La nueva generación de mutantes necesitaba preparación para enfrentarse al mundo que les rodeaba. Por eso nació la escuela de Generación-X situada en la Academia Xavier, Massachussets. Regida por Emma Frost, antigua Reina Blanca y Banshee, un ex hombre-X, ha intentado estar a la altura de las circunstancias.
#46 – La matriz Asgard II
El código Aesir
Por Tomás Sendarrubias
Portada de Javier Cuevas
Color de Lorena Carvalho
Fecha de publicación: Mes 176 – 12/12
Hace unas semanas, Asgard.
Había pasado ya más de un año desde que los mil infiernos se habían vuelto locos y habían vomitado su contenido sobre Midgard como si de los volcanes de Muspellheim supurando azufre y lava se hubiera tratado. El Padre de Todos, Odín, había ordenado a todo Asgard tomar las armas y prepararse para una posible invasión, aunque finalmente, las hordas demoniacas no habían llegado a poner un solo pie en la bendita Asgard.
A pesar de ello, todos en Asgard sabían que Odín continuaba mirando con recelo los reinos infernales, a pesar de estar gobernados por un nuevo señor que no parecía tener cuentas pendientes con el Reino de los Aesir (1), pero aun así, los Einherjar y las Valquirias continuaban patrullando el Reino Dorado como si esperasen una invasión procedente de los dominios infernales.
Tyr siempre había sido un hijo fiel, pero estaba muy lejos de ser uno de los favoritos de Odín, como lo eran Balder y Thor; y en el Reino Dorado todos afirmaban que era el mayor crítico de las acciones del Padre de Todos. Y Tyr estaba convencido de que si Odín estaba preocupado por las acciones que pudieran venir de los reinos condenados, era porque había tenido más que ver en aquellas guerras y en la caída de los antiguos señores infernales de los que el Señor del Reino admitía ante el resto de los Aesir. Por el motivo que fuera, además de la vigilancia constante de Heimdall sobre los Nueve Reinos, Odín mantenía regimientos de guerreros vigilantes en todo momento, y desde hacía más de un año, el Reino Dorado se mantenía en pie de guerra.
Por supuesto, Tyr era el general de todos esos guerreros. La Guerra era su dominio, su potencia. El dios manco era uno de los luchadores más hábiles de los Nueve Mundos, y había demostrado de sobra su valor en incontables ocasiones. Suya había sido la mano que atara a Fenrir el Lobo, aún a costa de perder la extremidad, y en Midgard se habían compuesto poemas sobre él. Tyr es un Dios Manco, y la Despedida del Lobo; y el Príncipe de los Templos, decían. Y a él le encantaba escucharlo
Balder no hacía guardia. Frey no hacía guardia. Por supuesto, Thor no hacía guardia. Y por ello, Tyr se sentía furioso. ¿Por qué tenía él que estar patrullando por los bosques de Asgard, esperando un intento de invasión que sabe que no va a tener lugar mientras los demás se ocupaban de sus propios asuntos? Él también tenía asuntos. Él también tenía otras formas en las que ocupar su tiempo.
Con esos pensamientos en mente, Tyr se dio cuenta de que se había alejado de la patrulla de Einherjar que se suponía que debía dirigir, pero no tenía ninguna duda de que sus hombres sabrían guiarse a sí mismos, así que decidió continuar en solitario. Cruzó un arroyo, y un enmarañado bosque de sauces. ¿Por dónde pensaba Odín que iban a llegar los demonios, a través de los árboles? Estaban perdiendo el tiempo, y mientras recorrían Asgard, los gigantes podían estar arracimándose en las fronteras de Muspellheim o Niffelheim.
Negando con la cabeza, se quedó quieto al ver una extraña planta que parecía crecer en el centro de un amplio prado. Una curiosa flor, de color cobrizo con varias docenas de pétalos perfectamente triangulares dispuestos alrededor de un círculo no menos perfecto. Había cierto toque metálico en ella, en la forma en la que reflejaba el sol…
Tyr quiso tocarla, y por ello, fue el primero en caer.
Ahora. Sobre Bifrost.
-No deberíamos estar aquí… de aquí nunca sale nada bueno (2)…-masculla Bobby Drake, mirando a su alrededor, tomando su forma gélida y frunciendo el ceño.
-¿Dónde es aquí?-pregunta Júbilo, sin apartar la mirada de la hermosa joven que estaba ante ellos, vestida con una fina túnica verde-. ¿Qué es Asgard? ¿Y quién es… Galadriel?
-Asgard es el reino de los dioses de los vikingos-dice Michael van Patrick, que no puede dejar de mirar las estrellas que les rodeaban como cristales congelados de escarcha colgando del más negro terciopelo.
-Mi nombre es Kelda, de los Aesir-dice la joven que estaba ante ellos-. No conozco a la Galadriel a la que os referís, os ruego disculpas…
-No le hagas caso a Júbilo-se apresura a intervenir Billy, acercándose a ella. La había visto en sus sueños, y ahora, tenerla delante… Podía sentir como su sangre parecía calentarse en las venas, como su piel se erizaba… Era tan bella…
-Por lo menos podías no babear-gruñé Ev, y Billy se ruboriza.
-Ya está bien-dice Emma, dando un paso adelante y haciendo una señal a Bobby para que se sitúe junto a ella, delante de los chicos, entre ellos y Kelda-. No sé que está pasando aquí, pero si eres tú la que nos has traído a este sitio, mándanos de nuevo a donde estábamos. Mis estudiantes ya están bastante alterados sin hermosas doncellas elfas poniendo a prueba su líbido…
-No soy una elfa, los elfos viven en Alfheim y…
-Me es indiferente, preciosa, como si viven en Washburn, Dakota del Norte-responde Emma-. Devuélvenos a casa. ¡Ya!
-¡No deberíais estar aquí!-gritó Kelda, y sus ojos se llenaron de lágrimas-. Sólo debería haber venido él-continuó, señalando a Billy-, sólo él puede ayudarnos. Vosotros… en el nombre de Odín, vosotros sólo habéis conseguido malgastar la poca magia que me quedaba, lo poco que pude salvar…
-El puente del Arco-Iris debería permitirnos volver a casa-masculló Bobby, y sólo entonces se dio la vuelta. Las palabras se ahogan en su garganta cuando observa que tras ellos, Bifrost parecía desaparecer, difuminarse. Había grandes lugares donde, como si se hubiera derrumbado, aparecían grandes agujeros negros en el puente, mientras que en otros sitios, los colores aparecían desvaídos, sucios y débiles. En algunos lugares el tejido del puente era tan débil que las estrellas podían apreciarse incuso a través de su entramado.
-Bifrost se desvanece-llora Kelda-. Como toda la magia de Asgard y los Aesir. Había conseguido suficiente magia como para buscarle a él, como para traerle, pero ahora… Lo habéis echado todo a perder.
-Hay que tener valor para arrastrarnos hasta aquí y luego echarnos la culpa por venir-dice Júbilo, pero Sincro niega con la cabeza.
-Creo que ha sido cosa mía-dice-. Tenía mi poder sincronizado con el de Billy… que parece ser que conectó con el de ella. Creo que somos invitados no deseados.
-Emma Grace Frost no ha sido una invitada no deseada en su vida-responde Emma, negando con la cabeza-. Así que, mujer, nos has traído aquí y ahora no puedes devolvernos a casa, ¿no?
-Así es-asiente Kelda, y Emma se encoge de hombros.
-Robert, en ese caso, tú y yo tendremos que encontrar una manera de devolver a los niños a casa.
-Señorita Frost, creo que podemos ayudar…-afirma Vaina.
-Kelda, ¿hay algún sitio seguro donde podamos refugiar a los chicos mientras nosotros buscamos una forma de volver a casa?
-Creo que no me habéis entendido-gruñe Kelda, mirando de reojo al silencioso Billy, para luego encararse con Emma, quitándose las lágrimas de la cara con el dorso de la mano-. No hay ningún sitio seguro en Asgard. No hay ningún sitio donde esconderse en Asgard. El Padre de Todos ha desaparecido, los Aesir han caído prisioneros. Ni mi señor Thor, ni Lady Sif, ni el veloz Hermod, ni Balder el Bravo, ni Heimdall que todo lo ve… nadie ha conseguido escapar de la infección. Valhalla es una trampa, las Valquirias se han perdido… sólo Kelda escapó, sólo Kelda consiguió alejarse de la infección porque es una Aesir pequeña, minúscula…
-Kelda-dice Billy-. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué nos necesitas?
-Por la infección-replica ella, y al volverse hacia Billy, sonríe-. He soñado contigo, William Kaplan, he soñado que nos curabas a todos.
-¡A cubierto!-grita de pronto Vaina, y de inmediato, todos se arrojan al suelo, a tiempo de evitar una gran bola de fuego que pasa sobre ellos, perdiéndose en el infinito del espacio-. ¿Qué es eso?
-¡Gigantes de fuego!-responde el Hombre de Hielo, señalando hacia una serie de figuras chisporroteantes que recorrían Bifrost hacia ellos-. ¡Emma, tenemos que salir de aquí!
-Estupendo-masculla Emma Frost, cerrando los ojos un segundo mientras se concentraba. Y entonces, grita y sus piernas se doblan, cayendo desplomada sobre el puente del Arco Iris.
-¡Emma!-grita Bobby, arrodillándose a su lado, pero Emma parece ajena a todo ello.
-Fuego…-susurraba-. Fuego consumiéndolo todo, devorándolo todo, destejiendo lo tejido, consumiendo el tapiz y el telar…
-Estupendo, no llevamos cinco minutos aquí y ya hemos perdido a una profesora-gruñe Júbilo.
-¡Se acercan!-observa Michael, mirando a un lado y a otro, como si estuviera valorando si era mejor quedarse allí en el puente o saltar al vacío estelar. Vaina se arranca la piel, revelando una forma de amianto que podría resistir mejor el terrible calor de los gigantes de fuego de Muspellheim (3), y se interpone entre la trayectoria de estos y Michael.
-Se supone que los gigantes de fuego no pueden entrar en Asgard…-gruñe Bobby-. Vaina, protege a Michael, no tiene poderes que pueda utilizar. ¡Cuidado!
Una nueva bola de fuego recorría Bifrost hacia ellos, pero desaparece antes de alcanzarles, dejando a Bobby Drake con la boca abierta. Tras él, Billy parece sisear.
–Quedesaparezcaelfuegoquedesaparezcaelfuegoquedesaparezcaelfuego…
-Bien hecho, Billy-musita el Hombre de Hielo-. ¿Podrías hacerlo con ellos?
-Es lo que estaba intentando, señor Drake-responde Billy.
-Bueno, de momento tendrá que valer. Intenta que tu amiguita piense en algún sitio donde podamos escondernos hasta que sepamos bien qué hacemos aquí y cómo avisar a la Patrulla-X, a los Vengadores o a alguien de todo esto. Nezhno, te quedas al frente. Sincro, conmigo.
-¿Nezhno al frente?-protesta Júbilo-. ¡Es nuevo! ¡Eso es sexista y degradante, Bobby!
-Júbilo, él puede hacer algo más que tirarles bolas de plasma a hombres de fuego-responde Bobby, creando un tobogán de hielo ante él. Sincro corre hacia él, y de inmediato, sincroniza sus poderes con los del Hombre de Huelo. Una fina película de escarcha cubre la piel del joven afroamericano, al tiempo que Nezhno aumenta en varios palmos su tamaño, tomando una formidable apariencia, con los tatuajes de vibranium wakandiano resplandeciendo ante las llamas de los gigantes de fuego.
-Están muy cerca-masculla Michael-. Y son muy grandes.
-Por eso son gigantes, Michael-replica Júbilo, siendo censurada por una mirada de Vaina.
-Ten cuidado, Ev-susurra Billy, pero Sincro y el Hombre de Hielo ya se han adelantado, recorriendo un puente de hielo paralelo a Bifrost en dirección a los gigantes de fuego.
-¿Qué se supone que podemos hacer, señor Drake? ¿Echarles cubitos? ¡Nos van a derretir!-protesta Sincro, tratando de acostumbrarse al frío que él mismo emite, y ve que Bobby sonríe.
-Por favor, Everett, tú eres un chico inteligente. Me hubiera esperado esa respuesta de Júbilo o de Pellejo, pero no de ti. Hace tiempo que aprendí que ser el Hombre de Hielo es más que toboganes y bolas de nieve… déjate llevar, tío. Déjate llevar y disfruta.
-¿Disfruta? ¿De qué?
Los gigantes de fuego se acercaban, enormes criaturas de cinco o seis metros de altura, formados por completo de ardientes llamas que bailaban entre el amarillo radiante y el rojo vivo, con los ojos como carbones encendidos y sosteniendo espadas en las que danzaban cegadoras llamas, ardientes, al rojo blanco. Eran terribles… y de pronto Sincro se da cuenta de que puede verlos como algo más. Que son algo más que terribles llamas con forma humana.
Los ve como millones de partículas en movimiento, consumiendo y creando energía, moviéndose a toda velocidad. Era la fricción de esas partículas con las partículas del propio aire las que generaban el calor, y este encendía los gases que formaban lo que debía ser el cuerpo de los gigantes de fuego. Moléculas, velocidad y fricción.
Eso era física básica, podía entenderlo.
-¡Podemos enfriarles!-dice Sincro, y el Hombre de Hielo asiente. No se trata de toboganes y bolas de nieve, desde luego. A pesar de la capa de escarcha que le cubre, Everett puede notar el frío que emana de Bobby Drake, y se esfuerza por conseguir él el mismo efecto. Los gigantes de fuego alzan sus espadas hacia ellos, y Bobby consigue separar el tobogán en dos para evitar las hojas ardientes. Everett se inclina hacia delante, y de sus dedos brota un frío gélido que congela el aire ante él, creando su propia plataforma deslizante, pasando por debajo de una de las armas de los gigantes de fuego, y notando como su piel parece crepitar incluso bajo la escarcha debido al calor que emiten.
La sensación de Sincro es la misma que si tuviera que empujar un bloque de mármol solo con la fuerza de su pensamiento y sin los poderes telequinéticos de la señora Summers. Copiar el poder del Hombre de Hielo no supone copiar su habilidad para utilizarlo, y desde luego, Sincro se siente mucho menos ágil sobre esas plataformas que Bobby. Intenta concentrarse, pero no puede evitar verse a sí mismo empalado por una de esas espadas de fuego, convirtiéndose en cenizas. Uno de ellos trata de sortear a Bobby y Everett, y lanza una bola de fuego hacia el resto. Sincro suspiró aliviado al ver que Billy podía deshacerla, pero no sabía hasta que punto aguantarían aquel bombardeo.
-¡Ev!-grita el Hombre de Hielo, y en ese momento, Sincro se da cuenta de que probablemente esté muerto. Se ha distaído, y en el campo de batalla, no debe permitirse distracciones. Consigue girar a tiempo sobre su plataforma, y la espada que cae sobre él, corta el tobogán en lugar de partirle a él por la mitad. Sincro se precipita hacia el vacío, pero aterriza de forma brusca sobre un nuevo tobogán creado por el Hombre de Hielo-. ¡Espabila, tío!
La vergüenza, el miedo y el sentimiento de culpa espolean a Sincro, que extiende sus manos, creando una serie de columnas de hielo alrededor de los gigantes de fuego, columnas que Bobby enseguida entrelaza con numerosos zarcillos gélidos, creando una compleja jaula alrededor de ellos. Se ríen, y cuando sus espadas caen sobre las construcciones de hielo, estas estallan, vaporizándose. Pero de pronto, sus sonrisas se apagan, sus movimientos comienzan a hacerse erráticos. Torpes. Y luego, lentos. Bifrost se cubre de una gruesa capa de hielo, mientras la magia del puente Arco Iris, que corre entre el espacio y las dimensiones, parece verse afectada por la lógica de la ciencia y la física. El puente atraviesa el vacío, el vacío es frío… Sincro nota las moléculas que forman a los gigantes de fuego, cada vez más lentos, cada vez más despacio… Bobby asiente, mientras los gigantes gritan, cada vez más pálidos, más apagados. El propio aire a su alrededor parece cobrar textura, espesarse por el frío, y poco a poco, los gigantes se van deteniendo.
Entonces, desaparecen.
-Wow-susurra Sincro-. Señor Drake… igual no es tan pringado como dice Júbilo…
-¿Que Júbilo dice qué?-pregunta el Hombre de Hielo, mientras concluye su tobogán en el lugar donde se alzan los restos congelados de lo que hasta poco antes habían sido gigantes de fuego y ahora eran sólo cenizas congeladas-. Bueno, mejor déjalo. Da igual.
Bobby hace un gesto a los demás, que se acercan con prevención. Nezhno, en su forma titánica, lleva sobre sus brazos a Emma, mientras que Billy camina junto a Kelda y Michael, con Vaina y Júbilo cerrando la comitiva.
-Increible-susurra Billy, abrazando a Everett, que le besa suavemente en los labios.
-Ey, venga ya-gruñe Júbilo-. ¡A olerse a la calle!
-¿Qué tal está Emma?-pregunta Bobby.
-Continúa desvariando-afirma Nezhno, con un cerrado acento-. Sólo habla de fuego, mundos ardientes y una especie de espada gigantesca…
-Que bien-masculla Bobby, encogiéndose de hombros.
-Sí, es como si hubiera pifiado en la tirada de Inteligencia…-farfulla Júbilo.
-Señorita Lee, empiece a comportarse…
-Señor Drake, estamos luchando contra gigantes de fuego en un puente con forma de Arco Iris que se viene abajo. ¿De verdad le parece extraño que haga alusiones frikis? ¡Por favor, si Billy debe estar babeando!
-Ya está bien-interviene Vaina, con los brazos en jarras-. Kelda cree que hay un sitio donde podemos refugiarnos, al menos un tiempo. ¿Podemos continuar allí la discusión?
-Pero William tendrá que llevarnos-afirma Kelda-. Asgard está infectada, no podríamos pasar más allá del Observatorio de Heimdall sin ser descubiertos… Y aunque lo consigamos, correremos peligro…
-Os dije que este sitio era como el infierno pero con un decorado de Warhammer-gruñe Bobby-. Billy, ¿crees que podrás?
-Sí-afirma Billy, mirando a Kelda, haciendo que Ev frunza el ceño-. Aunque creo que necesitaré ayuda.
-Claro, como no-gruñe Everett-. Aquí está Ev, apoyo de todos.
-Everett, ¿te pasa algo?-pregunta Billy, pero Ev niega con la cabeza.
-No, da igual. Sincronizo, ¿vale?
-Vale-responde Billy, y Kelda toma su mano-. Oh, vale… ya lo veo…
Billy comienza a murmurar, y entonces, Everett lo ve también. Un inmenso castillo sobre una escarpada montaña, una figura casi sombría acechando desde lo más alto de un profundo desfiladero, agazapada como un gigante. Entonces, la realidad parece plegarse a su alrededor, y Bifrost desaparece.
-¿Esta es tu idea de un lugar seguro?-exclama Bobby, rojo por la ira, mirando a Kelda, que se encuentra sentada junto a Billy, apoyada en su hombro-. ¿El castillo de Amora? ¿De la Encantadora?
-Con ese nombre no puede ser mala persona-afirma Júbilo-. ¿Qué va a hacer, destruirnos con sus amables sonrisas?
-Júbilo, calla de una puñetera vez. Estás acojonada y por eso haces bromas absurdas-interviene Michael-. Y si no lo estás, eres más tonta de lo que pareces, porque deberías. Señor Drake, ¿quién ese esa Encantadora?
-Una diosa asgardiana, poderosa maga y con muy mala leche.
-Ahora es prisionera de la infección, como todos ellos-afirma Kelda-. Pero queda magia suficiente en estas paredes como para protegernos por un tiempo.
-Bien-afirma Bobby.
-Necesito una caja de aspirinas-masculla Emma Frost, sentada en un sillón y con la cabeza entre las manos-. Con una botella de perrier, por favor. Tengo la peor resaca de la historia y sin las ventajas de un buen champaña. ¿Cómo demonios pueden esas cosas convivir con sus propios pensamientos?
-Son criaturas del Ragnarok-afirma Kelda, con un escalofrío-. Su única finalidad es servir a su señor, Surtur, señor de Muspellheim. Él pondrá fin al universo con su espada de fuego cuando llegue el día del Crepúsculo de los Dioses. Sin criaturas de fuego y tienden al fuego.
-¿Y qué hacen paseándose por Asgard?-pregunta Michael.
-No hay nadie que se lo impida. Con los Aesir bajo el dominio de la infección, criaturas oscuras recorren la vieja Asgard. Gigantes de fuego, de hielo y de la tormenta, elfos oscuros y enanos de las profundidades. Todos han acudido a la llamada de la infección.
-Creo que va siendo hora de que nos cuentes qué ha pasado aquí-dijo Bobby, y Kelda miró a Billy, que asintió.
-Todo empezó con Tyr. El dios de la guerra dirigía la vigilancia de los Einherjar sobre Asgard-comenzó a decir Kelda-. Regresó sólo y cambiado de los bosques que limitan con Alfheim. Traía con él la infección. No sé qué es, nunca lo he sabido, pero antes de que pudiéramos darnos cuenta de lo que pasaba, la infección se había extendido a los Enherjar y había tomado Valhalla. Y desde allí, contagió el resto de Asgard. Thor, los Tres Guerreros, Lady Sif… todos trataron de detenerlo, pero fueron absorbidos. Sus pieles se volvieron cobrizas, metálicas y apagadas, y su voluntad se extinguió.
-¿Su voluntad se extinguió?-masculla Emma, frunciendo el ceño-. ¿Qué quieres decir?
-Son prisioneros de la infección-afirma Kelda-. Continúan moviéndose por los salones de Asgard, pero no lo hacen por su propia decisión. Sirven a la infección, que ha dominado sus cuerpos y sus mentes.
-¿Y los gigantes y demás… son aliados de la infección?-pregunta Vaina, pero Kelda se encoge de hombros.
-No lo sé-dice-. Apenas conseguí escapar y llegar hasta vosotros. La infección parece drenar la magia de Asgard, alimentarse de ella y del alma de los Aesir.
-Necesitamos ver de qué se trata-afirma Bobby, y Emma asiente.
-Bobby, quédate aquí con los chicos-ordena Emma, y él niega con la cabeza.
-No voy a…
-Sí vas a hacerlo-responde ella-. Y yo me voy a llevar a Kelda, a Billy y a Paige.
-¿Qué?
-Necesito a Kelda de guía, a Billy para que nos transporte, y a Paige… porque todo esto me está dando una corazonada muy negativa.
-No hay nada que Paige haya visto que no haya visto yo…-gruñe Júbilo.
-Probablemente sea cierto, pero la señorita Guthrie es mucho más soportable.
-Debería ir yo, Emma, tu poder…
-Puede ser inútil ahí fuera, pero el tuyo es útil aquí dentro. Si los gigantes de fuego o sus primos vuelven para atormentar a los chicos, yo no podría hacer nada más que derrotarles con mi sutil elegancia… y creo que no están preparados para ello. Sé responsable, Robert.
-No me hables como si fueras Scott, Emma-gruñe Bobby, cruzando los brazos.
-Por favor, como si Scott hubiera tenido alguna vez mi estilo-susurra Emma, incorporándose-. Billy, Paige… Kelda, querida…
-Al menos que Nezhno vaya con vosotros-sugiere el Hombre de Hielo, pero Emma niega con la cabeza.
-Queremos ser sutiles, Robert. No romper cabezas y derribar muros. Nezhno, cariño, no te ofendas.
-Conozco mis carencias, señorita Frost-asiente él-. Pero si algo se tuerce, podría protegerles…
-Si algo se tuerce, prefiero que estés al margen. No voy a perder más estudiantes, ni en Asgard ni en ningún sitio.
-¿Y a dónde vamos?-pregunta Billy.
-¿Dónde se reúnen todos esos nuevos invitados?
-Al pie de Yggdrasil-responde Kelda.
-Eso no es bueno-gruñe Michael.
-Pues allí. Al pie de Yggdrasil-afirma Emma, y Billy asiente. Kelda toma su mano, y Paige y Emma Frost se acercan a él.
–QuieroquevayamosaYggdrasilquieroquevayamosaYggdrasilquiero…
Con un leve destello, los cuatro desaparecen.
-¿Qué es Yggdrasil?-pregunta Júbilo.
-El Fresno del Mundo-responde Michael-. Una especie de árbol donde se sostienen los Nueve Mundos.
-Que estupidez…
-Nezhno-dice Sincro desde una de las ventanas, y el wakandiano se acerca a él.
-¿Qué pasa, Ev?
-Mira allí-señala Everett, y Nezhno ve algo que se mueve en la oscuridad del exterior.
-Hay cosas ahí fuera…
-Creo que necesitaremos al señor Drake antes de lo que pensábamos.
Cuando vuelven a tomar conciencia del concepto «espacio», Emma, Billy, Paige y Kelda se encuentran en una gran plaza completamente redonda. Un centenar de ejes parten de su centro, y concluyen en estatuas de mármol blanco que representan guerreros fuertemente armados. Y en el centro, se alza el árbol más grande que hayan visto nunca, un inmenso fresno cuyas ramas se extienden hasta desaparecer en el cielo.
-Yggdrasil-susurra Kelda, escondida junto a los demás en un rincón, bajo la sombra de una de las grandes estatuas-. O al menos su representación física. Ver su verdad nos volvería locos.
-Genial-afirma Billy, viendo como al menos dos docenas de gigantes de fuego, trolls, gigantes de hielo y enanos se encuentran rodeando el Fresno del Mundo, con los ojos clavados en él-. ¿Qué se supone que hacen?
-No lo sé-afirma Kelda.
-Paige, mira eso-ordena Emma, y Paige observa a los guerreros asgardianos que se mueven entre los gigantes. Una película cobriza y marcas negras que parecen circuitos recorren sus cuerpos. Sus ojos brillan, rojizos y vacíos.
-Oh, Dios mío-susurra Paige, reconociendo de inmediato lo que Kelda llamaba «infección»-. Señorita Frost, no podemos hacer frente a esto solos… no otra vez…
-No, querida. No podemos-afirma Emma Frost, mientras ve como la película metálica cubre también a los gigantes y las criaturas ajenas a los Aesir, que de pronto se convierten en cenizas. Sin gritar, sin un quejido. Emma sabe que dentro de sus posibilidades lo han hecho voluntariamente.
Así es como son las cosas con Falange.
1.- Johnny Blaze gobierna, junto a Agatha Harkness un reino infernal unificado. ¿Los detalles? En Guerras Infernales.
2.- El Hombre de Hielo tuvo algunos problemas a raíz de su secuestro por Loki, que intentó utilizar su poder para dominar a los Gigantes de Hielo, provocando que por un tiempo Bobby perdiera el control de sus poderes y tuviera que llevar un cinturón especial para no quedarse atrapado en su forma helada. No, no guarda buenos recuerdos de Asgard. Pobre.
3.- El reino de los gigantes de fuego.
Genial, tío. Vaya mezcolanza que has hecho, Asgard+Falange… nada bueno saldrá de aquí, seguro, jejeje…
No… nada bueno, seguro. Pobres niños-X…