Tiene muchos nombres: Marc Spector, mercenario. Steven Grant, playboy. Jake Lockley, taxista. Todos ellos no son sino una fachada para el héroe que ha vuelto por dos veces de la muerte, el Puño Vengador de Khonshu… el Caballero Luna
#68 – La sombra de la Luna
Por Alex García
Fecha de publicación: Mes 28 – 8/00
Oficinas de SpectorCorp, 22:35.
Marc Spector estaba sentado en su despacho, trabajando; se había quitado la chaqueta y aflojado su corbata para estar más cómodo mientras revisaba varios informes de su compañía; un montón de papeles cubría su mesa, casi ocultándola de la vista. Dio un largo sorbo a su taza de café, saboreándolo largamente, como si fuese la primera vez que probaba el café en años. Enfrascado como estaba en su trabajo, apenas se dio cuenta de que alguien estaba llamando a la puerta con los nudillos. Como estaba cansado de estar sentado, se levantó para abrir la puerta, pero le sorprendió que allí no hubiera nadie. Nuevamente oyó el sonido de unos nudillos, pero esta vez se dio cuenta de que no golpeaban madera, sino cristal. Se volvió para ver al Caballero Luna abriendo la ventana de su despacho.
– Ya que no me abre la ventana, he decidido hacerlo yo mismo – dijo el Caballero mientras entraba.
Marc Spector se cruzó de brazos: había estado esperando este encuentro, y estaba preparado.
– Bien, bien, así que es usted el Caballero Luna; es un placer conocerle al fin – dijo Spector con sarcasmo.
– Dejémonos de historias y vayamos al grano – respondió el encapuchado -; usted no es Marc Spector.
– ¿No lo soy? Pues debo ser su hermano gemelo, ¿No le parece?
– Es usted un impostor… – dijo el Caballero, que realmente ya no sabía que decir, desconcertado como estaba al hablar con un doble perfecto de sí mismo.
– ¿Yo soy un impostor? ¿Y qué hay de usted? ¿Cree que por ponerse ese traje es el Caballero Luna? Pues resulta que está muerto, amigo mío… yo lo sé mejor que nadie.
El pulso del Caballero Luna se aceleró al oír esas palabras: ¿Qué sabía aquel hombre que parecía un reflejo de sí mismo sobre su muerte?
Como si leyese su mente, Spector dijo con una sonrisa:
– ¿Por qué no me obliga a decírselo?
El Caballero Luna avanzó, dispuesto a sacarle la verdad a golpes a su doble, cuando de repente alguien llamó a la puerta.
– Señor Spector, ¿Puedo entrar? – Era una voz de mujer, sin duda su secretaria.
– No hemos acabado aún – dijo el Caballero mientras salía por la ventana.
– Efectivamente – respondió Spector, mirando a la ventana abierta -, acabamos de empezar.
Mansión Spector.
En el tejado, Marlene Alraune contempló cómo el Lunajet aterrizaba silenciosamente; del vehículo bajaron Jean Paul Duchamp – Frenchie – y el Caballero Luna.
– Marc… ¿Le has visto? – preguntó ella. El Caballero Luna se quitó la máscara.
– Ojalá no lo hubiese hecho – replicó él -; era como estar hablando con… con un espejo. Y lo peor de todo…
– ¿Qué, Marc? ¿Qué es lo peor? – preguntó Frenchie.
– Lo peor de todo es… que no estoy tan seguro de que él no sea el auténtico Marc Spector.
Salón principal de la Mansión Spector.
Marlene, Marc y Frenchie estaban sentados, mirando al vacío, cada uno sumido en sus propios pensamientos.
Marc Spector estaba confuso; había vuelto de la muerte sólo para encontrarse conque alguien idéntico a él había reclamado su nombre; pero ¿Y si ese hombre no era un impostor, sino el verdadero? ¿Y si él mismo era una copia, una sombra creada por Khonshu para seguir con la misión encomendada al Caballero Luna original? Estaba a punto de sufrir una crisis de identidad, peor aún que cuando empleaba otras tres personalidades.
Frenchie meditaba sobre lo sucedido: al descubrir que el último año de su vida era una mentira no había podido evitar alegrarse, puesto que entre otras cosas había recuperado el uso de sus piernas, pero no podía evitar preguntarse a sí mismo varias cosas; si Chloe, su amada, evidentemente no era una Templaria, dedicada a proteger al heredero de la Estirpe, ya que no existía, ¿Era falso también el amor que había sentido por ella? Hacía tiempo que se habían separado… ¿Por cansancio o porque les habían condicionado para ello? ¿O porque la ilusión del amor se había desvanecido al fin? Tenía que averiguarlo… Miró al hombre que tenía enfrente… era Marc, sin duda. Había pasado muchos años junto a ese hombre como para tener dudas; el problema era que el propio Marc empezaba a tener dudas de su propia identidad… Frenchie temía que la historia volviese a repetirse.
Al principio Marlene Alraune dudaba de que el hombre a su lado fuese Marc Spector, confusa como estaba al haber visto a otro hombre idéntico a él. Luego lo miró, miró esos ojos cansados que sin embargo tenían un brillo especial, un espíritu de lucha que no podía ser reprimido fácilmente: fue entonces cuando reconoció al hombre que había dado su vida años atrás para protegerla, el hombre que se alzó de entre los muertos ante ella.
El hombre que estaba en esa sala era Marc Spector, sin duda.
– Marc – dijo -, no importa que ése hombre se parezca a ti… tú eres el auténtico.
– ¿Cómo puedes estar segura, Marlene?
– Simplemente lo estoy – respondió mientras lo abrazaba.
Pasados unos minutos, Marc se separó de ella con renovado ímpetu.
– Frenchie – dijo -, empaqueta todas las cosas relacionadas con el Caballero Luna, así como todo lo que demuestre que hemos estado aquí.
– Oui, Marc. ¿Puedo preguntar por qué?
– Nos mudamos – fue su única respuesta.
Afueras de New York.
– Bien, ya han visto la mansión; como ya les dije, está en bastante buen estado a pesar del tiempo que lleva abandonada. ¿Qué opinan? – preguntó un hombre bajo de unos cincuenta años.
– Soberbia – replicó Marc -; nos la quedamos.
Marlene y Frenchie no sabían qué pensar; de repente Marc había cogido el teléfono y había llamado a una inmobiliaria. La agencia les llevó hasta esa casa, antiguamente propiedad de una estrella de cine de los sesenta que se había suicidado al descubrir que su marido le era infiel con otra mujer. ¿Para qué quería Marc aquella casa?
– Bueno, no lo sé – dijo el hombre -, tengo varias ofertas por la casa y…
Marc sabía, por el estado de la vivienda, que poca gente podría estar interesada en vivir allí. Aún así, decidió seguirle el juego al hombre; sacó un talonario de cheques y firmó uno. Marlene apenas pudo contener una exclamación de sorpresa al ver el nombre de la firma, cosa que no pudo hacer el vendedor al ver la cifra del cheque.
– Bu… bueno, supongo que usted necesita más la casa… – tartamudeó.
– Exacto.
– En ese caso – dijo, reponiéndose -, es suya. Le mandaré los papeles para firmar mañana a primera hora, señor Grant.
Una vez el hombre se fue, Marc se encontró con los rostros preocupados de Marlene y Frenchie.
– ¿Qué pasa?
– ¿»Grant«? ¿Como «Steven Grant«? Marc, ¿Qué te propones? – preguntó el francés.
– Calmaos – levantó las manos -; aún conservo varias cuentas de mi identidad de Grant, y durante todo el asunto de Seth ingresé varias cantidades en caso de que consiguiese adueñarse de mi compañía. Además, no podemos usar los fondos de Spector, o quien quiera que sea el que está usado mi nombre sospechará. Prefiero mantener el anonimato… por ahora, así que de momento podéis volver a decir «hola» a Steven Grant.
– Marc, creo que la gente sospechará al ver que Marc Spector y Steven Grant son idénticos – dijo Marlene.
– Ya pensaré en algo. Ahora tengo que irme; limpiad un poco la casa, ¿vale?
– ¿Adonde vas, Marc?
– A renovar mi licencia de conducir, francés. La necesitaré para conducir el taxi…
– Oh, dios – dijo Marlene una vez Marc se había ido -. Está volviendo a pasar, Frenchie. Se volverá loco otra vez, sin saber quién es en realidad.
– Esto sólo durará hasta que consiga desenmascarar al impostor, Marlene; por eso tenemos que ayudarle, para que esta pesadilla se acabe cuanto antes.
– Espero que tengas razón.
– Y yo. Ahora voy a buscar el Lunajet y luego arreglaremos la casa un poco, ¿vale?
– Está bien.
Sola, delante de la mansión, Marlene no pudo reprimir un escalofrío que nada tenía que ver con el frío viento que soplaba.
Un taxi se paró ante la mansión. A Marlene no le costó mucho esfuerzo reconocer el viejo vehículo; vestido con ropa de calle usada, Marc se bajó del coche.
– Y…¡Jake Lockley ha vuelto! – dijo mientras sacaba unas bolsas del coche.
– Steven… digo, Marc – Marlene no pudo evitar avergonzarse al darse cuenta de que había caído en el error de volver a llamarle así -, me preocupa que vuelvas a confundirte, a no saber quién eres…
– Y a mí también – respondió él, muy serio -, pero voy a necesitar toda la ayuda que pueda, y sólo como Lockley puedo conseguir información que el Caballero Luna no podría obtener a puñetazos.
– Marc…
– Relájate, rubia, todo está en orden. Y ya sé cómo resucitar a Grant. Sígueme.
– Sorprendente – dijo Frenchie. Los tres estaban en el cuarto de baño, que había cobrado mejor aspecto después de una limpieza intensiva. Pero lo que había sorprendido al francés no era eso, sino la transformación que había sufrido su amigo: con el pelo teñido de negro y echado hacia atrás, unas gafas y una perilla falsa, era difícil de creer que ese hombre fuera Marc Spector.
– Afortunadamente – dijo Marc -, en mi época de Grant fui bastante discreto, así que hay pocas fotos mías, con lo que con suerte nadie relacionará a Grant con Spector. Además, siempre podemos decir que existe algún parentesco entre los dos… quizás primos lejanos.
– Con suerte… – le recordó Marlene.
– No podemos fiarnos de otra cosa – alguien golpeó la puerta de la entrada -. Bien, el servicio ya ha llegado. Vamos a recibirles, ¿Queréis? .
– ¿Servicio? ¿Cómo has encontrado gente tan pronto? – preguntó Marlene, extrañada.
– Imagino que serán gente de confianza ya que inevitablemente averiguará tu identidad secreta.
– Tranquilizaos – dijo Marc mientras abría la puerta -; son gente de total confianza.
Un hombre y una mujer, de edad avanzada, estaban en la puerta, sonrientes. Marlene y Frenchie les reconocieron inmediatamente.
– ¡Nedda! ¡Samuels! – dijo Marlene mientras los abrazaba -, ¡Cuánto os he echado de menos!
– Y nosotros a usted, señorita Alraune – Samuels miró a Marc -. Curioso cambio de imagen, señor.
– No es muy bueno si me habéis reconocido, amigo.
– Hemos trabajado mucho tiempo con usted como para no reconocerle aunque se disfrace, señor – dijo Nedda.
– Bueno, ya que estáis aquí – dijo Frenchie – pasad, yo os traeré las maletas.
– No será necesario, señor. Una joven encantadora, que tengo entendido va a trabajar aquí con nosotros, nos trajo en coche; ahora está aparcando e insistió en que ella traería las maletas.
– ¿Has dicho una joven? – el corazón de Jean Paul se aceleró; sólo podía tratarse de una persona. En ese momento pudo ver a una mujer joven, de cabello moreno, que cargaba con varias maletas.
– Podrías echarme una mano, Jean Paul – sonrió -, sobre todo ahora que puedes caminar de nuevo.
– ¿¿Chloe??
PRÓXIMO NÚMERO: Steven Grant vuelve, y Jake Lockley conduce de nuevo su taxi. Continúa el misterio de Marc Spector y el Caballero Luna se enfrenta a lo que queda del Imperio Secreto. ¿Y el retorno de Medianoche?
Bueno, tenemos carta (¡La primera! ¡Bieeen!), curiosamente de uno de los editores, Carlos Correia. Paso a responder:
Hola, Alex!
Te escribo al correo del Caballero Luna para felicitarte. Tras los tres números de Pablo, en los que sólo pasaba una cosa por número (y encima, esa cosa era la muerte de uno de los protagonistas), entre el número de Peter y los tuyos habéis conseguido arreglar el desaguisado. Felicidades.
Graacias. De verdad que sí. Aunque aún no he terminado… y sí, claro que acabaré algún día. Ya falta menos…
Quería preguntarte un par de cosas sobre la serie:
– ¿Volverá Marc a tener varias personalidades, o te vas a quedar en una sola? ¿O lo harás según te dé por ahí, es decir, con una principal y las otras simplemente cuando sean necesarias?
«Pos» lo segundo, es decir, seguirá siendo Marc, pero debido a los acontecimientos se verá forzado a volver a ser Grant y Lockley. Procuraré que no vuelva a chiflar con el tema de sus personalidades…
– ¿No crees que, entre tanta resurrección y cambio de personalidad, necesita una cita con Doc Samson? ;D
Podría, podría ser. Pero no creo que Marc se fiase de un tío que tiene el pelo verde… ;D
– ¿Volverá la Mosca a escena?
No desde que se lo cargó el Azote (ya sería mucho retconear, ya). Y no, no creo que vaya a crear una nueva…
– ¿Saldrá el peor enemigo del Caballero, el temible Kavanagh? ;DDD
Puess… me estaba planteando el cargármelo, pero tengo miedo de que luego me retconeen la historia…
– ¿Se nota mucho que escribo esta carta esperando que tu escribas a mis series?
Qué va, qué va… un día de estos lo hago, prometido.
Y nada más. Los que queráis seguir el ejemplo de Carlos (que ‘pa’ eso es el editor, jeje), no tenéis más que escribir a alexmola@hotmail.com.