De niño, el hijo de Jack Batallador Murdock quedó ciego a causa de un trágico accidente. Ahora, cuando el sistema legal no resulta suficiente, el abogado Matt Murdock adopta su identidad secreta y se convierte en… Daredevil
#376 – Un nuevo comienzo
Por Bergil
Fecha de publicación: Mes 72 – 4/04
Con paso firme y ágil, Matthew Murdock avanzaba decidido por la calle, balanceando rítmicamente su bastón de izquierda a derecha. No es que lo necesitara, pues sus sentidos aumentados y, especialmente, su sentido del radar -después de tantos años, todavía no había encontrado un modo mejor de definirlo-, compensaban de sobra la pérdida de la visión. Sin embargo, no era cuestión de dar más pistas de las necesarias. Ya demasiada gente sabía que el abogado ciego era también el justiciero enmascarado conocido como Daredevil, como para que más personas se sumaran a ese número. En algunos casos eso no tendría importancia, si todos eran como Spider-man (en cuyo pasado Matt adivinaba un suceso tan traumático como lo fue para él el asesinato de su padre); pero en otros, como en el de Wilson Fisk, tal conocimiento casi había destruido la vida de Matt… y su cordura.
Fisk… Por alguna extraña razón, sus caminos no hacían más que cruzarse. Y, al igual que él, no importaba lo duro que se le golpeara, siempre lograba levantarse de nuevo.
Desechando tales pensamientos sombríos, Matt traspuso el umbral del lujoso edificio que ahora albergaba las oficinas de Nelson & Murdock . El hecho de marcharse tan súbitamente no era propio de Rosalind Sharpe, la madre biológica de su socio y amigo, Franklin Foggy Nelson, pues era una mujer con un fuerte carácter que se arredraba ante poquísimas cosas; pero la generosidad tampoco era uno de sus puntos fuertes, y les había dejado a ambos la sede de la firma sin pedir nada a cambio.
Mientras subía en el ascensor, Matt recordó el texto de la nota que les había dejado a ambos con tanta claridad como si en aquel mismo momento estuviera pasando sus dedos hipersensibles por el papel:
Estimados Matthew y Franklin:
Os comunico que, a partir de hoy, doy por disuelta la asociación entre nuestras firmas. Queda de vuestra propiedad la sede de la firma en Nueva York.
Atentamente
Rosalind Sharpe.
Aquello no era nada normal. No es que Rosalind Sharpe fuera un dechado de cordialidad (no por nada se había ganado su apodo de Cuchilla), pero tampoco era alguien que se marcharía repentinamente, y sin dar explicaciones. Si algo le gustaba a aquella mujer, era dejar bien claro por qué hacía cada cosa. El que en aquella ocasión no lo hiciera, indicaba que debía haber razones poderosas. Y, además, dejándoles aquellas oficinas, de las que jamás habrían soñado disfrutar por los solos medios del bufete Nelson & Murdock, Abogados …
Guárdandose estos pensamientos para sí, Matt entró en las oficinas y se dirigió al despacho de su socio y amigo, Franklin Nelson (más conocido como Foggy desde hacía más tiempo del que podía recordar). Le encontró sentado a la mesa, trabajando. Foggy podía no ser tan brillante como Matt, pero suplía aquella desventaja con una tenacidad y una capacidad de trabajo verdaderament asombrosas.
Foggy parecía estar de un excelente humor. Sin duda, los sustanciosos honoraios que habían cobrado tras el caso del edificio incendiado por la mafia1 contribuían a ello. Y el que su madre se hubiera ido tampoco parecía haberle entristecido en demasía: a pesar de haberle dado a luz, Rosalind Sharpe le entregó en adopción, y sólo muy recientemente2 había regresado a la vida de Foggy. Su marcha, por lo tanto, constituía una vuelta a la normalidad, más que otra cosa…
En la esquina de la habitación, en silencio, dormitaba PERRO, el perro lazarillo que Foggy había comprado para proteger la identidad secreta de Matt y al que la convivencia con el socio de Matt había comenzado a afectarle, en forma de un aumento de peso. Cuando Matt entró en el despacho, el animal se levantó y se acercó a lamerle afectuosamente la mano. Matt le acarició la cabeza y luego se dirigió hacia su socio.
– ¿Cómo va todo, Foggy?
– Oh, hola, Matt… -le saludó Foggy-. ¿Ya estás aquí? ¿Qué hora es? -añadió, mirando su reloj-. ¿ Tan tarde? Oye, Matt, ¿qué te parece si vamos a tomar algo?
– ¿Ahora? Pero si apenas son las nueve… No me digas que ya tienes hambre…
– Pues sí…
– Anda, dime que es lo que te tiene tan nervioso. Y no me digas que no lo estás, porque puedo oir que tu pulso está alterado. Así que venga, vamos, ¿de qué se trata?
– Oh, vale, te lo diré… -dijo Foggy con un suspiro-. Se trata de Liz.
– ¿Liz? ¿Liz Allan? ¿Qué le pasa? ¿No querrá que rompáis, verdad?
– ¿Qué? ¿Romper? Oh, no, no es nada de eso… Todo lo contrario, más bien,,,
– Bueno, ¿de qué se trata? Foggy, sabes que el accidente que me dejó ciego desarrolló mis demás sentidos, pero no me hizo telépata. Así que suéltalo de una maldita vez.
– Vale, vale… se trata de Normie…
– ¿Normie? ¿El hijo de Liz? ¿Qué pasa con él?
– Pues que Liz tiene que ir a la Costa Oeste por algo de negocios, y no puede llevar al niño con ella, y…
– ¿Y…?
– … y que me ha pedido que si me puedo quedar con él mientras esté fuera. Demonios, Matt, nunca he cuidado a un niño. ¿Y si le pasa algo mientras está a mi cargo? ¿Qué le diría a Liz?
– No te preocupes, Foggy. Serás un canguro estupendo.
– ¿Lo dices en serio Matt? ¿De verdad?
– ¿Me crees capaz de mentirte en algo así? -dijo Matt, abriendo los brazos y poniendo cara de no haber roto un plato en su vida-. Y bien, hablemos de trabajo. ¿Hay algo nuevo?
– Nada que nos afecte. Los casos que teníamos en marcha siguen su curso con tranquilidad. La única cosa que merece la pena está en las páginas de sucesos… ¿Te has enterado de esos misteriosos robos de joyas que se han producido en la ciudad?
– Sí, algo he oído en la radio esta mañana al levantarme… ¿Nada más, entonces?
– Nada, Matt. Tranquilo como una balsa de aceite.
– Muy bien. Me voy a dar una vuelta…
– Pero si acabas de llegar…
– Tengo cosas en las que pensar, Foggy…
– ¿No irás a ponerte los leotardos, verdad?
Abriendo de nuevo los brazos, Matt encogió los hombros.
– Nunca se sabe… pero no es mi intención, te lo aseguro. Recuerda que acabo de recuperar la movilidad de mis piernas. Quiero disfrutar de ello mientras pueda.
Matt llegó a su apartamento y se puso a hacer la maleta. Había tomado una decisión: iría a Boston a saber las razones de la misteriosa marcha de Rosalind.
En ese momento, alguien abrió la puerta y entró en la vivienda. El sonido de las pisadas y el perfume le dijeron a Matt que se trataba de Karen mejor que si la hubiera visto con los ojos.
– ¿Dónde vas, que estás haciendo la maleta? -le dijo, acercándose y dándole un beso.
– Me voy a Boston un par de días. Quiero hablar con Rosalind acerca de su… espantada.
– ¿No te llevas el traje de Daredevil?
– No creo que lo vaya a necesitar. Boston no se caracteriza precisamente por una representación nutrida de la comunidad superheroica, pero también es verdad que su nómina de villanos es más bien escasa.
– Mejor, Matt. Creo que es una buena idea que limites tu actividades… diabólicas.
– ¿Por? Creía que entendías que ser Daredevil es tan parte de mí como ser abogado…
– Sí, pero…
– Sí, pero… ¿qué?
– Pues… que estoy preocupada. ¡Fíjate en lo que te pasó! ¡Estás vivo de milagro, y no hablemos de lo de volver a andar! Pordía volver a pasar algo parecido, sólo que esta vez quizá no tuvieras suerte, y te quedaras paralítico, o algo peor…
– No te preocupes, Karen. Me cuidaré, te lo prometo…
Epílogo
La habitación estaba a oscuras. Únicamente una pequeña lámpara de sobremesa creaba un pequeño círculo de luz que no permitía apreciar detalle alguno. Se oyó un chasquido: una mano acababa de pulsar un interruptor.
– ¿Está todo preparado? -preguntó una voz.
– Sí, señor -respondió alguien. El crujido de la estática indicaba que estaba contestando a través de algún tipo de altavoz.
– Bien -respondió la primera voz-. Comencemos entonces.
1.- La historia a que hace referencia transcurrió en los últimos números de Daredevil y en las Historias de Midgard de la serie El poderoso Thor.
2.- En Daredevil # 352.
Es evidente que una de las razones más poderosas para volver a escribir un número de Daredevil es el hecho de que, de no hacerlo, perdería la serie. Pero la presión siempre me ha producido buenos resultados literarios (y, si no, ved el Anual de Thor, que lo escribí contra reloj y recibió críticas estupendas), y el tener que hacer planes me avivó el ingenio. El resultado será una trama que empezará en el número 378, y en la que el peso de la acción no recaerá en el cuernecitos, sino en el abogado ciego. Es más, la identidad de superhéroe le traerá problemas a la hora de desarrollar su actividad como abogado… Y la trama, desde su concepción inicial, se ha ido complicando cada vez más, en el sentido de que cada vez tendrá mayor profundidad. Sólo os adelanto que ando consultando textos legales yanquis, y que contaré con un asesor legal para no cometer demasiadas burradas jurídicas en la historia…