En la misteriosa Zona Azul de la Luna se esconde una ciudad que no se parece a ninguna otra. Llamada Attilan o El Gran Refugio es el hogar de una raza de seres engendrados de forma artificial. Su Familia Real, liderada por el silencioso Rayo Negro, incluye miembros de notables súper-habilidades, entre ellos Medusa, Gorgon, Triton y Karnak.
#1 – UBI CONCORDIA, IBI VICTORIA I
LA LLEGADA
Por Kevin Flynn
Fecha de publicación: Mes 219 – 10/16
En todas partes.
Blackagar Boltagon respiraba profundamente recostado sobre su trono, los nudillos derechos golpeaban con nerviosismo sobre el reposabrazos, mientras sus dedos izquierdos mesaban con suavidad la barbilla. Aparentando serenidad observaba pacientemente la solemne sala circular, símbolo de igualdad entre quienes allí debatían; consejeros, legisladores… políticos al fin y al cabo. Perdida la mirada en los frescos estampados sobre las paredes intentaba dar forma a la historia que estos narraban. El bullicio de la discusión se alejaba convertido en rumor. La estancia se le antojaba eterna. En derredor al círculo central, sobre el que discutían los componentes del concilio, se alzaban las doce columnas esculpidas en granito blanco que ascendían queriendo alcanzar el cielo, coronadas con sendos capiteles de barroca construcción, sustentaban la gran cúpula de cristal a través de la cual podía admirar el brillo de lejanas estrellas. La Zona Azul de la Luna era un lugar hermoso.
El Concilio Genético estaba reunido, vociferaban haciendo airados aspavientos, dedos acusadores señalaban por doquier, insultos y calumnias eran lanzados como dardos envenenados entre aquellos que se reconocían a si mismos como los mas dignos entre la raza inhumana.
Un estrépito quebró el suelo y sacudió con rudeza la estancia. -¡Silencio!-. Resonó una enérgica voz. Blackagar se giro levemente dirigiendo la impasible mirada hacia su diestra, una gigantesca figura se adelantaba dando pasos estruendosos, poseía poderosas extremidades inferiores de fauno que se movían con firmeza haciendo resonar los cascos por toda la sala, la cual retumbaba y bramaba bajo cada zancada. -¡¿Cómo osáis poner en tela de juicio los designios de nuestro rey?!-. Volvió a pronunciarse el iracundo jefe de la guardia real.
-Disculpad, noble Gorgon, mas no olvidéis que es el Concilio la fuente de la que mana el poder nuestro monarca-. Añadió uno de los parlamentarios, adelantándose con decisión y firmeza. -No existiría familia real sin nosotros… sin la voz del pueblo-. Acomodo su capa y sus ropajes de vistosos colores mientras caminaba aproximándose al lugar ocupado por el líder de la nación, alzo las manos y miro en torno a él buscando la aprobación de sus congéneres. -Y es el pueblo quien clama, en estos momentos, por la incertidumbre. Clama por un líder fuerte que los guarde del mal que se cierne sobre todos nosotros-.
Con sinuosos movimientos la bella mujer de cabellos rojizos abandono el lugar que ocupaba entre las sombras, tras la figura del monarca. Caminaba con elegancia y delicadeza, pareciendo empujada por una suave brisa que solo su cuerpo percibiese. Se detuvo frente al parlamentario mirándolo fijamente a los ojos, con aquella dulzura escalofriante de la que hacia gala. Sus cabellos serpenteaban con vida propia enroscándose sobre el cuello del parlamentario. -Dime noble Abraxos, ¿Dudas quizás de la dedicación y amor que nuestro rey, el gran Blackagard Boltagon procesa a su pueblo?-.
-No, mi reina Medusa… ni por un instante-. Balbuceo tembloroso.
-¿No fue acaso la mano de mi esposo quien os brindo la paz de la que hoy goza nuestra honorable nación?- La voz acusadora señalaba a cuantos dudaban de su líder. -¿No fue acaso la palabra de mi esposo la que condujo a nuestro pueblo hasta este nuevo edén, lejos de la polución humana que nos estaba aniquilando?-. Los cabellos se aferraron con ferocidad al cuello del parlamentario. -Dime pues, ¿Que reclama el pueblo inhumano a su Rey?-.
-¿A mi, quizás?-. Resonó una voz lejana y quebradiza, y un clamor en forma de susurro congestiono a cuantos allí permanecían, encogiéndoles el corazón.
-Maximus…- Escapo como una exhalación entre los labios de la reina. Abraxos callo al suelo libre de sus ataduras, mientras con premura jadeaba buscando aire con el que llenar sus extenuados pulmones. Medusa se giro con extrema confusión hacia su marido buscando las explicaciones que nadie podía encontrar.
-¡Apresad al traidor!- Grito Gorgon mientras la guardia se cernía con presurosos sobre el recién llegado.
Blackagard dejo atrás la seguridad de su trono y se encamino silenciosamente hacia el misterioso hombre, atravesando a su paso los pequeños corrillos que los parlamentarios habían formado entre sí. Susurraban y maldecían componiendo expresiones de asombro y miedo por igual. La confusión reinó provocando crispación entre los parlamentarios. La guardia que flanqueaba al intruso se apartó abriendo camino al monarca, que se detuvo frente al recién llegado. -¿No te alegra el regreso de tu hermano?-. Volvió a sonar la voz quebradiza, añadiendo una sonrisa sarcástica en su maltratado rostro. La respuesta del monarca no se hizo rogar, un tremendo, vehiculo de la rabia contenida se estrello en su rostro haciéndole perder el equilibrio y caer al suelo. A los pies del Rey, Maximus se carcajeaba de manera terrorífica mientras de su sonrisa brotaba a borbotones un líquido carmesí.
-¡Lleváoslo de aquí!- Ordeno Gorgon.
Sentado en el suelo con las piernas cruzadas y las manos sobre el regazo, con expresión relajada y los ojos cerrados, pareciese dormir. La pequeña sala no brindaba comodidades de las que disfrutar, de forma semiesférica se levantaba desde el suelo, no mostraba ninguna arista o imperfección y sus paredes estaban compuestas por algún tipo de aleación metálica. Las conocía, pero nunca le intereso su composición o funcionamiento. Suave al tacto pero frió como el hielo, el metal se endurecía solo con su contacto permitiendo el paso a los guardias que le alimentaban, como si se tratase de algún tipo de gigantesca burbuja de jabón.
El metal era opaco pero podía sentir su presencia aproximándose sigilosamente hasta la celda.
-Karnak, eres un monje y no te dejas guiar por las emociones, así que deduzco que no es el rencor si no mi hermano quien te envía a visitarme…- Un tos seca le interrumpió.
-¿Y que más puedes deducir, Maximus?- El sacerdote caminaba con indiferencia alrededor de la celda, manteniendo las manos cruzadas en la espalda y la vista al frente.
-Puedo deducir mucho, amigo…- Fijo la mirada en su mano derecha, la cual había contenido la tos, la sangre la impregnaba. -Se me acaba el tiempo. ¿Qué desea saber nuestro generoso Rey?.-
-¿Por qué estas aquí, Maximus?.- Apremio Karnak deteniendo su deambular para observar al prisionero.
-Tu habilidad te permite encontrar puntos débiles ya sea en el cuerpo de un oponente o en la declaración de un moribundo…- La tos lo asfixiaba nuevamente. -Todo lo que he declarado es cierto como la sangre inhumana que corre por mi venas, la polución humana me esta matando, he pasado largo tiempo fuera de Attilan, expuesto a los elementos contaminantes de los humanos.- Maximus abandono su postura de reposo y se levanto con torpeza dirigiéndose hacia el lugar que ocupa su interrogador. -Imploro la clemencia de nuestro monarca… le suplico a mi hermano que me deje morir en mi hogar, entre los míos.-
-Da gracias Maximus, si de mi dependiese te abandonaría en el rincón mas inhóspito del universo solo para verte morir lentamente…- Karnak se giró sin inmutar un ápice su expresión y comenzó a alejarse del reo.
-¡¡Me muero Karnak!!… ¡¡Me muero!!.- Gritaba el prisionero mientras combatía con los síntomas de su enfermedad.
El estanque permanecía en calma, inerte en perfecta quietud, como la superficie del mas perfecto de los espejos reflejó la imagen de Medusa, la reina había ascendido con su gracia característica los cuatro escalones que flanqueaban el acceso, solo para que las yemas de sus dedos acariciasen con delicadeza la superficie acuática, la cual comenzó vibrar con elegantes hondas que formaban un bello mosaico.
De las aguas comenzó a emerger una extraña figura antropomórfica, pero de rasgos acuáticos. Su piel verde estaba cubierta de escamas que al reflejar la luz le otorgaban una apariencia plateada, en su rostro dos ojos de color negro despertaban la sensación de profundidad, de la testa le nacía una enorme cresta formada por membranas que comenzaron ha replegarse en dirección a su espalda nada más abandonar el medio acuático, el collar que portaba se transformó en un bozal, aparentemente sirviéndole de pulmón respiratorio fuera de su hábitat natural.
-Saludos Medusa, Reina de los Inhumanos, Triton a tu servicio- Se presento hincado su rodilla derecha en tierra y cabeza baja en señal de respeto.
-Alzate primo Tritón, no es necesario tal reverencia por tu parte- Respondió la Reina esbozando una sonrisa reconfortante.
-Amigo mío… a mis brazos- Gorgon, el capitán de la guardia se acercaba raudo y jovial presto a saludar a su antiguo compañero de armas pero este lo detuvo alzando su mano en clara señal para que refrenara su acción.
-Siempre seré fiel a la corona de Attilan y a mi patria misma, pero sabéis de mis diferencias con los designios de nuestro Rey- Mientras explicaba esto Medusa asintió con un leve movimiento de cabeza a la par que su capitán retomaba las formas con aires de agravio y tristeza. -Así… ¿Qué requiere nuestro señor Boltagon de la casta de los acuáticos?-
Medusa tendió la mano a su invitado invitándole a que la siguiese en su caminar por los jardines del Palacio Real. Gorgon les seguía manteniendo las distancias. -Sin duda, mi querido primo, serás conocedor de las ultimas noticias acontecidas en la capital y comprenderás que nuestro amado Blackagar desee conocer la postura de los acuáticos en general… y la de su primo en concreto-
-Si Medusa, estoy al tanto de lo ocurrido en la asamblea del Concilio Genético- Triton miraba receloso a su alrededor. -Por supuesto también sé que tras los fatídicos hechos acaecidos en la ultima Ceremonia del Renacimiento algunas castas se promulgan contra la falta de medidas tomadas por nuestro Rey a la hora de protegernos ante ese mal que esta por venir-
La Reina se detuvo abruptamente su caminar para girarse rabiosamente hacia el líder de la Casta de los Acuáticos. -Entonces dime, ¿Cuenta la Familia Real con el apoyo de tu casta?-. Triton, y Gorgon mas alejado, detuvieron también su paseo de quebradiza cordialidad.
-Mi señora Medusa, he luchado innumerables batallas a tu lado, compartido el triste destierro y regocijado en la alegría de vuestra familia… ¡Nunca, nunca jamás dudéis de mi lealtad!- Explico enérgicamente el primo del Rey. -Pero Sabed que pequeñas facciones se están conformando en vuestra contra, la falta de decisión en nuestro Rey provoca el miedo en la sociedad, y esto es un perfecto caldo de cultivo para que nazca una revolución- Triton se aproximo airado hasta la mujer. -Sabéis mejor que nadie que durante miles de años el sistema de castas ha disfrutado de una estabilidad quebradiza, el temor hacia lo que esta por venir, la llegada del advenedizo y la falta de firmeza en el puño del Rey han iniciado la cuenta atrás para la rebelión-.
-¡¿Cómo te atreves?!- Gorgon se lanzo contra el acuático agarrándolo por el brazo, pero con reflejos felinos este reacciono lanzando a su oponente por los aires.
-¡Basta, os lo ordeno!- Alzo la voz la reina, deteniendo el ataque que el furioso capitán de la guardia preparaba contra su otrora compañero de aventuras. Se giro con rabia contenida. -¿Acaso piensas que la llegada de Maximus pueda influir en el criterio de las castas?-
Triton rió socarronamente. -¿Bromeáis? Un aspirante a Rey que en mas de una vez a contado, en sus planes para derrocar a su hermano, con la ayuda de los Alfa Primitivos las casta mas baja en nuestra sociedad… es como una luz de esperanza para los mas desfavorecidos de Attilan, aquellos mas abajo en el sistema de seguro sueñan ya con unirse a él en una rebelión-
-¿Una traición?- Añadió Medusa.
El líder de la Casta de los acuáticos se giro desafiante, comenzando a deshacer el camino recorrido junto a su Reina y justo antes de desaparecer en las cristalinas aguas de las que surgió advirtió a sus antiguos amigos. -¿Traición?, decidme Reina Medusa, ¿No es mas traidor aquel que permanece de brazos cruzados mientras su pueblo vive temeroso? Nuestros hermanos y hermanas necesitan que su Rey salga a las calles y tome las riendas de nuestra nación… ¿Dónde se oculta nuestro temeroso monarca en estos instantes?-
Allí en los aposentos reales Blackagar Boltagon asía con fuerza ambos extremos de la cuna donde su vástago dormía apaciblemente. El pequeño Ahura había nacido extrañamente débil para su linaje, frecuentemente le costaba respirar y su padre se pasaba los días a los pies de su lecho intentando protegerlo. Le miraba fijamente durante incontables horas de desesperación.
Las grandes puertas que guardaban el acceso a la cámara se abrieron repentinamente pero con lentitud pasmosa.
-Mi señor Blackagar- Saludo Karnak inclinando la cabeza hacia delante por unos segundos. -He visitado a vuestro hermano como me ordenasteis-.
El monarca se giro hacia él abandonando por unos instantes la vigilancia del pequeño Ahura, se aproximo y asintió con la cabeza.
-No miente mi señor. No puedo aseguraros que nos se trate de un subterfugio para derrocaros oculto bajo un velo, pero aquello que si puedo aseguraros es que sus palabras son ciertas, se muere y busca piedad… o al menos él esta convencido de ello, mi habilidad para percibir puntos débiles detectarías sus mentiras como si de debilidades en una armadura se tratasen, pero no es el caso-
Blackagar mezo su barbilla durante unos segundos en clara expresión de confusión, seguidamente coloco los brazos en jarra sobre sus cadera y miro al techo buscando respuestas. Comenzó a negar con la cabeza. No lograba concebir que su perturbado hermano estuviese muriéndose y ante las puertas del olvido eterno buscara la redención y el perdón de los suyos, no era propio de Maximus. Agacho la cabeza y miró fijamente a Karnak, que permanecía firme frente a él.
-¿Queréis conocer mi opinión?. Bien- Se extraño el monje. -Si estuviese en mi mano ordenaría que fuese despellejado y arrojado al vacío infinito del espacio… mas en vuestra posición, supongo que lo inmediato seria enviar al Dr. Vinatos para que lo examinase-
El monarca asintió con la cabeza y realizo un ademán con la mano derecha indicando a su invitado que tal idea fuese llevada a cabo. Karnak se giro para llevar a cabo la orden se su monarca, pero solo voltearse percibió la llamada psíquica de su Rey.
-¿Liberarlo?- Respondió Karnak desconcertado. -Comprendo. La sociedad inhumana atraviesa una época de crispación y lo último que necesita la Familia Real es que uno de sus miembros fallezca en prisión por la permisividad del regente. Así se hará pues, mi señor, si el Dr. Vinatos confirma que Maximus se muere, este será puesto en libertad hasta que se celebre su juicio-.
El monje abandonó silenciosamente la estancia, cerrando las puertas tras de sí y una vez mas, en la soledad, Blackagar Boltagon retomo los cuidados y vigilancia de su pequeño descendiente.
Continuará…
Muy buen primer número, interesante y con un final que deja las espadas en alto. ¡Sigue así!
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