Tras la saga de Emociones Primarias, Danny Ketch, el portador del Espíritu de la Venganza, más conocido como el Motorista fantasma, ha desaparecido. ¿Dónde esta Danny Ketch?
#77 – Carnaval I
Por DOB
Portada de Ana María Valera Sánchez
Fecha de publicación: Mes 23 – 3/00
En algún lugar en la costa. 21:00
Él / ella sienten frío. Mucho frío. El / ella aparecieron hace 2 noches, frente al establo de Mrs. Speck. Una dulce viejecita que los alimento, los calentó al fuego de su chimenea, les dio ropa limpia y les dio un sitio donde dormir.
El / ella durmieron toda la noche, soñando con él.
Por la mañana se levantaron temprano. Sonrieron a su lado. Hablaron a su lado. Comieron a su lado.
Al anochecer comenzó la tormenta, y él / ella ahora reposan en lo alto del acantilado. Con los dos ojos de la dulce anciana clavados en sus caras. Que se encuentran abajo, muy abajo, en el fondo del mar.
Sus manos llenas de sangre. Sangre que corre con la lluvia. Abajo, muy abajo.
Él / ella, no saben porque lo hicieron. El / ella lloran ahora, mientras no para de llover.
Sara – se oye tras ella.
Una joven chica rubia con el pelo mojado, vuelve su cabeza muy rápidamente. Por una cara de bellos rasgos cae la lluvia fría. El pelo se extiende con el movimiento del aire
¿Po..po. Por que lo he hecho?
– No lo sabes todavía Sara – La voz sale de una figura alta, que se encuentra a pocos metros de ella, en la que no se pueden distinguir los rasgos.
No, no … creo…ella estaba … allí…sentada… me miro… no sé… lo hice…sin pensar…no lo entiendo
¿Cómo te encuentras ahora? – volvió a decir la figura.
Ruge… creo… dentro….esta ahí…mi cabeza…duele.
– Tranquila mi niña, no pasara nada que no quieras –
Pero me alimentó…me dio manzanas…rojas…como su sangre….en mis manos … mira.
Sara muestra sus manos a la figura.
Le di, grito…después cayo….seguía gritando, oí sus huesos… ¿por qué? No lo entiendo.
– Buscabas algo. Sara, ¿te acuerdas? .
Si…buscaba…la moto, si….su moto… el esta…en mi cabeza… dentro.. ¿Sabes?.
¿Podré comer manzanas?…eran rojas…buenas…me gustaban.
–Si, Sara, podrás hacer lo que quieras.–
– Ve ahora con él, Sara.–
– Si ….iré – Sara se levanta, sigue lloviendo. Por un momento piensa en mirar hacia abajo, al agua. Pero sigue andando y tras de ella solo quedan rastros de fuego.
– Sr. Ketch – SR. Ketch, despierte.
Danny Ketch, mas conocido por el motorista fantasma, abre los ojos, acomodándolos poco a poco a la fuerte luz que lo alumbra.
¿Dónde estoy? – dice con una seca voz, mientras intenta tragar saliva.
¿No lo recuerda?
No. ¿Dónde me encuentro?
No lo recuerda, Tom, dice que no lo recuerda. Una risa se oye en el fondo
– Abra la boca y trague esto –
¿Que es? dice Danny
– Pastillasparaponersebien – dice un hombre que viste unas ropas blancas con una placa que pone Ken en el bolsillo de la camisa.
Danny entonces, quizás por instinto, mira hacia abajo y comprueba ante su asombro como esta envuelto en una camisa de fuerza.
– ¿Que es esto? – dice mientras intenta que esta ceda.
– Nada Motorista Fantasma, solo una simple camisa de fuerza -. Tras el enfermero se oye una nueva risa.
– Nada que Spiderman no pueda resolver – La risa se torna en carcajada.
¡Que! – exclama mientras intenta reincorporarse. ¿Que decís? ¿Que hago aquí? ¿Por que me habéis puesto esto? ¿Estoy loco? ¿Es eso?
Pero nadie responde, y después del cerrar de una pesada puerta lo único que se escucha es una nueva carcajada.
Y el cansancio viene, y los ojos se cierran de nuevo. Y Danny Ketch, más conocido como el motorista fantasma, duerme de nuevo.
El despacho del jefe medico del centro de salud mental «Constantine Peek«
Fuma, cigarro tras cigarro. Para ahuyentar al sueño. Para que paren los gritos. Dentro. Muy dentro de él.
Hoy todavía nadie ha llamado. Hay días en los que no para de sonar el teléfono. Pero hoy no. Ha mirado el contestador 15 veces, quizás el timbre de llamada se perdiera con los gritos. El sueño quizás le venció. Pero no hay nada. Ningún mensaje. mas tarde mirara, tiene que llamar.
Lo mira, una y otra vez. Quiere que se encienda. La luz, como hace días. Pero no ocurre, por mas que intenta abrir mas los ojos., nadie llama.
Lleva dos días allí, sin moverse de su habitación, esperando la llamada, desde que llego aquel tipo que gritaba como los demás su nombre. Soy el motorista fantasma. Soy el motorista. Gritaba el loco. Mi nombre es Danny Ketch, debéis de reconocerme.
Gritaba, mordió a un guardia la mano y arranco dos de sus dedos. Se agitaba como muchos antes que él. Lo apalearon como a muchos otros. Son mierda, él lo sabe.
Hay desde 3 castigadores, hasta 3 que se creen el capitán América. Pero no, aquí no hay héroes. Solo alimañas, desperdicios de la sociedad, frutos del mundo civilizado.
Mira de nuevo el contestador. Quizás entre sus pensamientos el teléfono sonó. Pero no.
Ahora siente rabia. Quiere matarlo, romper todos los huesos de su cuerpo. Pero perderá la llamada. No quiere, no debe. Después ira a por él.
– Sr. Ketch, usted esta ya muerto – dice mientras escucha de nuevo el contestador.
La lluvia cae punzante. Pero los altos faroles iluminan su camino. Sara se encuentra ante un cartel que pone Centro de salud mental «Constantine Peek«
– Hola, quien esta ahí – un guarda de seguridad con una linterna ilumina la cara de Sara.
Sara se encuentra mojada, con un vestido corto negro muy ajustado que le marca una perfecta figura, su pelo rubio mojado cae por su pecho llegándole hasta los pechos.
El rimmel de unos ojos recién pintados, que ahora recorren sus pómulos dejando sucos negros por toda su tez.
Un bolso pequeño y negro del que sobresale una pequeña manzana mordida. Todo esto es observado por el guardia. Que en un tono amable le pregunta:
¿Que hace usted aquí? ¿Se ha perdido?
– Te… tengo. frío – dice Sara con una débil voz.
El guardia mira hacia un lado y después hacia el otro. Apaga su linterna y dice:
Ven, yo te llevare a un sitio donde estarás caliente.
– Gra..cias – dice Sara
– No hay de que – dice el guardia mientras introduce la linterna dentro de sus pantalones.
Danny – se oye la voz.
Las paredes son acolchadas, pero parecen partirle la espalda. Se encuentra mal. Nauseas. Muchas.
La medicación lo consume, intenta escuchar, le parece haber oído un nombre. Danny, quizás el suyo.
Pero antes lo llamaron Motorista. Esta confuso. Las nauseas, de nuevo. Es el suelo, el ambiente, el rosa que lo rodea. Lo marea. Y las arcadas vienen, y con ellas el vómito.
Danny, ¿puedes oírme? – se oye de nuevo.
Es su nombre. Debe de serlo. Danny, se llama Danny.
– ¿Que quieres? – dice mientras escupe babas al suelo.
– Danny, soy yo, el Capitán América –
– ¿El capitán que?
Si, soy yo, el capitán América, se quedaron mi escudo los muy cabrones, no quieren devolvérmelo. Vale dinero sabes. Se quieren hacer ricos a mi costa. Cabrones, me lo dio la bruja Escarlata, sabes, el día del bautizo de mi hijo. Hijos de Puta –
– ¿ Y que quieres de mí?
– Quiero avisarte, vienen a matarte. Los jodidos nazis. Han poseído al caraculo del jefe medico. Los jodidos nazis. Hijos de Puta, si yo tuviera mi escudo –
Danny escucha muerte, pero no puede moverse, la medicación le marea, lo debilita. No puede levantarse.
– No, capi, los nazis no son. Son los jodidos charlies. Esos putos amarillos. Quieren matar a Danny, y después a todos nosotros. Porque ostentamos el único espíritu americano.
– No, Frank, los he visto, son los nazis, los huelo. Y sé de que hablo. Yo solo quiero tener mi escudo otra vez – grita desconsoladamente
– Jodidos charlies, se llevaron a mi mujer con ellos, los putos amarillos – Frank se unió a los gritos de su compañero de celda.
Danny, escucha los gritos y los lamentos. Que se mezclan con las risas del exterior. Risas endemoniadas que hacen eco en toda la habitación. Como si estas se hubieran introducido dentro de su cabeza. Hasta que él grita también:
– Callaros – grita Danny
Pero nadie calla, y siguen los lamentos, los gritos, y las endemoniadas carcajadas. Y Danny los acompaña, uniéndose a la locura.
El despacho del jefe medico
Los gritos han empezado de nuevo, no le dejan escuchar el teléfono. Le duele tanto la cabeza.
Fuma, cigarros tras cigarro, apagando colilla tras colillas. Los gritos le atrapan y corre hacia un estante donde hay un paquete de pastillas rojas, que de tres en tres introduce en su boca.
Su rostro suda, aunque hace frío. Su cuerpo tiembla, aunque esta tranquilo. Y lo escucha, no dentro de su cabeza sino en el exterior, el teléfono suena.
– Doctor Mann al habla –
– Hazlo – se oye por el auricular. – Mátalo –
El doctor calla.
– Esta debajo de tu mesa, en una caja –
El doctor Mann cuelga el teléfono y durante unos segundos se queda quieto, sin apenas respirar. Toca su frente y con un pañuelo blanco seca el sudor. En un momento de aplomo, se coloca en cuclillas, mira debajo de la mesa, y la ve. Tal y como le habían anunciado EL doctor coge el gran paquete y después de tirar al suelo todas sus notas, lo coloca encima de la vacía mesa, justo al lado del teléfono
Una Caja de madera, que cuidadosamente abre.
Y allí la ve, ante él. Una escopeta recortada de dos cañones. Una escopeta que antes había pertenecido a Johnny Blaze.
Y al posarla sobre sus manos, notó un frío como nunca en su vida había sentido.
Si tienes algo que comentar de la serie, personajes, argumentos, tanto para bien como para mal, escríbeme (nraven@teleline.es). Tu misiva será contestada en el siguiente numero.
No esperarías que pusiera Fantasmales saludos. ¿verdad?