudoso que hubiéramos podido prevalecer finalmente. Y aún así,…
– ¿Qué sucede, noble Heimdall?
– No podría precisarlo, pero algo me dice que no todo ha terminado. Que existen todavía graves peligros que amenazan al Reino Dorado.
– ¿Le habéis comunicado vuestras sospechas al poderoso Odín?
– Aún no, amigo mío. Quiero estar seguro, antes que alarmarle sin necesidad.
– Muy bien, pues. Marcho a saludar al soberano de Asgard y a presentarle mis respetos.
– Hasta pronto, Bill.
– Hasta la vista, Heimdall.
Mientras, Thor seguía caminando, sin prisa pero sin pausa, en pos de la bella y valiente Lady Sif. Mientras sus piernas le transportaban incansables, devorando legua tras legua sin que su vigor se resintiera en lo más mínimo, su mente exploraba los acontecimientos del pasado, tanto el próximo como el más lejano. Sus pensamientos se detuvieron en Skurge, el inmortal de Asgard conocido como el Verdugo. Aunque se habían enfrentado numerosas veces en el pasado, tanto el dios del trueno en solitario como junto a sus camaradas mortales, los Vengadores, Thor nunca había dejado de apreciar el fondo de nobleza que anidaba en el corazón de Skurge. Si había cruzado sus armas en tantas ocasiones con el hijo de Odín, había sido, la mayor parte de las veces, por conseguir el amor de Amora, la hechicera aesir conocida como la Encantadora. Pero esta, coqueta y obsesionada con obtener los favores de Thor, no se había percatado de la sinceridad y hondura de los sentimientos del Verdugo hasta que fue demasiado tarde.
Mientras, Skurge se había unido a Thor y los Einheriar, los guerreros del Valhalla, en su expedición al reino de Hela para rescatar las almas que la diosa de la muerte había rapiñado. Pero, aunque lograron rescatar las almas, no pudieron escapar lo bastante deprisa, y fueron alcanzados por las hordas infernales cerca de las fronteras del reino maldito. Allí, Thor se dispuso a resistir en solitario, dando tiempo a sus camaradas para escapar y regresar a Asgard. Sin embargo, Skurge no se lo permitió. Dolido por el desdén de que había sido objeto por Amora, y furioso por los engaños del reino de los muertos, golpeó por la espalda al Tronador, dejándole inconsciente, y echó sobre sus hombros la pesada tarea. Despidiéndose de sus compatriotas, se enfrentó en solitario a un enemigo tan abrumador en su número que habría hecho titubear incluso a los más poderosos ejércitos. Sin embargo, el Verdugo no titubeó, y haciendo lo que mejor sabía hacer permitió el regreso de sus compañeros. Tales fueron el arrojo y valor que demostró que se ganó incluso el respeto de la misma soberana de Hel; y, cuando entre murmullos, se mencionaban las palabras «El que se alzó solo en Gjallerbru», todos enmudecían en Hel9.
Sin embargo, no todo estaba dicho en la historia del Verdugo. Antes de que transcurriera mucho tiempo, los avatares del dios del Trueno le abocaron a un nuevo encuentro con Hela. Por una maldición de la diosa de la muerte, sus heridas no podían sanar; pero, al propio tiempo, tampoco podía morir. Enfrentado así a un sufrimiento eterno, Thor recurrió a su astucia y, ocupando la armadura del Destructor, obligó a Hela a retirar la maldición. Sano de nuevo, el dios del trueno abandonó Hel, y Hela dejó libre el espíritu del Verdugo que, al haber muerto con honor, pasó a morar en el Valhalla.
No sería aquella, sin embargo, la última vez que el verdugo pisaría el reino de Hela. Cuando ésta intentó conquistar Asgard, aprovechando el sueño de Odín y corrompiendo a las valquirias, el Verdugo, junto a los demás Einrehar, fue apresado en Hel. De allí serían liberados merced a la intervención de los humanos conocidos como los Nuevos Mutantes, que habían regresado al Reino Dorado para rescatar a su compañera Espejismo, humana y valquiria a la vez.
Finalizada aquella batalla y salvaguardada la seguridad del Reino Dorado una vez más, el Verdugo regresó al Valhalla, y allí de bería haber permanecido hasta la llegada del Ragnarok, de no ser por10…
Un ruido cortó el curso de los tristes recuerdos de Thor. A alguna distancia, hacia su izquierda, se oía el ruido de una refriega. Mientras apresuraba sus pasos en aquella dirección, el dios del trueno no dejó de preguntarse si lady Sif se encontraría en medio de la lucha. Sería en verdad afortunado el haberla encontrado tan pronto.
Mientras, en el palacio de Odín, Bill Rayos Beta se encontraba, rodilla en tierra, ante el Padre de Todos.
– Levantaos, Bill -dijo afablemente el hijo de Burr-, y contadme vuestras aventuras desde que nos separamos11.
– Como deseéis, mi señor -repuso Bill, levantándose y acercándose a Odín-. Pues veréis… -comenzó Bill, y comenzó a relatar todos sus avatares desde que dejara Asgard: cómo se había unido a los Starmasters12, cómo había sido testigo del exterminio de toda su raza y cómo se había enfrentado y derrotado a los causantes del genocidio13.-… y así, junto con un gran número de los llamados superhéroes terrestres, y también la Guardia Imperial Shi’ar, pudimos traer de vuelta a Galactus14 y proteger este Universo. Pero, por lo poco que me ha referido el guardián de Bifrost, vosotros habéis tenido vuestros propios problemas.
– Decís bien, Bill. Hacía mucho que el Reino Dorado, por no decir los Nueve Mundos15, no enfrentaban semejante peligro. Quizá desde la llegada de la Cuarta Hueste de los Celestiales16 no nos enfrentamos a tamaña amenaza. Y, como en aquella ocasión, fue necesaria la unión de todos los panteones terrestres a fin de arrostrar las dificultades y poder prevalecer -. Fue ahora el turno de Odín de referir las vicisitudes por las que habían atravesado. Cuando concluyó, dijo-: Pero hablemos de cosas más agradables, buen Bill. ¿Qué es lo que os ha traído a Asgard?
– Veréis, noble Odín: desaparecida mi raza, y derrotados los criminales que causaron tal tragedia, nada me ataba a ninguna parte. Nada, excepto quizá mis recuerdos de este hermoso lugar, el único que he podido llamar hogar desde hace mucho tiempo. Por ello, si fuera posible, me gustaría volver a morar en vuestro reino, y contribuir a su defensa si fuera necesario.
– Por supuesto que podéis habitar en cualquier lugar de Asgard que deseéis, buen Bill. Mi reino siempre os dará la bienvenida, pues de sobra os la habéis ganado derramando vuestra sangre por él. Ahora bien, hay un favor que quisiera pediros…
Historias de Asgard presenta La canción del Verdugo
Resumen de lo narrado: Recién graduado en la academia militar de Asgard, el joven Tharbad deambula por la capital del reino cuando oye quejarse a una joven. Enfrentado a un sargento del ejército que estaba (seamos delicados) propasándose con ella, le deja inconsciente y carga en brazos con ella.
Una vez hubo llegado a su modesto alojamiento, Tharbad depositó con delicadeza a la joven en su catre, y se sentó a esperar que se recuperara de su desvanecimiento. Tardó varias horas en hacerlo, y fue Tharbad el que empezó a amodorrarse. La chica abrió los ojos y miró al techo.
– ¿Dónde estoy? -preguntó.
Tharbad se levantó de la silla en la que se había reclinado y se acercó a la joven.
– Os he traído a mi casa. ¿Cómo os encontráis?
– Estoy mejor, gracias ¿A quién he de agradecer mi rescate?
– Me llamo Tharbad. Y no hay nada que agradecer. Cualquier aesir con sangre en las venas habría hecho lo que yo. ¿Y vos os llamáis…?
– Feiniel. Mi nombre es Feiniel.
Aquella tarde, ninguno de los dos dijo más palabras. Feiniel se encontraba agotada tras la experiencia sufrida, y Tharbad no quiso atosigarla. Ella permaneció tendida en el catre, mientras que Tharbad se tendió en el suelo y se cubrió con su capa.
Gradualmente, Feiniel fue recuperando las fuerzas, y tras una semana pudo levantarse del lecho. A pesar de las protestas de Tharbad acerca de que no le debía nada, la joven insistió en contarle su triste historia. Era nativa de Skronheim. Tharbad conocía el nombre: se trataba de un territorio que, a pesar de pertenecer al continente de Asgard, se encontraba en otra dimensión. Allí, Feiniel había vivido feliz hasta un mes antes, en el que Skronheim había sido objeto de ataque por parte de los gigantes de hielo procedentes de Jotunheim. Tras saquear y destruir todo lo que encontraron, los gigantes mataron a los hombres y violaron a las mujeres, regresando luego a su reino. Avergonzada y sin nada que la atara a Skronheim, pues toda su familia había muerto, Feiniel enprendió el camino hacia la capital del Reino Dorado, con la esperanza de obtener protección y auxilio. Pero antes de poder presentarse ante alguien que pudiera ampararla, una mano la agarró del brazo mientras pasaba junto a una calleja y la arrastró hacia la oscuridad. Si Tharbad no hubiera a llegado a pasar en aquel momento… Feiniel calló, mientras el rostro de Tharbad se ensombrecía. Ya había tenido noticias de la incursión de los gigantes de hielo, y quedaban pocos días para que él y sus compañeros fueran movilizados para una operación de represalia. Torpemente, pasó su brazo sobre los hombros de Feiniel intentando darle consuelo, y le ofreció que permaneciera en su casa mientras durara la movilización:
– Esto es, si no tenéis otro lugar mejor al que ir…
– ¿Habláis en serio? ¿ No os resultará onerosa mi prensencia aquí?
– En absoluto. Podéis disponer de mi vivienda como si fuera vuestra, mientras dure la campaña.
– Pero… ¿y después?
– Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él. ¿Estáis de acuerdo?
– Bien, Tharbad. Viviré aquí y cuidaré vuestra morada mientras vos estáis fuera.
1.- En El poderoso Thor # 514 .
2.- Se contó en El poderoso Thor # 515 .
3.- Ver El poderoso Thor # 509 y 510 .
4.- Hela, la diosa de la muerte, es hija de Loki y de Angerboda
5.- Heimdall, el guardián del Puente de Bifrost, que comunica Asgard (el hogar de los Aesires) y Midgard (la Tierra).
6.- Básicamente, entre los números 337 y 359 de esta misma serie. Aunque también podría considerarse que su intervención durante la saga Sangre y truenos fue una actuación de este tipo.
7.- Esta escena transcurre después de los sucesos narrados en Emociones primarias, que se desarrolló en Poderes Cósmicos # 22, Quasar # 68, Poderes Cósmicos # 23, Quasar # 69, Poderes Cósmicos # 24 y Poderes Cósmicos # 25 (y que, aún ahora, continúa teniendo algún que otro spin-off , precuelas y demás).
8.- Ocurrió por los poderes combinados de Odín y Estela Plateada en Starmasters # 1.
9.- Resumen de lo narrado en en El poderoso Thor # 362. Es que me encanta ese número, carajo.
10.- No, no os quedaréis sin saber por qué el Verdugo vuelve a morar en Hel, cuando de acuerdo con la continuidad MarvelTópica le situábamos en el Valhalla. Podéis leer toda la historia de su regreso al reino de Hela, los cómos y porqués, en el Anual de este año de El poderoso Thor, ya en MarvelTopía.
11.- Hace ya algún tiempo, en Starmasters# 1.
12.- En Starmasters # 2.
13.- Los Axi-tun.
14.- Ver nota 7.
15.- Es el modo de referirse a la Creación en la Cosmogonía asgardiana, por más que, strictu sensu, los nueve mundos sean en realidad:
- Asgard, el hogar de los Aesires.
- Vanalheim, el hogar de los Vanires.
- Nidavellir, el hogar de los enanos
- Alfheim, hogar de los elfos de la luz
- Midgard, la Tierra.
- Jotunheim, el hogar de los gigantes
- Svartalfheim, hogar de los elfos oscuros
- Hel, la tierra de los muertos caídos sin honor (los muertos con honor van al Valhalla, que está en Asgard).
- Muspelheim, hogar de los demonios de fuego
16.- En la saga que concluyó en El poderoso Thor #300.
Hoy, para variar, tenemos una carta. Es de FORDCOPP, y en ella dice que
Joder me siento impresionado, no solo por tu nivel de documentación ¿poemas de mitología nórdica? Si no que puedas aprovechar esas historias «tradicionales» para crear historias otras nuevas de gran calidad y con ese toque entre los cuentos y las historias míticas.
Bueno, los poemas de mitología nórdica (Sagas, para ser estrictos) no los tengo en sí; lo que sí uso de vez en cuando es un tomo sobre mitología nórdica en el que, para apoyar las historias que cuentan, intercalan fragmentos de estas Sagas. Tengo que reconocer que me resulta bastante útil. Y gracias por lo de gran calidad, es un elogio que se agradece. En cuanto al toque entre los cuentos y las historias míticas, intentaré mantenerlo por una temporada, puesto que el hilo narrativo principal se va a desarrollar en Asgard. Aunque trataré de no dejar desamparada a Midgard (atención a los próximos episodios).
Ahora siempre que piense en Skourge tendré de la imagen de verle ir noche tras noche a talar el Fresno del Mundo.
Jopé, macho, ahí te has pasado. Eso es casi demasiado exagerado para mi historia; una historia que, no conviene olvidarlo, no tiene otro origen que el explicar por qué el Verdugo había regresado a Hel (es decir, para arreglar un despiste mío). Y puestos a citar imágenes, yo siempre que pienso en Skurge le veo con un M-16 en cada mano, disparando contra las hordas de Hel mientras que Thor y sus compañeros abandonan el reino de Hela. Versión splash-page, por supuesto.
Nada más. Espero que disfrutéis con la colección, y recibir vuestros mensajes en Crónicas del Norte – Correo de los lectores (bergil@iespana.es).
En el próximo número: ¿Qué aventuras le esperan a la bella Lady Sif? ¿Habrá encontrado ya Thor a la valiente hermana de Heimdall? ¿Cuál es el favor que Odín desea pedir a Bill Rayos Beta? ¿ Y cómo continuará La canción del Verdugo? Descubridlo en Thor # 518