Daredevil #379

daredevil379De niño, el hijo de Jack Batallador Murdock quedó ciego a causa de un trágico accidente. Ahora, cuando el sistema legal no resulta suficiente, el abogado Matt Murdock adopta su identidad secreta y se convierte en… Daredevil

#379 – Haciendo historia
Por Bergil


Fecha de publicación: Mes 97 – 5/06


En un cuarto de motel escasamente iluminado (nunca se sabe quién puede estar mirando…), una delgada figura se inclinó sobre una bolsa de tela. Con suavidad desató el cordón que la cerraba y depositó su contenido sobre la mesa. Luego, se colocó una lupa de joyero en el ojo derecho, para examinar con más detalle aquellas joyas que no hacía mucho tiempo se encontraban en la caja fuerte de un ático del edificio Dakota.

-¿Qué? –exclamó, al observar la primera con atención, para dejar la a un lado y coger otra pieza, y luego otra más, cada vez más deprisa-. ¡Maldición! –bufó al terminar, arrojando todas las piezas al suelo de un manotazo.

Aquellas piezas no valían ni el material con el que estaban hechas. Eran más falsas que un billete de tres dólares1


Un Boeing 737, procedente de LAX2 aterrizó en el aeropuerto de La Guardia. Entre los pasajeros se encontraba una mujer joven y rubia que se dirigió rápidamente a la parada de taxis. Subió a uno y le pidió que se dirigiera a la dirección de Foggy Nelson, prometiendo una sustanciosa propina si iba lo más deprisa posible. Mientras duró el trayecto, Liz Allen no dejó de retorcer nerviosamente el extremo de su pañuelo.

Cuando llegó a su destino, pagó al taxista y subió hasta el piso de Foggy. Abrió con la llave que él le había dado3 y llamó:

-¡Norman! ¡Foggy! ¿Hay alguien?

Al no recibir respuesta, volvió a bajar y preguntó al portero:

-Disculpe, ¿sabe dónde está Fo… el señor Nelson?

-Sí, señora. Salió hace un rato. Parecía llevar prisa…

-¿Sabe si iba un niño de nueve años con él?

-Desde luego, señora. Por cierto, que parecía un chaval de lo más despie…

Pero el portero estaba hablándole al aire, porque Liz ya había parado a otro taxi y le había dado la dirección de las oficinas de Nelson & Murdock. Tardó un poco más de quince minutos, gracias al incentivo de otra generosa propina por apresurarse.

Liz bajó del vehículo y entró rápidamente en el edificio.

-Buenos días, se… –dijo la recepcionista, pero Liz ya había pasado de largo, rumbo al despacho de Foggy- …ñora Osborn…

Liz no llegó a entrar en el despacho, porque antes de llegar allí divisó una cabellera rizada asomando por encima de la pantalla de un ordenador portátil.

-¿Normie? –exclamó-. ¿Eres tú?

-Ahá… –respondió el chaval, completamente concentrado en la pantalla del ordenador.

-Norman Osborn –dijo Liz, con su mejor voz de presidenta-ejecutiva-de-una-gran-compañía-, haz el favor de mirarme cuando te estoy hablando.

“Uh oh…” pensó Normie, “ mala cosa cuando mami me llama por mi nombre completo…” y levantó inmediatamente la mirada para encontrarse con los ojos de su madre, en los que no vio tanto enfado como preocupación y alivio a partes iguales.

-¿Sí, mami? –dijo con su mejor sonrisa de niño bueno.

-Déjate de mami, jovencito. ¿Estás bien?

-Claro que sí, mamá…

-De acuerdo. ¿Sabes dónde está Foggy?

-Creo que está en el despacho de su amigo, el c…

-… señor Murdock, señora Osborn –terminó la frase una de las secretarias.

Mientras, Normie volvía a concentrarse en la OPA hostil que estaba realizando contra uno de los competidores de Normie Chemicals Inc.


-Matt…

-¿Sí, Foggy?

-Tengo dos preguntas que hacerte.

-¿Cuáles, socio?

-¿Cuándo empezamos? Y ¿quiénes son los demás miembros del equipo?

-Pues verás, Foggy…

Pero Matt no pudo acabar la frase, porque Liz irrumpió en el despacho echando chispas por los ojos.

-Franklin Nelson –dijo con un tono que Normie habría reconocido sin problemas-, ¿así es como cuidas de mi hijo?

-Pero Liz, yo… la verdad, creo que…

-Disculpa que interrumpa, Liz –terció Matt, a sabiendas de que resultaba muy peligroso meterse en una discusión de pareja-, pero…

-Tú no te metas, Matthew Murdock –le atajó Liz.

Para entonces, Foggy había conseguido rehacerse:

-Liz –dijo con tono ligeramente profesional-, supongo que si has vuelto un día antes de lo previsto, se debe al bombazo legislativo que acaban de soltar en Albany. Por otra parte, ¿dónde va a estar mejor cuidado Normie? Si las secretarias han conseguido cuidar de nosotros todo este tiempo –dijo, al tiempo que extendía los brazos con las palmas de los brazos hacia arriba-, el cuidar del chico no supone un mayor problema.

Ante este rasgo de humor, la tensión de Liz se deshizo:

-Tienes razón, Foggy, perdona. No: perdonad los dos mi genio, pero es que…

-Tranquila, Liz –dijo Matt-, lo entendemos perfectamente.

-Matt –dijo Foggy-, ¿te importa si…?

-¿… la acompañas a por Normie? En absoluto, Foggy, tranquilo. Hasta luego, Liz…

-Hasta luego, Matt.

Cuando Foggy y Liz hubieron salido del despacho, Matt meditó en las dos preguntas que le había hecho su amigo y colega, y reparó en que ignoraba las respuestas…

Por eso, cuando pasados unos diez minutos Foggy volvió a entrar en el despacho, no atacó el tema de inmediato:

-¿Se ha ido más tranquila? –inquirió, refiriéndose a Liz.

-Sí, Matt –respondió Foggy, son un suspiro de alivio-. Supongo que el estar lejos de Normie cuando todo esto ha empezado… Es comprensible, ¿no?

-Claro, Foggy, claro. Volviendo al tema que nos ocupaba, tengo que decirte que sé tanto como tú, sobre todo en lo referente a los compañeros de equipo. El partido supongo que empezará enseguida. ¿Vamos entonces?

-¿Dónde, Matt?

-A la sede de la Fiscalía del Estado, claro. ¿Dónde si no?


Cuando llegaron a la Fiscalía del Estado de Nueva York y se identificaron, les hicieron pasar inmediatamente. Subieron en un ascensor hasta la planta del despacho de Tower, y cuando entraron en el antedespacho éste se adelantó a saludarles:

-Murdock, Nelson… encantado de veros.

-¿Han llegado los demás? –preguntó Matt.

-¿Sean quienes sean? –apostilló Foggy.

-Por supuesto. Pasemos a la sede de reuniones y haré las presentaciones.

Cuando estuvieron en la sala, Matt percibió dos latidos más, además de los de Foggy y Tower. Por lo tanto, iban a ser cinco. Uno de los latidos le resultó familiar, pero el otro le era completamente desconocido.

-Murdock, Nelson, quiero presentaros a Ramón Castaño y a Samuel Cauplan. Castaño, Cauplan, éstos son Franklin Nelson y Matthew Murdock. Son abogados aquí, en Nueva York, y…

-Oh, Nelson y Murdock y yo ya hemos tenido ocasión de cruzarnos alguna que otra vez en los tribunales, ¿no es cierto, chicos?

Fue Foggy el que dio una respuesta afirmativa, pues Matt estaba abstraído en sus pensamientos. Por supuesto que conocía a Samuel Cauplan, apodado Piojo tanto por su escasa estatura como por su escaso apego a la limpieza capilar. Matt y Foggy podrían, además, añadir un tercer rasgo: su falta absoluta de principios excepto uno, la lealtad absoluta a los responsables de su promoción profesional. Nativo de Summersville, justo en el centro de Virginia Occidental4, por medio de alguna desconocida relación familiar había logrado introducirse en una de las firmas más prestigiosas de la Gran Manzana, donde su absoluta lealtad a sus jefes y su disponibilidad a encargarse de cualquier asunto, por indefendible que pudiera parecer, le permitieron ascender rápidamente. De hecho, Matt se preguntaba qué es lo que hacía allí, pues no se trataba de un abogado especialmente brillante.

Matt salió de su abstracción justo a tiempo de escuchar la presentación que hacía Tower de Castaño:

-… en cuanto a Castaño, se trata de uno de los abogados del Departamento del Tesoro y está especializado en temas fiscales. Aunque ello no parezca tener demasiada relación con el tema que nos ocupa, nos ha venido recomendado por el mismo Fiscal General.

A lo largo de las semanas siguientes, Matt aprendería a apreciar a aquel abogado robusto, que acostumbraba a empezar sus frases con una ligera tosecilla y cuyos conocimientos enciclopédicos sobre Historia les serían de gran ayuda.

-De acuerdo, muchachos –dijo Tower-. ¡A trabajar!


Mientras, en el Despacho Oval de la Casa Blanca estaba teniendo lugar otra reunión, a la que asistían el Presidente, George W. Bush; la Secretaria de Estado, Condoleeza Rice, y el Fiscal General del Estado, Richard Ashcroft.

-Indudablemente, se trata de una situación difícil –decía en ese momento el Presidente-. Ya tenemos a bastantes de nuestros muchachos luchando y muriendo en Irak como para enfrentarnos ahora a esto.

-Estoy de acuerdo, señor Presidente. Hace sólo cien años que esto se habría arreglado enviando tropas que tomaran el Senado y detuvieran a todos esos sediciosos.

-Exactamente. Como hizo el antecesor de Putin… ¿cómo se llamaba?

-Yeltsin, señor Presidente… –le aclaró el Fiscal General.

-Eso, Yeltsin, cuando se le sublevó el Parlamento. Y ese sí que bebía, no como yo ahora… O como hacen los turquianos…

-Turcos, Señor Presidente…

-Lo que yo he dicho, ¿no? Pues eso, lo que hacen los turcos con esos terroristas suyos, los zurdos…

-Kurdos, señor Presidente…

-Eso, kurdos. O mandar a todos esos sediciosos a Guantánamo, a que se les pasen las ganas de abandonar el país… En fin, ¿y negociar con ellos, como hace el sucesor de mi amigo Ánsar, ese que no para de llamar por teléfono, el maleducado ese que no se levantó cuando nuestra bandera desfiló delante de él, ese Rodríguez… Pancartero?

-Rodríguez Zapatero, señor Presidente.

-Como se llame-. Observando que la Secretaria de Estado no había pronunciado palabra, la interpeló-: Y tú, Condi, ¿qué opinas?

-Bien, Señor Presidente, como Secretaria de Estado no se trata exactamente de un problema que afecte a mi departamento5 –dijo Condoleeza, yendo como siempre directa al grano-. Sin embargo, creo que lo mejor que podemos hacer es esperar.

-¿Esperar? –exclamó el Fiscal General con su temperamento explosivo-. ¿Esperar a qué?

-Esperar a que hagan algo. Sí, no me mire así, señor Ashcroft. De momento, lo único que han hecho ha sido anunciar que van a presentar una moción para instar a la separación, pero nada más. No se puede detener a nadie por proponer algo que, corríjame si me equivoco, no está específicamente prohibido.

-No se equivoca, en efecto. Desgraciadamente, así es: no está prohibido.

-Correcto. Además, su hombre, Castaño, ya se ha unido al grupo de juristas que realizarán la labor de análisis legal, ¿no?

-En efecto, sí. Buen chico ese Castaño. Muy capaz, aunque a veces tenga opiniones que parecen más propias de un demócrata6. Pero leal a carta cabal, y trabajador como pocos.

-Muy bien, entonces –concluyó el Presidente-. Manténganme informado de lo que vaya ocurriendo. Nos volveremos a reunir dentro de cuarenta y ocho horas y evaluaremos la situación. Buenas tardes.


En un despacho de Albany, Alphonse Kasetszer se secó el sudor de la frente (decididamente, no estaba acostumbrado a días como aquél, por mucho que le gustase haber disfrutado de sus quince minutos de fama) al tiempo que comentaba al jefe de su gabinete jurídico:

-La cosa ya está en marcha. ¿Cómo sabemos que no la van a descabalgar a las primeras de cambio, Marquette?

-Bien, señor, en primer lugar, en cuanto aleguen algo les citaremos el Artículo IV, Sección 3 Apartado 2…

-¿Qué dice qué, Marquette?

-… que dice, y cito, que nada de esta Constitución se establece para perjudicar cualquier solicitud de los Estados Unidos, o de algún Estado en particular7. Para cuando hayan pensado en la manera de sortear ese obstáculo, la cosa estará tan avanzada que ya no habrá quien la pare.

-De acuerdo, Marquette. Otra cosa: ¿cómo van los votos que hacen falta para que la moción salga adelante? ¿Tenemos ya los suficientes para estar seguros de ganar?

-Todavía no, señor. En concreto, nos faltan tres. Sin embargo, estimo que en cuatro o cinco días… una semana, a lo sumo… estarán de nuestro lado.

-¿Una semana? ¿Cree acaso que nos sobra el tiempo?

-Tampoco querrá que parezca que tenemos prisa, ¿no es cierto, señor?

-Sí, claro, tiene razón… Bien, Marquette, puede irse.

-Bien, señor. Hasta luego, señor.


En un despacho en penumbra, una voz profunda preguntó:

-¿Estamos seguros de la cooperación de ese Kasetszer?

-En condiciones normales no podríamos estar seguros en absoluto. Sin embargo, creo que el incentivo que le hemos proporcionado hará que colabore con todo el entusiasmo del mundo8


Próximo número: Más reacciones a la moción de Kasetszer. Novedades en el asunto de los robos de joyas. Más tostón histórico jurídico… Nos vemos en un mes.


1.- Es el símbolo estadounidense de la moneda falsa.

2.- Aeropuerto de Los Ángeles.

3.- En ningún tebeo ha aparecido que Foggy le haya dado una llave de su piso a Liz, pero si son pareja es razonable suponer que lo ha hecho. Y además ¡qué carajo!, soy el guionista de la serie…

4.- Uno de los estados más pobre de la Unión, hogar de los Hillbillies y el “Lepe” de Estados Unidos (sí, no todos los chistes son de polacos).

5.- En EE.UU., el puesto de Secretario de Estado equivale al de Ministro de Asuntos Exteriores.

6.- En el sentido que le dan los estadounidenses como opuesto a republicano. Lo que el Fiscal General –conocido por estar en el ala dura del Partido Republicano- quiere decir es que alguna de las opiniones de Castaño le parecen un tanto izquierdosillas.

7.- Traducción aproximada, hecha por mí.

8.- Consulta el nº 1000 de Marveltopía para saber a qué nos referimos.


Este mes tenemos comentarios de mi tocayo, Xumer. Dice lo siguiente:

¿Daredevil? ¿Mas Daredevil? Bergil esta que se sale. Sabía que era una mala idea meter cafeina en la máquina de agua del Bullpen.

Lo siento, sólo bebo Coca-cola (pregúntale a Chuck, que me vio hacerlo durante tres semanas mientras cruzábamos EEUU), y ya no me afecta…

Guau, Bergil dandonos una lección de historia. Mooola… Je je je… Para q luego digan que somos raros en Marveltopia.

Pues eso no es nada, ya verás en el próximo número.

Me gusta la portada de «The Sun». Típico.

Se me ocurrió poner distintas repercusiones de la noticia a través del mundo, y ya sabemos la fama que tiene la prensa amarilla británica.

Un fallo. O no, según se mire… Me parece algo ridiculo que tras dejar a Norman Jr enganchado al ordenador y teniendo en marcha un proceso de secesión Matt se dedique a explicarle a Foggy como consiguió el videojuego en lugar de todo el follón legal que se ha montado. No se, me chirrió esa parte.

Puede ser que tengas razón, pero intento que la acción discurra de modo digamos natural, y ya sabemos que Foggy suele ir a su bola, que no siempre es lo más importante…

Vale, ya lo he acabado. Me ha gustado bastante mas que el anterior, aunque me parece que las cosas avanzan de forma demasiado lenta.

Ya dije en el número anterior que me estaba Bendissezando. Prefiero ir despacito, que si no luego me quedo sin ideas…

Espero que no metan a Hulka en el equipo juridico…

Pues de momento no, pero nunca se sabe… No en serio, no estaba previsto que ingresara, pero gracias por la idea…

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