Hijo de Odín y Gea, dios del trueno, portador de Mjölnir, el martillo encantado hecho del mineral místico de Uru. Cuando Midgard o Asgard corren peligro, los cielos retumban saludando a su defensor más aguerrido.
#511 – Falta de caridad I
Muerte, ¿dónde está tu aguijón?
Por Bergil
Fecha de publicación: Mes 26 – 6/00
En una llanura a algunos kilómetros de Asgard, los aesires y sus cada vez más numerosos aliados estaban reunidos. Allí estaba el ejercito norn dirigido por la propia Karnilla en persona. Un poco más lejos se encontraban los enanos venidos desde Nidavellir; los comandaba el hermano menor de Eitri. A la sombra de los altos riscos se congregaba un grupo de elfos oscuros que Kurse había encabezado desde Svartalfheim. Y representantes de más y más razas de Asgard no cesaban de acudir a la llamada de Odín. Sólo los gigantes de hielo, siempre prestos a seguir al hijo de Laufey en sus golpes de mano contra los aesires, y los demonios de ¿Muspleheim?, enemigos jurados de todo lo que vive, habían hecho oídos sordos a la petición del Padre de Todos.
Mientras el ejército mantenía una vigilancia constante sobre la capital del Reino Dorado, los dirigentes estaban reunidos en la tienda de Odín, prestándole la máxima atención. Incluso los trolls escuchaban en silencio las palabras de Odín.
– No os engañéis pensando que porque el enemigo sea Loki es algo que atañe únicamente a los aesires. El envite es de mucho más calado, y ninguna raza estará a salvo si se le permite triunfar en su propósito. Porque, aunque él no lo sepa, el mismo Loki es un peón.
Con el rabillo del ojo, Thor vio cómo Geirrodurr y Ulik se revolvían inquietos. Resultaba evidente que, a pesar de que los trolls habían accedido a unir fuerzas con casi todas las demás razas de Asgard, no acababan de encontrarse cómodos luchando del mismo lado que sus adversarios tradicionales . Sin embargo, se mantuvieron en silencio mientras Odín continuaba hablando.
– …sabed, pues, cuál ha sido la historia hasta el momento. Mi hijo adoptivo había fracasado nuevamente. Apenas se habían apagado los ecos de lo que los pregoneros de Midgard denominaron los Actos de Venganza, cuando el dios del trueno y sus camaradas mortales se enfrentaron a Loki en combate singular. El dios del mal fue finalmente vencido, y atrapado en el subsuelo de la Isla del Silencio por mi hijo (1). Sin embargo, el dios del trueno sabía perfectamente que Loki lograría escapar, como así ocurrió, y su malvada inteligencia continuó forjando planes para dominar los Nueve Mundos. Llegó incluso a poner al príncipe de Asgard en la tesitura de tener que tomar su vida, cosa que finalmente se vio obligado a hacer (2). Por este hecho, mi hijo Thor fue desterrado a los reinos infernales, mientras que un mortal ocupaba su lugar en Midgard. Su osadía llevó a Loki a poseerme a mí, pero fue finalmente derrotado y exiliado a Hel, de donde escapó; tras ello, se enfrentó nuevamente al dios del trueno, y a los héroes de Midgard conocidos como Thunderstrike, Hulk y Hombre Gigante (3). Tras esta serie consecutiva de fracasos y castigos, el hijo de Laufey parecía haber aprendido la lección. Más ¡ay!, no era sino la calma que precedía a la calamidad en que ahora nos encontramos.
«De sus pasadas experiencias, Loki había aprendido dos cosas: que confiar en peones mortales le llevaría inevitablemente a que le fallaran, o a ser traicionado por ellos; y que un ataque directo no era la mejor opción, pues siempre había estado más cerca del éxito final cuando empleó subterfugios y añagazas, conforme corresponde a su condición de dios de la mentira y el engaño. Así que se dedicó a investigar en los libros en que se contenían los hechizos más arcanos y prohibidos, en un intento de alcanzar poder suficiente como para ser capaz de dominar Asgard por sí solo.»
«Sus investigaciones le llevaron a descubrir el lugar en que yacía el objeto que mayores energías necrománticas concentraba en toda Asgard: la joya que los bardos humanos denominaron el Anillo de los Nibelungos. Este objeto está irremisiblemente maldito. Y ello, tanto por el fin con el que se creó como por los engaños, traiciones y crímenes sin cuento que originó la ambición de poseerlo. Sin embargo, nada fue capaz de disuadir a Loki en sus afanes por poner sus manos sobre él. Diríase que el influjo maligno del anillo ya había comenzado a afectarle, como si la mera intención de tomarlo ya fuera suficiente para nublar el juicio. No hace falta mucho, todos lo sabéis bien, para inducir a Loki a cometer acciones viles. Sin embargo, lo realizado hasta entonces palidece al lado de las atrocidades que perpetró en su ansia insana de tomar el anillo: muertes, engaños, profanaciones, mentiras, violaciones… nada ni nadie fue obstáculo suficiente.»
«Desde luego, conseguir el anillo no le resultó fácil en absoluto. Había que mantener ocupados a aquellos que, de enterarse de sus maquinaciones, no dudarían en derramar hasta la última gota de sus sangre con tal de detenerle. Así pues, debía crear en Asgard y Midgard problemas que distrajeran la atención de los defensores de la justicia y el honor. En Midgard distrajo la atención del grupo de héroes que en más ocasiones había frustrado sus designios, y llegó al extremo de fingir una derrota completa por el más débil de los mortales (4).»
«Pero para el Reino Dorado, sus designios fueron de otra índole. Mediante sus hechizos, comenzó a afectar la fuerza vital de los asgardianos. Nuestro camarada del espacio y huésped, el llamado Bill Rayos Beta, fue de los primeros en caer. Sólo gracias a la ayuda de un aliado tan poderoso como Estela Plateada, y combinando sus poderes cósmicos con los míos propios, fuimos capaces de arrancarle del abrazo de Hela, que parecía ya definitivo (5). Y como diversión suprema, tras asegurarse la no intervención de quien podría detenerle, y a quien engañó incluso en aquel envite supremo, realizó un ataque contra el Fresno de la Vida (6). Pareció que en aquel trance, el dios malvado había calculado mal. Sirviéndose de un peón mortal, este le falló del modo más inesperado: el farol estuvo a punto de ser la mano ganadora, el Fresno casi sucumbió y, por unos instantes, el destino de la creación pendió al borde del precipicio. Pero finalmente todo terminó con bien… aparentemente.»
«En Asgard, las nubes de tormenta se hacían más y más oscuras para quien tuviera una mirada atenta y suficiente discernimiento. La preocupación ensombrecía mi ánimo mientras ponderaba si el tan temido Ragnarok estaría por fin llamando a las puertas del Reino Dorado. No parecía haber solución posible para, como en otras ocasiones, capear el temporal. Desesperado, dispersé a los aesires, de modo que cualquiera que fuese el enemigo, no pudiera capturarlos a todos con un solo golpe de mano. A continuación, clavé a Ojo de Cuervo en Yggdrasil y yo mismo me envié a Midgard».
» Fue en vano. Loki había tenido éxito en su búsqueda, y el Anillo estaba por fin en sus manos. Sumado a su conocimiento de la hechicería, no había poder en Asgard que pudiera hacerle frente. Se presentó ante mí en Midgard, y me reveló lo que os acabo de contar. Jactándose de su triunfo, me mostró cómo había localizado sin esfuerzo al pueblo del Reino Dorado, y me reveló las ordalías a las que pensaba someterles. Pensaba, dijo, dejar que los trolls y los gigantes de hielo se divirtieran una temporada entre las ruinas de Asgard (7), antes de reclamarla para sí y gobernarla con puño de hierro. Y, a tenor de lo que hemos visto, eso es exactamente lo que ha hecho. Tras eso, me borró la memoria, dejándome sólo una abrumadora sensación de fracaso».
Cuando Odín terminó de hablar, el auditorio permaneció durante unos momentos en silencio. Luego, Telchar el enano tomó la palabra:
– Si el enemigo es tan poderoso como dices, aesir, ¿qué esperanzas tenemos de vencer si nos enfrentamos a él?
– ¿Y qué esperanzas tendréis si no os enfrentáis? -intervino Thor, antes de que Odín pudiera hablar-. ¡Y dirígete con más respeto al monarca de Asgard, o…!.
– Tranquilizaos, Thor -dijo Odín, calmando a su irascible hijo-. Mi hijo tiene razón, Telchar. El único modo de vencer es permanecer unidos. Si permitimos que la duda y la disensión aniden entre nosotros, entonces la victoria de Loki será segura. Y no debemos olvidar que hasta el plan más cuidadoso y la armadura más fuerte tienen alguna falla que, si es aprovechada convenientemente, permite la victoria aunque la situación parezca desesperada.
Tras esto, Odín dio la reunión por terminada. Todos se retiraron, excepto Thor, que permaneció en silencio hasta que quedó a solas con su padre.
– ¿Qué deseas, hijo mío?
– Padre, hay algo que no nos habéis contado, ¿no es cierto? No es sólo a la magia negra a lo que nos enfrentamos, ¿verdad?
– Hijo mío -dijo Odín, mirando con orgullo a Thor-, nada puede ocultarse a tu perspicacia. hay, en efecto, algo que no he revelado todavía, y que de momento es conveniente que permanezca ignorado incluso por el dios del trueno. Más no temas: cuando llegue el momento, sabrás qué es lo que oculto tan cuidadosamente.
– Está bien, padre. Como deseéis -contestó Thor, disponiéndose a salir.
– Espera un momento, hijo mío -le detuvo Odín-. Hay una misión que nadie sino el dios del trueno puede cumplir. Una misión que debe realizarse en sigilo y con la mayor rapidez posible, pues de ella depende gran parte de nuestras oportunidades de victoria. Toma -dijo, entregando a Thor un pergamino enrollado y lacrado con el sello de Odín-, habrás de llevar esto a Hel y entregárselo a la propia diosa de la muerte en persona. Asegurate de que presta su conformidad, ya que su cooperación será decisiva. Y ahora, ¡ve con mis bendiciones, hijo mío!
Thor se arrodilló con reverencia ante Odín, y sin pronunciar una sola palabra dio media vuelta y salió de la tienda. Buscó con la vista a Sif, pero no vio a la hermosa diosa de cabellos de azabache. Cuando, decepcionado, se disponía a partir, Heimdall se acercó a él a grandes pasos.
– ¿Os marcháis, dios del trueno?
– Sí, noble Heimdall. El Padre de Todos me ha encomendado una misión que no admite demora alguna.
– Quería haceros una pregunta, Thor. ¿Podríais decirme, por ventura, qué pena aflige a mi hermana? ¿Por qué oculta su bello rostro de los rayos del sol?
– Si la hermosa Sif no os lo ha revelado, buen Heindall, no seré yo quien viole su secreto. Sabed sólo que la hermosa Sif soporta una pena mayor de la que podéis imaginar, y respetad su silencio hasta que ella decida romperlo. Y ahora, ¡adiós!
Sin pronunciar una palabra más, Thor y Heimdall se abrazaron cordialmente. Luego, Thor se alejó a grandes pasos rumbo a Hel.
Poco tiempo después, Thor se encontraba ante el puente sobre el río Gjoll. Como había previsto, Garm se hallaba tumbado ante él, impidiendo el paso. Sin temor, Thor se adelantó y habló con voz potente:
– ¡Atención, Azote de Tyr! ¡Es el dios del trueno quien te habla! ¡Deja paso franco, pues la misión que traigo así lo exige!
Volviendo la cabeza hacia Thor, Garm se puso en pie y tensó sus músculos.
– No pienses, diosecillo, que porque me vencieras en el pasado (8) volverás a hacerlo. No te atrevas a darme órdenes. Garm no obedece a nadie sino a Hela, y la diosa de la muerte no me ha dado instrucciones para que te deje pasar.
– No tengo tiempo de discutir contigo, Garm. Apártate, o sufre mi justa ira.
Garm no respondió. Con un rugido, tensó sus patas traseras y saltó hacia el dios del trueno. Pero sus mandíbulas se cerraron en el vacío. Saltando con agilidad a un lado, Thor blandió su mazo encantado y golpeó al guardián de Hel en la mandíbula. La fiera cayó hacia atrás, pero rodó de lado y volvió a ponerse en pie. Sacudiendo la testa para despejarse y echando espumarajos de rabia por la boca, saltó de nuevo.
Esta vez, Thor le esperó a pie firme. Cuando Garm se abalanzaba sobre él, tomó a Mjölnir con ambas manos y golpeó de abajo arriba con todas sus fuerzas. Su oponente se desplomó inconsciente.
– Yace aquí, pobre bestia -dijo Thor con una mirada de lástima-, mientras el dios del trueno atraviesa el portal que guardabas para cumplir la misión que le encomendó el Padre de Todos.
Nada ni nadie molestó a Thor mientras atravesaba los recintos de Hel. Aquel paisaje de pesadilla no le era desconocido en absoluto (9), y avanzaba con paso decidido. No tuvo que esperar demasiado: tras algunos minutos, una nube de vapores se condensó ante él, anunciándole la inmediata aparición de Hela.
– Mis saludos, dios del trueno -dijo la diosa de la muerte.
– Yo os saludo, Hela. No es por su voluntad que el dios del trueno pisa de nuevo vuestros dominios.
– ¿Qué es entonces tan importante como para doblegar la voluntad del príncipe de Asgard?
– Una orden del Monarca del Reino Dorado en persona. Traigo un mensaje mi padre para vos.
– ¿Y cuál es ese mensaje, pues?
Thor no contestó, y se limitó a sacar de su cinturón el pergamino que su padre le había entregado y entregárselo a Hela. Sin decir una palabra, la reina de Hel lo tomó, rompió el sello de Odín y leyó en silencio el mensaje.
«Es en tiempos de crisis cuando se demuestra el temple de los seres. No pienses que, por no haber actuado contra ti, no somos conscientes de la traición que urdiste con mi hijo adoptivo (10) para provocar la ruina del Reino primero, y de toda la creación después. Sin embargo, hemos decidido darte la oportunidad de obtener el perdón de tal falta de lesa creación, si nos prestas tu ayuda en la contienda que se avecina. Hasta nueva orden, habrás de cerrar las fronteras de tu reino. Ninguno de nuestros súbditos podrá traspasar la puerta que conduce a Hel hasta que nuestra voluntad no lo decida. Obra así, y obtendrás nuestro perdón imperial, que no el olvido de tu falta; empecínate en tu actitud, y sufrirás el castigo que mereces, tanto si Loki es derrotado como si finalmente el mal prevalece, pues el dios de la mentira no cobija en su corazón nada parecido al amor paterno«. Al pie del documento aparecía la runa de Odín.
Hela meditó en silencio durante unos instantes, ponderando sus opciones. Finalmente, decidió arriesgarse, y se dirigió a Thor:
– Decidme, dios del trueno, ¿sois conocedor del contenido de la misiva que me dirige vuestro padre?
– ¿Acaso me creéis capaz de traicionar la confianza que el Omnisciente depositó en mí al confiarme esta misión? ¡No añadáis el insulto a los demás motivos que os hacen despreciable!
– Pasaré por alto vuestra falta de modales, Thor -dijo Hela, satisfecha: el dios del trueno jamás había sabido mentir-. Podéis decir a vuestro padre que acepto su ofrecimiento y que todo se hará como desea; sin embargo, os impongo una condición para permitiros regresar junto a él.
– ¿¡Cómo?!? ¿Creéis que no sería capaz de abrirme paso, aun contra todas las huestes de Hel, y regresar junto a mi padre?
– Quizá seríais capaz, pues nadie ha realizado las proezas que vos habéis acometido; pero, ¿podríais regresar a tiempo para socorrer a Odín en la batalla que se avecina?
Thor se contuvo para no explotar de ira. Con la voz perlada de enojo, dijo:
– Decidme pues cuál es vuestra condición, y acabemos de una vez.
– Así sea. Cuando todo termine, el dios del trueno deberá venir voluntariamente a Hel y convertirlo en su morada por toda la eternidad.
– ¿Pretendéis pues obtener sin esfuerzo lo que de otro modo jamás tendríais? ¡Vuestra insolencia no conoce límites!
– Tomadlo o dejadlo, Thor. Es mi última palabra.
Thor pensó rápidamente. No era seguro que pudiera abrirse paso él solo -ese farol, evidentemente, había fallado- y, en cualquier caso, Hela tenía razón: nunca lo haría a tiempo para ayudar a su padre. Además, Odín debía estar realmente necesitado de la ayuda de Hela. Se decidió.
– De acuerdo, pues. Vos ganáis. Mas no contéis con que se trate de una convivencia agradable.
– Ya lo veremos, dios del trueno. Y ni una palabra de esto a vuestro padre, o Hela retirará su ayuda.
– El dios del trueno sólo tiene una palabra, y la cumplirá. Adiós -dijo Thor dando media vuelta y alejándose.
– Hasta pronto, Thor -sonrió Hela-. Hasta pronto…
Cuando la amenaza del Ragnarok se cernía sobre Asgard, Odín tomó a un simple periodista y le convirtió en el dios del trueno. Ahora, tras la amenaza de Onslaught, vuelve uno de los héroes más renuentes de todos…
– Y bien, Norvell -dijo Destructor cuando Red se encontró con Rabia y con él-. ¿Qué te ha contado ese Murdock? (11)
– Dice que se ocupará del caso. Me ha llamado hace un par de horas, y dice que, en una primera aproximación, la posición de los inquilinos parece bastante sólida. Si ellos no quieren, nada puede obligarles a marcharse. Está de acuerdo en representarles en las negociaciones con la inmobiliaria, si es que están de acuerdo en vender. ¿Y vosotros, tenéis alguna novedad?
– De hecho, así es -dijo Destructor-. Hemos estado sondeando a los vecinos, y están de acuerdo en reunirse con nosotros esta noche para que les contemos lo que sabemos, y tratar de llegar a algún acuerdo. Podrás venir, ¿no?
– Por supuesto. No me lo perdería por nada del mundo.
-Hasta la noche, pues.
-Hasta entonces, chicos.
Red se separó de los dos muchachos y se dirigió a un bar cercano a almorzar algo. Se planteó si sería conveniente que acudiera al Centro Sanitario. Le gustaría ver de nuevo a la doctora Matthews, aunque fuera con la excusa de interesarse por Portals. Sin embargo, finalmente decidió que no lo haría. ¿Qué iba a ver una mujer evidentemente culta y autosuficiente en un cachas juerguista como él? Además, la tarde caía con rapidez, y pronto habría oscurecido. Se dirigió hacia el lugar en que había acordado encontrarse con los dos jóvenes, pero sólo vio a Rabia.
– ¿Dónde está tu compañero, el del traje negro y el casco llamativo? -le preguntó.
– ¿Dw…? ¿Destructor? Está escondido, vigilando por si ocurre algo. Venga, subamos.
Cuando llegaron a la azotea, Red pudo ver que estaban allí reunidas tres o cuatro docenas de personas. Ninguna bajaría de los sesenta años y, aunque sus ropas eran humildes, no había andrajos por ninguna parte. Aunque pobres, aquellas personas aún retenían su dignidad y la estima de sí mismas; algo que perderían si Ortega se salía con la suya.
Los murmullos cesaron cuando Red y Rabia entraron en la azotea. Todos se volvieron a mirarles con atención. Tras una breve presentación, procedieron a explicarles la situación lo mejor que pudieron. Cuando terminaron, todos guardaron silencio unos instantes. Luego, uno de las primeras filas se levantó, carraspeó y empezó a hablar:
– Entonces, si lo he entendido bien, lo que decís es que quieren comprar el solar para tirarlo y hacer un centro comercial…
– Exactamente -confirmó Red.
– …y que a la inmobiliaria le da lo mismo quien se lo venda, si nosotros o ese Ortega que hizo apalear al pobre Víctor.
– En efecto, esa es la cuestión.
– ¡Pues yo digo que aguantemos!
– ¿Estás loco? -chilló una mujer desde las últimas filas-. ¿Es que no viste cómo quedó Portals? ¿Crees que tú saldrías mejor librado? ¡Es mejor vender a ese Ortega y sacar algo menos, pero seguir vivos para disfrutarlo!
– ¡Tonterías! -bramó un individuo alto y fuerte, aunque no bajaría de los ochenta años-. Si permanecemos unidos, no podrán hacer nada. Cuando estuvimos en la guerra, en las Ardenas…
– ¡Precisamente! ¿Qué hay de las bajas? Porque ésos no van a detenerse ante nada con tal de conseguir lo que quieren… Lo más probable es que permanezcamos unidos, sí, ¡pero en el cementerio!
Los ánimos se estaban caldeando cuando Rabia se llevó la mano a la oreja, como si escuchara con atención. Red pudo ver cómo hablaba con alguien.
– De acuerdo -susurró. Luego se dirigió a Red-: escucha, pelirrojo, acabo de hablar con Destructor. Se acercan un montón de tipos, y parece que con no muy buenas intenciones. Según todos los indicios, Ortega se ha cansado de esperar, o se ha enterado de esta reunión, y ha decidido pasar a la acción. Traen latas de gasolina como para llenar un petrolero.
– ¡Joder! -exclamó Red-. Está bien. Habrá que evacuar a toda esta gente, rápidamente pero con discreción. ¿Lo haces tú o lo hago yo?
– Hazlo tú -dijo Rabia. Yo me voy a ayudar a Destructor.
Pero cuando Red se dio la vuelta, se encontró con que les habían oído.
– ¿Qué vamos a hacer ahora? -exclamó el individuo que había hablado en primer lugar en la reunión-. ¡Nos matarán!
– ¡Tranquilícense! -dijo Red-. No se pongan nerviosos, y salgan ord…
Pero era inútil. Espoleados por el pánico, se apresuraban hacia la única salida de la azotea.
– ¡Fantástico! -exclamó Red. Se agachó y abrió la bolsa que había traído. De ella sacó su martillo. Con él entre sus manos se sentía mucho mejor. Se acercó al borde y miró hacia abajo. Las cuerdas de tender se extendían hasta el edificio de enfrente. Red tragó saliva, tomó aire y saltó.
– ¡Gerónimooooo! -gritó, más para darse ánimos que para otra cosa.
(1) En Los Nuevos Vengadores # 55.
(2) En El poderoso Thor # 432.
(3) En El poderoso Thor # 447-455, Thunderstrike # 19-21, El poderoso Thor # 483-484 y Tales to Astonish Vol. 3.
(4) En Los Vengadores # 400, número en el que Jarvis es quien descubre la tapadera de Loki.
(5) En Starmasters # 1.
(6) En la saga Mundomotor, que transcurría en El poderoso Thor # 491-494.
(7) Como se contó el El poderoso Thor # 495-502.
(8) Por ejemplo, en El poderoso Thor # 362.
(9) Thor ya ha estado en el reino de Hela en otras ocasiones. Por ejemplo, en El poderoso Thor # 361-362.
(10) ¿Os acordáis de la misteriosa conversación del número 503 de esta colección? Pues eran Loki y Hela.
(11) Lee Daredevil # 367 si quieres enterarte de qué conversación hablan.
Saludos a todos. Espero que disfrutéis con la colección, y recibir vuestros mensajes en Crónicas del Norte – Correo de los lectores (bergil@altavista.net).
En el próximo número: Lee los preparativos para la batalla en Thor # 512, el número de Agosto. Y sigue las peripecias de Red Norvell y sus aliados.