Daredevil #371

daredevil371De niño, el hijo de Jack Batallador Murdock quedó ciego a causa de un trágico accidente. Ahora, cuando el sistema legal no resulta suficiente, el abogado Matt Murdock adopta su identidad secreta y se convierte en… Daredevil

#371 – Palos de ciego
Por Bergil


Fecha de publicación: Mes 30 – 10/00


Cuando las fuerzas de seguridad llegaron al almacén en el que había tenido lugar la reunión, ni uno sólo de los capos que se habían reunido en su interior hacía tan sólo unos minutos permanecía en los alrededores. Todos se habían retirado tan rápida y discretamente como les fue posible a sus cuarteles generales, maquinando planes de venganza contra Wilson Fisk. Que era exactamente lo que Kingpin esperaba que hicieran.

Todos… menos uno.


Los servicios sanitarios rodeaban el cadáver que habían encontrado hacía unos minutos. Uno de los enfermeros se acercó al cuerpo y lo contempló, pensativo. Acercándose a la cabeza del cadáver, y haciendo un esfuerzo, retiró el cascote que cubría la cara del infortunado…

– ¡Robot! -exclamó, levantándose sorprendido-. ¡El maldito cadáver es un robot!

Ante su exclamación, sus compañeros se volvieron hacia él, extrañados. Antes de que pudieran acercarse para contemplar la figura caída, ésta estalló. El haberse levantado fue probablemente lo que salvó la vida al enfermero. Recibió de lleno la onda expansiva, y salió despedido hacia atrás. Aunque tuvo que pasar unas semanas en el hospital, finalmente se recuperó sin que le quedaran secuelas físicas… aunque desde entonces se acercaba con gran precaución hasta a las tostadoras.


Pocos minutos después, una camioneta sin distintivos externos llegaba al lugar. De ella descendieron un grupo de personas vestidas con monos de trabajo que procedieron metódicamente a recoger todos los restos del androide que eran perceptibles a simple vista, y luego los que no podían verse más que con aparatos especiales de aumento. Cuando un agente de policía se acercó a preguntarles quiénes eran, el jefe de la cuadrilla se limitó a enseñarle una tarjeta, tras lo que el policía se retiró sin hacer más preguntas.

En la tarjeta aparecía el águila que constituía el emblema de S.H.I.E.L.D. (1)


Sentado a solas en su despacho, Matt Murdock dudaba. Por un lado, tanto sus sentidos desarrollados como su instinto de abogado, pulido en innumerables e interminables sesiones de trabajo, le decían que Betsy Walkers le estaba mintiendo total y descaradamente. El asunto de su divorcio no era más que una charada destinada a mantener enfocada su atención, a distraerle… ¿de qué?

Todo su cuerpo le pedía que hiciera saber claramente a la señorita Walkers -si es que realmente se llamaba así, cosa que Matt dudaba- que había descubierto su juego. Sería un modo de aliviar la frustración que sentía ante su recuperación, que sí, estaba teniendo lugar, pero no a la velocidad que él desearía. Echaba de menos el silbido del vielto en sus oídos, el deslizarse de las corrientes de aire cuando se balanceaba de un tejado a otro, la satisfacción que le proporcionaban sus músculos al flexionarse y estirarse para desplazarle de un lugar a otro. Y, ¿por qué negarlo?, el desahogo que suponía el aporrear dos o tres cabezas para meterles el respeto a la Ley.

Sin embargo, esos mismos instintos le decían que, si seguía ese curso de acción, lo más probable es que Betsy Walkers desapaeciera tan rápida y súbitamente como entró en su vida, con lo que se quedaría en el mismo estado de ignorancia en el que se encontraba ahora, pero con la desventaja de que ellos, fueran quienes fuesen, estarían sobre aviso. Si, por el contrario, lograba refrenar su temperamento sólo un poco más, era muy posible que la señorita Walkers acabara traicionándose ella sola. A pesar de que controlaba su voz admirablemente bien, Matt había percibido, merced a su oído, que el pulso de su visitante se había ido acelerando en las últimas entrevistas que habían mantenido. Con que aguantara un par de entrevistas más…


En un laboratorio situado en las profundidades del Helitransporte, un equipo de técnicos de S.H.I.E.L.D. se afanaba en el examen de los restos recogidos. Los diseñadores del androide habían sido extremadamente cuidadosos al implementar la secuencia de autodestrucción del ingenio mecánico, puesto que los tres elementos que habrían podido contribuir a identificar a la persona a la cual sustituía -las manos (por las huellas dactilares), los ojos (por las retinas) y los dientes- habían sido los primeros en quedar irrecuperables.

– Caballeros, parece que nos encontramos ante un callejón sin salida. No hay manera de adicinar a quién estaba sustituyendo este cacharro -dijo el jefe del equipo.

– No creo que eso le haga demasiada gracia al señor Dugan -dijo el expecto en nanotecnología.

– Tienes toda la razón, jovencito -dijo una voz ronca a espaldas del equipo-. No me hace pero que ninguna gracia.

El jefe de operaciones la agencia de inteligencia más importante del planeta acababa de entrar en la sala, con un cigarro sostenido entre sus dientes apretados. Sus subordinados le observaron en silencio, sabedores de que cualquier cosa que dijeran sólo contribuiría a generar un nuevo rapapolvo.

– Señores, quiero que no salgan de esta sala hasta que puedan identificar sin lugar a dudas al listo que envió a un SDV (2) a palmarla en su lugar.

Mientras Dum-Dum daba media vuelta, los técnicos, con un suspiro mental colectivo, volvieron a iniciar sus análisis.


A solas en su tienda, Melvin Potter se estrujaba las manos, nervioso. El no saber nada de Betty desde hacía ya varios días estaba poniéndole verdaderamente nervioso. En ese momento, sonó el teléfono. Respirando profundamente, descolgó el auricular y lo acercó a su oreja.

– ¿Diga?

– Hola, Melvin. ¿Cómo te encuentras?

– Bie… ¿quién es?

– Vamos, Melvin -dijo, burlón, su interlocutor-. No me digas que no me reconoces. Voy a ofenderme…

– Ya le reconozco, ya le reconozco. ¿Qué es lo que quiere?

– ¿No habrás llamado a la policía,verdad, Melvin?

– ¡No! -exclamó-. Me dijeron que no lo hiciera…

– Y tú has sido un buen chico, ¿verdad? No quieres que le pase nada a tu fulana, ¿verdad?

– ¡Bastardo! -gritó Melvin- ¡Como le hagas algo…!

– ¿Qué, Mevin? ¿Qué harías? ¿Acudir a rescatarla, como un galante caballero con su brillante armadura? -se burló. En seguida, su voz se volvió helada-. ¡No seas estúpido, Potter! Si te atreves a hacer algo, cualquier estupidez que se te ocurra, será ella quien pague las consecuencias. Lo sabes muy bien.

– Sí, lo sé. Pero ahora escuhadme vosotros. Haré lo que queráis, cualquier cosa que me pidáis. Pero no le hagáis nada a ella.

– ¡Oh, Melvin! ¿Ahora suplicas?

– No -dijo Melvin. Su voz era varias decenas de grados más fría que la de su interlocutor-. No es una petición. Es un aviso. Como le hagáis algo a Betty, iré a por vosotros. Y no pararé hasta encontraros y terminar con vosotros.


Desde la azotea de un edificio próximo al lugar del desastre, Daredevil observaba en silencio la escena que se desarrollaba a sus pies, sin que sus rasgos (los pocos que la máscara dejaba al descubierto) permitieran percibir ninguna emoción. Había llegado demasiado tarde para ser de ninguna ayuda en la evacuación del edificio. Sin embargo, aquellos dos muchachos y el gigante de pelo rojo parecían habérselas apañado bastante bien. Todos los vecinos estaban reunidos en un grupo tembloroso. En ese momento, una de las mujeres se separó del grupo y se dirigió hacia el edificio. Fue interceptada por el forzudo pelirrojo, que, tras unos instantes de conversación, dio media vuelta y se introdujo en el edificio, seguido a la carrera por el muchacho de traje oscuro. Pocos minutos después, el joven volvía a salir, con dos niños bajo sus brazos. Al instante, un temblor sacudió el edificio, y un chorro de llamas y humo salió por la puerta principal.

Mientras Daredevil todavía se preguntaba si debería o no intervenir, una figura alta y musculosa, con una capa roja, descendió desde el cielo, agarrado a un martillo de combate. Era imposible equivocarse: el dios del trueno asgardiano había regresao a Midgard. Tras hablar brevemente con los dos Guerreros, Thor comenzó a hacer girar a Mjölnir para atraer la tormenta. El agua de la lluvia apagó el fuego, y tras varios minutos de apartar cascotes encontraron el cuerpo del pelirrojo. Thor se arrodilló a su lado durante unos minutos. Después se levantó y, quitándose la capa, cubrió con ella el cuerpo que yacía a sus pies. Tomándolo en sus brazos, hizo girar una vez más su martillo y desapareció (3).


– Parecía un poco cabreado, ¿no creéis? -dijo el interlocutor de Melvin cuando colgó el auricular.

– Bah, no te preocupes -dijo uno de sus compinches-. Sabe de sobra que si se le ocurre hacer alguan tontería, nos cargamos a la chica.

– ¿Matarla? ¿A la chica? Pero…

– ¿Qué pasa? -terció otro- ¿Es que piensas perdonar a ese tarado los años que te has pasado en la trena?

– No, pero… ¿un asesinato? Hasta ahora, nunca habíamos hecho nada parecido, y..

– Y… ¿qué? Hay una primera vez para todo. No estarás pensando en rajarte, ¿verdad? Y en echar todo a rodar…

– No, claro que no…


– Te digo que ese abogado tullido sospecha algo -dijo Betsy Walkers sin una pizca del acento aristocrático que empleaba en sus visitas al bufete.

– ¿Y qué piensas hacer? ¿Abandonar?

– Bueno…

– ¿Y qué harías entonces? ¿Volver a tu vida anterior? ¿Puta y actriz de tercera, a tiempo parcial? ¿Crees que en esos trabajos ganarías siquiera en varios años lo que nos han prometido?

– Sí, pero… ¿y si ese Murdock decide ir a la policía con lo que sospecha y…?

– Con lo que tú crees que sospecha…

– ¿…y la pasma le cree? Podemos acabar entre rejas por más tiempo del que podemos contar.

– En cualquier caso, suponiendo que te bajaras del barco como la rata que pareces ser, ¿crees que él te dejaría tranquila? No conviene hacerle enfadar, ya lo sabes. Una vida en zozobra es mejor que ninguna clase de vida.

– Si  lo pones así…


En un despacho del edificio de la WFSK, sus propietarios hasta entonces estamparon sus temblorosas firmas al pie del documento por el que vendían la cadena. Nada en la apariencia del hombrecillo que se sentaba ante ellos justificaba el estado de zozobra en el que se encontraban, pero el hecho es que sudaban profusamente y que a duras penas lograban sostener la pluma. Cuando todo hubo concluido, el representante de los compradores cogió cuidadosamente su copia y la metió en una carpetilla, que a su vez introdujo en el maletín que descansaba a sus pies. Tras cerrarlo con un doble clic, se levantó de la mesa.

– Bien, caballeros, les dejo. Supongo que querrán regoger sus cosas. A mis representados les gustaría tomar las riendas de la cadena cuanto antes. ¿Lo comprenden, no es cierto? Buenos días.

Peter Slope y Martin Schaffer se miraron a los ojos. Ambos sabían que, a pesar de haber sido pronunciada con total suavidad y cortesía, la frase equivalía a una orden terminante: «Lárguense de aquí… ¡¡¡YA!!!«.

– Bueno, ya está, ¿no?

– Sí. Bien, yo me largo.

– ¿Dónde vas? Si me pilla de camino…

– No lo entiendes. Me largo… de la ciudad. Incluso de la Costa Este. me voy lo más lejos posible.

– ¿Chicago?

Negativa.

– ¿Las Vegas? ¿Salt Lake City?

Nueva negativa.

– ¿California? ¿Los Ángeles, Frisco? ¿Seattle?

– No, todo eso está demasiado cerca. Creo que Hawaii es muy bonito en esta época del año…


Ya era tarde, y Ben Urich se encontraba solo en la amplia sala de la redacción de Local del Daily Bugle. Las noticias sobre las actuaciones del nuevo Daredevil habían continuado llegando: testimonios de un enfrentamiento con varios conocidos mercenarios, derrota del Buitre y Urraca Asesina… El vigilante enmascarado parecía no concederse descanso. Y, sin embargo, ni Urich ni Peter Parker parecían estar más cerca de descubrir quién se ocultaba tras la máscara.


A solas en el taller de costura de su tienda, Melvin Potter meditaba en silencio. No es que fuera un estúpido, pero siempre había actuado más por instinto que siguiendo un plan preconcebido. Y en aquellos momentos, lo que sus instintos le decían es que debía ir hacia el armario, abrir la puerta y bajar la caja que descansaba en el altillo, sacar el traje que permanecía allí, cuidadosamente oculto en un doble fondo, ponérselo y acabar contra aquellos desgraciados que habían secuestrado a Betty.

Sin embargo, no se movió. Permaneció sentado, con la mirada perdida, mientras los minutos transcurrían lenta pero inexorablemente.


El teléfono sonó en el despacho de Rosalind Sharpe. La propietaria de la firma lo miró en silencio, pero no lo descolgó, mientras el timbre levantaba ecos en el despacho.


En una habitación oscura, en la trastienda de un modesto comercio de la Cocina del Infierno, un ratero se afanaba en abrir la puerta de la pequeña caja fuerte en la que el dueño guardaba sus escasos fondos. Gruesas gotas de sudor resbalaban por su frente mientras sus dedos hacían girar lentamente la rueda de la combinación. Tal era su concentración que no oyó cómo, a su espalda, una figura penetraba por la misma ventana que él había empleado y saltaba al suelo con cierta torpeza. Sin embargo, sí reconoció la voz que sonó tras él. Cualquier delincuente que operaba habitualmente en la zona la conocía… y la temía.

– Tsk tsk tsk, Morty… ¿Es que no te enseñó tu mamá a irte pronto a la cama?


(1) Supreme Headquarters International Enforcement Law Division. Literalmente, Cuarteles Generales Supremos de la División Internacional para el Cumplimiento de la Ley, aunque lo de Cuarteles Generales Supremos no suele incluirse en la traducción..

(2) Simulacros Dotados de Vida, androides fabricados inicialmente por S.H.I.E.L.D., pero cuyo diseño obra en poder de otras organizaciones, como es el caso de Hydra.

(3) Versión resumida de lo narrado en las Historias de Midgard que aparecieron en El poderoso Thor #513 y 514.


Bienvenidos a Derecho de réplica, el correo de los lectores de la colección de Daredevil. Venga, no seáis tímidos y escribid. Aquí me tenéis para resolver cualquier duda que pueda surgir sobre el discurrir de la colección.


En el próximo número:  ¿Quién está detrás de Morty? ¿Qué hará Melvin? Os espero en Daredevil #372, el número de Noviermbre, para descubrirlo.

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