Ultimate #57 – Ultimate Spider-Man #1

Ultimate #57

#57 – Ultimate Spider-Man #1
La araña y el chico I

Por Spider-Boy


Fecha de publicación: Mes 169 – 5/12


Prólogo.

Una araña negra y peluda bajaba lentamente por su tela, moviendo sus patas tratando de encontrar una superficie donde plantarse.  Tropezó con una pared blanca, soltó el pequeño hilo y empezó a caminar. Había una grieta, imperceptible para el ojo humano, en donde la araña se metió, para llegar a una habitación vacía, en la que sólo había una gran máquina con forma de cono, en el centro. La araña siguió moviéndose, bajando por la pared, hasta llegar al piso metálico. La habitación empezó a temblar, y la pequeña araña inició su rápido camino de vuelta hacia la grita de la pared para refugiarse de lo que sea que estaba pasando. Hubo un flash en habitación, y la araña cayó al piso. Hubo dos flashes más y la araña, asustada y emitiendo un leve resplandor fosforescente, subió otra vez la pared y trepó hasta el techo. Llegó a la esquina más oscura de la habitación en la que se unían las dos paredes. Se quedó allí quieta, hasta que la habitación dejó de temblar. Salió de nuevo por la grieta, y se escondió debajo de un cubo de basura que estaba apoyado al lado de la pared. Y se quedó allí, escondida, brillando, quieta.


Capítulo 1.

El niño salió corriendo hacia la lluvia, pero era tarde, el taxi ya había arrancado y se estaba alejando rápidamente por la estrecha calle.

– ¡Mami! ¡Papi! – Gritó el niño, que estaba llorando, aunque las lágrimas se confundían  en su cara empapada por la lluvia.

– Ven Peter, vamos adentro. –  dijo su Tía.

– ¡Mami! ¡Papi! ¡Nooooo!

Hubo una gran explosión.

Peter despertó sobresaltado.

Era la tercera vez que soñaba con sus padres en la semana. Ese día se cumplían diez años desde que habían muerto en un accidente de avión, cuando él era sólo un niño. En realidad no había sido tan dramático como en su sueño, no hubo lluvia, ni niño llorando, ni taxi que se alejaba. Simplemente un día su padre armó una maleta, lo llevó a la casa de sus tíos, y le dijo que se quedara allí hasta que ellos volvieran, que sería en unas semanas. Nunca le dijeron a donde iban, ni qué tenían que hacer allí, lo único que Peter sabía era que hubo una falla en el motor del avión y se desplomó en el océano.

Nunca quiso indagar más sobre la muerte de sus padres, ya que el era feliz con sus Tíos, Ben y May, que lo habían cuidado como su propio hijo desde ese día.


Peter Parker era un chico flacucho, de mediana estatura y cabello castaño. Usaba unos grandes lentes redondos. Se levantó de la cama y  se vistió, bajó las escaleras y fue hasta el comedor. Tío Ben estaba leyendo el periódico y tía May estaba preparando el desayuno.

– Ey, Pete, ya estas despierto. – Dijo el tío Ben. Era alto, tenía alrededor de cincuenta años y su cabello gris estaba empezando a volverse blanco. – Aquí tienes el permiso para la excursión de hoy – Dijo dándole un pequeño pedazo de papel con su firma.

– Oh, gracias tío Ben, casi lo olvido. – Dijo Peter, tomando el papel y guardándolo en su mochila. – Se me está haciendo tarde…Me tengo que ir.

– Espera Peter, ¿No quieres desayunar? – Preguntó tía may, que tenía la misma edad que su marido, usaba anteojos y tenía el cabello un poco más oscuro.

– Lo siento tía May, tengo que irme, el autobús…

– No hay problema querido, ve.

– ¡Adiós! ¡Los quiero!

– Adiós Pete. – Dijeron sus tíos al mismo tiempo mientras él salía de la casa.

– Es un buen chico. – Dijo May.

– Si. – Dijo Ben – Lo es.

Peter miró su reloj, tenía que llegar a la parada en menos de cinco minutos o perdería el autobús. Echó a correr las tres manzanas que le faltaban para la parada. Cruzó las calles sin mirar, Forest Hills era un barrio tranquilo y a esa hora de la mañana no pasaban muchos coches. Dobló la última esquina, y vió el autobús abandonando la parada.

– ¡Ey! ¡Alto! – Gritó, pero el autobús empezó a tomar velocidad y, pocos segundos después, desapareció en una esquina lejana. Peter se dejó caer en el piso. Los pulmones le dolían cada vez que corría, ya que sufría de asma desde que era pequeño. -«Típica suerte Parker»- Pensó.


El Centro de Investigaciones Anthony Stark se llenó de alumnos que entraron por la puerta principal del vestíbulo. El profesor Warren, un hombre bajito de mediana edad, se paró al frente de la multitud de estudiantes.

– ¡Bueno, bueno, silencio! ¡Voy a tomarles lista! ¿Allen?

– Aquí – Respondió una chica rubia de la multitud.

– ¿Lieber?

– Aquí – Respondió un chico de lentes.

– ¿Johnson?

– Aquí – Dijo un muchacho que acababa de llegar.

– ¿Parker? – Dijo el profesor. Hubo un silencio. – ¿Alguien vió a Peter Parker?

– Debe estar repasando para los exámenes finales. – Dijo un chico rubio y fornido.

– No debe querer bajar su racha de dieces. – Le contestó otro chico flaco, de cabello largo. Ambos rieron.

– ¡Flash Thompson! ¡Mark Raxton! ¡Silencio! – Dijo el profesor Warren.

La puerta del vestíbulo se abrió y Peter Parker entró corriendo.

– ¡Aquí estoy profesor Warren! – Dijo casi sin aire – ¡Siento llegar tarde, es que tuve que tomar otro autobús y…!

– Esto cuenta como un retraso Parker. – Dijo el profesor anotando algo en un pequeño cuaderno. – ¿Tiene el permiso?

Peter sacó de su mochila el pequeño pedazo de papel arrugado. El profesor Warren lo miró y se lo guardó en el bolsillo de su traje.

Una mujer de unos treinta años entró al vestíbulo por una de las puertas laterales. Llevaba puesta una bata blanca.

– Bienvenidos al Centro de Investigaciones Anthony Stark, mi nombre es Betty Ross, y seré su guía en este recorrido. Ustedes son los chicos de la escuela Midtown, ¿No es así? – Dijo la mujer.

Se oyó un «si…» apagado y monótono, que venia de la multitud de alumnos. Hasta se oyó un «no» proveniente de Flash Thompson, seguido de risas.

– Síganme, por favor. – Dijo Betty, guiando a la multitud por un gran pasillo.

Peter pasó caminando al lado de Flash, que lo hizo tropezar con el pié. Peter calló al piso, y Flash y Mark empezaron a reír.

– Oh, perdona Peter. – Dijo Flash con tono burlón. Dio media vuelta y siguió caminando con el resto del grupo, mientras reía con Mark.

El grupo dobló por el pasillo y se empezó a alejar.

-«¡Rayos! ¡Me voy quedar atrás!» – Pensó Peter mientras se levantaba y se acomodaba los anteojos. Trotó hasta el final del  gran pasillo, que se dividía en dos, hacia la izquierda y hacia la derecha, formando una T. No sabía por cual de los dos lados se había ido el grupo, y la voz de la guía se escuchaba lejana. Optó por  ir a la derecha, donde el pequeño pasillo terminaba en una escalera que bajaba.

Llegó hasta el pie de la escalera, donde había una puerta con un cartel que decía «EXPERIMENTOS CON RAYOS GAMMA». A Peter le sonó familiar el nombre «rayos Gamma», tal vez lo había leído en el folleto del Centro de investigaciones el día anterior. Decidió entrar, allí debería estar el grupo.

Abrió la puerta, pero se encontró con una especie de sala de espera vacía, con otra puerta al otro lado de la habitación, una silla plástica, una pequeña mesa con un par de revistas viejas, un cubo de la basura y una gran maceta con una planta de plástico. Había una gran ventana en la pared que estaba enfrentada a la silla, a la mesa y al cubo. La ventana daba a la habitación contigua, que estaba toda cubierta de un material metálico brillante y en el centro tenía una máquina con forma de cono, con una bola de metal en la punta.

Al ver la gran máquina, Peter recordó de donde le sonaba el nombre de los «rayos Gamma». Lo había leído en un artículo escrito por el doctor Bruce Banner, un famoso bioquímico. Los rayos Gamma eran un tipo de radiación electromagnética, que generalmente se generaban en fenómenos astrofísicos de gran violencia. El doctor Banner planteaba que una parte de los rayos Gamma podía aislarse y luego ser usada para mejorar el tejido celular del hombre, subiendo su rendimiento físico al 100% y haciéndolo inmune a la mayoría de las enfermedades conocidas. Las investigaciones del doctor Banner fueron subvencionadas por el multimillonario Tony Stark, fundador del Centro de Investigaciones, y así Banner creó una máquina que generaba los rayos gamma y separaba la parte que debía utilizarse para crear un suero con el que luego experimentaría. El suero todavía no podía ser probado con humanos, pero Peter había leído que el proyecto estaba avanzando cada día con resultados más favorables y que, a ese paso,  en poco tiempo se podrían realizar las primeras pruebas.

Esa era la máquina que estaba en la otra habitación, la máquina que Peter estaba observando, la máquina milagrosa del doctor Bruce Banner. Peter ya se había olvidado de que se había separado del grupo y de que podría estar metido en problemas por estar ahí sin autorización. El pequeño científico dentro de él se moría por ver esa máquina en acción.

De repente se oyó un ruido metálico y una de las puertas se empezó a abrir. Peter se escondió detrás de la gran maceta con un rápido movimiento, justo cuando un joven científico, que estaba leyendo un informe, entró en la habitación. Cruzó la pequeña sala  y salió por la puerta que Peter había usado para entrar, sin despegar los ojos de la hoja de papel.

Peter lanzó un suspiro. Tenía que irse de allí y unirse a su grupo o se metería en serios problemas. Se levantó cuidadosamente, asegurándose de no hacer mucho ruido y  empezó a sentir un cosquilleo en su mano derecha. Bajó la mirada… y la vió. Era una araña negra y peluda que trepaba, con movimientos lentos, por su mano. Cualquier especialista hubiera dicho que la araña estaba moribunda, transitando sus últimos segundos de vida. Pero Peter no era un especialista, todo lo contrario, él le tenía fobia a las arañas. Empezó a sacudir su mano para apartarla, pero la araña no se movía, estaba quieta.

Y de repente sintió un dolor que le perforó la mano. La araña lo había mordido.

Peter empezó a gritar. La araña realizó un último salto, cayó al piso  y emitiendo un extraño resplandor, murió.

Las manos de Peter empezaron a temblar, seguidas por el resto de su cuerpo.

Se inclinó hacia delante, y cayó de rodillas. Le salía espuma de la boca y sintió que toda la habitación giraba a su alrededor. La mano le sangraba y le quemaba. Sintió que su cara golpeaba el piso. Los anteojos se rompieron, pero Peter no lo notó. Todo se puso oscuro…

Todo se puso oscuro.

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5 Responses to Ultimate #57 – Ultimate Spider-Man #1

  1. Tomas Sendarrubias says:

    Empieza bien, a ver qué tal sigue. ¡Ánimo!

  2. Emanuel Sanchez says:

    «- ¿Lieber? – Aquí – Respondió un chico de lentes.» jajajajajajaja esa parte me encantó, este viejo Stan, aparece en todos lados. Cuando viene la segunda parte???

  3. Tobias says:

    Ehh que mola el numero, alguien deberia continuarlo, me parece un buen reinicio de la historia, tiene el potencial para iniciar toda una nueva linea ultimate!

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