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PORTADA
Un destello de justicia en la noche. Privado de visión y poseedor de extraordinarios sentidos, patrulla en la oscuridad alcanzando a aquellos que se ocultan de la ley, poblando de temor el corazón de delincuentes y de gratitud a las víctimas. Paladín de Manhattan, el hombre sin miedo... Daredevil
 
Ultimate: Daredevil

ULTIMATE DAREDEVIL #4
Asuntos pendientes
Guión: Kleinsberg

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PORTADA: Matt Murdock, sentado en su silla de ruedas. Vestido con el traje rojiamarillo de Daredevil, sin máscara y con gafas oscuras. La silla es de roca negra salpicada de sangre y coágulos, en cada mano de Matt Murdock está clavada una de sus varas de combate, uniéndolo a la silla, ungiéndola con sangre. Su cuerpo está recubierto de heridas abiertas y palpitantes, de pústulas infectas y costras, de modo que es difícil ver los límites entre silla, cuerpo, traje, y dolor. El rostro de Matt Murdock es una mueca desencajada y atroz, un silencioso grito del alma, un grito de agonía infinita y angustia.

En sus gafas oscuras, un reflejo: un espejo que le devuelve su propia imagen, aunque él, obviamente, no puede verla.

A sus pies, como grotescas caricaturas diminutas, el resto de los dramatis personae: El Errado (ataviado de Daredevil), El Maestro, Gladiador, Julia Blackgate, Daniel Cohen, Thomas Rawls, Bullseye... todos encorvados y demoníacos, encadenados en una danza infernal, intercambiando aullidos, golpes y lascivos lengüetazos. Son un movimiento incesante y nauseabundo en torno a Matt Murdock, cuya silla crece y crece, se agiganta hasta convertirse en una infinita fortaleza prisión de angustia, horror, y quietud.

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Una moto enorme y plateada, cuyo morro imita la forma de una cuadriga romana, atraviesa con un estallido la fachada de cristal del centro comercial. Mil pedazos afilados saltan hacia los clientes que chillan y corren. El motor de la moto ruge entre el gentío aterrado. El piloto grita algo inaudible a través de su azul máscara de acero y ladea la cabeza hacia el bulto que se arrastra tras él: dando tumbos por el suelo, hecho un ovillo atrapado en la fuerte red de cuero, está preso Daredevil, ahora un borrón indefenso en rojo y amarillo.

La moto derrapa con estruendo y Daredevil sale disparado hasta chocar contra una columna y queda a sus pies, aturdido y enredado.

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"Buenos días oyentes, aquí Mick Travis con un boletín especial informativo. Se confirman las peores sospechas sobre la joven aparecida muerta en Central Park. El modus operandi, el salvajismo del acto, incluyendo violación post-mortem, y otros indicios no especificados por la policía confirman que se trata de una nueva víctima del brutal asesino conocido como Gladiador. Tenemos con nosotros a Ben Urich, del Bugle, que nos aclarará algunas cosas, ¿Ben?"

"Gracias Mick. Sea quien sea Gladiador, parece que empezó su carrera como asesino y violador, para luego, lentamente, abrirse paso en el mundo del crimen organizado. La ciudad vivió aterrada por sus crímenes y ni siquiera Daredevil pudo detenerlo, aunque parece ser que se enfrentaron en, al menos, dos ocasiones. De hecho, hay quien cree que Gladiador fue el causante de la desaparición de Daredevil. Y por lo visto ese rumor es uno de los pilares del prestigio de Gladiador en el submundo de Manhattan. Por lo visto, sus crímenes han ido remitiendo conforme se iba consolidando su liderazgo en el mundo criminal de la ciudad. Curiosamente, y después de un paréntesis de algo más de un año, esta nueva... atrocidad, coincide con la reciente reaparición de Daredevil."

"Sí, también Daredevil llevaba casi dos años... Perdón, pero me pasan una información de última hora. Había una nota junto al cadáver: "Esta noche, ya sabes dónde". ¿Qué crees que significa, Ben? Son las nueve en punto de la mañana y para aquellos que se incorporen ahora a nuestra programa soy Mick Travis, con Ben Urich del..."

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El conductor de la potente máquina es casi un gigante. Más de dos metros de altura enfundados en cuero y malla, oscuro y resplandeciente. Sus brazos desnudos asentados sobre el manillar de la moto muestran una musculatura pétrea. En sus muñecas relucen dos discos terriblemente cortantes, cuyo filo sobresale incluso de la palma de su mano abierta.

Da gas y se mueve lentamente. Girando para ajustar la trayectoria. Al fin y al cabo, quiere arrollar a Daredevil, no estrellarse contra la columna que hay tras él.

En el suelo, contusionado y sangrante, Daredevil pugna frenético por liberar una pierna, un brazo, una mano, lo que sea.

La moto acelera.

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"Esta noche, ya sabes dónde"

Matt Murdock sabe dónde, y sabe qué debe hacer.

Matt Murdock recuerda el combate en aquel edificio en construcción, recuerda los gritos y la sangre. Recuerda la implacable fuerza de Gladiador. Recuerda la fatal caída y luego... luego bruma y despertar. Despertó desnudo convertido en un número, un dato más para la estadística de crímenes de Manhattan: un pobre ciego apalizado al que robaron dinero, ropas, incluso su bastón... un ciego convertido por el salvajismo de la ciudad en un ciego paralítico.

Matt Murdock sabe dónde, y sabe qué hacer: nada. Nada.

Su momento ha pasado, ya no está en sus manos. Apaga la radio para no seguir escuchando y espera sin saber qué.

La tensión crece con las horas del día, y Matt reza, piensa, sufre y maldice. Finalmente, exhausto, agotado de puro nerviosismo, cae dormido antes del anochecer...

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La moto arranca a todo gas y Daredevil libera en parte su brazo izquierdo ahí está un trozo de cristal lo tiene ya encima lo va arrollar, y lo lanza, lanza el cristal hacia la garganta de Gladiador, justo hacia el punto al descubierto entre la máscara y la cota de mallas. De un manotazo instintivo y rápido Gladiador lo aparta y pierde el control de la moto y cae. Rueda sobre sí mismo en dirección opuesta a su máquina. Se levanta mareado y aturdido, da un paso y cae de nuevo y se percata de que está justo en una escalera mecánica que lleva a la planta superior.

Daredevil tiene un respiro y corta la red desesperado con otro cristal y corta con los dientes. Oye sus pesadas botas. Lo oye volver y se da más prisa todavía.

Bullseye acecha, oculto. No fue difícil para él seguir a Gladiador, y ahora observa preocupado la confrontación. ¿Puede consentir que de nuevo le sea arrebatado el honor de la contienda? Es él, Bullseye, quien debería abatir a Daredevil, y no ese fantoche de férrea máscara. Bullseye desenfunda sus armas gemelas y se dispone a intervenir.

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Un recuerdo fugaz cruza la mente de Daredevil: cuando no era Daredevil, cuando ni siquiera era el Errado, cuando era el favorito del Maestro y por él fue bendecido con un don, le fue dado el poder de seguir al hombre sin miedo. Sólo él podía seguir a Daredevil sin que éste lo supiese, pues en verdad Daredevil no podía ser sorprendido, nada escapaba a su percepción. Pudo así presenciar el combate final. Las heridas fatales del Sin miedo, el poder y la fuerza de Gladiador.

Incapaz de intervenir, acobardado, presenció la caída de su ídolo y entonces, para su vergüenza sólo entonces, reunió el valor suficiente para salvarle la vida.

Y huyó con él bajo la lluvia.

Y se prometió a sí mismo que aquello no acabaría así.

Y se prometió a sí mismo sobre el traje y la vara de Daredevil que Daredevil volvería.

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Sin salir al descubierto Bullseye apunta cuidadoso. La ancha espalda de Gladiador resulta un blanco fácil. Bullseye inspira pausadamente, se fija por un segundo en la vara que pende del cinturón de Gladiador como trofeo, una de las dos que pertenecieran a Daredevil, y que pronto será suya. Apunta con las dos pistolas, luego con una, y finalmente enfunda. ¿Para qué salvar a su adversario? El honor, se dice, no debe estar reñido con la inteligencia. Sin duda a Kingpin le hubiera agradado este proceder.

Daredevil está en pie con las piernas todavía atrapadas por la red y Gladiador se lanza hacia él, los discos girando mortíferos. Una torpe voltereta red maldita red, y siente la sangre resbalar pierna abajo. Cortan tanto que casi ni duelen.

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Thomas Rawls contempla en solemne silencio el cuerpo sin vida del Maestro.

Thomas Rawls ordenó a sus hombres que aguardasen al otro lado de la puerta. La guardia personal del Maestro había huido, y Rawls, puñal en mano, sabía que debía afrontar solo ese momento, ocultó la hoja entre sus ropas y apoyó sus manos en la gran puerta de dobla hoja. Dudó sólo un instante. Había llegado la hora de matar al Maestro.

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-Sabía que podía confiar en ti, Daniel, a pesar de las dudas de algunos.

-Traigo algo importante, y el tiempo se acaba.- Responde Daniel Cohen, mientras alarga hacia su Maestro algo envuelto en un pañuelo de seda. Tras palparlo el anciano ciego exclama:

-¡Su arma! Es su arma... no es posible, ¿cómo ha llegado a ti?

-No hay tiempo ahora Maestro, no hay tiempo para explicaciones.

Daniel Cohen blande la vara de Daredevil con brutalidad contra el frágil cráneo del anciano, una y otra vez. Se arroja luego sobre el cuerpo tendido y sigue golpeando, menudo y crispado, como un duende maligno.

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En el momento de abrir la puerta las dudas se desvanecieron de la mente de Thomas Rawls, decidió finalmente pedir perdón al Maestro, volver al redil con sus hombres... ya habría tiempo de convencerlo más adelante. Ya habría tiempo de perseguir el bello sueño de la acción. Y se alegró de no tener a su lado en todo aquello a ese loco de Daniel Cohen, pues ése era de los que van hasta el final en lo que hacen. Luego entró en la estancia en penumbra, presto a la reconciliación.

Thomas Rawls contempla en solemne silencio el cuerpo sin vida del Maestro.

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Sigo girando no me detengo no pugno ahora con la red que apresa mis piernas.

Los discos golpean el suelo tras Daredevil, las chispas saltan quemando su espalda. Y cada fallo aumenta la ira de Gladiador.

Sigo girando no me detengo y pisa la red. Con su enorme bota pisa la red y ya me tiene y una patada brutal en las costillas, duele y falta aire y escupo sangre y el disco en su antebrazo baja silbando muerte y tiro. Tiro con todas mis fuerzas de la red que me aprisiona y Gladiador cae junto a mí. Una presa letal y precisa: aferro su brazo y con su disco rasgo la red. Una herida más, en el muslo. No importa. Ya soy libre. Ya estoy en pie.

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Parece que finalmente el destino le dará una oportunidad. Bullseye prepara de nuevo sus armas.

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EL CORREO SEGÚN MATEO

Me parece que este es el número más normal, digamos más fanfiction, que ha aparecido hasta el momento de Ultimate Daredevil.

Antes de empezar hay que decir algo sobre la portada. El punto de partida fue hacer una portada basada en el conocido cuadro "Estudio sobre el retrato de Inocencio X" de Francis Bacon (un apunte al respecto, veo que las portadas de esta colección siguen causando cierta perplejidad, os recuerdo que, como ya dije en el correo del número dos, las portadas de Kleinsberg no están concebidas necesariamente como una descripción de una imagen, pueden serlo (como en el presente número) o no, según las circunstancias).

Como siempre, no hay correo, pero sí comentarios, dos en concreto hablan de la escena del atraco a la tienda del número anterior. Primero, Jose González, es lógico que te parezca que estés leyendo un guión de cine, porque efectivamente la escena está escrita en forma de guión, y en cuanto al porqué, apreciado Jorge Cantero, la explicación es la siguiente: a pesar de que describía la primera intervención de Daredevil en la colección, la escena resultaba un tanto prosaica (tres pringados atracando una tienda cutre, el cuernecillos haciendo un chiste), digamos que contrasta con el tono más o menos solemne que ha caracterizado la historia hasta el momento, precisamente por eso resultaba adecuado el estilo de guión, como si se marcase una distancia deliberada entre el autor y los hechos, así se reservaba el estilo narrativo adecuado para este presente número, en el que la pelea de Daredevil es bastante más impactante que la anterior. Y hablando de impactante, el próximo número... pero no, mejor no doy pistas.

Tendréis noticias de mi abogado

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