Thor #512

Hijo de Odín y Gea, dios del trueno, portador de Mjölnir, el martillo encantado hecho del mineral místico de Uru. Cuando Midgard o Asgard corren peligro, los cielos retumban saludando a su defensor más aguerrido.

#512 – Falta de caridad II
Quien quiera destruir a los dioses…

Por Bergil


Fecha de publicación: Mes 27 – 7/00


Nota del Editor: En ningún caso, la enumeración de panteones y/o dioses que se hace en esta saga debe considerarse como exhaustiva. Es decir, existen (o pueden existir) panteones en el Universo MarvelTópico que no intervengan en esta saga; y dentro de los que se mencionan de manera expresa, hay más miembros que los que aparecen explícitamente.


Thor avanzaba en silencio mientras enfilaba la salida del reino de Hela. Los últimos acontecimientos le habían preocupado hondamente. El dios del trueno ya no era el forzudo bebedor y pendenciero que la mitología escandinava acostumbraba a presentar: tras siglos y siglos de batallas sin cuento, había aprendido a apreciar las alegrías de la paz, y a meditar antes de lanzarse al fragor de la batalla. Y en la tranquilidad que le rodeaba mientras recorría el largo camino que iba del trono de Hela hasta el cubil de Garm, tuvo tiempo sobrado de reflexionar. Le resultaba claro que Odín no le había transmitido todo lo que sabía acerca del peligro a que se enfrentaban. Thor no osaba cuestionar el criterio del Padre de Todos, pues aparentemente se había recuperado completamente de la crisis en que quedó sumido tras su expulsión de Asgard por Loki, y volvía a ser el dirigente capaz y sabio que el Reino Dorado precisaba. Pero que no cuestionara las decisiones de Odín no implicaba que le agradaran esas decisiones. La certidumbre de que había algo más, alguna amenaza mayor que la que suponía el hijo de Laufey, hacía que su sangre guerrera le ardiese en las venas ante el desafío próximo. Porque, pensó Thor con una media sonrisa, apreciar la paz no supone necesariamente despreciar la guerra…

Y después… después estaba el asunto de Hela. Thor desconocía el contenido de la misiva que había transportado hasta el reino de los muertos, pero era evidente que en ella Odín había incluido razones con el peso suficiente para lograr la aquiescencia de la hija de Loki. Meditando ahora con calma, se dio cuenta de que Hela se había aprovechado de un punto flaco del dios del trueno, como era el amor que sentía por Odín y el Reino Dorado, para arrancarle un compromiso que Thor estaba seguro Odín no había contemplado. En fin, cruzaría ese puente cuando llegara a él.


Mientras, en la meseta en que acampaban las tropas bajo el mando de Odín, se producía la partida de más y más mensajeros. Odín trataba de reunir tantas fuerzas como le fuera posible antes de la contienda definitiva, a fin de asegurarse el inclinar la balanza de la victoria hacia el lado del honor y la justicia. Varios de los asgardianos de mayor renombre (Fandral, Balder, Hogun, Tyr…) habían sido enviados por separado, cada uno con una misiva diferente, a un destino que sólo conocían el propio mensajero y Odín. A todos se les recalcó la importancia de la misión que se le encomendaba, y a todos se les urgió discreción y diligencia, pero no precipitación, en el desempeño de dicha misión. Todos partieron orgullosos por la confianza depositada en ellos, deseosos de cumplir la tarea encomendada a la completa satisfacción de Odín, y temerosos de qué poder hacía necesaria una tan grande reunión de fuerzas para asegurar la victoria.


Sentado a solas en el salón del trono, Loki meditaba en silencio mientras una torva sonrisa curvaba sus labios. Al fin tenía el poder supremo al alcance de su mano. Su mano… extendiéndola, contempló encantado el fulgor que desprendía el anillo que llevaba en el índice de su mano derecha. ¡Qué afortunado había sido al tropezar con los textos arcanos en los que se describían, no sólo los poderes menos conocidos de la mágica joya, sino además los medios para acceder a cotas superiores de poder!

Con semejante poder a su disposición, Loki estaba listo para acabar con todos sus enemigos de un solo golpe. Odín -el pobre viejo ya debía estar chocheando- le había hecho el impagable favor de reunir a todos los que se le podían oponer en Asgard y concentrarlos frente a las puertas de la ciudad. Una vez se hubiera deshecho de ellos, no habría nada ni nadie en los Nueve Mundos capaz de detenerle. Y, conquistados los Nueve Mundos, ¿por qué detenerse ahí? ¿Por qué no seguir, hasta gobernar todo el Universo? Emperador Loki sonaba bien…


En la soledad de su tienda, el legítimo monarca de Asgard también estaba sumido en hondas reflexiones. Era una arriesgada partida la que estaba jugando, y todos sus súbditos, incluso su propio y amado hijo, no eran más que peones en ella. Y como tales peones, prescindibles, pues era toda la creación la que estaba en juego. Como le había dicho a Hela en la carta que Thor había llevado al reino de los muertos, Loki no se conformaría con Asgard. No, su ambición desbocada le llevaría a intentar convertirse en monarca de toda la creación. Los lazos de prudencia que, aunque tenues, habían contenido hasta ahora la mano de Loki en sus afanes de tomar el poder habían sido desatados. La avaricia de su hijo adoptivo era como un caballo desbocado que corría sin freno. Y todo ello se debía a aquella eminencia gris, a aquel poder en la sombra que estaba manejando al hijo de Laufey como si de una marioneta se tratase. Aquel enemigo, del que no había comentado nada ni siquiera al dios del trueno, albergaba por los dioses un odio acerbo. Una vez Loki hubiera servido a sus planes, se desharía de él sin el menor asomo de remordimiento. No es que los pecados del dios de la mentira merecieran quedar sin castigo, pero si Loki caía, sería porque Asgard ya estaría sometida; y, tras Asgard, caerían el Olimpo, Heliópolis, Avalón… sólo sería cuestión de tiempo.


Thor avanzaba a buen paso. Cuando llegó al estrecho paso que constituía la salida de Hel, comprobó que Garm seguía sumido en la inconsciencia.

«Mucho mejor«, pensó el dios del trueno, « no tengo tiempo que perder en otra pelea sin sentido«.  Dejándole atrás, Thor abandonó los dominios de Hela y volvió a respirar el aire vivificante del Reino Dorado. Apretando el paso, se dirigió hacia la llanura en la que estaban acampadas las tropas. En ese momento, algo cayó sobre él y le hizo desplomarse en el suelo.


En el Olimpo, Balder el bravo se dirigía al poderoso Zeus, que estaba flanqueado por su hijo Hefestos y su esposa, Hera. Zeus hubiera deseado el prudente consejo de Atenea en aquella tesitura, pero la bella diosa de la sabiduría y de la guerra no se encontraba en aquellos momentos en el Olimpo. Como tampoco estaba Artemisa (1), la diosa de la caza. Thor apartó de su mente la ausencia de sus hijas y se concentró en lo que decía el emisario de Odín.

– Poderoso Zeus -comenzó Balder-, soy portador de un mensaje de mi señor Odín. El monarca de Asgard solicita en estos momentos de necesidad toda la ayuda que vos y vuestro pueblo…


-… seáis capaz de ofrecer -decían en ese mismo momento todos los mensajeros que Odín había enviado a lo largo y ancho de las moradas divinas-. En prueba de la verdad de este aserto, aquí porto un mensaje manuscrito del monarca de Asgard, firmado y sellado con el escudo imperial de Asgard -dijeron, extrayendo un mensaje de entre sus ropajes y tendiéndoselo a sus respectivos interlocutores.


En Heliópolis, en ese mismo momento, Heimdall, con potente voz, erguido frente a Osiris, jefe de los dioses de Egipto, que se encontraba acompañado por su hermana y esposa, Isis, y por el hijo de ambos, Horus, exponía el mensaje que se le había encomendado:

– Mi señor Odín desea señalar especialmente que los acontecimientos que hemos de enfrentar…


– … revisten la mayor gravedad -decía Fandral mientras se dirigía a Brahma, dios supremo del panteón hindú. A su lado se encontraba su esposa Sarvasati, diosa del conocimiento, cuyo prudente consejo resultaría de indudable utilidad; y, tras ellos, Indra, Visnú, Siva y los demás dioses de aquel panteón-. Se trata de una amenaza de la mayor importancia que, por azares del destino, ha querido ensañarse en primer lugar…


– … con el Reino Dorado -en Avalón, Hogun exponía su mensaje ante los dioses célticos-, pero, que a no dudar, una vez que haya caído la dorada Asgard, se dirigirá…


– …contra las demás moradas de los dioses -exponía con vehemencia Tyr ante Marduck, jefe de los dioses babilonios-, eliminándolas una por una hasta que haya acabado con todas. Es por ello que…


– …mi señor recaba de vos y de vuestros súbditos toda la ayuda que seáis capaz de aportar-. Amaterasu, la diosa suprema del panteón japonés, escuchaba en silencio cómo Amora exponía el mensaje de Odín. La Encantadora se sentía honrada por la confianza que su monarca había depositado en ella en momentos de tal gravedad. Era una sensación nueva, que no había sentido antes, y en modo alguno era desagradable. Prosiguió-. No es este momento uno en que…


– …sea prudente vacilar -exponía Volstagg ante Ometecuhtli, el dios azteca, mientras pensaba de qué ave procederían los vistosos adornos de plumas de su corona, y si se trataría de una especie comestible-. Tal cosa nos llevaría a todos al desastre. Por el contrario, …


– …es en momentos como éstos cuando se comprueba el temple y la materia de que estamos hechos los dioses -decía Hermod elocuentemente mientras el dios inca Viracocha le escuchaba en silencio-. No es sólo por nosotros…


– …por lo que esta pelea ha de sostenerse -decía Karnilla ante Itzamna e Ixchel, dioses supremos del panteón maya-, sino también por los seres humanos que nos adoraron en el pasado y por la creación toda. De no prevalecer en este envite…


– …la amenaza que enfrentamos no se detendría ante nada -relataba Ulik ante Andriamanitra, cabeza de los dioses africanos, tras el que se encontraban Amma, Bavidye, Chi-Chineke, Kalunga , Ogun y Shango ; el troll no estaba habituado a semejantes tareas de índole diplomático, pero comprendía lo que estaba en juego y no era momento de andarse con remilgos; pero ansiaba que todo aquello acabara y la pelea, para bien o para mal, comenzara de una vez-. Por su propia naturaleza, …


– …este enemigo tiende a consumir todo lo que encuentra a su paso -exponía Hoder ante los dioses eslavos, encabezados por Dievas, junto al que se encontraba Perun (2), recién llegado desde la Tierra-. La ayuda que vos y los vuestros nos prestéis…


– en esta adversidad -decía Vidar ante Io, Algaloa y Pelé, dioses de Oceanía- no será olvidada si finalmente prevalecemos, como estamos obligados a que ocurra.


– Es todo -concluyó Frey su exposición ante Manitú-. Por el honor y por la justicia, los asgardianos lucharemos. Esperamos que con vuestra ayuda.


Thor apenas había quedado aturdido por el golpe. Rápidamente, se levantó y se preparó a enfrentarse con su enemigo. Ante él se encontraba lo que menos esperaba encontrarse en aquellas aciagas circunstancias.


Cuando la amenaza del Ragnarok se cernía sobre Asgard, Odín tomó a un simple periodista y le convirtió en el dios del trueno. Ahora, tras la amenaza de Onslaught, vuelve uno de los héroes más renuentes de todos…

Historias de Midgard presenta a Red Norvell

 

Cuando Red llegó al suelo, algunos de los rufianes que se aproximaban al edificio ya habían penetrado en el mismo. Mientras, Rabia y Destructor Nocturno se las tenían que ver con los que se habían quedado para vigilar el exterior.

Ortega no había escatimado medios para asegurarse el éxito de su operación. A pesar de que no era razonable esperar una gran resistencia por parte de los inquilinos del inmueble (la mayor parte de edad avanzada), había enviado a casi dos docenas de sus sicarios para… ¿para qué?, pensó Red mientras corría a ayudar a Destructor. Rabia parecía estar apañándoselas bastante bien, sujetando con cada brazo a un par de enemigos, mientras se deshacía a patadas de los que osaban acercársele demasiado.

Destructor, en cambio, se movía rápidamente, golpeando sin descanso a sus enemigos y no dándoles un blanco fácil. PEro empezaban a ser demasiados para él, y corría el peligro de verse superado por la presión del número. Así pues, Red corrió haciendo girar su martillo, y lanzándolo contra el grupo más numeroso que se aproximaba a Destructor.

El martillo impactó en el estómago del que iba en cabeza, empujándole hacia atrás. la fuerza del lanzamiento fue tal que le despegó del suelo, empujando de paso a todos los que venían detrás y proyectándoles contra la pared, situada a varios metros de distancia.

Red no se detuvo al hacer el lanzamiento, sino que siguió corriendo hacia el grupo, por lo que, cuando chocaron con la pared y cayeron al suelo en una madeja de brazos y piernas. Sin pararse a escuchar los gemidos de dolor, Red recogió su martillo y se giró para llegar donde estaba Destructor.

Ya era tiempo. Casi una docena de oponentes se habían lanzado sobre él, y sólo la falta de coordinación evitaba que el Nuevo Guerrero sucumbiera. Aproximándose rápidamente, Red agarró por el cuello a dos de los rufianes y los lanzó por encima de sus hombros hacia atrás. Todavía no habían llegado al suelo cuando dos más seguían el mismo camino. En poco tiempo, Red había logrado un poco de espacio para tomar aliento y pensar con un poco de calma.

– ¿Qué tal estás, chico? -preguntó.

– Ha habido días en que me he encontrado mejor -jadeó Destructor-. Gracias, pero me las estaba apañando.

– Ya lo vi -dijo Red-, pero -añadió con una mueca- No pretenderías quedarte tú con toda la diversión, ¿verdad?

– Vamos a divertirnos, pues -dijo Destructor, lanzándose a lo más denso de la pelea.

« Jesús«, pensó Red, «¿es que este chico no para nunca?«

Red se lanzó de nuevo a la pelea, sin concederse un solo momento para darse un respiro. Tampoco es que sus rivales se lo permitieran. Un enemigo venía de frente: uppercut y salió volando hacia la pared en una bonita trayectoria parabólica. Un grupo de enemigos que atacaba por el flanco derecho: un lanzamiento de martillo bien dirigido se encargó de alejarlos. Un enemigo por cada flanco: a agacharse, y ellos solos se golpearon. Un enemigo desde cada punto cardinal: unos cuantos giros de martillo y ya estaba.

Conforme pasaban los minutos, Red comenzó a sospechar algo. Echó cuentas, y sus sospechas aumentaron. Allí no estaban todos los que habían venido al edificio. Además, peleaban de una manera extraña. Más que acabar con ellos, parecía que quisieran mantenerles ocupados mientras… ¿qué?

Temiéndose lo peor, Red se volvió hacia el edificio. Un resplandor podía verse a través de las ventanas del sótano. En ese momento, vio salir a toda velocidad por la entrada principal a media docena de los matones de Ortega. Se disponía a llamar la atención de Rabia y Destructor Nocturno cuando los cristales de las ventanas del sótano estallaron, y las llamas se hicieron claramente visibles. Aquellos desalmados habían prendido fuego al edificio.

– ¡Rabia! ¡Destructor! -gritó-. ¡Tenemos que sacar a la gente de ahí!

Sin volverse a mirar si le seguían, se lanzó a la carrera hacia la entrada del edificio.


(1) Está en la Tierra, con los Eurocorps. ¡Uf, ya creía que este número no tendría notas al pie!

(2) Miembro del grupo ruso de superhéroes ahora conocido como… como… ¡Demonios, ha cambiado tantas veces de nombre que no recuerdo el actual!


Saludos a todos. Espero que disfrutéis con la colección, y recibir vuestros mensajes en Crónicas del Norte – Correo de los lectores (bergil@altavista.net).


En el próximo número: Los acontecimientos se precipitan en Thor #513, el número de Septiembre. Y sigue las peripecias de Red Norvell y sus aliados.

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