Poderes Cósmicos #21

Poderes Cosmicos #21Estela Plateada. Señor del Fuego. Legado. Sota de Corazones. Bill Rayos Beta. El Hombre Imposible. Poseedores de poderes sobrehumanos que han jurado preservar el status quo del Universo.

#21 – Star Truck II – Regreso a casa

Por Bergil


Fecha de publicación: Mes 21 – 1/00


El espacio…

La última frontera…

Y alguien acababa de saltársela sin pagar el peaje…

A bordo de la Rayo Estelar (1) (rebautizada por sus pilotos como Big Pig III) (2), Taryn O’Connell y Buford Hollis (3) se dirigían a toda velocidad hacia el Star Stop Café (4).

– ¿Llegaremos a tiempo, Buford? -preguntó Taryn.

– Claro, nena, no te preocupes. Sabes de sobra que esta belleza nos llevará hasta el local de Papi con tiempo de sobra.

– No tendría que haberte acompañado en este viaje, Buford.

– No digas tonterías, cariño. ¿Cómo íbamos a suponer que la cosa se alargaría tanto?

Mientras Buford pilotaba la Rayo Estelar al límite de su velocidad, su mente retrocedió a lo ocurrido durante las últimas semanas…

Todo había comenzado cuando Buford y Taryn se habían detenido, en mitad de uno de sus viajes de exploración, en el planeta de Kqwrtpwsdfghjlñzxcvbnm (Ka, para los no nativos, incapaces de pronunciar tantas consonantes seguidas). Llevaban cerca de diez meses lejos del Star Stop Café, en el periplo más ambicioso que habían emprendido, y querían estirar las piernas y respirar algo más que aire reciclado, para variar. además, Buford quería dar un respiro a la nave.

– Este cerdito necesita un descanso -solía decir-, casi tanto como nosotros.

Dicho y hecho. Una vez atracados en el espaciopuerto orbital de Ka, abandonaron la Rayo Estelar y descendieron hasta la superficie del planeta en el Cochinillo (5). Aterrizaron en el aparcamiento que les habían recomendado en la estación espacial y comenzaron a pasear por la ciudad. Ka tenía fama como mundo turístico, pero no vieron nada que les llamara especialmente la atención.

– La verdad, nena -dijo Buford-, no veo nada impresionante por aquí. Si no hubiéramos estado tan cansados de viajar, dudo que nos hubiéramos detenido aquí. ¡Demonios, si hasta Poughkeepsie es más fácil de pronunciar que el nombre de este condenado sitio!

– Venga, Buford, no seas así… Relájate y disfruta, hombre. Y a propósito, ¿tenías que ponerte tu uniforme de Razorback? Resulta un tanto conspicuo, ¿no?

– Conspi… ¿qué?

– Conspicuo, nene. C-o-n-s-p-i-c-u-o. Quiere decir llamativo. Que resultas poco discreto, vamos.

– Taryn, nena, el aspecto lo es todo… especialmente cuando no te conoce nadie. ¿Cómo decía aquel anuncio de la tele? ¡Ah, sí! La primera impresión es la que queda… ¿Qué demonios está pasando?

Un grupo relativamente numeroso de gente había ido congregándose en silencio tras los dos terrestres, avanzando tras ellos. Pero habían comenzado a murmurar, y luego a hablar en alta voz en tono cada vez más enojado.

– ¡Estrufos cantesco brochullos gromenauer! ¡Borrombombrillos a can de morr cachuperio bolondongos! ¡Epkjs caideiño lamemumdy wizibiroatertuop! -gritaban todos a coro.

– ¿Qué es lo que gritan, Buford?

– Espera un momento, nena. Se me olvidó conectar el maldito traductor universal… (6). ¡Ya está! Veamos ahora…

– ¡Muerte a los sacrílegos! ¡Se han atrevido a profanar a Tokhinos! ¡Semejante osadía resulta imperdonable!

– La verdad, preferiría no haberme enterado de lo que estaban diciendo -dijo Buford con una mueca torcida.

– No digas tonterías y ejercitemos la mejor parte del valor (7) – le replicó Taryn, uniendo la acción a la palabra-. Conque la primera impresión, ¿eh? Pues estoy verdaderamente impresionada… -Buford la siguió a toda velocidad, perseguidos ambos por la multitud.

Llegaron al Cochinillo y entraron en él rápidamente, cerrando la rampa de entrada tras ellos. Despegaron justo a tiempo y se dirigieron hacia el espaciopuerto en que estaba atracada la Rayo Estelar.

– Unas vacaciones cortitas, ¿eh, nena?

– Ja ja ja, Buford. Disculpa si no me río. Correr no es lo que más me conviene, en el estado en que me encuentro.

– ¡Demonios, nena, perdona! Lo había olvidado por completo… ¿Todo bien?

– Sí, tranquilo, que no pasa nada.

Buford interrumpió el curso de sus recuerdos y miró a Taryn. Tenía los ojos cerrados y respiraba acompasadamente. «Quizá esté dormida«, pensó. «Mejor así, le conviene descansar después de todo esto. Porque irnos de Ka fue salir de la sartén para caer en las brasas…«

Efectivamente, el lugar al que llegaron en su huida desde Ka no fue lo que se dice una buena elección. Tras efectuar un salto hiperespacial casi a ciegas, acabaron en la estación espacial Dieciocho Motores, el equivalente a un bar de carretera para los pilotos de naves dedicadas al transporte interplanetario de mercancías. Buford se disponía a salir una vez hubieron atracado su nave cuando Taryn le agarró del brazo.

– ¿Dónde te crees que vas? -le espetó.

– No pretenderás que me quede aquí todo el tiempo que van a tardar en recargar las células de energía, ¿no? Tengo la garganta seca, y me apetece beber algo más que licor sintetizado por el generador de alimentos.

– Ah, ya veo. O sea, que esperar no es lo suficientemente bueno para el señooor, pero sí basta para mí.

– Pero nenita…

– No, no, si lo entiendo. Anda, ve y diviértete; pero como no estés aquí para cuando hayan acabado, me largo y te quedas aquí más solo que la una. ¿Me has entendido?

– Pe… -. Era tarde. Taryn había dado media vuelta tras pulsar el botón de cierre de la escotilla de entrada. Suspirando («¡Mujeres! No puedes vivir sin ellas ni tampoco quitarles la llave de contacto«, pensó), dio media vuelta y se dirigió hacia donde el barullo era más abundante.

Seis jarras de licor janderiano después, Buford no había conseguido emborracharse más que un poquito. Y tampoco lograba olvidar la cara de decepción que había puesto Taryn antes de cerrar la compuerta.

– Disculpa, amigo -dijo una voz a su espalda-. ¿No tienes un disfraz que te cuadre?

– ¿Y a mí que me importa lo que sea tu madre, imbécil? -dijo volviéndose, sólo para encontrarse mirando el abdomen de un talasiano que le sacaba una cabeza… incluso contando la cabeza de jabalí que formaba parte de su uniforme de Razorback-. Oh oh… -fue todo lo que le dio tiempo a decir, antes de que un puñetazo le enviara volando sobre la barra.

– ¡¡¡¡Tangana!!! -gritaron varias docenas de voces en una miríada de lenguas diferentes, tras lo que el mobiliario que no se hallaba fijo comenzó a surcar el aire describiendo trayectorias parabólicas, hiperbólicas o puramente rectilíneas, antes de golpear en cualquier cabeza, cornamenta, tentáculo o pseudópodo a la que iba dirigido.

Caído detrás de la barra, Buford se perdió casi toda la pelea. Cuando logró despejarse lo suficiente para asomar la cabeza, apenas quedaban dos o tres contendientes en pie… uno de los cuales era el talasiano.

– ¡Ah, ahí estás! -bramó el gigante-. ¡Ven para acá!

Buford intentó esconderse de nuevo detrás de la barra, pero fue inútil. Agarrándole por uno de los colmillos de su máscara, el talasiano le levantó sin aparente esfuerzo.

– Escucha, amigo, puedo explic…

– No hay nada que explicar, hombre. Hacía varios kempstons que no me lo pasaba tan bien. Y tenías razón, mi madre no era buena persona.

– Ah, bueno… -balbuceó Buford, sin saber demasiado bien qué decir-. Pues nada, hombre, encantado de haberte conocido y a ver si otro ¿kempston? nos vemos con más calma, ¿eh?

Sin querer parecer demasiado apresurado, Buford abandonó el local, mientras el propietario recobraba el sentido y comenzaba a lamentarse por el estropicio.

– No te preocupes -oyó que le decía el talasiano-, sabes de sobra que el seguro cubrirá los gastos, y que los robots de la estación te dejarán esto limpio en un plis plas.

– ¡Buford! ¡Buford Hollis! ¿Qué demonios haces tú aquí? -oyó que le decían. Se dio la vuelta y se encontró con…

– ¡Al! ¡Que bien! Por fin una cara amiga… -y así pasaron un buen rato, hasta que se le ocurrió preguntar la hora.

– Pues son las tres y cinco.

– Así pues -calculó Buford-, teniendo en cuenta que bajé de la nave a las… y que una unidad horaria de aquí equivale a… y me llevo dos… ¡Demonios! Lo siento, Al, pero tengo que largarme. Debe estar a punto de acabar el repostaje de la nave, y si no estoy allí para entonces Taryn me dejará en la estacada.

– Te comprendo, chico, te comprendo. Mujeres, no puedes…

Pero Buford ya trotaba hacia el muelle.

– ¡Dale recuerdos míos a U. S. y Recauchado! -alcanzó a decir antes de doblar la esquina del pasillo.

Cuando Buford llegó, resoplando como el animal del que había tomado el nombre, al hangar, el operario encargado de repostar su nave acababa de terminar, y estaba desconectando las tomas. Buford vio que la rampa de entrada a la nave comenzaba a retirarse y aceleró su carrera. Entró en la nave justo antes de que la compuerta se cerrara y los motores comenzaran a funcionar.

«Taryn sigue enfadada conmigo«, pensó. Avanzó hacia la cabina y vio a Taryn haciendo todas las comprobaciones previas al despegue.

– Hola, nena -dijo, sentándose en el asiento del copiloto después de quitarse la cabeza de jabalí. Ella no le respondió.

Durante la semana siguiente, la tensión en la cabina podría haberse cortado con un tenedor, de lo espesa que era. Sin embargo, poco a poco Taryn fue suavizándose, y al final las cosas volvieron a ser como siempre…

Buford salió de sus recuerdos cuando oyó en la radio un mensaje.

– Atención, aquí la patrulla espacial. Haga el favor de detenerse enseguida.

– ¡Maldita sea! ¡Ahora no! -masculló Buford, decelerando la nave. Cuando hubo frenado, una de las naves de los agentes se aproximó al Rayo Estelar y entró en la nave.

– ¿Podría enseñarme su permiso, por favor?

– Escuche, agente, puedo explicárselo. Verá, se trata de una emergencia. Tengo que llegar al Star Stop Café lo antes posible, y…

– ¿El Star Stop? ¿Es amigo de Papi Ruedas?

– Pues sí. ¿Le conoce usted?

– ¿Bromea? Pero si… ¡ejem! -tosió el agente, poniéndose serio-. Vamos a lo que vamos.

– ¿Qué sucede, Buford? -preguntó Taryn, saliendo de la cabina.

– Nada, nena. Verás, es que… -pero no pudo acabar. El agente lo interrumpió.

– ¿Se refería a eso cuando habló de la emergencia? ¿Es lo que yo creo? -preguntó señalando a Taryn.

– Pues sí, señor. Y la verdad es que corre cierta prisa.

– ¿Por qué no lo dijo antes? Galactus me lleve, si no consigo que lleguemos a tiempo al Star Stop. Usted sígame, que le abriremos camino -dijo, al tiempo que se ponía el casco y se introducía en su nave.

Con los agentes abriéndole camino, Buford redujo el tiempo que habría tardado en llegar al Star Stop a la mitad. Carga Annie, Mary y Ms. Al se llevaron a Taryn, y a Buford sólo le quedó esperar, paseando nerviosamente arriba y abajo, mientras que Gran Enilwen (8) ordenaba una y otra vez su colección de rocas (9). Finalmente, Mary salió y se dirigió hacia ellos. Buford no pudo articular palabra, pero no era necesario: todo él era una pura interrogación.

– Todo ha ido bien -dijo Mary-. Felicidades… ¡papá!

– ¿Quieres decir…? -titubeó Buford.

– ¡Han sido gemelos, Buford! Niño y niña. ¡Enhorabuena!

Buford comenzó a reír y a llorar, todo a la vez. Se abrazó a todo el que se encontraba a su alrededor: Papi Ruedas, los agentes, Mary… Así hasta que los saltos de alegría de Gran Enilwen les pusieron a todos patas arriba.

– ¡Maravilloso! ¿Habéis oído, piedras? ¡Buford ha sido papá!

EPÍLOGO

En el espacio, Wendell Vaughn sintió pulsar su banda derecha. Acercándosela a la cara, vio en ella el rostro de Época.

– ¿Sí, Época? ¿Qué sucede?

– Wendell, debes regresar a la tierra de inmediato

– ¿Por qué? ¿Qué es lo que pasa?

– Lo siento, Wendell. No puedo decirte nada más.

El principio…


(1) La primera nave del proyecto FTL (Faster Than Light, i. e., Más Rápido Que La Luz) de la N.A.S.A. apareció por primera vez en The Sensational She-Hulk # 6.

(2) Como se vio al final de The Sensational She-Hulk # 7.

(3) El camionero (y superhéroe ocasional bajo el alias de Razorback) que pilota la Rayo Estelar por encargo de la N.A.S.A.

(4) El local de Papi Ruedas, en el que también trabajan Carga Annie y Mary Mc Grill, y en cuyo garaje, entre trabajo y trabajo, guardan sus vehículos Recauchado, Ulysses Solomon Archer (más conocido como U. S.) y Al. ¡Hala, ya están presentados todos los secundarios conocidos de este episodio, a falta de uno!).

(5) Nombre con el que Buford y Taryn bautizaron a la pequeña nave auxiliar de la Rayo Estelar. Apareció por primera vez en The Sensational She-Hulk # 45. Todo parece indicar que quedó destruida al huir del planeta, pero:

  • no se vio cómo se destruía;
  • nada indica que no hubiera varias;
  • no parecía de construcción terrestre, así que nada impide que construyeran otra;
  • la saco porque me da la gana y basta. Que para eso llevo la colección, carajo ;-{Þ}

(6) © Reed Richards, por supuesto.

(7) La discreción. O sea, como se verá, salir por piernas.

(8) ¿No os dije que faltaba por presentar un secundario conocido? Helo aquí.

(9) La comenzó en The Sensational She-Hulk # 42.


En nuestro próximo número: ¡Por fin! Comienza la saga que cambiará por completo el panorama cósmico del Universo MarvelTópico. A partir de Poderes Cósmicos # 22, Emociones Primarias.


Un saludo y no dejéis de leernos, y escribid a Autopista hacia el espacio – Correo de los lectores (bergil@altavista.net) con cualquier duda o comentario que os surjan. Que no muerdo, caramba, y es muy agradable recibir e-milios (incluso aunque sean críticos)

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