El cielo en llamas #12

En un mundo que es como el nuestro… pero que no es el nuestro. En un mundo sin héroes. Sin poderes. En un mundo completamente real… que está a punto de dejar de serlo.

#12 – El cielo en llamas
Por Tomás Sendarrubias


Fecha de publicación: Mes 173 – 9/12


El Cairo. 21 de Diciembre de 2012.

Naomi observa con auténtico terror como el soldado de Eisenbach se acerca a ella, con las manos goteando cristal. Sabe que el ejército nunca ha puesto demasiados problemas a la hora de reclutar auténticos psicópatas, pero desde luego, el general había dado en hueso al elegir a ese hombre para convertirle en un «superhumano». La mordaza que se había puesto parecía cortocircuitar sus nervios además de sus poderes, no puede gritar, pero tampoco puede moverse. Comienza a imaginarse la sensación del cristal ardiendo sobre su piel… «Sin testigos» significa que aquel hombre va a matarla como ha hecho con la niña…

Y en ese momento, el suelo empieza a temblar.

Había habido temblores antes, pero este…

Naomi observa como la estatua de cristal de la niña explota en mil pedazos y siente una náusea, mientras el suelo comienza a llenarse de grietas y de pronto escucha un rugido sordo. Ve que los ojos del soldado se abren de par en par y se gira a tiempo de ver comoº, transformado en una especie de ola gigantesca, el Nilo llega para arrasarlo todo.


USS Promethea, Gibraltar.

-Eso… ¿lo hemos hecho nosotros?-masculla Anne, viendo en las pantallas que tiene delante las imágenes de la devastación ocurrida en El Cairo. Los helicópteros de la prensa retransmitían sobre todo imágenes de la destrucción de la explanada de Gizeh. La Esfinge mostraba una grieta de al menos un metro y medio en su lomo, y una de sus garras se había desprendido por completo del resto de la figura. La pared norte de la Pirámide de Kefrén se había derrumbado, y había grietas y daos estructurales tanto en Keops como en Mikerinos. Varias estructuras menores se habían derrumbado por completo, y el agua del Nilo parecía estar encontrando nuevos cauces.

Pero el verdadero horror llegaba cuando las cámaras se dirigían a la orilla derecha del Nilo, donde El Cairo se había ido construyendo siglo tras siglo. La habían llamado «La Ciudad de los Mil Minaretes», y «La Victoriosa». Los minaretes se habían derrumbado, y muchas partes de la ciudad se habían convertido en un lago debido a la inundación provocada por el terremoto. Anne lucía orgullosa en símbolo de los Einherjar de Eisenbach en su pechera, el general le había explicado todo lo malo que representaban aquellas criaturas, aquellos Once. Por eso había sido voluntaria para el proyecto Renacer del doctor Tellhart, y así había obtenido el don de «doblar» el espacio. Eisenbach la había convertido en el centro neurálgico de sus intervenciones, ella había puesto a cada uno de sus hombres donde debía, y los movía por el mundo según los sucesos iban evolucionando. Muchos de los suyos habían caído, pero al final, Eisenbach había obtenido lo que quería: que el mundo entero viera muerto a Daniel Stathan, el que había sido la imagen pública de los Once durante más de un año. Ahora lo había conseguido, Eisenbach había arrojado el cuerpo muerto y roto del chico delante de todas las cámaras que grababan lo ocurrido en El Cairo. Lo que aterrorizaba a Anne era que para ello, Eisenbach podía haber matado a dieciséis millones de personas y había lanzado el mundo a una guerra sin un resultado claro. Sí, era el mundo contra ocho personas… pero a Anne siempre le había aterrorizado la idea de que tuvieran esa estación en órbita sobre la Tierra, esa «Concordia». ¿Qué armas podían tener ahí? ¿Qué lugar podrían destruir?

Revisó de nuevo los monitores y se aseguró de que los canales de comunicación seguían abiertos. Pronto tendría que recoger a Nicole de China, y probablemente llevarla a Washington. Si todo iba bien, pronto Eisenbach y la presidenta Barnes harían una declaración conjunta desde la Casa Blanca para anunciar al mundo que la tiranía de los Once había acabado. Por supuesto, Nicole Mallory era una persona esencial en esa declaración, ella daría prueba al mundo de la malicia de los Once. Sus operaciones en Dubái y Haití habían fracasado, pero China y Egipto seguían adelante. Y pronto un ejército coordinado de las Naciones Unidas se haría cargo de esos lugares… y de derribar Concordia. Pronto el mundo volvería a ser un lugar seguro.

Anne nota una leve vibración en el aire en la sala de mandos del Promethea, y cuando se gira, la mandíbula está a punto de descolgársele. Hay tres hombres allí. Conoce a uno. Michael, lleva el mismo uniforme que ella, es uno de los Einherjar, el rastreador que había ubicado a cada uno de los Once en sus posiciones, que les había dicho a cada uno de los equipos de los Einherjar donde debían atacar. Y no tiene buen aspecto. A los otros dos los ha visto en la televisión, y docenas de veces en los archivos y grabaciones de Eisenbach. Ralph Stone, Lewis Marshall. Velocista y teleportador. Anne se dispone a dar la alarma, pero antes de que pueda acercar siquiera la mano al panel, Ralph está allí, sujetándola.

-Quieta-dice Ralph, apartándola sin violencia pero decididamente del panel de control, mientras Lewis se acerca e inserta un pendrive en uno de los puertos USB del panel.

-Michael, ¿qué…?-comienza a decir Anne, pero Lewis les ordena silencio.

-Esto se llama contragolpe-dice. Los archivos se descargan automáticamente, y enseguida, en la pantalla superior, Anne puede ver la imagen de otro de los Once. Manuel Alonso, quizá el más desconcertante de todos ellos. Eisenbach jamás había sabido explicar en qué consistía su poder, simplemente parecía que pudiera saberlo todo y analizarlo todo-. Hecho, Manny.

-Bien-dice el hispano desde la pantalla-. Tengo su sistema. En unos minutos habremos recuperado nuestros sistemas de comunicaciones y podré enlazarnos con Concordia. Ralph, Lewis, tenéis vuestros objetivos marcados.

-¿Estás seguro de que podemos fiarnos de ellos, Manny?-dice Ralph, señalando a los dos Einherjar que tienen prisioneros, y Manny niega con la cabeza.

-No. No me fio de ellos. Pero tengo el control sobre los sistemas completos del Promethea. Eso significa que estoy escaneando en tiempo real todo lo que ocurre en ese barco, y si a nuestra amiga se le ocurre siquiera doblar el espacio para intentar escapar, haré detonar el barco. Eisenbach fue muy amable, y tiene escondidos dos misiles nucleares en el barco, por si las cosas se le torcían. No sabemos cómo podría afectar una detonación nuclear al poder de la señorita… Bueno, ella no lo sabe. Yo sí.

-¿Detonaríais dos armas nucleares en un área poblada como esta?-pregunta Anne, y Ralph la mira frunciendo el ceño.

-Nosotros no-dice, haciendo un gesto que les incluye a él y a Lewis-. Ni después de haber visto por televisión como mataban a uno de nuestros amigos. Pero él-señala hacia Manny a la pantalla-. No se lo pensaría dos veces.

Anne siente un escalofrío, y asiente. Michael se sienta a su lado, consciente de que aquella sala es la prisión más peligrosa en la que podía encontrarse, y Manny Alonso el carcelero más duro al que podría hacer frente.

-Bien, daos prisa-ordena Manny-. Tenemos que recoger a los nuestros cuanto antes… a ser posible antes de que James se dé cuenta de lo que tiene que hacer y de que todo está en sus manos.

Ralph asiente y con una vibración del aire, desaparece a toda velocidad de la sala. Lewis permanece allí unos segundos más, mirando a Manny a través de la pantalla, pero finalmente, desaparece.

-Bien-dice Manny una vez que sus dos compañeros han desaparecido-. Anne Talbott. Michael Steern. Ahora, vais a ayudarme a mí.

-¿Qué?-pregunta Anne, y Manny la mira fijamente desde la pantalla.

-Quiero que localicéis a Nicole Mallory… y que la llevéis a las coordenadas que voy a daros.


Concordia.

-Nos han declarado la guerra-masculla James, mirando una y otra vez las declaraciones de la Presidenta Barnes a la televisión-. Esto es acojonante… nosotros no hemos hecho nada…

-Bueno, no lo recuerdo todo perfectamente, pero Manny, Dave y Tony me han dejado ver que mi comportamiento no ha sido del todo adecuado…-comenta Robert, y James le mira fijamente.

-¿No lo recuerdas?

-No-mantiene-. Y sinceramente, no quiero hacerlo. Sé que hice algo… tremendamente equivocado, pero también sé cómo puedo solucionar aquello. Sé como cambiar el mundo a mejor.

-Suponiendo que en los próximos minutos no nos derriben sobre las Antillas…

-Sí, suponiendo eso. Y según mis lecturas, hay movimiento de aviación en cincuenta y tres bases aéreas de todo el mundo. También tengo lecturas de doce silos de misiles nucleares que podrían disparar contra nosotros en un margen de treinta minutos.

-Se supone que el que sabe todas esas cosas es Manny.

-Ahora yo estoy conectado a los sistemas de Concordia-afirma Robert-. Y a través de ellos, a los de casi todo el planeta. Puedo dar un paso más, pero eso será más adelante.

-¿Dar un paso más?

-Cuando llegue el momento.

-Robert…

-Jamie, sé lo que tengo que hacer, pero como te digo, lo haré cuando llegue el momento. Y no llegará si nos derriban. Hay ochocientas personas refugiadas ahora mismo en Concordia. Ochocientas doce, exactamente, contando con nosotros dos. Y Naciones Unidas parece dispuesta a correr el riesgo de acabar con ochocientos diez inocentes sólo para acabar contigo y conmigo.

-Y con todo lo que representamos-asiente James-. Bien. Robert… ¿puedes asegurarte de que toda la aviación civil está en tierra?

-La declaración de la Presidenta Barnes ha convertido el cielo de todo el mundo en zona de exclusión aérea. Todos los vuelos comerciales han sido desviados a los aeropuertos más cercanos. El margen de consecución es de unos veinte minutos.

-Vale-dice James sentándose junto a Robert y tomando en sus manos uno de los teclados, iniciando una serie de amplias búsquedas-. ¿Puedes verificar que todos estos edificios que voy a notificarte tienen sistemas eléctricos de emergencia?

-Sí, sólo necesito que me lo pidas.

-Robert… ¿podrías hacer esto por iniciativa propia?

-No.

-¿Es el precio por no recordar…?

-Creo que sí, Jamie.

-Claro. Bien. Hazlo. Y cuando estés seguro de ello, vamos a asegurarnos de que esta es la guerra más breve de la historia.


Dubái, Emiratos Árabes.

-Oh. Mierda.

De forma instintiva, y cuando empiezan a caer los misiles a su alrededor, Peter salta sobre David, cubriéndole con su cuerpo. Cierra los ojos, esperando los impactos… y los vuelve a abrir cuando tras varios segundos, comprueba que no ha pasado nada. Bajo Peter, Dave está tan sorprendido como él. A su alrededor hay rastros de una gran devastación, como si se encontrasen en una ciudad derruida, completamente destruida. Hay humo que surge de diferentes lugares, evidenciando grandes incendios, pero al mismo tiempo, buena parte de la ciudad parece inundada, anegada de agua sucia y escombros.

Y a unos pasos de ellos, se encuentra Lewis.

-Creo que nunca me he alegrado tanto de verte-dice Peter, incorporándose.

-Adulador-masculla Lewis con una sonrisa, mientras Davis se levanta y mira a su alrededor. Cuando ve la gigantesca figura que se encuentra tras Lewis, la colosal imagen de una mujer con cuerpo de león llena de grietas y prácticamente destruida, no tiene duda de donde se encuentra.

-Estamos en Egipto-afirma David, y Lewis asiente-. ¿Qué ha pasado en Dubái?

-Que va a tardar mucho en volver a ser la ciudad más lujosa del mundo-responde Lewis-. Por suerte, sólo están utilizando munición convencional. Lo malo es que seguirán bombardeando mientras piensen que estáis allí.

-¿Y aquí?-pregunta Peter-. ¿Qué ha pasado aquí?

-Eisenbach-dice Lewis, con gesto agrio, como si el propio nombre le dejara mal sabor en la boca-. Nicole trabaja con él, les permitió desarrollar un suero a partir de su sangre… y bueno, el resultado es que ahora tiene su propio cuerpo de élite con poderes. Lo ha utilizado consigo mismo, y ahora, provoca terremotos.

-Pues aquí se ha lucido-masculla Peter, y Lewis desvía la mirada-. Un momento. Naomi y Danny venían a unas conferencias a El Cairo…

-Naomi está… bueno, herida-dice Lewis-. Recibió una buena paliza, tiene varias fracturas y estuvo a punto de ahogarse. Manny se ocupa de ella en Haití, aunque si no fuera por el factor de curación, estaría muerta.  Danny… Eisenbach lo ha matado.

-No-dice David, abriendo los ojos azules de par en par-. ¿Dónde…?

-Ha exhibido su cuerpo delante de todo el mundo, como si fuera un trofeo de caza. No creo que puedas hacer nada, Dave.

-¿Y los demás?

-Ralph y Manny están bien. Creo que Jamie también. Y no sabemos nada de Tony desde que todo esto empezó.

-¿Vamos a buscarle?-pregunta Peter, pero David niega con la cabeza.

-Sabe cuidarse solo. Y seguramente Manny o James se estén ocupando de él. Si nosotros estamos aquí…

-Es porque a nosotros nos toca parar a Eisenbach-asiente Lewis-. Y le debemos mucho, mucho dolor.


Dongguan, provincia de Guangdong. China.

-Hija de…-masculla Tony, llevándose las manos al costado, donde nota como la sangre le brota caliente de la herida causada por el puñal de Nicole. Ha aprendido lo suficiente de David como para saber que probablemente le ha alcanzado un riñón, y quizá el intestino, lo que supondrá un problema, con factor de curación o sin él. Aunque en esos momentos sólo espera que la septicemia no le tumbe antes de poner a un conflicto que llevaba abierto desde el Destello… quizá incluso desde antes.

Nicole se acerca de nuevo a él, rápida como una serpiente, pero él mueve una mano y la golpea un muro de fuerza telequinética que la arroja contra una pared, haciéndola caer al suelo aturdida. Sin embargo, quien más grita es el propio Anthony, que nota como todo su cuerpo arde al utilizar su poder.

-Nanotecnología-masculla Nicole, incorporándose-. ¿Te acuerdas de Etcheverry? Estuvo encantado de poner a nuestra disposición toda la tecnología que habían desarrollado, y bueno, nosotros la adaptamos para nuestra propia fisiología. Puedes estar orgulloso, ahora mismo llevas seiscientos millones de dólares en nanobytes en el cuerpo. Cinco personas murieron hasta que Eisenbach dio con la agresividad adecuada. Anulan nuestro factor de curación y bloquean nuestros poderes. Nos convierten en gente normal. Hubiéramos sido más prolíficos con su uso, pero el presupuesto de I+D se fue prácticamente en una dosis. Tenía que ser para ti…

-¿Te estás escuchando?-gruñe Anthony-. ¿Gente que ha muerto sólo para quitarme los poderes… y tú estás de acuerdo con eso?

-Lo he aprendido de vosotros-replica Nicole-. De Manny y de ti. No importa lo que haya que hacer para que al final, sea lo mejor para todos, ¿no? Vuestra propia versión retorcida de que el fin justifica los medios. Así funciona, Tony, así es estar al otro lado de los manipuladores.

-Tú…-farfulla él-. No me llames así… no tienes derecho…

-Oh. Claro-responde Nicole, y de inmediato, Tony se encuentra mirando a Jamie-. Él sí. Supongo que dejar que su cara sea la última que veas antes de morir, es lo más parecido a tener piedad contigo que se puede hacer.

– Y ese sigue siendo el trasfondo de todo, ¿verdad? Tú en un lado, yo en otro. Él en el centro. Y lo sigues viendo como una guerra…

-Que crees haber ganado.

-No-sonríe él, notando que la mirada se le enturbia-. Es una guerra que di por perdida desde el principio, Nicole. Es una guerra que has luchado tú sola. Y que has perdido contra ti misma.

-¡Y sigues queriendo quedar por encima, como si estuvieras al margen de todo! ¡Como si…!

La frase se ve interrumpida por un relámpago, que obliga a Anthony a cerrar los ojos. Cuando vuelve a abrirlos, Nicole no está. Anthony mira a su alrededor, aturdido, esforzándose para permanecer despierto. Teme que sea una trampa, una argucia… pero ella no está por ninguna parte.  Se lleva ante los ojos una mano manchada con su sangre, y no puede evitar una sonrisa. ¿Será verdad que así acaba todo? ¿Con un suspiro?

Recurriendo a lo más profundo de sí mismo, reúne todas las fuerzas que le quedan, cada gramo de fuerza de voluntad, cada micra de su alma… y grita. Un grito con su mente que hace que su cuerpo prácticamente se vuelva contra él en un espasmo de dolor. Luego, llega la oscuridad.


Concordia.

-¡Tony!-grita de pronto James, volviéndose hacia Robert-. ¡Sigue vivo, pero está herido! ¡Si no le encontramos pronto, morirá! ¡Tenemos que…!

-¿Evitar que nos masacren a todos?

James se detiene en seco. El plazo dado por Robert para garantizar la seguridad de Concordia estaba acabando, no podían pararse.

-¿Cuánto tiempo tardaría en uno de los transportes en llegar a China?-pregunta James, y Robert calcula en la pantalla la parábola de trayectoria.

-Cincuenta y siete minutos hasta la última posición estimada de Anthony.

-Demasiado. Necesitamos a Lewis.

-Está ocupado en El Cairo.

-Da igual. Localízalo.


El Cairo.

-¡Mirad!-grita Eisenbach, con un pie puesto sobre el cadáver de Daniel, quebrado ante él, asegurándose de que todas las cámaras de los helicópteros estaban fijas en él. Probablemente no tuvieran audio, pero sentía la necesidad de rematar ese momento,  de hablar a un mundo que estaba pendiente de él, de sus palabras-. ¡No son más que nosotros! ¡Pueden morir como nosotros! ¡Pueden y deben caer! ¡Nosotros los creamos, jugando a ser dioses, fuimos más allá de las fronteras, y creamos monstruos! ¡Y ahora, la humanidad debe alzarse contra ellos y hacerles caer!

Ni siquiera una ráfaga de viento precede el golpe. Eisenbach, simplemente, desaparece de las cámaras, mientras un trueno recorre El Cairo, haciendo temer a muchos un nuevo terremoto, pero el suelo no tiembla. Y tres segundos después, Ralph aparece junto a Daniel y se arrodilla junto a él, con los ojos llenos de lágrimas.

-Mierda, tío… no deberías haber dejado que te hicieran esto…-masculla. Está agotado, nunca había corrido tanto como en ese momento. Había superado cinco veces la velocidad del sonido, y con toda esa fuerza se había estrellado contra Eisenbach. Esperaba haberle deshecho, esperaba que el general fuera ahora pulpa y astillas de hueso. Lo esperaba, pero sabía que no sería así, Manny lo había calculado todo. Eisenbach tenía poder sobre la tierra, y según Manny, la fortaleza de la propia roca. Después de lo que le había hecho a Daniel, poder detener a Eisenbach parecía poco consuelo para Ralph. Con un suspiro, pone la mano en el rostro de su amigo y le cierra los ojos. Lewis, Peter y David aparecen junto a él.

-¿Dónde está?-pregunta Peter, pero antes de que nadie pueda responder, el suelo vuelve a temblar bajo sus pies. Profundas grietas se abren a lo largo de todo El Cairo, los helicópteros se alejan de inmediato, en previsión de posibles fugas de gas que provoquen nuevos incendios.

-¡El río!-grita Peter, al ver que el agua del Nilo comienza a llegar a la zona que estaban ocupando. Se echa al hombro el cuerpo de Danny justo antes de que Lewis les teleporte a todos a una zona más alta, sobre un edificio que parece haber resistido bastante bien los sucesivos terremotos, una mezquita. Desde donde están, pueden ver más edificios que caen, más estructuras que se derrumban…

-Allí-señala Ralph, viendo a Eisenbach reaparecer entre toda aquella destrucción.

-¡He hundido la ciudad para acabar con uno de vosotros!-grita el General-. ¡Partiré el mundo por la mitad si es necesario para destruiros al resto!

-Está loco-sisea Peter, y sin más, salta del edificio, columpiándose en una farola torcida para evitar el impacto contra el suelo, y haciendo un giro en el aire para caer frente a Eisenbach y darle un puñetazo con toda la inercia adquirida. Su puño choca contra piedra viva y grita de dolor al sentir que sus nudillos estallan. Ante Eisenbach se ha alzado un muro de piedra.

-Soy más grande-murmura Eisenbach-. Más fuerte. El poder es… embriagador…

Peter intenta dar un nuevo golpe a Eisenbach, pero el suelo parece fundirse alrededor de sus pies, evitando que se mueva, mientras el general, rápido como un escorpión, le sujeta por el cuello.

-Dos-sisea Eisenbach, pero Peter se niega a darle el placer de gritar.

-Y una mierda-interviene de pronto Lewis, que se materializa junto a Eisenbach, poniendo sus manos en los hombros del General y desapareciendo ambos. El General grita, pues el teleportador ha decidido no llevárselo entero, y las piernas de Eisenbach caen al suelo sin cuerpo que sustentar. El general sigue gritando cuando él y Lewis aparecen a unos metros de donde estaban, chapoteando entre las aguas sucias del desbordado Nilo-. General Eisenbach, en nombre de la autoridad de Concordia…

-¡No hay tal autoridad!-grita Eisenbach, y el suelo se alza para envolver a Lewis, que se teleporta de nuevo, apareciendo a varios pasos de distancia. Apoyándose en los muñones, el general planta las dos manos en el suelo, y con un gigantesco crujido, una inmensa grieta aparece ante él y el magma comienza a brotar, siseando y llenando la zona de gases sulfurosos.

-¡Lewis!

La voz de James en el comunicador sobresalta al teleportador, que vuelve a saltar para apartarse de la lava rugiente. Intenta encontrar a Ralph, Dave o Peter, pero les ha perdido la señal entre las nubes de vapor generadas por el contacto entre el agua del Nilo y el magma.

-¡Tienes unas coordenadas en tu tarjeta! ¡Ve allí ahora!

-¡James, Eisenbach…!

-¡Ve!

-Mierda…-sisea Lewis, desapareciendo.

La risa del general parece rebotar en las brumas que le rodean.

Viento.

Probablemente el corredor, pero ahora, Eisenbach está preparado. Alza las manos y el suelo se levanta en afiladas púas que apuntan hacia afuera, dispuesto a empalar al velocista si se acerca a él. La tierra recubre los muñones de sus piernas, cortando la hemorragia. Se curarán.

Y algo cae sobre él. Sonríe, el velocista era solo una distracción. Alza los ojos, dispuesto a enfrentarse a Peter… y se encuentra con David. Puede ver a Peter alejarse, saltando entre las ruinas, debe haber dejado caer al curandero sobre él.

-¿Tú? ¿Se supone que tú vas a hacerme… qué?

-Acabar con todo esto-sisea Dave, envolviendo con sus brazos el cuello de Eisenbach, aferrándose a él. Eisenbach se dispone a desembarazarse de él, pero de pronto, se da cuenta de que sus brazos no le obedecen. Ni los restos de sus piernas. Ni siquiera sus poderes…

Intenta gritar, decir algo, pero su garganta se niega y sólo emite farfullo.

-Les he dicho a tus nervios que dejen de obedecerte-dice David, con sus ojos azules fijos en los de Eisenbach-. Aunque no de transmitir información. Vas a sentirlo todo, general. Todo. ¿Notas algo raro dentro? Son tus propias células, creciendo sin orden, sin formación. Se llama cáncer. Sí, tu factor de curación intenta deshacerlo, reorganizar tus células, pero ¿sabes? Yo soy más fuerte. En esto, soy el más fuerte. Lo primero son tus huesos, los tumores están haciendo que se rompan. Sí, duele como el infierno, ¿verdad? Hay metástasis-. Sombrías manchas y bultos comienzan a aparecer en la piel de Eisenbach, que sigue inmóvil, incapaz de realizar acción alguna, mientras David continúa aferrado a él, casi susurrándole al oído-. Tu intestino ya no funciona, aunque no tendrás tiempo de que eso sea una molestia. Aunque también duele, claro. Y en cualquier momento, llegará hasta tus pulmones, haciéndote imposible respirar… en cualquier momento… ahora.

Y en ese momento, David libera los nervios de Eisenbach, y este por fin puede gritar, gritar y gritar, hasta que su boca se inunda de sangre, mientras el cáncer devora sus pulmones, reduciéndolos a carne deshecha. El general extiende sus manos hacia Dave, pero no ve, la presión de uno de los tumores de su cerebro le ha dejado ciego. Quizá ni siquiera entienda ya lo que está pasando, para él, solo queda el dolor.

Y cae. Muerto.

David lo suelta, y se aparta un par de pasos. Y entonces, vomita. Su cuerpo no puede enfermar, es parte de su poder, pero aun así, no puede evitar las arcadas.

-Dave…-dice Ralph, apareciendo a su lado, junto a Peter-. ¿Estás bien?

-No-responde David, escupiendo bilis-. Estoy asqueado. Y ahora, decidme que todo esto ha terminado.

-No-dice Peter, mirando hacia el cielo-. Algo me dice que esto no ha hecho más que comenzar.


U.S.S Promethea, Gibraltar.

-¿Qué es eso?-masculla Anne, mirando hacia el cielo a través de uno de los ojos de buey del barco. Michael se acerca a ella y observa el exterior. Hace rato que Manuel Alonso no aparece en la pantalla, pero Michael está convencido de que les sigue vigilando.

-Dios mío…-sisea Michael  y se imagina que muchos deben estar diciendo lo mismo en aquel momento.

El cielo parece estar en llamas, cubierto por inmensas auroras boreales de brillantes colores. Ondas electromagnéticas oscilan por la parte alta de la atmósfera.

-Es como una inmensa tormenta solar…-masculla Michael.

Iba a decir algo más, pero en ese momento, el U.S.S Promethea estalla en mil pedazos.

Las autoridades gibraltareñas nunca sabrían la suerte que habían tenido de que alguien hubiera desmontado las cabezas nucleares que el barco escondía.


Algún lugar sobre el Medio Oeste de EE.UU

A pesar de lo sombrío de la situación, a pesar de todo lo que ha ocurrido y a pesar de lo que está haciendo, James no puede evitar sentirse feliz. De hecho, probablemente se sienta feliz precisamente por lo que está haciendo. Nunca había hecho algo así. Y no sabe si podrá repetirlo algún día. Pero en ese momento, se siente vivo. Más que vivo, está exultante.

Está a unos doce kilómetros de altura, prácticamente debajo del límite respirable de la atmósfera, y se mantiene en vuelo utilizando sus poderes magnéticos. Siempre ha soñado con volar, y nunca lo había hecho así. Sin más elementos que su poder. Y a su alrededor, el cielo parece arder, envuelto en llamas magnéticas. Violetas, verdes, rojos… llamas de mil colores que brotan de él y se extienden por todo su alrededor, como ondas provocadas por una piedra arrojada a un estanque. Y a pesar de la brutalidad de su acción, afectando a todo el campo magnético de la Tierra de forma que los instrumentos de cualquier tipo de avión, así como la mayor parte de los medios de localización o los sistemas de comunicación queden inútiles, lo hace con la precisión de un científico, de un físico cuántico, tratando de causar ya no el menor daño, si no las menores molestias posibles. La mayoría del mundo, simplemente podrá asomarse a sus ventanas y maravillarse por las grandes auroras boreales que estaba provocando.

Una lágrima se escapa, corre por su mejilla. Se siente solo, increíblemente solo.

Pero es hermoso.

Tan hermoso…


Haití.

-Sí-afirma Manny, viendo por los monitores lo que está ocurriendo fuera, la inmensa aurora boreal que parece cubrir toda la atmósfera. Los instrumentos de vuelo de cualquier avión enloquecerán, el ejército enviado por la ONU para detenerles se verá desarmado de pronto. Y sin duda, Jamie y Robert se habrán encargado de que no haya daños secundarios. No habrá semáforos apagados, no habrá sistemas de soporte vital dañados. Conoce a Jamie, lo hará todo con la precisión de un cirujano. Y Manny ya estaba preparado para ello. Activa la Cuna y establece línea con Concordia.

-Robert-dice.

-Manny-responde desde la estación el aludido-. James está ahí fuera… está alterando el campo magnético de todo el planeta. Es… precioso, Manny.

-Robert… Bobby. Ha llegado el momento de hacerlo. Ha llegado el momento de dar el paso.

-Claro-asiente Robert-. Claro, este es el momento. Manny. ¿Podrías decirles a todos que…? Bueno, que fuera lo que fuera… lo siento.

-Claro, Bobby. Se lo diré.

Manny corta la comunicación y asiente.

Lewis aparece con David, Ralph y Peter. Los tres parecen agotados, David está extremadamente pálido.

-Hemos terminado con Eisenbach-dice David, dejándose caer en el suelo y apoyándose en una pared-. Y si esa tormenta magnética es cosa de James, supongo que podremos descansar… al menos un rato.

-Me temo que tú tienes trabajo-responde Manny-. Naomi y Tony están abajo, y les vendría bien verte.

-Claro-asiente Dave, incorporándose de nuevo-. Manny… ¿qué ha pasado con Nicole?

-No lo sé-afirma el hispano-. Supongo que habrá huido. La buscaremos. Nos queda mucho por hacer… mucho.

-¿Qué viene ahora?-pregunta Peter, y Manny le mira con seriedad.

-Vamos a cambiar el mundo. A cambiarlo de verdad.

-Esto es lo que estabais preparando, ¿verdad?-pregunta Lewis, y Manny asiente-. Lo que nos estabais escondiendo a todos. Manny, ¿habéis pensado Tony y tú… y David si lo sabía que si nos lo hubierais contado todo desde el principio, quizá Robert y Danny estarían vivos?

-Nunca nos hubierais creído, Lewis-responde Manny-. Pero haremos que la muerte de Danny cuente. Haremos que sea importante. En cuanto a Robert…


Estación Orbital Valquiria. Nueve días después del Destello.

-¿Seguro que no estás equivocado?-pregunta Anthony, prácticamente desplomado sobre una silla. Manny niega con la cabeza.

-No. Esto es exactamente lo que ocurrirá-explica el hispano de nuevo-. Al principio se mostrarán reacios, especialmente los grandes países, la mayoría de los que participaron en el proyecto Valquiria. Por supuesto, habrá países que nos apoyen. Me atrevería a asegurar que China será el primero, pero necesitaremos el apoyo de más, de las naciones pequeñas, del Tercer Mundo. Es donde podremos operar con mayor libertad.

-Manny, ¿realmente debemos prepararnos para una guerra?

-La guerra llegará. No es una cuestión de «si», es una cuestión de «cuando». Lo que hemos hablado, Tony, las ideas que tenemos son buenas. Podemos cambiar el mundo, podemos mejorar la vida de millones de personas. Pero no nos van a dejar hacerlo por las buenas. Después de un tiempo, comenzarán a volverse contra nosotros. Dejarán de soportar que haya un Gran Hermano, inhumano y poderoso que les mira desde el cielo. El hombre siempre ha tendido a tratar de derribar a sus dioses.

-Entonces, quizá sería mejor que nos escondiéramos, que no revelásemos esto a nadie.

-Antes o después nos encontrarían. Esto no es algo que vaya a quedar en secreto, tío. Y además… ¿realmente quieres esconderte?

-No. Quiero hacer algo con estos dones que nos han dado. Lo hemos hablado. Quiero cambiar el mundo. Pero tío… lo que podríamos hacer…

-Nos lo impedirán. Cada uno de nuestros actos será una agresión para alguien. Les daremos miedo, Tony… y en algún momento, probablemente sea por culpa nuestra. Hay muchas posibilidades de que a medio plazo uno de nosotros haga algo realmente monstruoso con estas habilidades.

-¿Por qué no nos estás contando esto a todos? ¿Por qué solo a mí?

-Porque los demás son demasiado idealistas, Tony. Y porque apenas me conocen. Yo soy «el nuevo». Y porque no creerán en lo que les contamos, porque no querrán creerlo. Ya sabes, no hay más ciego que aquel que no quiere ver. Ya no hemos apartado biológicamente de la humanidad, ¿cómo crees que se tomarían el hecho de apartarnos también ideológicamente?

-Mal

-Exacto. Pero tenemos que estar preparados. Las cosas irán sucediendo, lo iremos viendo. Tú y yo de momento. Quizá James en algún momento, dentro de unos meses. Al final él será el más poderoso de todos nosotros, su actuación será decisiva.

Anthony se incorpora, suspira y se acerca a un ventanal desde el que se puede ver la Tierra. Le gusta la perspectiva, le gusta cómo se siente allí. Piensa que, si todo se desarrolla como han planeado, podrá utilizar aquellas estancias como habitación. Suspira, y tras él, Manny comienza a enrollar un cigarrillo.

-Lo haremos-afirma tras unos segundos-. Vamos a cambiar el mundo y vamos a hacerlo a mejor. Y vamos a hacerlo le guste o no le guste al mundo.

-Bien-asiente Manny.

-Sinceramente, tío… espero que te equivoques.

Pero dentro de él, Tony sabe que Manny no se está equivocando.


Edificio de las Naciones Unidas, Nueva York. Cerca de la medianoche del 21 de Diciembre. Bajo el Cielo en Llamas.

-¡Esto es intolerable!-exclama el delegado alemán, golpeando la mesa con un puño-. Presidenta Barnes, nos aseguró que contaba con efectivos suficientes como para acabar de un plumazo con Concordia, por eso la Unión Europea accedió a su plan. ¡Y ahora nos encontramos bloqueados e indefensos por esas tormentas magnéticas, y a merced de lo que esos… monstruos decidan!

-La República Popular de China exige a Alemania que retire el calificativo de monstruos. Los habitantes de Concordia son aliados de la República-afirma el embajador chino-. Y además, exigimos saber por qué, como parte del Consejo de Seguridad, no fuimos informados de lo que es, sin duda, un acto ilegal y atroz…

«Porque lo hubierais vetado, hijos de puta», piensa la presidenta Barnes, que se ha visto obligada a comparecer esa misma noche ante las Naciones Unidas tras un agotador viaje en coche desde Washington. Sabe que todo el mundo espera una explicación, una aclaración, pero es incapaz de darles lo que quieren. No sabe nada de Eisenbach desde muchas horas antes, y tampoco quiere afirmar que todo aquello fue porque confió en un hombre que poco después había destruido El Cairo, con un número indeterminado de víctimas. Al principio habían pensado echarle la culpa de todo a los Once, pero Eisenbach lo había arruinado todo con su rencor personal contra ellos, exhibiendo como un trofeo ante las cámaras al que se había convertido en el «niño bonito» de lo que Concordia representaba.

-…sin duda, habrá una investigación y se depurarán responsabilidades-continuaba diciendo el líder chino-, incluyendo las dimisiones adecuadas a todos los niveles, o la República Popular de China abandonará de forma inmediata la Organización de las Naciones Unidas…

-¿Por qué no hablamos claro de una vez?-exclama el delegado de Australia-. Seamos realistas. Estamos todos acojonados y no sabemos cómo vamos a salir de esto.

-Señor McGee, su vocabulario…-interviene el Presidente de las Naciones Unidas, pero el delegado australiano se ríe.

-¿Ha visto el cielo de ahí fuera, señor presidente? He conseguido hablar con mi mujer, está en Camberra con mis dos hijos pequeños. No han dejado de llorar desde que el cielo se encendió. Ahí fuera, la gente está diciendo que es el Fin del Mundo, señor presidente. Se puede meter por el culo su opinión sobre mi vocabulario.

-¡Señor McGee!-exclama el presidente, mientras el alboroto se expande por la sala.

El cielo en llamas no ha dejado indiferente a nadie. Apocalipsis. Fin del Mundo. Día del Juicio. Esas palabras están en boca de todos, y además, alguna lumbrera de las comunicaciones había decidido relacionar aquella situación con el fin del mundo pronosticado por los mayas. El mundo llevaba horas con el corazón en un puño, esperando. Y Hillary Barnes llevaba horas pensando que ella había disparado la bala que acabaría con la humanidad.

Todos los asistentes guardan un silencio repentino cuando seis personas aparecen de la nada ante el presidente de la asamblea, que está a punto de caerse redondo por el sobresalto. El miedo crece cuando identifican a los seis recién llegados, todos vestidos con kevlar y cuero negro, como si fueran uno de esos comandos secretos de las películas. Lewis Marshall. Manuel Alonso. David O´Kelley. Anthony Scarlatti. Naomi Walls. Seis de los Once originales.

-¡Policía!-grita el delegado italiano, y al instante, varios miembros de los cuerpos de seguridad de las Naciones Unidas se ponen en movimiento hacia el centro de la asamblea. Anthony, considerablemente pálido, hace un gesto y un estremecimiento recorre a la mayoría de los presentes, mientras los soldados y guardaespaldas son arrojados hacia las paredes por un impulso telequinético. Anthony mira hacia James, y al instante, las armas de estos hombres son arrancadas de sus manos o sus escondites, volando para reunirse todas a escasos centímetros de las manos del joven. Como una lluvia metálica, las armas de deshacen por completo, cayendo al suelo con un repiqueteo.

-No venimos a pelear con nadie-dice Manny, dando un paso adelante-. Venimos a hablar ante Naciones Unidas en nombre de Concordia. No queremos continuar la guerra absurda que habéis iniciado contra nosotros. Venimos para buscar la paz.

-Señor Alonso, su presencia aquí…-comienza a decir Hillary Barnes, pero Manny niega con la cabeza.

-Señora Barnes, con sus acciones de hoy se ha desacreditado a sí misma para representar sus funciones. Usted no puede hablar en nombre del pueblo de Estados Unidos. Ni en nombre de nadie.

-Ustedes no pueden…

-Sí. Podemos. Y ahí radica la diferencia-continúa diciendo Manny-. Podemos y vamos a hacerlo. Señores de la ONU, a partir de este momento, el protectorado de Concordia se extiende sobre toda la Tierra.

Manny guarda silencio mientras todos los presentes asimilan lo que ha dicho, mientras algunos gritan, y otros se miran unos a otros en silencio.

-Ofrecimos a las naciones del mundo vivir en paz y fuimos atacados-continúa diciendo Manny-. Ofrecimos nuestra ayuda, de forma voluntaria, y muchos la rechazaron… y nos escupieron por ello. Presentamos planes de paz, planes de desarrollo, planes para acabar con el hambre, con la enfermedad… y hemos sido ignorados. Hoy hemos demostrado ante el mundo parte de lo que podíamos hacer. Hemos sobrevivido al vergonzoso ataque organizado por… No voy a decir por la humanidad, porque más allá de estas paredes, pocos sabrían lo que de verdad estaba pasando. Lo que de verdad había causado la destrucción de El Cairo o la crisis armada en Dubái, ni las «misteriosas» muertes de China. Hemos sobrevivido al ataque que ustedes organizaron, y ahora, toda la verdad está ahí fuera. En manos de cada persona que está encendiendo un ordenador, una televisión o una radio.

-No es posible…-farfulla el representante alemán.

-Hoy es el día en el que todo es posible-responde Naomi, y Manny asiente.

-Hemos venido a la ONU para comunicar al mundo que, en estos momentos, todo el sistema armamentístico de la Tierra está en nuestro poder. Que, como habéis visto, podemos hacer nuestros los cielos. Que toda vuestra tecnología está ahora bajo nuestra tutela.

-¿Qué estáis diciendo?-gruñe la presidenta Barnes.

-Dejadme que os lo muestre-sonríe Manny-. Crisol, adelante.

De inmediato, uno de los grandes proyectores de la sala se enciende, y una imagen en tres dimensiones de un hombre aparece junto a ellos, una imagen virtual que saluda con un gesto de la mano a los presentes. Es alto, delgado, con unos inmensos ojos rasgados, resplandecientes, y con lo que parecen ser sombras de datos recorriendo su piel oscura. Unas grandes alas brotan de su espalda, como si fuera un ángel.

-Crisol es el sistema de Inteligencia Digital más avanzado que existe-dice Anthony-. Y desde hace varias horas, ha comenzado a supervisar y revisar toda la información que hay en los sistemas informáticos de todos los gobiernos del mundo. Y está sacando a la luz todas esas cosas que queríais esconder. Incluido lo que ha pasado hoy. Como os decía Manuel, hemos sacado la verdad a las calles. Y pronto las calles arderán tanto como el cielo. Pero nosotros vamos a ofrecer una alternativa a la gente. Un gobierno justo.

-Una tiranía…-dice la presidenta Barnes-. Estáis dando un golpe de estado desde el miedo…

-No-responde Anthony, encogiéndose de hombros-. Estamos dando un golpe de estado desde la justicia.

-En estos momentos, agentes de Concordia están realizando detenciones en nombre de la ley de Concordia, ley que ahora se extiende a todo el mundo…


En esos momentos, Islas Orcadas, Escocia.

Las puertas del bunker estallan bajo la presión de los puños de Peter, y una docena de militares se giran hacia él, disparando, pero Peter evita los disparos, neutralizando a los soldados haciéndoles el menor daño posible. Se dirige hacia la puerta del fondo de la sala, y la arranca de las bisagras. Allí hay un hombre, sentado en una silla de ruedas y con medio cuerpo paralizado. Peter aún recuerda el momento en que Anthony perdió el control de sus poderes y le dejó así, pero sabe que ese hombre ha sido parte importante en lo que ha ocurrido.

-Doctor Samuel Tellhart-dice Pete-. Queda usted detenido en nombre de Concordia.


En esos momentos, San Pedro del Vaticano, Roma.

Varios sacerdotes, secretarios y adjuntos sienten el tornado que atraviesa las estancias vaticanas, y lo achacan a un extraño fenómeno más. Están todos demasiado ocupados aterrorizándose por lo que ocurría en el cielo y por los fieles que acudían en busca de consuelo como para preocuparse por un viento inoportuno.

El viento se detuvo justo ante las puertas del Cardenal Etcheverry, y Ralph abrió el despacho de golpe.

-Cardenal Etcheverry, queda…

Ralph se interrumpió, y observó sorprendido el cuerpo que colgaba de una de las vigas de madera del techo.

Había llegado demasiado tarde.


En esos momentos, Edificio de las Naciones Unidas, Nueva York.

…esas personas serán llevadas y juzgadas por un tribunal internacional en la embajada de Concordia en la Tierra, en Haití, donde Concordia ha llegado a acuerdos con el gobierno actual. Todos y cada uno de esos juicios serán públicos, todos y cada uno de los detalles de lo que ocurra de aquí en adelante, será público.

-Hoy han querido acabar con nosotros-dice Naomi, tomando la voz-. Señores… no lo han conseguido. Hoy no ha sido el final de nada. Esto es sólo el principio.


Epílogo. Desierto del Gobi, Asia Central. 22 de Diciembre de 2012.

Manny recorre los pasillos del búnker vacío en absoluto silencio. Los demás están en Concordia, hay muchas conversaciones pendientes. Muchas cosas  de las que hablar, mucho que solucionar. James y Tony tendrían que tener una conversación muy larga, pero Jamie no dudaba de que Nicole había huido después de traicionarles, después de participar en los actos que habían llegado a la muerte de Danny. Había estado de acuerdo en aparecer ante la ONU, estaría de acuerdo en lo demás, y solventarán así el mayor miedo que habían tenido Tony y él, la oposición de Jamie al plan. Era el más poderoso de ellos, y casi todo se basaba en él. En él… y en Robert, ahora convertido en Crisol, la Inteligencia Digital capaz de controlar prácticamente toda la tecnología de la Tierra. Eso también les llevaría muchas horas de conversación.

Pero todos habían estado de acuerdo: Manny llevaba meses sin descansar… y se había ganado el descanso, lejos de Concordia, de la Cuna y de cualquier tipo de información. Probablemente todos pensaron que se perdería en alguna montaña donde poder hacer snowboard, pero él había pilotado su transporte hasta el bunker que había hecho construir en Mongolia. Incluso más en secreto que en Haití. Sólo Crisol sabía que aquel lugar existía. Solo Crisol sabría donde había ido Manny realmente… Pero ni siquiera Crisol sabría por qué. Y lo más importante, no le importaría.

Una de las puertas se abre, y Manny se encuentra ante una hoja de cristal blindado que cierra una celda, amplia pero completamente asegurada. En cuanto la puerta se abre, Nicole, sentada sobre la cama de la celda, completamente amueblada, alza la mirada.

-Tú-escupe-. ¿Te envía Anthony, no?

-Tony no sabe que estás aquí. Bueno, realmente no sabe que este sitio existe. Allí arriba, todos creen que huiste cuando la tortilla se dio la vuelta. Que abandonaste a Eisenbach como nos abandonaste a nosotros. Bueno, ya habías sentado un precedente.

Nicole guarda silencio. En las horas que llevaba encerrada en aquel lugar, no había pensado esa posibilidad. Había aparecido allí de pronto, transportada por Anne (conocía el efecto de esas teleportaciones), pero no sabía nada de lo que había ocurrido desde entonces.

-¿Qué está pasando?-pregunta, y Manny se encoge de hombros.

-Muchas cosas, Nicole, luego podrás verlo. A grandes rasgos… Concordia es ahora el centro de gobierno de todo el mundo.

-Eso no…

-¿Puede estar pasando? Sí, ha pasado. Y en parte, gracias a ti. Me da un poco de pena, Nicole, pero creo que estabas llamada a ser nuestro Judas desde el principio.

-¿Qué?

-Había algo que me desconcertaba. Naomi vio algo cuando murió, antes de que David la resucitara. Vio una oscuridad que se acercaba. Y poco después, Robert estuvo a punto de acabar con todo equilibrio entre la vida y la muerte. Ni siquiera yo me había acercado tanto a lo que iba a ocurrir como lo hizo Naomi. Eso me hizo pensar. ¿Y si realmente había algo más importante que nosotros detrás de todo lo que estaba pasando? ¿Y si el Destello no fue un accidente? ¿Y si fue algo programado por… algo?

-¿Por algo? ¿De qué estás hablando, Manuel?

-¿Ahora quieres poner distancias? ¿Ya no soy Manny?-él sonríe-. De acuerdo, como quieras. Creo que debíamos cambiar el mundo, Nicole. Hace catorce siglos, los mayas dijeron que el 21 de Diciembre de 2012 acabaría una era. Muchos decían que era el fin del mundo… pero otros hablaban de que sólo sería un cambio. Un gran cambio global. Y mira lo que hemos hecho, Nicole. ¿Es posible que alguien, hace mil cuatrocientos años viera lo que íbamos a hacer? ¿Alguien como nosotros?

-No creo que…

-Y si eso era así, Nicole, tú destino era traicionarnos. Porque tú creaste a nuestro Satanás, a nuestro adversario. Tú alzaste a Eisenbach, sin ti nada de esto sería posible.

-Estás desvariando. ¿Qué vais a hacer conmigo?

-Nada. No vamos a hacer nada. Como te he dicho, nadie sabe que estás aquí. Es cosa mía, Nicole.

-Anne… Ella me trajo.

-Está muerta. Y Michael, ellos sabían dónde encontrarte. Alguien tenía que hacerlo, y lo hice yo. El USS Promethea sufrió un accidente, murieron los dos. Aquí estarás bien-afirma Manny-. Segura y apartada de todo. Por supuesto te tendré informada. Tendrás comida, bebida… quizá algún entretenimiento. Pero básicamente, y lo más importante… seguirás muerta para todos.

-¡No puedes hacer esto, Manny! ¡No puedes hacerme esto!

-Te diría que lo siento, pero en este momento, sería mentirte. El bien común a veces tiene víctimas. Quizá quieras considerarte una de ellas. Adiós, Nicole.

Manny cerró las puertas, y no se detuvo ni siquiera para escuchar los gritos.


Tras el Destello.

Y así acaba, con un grito, no con un suspiro. Aquí acaba El Cielo en Llamas, el trabajo más puntual que he hecho para MarvelTopia (ey, un número al mes), y también el más personal. Hemos vivido las experiencias de los Once desde el Destello hasta el Cielo en Llamas, y ahora… bueno, ahora lo siguiente queda en vuestras manos. Quedan ocho (nueve si contamos a Crisol), que se van a poner al frente del mundo. Y no de una manera simbólica. Se han convertido en la más férrea oligarquía, quizá lo que temía Eisenbach, lo que temían los humanos normales… lo que todos temeríamos. Quizá.

Espero que os haya gustado.

Y adiós a todos los que han pasado por estas páginas. Ha sido un placer trabajar con vosotros, personajes. Espero que os vaya bien.

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3 Responses to El cielo en llamas #12

  1. ibaita says:

    Muy grande el final. Enhorabuena por toda la serie, un gran trabajo.

    Cuando Nicole desaparece hasta se me ha pasado por la cabeza que hubiera estado trabajando para Manny y Tony todo el rato, dándoles una excusa para hacerse con el control del mundo y hasta apuñalando a Tony para que no sospecharan, pero ya veo que eso hubiera sido demasiaaaada manipulación XD

  2. MarvelTopia says:

    Final de la historia. Felicidades, macho. Me has sorprendido, y el final lo has dejado abierto… ¿continuación a la vista? 🙂

  3. Tomas Sendarrubias says:

    Muchas gracias por todo, chicos, me encanta que os haya gustado. Final abierto, si, pero me temo que, por lo menos a día de hoy, no tengo idea de continuarla. Quien sabe si dentro de un par de años los Once volverán a hablarme al oído, pero de momento, pasan al cajón de los proyectos finalizados. ¡¡Hay muchos otros por empezar!!

    ¡¡Muchas gracias!!

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