Y llegó un día, un día distinto a los demás, en el que las puertas del Infierno se abrieron y los más temibles horrores enemigos del hombre caminaron libremente sobre nuestro mundo. Ese día, algunos de los héroes más poderosos de la Tierra se unieron para combatir al enemigo demoníaco, una amenaza que ningún héroe podía derrotar en solitario… ¡Ese fue el día de la Guerra Infernal de los Vengadores!
#121 – Guerras Infernales: Vengadores #1 (de 3)
Noche oscura del alma
Por Jose Cano
Fecha de publicación: Mes 136 – 8/09
Wakanda Central
A la entrada del templo del Dios Pantera, se despliega una multitud de hombres gato armados con lanzas y espadas. Los wakandas observan entre sorprendidos y aterrados la escena. Un par de policías, tocado tribal y rifle de partículas bajo el brazo, apuntan a los seres sin estar muy seguros de si servirá para algo. Un chaval de no más de doce años, con una gorra de los Pumas de México y una falda tradicional wakanda, se monta en su aeropatín y sale disparado en dirección al palacio real.
Uno de los hombres gato da un par de pasos hacia los wakandas. Es ligeramente más alto que el resto, el pelaje dorado y actitud confiada. Alza la voz, como un chillido, mientras blande su lanza hacia el cielo, donde el sol de África oriental luce indiferente a lo que ocurra a ras de suelo.
– ¡Yo, el Balkatar, reclamo esta tierra en nombre del Pueblo Gato!
Un crepitar de maullidos y garras alzándose al aire apoyan al Balkatar. Este señala a la hembra a su lado, pelaje marrón, melena hasta la cintura, vestida con los restos desgarrados de un traje tradicional wakanda, se dedica a lamerse el envés de la mano y pasárselo por el pelo, casi acurrucada en el suelo a cuatro patas.
– ¡Tigra! –grita el Balkatar.
– ¡Tigra! ¡Tigra! ¡Tigra! –corea el pueblo gato, mientras se lanza sobre los transeuntes.
Alburquerque
– ¡Padre Alban! ¡Padre Alban! ¡Algo le pasa a Bonita!
El padre Alban es un cura punk con un cresta de color rojo, regordete y de mirada limpia, una chaqueta de cuero negro sin mangas sobre una camisa blanca con alzacuellos, que sujeta una Biblia en la mano izquierda. Coloca la derecha en el hombro de la niña.
– Tranquila, Chelo. Los dones que el Señor concedió a Bonita hacen que en ocasiones le ocurran cosas que nosotros no podemos comprender.
Bonita Juárez, asistente social, se encuentra en extásis en la cocina del comedor de la iglesia de su barrio. Con un plato a medio secar en una mano y un paño en la otra, camiseta de Los Ramones, vaqueros y zapatillas de tenis, la melena recogida en una trenza, observa un punto indefinido en la pared blanca del fondo de la habitación. Una lágrima resbala por su mejilla. Sonríe.
– ¡Sálvame!
El hombre al que sólo Ave Fuego puede ver está envuelto en un halo de luz blanca. Aparenta apenas algo menos de 40 años, el pelo pelirrojo levantado en un flequillo con forma de pequeños cuernecitos, un rostro curtido y atractivo y complexión de atleta. Vestido con una túnica blanca, flotando a un par de metros del suelo, abre los brazos hacia la joven hispana.
– Soy el alma pura de Daimon Hellstorm. Para que el equilibrio sea devuelto a la eterna balanza del bien y el mal, debo ser purgado de mi mitad demoníaca. ¡Libérame de la noche oscura del alma! ¡Ave de Fuego, necesito tu ayuda!
Hawaii
– YoOoO kOolAu eL lEprOsO cOmEré VuEstRa cArnE…
Los bañistas corren despavoridos. Olas de alturas imposibles se insinúan en el horizonte. El sol parpadea en varios colores. El ser que amenaza a los humanos desde la orilla es apenas jirones de carne podrida sobre huesos rotos, se mueve muy lentamente, crujiendo a cada paso.
– La vEnGAnza sEra mIa…
Bajo una sombrilla de caña trenzada se pone en pie el único hombre de la playa que permanece sereno.
– ¡¿Vic?!
La atractiva rubia que compartía la tumbona con él se queda a medias en la operación de ponerse la parte de arriba del bikini cuando lo ve transformarse ante sus ojos.
– Siento revelarte así mi engaño, Francine, pero Víctor Shade sólo era un disfraz para explorar mis recuperadas emociones interactuando con seres humanos normales. Si no estás enfadada, espero que quieras hablar sobre ello en el hotel, en cuanto acabe con este problema.
Pequeños montículos de arena se levantan con los gestos de la aparición y arrancan la piel a los bañistas dejándoles un aspecto leproso y podrido parecido al de Koolau. La Visión camina hacia él, dejando que uno de los montículos lo atrape y atravesándolo reduciendo su densidad.
– nO mE dAs mIeDo rObOt… lA cArnE sAnA pAgaRa pOr eL dEstInO dE mI puEblO…
La capa de la visión ondea con un nuevo golpe de arena y viento.
– No soy un robot, soy un sintozoide. Y estos humanos están bajo mi protección.
Helitransporte de SHIELD, sobrevolando el océano Atlántico sobre las Azores.
Agentes de la agencia internacional de espionaje corren arriba y abajo por el puente de mando llevando informes o transmitiendo órdenes. Las pantallas gigantes que decoran la habitación desde la que se dirige SHIELD muestran imágenes de portales demoníacos abriéndose a lo largo y ancho del planeta.
– ¡Dime cuantas mierdas de esas tienes! –brama Nick Furia, mientras señala a una de las pantallas con un puro recién encendido, derramando ceniza sobre los pisos inferiores del puente de mando.
Un joven oficial de comunicaciones, sentado ante una maraña de monitores con nieve o imágenes borrosas, trata de responder lo mejor que le permite su nerviosismo.
– Hemos perdido contacto de cualquier tipo con Nueva York, París, Londrés, Dubai, San Francisco, Wakanda Central, ejem… el desierto del Neguev, Toledo, Praga, Wundagore, Kyoto, eh… Johannesburgo, Neo Avalon, Melbourne…
Nick lo calla poniéndole una mano en el hombro que hace al otro temblar.
– Ahorre saliva, soldado, dígame mejor con quién no hemos perdido contacto y donde están empezando a actuar los equipos de emergencia.
Una agente pelada al rape y con gafas de sol entra en el puente de mando andando a toda velocidad y pone un manojo de pliegos mal grapados en las manos de Furia.
– Señor, me envía el comandante McKenzie, acaba de crear la División Mágica de SHIELD y este es su primer informe.
Nick le arrebata los papeles sin mediar palabra y empieza a leerlos pasando las hojas a todas velocidad.
– ¿Sabe ya qué lo provoca? ¿Ha contactado con el Doctor Extraño?
– Ehm, me temo, señor, que el Doctor Extraño no responde, y estaba en Nueva York, que ha sido la primera ciudad en…
– ¿Hermano Vudú? ¿Agatha Harkness? ¿El nuevo Doctor Druida?
– Ningún mago o hechicero de primer nivel se encuentra localizable, señor.
– Típico –Furia habla entre dientes, sin soltar el puro. Sacude en el aire una hoja del informe–. ¿Qué es eso de la «manifestación»?
– Quiere decir que son… hum… corpóreos, señor, ah… digamos que, no son fantasmas, ya sabe, son, eh… sólidos, como usted y como yo.
Nick da un pequeño respingo sin cambiar su expresión crispada.
– ¡Quiero aquí a esa morsa afeminada de Dum Dum Dugan para hace cinco minutos! –vocifera– ¡Que manden un comando de agentes de élite armados hasta los dientes a cada punto caliente del planeta! –se gira hacia la agente y le quita el walkie que lleva en el cinturón– ¡McKenzie, corista, empieza a localizar a todos los superhumanos que estén disponibles en el mundo entero o te meto un paquete que hará temblar a todas tus ex-mujeres!
– ¿Se-señor? –balbucea la chica.
– A algo que es sólido se le puede disparar –Nick muerde el puro.
Sede de Stark Internacional en Washington.
En el despacho que perteneció a Tony Stark, en lo que antes era su escritorio, se sienta ahora un hombre al que todos toman por la versión más joven de otra dimensión del difunto jefe de las empresas. Pero, quien examina en sofisticado monitor las noticias que llegan ahora de todo el mundo ataviado con la armadura de Iron Man, aunque sin casco que oculte su rostro desfigurado, sólo iluminado por las imágenes de la televisión, es algo, si cabe, mucho más retorcido.
– ¿Cómo puede un Zemo aprovechar esta situación? –teclea un par de comandos en el aire, a centímetros de la pantalla que muestra la invasión de París por parte de demonios gitanos jorobados, y se pone en comunicación con su jefe de seguridad –. Ebersol, deja lo que estés haciendo y… ¿Ebersol?
Por la pantalla pasa una sombra en blanco y negro. Luego ve una mano de El Arreglador y un tornillo y una llave inglesa que vuelan.
– Maldito negro, te reventamos la cabeza, no eres real, ¡vete! ¡Aaaagh!
La sombra blanca y negra vuelve a cruzarse y la pantalla muestra sólo nieve.
– Ebersol, enano mental, ¿a qué se supone que juegas?
– Helmut…
Zemo se pone en pie de un salto y se gira a su espalda. La ventana que recordaba haber cerrado está abierta, y entre las cortinas que ahora mueve el viento –parece haber oscurecido de repente–, flota una mujer vestida con traje de Barón Zemo, con la cabeza separada del tronco, sujetándola entre las manos. Es un craneo que parece vuelto a unir como un puzzle.
– <Helmut… Amor mío… Me gusta tanto que me mates1…>.
– ¿Qué burla es esta? ¡Aparta! –Zemo dispara un rayo repulsor contra el fantasma, aparentemente desintegrándolo, aunque los datos de la armadura indican que no hay nada delante de él y que sólo ha conseguido destruir la pared del despacho.
– <:Hijo mío. El orgullo del imperio de los mil años> -murmura una voz con cuatro ecos.
Esta vez, el Barón se gira hacia la puerta del despacho, donde se recorta una figura que parece medir casi tres metros.
– <¿Pa… padre?>
– <Sí, padre… Soy tu padre y tu madre, tu hermano y tu hijo… Soy el dios trinario del otro lado del espectro. Soy el orgullo de la raza germánica, que habrá de durar mil años. Soy el heraldo del apocalipsis, soy la cruz de hierro>.
– <Muéstrate, seas lo que seas…> –contesta Zemo, mientras enciende los repulsores de la armadura a potencia mínima, con precaución.
El ser expulsa por una de sus bocas una llamarada que ilumina toda la habitación. De algo más de tres metros, desplegando cuatro alas de color negro que inundan el techo, pezuñas de macho cabrío, brazos acabados en garras que gotean sangre de color negro y cuatro rostros, deformes, compartiendo cabeza como los lados de un poliedro: el de su padre, Heinrich Zemo; el del mismísimo Adolf Hitler, que babea por las comisuras de la boca; el de un león de color negro y melena gris, que muestra sus dientes goteando sangre, y el de una mujer morena con las cuencas de los ojos vacías que desprende humo por la boca. Los cuatro gritan a la vez, en alemán con acento bávaro:
– Ein volk! Ein reich! Ein Führer!
San Francisco
– ¡No! ¡No, por favor!
La mujer es arrastrada a un callejón por un demonio que la sujeta por cada pierna con una mano y con las otras dos se toca los genitales.
– gOzArÁs dE mIs SiEtE pEnES, vAcA mOrtAl…
Con la cara rozando contra el pavimento, la chica se debate en cuanto empieza a notar que sus botas y sus vaqueros desaparecen al contacto de las manos del demonio.
– ¡No!
Una figura felina desciende de las sombras y golpea al demonio, derribándolo. La mujer observa como la recién llegada, con orejas puntiagudas, un traje amarillo y una larga melena pelirroja, corta y corta al demonio con sus garras hasta que este deja de moverse. Medio desnuda y magullada, logra ponerse en pie y se acerca a su salvadora.
– Gracias, gracias… Sabía que los superhéroes vendrían… ¿Es usted, verdad? La tele dijo que estaba muerta, pero con ustedes nunca se sabe, ¿eh? –ríe nerviosa mientras se acerca a la otra, que se cubre la cara con las zarpas–. Por favor, sé que es usted –le aparta los brazos para descubrirle la cara–, San Francisco vuelve a estar protegido por Gat… ¡oh Dios mío!
La chica huye aterrorizada mientras el ser que la ha salvado se encoge sobre si mismo, apenado. Luego se arrastra hasta el borde del callejón y contempla la procedencia del diablo que acaba de destruir.
– ¡Decadencia y pecado! ¡Rendíos al mayor de todos los demonios!
Un círculo de fuego baila en el suelo al ritmo de los pasos de Pandemonium, que avanza flotando. Demonios alados salen de sus brazos en tandas de media docena mientras el escupe demonios con forma de serpiente que se arrastran por la calzada. Uno de ellos devora un perro, otro persigue a dos hombres de negocios que dejan atrás sus maletines mientras huyen a toda velocidad
El objetivo de las hileras de demonios que lo preceden, haciendo huir despavoridos a los transeuntes, parece ser una mansión victoriana mal conservada rodeada por una reja y unos jardines de aspecto siniestro. A pesar de que el sol luce en el cielo, la casa parece rodeada por una noche perpetua.
Entre ellos y la casa se interpone un delgada línea de personas, no más de veinte, vestidas con hábitos de monje blancos, todos con la cabeza cubierta por una capucha. Parecen salmodiar en voz baja, mientras se mecen a derecha e izquierda.
– ¡Ustedes! ¿Qué hacen ahí? –grita un policía local, mientras varios coches patrulla empiezan a congregarse en la zona– ¡Quítense de en medio, por Dios, hasta que lleguen los supertipos!
Los monjes blancos ni se inmutan y prosiguen con su oración. Uno de los demonios alados de Pandemonium se posa sobre el coche del agente que advirtió a los monjes, sobresoltando a su compañera, que permanece en el asiento del copiloto.
– nO eXiStE eSo qUe lLaMaS dIoS…
El coche patrulla se convierte en cenizas instantáneamente, la mujer incluída, sin tiempo a gritar. El policía echa mano a su arma, pero el demonio ya se ha lanzado sobre él y desde el fondo de la calle puede oírse perfectamente como mastica. Varios de sus compañeros los imitan, atacando al resto de policías que se han congregado en la zona.
Uno de los monjes da un par de pasos al frente, encarando a los demonios serpiente, que arrastran unas lenguas de color negro al contacto de las cuales el suelo crea regueros de fuego. Se quita la capucha, revelando un rostro curtido, con una cicatriz desde el lagrimal del ojo izquierdo hasta la barbilla, los ojos sin pupilas.
– Ni un paso más. No mancillaréis el hogar del hijo de Satán, demonios menores.
Pandemonium ríe, y de sus carcajadas surgen nubes de demonios diminutos, con alitas y tridentes pequeños, que se dirigen hacia el satánico. El hombre hace aspavientos y algunos demonios arden en el aire. Sus hermanos más grandes se estrellan contra un muro invisble que rodea al resto de monjes blancos, que parecen haber multiplicado su número y se extienden por la manzana, haciendo retroceder a los demonios serpientes.
– Aún tenéis alma, ¡no representáis amenaza alguna!
Pandemonium se agacha y dos diablos se desgajan de sus ojos, goteando de estos con la consistencia del petróleo. El que cae del ojo derecho es un cíclope que crece de tamaño instantáneamente, hasta convertirse en gigante. Tiene cuernos de macho cabrío que se le retuercen sobre la frente y al final de uno de sus brazos acaba por surgirle una enorme maza de pinchos, que aplasta sobre los monjes satánicos, con crepitar de huesos y chorreo de sangre.
El otro es una especie de masa amorfa, cubierta de plumas y con garras de pájaro, con varias centenas de ojos por sus remedo de cuerpo, acompañadas de otras tantas bocas que chillan al unísono. Salta sobre el alfeizar de la ventana más cercana, en un segundo piso, y empieza a golpearla con todo su cuerpo. Un hombre con bigote se asoma desde la adyacente, que abre apenas un resquicio, y trata de golpearlo con un bate de beisbol. El demonio echa a volar y se le clava sobre la cabeza, haciéndolo gritar de dolor, hasta que consigue desequilibrarlo y tirarlo sobre la calle. Se escucha una voz de mujer y otra infantil gritar mientras el hombre cae. El demonio se reboza espasmódicamente en sus sesos y su sangre esparcidos por la acera.
– ¡Ellos te provocaron! ¡Se lo tenían buscado! –gritan todas las bocas a la vez, cada una con una voz diferente, rodando sobre si mismo hasta que coge impulso y vuela de nuevo. En el aire, se convierte en una versión demonizada del hombre que acaba de asesinar. Cae sobre dos satánicos a los que inmoviliza contra la pared, un hombre y una mujer.
Otro de los monjes blancos se detiene a pocos metros del cíclope, una mano ocultando un bulto bajo el hábito. Con sangre de varias de las víctima que hay derramada en la calzada, traza un pentáculo y se coloca de rodillas en suelo. Saca de su túnica un gallo de plumas negras, que se sacude cacareando mientras lo sujeta por el gaznate.
– En el nombre de todo lo que es corrupto –murmura, y con la otra mano saca un cuchillo de cocinero, propinando un tajo en el cuello al animal, que sufre violentas convulsiones mientras se desangra.
El satánico se lo acerca a la boca y empieza a beber a grandes tragos. En cuanto acaba, empieza a transformarse y crecer, rompiendo su hábito, le salen plumas negras por todo el cuerpo y sus pies se transforman en pezuñas. Convertido ya en gigante, derriba de un puñetazo al cíclope y le arrebata su maza, lanzando al monstruo contra uno de los bloques de piso. Los gritos de terror de la gente ni inmutan a los dos demonios, que se enzarzan en una sangrienta pelea a base de mordiscos y puñetazos de la que sale victorioso el satánico, que aulla salvajemente hacia el cielo. Los humanos sanos tratan de liberar a los heridos entre los escombros y huir.
Pandemonium ruge y se arranca un mechón de pelo que arroja sobre el mosntruo. En el aire, cada hebra se convierte en un demonio liliputiense, armado con lanzas y equipamiento de escalador, que lanzan sobre el satánico emplumado, enredándolo y tratando de derribarlo. Un monje blanco se agacha sobre el amasijo de carne de algunos de sus compañeros y los civiles y lanza un hechizo de magia negra, mezclando trozo de distintos cuerpos para crear un pequeño ejército de zombis enanos que se lanzan a combatir con los liliputienses.
En el cielo, el sol se oscurece un segundo, parpadeando. La razón del fenómeno es la persona ante la que se inclinan los monjes blancos que permanecen en el interior de la mansión victoriana.
– ¡Anticristo y señor nuestro! –chillan.
Daimon Hellstorm, envuelto en una nube de humo y azufre, el rostro encendido, cubierto con una capa color rojo fuego, el pecho al descubierto, blandiendo el tridente que lo acredita como señor infernal, acaba de aparecer en su antiguo hogar y es adorado por sus acólitos, a los que ahora mira con desprecio.
– ¿Ya están aquí? –dice, apartándolos con el pie, asomándose por una de las ventanas.
Uno de los lacayos se arrastra con la cabeza gacha.
– Los servidores de Corazón Oscuro nos atacan desde hace rato, señor, pero no les permitiremos acceder a vuestro sanctasanctorum.
– Me refiero a ellos –dice, señalando a un punto en el cielo.
Montando una nave estilo fantasticar con un logo en el que se lee «Gi-Ants Solutions», cuatro héroes sobrevuelan la batalla de San Francisco. El que pilota, vestido con un llamativo traje azul, es Bill Foster, Goliath. En el asiento del copiloto, una mujer de casi dos metros y piel verde, Jennifer Walters, Hulka. Reducido a tamaño diminuto, asomado sobre la consola de mandos, con su casco de hormiga puesto, Scott Lang, el Hombre Hormiga. Volando al ritmo de la nave, en su forma lumínica, Miguel Santos, el Rayo Viviente.
– Oh, Dios, que… Esto… ¿llegará hasta Los Ángeles? –dice el Hombre Hormiga– Cassie está… ella…
– Tranquilo Scott, acabaremos con esto antes de que se extienda, sea lo que sea –lo tranquiliza Bill Foster.
– ¿Cómo? Somos los únicos reservistas que estábamos cerca y ha sido casi de casualidad… nadie responde a las llamadas de emergencia… ninguno tenemos magia…
Hulka observa completamente seria la batalla entre los demonios. Se incorpora sobre el borde de la nave.
– Ni falta que nos hace, Scottie… Sólo tenemos que aguantar hasta que aparezca alguien que si la tenga. Encargaos de los heridos, Rayo y yo contendremos a esas #$€& cosas –y salta al vacío.
Rayo Viviente sonríe y la sigue.
– ¿Sabes, Hulka? Eres mi tipo de chica.
Jennifer aterriza entre un puñado de demonios serpiente y un grupo de monjes blancos, agrietando el asfalto con el impacto. Miguel toma forma humana junto a ella, espalda contra espalda.
– Lástima que tu seas un poco joven para mí, Rayo… aunque, ¿quién sabe? –se gira hacia los monjes–. Muy bien, amigos, no sé por qué peleais pero esta claro que ninguno sois los buenos.
Un leve temblor de tierra indica como Goliath ha aterrizado a su espaldas y levanta al satánico emplumado para despeja los escombros del precipio. Pequeños grupos de hormigas con alas empiezan a congregarse en los alrededores, entorpeciendo a los demonios liliputienses de Pandemonium2.
Un demonio serpiente lanza su lengua hacia una de las botas de Hulka, pero ella levanta el pie y se la pisa.
– Osss demoniosss no ssiientenn dolorrr –murmura otro de los seres, al tiempo que lanza un latigazo con su cola.
– ¿Ah, sí? Entonces no sentirás esto –dice Rayo, y lo fríe, dejándolo convertido en un amasijo chamuscado.
El resto de seres empieza a arrastrarse hacia atrás con expresión de auténtico pánico.
– Hum, ¿de verdad los he asustado? –Miguel y Hulka comparten una mirada de sorpresa.
– No, chico –le replica, a su espalda, la figura entorno a la que se congregan los monjes blancos–. He sido yo.
Hellstorm hace un gesto con su tridente y los demonios serpientes son fulminados instantaneamente, con un chillido que desmuestra que si pueden sentir dolor, desapareciendo como si nunca hubiesen estado allí.
– Es… es… –dice Rayo.
– Sabemos quién es, Miguel –contesta Jennifer.
– Me alegro de veros, vengadores –dice Daimon, saludando con un inclinación–, espero que podáis ayudarme.
Wakanda Central
En el palacio real, media docena de notables, el consejo de Wakanda, se reúne alrededor de su rey. Los gritos del ejército y los chillidos inhumanos de los hombres gato atraviesan las ventanas. T´Challa, con el traje pero sin la máscara, ocupa un sillón del trono coronado por la efigie de una pantera negra. La iluminación se compone de lámparas alógenas con forma de antorcha que flotan sujetas por pequeños discos de vibranium. Junto a él, en un asiento algo más bajo pero cubierto con una capa de cojines que lo atestiguan más cómodo, con el peinado recogido que la identifica como reina madre, Ramonda, viuda de T´Chaka, ataviada con una túnica oscura que sólo deja a la vista los brazos desde el codo y los pies.
– Esta confirmado, no hay modo de comunicarse con Reed Richards o el Doctor Extraño –dice T´Challa–. Taku, explica al resto del consejo la estrategia prevista contra invasiones de dimensiones demoníacas que implicasen la posesión de civiles wakanda en caso de ser imposible la ayuda exterior.
Taku es un hombre vestido con una túnica y unos pantalones wakanda. Lleva una cinta en el pelo que le sostiene la prótesis de vibranium que sustituye a su oreja derecha. Junto a él permanece, silencioso el único blanco de la sala, de rasgos cadavéricos, sin nariz ni pelo, al que una serpiente se le enrosca alrededor del torso, asomando la cabeza sobre uno de sus hombros. El consejero de T´Challa obedece a su rey y explica al resto el plan.
– Las balas de plata y vibranium desestabilizarán la frecuencia cuántica de los hombres-gato, devolviéndolos a su dimensión de bolsillo y dejando a los wakandas poseídos con todos sus electrones intactos de regreso en nuestro plano –sostiene una de las balas ante sus ojos–. Majestad –añade.
Antes de que Pantera pueda contestar, toma la palabra W´kabi, el único de los presentes con traje de guerrero wakanda, tocado de hojas, armadura que deja brazos y piernas al aire, y un moderno arsenal de armas de fuego alrededor de la cintura que incluye un escudo de vibranium a la espalda con la forma alargada que marca la traidición africana.
– Tengo que protestar, T´Challa. Los métodos de Taku son demasiado amables. Esos… engendros… están invadiendo nuestro país y profanando nuestro templo, tenemos que barrer el suelo con ellos antes de que…
Ahora interviene un anciano de pelo y barba blanca, apenas cubierto con ropas anticuadas de sacerdote que lo dejan desnudo de cintura para arriba, descalzo, encorvado sobre un bastón que blande en dirección al trono.
– Escúchame, hijo de T´Chaka, escucha a aquél entre tus consejeros que más veces ha visto ponerse el sol. El icor demoníaco que despiden esas criaturas necesita de los conocimientos de los más sabios entre tus chamanes. Hoy no vencerás con la ciencia y la razón, sino con la fe en el espíritu de la Pantera.
– Te lo digo con todo el respeto que me merece tu edad, sabio Mendinao –interrumpe un hombre joven, con gafas, traje y corbata, peinado con rastas muy cuidadas y una fina perillita que le baja desde el labio inferior hasta la barbilla–, T´Challa es un hombre de ciencia, y Wakanda un país a imagen de su rey, no puedes pretender esclavizarlo con tus rituales.
– ¡Joshua Itombo, recuerda que tú también perteneces a las panteras reales! –chilla el anciano.
Pantera Negra se pone en pie y se cubre el rostro con la máscara. Todos callan.
– Es suficiente. Yo diseñé la mayoría de las armas que porta el ejército, dirijo su estrategia y personifico el espíritu de la Pantera… El plan de Taku será ejecutado por los hombres de confianza de W´kabi, y, si falla, tendrán permiso para usar la fuerza letal.
– No desprecies al Dios Pantera, T´Challa… –amenaza con voz cavernosa Mendinao.
– No lo hago, sólo evito que tenga que hacer por nosotros lo que podemos hacer solos –Pantera avanza hacia una de las ventanas de la sala y la abre de par en par, intercambia una mirada silenciosa con su madre y luego se gira hacia el chamán–. Reunirás a tus sabios, Mendinao, y desde las habitaciones del consejo real, con la ayuda de Taku y sus hombres, examinaréis los archivos sobre el pueblo gato que tengo gracias a mis aliados americanos, para averiguar como devolverlos al infierno del que proceden.
T´Challa se encarama sobre el alfeizar.
– ¿Qué haces? –dice W´kabi, poniendole una mano en el hombro– No puedes arriesgarte así, T´Challa, no tienes heredero y los wakandas necesitan a su rey…
– Tienes razón, viejo amigo, y cuando deban pelear siempre lo encontrarán junto a ellos en la primera línea del combate. Sé que te veré allí con tus tropas en unos minutos –responde Pantera, apartándolo y saltando hacia la batalla.
Desierto de Kyzyl Kum, en la frontera entre Uzbekistán y Kazajistán
– ¡ULL-SHEITAN rEcLaMa lA pRiMeRa pIedRA qUE pIsO tRaS sU cAíDa!
El demonio, dos cuernos retorcidos recortándose contra la luna roja sobre la frente, barre varios tanques y un buen puñado de mercenarios. Se estira posando una rodilla en la arena y vomita un río de lava que arrasa varios vehículos blindados.
La líder del grupo de mercenarios tira del político al que protegen, un general gordinflón que acaba de hacerse pipí encima.
– ¡Mierda, al menos no hace frío! –se gira hacia los hombres que le quedan– ¡Marko! ¡¿Para qué te pago?!
Varias dunas se unen en una montaña particularmente grande, casi igual de grande que el demonio, definiendo brazos, piernas, una cara no particularmente bonita e incluso un jersey verde con rayas negras horizontales.
– nO eReS rIvAl pArA ULL-SHEITAN…
– Qué te jodan, tío, soy del Bronx –contesta el Hombre de Arena con un puñetazo.
San Francisco
– Corazón Oscuro desea protegerse de su padre Mefisto –dice Daimon Hellstorm, con voz de tenor, atractiva y bien modulada, pero de eco inquietante que eriza el vello en la nuca de quienes lo escuchan– y ha lanzado una invasión a gran escala sobre el resto de planos infernales para acumular poder a su costa. El problema es que nuestros respectivos infiernos están… demasiado protegidos unos de otros. Pero sus barreras con la Tierra son débiles, fáciles de saltar, hay numerosos puntos de acceso, y la usa de puente para tratar de asaltarnos a mí y a Belial.
El chillido de los demonios de Pandemonium que se estrellan contra la barrera mágica del Hijo de Satán hacen que Scott Lang gire la cabeza cada cierto tiempo. El caudillo satánico ha fundido con simples gestos de su tridente varias oleadas de ataques y ahora proteje en una burbuja mística junto a él a Hulka, el Hombre Hormiga, Goliath y Rayo Viviente, que lo escuchan mirándose unos a otros en silencio.
Scott y Miguel son lo más nerviosos, el primero subido en el hombro del segundo y cuchicheando con poco disimulo, mientras Bill Foster hace esfuerzos demasiado evidentes por mostrarse impasible. La única que más o menos lo logra es Jennifer. Hellstorm habla en tono conciliador, aunque no pueden evitar notar cierto deje de burla, de la condescendencia que se tiene con un niño al que quieres convencer por las buenas de que se acabe la cena.
– Necesito vuestra ayuda. Podría destruir a sus sirvientes, pero me arriesgo a dejar demasiado expuesto el acceso a mi reino infernal. Si me dáis tiempo para sellarlo…
– ¿El acceso es una especie de portal dimensional? –pregunta Goliath.
– Sí, es una forma de definirlo. Estoy sincronizado con él y puedo…
– ¿Dónde está exactamente? –pregunta Jen.
– En mi hogar.
– Eso ya lo sabemos, digo que si lo tienes en el sótano o…
– En la habitación principal, en el segundo piso –Hellstorm sonríe mientras contesta, relamiéndose un colmillo.
– Ya.
– ¿Por qué le pregunta eso? –murmura Rayo Viviente.
– Debe ser un truco de abogada o algo –responde el Hombre Hormiga–. Hacerlo hablar a ver si se contradice.
Dos demonios alados arden al contacto con la burbuja mística y caen al suelo con aspecto de plástico chamuscado, despidiendo un olor nauseabundo.
– Seguramente el Doctor Extraño ha sido inutilizado. Mis acólitos os ayudarán a contener a Pandemonium hasta que yo selle el portal a mi reino. Luego, podré acabar con él, restablecer las comunicaciones y buscar a Extraño.
– Qué bonito suena –dice Hulka.
– Soy al que menos le conviene que invadan su infierno, ¿no creeis? Belial y Corazón Oscuro son jóvenes e idiotas, no comprenden por qué sus padres mantenían un status quo tan delicado. A mi me conviene. Además, soy medio humano y no deseo que la Tierra sea destruida.
– ¿Cómo podemos fiarnos de ti? ¡Presumes de que eres el hijo de Satanás! ¡El anticristo! –dice Rayo Viviente, visiblemente nervioso.
Goliath, Hulka y el Hombre Hormiga miran a su joven compañero algo sorprendidos, Bill como si contuviese un sonrisa y Hulka más bien preocupada. Hellstorm parece divertirse con la situación.
– Miguel, olvida lo que te contasen en la Iglesia, estudias para ser científico –Rayo Viviente no disimula un escalofrío–, los cuatro sois personas racionales… Demonios es una forma de llamarnos, pero somos simples habitantes de otras dimensiones, a los que reducís a superstición. Lo que llamáis «venta de almas» es una simple transferencia de energía, y la «magia negra» es la ciencia que nos permite interactuar con otros planos… –mira a Bill y Scott con intención–. ¡Sois científicos, lo sabéis! ¿Qué tiene más sentido?
– Si lo piensas, es más o menos igual de ridículo –murmura el Hombre Hormiga para sí mismo, notando una llamita de burla bailando en los ojos de Hellstorm.
– Recordad cuando estuvisteis en Titán3. Ayudasteis a devolver el equilibrio entre los conceptos abstractos de «bien y mal» al universo. Mis… iguales y yo deseábamos que lo hicieseis. No son ideas tan abstractas, mantienen la energía que nos dan poder en este plano… Que aún no sepais manipularlas no la convierte en magia…
– Si que sabemos manipularlas –dice Hulka–. Vete a sellar tu infierno, mantendremos el sitio hasta que aparezca el Doctor Extraño.
Daimon hace una venia exagerada y desaparece con una llamarada de azufre.
– ¿Te fías de él? –pregunta Bill.
– Claro que no, pero es evidente que su casa es el objetivo. Así que impedimos que nadie salga herido y esperamos magia, ¿vale?
– Magia… tsk… –Goliath crece un par de metros mordiéndose la lengua.
La burbuja mística desaparece. Un par de monjes blancos se acercan a los héroes, bajándose las capuchas. Uno es un hombre viejo con barba de chivo, completamente calvo y muy arrugado. El otro, una chica joven, más incluso que Rayo Viviente, rubia y con los ojos azules.
– El Hijo de Satán dice que nos ayudaréis a detener a las hordas de Corazón Oscuro –saluda el viejo–. Que sois ignorantes, pero no dudaréis.
– Qué bien.
– Rosemary os acompañará. Nuestra estrategia es demasiado complicada de explicar, pero nuestro señor dice que seréis capaces de contener el ataque físico.
El anciano les da la espalda nada más acabar de hablar, dejando a la chica con ellos, y se reúne con el resto de los monjes blancos.
– No sé por qué me imaginaba que los satánicos eran más o menos así de amables –dice Rayo Viviente.
– No te burles –dice Rosemary, en tono completamente neutro, casi sin entonar las palabras–. Es nuestra religión. América presume de respetar eso.
– Pero eso no es religión… es…
– No permitas que el miedo y los prejuicios te confundan –Rosemary mira sin pestañear a Rayo Viviente.
– No discutas con ella, Miguel –susurra Scott.
– ¡Eh! ¡No os durmáis! –grita Hulka.
Varios demonios alados tratan de arañar los brazos de Goliath, que los derriba a manotazos. Rayo Viviente atraviesa en su forma lumínica a un demonio-aplastador de grandes brazos. Hulka levanta sobre su cabeza un demonio-serpiente y lo hace girar para golpear a sus hermanos voladores.
– ¿Qué hago yo? –murmura Scott, al que se acerca otro demonio-serpiente arrastrándose sobre si mismo.
– hAmBrE…
– ¿No deberíamos gritar algo que nos dé ánimos? –suplica Rayo.
Una hormiga se detiene ante Scott y le acaricia la cabeza con una antena, indiferente a la lengua viscosa del demonio serpiente. El se pasa una mano por la barbilla.
Hulka derriba a un demonio-aplastador encima de una docena de demonios-mono que intentaban saltar sobre ella desde el alfeizar de un edifico cercano.
– Mmmm, ¿qué te parece esto, Miguel? ¡VENGADORES REUNÍOS!
Una nube de hormigas, casi todas las de San Francisco, se introduce en tropel por la garganta del demonio serpiente, hasta atravesarlo cubiertas de una masa viscosa.
– Sé que es asqueroso, pero nada que no os haya pasado con un búfalo muerto en una vida anterior, chicas –murmura Scott.
Pandemonium, flotando a varios metros de la pelea, con demonios que salen de sus cuatro extremidades, del pecho y del estómago, habla para sí mismo también.
– Vengadores… ¡Vengadores! ¡Os enviaré algo especial!
Sacude la cabeza como en un ataque epiléptico. La tapa de los sesos se le cae y deja al descubierto un nuevo portal demoníaco. Dos figuras saltan de él.
– Demonio de los números –dice el primero, con tres seises grabados en el pecho, cinco cuernos que se le retuercen sobre el cráneo dando la impresión de un peinado hacia atrás, va completamente desnudo y tiene la piel de color azul. Siete dedos en cada mano, lo cubre una especie de halo en el que se ven dibujadas ecuaciones– Viva el hemisferio izquierdo.
– Fijación demoníaca –el segundo es algo más alto y espigado, con una barba de chivo que se le retuerce bajo la barbilla, llevo unos harapos parecido a un traje de levita y alrededor de su cabeza flotan palabrotas y frases agresivas– Viva el hemisferio derecho.
A la espalda de los héroes, la chica satánica dibuja un pentagrama en el suelo de color rojo. Scott se acerca con un par de pasos.
– ¿Con qué lo estás…?
Observa que la chica se ha varios cortes en las mejillas que salgan profusamente y un cuchillo en una de sus manos.
– Ya están aquí –dice ella.
Parados frente a Hulka y compañía, se encuentran los post-demonios.
– La más poderosa hueste de Pandemonium, cuatro almas nobles… ¡y la vida de una servidora fiel! –chilla Rosemary, y se abre el cuello de un tajo, golpeando el chorro de sangre directamente a Scott y a sus hormigas. El cuerpo de la chica cae con un ruido seco, con los ojos abiertos, justo junto a él, aplastando a varias hormigas.
Los monjes blancos se vuelven a reunir pegados a la verja de la mansión de Hellstorm. Una capa de niebla empieza a condensarse a su alrededor hasta volverse opaca. Scott casi cree ver el reflejo de Daimon en una ventana, sonriendo.
– Atrapados… atrapados y si morimos nuestras almas sellan del todo el hechizo de defensa… –murmura el Hombre Hormiga.
– Dividir –oye decir al demonio de los números.
Cuando Scott acaba de girarse, Hulka está chillando. Junto a ella hay una mujer bajita, con gafas y el pelo recogido, vestida de traje, de actitud severa.
– ¿En qué nos has metido ahora?
– ¡Jen estúpida! ¡Hulka calla a Jen!
Un temblor de tierra sacude todo el campo de batalla cuando un Goliath de más de treinta metros cae al suelo cuán largo es. Desde el punto de vista del Hombre Hormiga parece aún más grande. Desconcentrado, sus compañeras huyen.
– Es imposible… Bill no se cae asi si…
– ¡Hank, ayúdame! –un Foster mucho más joven está atrapado más o menos a la altura de la cintura del gigante, que lleva la versión más antigua de su traje. Grita a Scott– ¡Llama a Claire, Claire Temple4! ¡Ella sabrá que hacer!
– ¿Bill?
Fijación Demoníaca apoya una mano en el hombro de Miguel, que en su forma humana se agacha sobre si mismo recogiendo la cabeza entre las rodillas, casi llorando, con una nube de palabras flotando a su alrededor: racismo, atrapado, responsabilidad, inmadurez, oportunidad, desperdicio…
– ¿Qué… qué hago? No quedan hormigas… yo… –murmura Lang.
Uno de los demonios serpiente se agacha arrastrando la lengua por el pavimento sulfuroso.
– dElIciOsO…
Un haz de fuego hace cenizas al demonio antes de que la lengua roce a Scott. Luego se mueve y empieza a incinerar a sus compañeros. El demonio de los números trata de correr hacia el lugar donde flota Pandemonium dando pequeños saltitos hacia atrás.
– ¡Dividir! –grita, señalando a su atacante– ¿Por qué no te divides?
Una última llamarada funde al demonio con la calzada.
– Porque la gracia de Dios es un número primo –Ave de Fuego, con su traje clásico amarillo y rojo, se posa junto al Hombre Homiga y lo recoge del suelo en una mano, acercándoselo a la cara– ¿Hank?
– ¡Soy Scott, Scott Lang! –brama él, quitándose el casco– Eh… ¿tienes las manos frías?
– Ah, sí, Scott, ¿nos vimos en la Mansión, verdad5? ¿Qué les ha ocurrido a ellos? –Bonita señala hacia Hulka y Jen, que siguen discutiendo a gritos; el Goliath que ocupa más de media manzana aplastando a Bill, y el pequeño Miguel, que se tapa la cabeza con las manos.
– El demonio los «dividió»… ¿No debería apagarse o algo así cuando mueren? Cómo odio la magia…
Ave de Fuego, que aún no ha soltado a Scott, mira hacia un espacio vacío a su izquierda y mueve la cabeza negativamente.
– Lo entiendo, pero primero voy a ayudarlos a ellos –dice, moviendo una ceja hacia los vengadores.
– Eh… ¿estás bien, Ave de Fuego?
– Claro que sí, Scott, gracias –dice ella sonriendo con auténtica candidez–. Voy a intentar curarlos, te dejaré en el suelo ¿de acuerdo?
– Claro…
Fijación se interpone entre ellos de un salto.
– Dios es una manifestación del Superego. El psicoanálisis no cree en Dios.
– ¡Cállate! ¡Ni siquiera los psicólogos creen ya en el psicoanálisis!
Antes de que Bonita tenga la oportunidad de «quemarlo», un borrón amarillo y azul salta desde el estómago de Goliath y desgarra por la mitad al demonio, que se desvanece con un chillido. Instantáneamente los héroes regresan a la normalidad, «fundiéndose» unos y recuperándose el otro.
– ¡Es Gata Infernal! –dice Ave de Fuego, que no ha tenido tiempo de soltar a Scott y lo sujeta en una mano, avanza hasta la recién llegada y la toca en el hombro, haciendo que se gire hacia ellos– ¡Ah!
– Uhnn… –Hulka, en el suelo como si acabasen de darle una paliza, se estira, viendo de reojo como Pandemonium, en la lejanía, se convulsiona para expulsar otra tanda de demonios– ¿Ave de Fuego? ¿Habéis dicho que Patsy Walker está aquí? –da un par de pasos hacia ellos, con Goliath recuperando su tamaño normal a su espalda–. ¡Mierda!
«Gata Infernal» tiene dos cuernos de carnero que se enrollan sobre sus orejas con aspecto parecido a las caracolas de la princesa Leia, ojos completamente felinos e inexpresivos, un rostro sin nariz de color rojo y una boca sin labios que esboza un remedo de sonrisa. Lo que se asemejaba el traje de Patsy Walker es, aparentemente, su piel, y las manos y los pies, de color azul, acaban en garras auténticas. La melena pelirroja hasta la cintura si es inconfundible. Señala frenéticamente hacia la casa de Hellstorm, a pocos metros. Bonita ha dejado a Scott en el suelo –el cual ha recuperado su tamaño– y pasa una mano por la «cara» de «Patsy».
– No podemos permitir que sufra así. ¡Dime cómo puedo ayudarla! –grita de nuevo al espacio vacío sobre su propio hombro.
Goliath, Hulka y el Hombre Hormiga comparten una mirada. Miguel Santos se agacha junto a la chica.
– ¿Ave de Fuego? ¿Con quíén hablas?
Bonita se gira hacia él como si acabase de darse cuenta de que estaba a él.
– Es… difícil de explicar, Rayo… no…
– ¿Cómo has venido aquí, chica? ¿No hay cosas de estas en Alburquerque? –pregunta Hulka.
– Es ella de verdad –dice el Hombre Hormiga.
– Sólo la habrás visto una vez en tu vida, Scott.
– Me ha confundido con Henry Pym.
– Henry Pym te confundiría con Henry Pym.
Gata Infernal sujeta una mano de Ave de Fuego y tira de ella en dirección hacia la mansión de Hellstorm, pero la otra permanece quieta mirando a Hulka.
– No, cállate, son mis compañeros, voy a decírselo… –mira uno por uno a los vengadores presentes– Veo… veo un hombre de blanco –señala con la nariz el lugar hacia el que acaba de hablar–, dice ser el alma pura de Daimon Hellstorm. Él me llamo. Mis aliados, los Rangers6, se encargan de proteger Alburqueque mientras tanto.
Hulka se muerde las mejillas.
– Mierda, quiero al doctor Extraño aquí –se da un pellizco en el entrecejo mientras cierra los ojos.
Bonita le pone una mano en el hombro.
– Hulka, tienes que…
Jennifer la aparta, sin ser brusca pero de manera firme.
– Nena, no quiero decepcionarte ni meterme con tu fe ni nada, pero tanto tu «ángel» como esta gata de pega huelen a trampa desde lejos…
– Claro que es una trampa, Hulka… Pero aún así el alma de Daimon Hellstorm necesita que ser salvada, y Gata Infernal y yo estamos aquí para conseguirlo.
«Gata» sonríe mientras hace un gesto con sus garras, como si rasgase la niebla compacta que rodea la mansión de Hellstorm.
Scott Lang suspira, se pone el casco de Hombre Hormiga y se gira hacia las sombras de la nueva hueste de Pandemonium.
1.- En Cruzados #3, Zemo mató a su esposa Heike para proteger su nueva identidad como Iron Man.
2.- Este poder Scott lo estrenó post-onslaught, pero se lo incorporo ahora porque, bueno, total, tampoco va a conquistar el mundo así, ¿verdad? ¿verdad?
3.- Durante el crossover marveltópico Emociones Primarias, Poderes Cósmicos #22-25.
4.- Ex–mujer de Bill Foster antes de convertirse en Goliath.
5.- Seguramente en la gran reunión post-onslaught de Vengadores #403, sólo disponible en MarvelTopia.
6.- Grupo de héroes tejanos que se formo en The Incredible Hulk #265, contando entre sus filas a la misma Ave de Fuego, el actual Jinete Fantasma, Lobo Rojo III, Estrella Fugaz y Tornado Tejano.
Buenas… He aquí la primera entrega, en plan «vengadores dispersos por el mundo». En el próximo número los reservistas de los héroes más poderosos de la tierra irán uniendo fuerzas, preparándose para la batalla final. ¡Esperamos vuestos comentarios!
José Cano.