Fueron los primeros. Lucharon por la libertad cuando más necesario era. Hoy, décadas más tarde, han vuelto.
#10 – Legado IV
Por Correia
Fecha de publicación: Mes 170 – 6/12
La lluvia caía con fuerza sobre Liverpool, gracias al hechizo que Oliver Ludgate, el Druida, acababa de invocar. Una lluvia que había revitalizado a Namor, y debilitado a los gólems con los que se enfrentaba, que, al estar hechos de tierra, perdían consistencia al mojarse.
«Bien, Caballero», dijo el mago, dirigiéndose a Dane Whitman, el Caballero Negro, que observaba junto a él la pelea. «Tenemos que detener al kabalista que está creando los gólem. Para crearlos, está matando gente. El círculo que encontró tu compañero en el parque es el del primer gólem que destrozasteis. Que ahora haya dos más significa dos nuevas víctimas. No parará. Temo por la rubia.»
«Spitfire sabe defenderse», replicó Dane.
«No lo dudo. La he visto moverse. Os llevo siguiendo desde que os enfrentasteis al primer gólem», respondió Oliver, mientras metía distraído la mano en uno de los bolsillos de su gabardina. Sacó un frasco pequeño, lleno de ceniza grisácea. «Pero este tipo es un profesional». Extendió parte de las cenizas en su mano. «Controla la magia, pese a que ahora es bastante incontrolable.» Lanzó las cenizas al aire, que comenzaron a flotar sobre su cabeza. «Y aunque la chica tiene tablas, un mago contra una velocista… no hay color.»
«No conoces a Spitfire», objetó Dane.» De todos modos, estoy intentando localizarla, pero no contesta. Y el localizador ha dejado de detectarla.»
«A la magia, con magia se combate», contestó Oliver, mientras hacía un gesto con la mano. Las cenizas que le sobrevolaban comenzaron a moverse, formando una fina línea que avanzaba en una dirección bastante concreta. «Por allí», indicó, comenzando a andar.
«¿Dónde vamos?», preguntó Dane, confundido.
«A por la chica. Los dos mozos podrán encargarse de los monstruitos. Nosotros vamos a por lo gordo.»
«Estoy bien», dijo, de mala gana, Hammond, mientras su compañero Joey le enlazaba a los ordenadores de la mansión para chequear sus sistemas, tras haberse desmayado hacía unos momentos (1).
«Deja de quejarte. No soy yo el que se ha reseteado», le contestó Union Jack.
«¿Puedo hacer algo?», preguntó Ameiko, que permanecía sentada frente a ellos.
«No te preocupes, el ordenador lo hará solo», le respondió Jim, mientras activaba el chequeo.
«Me siento un poco culpable por no haber podido hacer nada», dijo la chica.
«Ameiko, no es culpa tuya», contestó Jim, sin apartar la vista de la pantalla del ordenador, en la que iban apareciendo los resultados de los diferentes tests a que estaba siendo sometido. «Con todo lo que has pasado hoy, no deberías preocuparte por nada. Mi cuerpo tiene ya casi 100 años… hace tiempo que ni siquiera puedo usar mis habilidades flamígeras… estoy mayor.»
«Ya me gustaría a mí tener tus tripas, chaval», le cortó Joey. «Los tests han acabado. Estás más sano que cuando te construyeron,» dijo mientras desconectaba el cable.
«Entonces, ¿qué ha pasado?», preguntó Ameiko.
«No lo sé», respondió con sinceridad Jim.
«Achaques», bromeó Joey. «Si no vuelve a pasar, no hay que darle mayor importancia. Has estado trabajando mucho últimamente, Jimmy. Y estás mayor, como has dicho.»
«Quizás. En fin, no le demos más importancia. ¿Cómo va lo de Liverpool?»
«Mal», contestó Joey poniéndose serio. «Acabo de comprobarlo. Ahora hay dos gólem. La tele está sacando a Namor y Aarkus dándose hostias con ellos. Ni rastro de la parejita.»
«Prepárate. Salimos para allá», dijo Jim, poniéndose de pie.
«Voy con vosotros», sugirió Ameiko. «Puedo ayudar. Además… no quiero quedarme sola.»
«Está bien. Pero no te separes de nosotros.»
«Descuida», sonrió la joven.
«Es allí», señaló Oliver. La línea de cenizas rodeaba un unifamiliar de dos plantas, con su porche delantero y su pequeño patio.
«¿Estás seguro?», preguntó Dane, invocando su espada.
«La ceniza no miente. Ahí dentro está el origen de los gólem.»
«Pues vamos», avanzó el Caballero, abriendo la puerta de una patada. En el interior no se veía nada. Una densa oscuridad parecía salir de la casa.
Con su mano izquierda, el Druida trazó un círculo en el aire, y en su interior, un triángulo. Por último, un pequeño círculo en el centro del triángulo. Un tenue rastro dorado parecía seguir el movimiento de sus dedos. Cuando completó el último círculo, una esfera brillante de energía rodeó a los dos héroes.
«Esto nos dará alguna protección», informó el mago. «Pero no es cien por cien segura.»
Los dos hombres entraron en la casa. El brillo de la esfera protectora les alumbraba el camino, aunque dejaba la mayoría de la casa en penumbras.
Vieron el cadáver del hombre junto a la mesa, cuando un ruido surgió de la habitación contigua. De ella salió una mujer con los intestinos colgando de una herida en su costado.
«¿Zombis?», exclamó Dane. «¡Venga ya! Esto parece una peli de serie B.»
Como respondiendo a sus palabra, el hombre comenzaba a levantarse, con el cerebro asomándole por la brecha de su cabeza.
De un poderoso derechazo, Namor volvió a destrozar a su adversario. El atlante, revigorizado por la lluvia conjurada por el Druida, que además había hecho al Gólem menos consistente, había estado golpeando una y otra vez al ser de piedra, que había ido perdiendo fragmentos en cada golpe. Con este último, cayó destrozado en mil pedazos.
Mientras, la Visión había seguido una táctica similar. Aprovechando la lluvia, había vuelto a encerrar al otro Gólem en hielo, más fuerte por la humedad y el frío, y al golpearlo lo destrozó también en pequeños trozos, que se diseminaron por el lugar.
«Congela los trozos, Aarkus, para que no puedan fundirse de nuevo», ordenó Namor a su compañero.
«Hecho», respondió lacónicamente el alienígena.
«Ahora sólo nos queda esperar que Whitman detenga al brujo», dijo Namor, mientras se cruzaba de brazos junto al montón de restos congelados.
«No tenéis que esperar tanto para morir, mestizo», dijo una voz femenina tras él.
Los dos héroes se giraron al unísono. Tras ellos, cuatro personas asomaban por la calle. Namor reconoció enseguida a dos de ellos.
«Hombre Maestro y Mujer Guerrera», dijo con desprecio. «Nunca pasa suficiente tiempo sin veros.»
Junto a ellos había un gigantesco robot de tres metros de altura, con una cruz en el pecho y un enorme cañón en el hombro. Namor supuso que se trataba de un nuevo Cruz de Hierro, como al que se habían enfrentado cuando rescataron a Nómada de Nacht y sus huestes (2). Por último, una mujer vestida con una chaqueta verde caza, y un casco aerodinámico dorado.
«Supongo que la chatarra es Cruz de Hierro, pero no sé quién es la chiquilla», dijo.
«Ah, mestizo, es nuestra nueva recluta, Meteoro. Te enfrentaste a su antecesor sobre el Atlántico hace tiempo, pero no dio la talla y el Eje no trabaja con inútiles», contestó Nacht.
Namor recordó el borrón verde que les atacó cuando volaban a rescatar al Nómada, y supuso que se referían a él.
«¿Acaso estáis detrás de estas criaturas?», preguntó el atlante. «¿Más destrucción sin sentido intentando recuperar el Reich del loco al que idolatrabais?»
«Oh, sí que estamos detrás de los gólem, mestizo», respondió esta vez la Mujer Guerrera. «¿Pero quién dice que es destrucción sin sentido? Lo único que queríamos era atraeros a este lugar.»
«¿Y eso por qué? Dudo mucho que Liverpool sea clave en los planes de cualquier imperio.»
«Oh, el pueblo no nos importa. Lo que nos importa es lo que está debajo.»
Y como respondiendo a sus palabras, la tierra comenzó a temblar… y un enorme agujero se abrió a los pies de Namor, que elevó el vuelo para evitar caer en el mismo.
«Por las barbas de Neptuno, ¿qué brujería es esta?»
De entre los escombros, surgió un behemot humano, destrozando con sus puños la piedra. Vestía un traje color tierra, con una capucha cubriéndole la cara, botas militares, y guantes cubriéndole los puños. Una joya rojo sangre refulgía en el centro de su frente.
«Mestizo», dijo el Hombre Maestro. «Te presento a Rockman.»
«Mi escudo no aguantará mucho», dijo el Caballero, mientras sostenía con ambas manos su escudo místico, evitando que los zombis les alcanzaran.
«Ni falta que hace», respondió el Druida, mientras trazaba con sus dedos una espiral ascendente. «Agárrate.»
Acto seguido, un torbellino comenzó a generarse en la habitación. Dane se agarró como pudo a la barandilla de la escalera, mientras el Druida permanecía impasible a los efectos del viento, y los dos muertos revividos salían despedidos por los aires. En pocos segundos, sólo un gran boquete en el techo de la casa mostraba lo ocurrido.
«Ha sido… impresionante», afirmó Dane. «Vamos a por Spitfire, antes de que aparezca alguien más.»
La pareja subió las escaleras. Al fondo, una puerta cerrada. Bajo ella, un fulgor espectral escapaba de su interior.
«Es ahí», dijo el Druida. «Hay magia antigua en acción. Casi tanto como la mía.»
«Mi espada se ocupará del responsable», dijo confiado Dane, mientras golpeaba con su espada de ébano la puerta, destrozándola.
Entraron cautelosos. Un círculo místico coronaba la estancia. En su interior, un hombre sostenía una daga sobre el cuello de Spitfire, que flotaba inmóvil a un palmo del suelo, con los ojos en blanco.
«Bienvenidos, caballeros», dijo el hombre. «Os esperaba.»
CONTINUARÁ…
1.- No es exactamente lo que pasó, como vimos en los últimos episodios.
2.- En Invasores #1-6, la refundación del grupo.
¡OKEY, EJE, ALLÁ VAMOS!
Pasado el ecuador de la saga… vamos con algunos comentarios del último número:
Tomás Sendarrubias comenta: «Leído. El grupo se está haciendo de lo más pintoresco, y me ha sobresaltado especialmente una cosilla. ¿Qué quiere Skorpio de la Antorcha Humana Original? Aunque sean cortitos, jefe, tenerlos con frecuencia mola. Por cierto, mi personaje favorito no es Namor… me quedo con el Caballero Negro…«
¿Grupo pintoresco? La idea de la saga (Legado) es meter personajes «antiguos» remozados. Así ya hemos visto a la Chica Dorada (que, por cierto, en Marvel también debutó, en Thunderbolts, aunque ligeramente diferente), y a Druida, además de los fallecidos. Y aun faltan sorpresas.
¿Que qué quiere Skorpio? Ya lo verás… aunque maldita sea que en Marvel están haciendo algo parecido en Secret Avengers…
Pues eso es todo por este mes. Nos leemos en breve.
Carlos
¿¿Que están haciendo algo parecido?? ¿Que en Marvel escriben cosas que se parecen a lo que se organiza por aquí? ¡¡Que va, hombre, que va!! Nunca. Je, je, je. Vale, me has dejado enganchado con el cliffhanger final. ¿Quién es? ¿Quién?
Obviamente, el brujo que coge a Spitfire en el número anterior 😛