Estela Plateada #130

Estela Plateada #130Norrin Radd renunció a su libertad para salvar a su planeta, convirtiéndose en Heraldo del Devorador de Mundos, Galactus. Enfundado en metal galáctico, con un tablero que obedece todas sus órdenes mentales, y dotado del poder cósmico, ahora surca el Universo como brillante centinela de las rutas espaciales.

#130 – Bienvenidos al infierno III
Por Anjuin Elekhan


Fecha de publicación: Mes 23 – 3/00


CAPÍTULO IX

Ante Estela Plateada aparece el Planeta Azul, aquel al que debe su humanidad, el único que se ha salvado del ansia de Galactus. El único que le ha visto derrotado. Fue en ese mismo planeta donde (Parece ya tan lejano ese día en su recuerdo) recuperó su conciencia, donde conoció la compasión, de mano de la generosa Alicia Masters. Y hacia allí sabe que ha partido su hermano. Por un instante, duda si debería seguir a Odiel y Baladriel, pero la lógica le dice que junto a su hermano, tendrá más oportunidades de vencer. Así que como un cometa, se lanza al espacio, como tantas otras veces, aunque ésta es distinta, pues nada siente en su interior.

No emplea demasiado tiempo en llegar a la Tierra, y rastrear a su hermano es cosa de niños con su percepción cósmica…

De hecho, el viaje no le lleva más de unos segundos… Y una vez en la Tierra, rastreó a su hermano hasta la ciudad conocida como New York.

– Míralos, Norrin.- Fennan capta la presencia de su hermano antes de que este se muestre.- Viven en un paraíso, y se empeñan en destruirlo.

– Quizá, Fennan, pero ellos son los dueños del paraíso, y nosotros no podemos aspirar a que cambien. Deben darse cuenta ellos solos.

– Pero, ¿Cómo decirlo? Tienen en su poder el fuego, y en vez de calentarse, lo utilizan para quemarse los unos a los otros por poder. ¿Acaso no son demasiado peligrosos para éste universo? ¿No podrían acabar con él?

– Contémplalos, Fennan. Ellos son una raza aún muy joven. Pero mira los maravillosos adelantos de que disponen. Si los comparamos con las demás razas del universo, verás que ellos han sido los elegidos por el destino.

– Que maravillosa y escalofriante diferencia con Zenn-La, nuestro mundo. Nosotros convivimos en paz, y no nos falta de nada…

– Y por eso somos, o fuimos en mi realidad, una sociedad decadente, en la que no hallábamos desafíos. Estábamos estancados en la evolución.- Sin saber porqué, Norrin Radd cree recordar haber dicho o escuchado algo parecido, pero no sabe muy bien porqué lo recuerda… Pero fuese lo que fuese, rápidamente queda olvidado…

– Pero, hermano, ¿acaso no es mejor detenerse a cierto nivel de evolución, que evolucionar hasta la autodestrucción? Contempla las mareas, del río que los humanos llaman Nilo, Norrin; suben hasta cierto nivel, porque si creciesen indiscriminadamente, provocarían más destrucción que beneficios reportados…

– Puede que tu razonamiento no sea erróneo, pero ¿quién decide cual es el nivel correcto? ¿Tu, yo? No, Fennan, la humanidad debe proseguir su camino. A lo máximo que debemos aspirar es a mostrarles los diferentes caminos, para que ellos decidan.

Los dos hermanos se deslizan hasta el suelo, donde ambos echan a caminar, ante el asombro de los neoyorquinos. (Y el pánico de algunos)

– Míralos, Norrin, de nuevo gritan, y nos temen. ¿Por qué? ¿Por qué temen lo diferente, lo persiguen y buscan su ruina?

– No juzgues a todos los seres de este mundo tras ver sólo a unos pocos, hermano, pues podrías cometer un gran error de juicio. Acompáñame, veamos otras partes de este planeta llamado Tierra, contemplémosles desde el cielo, como dos observadores ajenos.

Los dos hermanos sobrevuelan la Tierra, y la circundan varias veces, pasando por Europa, Sudamérica, África…

– Contémplalos como son, pero también como pueden llegar a ser. Observa a esas mujeres… Son enfermeras, voluntarias que se han desplazado desde su hogar, dejándolo todo por auxiliar a aquellos menos afortunados. O a aquellos hombres, observadores internacionales, que arriesgan sus vidas en aras de la justicia… Mira más allá, pues esos son misioneros, sin cuya ayuda valor, los habitantes del continente no habrían sobrevivido. Podríamos pasar toda una vida humana recorriendo la Tierra, y no cesaríamos de encontrar muestras de generosidad y compasión entre sus habitantes…

– Ni de seca barbarie…

– Pero dime, hermano, ¿en qué se diferencian de los Skrull, de los Sh’iar? Estos esclavizan mundos habitados, y los terrestres luchan entre ellos.- Ante la mirada de su hermano, Norrin Radd prosigue.- Pero no creas que intento excusar a ninguno de ellos… Tan sólo digo que deberíamos permitir que creciesen, que evolucionaran, porque ellos serán capaces de grandes cosas…

De nuevo, se detienen en Nueva York, la Gran Manzana, que atrae a toda suerte de seres de todo el universo y dimensiones… Y así, dos figuras plateadas se detienen sobre uno de los múltiples rascacielos que parecen crecer desde el suelo en New York. Pero esto es New York, y no transcurre mucho tiempo desde que llegaran cuando una alarma irrumpe en el paisaje diario… Se trata de un aparatoso atraco, donde hay rehenes, y numerosos coches de policía rodean el Banco Metropolitano.

– Mira a aquellos que se han ganado mi respeto… Son guardianes de la ley y el orden, que se sacrifican por un bien mayor, como tú o como yo. Policías. Sí, quizá sea cierto que son malvados, pero no encontrarás una raza con un mayor potencial para el bien.

Pero la conversación es de pronto interrumpida por un murmullo generalizado que sube desde el suelo, alcanzando cuanto se encuentra a su alrededor. Si elevamos la vista, contemplamos como cae a Tierra una bola de fuego de la que se desprende una gran energía cósmica. En el tiempo que nos lleva el retomar un pensamiento, los dos hermanos ya se encuentran interceptando la trayectoria del meteoro, logrando con ello evitar una masacre, pues el escenario del atraco se han acumulado cientos de curiosos que se agolpan con el fin de contemplar algún detalle. En un primer momento, ninguno de los dos centinelas repara en la bola de fuego, que ya no es tal, sino que adquiere la forma de dos seres tan poderosos como para hacer caer de rodillas quién sabe si al mismo Galactus.

Nunca nadie ha golpeado con semejante odio y violencia a Fennan Radd en su larga vida como centinela en su Universo. Pronto comprueba que no es algo que le apasione en absoluto.

Odiel y Baladriel. Dos seres tan poderosos que atacan por la espalda…- Norrin no muestra emoción alguna en su voz, y cuando ataca, lo hace porque su lógica le dice que si no acaba con ellos, la vida de millones de seres corren peligro. Su ataque es frío, pero no por ello menos potente.

Durante unos eternos minutos, la batalla se recrudece entre los seres, casi dioses, destruyendo parte de la calzada, donde, entre gritos, los peatones se desmandan, cundiendo aún más el pánico. Norrin se da cuenta de ello, e intenta proteger con parte de su poder, a los terrestres del brutal ataque, mas al hacerlo, los dos Hermanos cobran ventaja…

¡Rendíos y morid! Nuestro poder es infinito…

– Nunca, mientras me quede un hálito de vida.-Fennan es apasionado en la lucha, y se lanza en un ataque frontal.

Eso tiene fácil arreglo…– Mientras ríe sarcásticamente, Odiel reúne su poder en un sólo golpe que alcanza a ambos Centinelas cósmicos de lleno. Por un instante, se diría que éstos lo resisten, pero poco a poco, ceden. Ceden, y de pronto todo ocurre en un instante. Ambos caen del cielo, en una brillante explosión apenas controlada por el poder de Norrin Radd, y caen en un profundo pozo negro. El humo impide la visión a aquellos que tratan de seguir los acontecimientos.

Con un terrible aire de suficiencia, los dos Hermanos, entidades cósmicas, bajan a tierra mientras aguardan a que se disipe la humareda, ante los ojos aterrorizados de los neoyorquinos, que a pesar de sus anteriores reticencias para con Estela Plateada, ahora mismo ruegan a su dios para que les libre de esa pesadilla.

La humareda se ha disipado rápidamente, y Odiel y Baladriel esperan hallar a los hermanos Radd caídos, con sus cuerpos destrozados. Por eso la sorpresa es mayúscula cuando comprueban que bajo todo el polvo tan sólo están Fennan, dolorido pero vivo…

¿Dónde está Norrin?– Odiel parece mucho más preocupado que su hermano Baladriel por la inexplicable ausencia.

¡Olvídalo! Eliminemos primero a ésta burda imitación, y encarguémonos luego del otro. Sabremos como hacerle aparecer…

Baladriel prepara un golpe mortal, para Fennan que parece incorporarse poco a poco, todavía aturdido. Pero irónicamente, no es un ser superpoderoso quién se lo impide, sino una simple niña, que se abalanza contra su brazo, y a pesar de su minúscula fuerza, logra desviar el golpe lo suficiente como para que no alcance su objetivo. Sorprendido y enojado, ciego de la ira, Baladriel agarra a la niña con una mano, y la arroja lejos de sí, con fuerza hacia una pared…

¡NOOOO!– un grito desaforado escapa de labios de Odiel, pero con una voz que no parece suya, sino que proviniera de un lugar mucho más lejano…

El cuerpo de la muchacha se va acercando peligrosamente a la pared del Banco Metropolitano, y justo cuando va a golpearlo, unos brazos fuertes y seguros la retienen.

– Muy bien. Ya es hora de que esto se acabe.

Norrin deja en el suelo a una niña asustada, cuyos ojos reflejan agradecimiento, y contempla de nuevo la situación.


CARTAS ASTRALES

Una ausencia prolongada, en la que muchos de vosotros me habéis animado a volver. Por eso os quiero pedir disculpas, y daros las GRACIAS…

SALUDOS DESDE EL CIELO.

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