El Universo Marvel es un lugar amplio, por el que se mueven muchos héroes y villanos, y en el que las aventuras se suceden sin parar. Aquí os ofreceremos algunas de ellas…
#19 – El Poder IV
Atando cabos
Por Correia
Fecha de publicación: Mes 175 – 11/12
Jack Milton llevaba un par de horas conduciendo. Según el reloj del coche, era ya mediodía… se dirigía al Instituto Bishop Maginn de Albany. Buscaba a un tal Phil Coulson. Martha, su fantasma, le había dicho que le ayudaría. «Su fantasma». Como sonaba eso. La verdad es que las últimas horas habían sido toda una locura. Con lo tranquilo que parecía su puesto de vigilante… y ahora, metido en una conspiración internacional, perseguido por un ejército clandestino, rodeado de fantasmas… era un protagonista de una novela de Brian Lumley…
El automóvil llevaba GPS. Le guió a través de la ciudad. Atravesó la avenida Delaware, se metió en la Segunda Avenida y llegó a su destino, en la calle Slingerland. Era un edificio moderno, adornado con una gran cruz que le denotaba como instituto católico.
Aparcó. Apenas había estudiantes en el exterior. Entró en el edificio, y se dirigió a la dirección. Una joven afroamericana, con el pelo recogido en una coleta, le atendió tras el mostrador.
«Buenos días, ¿qué desea?», preguntó.
«Hola, me llamo Jack Milton. Busco a Phil Coulson. Trabaja aquí.»
«El profesor Coulson está ahora mismo en clase. ¿Es familiar de algún alumno suyo?»
«No, es algo personal. Me envía una amiga suya, Martha.»
«Acaba dentro de quince minutos. Si quiere esperarle, su despacho está al fondo del pasillo. Es el 15-A.»
«Muchas gracias.»
Jack salió del despacho, y se dirigió al lugar indicado. Encontró la puerta del despacho, y se sentó en un banco junto a él, esperando que el tal Coulson pudiera ayudarle…
Martha Torres estaba inmovilizada. Su espíritu estaba atrapado por la magia del hombre que acababa de llegar, vestido con un jubón grisáceo, y con un poblado bigote y la cabeza rapada.
«¿Quién eres?», preguntó la chica. «¿Cómo puedes verme… atraparme?»
«Soy un adepto de la orden de Thule, servidor de Skorpio. Llevamos mucho tiempo detrás de ti, jovencita. Creíamos que con tu muerte resolveríamos el problema, pero… fíjate… aquí estás.»
«No sé qué ha pasado», confesó la chica.
«Oh, supongo que tu espíritu se ha quedado atrapado en el limbo. No tardará en que algún reino demoniaco te reclame, supongo, pero…», se encogió de hombros. «Mientras, eres mía. Traed el cuerpo.»
Un par de hombre entraron llevando una camilla. Martha entró en shock. Encima, totalmente desnuda, estaba su cuerpo.
«Pero… ¿qué?», exclamó.
«Oh, querida. Sé que voluntariamente no me dirías nada… y pensarás que siendo un espíritu no puedo torturarte, que no hay nada peor que la muerte… pero da la casualidad de que soy un nigromante. Vas a aprender lo que es el dolor.»
Se dio la vuelta, y sacó un pequeño cuchillo plateado, adornado con runas y un pequeño dragón en la empuñadura. Con pulso firme, hizo una pequeña incisión en el brazo del cadáver. Martha sintió como si le hubieran arrancado el brazo, y no pudo contener un agónico grito, derrumbándose.
«¿Qué… que… me has… hecho?», balbuceó, cuando logró recuperar la compostura.
«Sólo he empezado», respondió el mago.
«¿Señor Coulson?», preguntó Jack al hombre que entraba en el despacho.
«¿Sí?», respondió. Era un hombre de unos cuarenta años, delgado, con pelo moreno aunque ya escaso. Vestía un suéter y unos vaqueros, y llevaba un maletín. No destacaba entre el profesorado de cualquier instituto. Jack se preguntaba si no estaría equivocado.
«Me llamo Jack Milton. Me envía Martha Torres.»
Phil arqueó una ceja, entre sorprendido e incrédulo.
«Martha está muerta», respondió.
«Lo sé. Me dijo que le recordara Tahití, lo del pulpo.»
«Entra», lo cortó bruscamente, abriendo la puerta de su despacho.
Jack entró primero, y tras él Coulson, que cerró la puerta y, antes de que Jack pudiera reaccionar, lo tumbó sobre la mesa y lo encañonó con una pistola.
«¿Quién eres? ¿Cómo sabes lo de Tahití?», le interrogó.
«Soy el que encontró el cadáver de Martha. Era… soy… vigilante de seguridad en Roxxon. No sé por qué comenzaron a perseguirme. Eran agentes de Skorpio. Martha los estaba investigando. Creen que tengo información sobre ellos.»
«¿Y cómo sabes tú todo eso? ¿Quién te lo ha contado?», preguntó Phil, mientras apretaba el cañón de su arma contra la frente de Jack.
«Me lo contó Martha. Después de morir.»
Phil apartó el arma, y dejó a Jack que se incorporara.
«Lo de Tahití fue una cosa de vudú, zombis y nigromantes. Sólo Martha podría haber escogido esa misión de todas las que hicimos juntos. Sobre todo después de muerta. Venga, chico, siéntate y cuéntamelo todo.»
Jack se sentó, mientras Phil guardaba su arma y se acomodaba en su despacho. Jack comenzó a hablar, le contó todo, los sueños, el helicóptero, el coche volador, el refugio. Phil le dejó hablar, sin preguntarle nada, hasta que acabó. Entonces, se echó para adelante.
«¿Y dónde está Martha ahora?», le preguntó.
«No lo sé», admitió Jack. «Pensé que se reuniría con nosotros.»
«Debe estar en problemas.»
«¡Pero si ya está muerta!», exclamó Jack. «¿Acaso podría pasarle algo peor?»
«Sí», respondió tajantemente Phil. «Prepárate. Nos vamos. Voy a llamar a unos amigos por el camino.»
«¡AAAARRRRRGGGGHHHHH!»
Martha gritaba. El dolor era insoportable. Y lo peor es que ni siquiera la esperanza de la muerte podía aliviarla… porque ya estaba muerta.
El nigromante se entretenía arrancando tiras de piel de su cuerpo, pero la que sufría el dolor, mucho mayor del que hubiera creído posible, era el espíritu de Martha. El cuchillo, cubierto de runas místicas, y los conjuros que había lanzado el mago la tenían inmovilizada, encerrada en un círculo de energía del que no podía salir, mientras intentaba evitar responder a sus preguntas.
«¿Dónde está el disco?», le preguntaba una y otra vez. «¿Dónde está el hombre?»
Martha había recibido entrenamiento contra los interrogatorios, contra la tortura, incluso contra los ataques telepáticos… pero SHIELD no te entrenaba para resistir la nigromancia.
Otro rápido movimiento de cuchillo, otro pedazo de piel arrancada, otro grito… y así llevaba ya una pierna y más de medio brazo despellejados. Martha no sabía cuánto más podría aguantar. Esperaba que Jack hubiera podido contactar con Phil… aunque no sabía qué podrían hacer por ella en realidad…
«Ahí están», dijo Phil desde lo alto de un árbol, observando por unos prismáticos. Jack lo esperaba abajo, nervioso. El viaje había sido mucho más rápido que la ida, Phil no había bajado de los 200 Km/h en todo el trayecto. Había hablado con alguien por el móvil, al que había dado un par de frases código, y luego no había vuelto a abrir la boca. Al llegar, dejó el coche cerca de la entrada, bien oculto entre los árboles, y le indicó a Jack que lo siguiera en silencio.
Bajó de un salto, y abrió un maletín que había sacado del maletero. Dentro había un fusil de asalto, desmontado. Phil comenzó a montarlo cuidadosamente.
«Hay un tipo calvo que está rajando el cadáver de Martha», dijo. «Me temo que sea un nigromante. Si es así, Martha no podrá resistirle mucho. ¿Crees que puedes hablar con ella de alguna manera?»
«No lo sé», admitió Jack. «Hasta ahora ha sido ella la que ha contactado conmigo siempre.»
«¿Y con otros muertos?»
«Nunca lo he hecho.»
«Pues va siendo hora de que lo intentes. Espero que seas más como Harry Keogh (1) que como Melinda Gordon (2). No tienes el culo de la Hewitt, eso seguro…»
Jack se concentró. Comenzó a llamar a Martha, primero en pensamiento, luego en voz baja. La sentía… pero no podía hablar con ella. Sintió su dolor. Y una energía que impedía que se comunicase con ella.
«Martha está encerrada», dijo al cabo de un rato. «Hay algo que la bloquea y no me deja hablar con ella.»
«Pues entonces somos dos contra medio centenar de escorpiones, si no me fallan las cuentas. A menos que consigas encontrar más muertos que quieran ayudarnos. Yo, de momento, voy a cargarme a ese tío.»
Phil volvió a subir al árbol, fusil en mano. Preparó el arma, apuntó cuidadosamente, y la cabeza del brujo reventó como si de un melón se tratase. Unos cuantos disparos más liquidaron a varios de los agentes de Skorpio, que, tras la sorpresa inicial, comenzaron a desplegarse por el terreno, preparándose para devolver el ataque.
Bajó de un salto, y comenzó a correr, indicándole a Jack que le siguiera, pero en silencio. Se acercó a un árbol seco, y, colgándose de una de sus ramas, la dobló, abriendo una puerta secreta. Le hizo señas a Jack para que entrara, y la puerta se cerró tras ellos. Bajaron unas escaleras, en penumbra, iluminada sólo por unos pequeños leds en los peldaños, hasta un pequeño hall.
«¿Dónde estamos?», preguntó Jack.
«Dentro del refugio, en otra ala. Vamos a esperar refuerzos.»
Phil dejó su maletín y su fusil en la mesa, se sentó en una silla, y comenzó a recargar el arma.
«Gracias, Jack», dijo una voz tras él. Jack se sobresaltó y ahogó un grito, y Phil, de un rápido movimiento, se lanzó sobre él, arma en mano, dispuesto a protegerlo… pero no había nadie.
«¿Qué ha pasado?», le preguntó, ayudándolo a incorporarse.
«Era Martha», respondió. «Está aquí con nosotros.»
CONCLUIRÁ
1.- Harry Keogh es el protagonista de las Crónicas Necroscópicas, de Brian Lumley.
2.- Melinda Gordon es la protagonista de la serie de televisión Entre Fantasmas.
CORREO MARVELTÓPICO
¡Nueva entrega! Ya quedan menos para acabar…
Tomás Sendarrubias dice: «¿¿¿Coulson??? ¡¡¡Jaaaa, ja, ja!!! Qué bueno. Oye, muy bueno el ritmo, muy cinematográfico. Y ya veo que hasta aquí ha llegado Skorpio… el de los Simpson, claro…«
Skorpio estará en todos lados… más de los que creéis…
¡MarvelTópicos saludos!
Que curiosa me está pareciendo la historia esta que mezcla fantasmas, espías, a Skorpio, al agente Coulson, a un nigromante torturados…
¡¡Me gusta, jefe!! ¿Cómo cuantos episodios tienes preparados?
El próximo es el último… de momento. Aunque no lo último de los personajes.