Thor #515

thor515Hijo de Odín y Gea, dios del trueno, portador de Mjölnir, el martillo encantado hecho del mineral místico de Uru. Cuando Midgard o Asgard corren peligro, los cielos retumban saludando a su defensor más aguerrido.

#515 – La búsqueda continúa
Por Bergil
Portada de Marco Baldi


Fecha de publicación: Mes 58 – 2/03


El silencio más absoluto se hizo en el gran salón de banquetes del palacio de Odín cuando Heimdall, el guardián del Bifrost, el Puente del Arco Iris que comunica el Reino Dorado con Midgard, entró en él.

– ¡Sif! -exclamó-. ¿Dónde está mi hermana?

– Calmaos, mi buen Heimdall -dijo Odín, descendiendo desde su alto sitial-, y explicadnos qué es lo que ocurre.

– Se trata de lady Sif, Sire. Mi hermana ha desaparecido. Me dirigí a sus habitaciones para buscarla y acudir juntos a esta celebración; pero al llegar a sus aposentos, no encontré a nadie. El vestido que iba a lucir en esta ocasión descansaba sobre su lecho; en cambio, su espada no se encontraba allí. Rápidamente, registré toda la vivienda. Allí estaban sus trajes, el resto de sus armas, sus cotas de malla y sus cascos. Sólo se ha llevado su espada, mi señor. Solicito permiso para ir a buscarla.

– Si me permitís, buen Heimdall -dijo el dios del trueno, adelantándose-, querría ser yo quien fuera en seguimiento de milady Sif. El que hayamos derrotado a un enemigo tan formidable como Set no significa que el Reino Dorado quede a salvo de ataques que pretendan reducirlo a ruinas. ¿Y quién mejor que el guardián del Puente del Arco Iris para permanecer en guardia?

– Pero… -comenzó a decir Heimdall. Sin embargo, su sentido de la lealtad se impuso rápidamente, e inclinó la cabeza-. Tenéis razón, mi príncipe. Hágase como vos decís.

– Que así sea -exclamó Odín, dando por finalizada la cuestión.


Más tarde, a solas en las habitaciones del Padre de Todos, el soberano de Asgard y su hijo conversaron a solas.

– Hijo mío, debes saber que si recientemente dije que quedabas desterrado de Asgard por preferir a Midgard y sus habitantes, fue más en tu beneficio y el del Reino Dorado que ira del orgullo herido de un padre y un monarca. El enviarte a Midgard desprovisto de tu divinidad perseguía el que, ante la terrible amenaza que nos acechaba, pudieras sobrevivir, y no caer al igual que el resto de los aesires.

– Como siempre, padre, vuestra sabiduría es infinita. No hay nada que olvidar.

– Gracias, hijo mío, por tu comprensión. Y volviendo a lo que nos ocupa, hay en la desaparición de lady Sif algo más que lo que se dijo en la sala. ¿No es así, hijo mío?

– No por nada os llaman Omnisciente, padre -dijo el dios del trueno, mientras una sonrisa triste flotaba en sus labios-. Nada escapa a vuestro ojo. En efecto, temo que haya algo más. Veréis… no me es fácil explicarlo, padre. El dios del trueno no está acostumbrado a ponderar las sutilezas del corazón femenino, y… Para decirlo claramente, milady Sif no ha sido la misma desde que el dios de la mentira la sometió a cautiverio y suplicio1. La ordalía, además de dejar cicatrices visibles, parece haber dejado otras, más insidiosas si cabe, precisamente por no percibirse con el ojo desnudo. Pienso que el temple de acero de la hermana de Heimdall pueda haber sido quebrado. Que el ver disminuida su belleza, siquiera transitoriamente, haya afectado a su voluntad, y que pretenda hacer algo desesperado para probarse… o para perecer.

– Amarga victoria habríamos obtenido si el hijo de Laufey hubiera triunfado allí donde tantos enemigos se estrellaron.

– Decís bien, padre. El valor y coraje de lady Sif siempre ha sido uno de los más firmes baluartes con que ha contado el Reino Dorado en las adversidades por las que ha atravesado.

– De acuerdo, hijo mío. Parte en busca de lady Sif, y tráela sana y salva con nosotros. Llevas mi bendición.

– Gracias, padre.

– Una última cosa…

– ¿Sí, padre?

– No eres tan torpe como crees en la ponderación del corazón femenino, por usar tus mismas palabras.


Thor regresó a Bilskimir, su palacio, que rara vez había pisado en los últimos tiempos, y que volvería a abandonar en breve. Al igual que Sif, viajaría ligero de equipaje, sin más armas que su martillo místico. Visitó en los establos a Triturador y Rechinante2, y se despidió con afecto de ellos. Cuando se disponía a abandonar su morada, la Encantadora se acercó a él:

– ¿Te marchas ya?

– Sí, Amora. Los deberes reclaman al dios del trueno, aún cuando su corazón le retendría aquí.

– ¿Estás seguro de lo que dices, Thor?

– ¿¡¿Qué?!? Amora, creo haberos dado suficientes pruebas de la sinceridad de mis sentimientos hacia vos para que…

– Shhht -dijo la Encantadora, posando sus dedos sobre los labios de Thor-. Aquellas eran otras circunstancias, otro lugar y, quizá, otros aesires3. Comprendería que tus sentimientos hubieran cambiado.

– Pero…

– Calla. No digas nada, y ve a hacer lo que tengas que hacer. A tu regreso, si así lo deseas, hablaremos.

Sin añadir nada más, Amora dio media vuelta y volvió a entrar en el edificio. No quería que el dios del trueno viera las lágrimas que pugnaban por asomar a sus ojos.

Por su parte, Thor se quedó pensativo. ¿Era sólo el sentido del deber y el afecto en que se había convertido el antiguo amor que sintió por Sif lo que le impulsaba a partir en su búsqueda, o había algo más? ¿No sería que, con el regreso al Reino Dorado, los rescoldos del antiguo fuego volvían a arder con fuerza, eclipsando a la atracción que había sentido por la Encantadora? Y, ya puestos, ¿qué era lo que sentía exactamente por ella? ¿Mera atracción física? ¿Algo más profundo? ¿Y qué efecto tendría en ella, en caso de producirse, la renovación del amor por la morena Sif? ¿No la impulsaría, acaso, a caer otra vez en sus viejas tretas y añagazas?

Con una sacudida de cabeza, Thor desechó tales pensamientos (ya cruzaría ese puente cuando llegara a él) y se concentró en lo inmediato. Hacía mucho tiempo que no ejercitaba sus conocimientos de rastreo, desde su ya lejana juventud. Sería reconfortante, para variar.


Thor abandonó la ciudad a pie. Quería sentir de nuevo bajo sus pies la superficie del camino, y caminar por el placer de hacerlo, sin tener un destino predeterminado de antemano4. Su mente vagó libre, recordando todos los momentos que había compartido con la valiente hermana de Heimdall. Había momentos alegres, y otros que no lo habían sido tanto; amargas separaciones, y reuniones gozosas. Sus recuerdos retrocedieron más y más, hasta aquella ocasión en que, siendo todavía un muchacho para los cánones asgardianos, había socorrido a una joven doncella cuando era atacada por una jauría de feroces lobos5


De repente, Thor cayó en la cuenta de un hecho que hasta entonces no se había planteado: si tenía recuerdos de su infancia en Asgard, y de las aventuras corridas junto a Sif o su hermanastro Loki, ¿cómo era posible que los hechos narrados por el Ojo de Odín6 fueran ciertos? Y si lo eran, ¿cuáles de sus recuerdos correspondían a experiencias realmente vividas y cuáles le habían sido imbuidos en el momento de su creación?


Cuando la amenaza del Ragnarok se cernía sobre Asgard, Odín tomó a un simple periodista y le convirtió en el dios del trueno. Ahora, tras la amenaza de Onslaught, vuelve uno de los héroes más renuentes de todos…

Historias de Midgard presenta a Red Norvell

 

Cuando la amenaza del Ragnarok se cernía sobre Asgard, Odín tomó a un simple periodista y le convirtió en el dios del trueno. Tras la amenaza de Onslaught, ocupó el lugar de Thor mientras este luchaba para salvar al Reino Dorado y a toda la creación. Ahora, MarvelTopía se enorgullece en presentarte la última aventura de uno de los héroes más renuentes de todos…

Red Norvell tenía que reconocer que nunca se había imaginado así el reino de los muertos. Para ser sinceros, nunca había pensado demasiado en la materia. Mientras fue un cámara especializado en noticias sensacionalistas tenía otras preocupaciones en la cabeza, y ni siquiera cuando algún matón le perseguía para darle una paliza llegó a pensar que podía morir. Y si la paliza, efectivamente, llegaba a tener lugar… bueno, estaba demasiado ocupado intentando (en general, con nulo resultado) parar los golpes como para pensar en que iba a sacar de ello algo más que unas costillas rotas. Ni siquiera cuando se vio convertido en el dios del trueno de las leyendas escandinavas tuvo tiempo para pensar en cómo sería el otro mundo. Y, cuando, efectivamente, murió7, Odín se encargó de devolverle sano y salvo a la Tierra, convertido de nuevo en un simple humano, una vez hubo conjurado, una vez más, el peligro del Ragnarok.

Sin embargo, esta vez era diferente. Esta vez no habría marcha atrás. Él solito se había metido de cabeza en aquel edificio en llamas8, para salvar a aquellos niños, y había recibido todo el cargador de aquel matón a sueldo. Y cuando ya se había ganado un descanso eterno en el Valhalla, peleando, comiendo y bebiendo todos los días hasta el fin del mundo9, por segunda vez en su vida (o por primera vez en su no-vida , habría que decir), tuvo un rasgo de generosidad desinteresada y se ofreció a ocupar en lugar del rubiales en… ¿dónde10?

Red miró a su alrededor. Hasta donde le alcanzaba la vista, no divisaba más que nieblas y vapores que cubrían un paisaje informe. Aquí y allá podían verse formas no del todo definidas, que se acercaban y alejaban en completo silencio. Cuando se volvió para preguntarle a Hela que dónde se encontraba, descubrió que la diosa de la muerte le había abandonado. Tras teleportarse místicamente desde el salón del trono de Odín, la hija de Loki le había dejado sólo.

«Bueno», pensó Red, «no creo que esté demasiado contenta. Como decíamos en la Tierra, fue por lana y salió trasquilada… o se la han dado con queso, aunque el queso, en este caso, sea yo».

Aguzando el oído, Red pudo percibir que a su alrededor, alguien profería risitas. Varios alguien, para ser precisos. Quizá demasiados alguien. De repente, lo que en la Tierra habría considerado como una brisa suave, pero que en aquellos parajes venía cargada de fétidos aromas, disipó las nieblas que le rodeaban. Red pudo ver entonces que en torno suyo, a una distancia de diez o doce metros, se apiñaba una multitud de esqueletos recubiertos de armaduras, y cuyas expresiones, si bien limitadas por la ausencia de carne, mostraban bien a las claras que sólo tenían un pensamiento en mente: acabar con él, disfrutando intensamente en el proceso.

«Pues bien», pensó Red, «no se lo vamos a poner fácil, ¿verdad? Además, ya estoy muerto. ¿Qué me puede ocurrir que sea peor que esto?». Por suerte para él, no lo sabía.

Como respondiendo a una señal invisible, el círculo comenzó a estrecharse. De repente, Red miró su mano derecha. Hasta entonces no había sido consciente de que lo empuñaba, pero en su mano estaba el martillo que constituía el emblema de su calidad de dios del trueno11. Apretándolo con fuerza, se preparó para lo que se le venía encima, al tiempo que lanzaba un grito de desafío:

– ¡Venid, capullazos, que tengo para todos!

Su aullido no pareció tener efecto en sus enemigos. Siguieron acercándose con la misma parsimonia, y en determinado momento, lanzando aullidos, se lanzaron encima de él. Haciendo girar su martillo, Red consiguió hacerse un hueco. Mirando un instante por encima de la horda infernal, divisó una pequeña elevación que le podía permitir resistir indefinidamente… si llegaba a ella. Con un último giro de su martillo ganó un poco más de espacio, y un salto le llevó por encima de las cabezas de los demonios. Una vez en la cima, el ataque se renovó con ímpetu redoblado, y Red ya no pensó en otra cosa que en acabar con cuantos enemigos pudiese. Al menos, al estar muerto, no sentía la fatiga, por lo que podría estar así hasta que llegara el Ragnarok, si es que no se aburría antes.

Transcurrido un período de tiempo indeterminado, la atención de sus contrarios pareció dividirse. Mientras los más próximos a él seguían aproximándose sin conceder ni pedir tregua, las cabezas de los que estaban más alejados se giraban hacia su izquierda. En la distancia, pero acercándose progresivamente, se oía el ruido de una contienda semejante a aquella en la que se hallaba enzarzado. Finalmente, Red pudo ver a quien se aproximaba, abriéndose un camino por entre la horda de seres infernales con la sola ayuda de sus manos… de sus manos y de un hacha de doble filo que manejaba como si hubiera nacido con ella en las manos.

– ¡Es él! -gritaban los demonios-. ¡Huid!

– ¿Pero quién…? -preguntaban los más distraídos.

– ¡Él! ¡El que se alzó solo en Gjallerbru12!

Cuando la noticia se extendió cual reguero de pólvora, la desbandada fue general, y en pocos minutos Red pudo dejar de blandir su martillo a diestro y siniestro porque se había quedado sin blancos sobre los que descargarlo.

– Tú no eres Thor -dijo el recién llegado, cuando estuvo a un par de metros de Red.

– Bueeeeno, técnicamente no, pero…

– Había oído que el dios del trueno había llegado a Hel, y que Hela había decretado que todos sus súbditos se dirigieran contra él. Por eso creí…

– Y has oído bien. Yo soy ese dios del trueno que acaba de llegar a Hel. ¿Y tú eres…?

– Skurge. Pero me solían conocer como el Verdugo. Luché varias veces con, o por mejor decir contra, Thor, y…

– ¡Skurge! ¡Estupendo! Ya pensé que me iba a pasar media eternidad buscándote. Verás, el rubiales me dijo que cuando llegara aquí te buscara y te dijera que iba de parte suya13. Una especie de recomendación, vaya.

– ¿El rub…? ¿Te refieres a Thor?

– Ese mismo.

– Vaya vaya vaya… -dijo Skurge, mientras pasaba su brazo sobre los hombros de Red y este hacía otro tanto con el Verdugo-. Cuenta, cuenta… Y ambos caminaron hacia las profundidades del reino de Hela.


1.- Ver El poderoso Thor # 509 .

2.- Los dos machos cabríos que tiran de su carro.

3.- Thor fue desterrado de Asgard en El poderoso Thor # 491.

4.- Thor hizo a pie el camino desde el reino troll de Geirrodurr hasta la ciudad de Asgard, tal y como se contó en Falta de Esperanza (El poderoso Thor # 507-510).

5.- Se vio en las Historias de Midgard, en concreto en El poderoso Thor # 403.

6.- En El poderoso Thor # 292-299. En esos números, el Ojo de Odín, devenido entidad sentiente, narra a Thor cuál es el origen de los actuales aesires. Resumidamente, no son la primera generación de aesires, sino que antes de ellos existió otro panteón asgardiano que resultó casi destruido en un anterior Ragnarok, y del que surgió el actual. Pero, según reconoce el propio Official Handbook of the Marvel Universe, puede ser que esta historia sea enteramente falsa. Los motivos del Ojo para inventarse una historia así, de ser falsa, son desconocidos.

7.- En el ya clásico El poderoso Thor # 278.

8.- En las Historias de Midgard de El poderoso Thor # 513.

9.- De acuerdo con la mitología escandinava, los Einherjar (los guerreros del Valhalla) peleaban todo el día. Al concluir la jornada, los caídos en combate sanaban de sus heridas y todos juntos bebían y comían, para volver a empezar al día siguiente. Así, hasta que llegara el Ragnarok. De todos modos, esto ya se contó con más detalle en el Anual de Historias de Asgard. Si no lo has leído, quizá deberías hacerlo…

10.- En El poderoso Thor # 512.

11.- Suplente y a tiempo parcial, pero dios del trueno al fin y al cabo, como quedó bastante claro en Historias de Midgard de El poderoso Thor # 514.

12.- El Verdugo murió en el Puente de Gjallerbru mientras ganaba tiempo para que Thor y sus compañeros pudieran salir de Hel con las almas robadas por Hela, como se narró en El poderoso Thor # 362. Abandonó Hel y marchó al Valhalla en el número XXX de la misma colección, por deseo de Hela; pero regresó al reino de los muertos al final del ya citado Anual.

13.- Se contó al final de Historias de Midgard de El poderoso Thor # 514.


Bueno, con este número retomo la colección regular del Dios del Trueno, después de más de dos años sin publicar. Ahora que todo parece haber pasado, puedo informaros de que lo que desencadenó el bloqueo de escritor fue el anual de Historias de Asgard, que no acababa de salirme. Espero que disfrutéis con la colección, y recibir vuestros mensajes en Crónicas del Norte – Correo de los lectores thor@marveltopia.net).


En el próximo número: Sabremos algo más del destino de Loki tras Virtudes cardinales, y veremos como el viaje de Thor no es todo lo tranquilo que a él le gustaría. Además, comienza un serial de Historias de Asgard en el que narraré los hechos de la biografía del Verdugo que se quedaron en el teclado tras el anual de Historias de Asgard. Descubridlo en Thor # 516 , el número de Febrero de 2.003 (espero).

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