Estela Plateada. Señor del Fuego. Legado. Sota de Corazones. Bill Rayos Beta. El Hombre Imposible. Poseedores de poderes sobrehumanos que han jurado preservar el status quo del Universo.
#27 – Causas
Por Bergil
Fecha de publicación: Mes 28 – 8/00
El teléfono sonó un par de veces en la zona de recepción del cuartel general de los Cuatro Fantásticos, en la Torre de las Cuatro Libertades. Luego, el robot encargado de la recepción descolgó el auricular y contestó la llamada con su agradable voz de soprano.
– Buenos días. Fantastic Four Incorporated. Ha llamado usted al 555-4444. Le atiende Roberta. ¿En qué puedo ayudarle?
P’stel era una colonia skrull que vivía principalmente de la agricultura, la pesca y la ganadería. Sus habitantes tenían una vida idílica, pacífica y tranquila. O, al menos, lo era hasta aquel día en que la destrucción se abatió sobre su desprevenida población. Sin previo aviso, un solo ser llegó desde el espacio y comenzó metódicamente a reducir a escombros todos los centros de comunicaciones, centrales de energía y demás puntos vitales del planeta. Vestido con una brillante armadura de color violeta, no empleaba más medio para canalizar su furia devastadora que sus puños, ante los que ningún material parecía ser lo bastante resistente como para resistir los impactos.
Cuando terminó, se dispuso a marcharse. Pero una vocecilla a su espalda le detuvo en seco. Esa voz pronunció dos únicas palabras:
– ¿Por qué?
Se giró, y vio a una niña skrull que apenas levantaba un metro del suelo. Su cara estaba sucia por el polvo, en el que las lágrimas habían dejado un rastro claramente visible.
– ¿Qué?
– ¿Por qué? -repitió la niña-. ¿Qué es lo que hemos hecho? ¿Hemos sido malos?
El ser de la armadura no contestó. Titubeó un instante, mientras miraba en silencio a la niña, y luego dio media vuelta y despegó. Tras él quedaba una devastación absoluta, que condenaba a los p’stelanos a duros sufrimientos para sobrevivir… si es que lo lograban.
Mientras viajaba por el espacio sin rumbo definido, Ganímedes no podía evitar pensar en lo mucho que echaba de menos a Jack. ¡Cómo había cambiado su vida en tan poco tiempo! Educada desde la infancia para ser una Célibe, un miembro de la orden guerrera creada para enfrentarse a Tirano, no había conocido más relación que las que surgían dentro de la propia orden: camaradería algunas veces, rivalidad las más de ellas, frustración ante las derrotas, satisfacción ante la (aparente, aunque entonces no lo sabían) derrota… Todo aquello había cambiado al poco de despertar de su sueño criogénico de milenios. En su primer enfrentamiento con el regresado Tirano conoció a Sota de Corazones (1). La camaradería con el compañero caído fue dando paso a sentimientos más personales conforme fueron conociéndose mejor. Sin embargo, la aparición de Perséfone (2) le recordó sus deberes para con la orden, pero finalmente no pudo acallar por más tiempo las voces que surgían de su corazón y abandonó Leda para reunirse con Jack (3). Sin embargo, el misterioso mal que le aquejaba (4) fue agravándose más y más, hasta que finalmente no vio más salida que permitir que Thanos se lo llevara para curarle (5). Y sin Jack, nada la ataba ya a Titán, así que partió para vagar por el espacio (6), lista para hacer frente a cualquier cosa que se presentara y que distrajera su mente de su amado.
Un resplandor a su derecha llamó su atención. Aceleró para aproximarse, y pudo ver que se trataba de una nave que, alcanzada por una tormenta de meteoritos, vagaba a la deriva, con el débil resplandor de sus motores por toda fuente de energía. Observando con atención, Ganímedes pudo ver que las cápsulas de salvamento habían sido eyectadas, por lo que la tripulación debía haber abandonado el pecio ahora inútil. Movida por un presentimiento, se acercó a la nave y se introdujo por el boquete más próximo a lo que parecía el puente de mando de la nave. Los sistemas parpadeaban débilmente. La energía estaba casi agotada. Ganímedes se disponía a marcharse cuando uno de los indicadores llamó su atención. Mostraba que en las bodegas de la nave había un gran número de formas de vida, y que el aire respirable estaba casi agotado.
A Ganímedes no le costó familiarizarse con los controles, y desviando toda la energía no esencial al sistema de aire, hizo que se renovara la atmósfera de las bodegas. Memorizando su situación dentro de la nave, se dirigió hacia allí. No tardó mucho en llegar. El cierre parecía estar atascado, pero bastó una descarga de su bastón de energía para permitirle acceder al interior. Lo que vio le heló la sangre en las venas: filas y mas filas de seres, encadenados con grilletes y aspecto abatido. la mayoría tumbados en el suelo, sin fuerzas; algunos no volverían a levantarse jamás.
Evidentemente, la tripulación de la nave se había marchado sin ocuparse de aquellos a los que dejaba atrás. ¿No habían podido… o es que ni siquiera les había importado?
– ¿Sí?
– Buenos días. Le habla Edward Ranz, jefe del servicio de urgencias del Cedros del Sinaí. ¿Con quién hablo, por favor?
– Soy John Storm. ¿Qué desea?
– Verá, señor Storm, me alegro de hablar con usted. Tenemos en la unidad de cuidados intensivos a un paciente de edad avanzada. Se encuentra en bastante mal estado y, de hecho, tenemos pocas esperanzas de que logre superar esta crisis. Su estado es de semiinconsciencia, pero ha pronunciado algunas palabras; entre ellas, ha dicho «Antorcha Humana«. El nombre de este paciente es Raye, Thomas Raye. ¿Le dice algo ese nombre?
Johnny no contestó inmediatamente. El nombre de Thomas Raye había despertado en él una cascada de recuerdos, y en el centro de los todos ellos se encontraba Frankie, la humana ahora conocida como Nova. Aunque ahora Johnny estaba felizmente casado con la skrull Lyja (y completamente enamorado), Frankie Raye ocupaba un lugar muy especial en el ardiente corazón de la Antorcha Humana. Súbitamente, volvió a la realidad.
– ¿Señor Storm? -preguntaba el doctor Ranz. Evidentemente, Johnny se había abstraído, y no se había enterado de lo que el médico le estaba diciendo-. ¿Sigue usted ahí?
– Eeeer… sí, doctor, aquí estoy -respondió Johnny-. Perdone, me había quedado in albis. ¿Qué me decía?
– Le decía que el señor Raye se encuentra bastante mal, y que es poco probable que mejore. Si usted le conoce, o conoce a sus familiares, deberían venir a California lo antes posible. El factor tiempo es crucial en este caso.
– No se preocupe, doctor. Así lo haremos, doctor. Gracias, y seguiremos en contacto, ¿eh?
Una vez hubo cortado la comunicación con el Hospital, Johnny ordenó al sistema de comunicaciones que se pusiera en contacto con el Departamento de Seguridad de Oracle Enterprises. Mientras se establecía la comunicación, Johnny no dejaba de pensar que aquélla iba a ser la parte fácil de la tarea, porque la persona a quien buscaba estaba en la Tierra; pero ¿cómo ponerse en contacto con el heraldo de Galactus, si uno no tenía ni la más remota idea de dónde se encontraba el Devorador de Mundos?
Sota de Corazones se encontraba tumbado de nuevo, con una miríada de sensores distribuidos por su cuerpo, mientras Thanos hacía las últimas comprobaciones. Desde que despertara frente a Thanos, todo había sido una sucesión de pruebas, experimentos y muestras que parecían no ir a acabar jamás. Finalmente, el titán le habló, sin apartar la vista de las pantallas del sistema de sensores.
– Muy bien, Sota. Hemos terminado por ahora. Puedes levantarte.
– ¿Qué quieres decir, Thanos? ¿Has descubierto ya lo que me sucede?
– Lo que te sucede es bastante obvio: el Fluido Cero que es la fuente de tus poderes está desapareciendo de tu cuerpo, y tus poderes están disminuyendo a ojos vista. El sistema de realimentación de energía que te colocaron en Titán no es más que una solución ingeniosa, pero constituye sólo un remedio temporal, un parche momentáneo; pero de ningún modo se trata de una solución definitiva que ponga fin al mal que te aflige. De encontrar esa solución definitiva es de lo que se trata.
– ¿Y?
– ¿Y qué?. ¿Es que piensas acaso que con chasquear los dedos voy a darte la solución? En el pasado quizá fuera así, pero esos días pasaron ya. Llevará algún tiempo dar con el remedio, pero…
– ¿Pero qué? ¿Es que no te ves capaz de encontrarlo?
– ¡No pongas a prueba mi paciencia, contraxiano! -bramó Thanos, volviéndose iracundo hacia Jack-. Lo que Thanos de Titán persigue, Thanos de Titán lo alcanza. Es sólo cuestión de tiempo. Ahora, ¡déjame!
Viendo que no era prudente llevar la contraria a Thanos, Jack abandonó la habitación y salió al exterior. Aunque ya llevaba allí varios días, no dejaba de maravillarle la tranquila serenidad que irradiaba el paisaje que rodeaba la morada de Thanos. Nunca hubiera sospechado que el titán loco hubiera fijado su residencia en un lugar tan idílico.
El rugido de unos motores hizo que levantara la cabeza. Protegiéndose los ojos del resplandor del sol con la mano, pudo distinguir cómo una airosa nave descendía suavemente hasta posarse en tierra. Cuando los motores se detuvieron, la compuerta se abrió, y por ella salió una esbelta mujer de piel verde y larga cabellera negra, que avanzaba con elegancia felina.
– ¿Gamora? ¿Qué haces tú aquí?
– Hola, Sota. Yo también me alegro de verte -dijo Gamora, irónica.
– Sí, bueno, disculpa mis malos modales.
– Disculpado. Y, contestando a tu pregunta, de momento vivo aquí.
– ¿Aquí? ¿Con…?
– ¿Thanos? -dijo Gamora, completando la frase-. Sí. No es la primera vez (7); no es precisamente agradable, pero uno acaba acostumbrándose. Hasta luego -dijo Gamora, dirigiéndose hacia la casa.
– Yo de ti tendría cuidado, Gamora -le advirtió Jack-: no está precisamente de buen humor, creo.
– ¿Y cuándo lo está? -replicó Gamora con una sonrisa-. No te preocupes, Sota. Como ya te he dicho, no es la primera vez que vivo en el mismo sitio que Thanos.
El Hombre Imposible soltó un bufido. Estaba verdaderamente fastidiado. Enterarse de que el mayor zipizape cósmico de los últimos tiempos había ocurrido y no haber estado presente para meter mano era algo que deprimía hasta al poppupiano. No duraría mucho -nunca lo hacía-, pero ello no era óbice para que le resultara una sensación especialmente molesta. Impy bufó de nuevo.
A solas mientras volaba por el espacio tras dejar Titán, Genis meditó en su aspecto. La melena y la cazadora estaban bien para un joven aventurero con ganas de marcha y dispuesto a comerse el Universo; pero alguien que pretendía asumir el legado del famoso Capitán Marvel, respetado hasta por sus más encarnizados enemigos, debería tener una apariencia más acorde con semejante herencia. Habría que hacer algo.
En Satirani, comenzó a producirse una inexplicada falta de mensajes desde los mundos situados en la periferia del imperio. Parecía evidente que algo había ocurrido. Sin embargo, se trataba de mundos de economía fundamentalmente agrícola, y su valor estratégico era casi nulo. No parecía haber ninguna razón para el silencio, una vez que la casualidad quedaba descartada. Por ello, Kl’rt se había dirigido a la zona en su nave personal. Durante el viaje, ponderó las posibilidades. ¿Los odiados kree? Se encontraban todavía humillados por el Imperio Shi’ar, y no serían tan estúpidos de atacar ahora a los skrulls. ¿Los shi’ar, entonces? No, no era el estilo de Lilandra el seguir una política de absoluta expansión, a menos que las circunstancias la forzaran a ello, y digerir el Imperio Kree ya era una tarea lo bastante importante como para correr el riesgo de atragantarse por darle un bocado a los territorios de los Imperios Skrull. ¿La Tecnarquía? Por lo que habían visto hasta entonces, su estilo de operar era dirigirse directamente al centro neurálgico del Imperio a asimilar, para intentar apoderarse de él de un solo golpe, en lugar de irlo conquistando paulatinamente. ¿Quién, entonces? No importaba, pronto lo sabría.
Cuando aterrizó en el primero de los mundos, un extraño espectáculo se ofreció a sus ojos. Excepto por el centro de comunicaciones, que se encontraba destruido con precisión casi quirúrgica, el resto de las edificaciones estaban indemnes; pero no había nadie a la vista, ni sonido alguno que demostrara la existencia de una sociedad en funcionamiento. Fuera lo que fuese que les había ocurrido, ya no se encontraban allí.
Entonces, Kl’rt escuchó pasos a su espalda. Antes de que pudiera volverse, una voz dijo:
– Tú pareces ser un guerrero. Por fin ha llegado un contrincante digno de mí.
A diferencia de los demás imperios galácticos, los troyanos no habían seguid una postura marcadamente imperialista. Gobernaban su territorio con mano férrea, pero no se enzarzaban en guerras interminables por obtener unos cuantos sistemas estelares más.
En la cámara del trono, Armagedón meditaba en silencio. Su hijo Trauma estaba muerto. Asesinado por aquél coloso verde proveniente de la Tierra. Nunca hubiera sospechado que una raza tan insignificante pudiera dar lugar a alguien capaz de enfrentarse y vencer al heredero del trono troyano. Pero así había sido (8). Y no había nada que pudiera hacerse para remediarlo.
Apartando aquellos tristes pensamientos de su mente, Armagedón se dispuso a ocuparse de los asuntos de gobierno, que reclamaban su atención y que no podían ser dejados de lado.
Shinsky, Morlack y Zota despertaron lentamente, cada uno en una habitación diferente. Los tres sentían un ligero dolor, motivado por la distancia a la que se encontraban unos de otros: no lo bastante como para que el sufrimiento resultara intolerable, aunque sí lo suficiente como para mantenerles incomunicados. Grilletes neutralizadores oprimían sus muñecas, impidiéndoles el uso de sus poderes cósmicos. Sin embargo, los tres habían sido científicos, de las mentes más brillantes de la Tierra. Por lo tanto, los tres se sentaron y meditaron en silencio acerca de su situación.
No era mucho lo que recordaban. Tras apercibirse del aceleramiento de la entropía en el Universo (9), habían decidido regresar al sistema solar de la Tierra. Pero algo se lo había impedido. Algo les había dejado inconscientes y les había atrapado. Y ese algo sabía lo bastante de ellos como para mantenerles separados; ni mucho ni poco, sólo separados. Lentamente, comenzaron a recordar.
(1) En Estela Plateada v. III # 80.
(2) En Poderes Cósmicos Unlimited # 3.
(3) En Poderes Cósmicos v. II # 1-3.
(4) Desde Poderes Cósmicos v. II # 8-9.
(5) En Poderes Cósmicos v. II # 25.
(6) En Poderes Cósmicos v. II # 26.
(7) Gamora fue criada por Thanos.
(8) Se vio en El increíble Hulk # 416.
(9) En el número 18 de esta colección.
En el próximo número: ¿Quién es el misterioso oponente de Kl’rt? ¿Cómo fueron apresados los creadores de Kismet? ¿Qué tiene que hacer Nova en la Tierra? ¿A qué siniestra organización hará frente Ganímedes? ¿Es el Imperio Troyano tan pacífico como aparenta? ¿Curará Thanos a Sota de Corazones? ¿Adoptará Genis un nuevo look? Comenzaremos a responder a todas estas preguntas (y a algunas más que se nos irán ocurriendo sobre la marcha) a partir de Poderes Cósmicos # 28, en la red a partir de Agosto.
Un saludo y no dejéis de leernos, y escribid a Autopista hacia el espacio – Correo de los lectores (bergil@altavista.net) con cualquier duda o comentario que os surjan. Que no muerdo, caramba, y es muy agradable recibir e-milios (incluso aunque sean críticos).