Estela Plateada. Señor del Fuego. Legado. Sota de Corazones. Bill Rayos Beta. El Hombre Imposible. Poseedores de poderes sobrehumanos que han jurado preservar el status quo del Universo.
#24 – Emociones Primarias III
Se desata la tormenta
Por Bergil y Doctor Coic
Fecha de publicación: Mes 24 – 4/00
Nota importante: Para comprender mejor los hechos narrados en este episodio, es conveniente leer Quasar # 69.
En el sancta sanctórum del doctor Extraño, Stephen Strange se dirigió al círculo de místicos que le rodeaban:
– Compañeros, la hora ha llegado. Es el momento de penetrar en la dimensión de las manifestaciones y desentrañar de una vez por todas la conjura a la que tan crípticamente hizo referencia Amor.
Sentada en el centro del círculo, Avatar había cerrado los ojos y respiraba acompasadamente. Tomando las manos del que tenían a derecha e izquierda, cada uno de los místicos aportó su poder, mayor o menor, para lograr rasgar el velo entre realidades. Lentamente, una grieta se frue abriendo en el aire. Sin embargo, el grupo no pudo concluir el conjuro. Una llamada a la puerta rompió la concentración.
– Parece que esta noche a todo el mundo le ha dado por llamar a la puerta… -rezongó Wong, mientras se dirigía hacia la entrada-. ¿Sí? ¿Qué es lo que desea? -preguntó al individuo de cráneo llameante que esperaba ante la puerta.
– La Justicia debe ser satisfecha. He sido convocado a esta vivenda para que ello suceda.
Wong no retrocedió. Ya se había cruzado anteriormente con el Jinete de la Venganza, y sabía que, a pesar de su pavoroso aspecto, no tenía nada que temer de él.
El Motorista Fantasma avanzó con paso firme y subió sin titubear las escaleras, enfilando el camino que conducía al sancta sanctorum del doctor Extraño. Cuando abrió la puerta, todos los rostros se volvieron hacia él. Sólo Stephen Extraño habló.
– Pasa, Motorista. El que hayas podido entrar en esta habitación, a pesar de los hechizos que la protegen, es signo de que son acontecimientos trascendentales los que estamos a punto de vivir.
Una vez el Motorista hubo entrado en el círculo, el grupo volvio a abrir el portal:
– Ahora, amigos míos -dijo el doctor Extraño-, debéis mantener cueste lo que cueste abierto el portal. No debéis permitir a ninguno de los moradores de esta dimensión acceder a la nuestra, pero es vital que mantengamos esta ruta de regreso a nuestra realidad -. El doctor Extraño se dispuso a traspasar el portal. A su lado se colocaron Adam Warlock, Avatar, Shamán y Talismán, que le acompañarían en su viaje. Cuando se disponían a traspasar el umbral, el Motorista Fantasma dio un paso adelante.
– Os acompaño -dijo.
– ¿Tú? -preguntó Talismán-. Pero…
– La maldad ha de ser castigada. Yo también voy.
– P…
– Tiene razón, Elisabeth -terció Shaman-. Quienquiera que sea que le haya enviado, lo hizo para que nos acompañara.
– Es cierto, Talismán. El Motorista viene -dijo el doctor Extraño, zanjando la cuestión.
Talismán calló, pero no dejó de preguntase si el Motorista les acompañaba para ayudarles… o para traicionarles.
En el espacio sobre Titán, la pelea continuaba. Retirados los ex-heraldos de Galactus para energizar el aparato que les permitiría abrir un portal hasta la dimensión en la que se encontraba Galactus (1), los demás héroes tuvieron que redoblar sus esfuerzos para no perder terreno. Ahora era Bill Rayos Beta el que hacía frente a la Fuerza Estelar. Sin embargo, aún en medio de la pelea, no lograba apartar la impresión de que todo lo que estaba haciendo resultaría fútil. Privado de sus poderes asgardianos (2) y exterminada su especie (3), ¿qué sentido tenía todo lo que estaba haciendo?
Tesla y Polaris se encontraban en un punto muerto. Sus poderes estaban demasiado equilibrados. Por una parte, Polaris tenía que adaptarse al campo magnético de Titán y compensar el poderoso influjo que suponía la proximidad de Saturno y las mareas magnéticas de Júpiter, mientras que Tesla aún no era una experta en el manejo de sus poderes. Habían llegado a un punto muerto, y ninguna veía el modo de salir de él.
Jugando a la desesperada, Polaris intentó aplicar al combate las técnicas del judo.
«¿Y si, en vez de repeler a esta shi’ar, aprovecho su propia fuerza?«, pensó.
Dicho y hecho. Lorna cambió súbitamente el signo de la fuerza magnética que estaba empleando, con lo que, en vez de repeler a su rival, la atrajo hacia ella. Tesla, pillada por sorpresa, no tuvo tiempo de reaccionar. Cuando se encontraba a escasos metros, Polaris se hizo a un lado y cambió de nuevo la polaridad: en vez de atraer a Tesla, la repelió otra vez. Aprovechando el impulso que llevaba, la alejó todo lo posible. Para cuando Tesla pudo frenar, se encontraba más allá de la órbita de Pan.
«Bueno, es un respiro«, pensó Lorna. «Pero servirá de poco. En seguida estará de vuelta, y otra vez a empezar. Y no podré pillarla por sorpresa otra vez«.
Drax, liberado de tener que contener a Gladiador, tenía que contender a la vez con Titán y Neutrón. Los tres daban y recibían golpes sin cuartel.
Por su parte, Rich Rider seguía su charla con los miembros del cuerpo de Novas, a pesar de que no ver demasiado sentido a lo que estaba intentando. En cuanto mostrase el menor signo de debilidad, aquel ejército se le echaría encima sin remisión y le aplastaría como a una pulga.
– …y, de todos modos, chicos, ¿por qué pelear entre nosotros? ¿Es que eso va a significar algo en… euh… -Rich intentaba recordar alguna de aquellas palabras rimbombantes que Vance solía utilizar- el vasto entramado del tapiz cósmico? ¿Es que vamos a hacer del Universo un lugar de libertad y justicia para todos?
En el cuerpo de Novas se estaba extendiendo la impresión de que estaban abocados al fracaso. ¡Cómo serían de poderosos los defensores de Titán, que habían enviado únicamente al terrestre a convencerlos de que se retiraran! Por otra parte, aquellos terrestres ya se habían enfrentado a peligros de magnitud cósmica (Fénix Oscura, Términus, el propio devorador de mundos…), y siempre habían salido airosos del envite. ¿Qué podían hacer ellos, un cuerpo apenas reformado?
Mientras, ajenos a lo que estaba sucediendo a sus respectivos compañeros, la Visión, Astra y CPU proseguían su enfrentamiento. Cada ve que el androide estaba a punto de noquear a la shi’ar intangible, el robot intervenía y le descomponía los circuitos. Nada importante, nada definitivo, pero sí lo suficiente para tener que volver a empezar.
– ¿Quién eres? -preguntó Gladiador a su oponente-. ¿Por qué ayudas a los terrestres? ¿Es que acaso no sabes lo que pretenden?
– Hablas demasiado, Pretor -replicó el Capitán Héroe.
Gladiador estaba sorprendido. Para empezar, su rubio oponente le resultaba totalmente desconocido. Había aparecido en mitad de la pelea, justo cuando se disponía a destruir la barrera erigida por Quasar para proteger Titán (4). Y por más que descargara sus más poderosos golpes una y otra vez, ninguno parecía ser suficiente para derrotarle. Se estaba llevando la peor parte, pero eso no bastaba.
– ¿Pero es que no ves que lo que haces es contribuir a algo que no debería permitirse? ¿Por qué lo hace? ¿Por qué?
El Capitán Héroe no se molestó en contestarle. Comenzaba a percibir que los golpes que descargaba Gladiador eran ligeramente más débiles. El no saber a qué se enfrentaba estaba carcomiéndole (5), y eso era un punto a favor del Capitán Héroe. Se preparó a descargar el golpe definitivo.
«Ahí viene«, pensó.»Ahora una finta y…«
Gladiador ni siquiera vio lo que se le vino encima. Sólo sintió que era como si le hubiera golpeado un muro de ladrillos, y se desvaneció.
El avance por la Dimensión de las Manifestaciones proseguía.
– Esto está resultando demasiado f… -dijo Talismán.
Pero no pudo acabar la frase. Su padre la interrumpió con una bofetada.
– ¡Calla de una vez, Elizabeth! ¡Estamos haciendo algo importante, así que no nos hagas partícipes de tus estúpidos pensamientos!
– ¡Mira quién fue a hablar! ¡Como si el poderoso Shaman hubiera hecho algo! ¡Eres un fracaso, padre! ¡Dejaste morir a mamá! ¡Me endilgaste esta diadema que he de llevar toda la vida! Y cuando por fin conseguiste ceñírtela, que es lo que habías estado buscando todo el rato, ¿qué hiciste? ¡Renunciaste otra vez a ella y me diste de nuevo esta carga!
– ¡Niña insolente y malcriada! ¡Merezco un respeto! ¡Aún soy tu padre!
– ¡Basta! -dijo el doctor Extraño. De repente, un viento huracanado se levantó, y dos seres deformes fueron arrastrados por él. Uno era, o así lo percibieron los terrestres, un varón alto y fuerte, de rotro congestionado, mientras que el otro era una mujer encogida y de mirada torva.
– ¡Que Templanza y Generosidad ocupen vuestros corazones y vuestras mentes!
Al instante, Michael y Elizabeth Twoyoungmen parecieron despertar de un mal sueño.
– ¿Qu…? -preguntó Talismán.
– ¿Qué es lo que ha sucedido, Extraño? -inquirió Shaman.
– Los demonios andan sueltos, humanos -dijo el Motorista Fantasma.
– Tiene razón, Shaman -dijo Extraño-. Los demonios que son las personificaciones de las peores emociones humanas están actuando con una fuerza y una decisión que no se veía desde hace eras. Y el estar en esta dimensión nos hace más susceptibles a su influjo. Hemos de apresurarnos.
– Pero, ¿quienes eran esos? -insistió Talismán.
– Se trata de Ira y Envidia. Debemos estar preparados por si… cuando aparezcan sus demás compañeros.
Todos los contendientes sobre Titán habían perdido las ganas de luchar. No le encontraban sentido a la pelea. ¿Que los Shi’ar querían impedir el regreso de Galactus? Se trataba de una civilización más avanzada que la terrestre: probablemente estaban en lo cierto; y, aún cuando no fuera así, eran más y más poderosos, con lo que, al final, vencerían. ¿Que los terrestres estaban decididos a traer de vuelta al Devorador de Mundos? Esa raza atrasada y primitiva había demostrado en el pasado que cuando se fijaba una meta, no había poder en el Universo capaz de desviarla del objetivo; de hecho, había sido el primer planeta que había hecho retroceder a Galactus.
¿Todos los contendientes? Bueno, no todos. Dos en concreto seguían decididos a proseguir hasta que su líder respectivo decidiera otra cosa: la Visión y CPU. Sin embargo, cuando Astra se alejó de la pelea, los dos seres artificiales hicieron un alto y miraron a su alrededor. La pelea se había detenido.
– Parece que no tiene sentido el prolongar esto, shi’ar.
– Eso parece, terrestre -.CPU se dirigió hacia el caído Gladiador, que comenzaba a recuperarse-. ¿Qué hacemos, Pretor? -preguntó.
– Dejadlo, es inútil. Que hagan lo que quieran. Probablemente triunfen. Con un poco de suerte, quizá Galactus devore la Tierra antes de atacar el Imperio Shi’ar…
Defensores y atacantes se dirigieron entonces hacia Titán.
– ¿Cómo demonios se supone que vamos a entrar? -preguntó Drax.
– Quizá yo pueda servirte de ayuda en eso -dijo una voz a su espalda.
– ¿Qué? ¡Quasar! ¿Dónde te habías metido?
– He estado con el Vigilante -dijo Quasar, mientras una abertura se ensanchaba en la barrera cuántica-. Tenemos que apresurarnos. La cosa es más seria de lo que pensábamos.
Una vez hubieron entrado todos, Quasar se dispuso a cerrar de nuevo la barrera.
– ¡Espera un momento, Quasar! -dijo Gladiador-. ¿Dónde está el Capitán Héroe?
– ¿Quién?
– El Capitán Héroe -ante el gesto de extrañeza de los terrestres, Gladiador comenzó a describirle-: rubio, fuerte, con capa…
– Sabemos a quién te refieres, Pretor -dijo la Visión-. Pero el héroe a que te refieres murió hace años. Es imposible que haya estado aquí.
– Pero yo le ví… incluso luché con él…
Fue inútil. El misterioso Capitán Héroe había desaparecido.
Cuando la burbuja se cerró, se produjo un curioso efecto. Todos parecieron recuperar los ánimos, como si la garra que les oprimía el espíritu se hubiera aflojado. A pesar de ello, nadie atacó.
– Dijiste que la cosa es más seria de lo que pensábais, Quasar -dijo Gladiador-. ¿A qué te referías exactamente?
– Más vale que me acompañes al interior de Titán, Gladiador. Hay cosas que tengo que comunicar a los que esperan allí abajo.
Las noticias en la Tierra tenían un denominador común: había aumentado de manera alarmante el número de suicidios en las próximas horas.
– …como si la gente hubiera perdido de repente las ganas de vivir -decía Ciryl Vincent, locutor de la NWTC-. Como si no le vieran sentido a la vida. De todos modos, ¿para que les cuento esto? El mundo está al borde de un precipicio y esta vez no hay marcha atrás. Adiós, Henriette. Siempre te he querido -.
Los receptores que habían sintonizado la NWTC emitieron un estallido, seguido inmediatamente por un pitido ante la sobrecarga de los micrófonos. Luego, el silencio.
En Greenwich Village, los místicos no necesitaban los informativos para saber lo que estaba sucediendo. Dirigidos por Agatha Harkness, redoblaron sus esfuerzos para crear una barrera que permitiera que los terrestres se vieran libres de lo que estaba afectándoles, al tiempo que mantenían el vínculo con el doctor Extraño y sus acompañantes.
– En verdad, Quasar, las noticias que nos has dado hacen que el que tengamos éxito sea ahora más imperativo que nunca -dijo Mentor, tras escuchar él, Gladiador y Reed Richards lo que el Protector del Universo había averiguado (6)-. Y eso confirma lo que Gamora me dijo antes de comenzar la pelea (7).
– ¡Por Sharra y K’ythri! No teníamos ni idea… -exclamó Gladiador-. ¡Mentor! -gritó, a pleno pulmón.
– Estoy aquí, Gladiador -dijo el anciano Eterno-. No hace falta que grites.
– Perdona, noble Mentor, pero no me refería a tí, sino a uno de los miembros de la Guardia Imp… ¡Ah, aquí llega!
– ¿Sí, Pretor?
– Mentor, las cosas han cambiado. Has de ayudar a los terrestres.
– P… -titubeó Mentor un momento; pero inmediatamente se rehízo y se puso firme-. Como ordenéis, Pretor.
Mientras, la Cabeza de Caballo se colapsó sobre sí misma y generó un resplandor que pudo verse a cientos de años luz de distancia. Ante ese espectáculo, los líderes del planeta habitado en el sistema de Tau del Boyero decidieron autodestruir el planeta.
– ¿Sabes, Rubito, que no estás nada mal? -dijo Avatar, jugeteando con el cabello de Warlock-. Si no estuvieras tan serio, quizá podría…
– Doctor, me parece que tiene otro paciente -dijo Warlock sin alterar su expresión.
Pero la reacción del Doctor Extraño no fue la que Warlock esperaba.
– Déjame en paz, Warlock. No tengo ganas de ayudar a esta fulana. Acabaría agotado.
– ¡Vaya por Dios! -exclamó Talismán-. ¿Ahora le ha tocado a éste?
– Parece que sí, Elizabeth -dijo Shaman, al tiempo que introducía la mano en su bolsa mística y extraía unos anillos que aprisionaron los brazos y las alas de Avatar, impidiéndole moverse.
– ¡Uf! -dijo Extraño-. Caray, Shaman, me canso sólo de v…
Pero no pudo acabar la frase. Presionando un nervio de su nuca, Warlock le dejó inconsciente.
– Ahora, hija mía -dijo Shaman dirigiéndose a Talismán-, todo depende de tí. Has de concentrarte en ellos dos y esforzarte en extraer lo que les está afectando.
Obedeciendo a su padre, Elizabeth Twoyoungmen cerró los ojos e inspiró profundamente. Visualizando en su mente las figuras de Avatar y el doctor Extraño, extendió las manos hacia ellas. Al principio, nada pareció suceder. Pero al cabo de unos minutos, dos aullidos se oyeron a su izquierda. Talismán abrió los ojos, y vio dos figuras que huían de la escena. Una tenía forma de mujer, con larga cabellera negra y piel morena, sucintamente vestida con una gasa traslúcida; la otrae era un sujeto desgreñado y barrigudo que se movía, paradójicamente, con desgana y a gran velocidad.
– Los demonios no descansan -dijo el Motorista Fantasma-. Quien quiera que esté detrás de todo esto, habrá de pagarlo.
– Pero… ¿quiénes eran esos dos?
– Resulta evidente, ¿no? -dijo Adam Warlock-. No podía tratarse sino de…
– …Lujuria y Pereza -dijo el doctor Extraño, completando la frase-. Ya queda poco. Prosigamos.
En Titán, Madison Jeffries trabajaba febrilmente siguiendo las indicaciones de Forja.
– Muy bien, Jeffries. Ahora, haz esa toma de energía un poco más grande. ¡Así, así! Y ahora…
Pero no pudo terminar la frase. Con un eco que retumbó por todo Titán, la esfera de energía cuántica que protegía la luna explotó.
Al instante, todos en ella supieron que el enemigo que estaba detrás de todo se había decidido a intervenir.
– Bueno, ya es tarde para todo -dijo Jeffries-. Mejor lo dejamos, ¿no?
– ¡No! -exclamó Forja-. ¡Hay algún espíritu maligno actuando aquí, puedo sentirlo! ¡Quasar! ¡Protege la cámara con una barrera cuántica tan gruesa como puedas! ¡Necesitamos sólo unos minutos!
Finalmente, el doctor Extraño y sus acompañantes llegaron al término de su periplo. Ante ellos se encontraba la figura acurrucada en posición fetal de…
– ¡Odio! -dijo Avatar-. ¡Así que Amor tenía razón!
– ¿Qué quieres decir? -dijo el doctor Extraño, volviéndose hacia Avatar-. ¡Cuéntanoslo todo, antes de que sea demasiado tarde!
– Bueno… Amor me dijo (8) que el equilibrio entre Amor y Odio se había roto, porque Odio había dejado de actuar. Me dijo que esto podía llevar al Universo a la destrucción. Me dijo que el equilibrio es necesario, que…
Súbitamente, Odio dio un grito penetrante y se estiró como impulsado por una descarga eléctrica. Luego quedó en silencio de nuevo.
A su lado, comenzó a formarse una columna de humo que se espesó más y más, hasta formar una figura que Stephen Extraño conocía demasiado bien. Una figura que le había atormentado en el pasado (9), y que habría deseado no volver a ver. Era la figura de…
– ¡D’spayre! -exclamó.
La desazón que había embargado a los que se encontraban en Titán volvió a desaparecer. Todos los prescindibles se dirigieron a la superficie y se aprestaron a ganar los minutos que necesitaban.
Frente a ellos se alzaba la figura blanca y negra del Intermediario.
(1) Se vio en el número anterior.
(2) En Starmasters # 1.
(3) En Starmasters # 1
(4) Nuevamente, en Poderes Cósmicos # 23.
(5) Los poderes de Gladiador están ligados a su confianza. Desmoralizarle es tenerle medio vencido.
(6) En Quasar # 69.
(7) ¿Adivináis dónde? Exacto, exacto, en Poderes Cósmicos # 23.
(8) En la primera parte de esta saga, en Poderes Cósmicos # 22.
(9) En Doctor Extraño v. II # 55.
En nuestro próximo número: No te pierdas la conclusión de Emociones Primarias, en Poderes Cósmicos # 25. Un número absolutamente especial tras el cual el Universo MarvelTópico no volverá a ser el mismo… o no será, simplemente.
Un saludo y no dejéis de leernos, y escribid a Autopista hacia el espacio – Correo de los lectores (bergil@altavista.net) con cualquier duda o comentario que os surjan. Que no muerdo, caramba, y es muy agradable recibir e-milios (incluso aunque sean críticos).