Marvel Spotlight #24 – Nick Furia, el hombre que pudo reinar #6

Durante cerca de 50 años, Nicholas Fury fue un paladín de la libertad en una época en que el mundo se tambaleó en el filo de la navaja. Hoy, cuando el mundo se recupera del Onslaught, nuevas amenazas surgen por doquier y el director de SHIELD ya no está para combatirlas. ¿O tal vez sí?

#24 – Nick Furia, el hombre que pudo reinar #6
Último acto

Por Israel Huertas


Fecha de publicación: Mes 28 – 8/00


China, cordillera de Kun Lun, interior del pico Dingbei.

Hace apenas unos instantes, una enorme nave tecnológica ha salido de sus entrañas para comenzar la invasión de China orquestada por el anciano Garra Amarilla. Dentro, Tao Yu, más conocido como el Hombre Colectivo, acaba de ordenar al escuadrón de ninjas Si Fan que comanda que ejecuten a sus prisioneros Nick Furia, Natascha Romanov y Shang Chi, los únicos escollos en su apretada agenda.

La misión suicida para la que el coronel les enroló ya le ha costado la vida a Batroc, el saltarín. Ahora, los tres miembros restantes del grupo están a punto de saber lo que es la furia oriental en estado puro.

– Adiós, compañeros – dice el Hombre Colectivo -, me hubiera gustado mataros con más honor, pero el tiempo apremia.

Los ninjas desenvainan sus espadas y se acercan al grupo. Entonces, empieza el caos. Una pequeña nave aprovecha la salida del helitransporte robado a SHIELD para entrar en la fortaleza. Las explosiones que provocan unos acertados disparos provenientes de la nave no se hacen esperar.

Cogidos por sorpresa, los Si Fan se vuelven hacia el pandemonio que se acerca a ellos. Es el momento para que el viejo coronel comience su movimiento.

– ¡Chi! ¡Viuda! ¡Demos duro a estos capullos en pijama!

Tao Yu no lo ve venir. Observa desde su plataforma rodeada de enormes monitores como sus tres cautivos empiezan a defenderse.

El coronel Furia saca una automática de su escondite en la pernera de su mono y abre fuego sin piedad.

La Viuda Negra logra derribar a dos de los ninjas con un hábil movimiento, haciéndose con las dos espadas de ambos y encarando al resto.

Shang Chi se mueve con velocidad y lanza golpe tras golpe contra la marea de ninjas que, cada vez más, les empujan hacia su sucesor en el legado de su anciano padre.

La pequeña nave se acerca a la plataforma, disparando a diestro y siniestro, con cuidado de no dañar a sus «socios». En el interior de la misma, el hombre llamado Kaine se concentra en su marea de destrucción.

Furia se abre camino a tiros hacia la nave y grita orden tras orden.

– ¡Kaine, abre la compuerta! ¡Voy a entrar!

La nave no aterriza, pero no hace falta. El coronel salta a la compuerta abierta y se cuela en el interior mientras esta se cierra. Se acerca a la consola de mando.

– ¡Baja ahora! – le dice al siniestro clon del hombre araña -. ¡Ahí abajo vas a hacer más falta que yo!

– ¿Y usted que hará, coronel?

– Voy a cazar a Garra Amarilla y a enseñarle a exprimir un limón.

Kaine obvia el comentario racista y reabre la compuerta, por la que salta un segundo después sobre cuatro Si Fan que se disponían a abordar la nave. Según cae y comienza a dispensar golpes, la nave gira y sale de nuevo de la fortaleza hacia su objetivo.

– ¿Tú quién eres, amigo? – dice la Viuda Negra refiriéndose a Kaine.

– ¡Me llamo Kaine, señora! – responde el clon -. ¡Por ahora, soy su mejor baza!


La nave pilotada por Furia surca las cumbres de la cordillera velozmente hasta que divisa su objetivo. No se ha alejado demasiado, como sabía que haría, así que pronto le da alcance. Enseguida, las defensas del gigante volador le detectan y comienzan a dispararle con ráfagas de ametralladora.

Furia esquiva y esquiva mientras sigue acercándose con determinación.

Entonces, las defensas de Garra Amarilla empiezan a jugar duro y lanzan una salva de misiles aire-aire guiados por calor.

– ¡Joder! – exclama Furia – ¡Si que han equipado bien a esa bestia!

No se deja llevar por el pánico. Su nave cabecea y se bambolea por el aire a tiempo de esquivar los tres primeros proyectiles, que chocan contra los picos desnudos. Uno de ellos, provoca un fuerte alud que, probablemente, será lo único que las noticias destaquen de todo lo que está ocurriendo si Dum-Dum Dugan cumple con su cometido y mantiene todo en secreto.

El último misil impacta en la cola de la nave del coronel, que empieza a girar sin control. Ante el inesperado giro, Furia dirige su nave sin control hacia el lomo del helitransporte. Se levanta de los controles y se pone una de las mochilas de la parte de atrás. No hay tiempo para coger un paracaídas, sólo para rezar por que esto le salga bien.

Se sienta de nuevo en el asiento del piloto y acciona el eyector cuando la nave está punto de caer sobre el casco.

Una vez en el aire, se suelta del asiento y cae unos metros hasta aterrizar sobre el frío metal de la enorme nave. De la mochila saca una carga C-4 y la pega en el casco, apartándose unos metros mientras la hace explotar. El casco se abre y Furia salta al interior.

Está dentro.


Dentro de la fortaleza, los tres intrépidos compañeros de Furia terminan de despachar a los Si Fan y, aunque están un poco agotados, encaran a Tao Yu. Este no retrocede, como ellos esperaban. Se arranca la camiseta que le cubría el torso y les dirige una mirada que resulta irónica y amenazadora a la par.

– ¡Idiotas! – ruge -. ¡No sabéis a qué os enfrentáis! ¡ Garra Amarilla se ha esforzado mucho por hacerme merecedor de mi nombre de guerra!

Su pecho empieza a hincharse y los tres luchadores ven como, en el piso bajo la plataforma en la que están, los controladores de los monitores comienzan a gritar y retorcerse para, finalmente, caer muertos al suelo. Tao Yu crece con cada muerte. Sus pies empiezan a incrustarse en el metal de la plataforma. Sus ojos se tornan blancos y sus músculos se hinchan inhumanamente mientras él sonríe.

– ¡Mirad, estúpidos, al nuevo Hombre Colectivo!

Y se lanza contra los tres, que se apartan ágilmente ante el ataque de su antiguo asociado.

– ¡Este tío es enorme! – acierta a decir Kaine.

– Ya sabes lo que dicen – exclama la Viuda Negra mientras lanza un golpe con una de las espadas robadas -, cuanto más altos son…

No tiene tiempo de acabar la frase: uno de los brazos de Tao Yu se desliza cortando el aire hacia ella. Tiene tiempo de verlo venir y rueda con el impacto que, de todas formas, la lanza contra una de las pantallas. Sus dos acompañantes se reúnen.

– Me llamo Shang Chi, amigo.

– Yo Kaine. Estaría encantado de conocerte si no fuéramos a morir en breve.

– Mejor morir de pié que de rodillas, ¿no te parece?

– ¿Yo por arriba y tú por abajo?

– ¡Buen plan!

Y se lanzan al ataque. Kaine salta contra el rostro del Hombre Colectivo, encajándole una fuerte patada en la cara. Shang Chi hace un barrido a las piernas del chino que, apoyándose en el golpe de su aliado, tumba a Tao Yu. Por desgracia, aunque acertada, la estrategia es fútil, pues Tao Yu cae, pero no desiste.

Agarra el cuello de Kaine y le lanza contra el suelo brutalmente. De haber sido un hombre inferior, eso habría bastado, pero Kaine vibra con furia renovada y rompe la presa del Hombre Colectivo y, de paso, un par de dedos.

– ¡Bastardo! – grita Tao Yu mientras se levanta de golpe, haciendo vibrar la plataforma con una fuerte descarga de sus dos puños que desequilibra a sus oponentes -. ¡Lo estáis estropeando todo! ¡Sólo queremos lo mejor para China!

– ¡Lo mejor para China es lo que China quiera! – exclama Shang Chi -. ¡Vuestras maniobras terroristas poco tienen que ver con el bien de este pueblo!

– ¡Tu actitud es precisamente lo que nos mantiene muertos a la expectativa de los gigantes de Occidente, Shang Chi! ¡Nosotros hemos decidido actuar antes de que sea tarde!

– ¡Ya es demasiado tarde, nene! – interviene la Viuda Negra mientras clava una de las espadas en la espalda de Tao Yu -. ¡Al menos para ti!


Dos pasillos más tarde, Furia empieza a encontrar resistencia. Los desprevenidos soldados de Garra Amarilla no logran hacer frente a los recursos del coronel. Aún así, su número empieza a crecer conforme se acerca al puente de la nave y, por más trucos que guarde en su mochila, Furia sabe que no podrá mantener el ritmo.

Aprovecha una de las compuertas de ventilación y desaparece del corredor justo cuando dos grupos de soldados le hubieran acorralado. Se preguntan dónde estará el invasor y uno de ellos toma su arma y descarga un cargador entero sobre la compuerta de ventilación. Nick Furia ya no está allí.

El grupo se divide: unos siguen el conducto en una dirección y otros en la otra. Alguno le encontrará, piensan.

Merodeando por los conductos, Nick Furia se topa por pura suerte con una cámara especial. Sonríe como un viejo zorro y sale a ella. Pone su mochila en el suelo y comienza a sacar juguetes.


La hábil maniobra de la Viuda basta para enfurecer a Tao Yu. Ella salta de su espalda y corre hacia Kaine y Shang Chi mientras el Hombre Colectivo se arranca la espada.

– ¡Necios! ¡Soy más fuerte que antes y más difícil de matar!

– Pues sangras como un cerdo, capullo – dice Kaine mientras salta hacia él y le propina una salva de puñetazos en la cara -, así que, al menos, no eres invulnerable.

Aún así, un brazo de Tao Yu barre a Kaine, que sale despedido por la pasarela y cae duramente sobre una fila de ordenadores más abajo. La Viuda Negra lo aprovecha y hace dos cortes en el pecho del traidor que se abren y sangran, debilitando más a la agresiva mole. La antigua bailarina esquiva dos golpes más y deja la pista libre para Shang Chi, cuya habilidad con las artes marciales hacen mella en las defensas de Tao Yu.

Kaine vuelve a la refriega a tiempo de ver como el maestro del Kung Fú hace retroceder a su oponente golpe tras golpe. La Viuda se une a él, fijándose en una herida que sangra en el costado del clon.

– ¡Estás herido! – dice la espía.

– No es nada, no te preocupes. ¿Soy yo o el tipo ese es cada vez más pequeño?

– Es verdad, se encoge. Las heridas le afectan más de lo que deja ver.

Aún así, con un certero movimiento, coge la cabeza de Shang Chi con una mano y lo levanta como un pelele mientras, con la mano libre, saca de un compartimiento de su cinturón lo que parece un mando a distancia.

– ¡Muy bien, traidores! – ruge Tao Yu -.¡ No me queda mucho tiempo, pero si voy a morir, os llevaré conmigo!

Y apoya su pulgar contra el botón rojo del mando.

Entonces, se oye un relámpago que los paraliza a todos.


Garra Amarilla nota la primera explosión cuando la nave empieza a girar sin control. Uno de sus hombres le informa que ha estallado el reactor y que la nave está condenada.

– ¡No! – grita el anciano terrorista – ¡Ahora no! ¡No tan cerca!

Como el resto de sus hombres, corre hacia el hangar para ponerse a salvo. Entra en la nave más grande, la única que tiene diseño propio y que se distingue del resto por no tener el mismo perfil SHIELD de las otras. Abre la compuerta de la sala de control y, un potente puñetazo, le hace caer hacia atrás. Una pistola le encañona y la voz de Nick Furia surge tras ella:

– Sólo lo voy a preguntar una vez. ¿Quién?

– ¡Estás loco! ¡Has volado mi nave y ahora vamos a morir los dos!

– Respuesta incorrecta – dice Furia, amartillando su arma.

– ¡Moriré de todas formas, no me importa tu treta infantil!

– Si me dices lo que quiero saber, te dejaré en lugar seguro, libre para empezar otra vez. Ahora no trabajo para SHIELD, no tengo las manos atadas, pero tienes que ser sincero conmigo y decirme quién te pasó las armas y las especificaciones técnicas de todos este armamento secreto.

Garra Amarilla mira a Furia y le examina con curiosidad. Tiene a su rival como un hombre de palabra y una oportunidad es una oportunidad.

– David Knight – dice finalmente.

– Gracias – dice Furia mientras vuelve a poner el seguro a su pistola.

Un empujón y el anciano sale disparado de la nave al suelo del helitransporte mientras rugen las sirenas. Lanza todo tipo de improperios a Nick Furia en perfecto chino mientras su única posibilidad de salvación abandona el hangar.

Segundos después, el helitransporte se despeña contra el valle y explota en una salvaje salva.


EPILOGO

Nick Furia ha vuelto a la fortaleza y encuentra a Tao Yu muerto, con un disparo en la cabeza y a sus tres aliados atendiendo a un Batroc que aún sangra pero que parece estar vivo.

– Parece que os habéis divertido por aquí – dice jocosamente el coronel.

– Oui… mon amí . .- responde Batroc -… algunos más que otgos…

– Me alegro de verte con vida, saltarín – prosigue Furia -. Hemos terminado chicos. He avisado por radio y en una hora llegará el destacamento de SHIELD más cercano a clausurar este recinto.

– ¿Y los hombres de Garra Amarilla? – pregunta la Viuda Negra.

– Los que hayan escapado lo tendrán complicado para volver a ser una amenaza, pero si llegaran a serlo, Dugan se ocupará de que no lleguen a serlo.

Shang Chi, que se había mantenido al margen, pensativo, se acerca a Furia y pregunta:

– ¿Y mi padre, Nick?

– Lo siento, chico – dice el coronel poniendo una de sus manos en el hombro del guerrero -, esta vez no volverá.

Shang Chi le da la espalda y se dirige hacia la salida.

– Siempre vuelve, Nick. Para mi pesar, siempre vuelve.

– Ese cretino iba a detonar toda la base, señor – interviene Kaine -. Por suerte, parece que a Batroc aún le quedaba alguna vida por gastar y le acertó entre los ojos.

– Yo solo… quegía desagmaglo… en segio.

– Y, ahora, ¿qué? – dice la Viuda Negra -. ¿Vas a volver a SHIELD y retomar tu puesto en el mundo de los vivos?

Furia saca un puro de un bolsillo en su maltrecho pantalón y lo enciende con mimo. Exhala el humo de la calada y mira a la espía.

– Aún no. Hay… flecos en este asunto que tengo que resolver primero. Hay un hombre que me debe respuestas y luego, quién sabe. SHIELD necesita unos cambios drásticos para que esto no vuelva a pasar.

¿FIN?

EL PAIS DE LOS CIEGOS

¡Se acabó la miniserie! Escribenos y danos tu opinion.

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