Durante cerca de 50 años, Nicholas Fury fue un paladín de la libertad en una época en que el mundo se tambaleó en el filo de la navaja. Hoy, cuando el mundo se recupera del Onslaught, nuevas amenazas surgen por doquier y el director de SHIELD ya no está para combatirlas. ¿O tal vez sí?
#20 – Nick Furia, el hombre que pudo reinar #2
Recapitulando
Por Dani Pereda y Alberto Reyes
Fecha de publicación: Mes 24 – 4/00
Madripur, de noche
La habitación del motel estaba a oscuras, iluminada sólo por los esporádicos destellos del luminoso de un prostíbulo que se alzaba enfrente. Dentro de ella, el superespía Nick Furia, la vengadora Viuda Negra, el pícaro Batroc y el misterioso Hombre-Colectivo acababan de tener un primer encuentro poco afortunado.
– Y bien, Nicolai – espetó la acróbata rusa – ¿nos dirás de qué va esto?.
– Si, Furia – corroboró el oriental – a mí también me gustaría saberlo.
Furia recogió una silla que había caído durante la pelea, le dió la vuelta y se sentó con los brazos cruzados sobre el respaldo. Miró primero a uno y luego a la otra, y respondió:
– Creo que el mensaje que os dejé aclaraba todo lo pertinente. Tenemos que desmontar una red de tráfico de drogas, desenmascarar al nuevo jefe de la mafia asiática, evitar que el sureste asiático se convierta en la Cocina del Infierno y retomar el control de SHIELD. Todo en menos de una semana. La rutina aburrida de siempre.
– ¡No me vengas con esas! – respondió la Viuda, visiblemente irritada – Finges tu muerte, violas cinco o seis protocolos de seguridad de SHIELD revelando información confidencial, nos citas en un tugurio de la peor parte del planeta, ¿y ahoras nos dices que no hagamos preguntas?. No sé éste – dijo, señalando a su silencioso acompañante – pero yo no voy a ir a ninguna parte sin una buena explicación.
Furia esbozó la sonrisa de quién se resigna a la suerte que le ha tocado, pero no respondió enseguida. Su mirada se perdió durante un momento, como si su mente considerará algo, y se levantó con aire resuelto:
– Tienes razón. – repuso, dirigiéndose a la Viuda – Ambos os merecéis una explicación. Pero tendrás que esperar hasta que dispongamos del tiempo necesario. – Al ver la expresión iracunda de la rusa, Furia agregó: Qué será pronto.
La vengadora pareció conformarse con eso. Furia hizo un gesto a Batroc con la cabeza, señalando hacia el pasillo, y éste desapareció tras una de las desvencijadas puertas laterales. Tomó una de las bolsas de lona negra que estaban en el suelo, la brió, revisó su contenido y esbozó una media sonrisa:
– Ni espejo, ni polvera, ni lapiz de labios. Eres un desastre doméstico – dijo a la superespía Sin la presencia de Batroc, la Viuda se relajó ostensiblemente:
– ¡Boize moi, Nicolai! ¿Batroc? – preguntó, alzando la voz – ¿Que será lo próximo, el Hombre-Imposible?. Espero que sepas lo que estás haciendo.
– La duda ofende. Además, el chico parecía querer enmendarse en serio, y me vino bien para solventar el asunto de mi muerte. ¿No pensarías que iba a pedirle ayuda a un vengador, o a uno de esos aficionados de la CIA, verdad?
– Supongó entonces que se me considera por encima de los espías americanos – terció sin moverse el Hombre-Colectivo – Es un alivio. Tenéis una sorprendente tendencia a falleced inesperadamente al menos un vez al año.
– Al menos así no tengo que preocuparme de morir de una forma más permanente – respondió Furia – Bien, volviendo al asunto, supongo que querrás saber, – dijo, dirigiéndose a la Viuda Negra – como me las arreglé para sortear los escáneres de SHIELD y los hipersentidos de la mitad de la comunidad superheroica mundial… Por Dios, ¿faltó alguien a mi entierro? Sólo eché de menos a un repartidor de comida rápida para amenizar el festejo.
Con una mueca que difícilmente podría pasar por sonrisa, la superespía rusa contestó:
– Es lo malo de ser famoso. Y sí, me gustaría saber eso y unos cuantos detalles más. Porque no creo que nos hayas traído aquí por las vistas.
– No, no fue por eso. – Furia miró su reloj y asintió, dando a entender que iban bien de tiempo. Se volvió hacia Tao-Yu y le preguntó – ¿Empiezas tú?
La Viuda Negra quedó desconcertada por un segundo, si bien no dejo traslucir nada en su rostro.
«Yo suponía que esto era cosa de Furia» – pensó, airada.
Pero la profunda voz del oriental interrumpió sus cavilaciones:
– Supongo que debería – calló durante unos segundos, ordenando sus pensamientos, y comenzó a relatar:
LA HISTORIA DEL HOMBRE-COLECTIVO
Todo comenzó hace unos seis meses. Durante una operación de rutina contra las mafias del opio del sur de Asia, mi enlace gubernamental me reclamó desde Beijing para acudir a informar ante mis jefes en el espionaje chino. Pese a que el cargamento que ibamos a decomisar era de bastante envergadura y estaba bien protegido, los comandos eran de lo mejor que puede ofrecer el ejército de mi pais, y contábamos con tecnología Stark de interceptación de comunicaciones y sigilo, por lo que no puse reparos en ir, aunque si me extrañó el tono en que me convocaron.Llegué once horas después, sin haber podido dormir en el avión militar de carga que me transportó. Fuí enseguida a presentarme como correspondía, y cual fue mi sorpresa cuando se me arrestó en nombre de la seguridad nacional nada más poner el pie en el Edificio Central de la Agencia de Seguridad Ciudadana, nuestra CIA particular y mi lugar de trabajo. Sin tiempo para reaccionar, fui rodeado por varios agentes de élite, algunos de los cuales habían sido entrenados por mí, que me redujeron con facilidad. No ofrecí más resistencia que la necesaria para mostrar mi disconformidad. Estuve encerrado en una jaula de aleación de adamantium que sólo se usaba en casos de presos muy peligrosos, como era mi caso, sin que nadie se dignara a responder a mis preguntas. Al cuarto día me llevarón encadenado a la sala de audiencias de la Agencia, un búnker de seguridad de los tiempos de Mao reforzado con vibranium, donde fui acusado de traición, rebelión e incitación a ambos. Como prueba, se me mostraron cintas de vídeo y discos digitales donde se me podía ver y oír con total claridad organizando redes de terrorismo con miembros extremistas de Falun-Gong o robando en depósitos de armas secretas en el desierto de Gobi. Ni siquiera imaginó la tecnología que emplearon para montar aquellas grabaciones, pero debió de ser realmente buena. Hasta yo mismo me hubiera condenado. A la luz de las evidencias, ni siquiera se molestaron en escucharme y me devolvieron a mi celda tras haber sido declarado culpable de todos los cargos por mis propios jefes, aquellos a los que había mostrado lealtad durante años. Para que te hagas una idea de la situación, la pena por este tipo de casos en mi país es el fusilamiento, pero mis habilidades únicas requerían algo más de preparación, asi que por suerte tuve algo de tiempo para pensar en una forma de escapar. No fue fácil encontrarla, yo mismo había diseñado la seguridad y era bastante buena, pero cuando la diseñe introduje ciertas modificaciones que podían servirme de ayuda en caso de encontrarme en una situación como aquella. No te aburriré con los pormenores de mi fuga, sólo diré que en tres días había pasado de ser el agente más solicitado de la Agencia a ser un fugitivo en mi propio pais. Pero la burocracia es lenta, y para cuando quisieron empezar a buscarme yo ya había desaparecido. Tras instalarme en uno de mis refugios seguros, similar al que viste en Tsingtao, comencé a investigar por mi cuenta sobre lo que me había pasado, y descubrí unos cuantos hechos interesantes:
1.Mi enlace gubernamental falleció de muerte natural al día siguiente de ser yo encarcelado. Es decir, alguien lo mató.
2.El equipo que había dejado en plena operación rutinaria había sido barrido completamente, y se me acusaba de haberles vendido a una potencia extranjera.
3.Tenía más dinero en mis cuentas corrientes, todas ellas requisadas, del que hubiera podido gastar en tres vidas. Y nadie se había molestado en decírmelo.
4.La antigua División de Salud Pública, un nombre muy sonoro para la sección antidroga de la Agencia, había sido desmantelada bajo sospecha de corrupción.
Así que la situación no pintaba bien para mí. Evidentemente alguien había pensado que yo podía resultar un problema, y decidió quitarme de en medio, asegurándose de que no pudiera encontrar aliados dentro de Asia y usando mi incriminación para eliminar los mecanismos de control antidroga de China. La eliminación de un equipo de agentes de élite requiere una infraestructura y un material del que no se dispone así como así, lo que restringía muchísimo el número de sospechosos. Primero pensé en HIDRA, pero las investigaciones que realicé por Internet no indicaban nada fuera de su actividad usual. Una organización de fuera de Asia hubiera llamado mucho la atención, así que descarté de inmediato al Imperio Secreto, IMA y similares. Cuando me quedé sin posibilidades la respuesta resultó bastante sencilla: quién estuviera detrás de esto tenía necesariamente que ser nuevo, tener mucho dinero disponible y actuar de manera extremadamente discreta. Tardé casi un mes en rastrear los suficientes caminos como para descubrir una pista fiable: una serie de almacenes con actividad inusual en el puerto comercial de Hong-Kong. Sin embargo, no dispuse de tiempo para comprobar esos almacenes: dos noches después de dar con ellos, un grupo de asalto irrumpió en mi piso franco y no dejó piedra sobre piedra. Eran buenos. Por fortuna, yo no estaba allí. Alguien me avisó por anticipado una hora antes del ataque, lo que me permitió borrar todas las localizaciones de mis otros escondites y cualquier dato que pudiera ayudarles a dar conmigo. Todavía hoy ignoró quién fue el que me puso sobre aviso, pero el incidente me hizo darme cuenta de que sólo no lograría nada a pesar de mis múltiples talentos. Así que recurrí al único que conocía con una organización lo suficientemente grande como para ayudarme a solucionar el asunto.
– Y ahí es donde entró yo – concluyó Furia – Colectivo y yo nos conocíamos a través de un amigo común, Jimmy Woo, que fue su mentor en el espionaje chino.
– Pero sigo sin entender por qué montaste todo este lío – terció la Viuda, visiblemente insatisfecha con la explicación
– ¿Desde cuando SHIELD necesita tantas precauciones para ocuparse de unos traficantes, por muy buena que sea su tecnología?. Por Dios, Nicolai, se supone que sois lo mejor de lo mejor.
En ese momento, la puerta del pasillo se abrió y Batroc, que había tardado lo suficiente como para recorrer cuarenta veces ida y vuelta lo que se veía de pasillo, regresó, portando varias bolsas similares a las que Tao-Yu y la Viuda llevaban, y un ordenador personal portátil agarrado bajo el brazo. Mientras Furia comprobaba el contenido de las bolsas (varios bloques de explosivo plástico, detonadores a distancia y por temporizador, parches subauriculares de comunicación, ropa de kevlar/vibranium, lentillas de visión nocturna, armas conmocionadoras de impulso sónico de Stark enterprises, equipo de escalada y lectores digitales portátiles), cada uno cogió una de éstas y revisó el contenido. La ropa antibalas era la misma que ya llevaban Batroc y Furia, de color negro y rojo, llamativa combinación a la luz pero casi indetectable en oscuridad. La Viuda rechazó el atuendo, cosa nada sorprendente, pero se aplicó las lentillas con destreza. Para su sorpresa, las diminutas lentes compensaban automáticamente la luz brillante, con lo que permitían una visión perfecta en cualquier condición. Un recuadro en la lente derecha indicaba un sensor de movimiento, mientras otro simlar en la lente izquierda mostraba un diminuto mapa térmico de la habitación. Cada uno de ellos, según descubrió después, podía visualizarse a tamaño natural simplemente pestañeando cada ojo por separado. Mientras cada uno se acoplaba el equipo, Natasha comprobó que quedaba una bolsa sin abrir sobre la mesa.
– ¿Para quién es esa?- preguntó a Furia
– Para alguien más que se nos unirá por el camino.
– ¿Algún conocido?- volvió a preguntar, pensando en el Capitán América o algún miembro del equipo de confianza de Furia en SHIELD
– Tuyo no – respondió él, sin mostrar demasiado interés en la conversación.
«Otra sorpresa» – pensó, visiblemente irritada – «Esto mejora por momentos»
Pasaron cinco minutos revisando y familiarizándose con el material de las bolsas, examinando cuidadosamente la munición de las armas y el estado de los explosivos. Todo era de primera calidad, probablemente suminstrado o «adquirido» de los depósitos de algún fabricante descuidado. Comprobado todo, Furia accionó un resorte oculto en la pared lateral de la habitación, que dejó paso a un corredor en pendiente hacia abajo.
– Por aquí – dijo Furia
Batroc encabezó la marcha, con un paso mezcla de baile de salón y chulería macarra de los 70. La Viuda Negra iba detrás junto a Tao-Yu, y Furia cerraba el cuarteto, tras asegurarse de que la pared volvía a su sitio.
Descendieron por el túnel unos dos cien metros, iluminados por luces de neón colgadas en los lados, hasta llegar a una pared que Furia abrió con el mismo gesto que en la habitación. Un resplandor luminoso les deslumbró cuando pasaron a una especie de hangar doméstico, donde varias pantallas de buen tamaño se encendieron en la pared opuesta de la sala, emitiendo en directo las principales cadenas de noticias del mundo. Sin embargo, Furia presionó varias teclas de una consola de control anexa a los paneles y las pantallas quedaron a oscuras. Extrajo de las bolsas los discos de información que la Viuda y Tao-Yu habían traído consigo y los introdujo en la terminal frente a él, junto con otro disco que llevaba consigo. Un mapa con diversas localizaciones señaladas, que la rusa y el oriental ya conocían, dejó paso a un esquema detallado de la que parecía ser algún tipo de complejo de investigación o laboratorio.
– Éste es nuestro objetivo: es una planta química de las afueras, aunque en realidad se dedican a sintetizar y distribuir GAMA.
– ¿GAMA? – preguntó la Viuda
– La nueva droga de la que os hablé. En la calle se llama así. Al parecer es alguna clase de derivado vegetal. Tengo un amigo que podrá decirnos más cuando le consigamos una muestra.
– ¿Cómo vamos a entrar? – preguntó Tao-Yu, rompiendo su mutismo – Las tres puertas terrestres tienen vigilancia electrónica descentralizada, la acuática está blindada y la aérea es de vibranium. Además, habrán reforzado la guardia desde el último intento, si es que siguen ahí.
– Siguen. De eso estoy seguro. Al parecer, no se preocupan demasiado por las represalias de lo del comando.
– ¿Comando?¿Qué comando? – interrumpió la Viuda, que no había entendido nada del intercambio – ¿Has estado antes en este lugar? – preguntó al asiático.
Furia sonrió abiertamente. No era fácil desconcertar a una mujer como la Viuda Negra, y lograrlo suponía un éxito profesional de importancia. Visto que el Hombre-Colectivo no contestaba, lo hizo él:
– Por el camino te pondremos al día. Y tú no te preocupes – le dijo a Tao-Yu – Todo está previsto.
Haciendo uso del lápiz óptico del terminal, Furia procedió a detallar la estructura y seguridad del edificio.
– Como podéis ver, – comenzó Furia – el almacén tiene dos plantas de unos 5 metros de altura cada una, conectadas por un montacargas en la pared posterior y por unas escaleras en la pared derecha. Los muros son de titanio reforzado, capaz de resistir el impacto directo de un Tomahawk, y sólo hay tres entradas: una puerta para camiones en la pared anterior, una claraboya en el techo del segundo piso, construida en polímero transparente de Kevlar y una entrada submarina en el primer piso para descargar las mercancías que llegan en barco sin tener que pasar por aduana. Las tres están vigiladas por dentro y por fuera. La instalación está protegida contra teletransporte, así que tendremos que usar las puertas. Batroc y yo entraremos por la de camiones. Natasha, tú y Tao-Yu entrareís por la claraboya, y Tao-Yu entrará por la submarina. Sólo tendremos quince segundos para entrar entre la desconexión de los sistemas de seguridad y la alarma, así que debemos ser rápidos. ¿Preguntas?.
– ¿Qué clase de resistencia cabe esperar? – preguntó Colectivo
– La guardia exterior está compuesta por cinco hombres en cada puerta terrestre y minas con sensores de movimiento en la submarina. No sabemos lo que puede haber de guardia dentro. El armamento es de IMA, así que contad al menos con armas de partículas, lásers y algo de armas de arco voltaico.
– ¿Cómo sortearemos el sistema de seguridad? – interrumpió la Viuda, que se había mantenido callada durante la explicación
– Si es tan bueno como parece, tendremos problemas para hacerlo rápidamente.
– Eso ya está previsto, no te preocupes – respondió Furia – ¿Algo más?.
Ninguno abrió la boca, así que Furia prosiguió:
– Nuestro objetivo es coger vivos al que esté al mando y a la mayor parte de los demás que podamos. Tambien nos sería útil cualquier ordenador, registro, archivo o dato que podáis evitar que destruyan al sonar las alarmas. Si como creo tienen equipos de apoyo en algún lugar de los alrededores, dispondremos de cinco minutos como máximo para sacar todo lo que podamos y volar el lugar. Colocaremos las cargas aquí – señaló diez indicaciones del mapa que se iluminaron – con temporizador a 10 minutos. En caso de peligro inminente o de resistencia extrema, ordenaré salir, y nos retiraremos a la zona de depósito que hay a 100 metros hacia el norte a través de esta zona boscosa, y haremos detonar las cargas en cuanto haya salido el último de nosotros. No os expongáis inútilmente, no somos muchos y no podré disponer de nadie más hasta que esto haya acabado. Y eso va especialmente por ti, franchute.
Batroc esbozó una sonrisa pícara y respondió:
– Tranquilo, mon amí, puedes confiar en mí.
«No, no puedo, pero no me queda más remedio que hacerlo» – pensó Furia en silencio.
– Bien, – prosiguió – ¿algo más antes de irnos?
– Sólo una cosa, – intervinó la Viuda – ¿qué pasará si te matan a ti?
– Entonces, evacuad el edificio y detonar las cargas, y haced lo mismo en carga maldito edificio de este mapa. Dando por concluída la explicación, Furia retiró los discos, los guardó en su bolsa y se puso de pie:
– Bien, vámonos. – dijo, comenzando a nadar hacia el centro de la habitación.
– ¿Vamos a teletransportarnos hasta allí como antes? – preguntó Tao-Yu detrás suyo – Porque preferiría evitarlo si pudie… – ¡Ah! – masculló – ¿Qué demonios…?
Había chocado contra algo metálico, y bastante duro a juzgar por el golpe. Palpando frente a él, comprobó como sus manos tocaban una superficie fría y lisa. La respuesta a su pregunta la dio Furia, apretando de nuevo un botón en el control. El aire empezó a vibrar frente a Tao-Tu, que retrocedió inquieto. Un campo de camuflaje cayó, descubriendo una nave gris del tamaño de un camión, carente de insignias identificativas. Su forma recordaba a un Quinjet, tanto que el parecido no podía ser casual, pero era algo más pequeña y más baja. Una puerta lateral se abrió mientras el techo desaparecía por arte de magia.
– Un holograma – murmuró Tao-Yu, sorprendido. Se volvió hacia Furia y dijo – Con vosotros no se aburre nunca uno. Furia se encogió de hombros y entró en la nave, seguido por los otros. Sin apenas más ruido que un susurró, unos motores de antimateria se activaron y propulsaron a la nave hacia arriba. En el interior, Furia dejó el pilotaje a Batroc, bajo la mámpara que separaba la cabina del resto del vehículo y se sentó en una de los seis asientos de que allí habían. Frente a ella estaba la Viuda Negra, y dos asientos a la derecha el Hombre-Colectivo.
– Supongo que querrás oir mi parte – le preguntó a la rusa
– Creo que empieza con el general Chapman leyendo un discurso precioso en Arlington delante de media comunidad superheroica mundial. Bonito ridículo.
– Si, es bueno saber que a uno le quieren tanto.
Tomó aire un momento, pensando qué decir exactamente, y comenzó su relato:
LA HISTORIA DE NICK FURIA
Después de una serie de incidentes relacionados con tráfico de armas en Genosha y ciertas islas del Pacífico, decidí enviar un comando de inteligencia con un psiónico para descubrir si aquello formaba parte de una red de nueva instalación o eran simplemente hechos aislados. Mis hombres descubrieron que alguien había estado usando antiguas instalaciones japonesas de la Segunda Guerra Mundial para almacenar material informático de alta tecnología robado a IMA. Antes de que pudieran informar nada más, una fuerza de asalto de IMA atacó una de las instalaciones bajo vigilancia para recuperar su material. Sin embargo, los defensores de la instalación los barrieron ¡usando para ello armamento de SHIELD!.
Cuando me llegó la noticia estaba intentando cazar al Castigador por medio país, y para cuando pude ponerme en contacto seguro con mis hombres en el Pacífico alguien se ocupado de ellos. Entré en las instalaciones con un despliegue a gran escala, pero no quedaba nada en ninguna de ellas. Inmediatamente empecé a mover cielo y tierra para averiguar que había ocurrido, cuando un informador autónomo me habló de una serie de incidentes similares registrados en el sur de Asia. Casi al mismo tiempo Tao-Yu se comunicó conmigo, y enseguida vimos que podía haber una relación entre su problema y el mío. Dos días después, capturamos al Castigador y tuve que dejar el asunto un par de días, mientras organizábamos su custodia y tratamiento. Y una tarde me llegaron rumores sobre la posibilidad de que mi salud fuera a empeorar grave y repentinamente.
– Decidí que era mejor elegir yo la manera a que mis colegas y algunos prebostes senatoriales eligieran por mí. Me las arreglé para controlar la huída del Castigador y le cambié las balas de sus armas por las variantes de sus «balas compasivas» que usó con mi hijo un par de días mas tarde, y de las que encontramos un arsenal al capturarle. Aunque, si no hubiera sido por tu amigo el cuernecitos ese cabrón loco habría conseguido matar a mi hijo sin quererlo. Pasé los escáneres de SHIELD con un nanoPEM portátil modificado con vibranium para inhabilitar las señales eléctricas de mi corazón y cerebro y para ahogar cualquier sonido interno, y usé un inductor criogénico para bajar mi temperatura hasta el punto de un cadáver. Poca gente sabe que la Fórmula Infinito me hace inmune al frío. Y aquí estoy
– ¿El gobierno está metido? – preguntó la Viuda.
– El gobierno, dos o tres altos cargos de SHIELD y alguien más… Pero eso es otra historia. Confío en que me ayudéis con eso cuando acabemos con los traficantes.
– Un momento, – dijo la Viuda, empezando a comprender – ¿quieres decir que nos reclustastes para arreglar lo tuyo con SHIELD, y que esto no es más que una oportunca casualidad?
– Si y no. Os recluté por SHIELD, pero eso está relacionado con las drogas, así que he pensado que podemos empezar por abajo e ir subiendo. Además, me faltan algunos datos sobre lo que está pasando, y espero conseguirlos aquí.
– Pero hay algo que no entiendo: – terció el Hombre-Colectivo – si sólo la Viuda, el francés y yo sabíamos lo tuyo, ¿para quién es la bolsa y cómo te enterastes de lo de tu asesinato?.
– Eso es algo que no os puedo contar. – respondió con semblante serio.
Y con esa tajante respuesta, Furia regresó a la cabina del piloto.
En algún lugar del Soho, New York, meses atrás
El sistema de comunicaciones de SHIELD era bastante peculiar. Cada una de las subestaciones dentro de la nave o en cualquier recinto de la agencia llevaba un código de seguridad en sus transmisiones, de manera que podía rastrearse cualquier emisión hasta su punto de origen sin mucha dificultad. Además, existía una lista de palabras que activaban inmediatamente los protocolos de seguridad Alfa si cualquiera de ellas si usaba en una conversación no autorizada. Ningún agente conocía estas precauciones, tomadas por los jefes del proyecto SHIELD después del asunto Deltita. Sólo unos pocos altos oficiales estaban al tanto, Furia entre ellos. Pero la principal red de defensa informática de SHIELD no había sido, como aquellas, diseñada por Tony Stark o la Visión, y, de hecho, nadie salvo Furia y su creador sabían de su existencia. Era por eso que ninguno de los tres participantes en aquella reunión informática supo que los estaban vigilando.
– Al parecer, han capturado al Castigador y lo tienen bajo custodia en un piso franco de New York – dijo una voz aguda y altisonante – El tuerto ha marcado otro punto.
– Eso dará igual dentro de poco – repuso otra voz, esta grave y monótona – No le queda mucho tiempo en el cargo.
– Si consigue más apoyo, nosotros perderemos los nuestros. No podemos permitirle continuar. Hay que adelantarlo.
– Como siempre. caballeros, debo ser la voz de la razón – terció otra voz, suave y carente de inflexión – Podemos usar al Castigador para deshacernos de Furia, y después matarle. Liquidaremos dos amenazas de un solo golpe.
– Eso es imposible – respondió Voz Grave – No podemos cambiar el plan a estas alturas. Nuestros hombres no…
– Mis hombres – interrumpió Voz Suave, poniendo énfasis en la palabra «mis»- harán lo que se les diga. Furia ha elegido al Castigador para un programa experimental de rehabilitación con el doctor Leonard Samson. La naturaleza ese programa puede servir muy bien a nuestros fines. Ya tengo a alguien que se encargará de los detalles.
– Pero eso es imposible – casi gritó Voz Aguda – Habría preguntas, investigación
– Las órdenes ya han sido dadas – dijo Voz Suave – Serán ejecutadas en menos de una semana. Hablaremos entonces. La voz se apagó, y con ella las otras dos. Pero una cuarta persona sabía lo que allí se había dicho. Y pronto otra más también lo sabría.
Dos horas después.
El mensaje le llegó en la ducha. Le ocurría tan a menudo que Furia estaba empezando a pensar que o se duchaba demasiado o tenía muchos amigos. Envuelto en una toalla de algodón blanco con el emblema de SHIELD (algo que a Furia siempre le había hecho gracia) y con el pelo aún mojado, Nick Furia respondió a la mecánica voz que le anunciaba «Mensaje entrante»:
– Código 324-753-9825-78, Furia, Nick, director.
– Código reconocido, Furia, Nick, director – repuso la voz robótica – Acceso concedido a mensaje entrante. La pantalla gigante de la pared se iluminó y el mensaje apareció:
«De tu vendedor de helados favorito: se nos han acabado las nueces de Macadamia, convendría traer otro pedido».
Si Furia comprendió algo de lo allí escrito, o si le afectó lo más mínimo, no lo dejó translucir. Siguió con su ducha, aunque no se afeitó pese a que ya le iba haciendo falta, y se vistió tranquilamente, sin alterar en nada su rutina diaria. Al menos, eso era lo que se veía en las cámaras de seguridad, porque a esas alturas Nick Furia ya estaba camino de New York.
A la mañana siguiente
Hacía ya mucho tiempo que hacían aquello. Cuando uno de sus mensajes le llegaba, Furia sabía que podría salir del helitransporte sin ser detectado, ni siquiera por alguien que tuviera cámaras ocultas en la nave. Eso no le gustaba demasiado, pero ocurría tan pocas veces que Hagen le llamara que no solía suponer un problema. Además, sólo lo hacía por este tipo de cosas. La grabación había sido realizada en el conducto secreto de comunicación que él creó a petición suya tras el Asunto Deltita, un sistema centinela indetectable creado por el adolescente que le había citado, de manera tan peculiar como efectiva, delante del antiguo estadio de los Brooklyn Dodgers, el demolido Ebbets Field, donde se alzaba el mejor puesto de perritos calientes a este lado de la Cocina del Infierno. La idea de encontrarse aquí fue de Furia, quién pasó algunos de los escasos buenos momentos de su niñez en las tribunas de a pie, jaleando las carreras de «Babe»Ruth, la leyenda de los Dodgers.
– Bueno, ¿qué opinas?
La voz de su acompañante interrumpió su ataque de nostalgia.
– Que me hago viejo para esto – contestó Furia, con un deje de hastío en su voz
– Eso no es una opinión, es un hecho. Hablo del mensaje.
Furia demoró un momento en constestar:
– Conozco a Voz Aguda y a Voz Grave, y a decir verdad no me sorprende demasiado.
– ¿Y el tío de la Voz Suave?, porque no hay que ser un genio para suponer que quiere tu puesto.
– A ese no le conozco. – respondió Furia, en un tono que indicaba que la conversación había terminado.
Y así era. Furia se levantó del banco de madera en el que ambos estaban sentados, arrojó a la papelera los restos de su doble con mostaza y cebolla, y enfiló Howling Avenue hacia el sur. Detrás suya, un notoriamente bien vestido chico de quince años, que llevaba encima suficiente equipamiento informático para ponerse a si mismo en órbita geoestacionaria, devoraba su segundo especial con doble de cebolla mientras se preguntaba porque Furia le había mentido de esa manera.
Menos de una semana después, cuando un psicótico y enloquecido Frank Castle asesinó a sangre fría al director de SHIELD, sólo cinco personas fueron conscientes de la verdad oculta tras aquella muerte.
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