ULTIMATE DAREDEVIL #2
Leyendas II
Guión:
Kleinsberg
PORTADA: Persistencia. Tomemos un ocaso cualquiera y hagámoslo eterno, bañemos con su luz los caminos ensangrentados de la esperanza. Juguemos luego a los destellos huidizos: hundamos esquirlas de espejos en las pupilas de los niños por nacer, juguemos un juego sin recompensas.
El boxeador conocido como "Batallador" Murdock le habla a su hijo de ocho
años Matthew...
- ¡Pero no quiero estudiar ahora papá! ¿Por qué no puedo ir a jugar a la
pelota con los otros chicos? ¡Estudiaré después!
- No Matt, lo harás ahora. Aprovecharás la oportunidad, ¿me oyes? Le prometí
a tu madre antes de morir que no te dejaría ser un boxeador inculto como yo.
Vas a ser alguien.
- Pero quiero ser como tú, papá. Estoy orgulloso de ti. ¡Eres el mejor!
- No chico, ya no estoy en la flor de la vida, no tengo futuro, sólo soy un
saco para jóvenes boxeadores. Pero no dejaré que esto te pase a ti. Vas a
estudiar, serás un abogado... o un doctor, serás alguien... lo que yo no
pude ser.
- Matt, ¿Matt? ¿Me escuchas?
- ¿Eh? Lo siento Foggy, estaba pensando, sólo pensaba.
Camina nervioso y suda a pesar del frío. Lleva mucho tiempo aguardando.
Jimmy "el manos" nunca ha creído en Dios. Fue el primero de sus hermanos en
saber que Santa Claus eran sus padres. Y en cuanto llegó a Manhattan desde
Los Angeles, supo que Kingpin no existía. Un tipo como Jimmy no podía
tragarse ese rollo de un tío oculto que controla los bajos fondos por
completo, qué va... eso es un cuento de miedo para yonquis, una leyenda
urbana para sociólogos... un as en la manga para un chico listo como Jimmy
"el manos". Y así, presentándose como socio de Kingpin, Jimmy prosperó en la
ciudad de las oportunidades, decías su nombre en voz baja y la oposición se
retiraba y la poli te sonreía... y en poco tiempo apañó un tinglado bastante
potable de drogas y pornografía infantil.
Y todo se hundió de repente. En tres días. En sólo tres días todo se vino
abajo, todo destruido. Y lleva ya una semana oculto en este almacén
abandonado, en este nido de mierda en medio de un descampado y sabe que
están jugando con él. Y no cree en Santa Claus, y quiere creer en Dios... y
sabe ahora que Kingpin existe.
Jimmy aguarda, intranquilo, y sabe, irónicamente, que puede considerarse
afortunado. Es uno de los pocos hombres en el mundo que conoce con certeza
su destino... pero aun así había conservado una mínima incertidumbre, una
absurda duda a la que no merece la pena llamar esperanza.
Pero todo se desvaneció bajo el haz cegador de luz de los focos de un coche.
No está seguro. No puede estarlo.
Pudo traicionarle su imaginación. Tal vez nadie había detenido un coche allá fuera.
Tal vez había pasado un coche por allí, camino de otro lugar, pasando de
largo. carretera adelante.
Tal vez ni siquiera existía ese coche.
Tal vez el asesino se ha detenido ante él.
Y puede verlo, más sombrío que la noche. Puede verlo atravesando lo que
antes fue la puerta. Puede sentir el hedor a muerte que desprende. Puede
verlo avanzando hacia él, avanzando.
No.
No. Su imaginación le engaña. Allí no hay nadie, nadie ni nada, tan solo él,
tembloroso y...
Aquí está, el insulto, el mierdecilla que osó pronunciar su nombre. Y en sus
pupilas dilatadas por el miedo puede ver su majestuoso reflejo: su impecable
gabán blanco, sus sobrios pantalones negros como los zapatos, su camisa de
un azul eléctrico desafiante, su bigote recortado y su pelo siempre
impoluto. Bullseye admira por un segundo el reflejo de Bullseye en los ojos
de Jimmy, "el manos". El infeliz abre la boca para hablar pero ya cae
muerto, la daga atravesando su corazón. "¿Para qué romper el silencio?"
piensa Bullseye. Guardián del reino de Kingpin, guardián de sus posesiones y
su nombre.
Todos son indignos de él. Sólo uno habría sido un rival merecido, un
auténtico trofeo a los pies de su señor. Y ahora que ha muerto lamenta más
que nunca no haberse enfrentado jamás a él, y sigue obsesionado con la idea
de postrar la cabeza de Daredevil ante la tumba de Wilson Fisk. Aunque deba
arrancar al vigilante de las entrañas del mismísimo infierno.
Claudia Fisk duerme arropada por sábanas más caras que algunas obras de
arte. Y en algún lugar una voz susurra su nombre, y la ofrece como
recompensa.
- ¿Señorita Blackgate? - la joven voz suena algo metálica a través del
altavoz - , el concejal Rawls acaba de llegar
- Hazlo pasar, Michelle.
Responde Julia Blackgate, mientras termina de aspirar los restos de cocaína
en sus dedos.
- Hermoso despacho, letrada, ¿por qué no he estado aquí nunca?
- Porque jamás te he invitado.
- Estamos cáusticos esta mañana... ¿te importa si me siento?
- Adelante, ¿un cigarrillo?
- Gracias - acepta el concejal - , en los tiempos que corren ya casi no
puedo permitirme este pequeño placer, ¿sabes? Cada calada en un lugar
público son tres coma siete votantes perdidos, una fotografía en el diario
con un cigarrillo son cinco puntos menos de popularidad
- ¿A qué has venido? - interrumpe Blackgate.
Thomas Rawls sigue hablando como si ella no hubiese dicho nada:
- Y fumar delante de las cámaras de televisión... no hay campaña electoral
que sobreviva a algo así, lo sé. Todo está estudiado. Todo. Cuando me metí
en política ya existían los asesores de imagen, a veces creo que siempre han
existido. Ya existían... pero lo importante eran las ideas, la gente todavía
te valoraba, y te votaba, por aquello que hacías y por aquello en lo que
creías. No sé cuando empezó a cambiar todo esto.
- No me sueltes un discurso, Rawls, yo no soy una votante indecisa. ¿qué es
lo que quieres?
- Ideales. Actuar. Por el bien de la comunidad. Actuar, lo que el Maestro
nos niega. Cambios.
- ¿Estás hablando de traición?
- Estoy hablando de cambio de gobierno, lo que la mayoría queremos. El viejo
se contenta con esperar, pero el Sin miedo no vendrá, el Errado lo sabía y
por eso nos dejó.
- ¿Has hablado ya con Daniel?
- Sí.
"Mientes", piensa Julia, Rawls nunca responde con monosílabos.
- No estoy contigo.
- Piénsalo Julia, eres inteligente, piénsalo. Y por cierto, no es "contigo",
sino "con vosotros".
Mientras Rawls se va la duda asalta a Julia, ¿y si habló con Cohen? Aleja la
incertidumbre con otra raya.
- Michelle, ponme con Daniel Cohen.
- El café de este sitio es delicioso, Foggy.
- Gracias Matt, y es una pena que no bebas, porque la grappa es sublime, la
mejor de la ciudad.
- No lo dudo, y hablando de grappa y demás cosas italianas, me han dicho que
te has hecho con el caso Colli, tengo un par de ideas al respecto, podría...
- Oye Matt, hablemos claro, ¿de acuerdo? ¿Vas a aceptar que te pague esta
vez?
- Claro que no, no lo hago por el dinero.
- Lo sé, Matt, y eso es lo que me fastidia. Estoy harto de que me ayudes sin
cobrarme nada. Diablos, el despacho sigue llamándose "Nelson y Murdock",
puedes volver cuando quieras y lo sabes.
- Foggy, ya fue un infierno conseguir clientes con nuestra escasa edad y mi
ceguera. No confiaban, sencillamente, la gente no confiaba, y eso fue mucho
peor después de, después de mi accidente.
- Habríamos salido adelante, perdimos clientes, sí, pero lo habríamos
superado, Matt, y lo habríamos hecho juntos, como en la universidad. Tú
nunca fuiste de los que arrojan la toalla y sé que volverás. Tú no has
nacido para profesor, has nacido para abogado.
"Serás un abogado... o un doctor, serás alguien... lo que yo no pude ser."
- Matt, ¿Matt? ¿Me escuchas?
- ¿Eh? Lo siento Foggy, estaba pensando, sólo pensaba.
Las sombras sisean y vacilan a la luz de las velas. La lóbrega estancia
reposa preñada de ecos adormecidos. Los fuertes pilares se yerguen,
retorcidos pero firmes y se clavan en la bóveda de sólida roca. Silencio
rezuman los muros ancestrales. Silencio rezuma el trono escarlata donde
duerme la figura. Arropado duerme el anciano por su púrpura túnica, sus
escuálidos brazos reposan sobre un gran libro abierto. Abre sus ciegos ojos
a la oscuridad, pasa sus resecos dedos sobre las páginas abiertas del libro
y su voz cae sin fuerzas desde su boca:
- Apenas dos líneas... cómo se me va la vida, cómo se me agota el tiempo...
Se sube la manga izquierda de la túnica y tantea entonces con su diestra
hasta encontrar un fino estilete. En su desnudo antebrazo poblado de
cicatrices hay una herida reciente: un coágulo negruzco y maloliente,
viscoso aún en algunos puntos, hacia él dirige temblorosa la hoja. La hunde
sin fuerza en la herida, mas la vieja sangre se resiste y no mana, hurga
entonces él con la punta, atrás adelante atrás, contrayendo su rostro en una
agónica mueca de dolor mil veces sufrida, la costra se resquebraja al fin,
un último movimiento del filo en forma de círculo y la sangre surge,
parduzca y espesa se arrastra milímetro a milímetro hasta la palma abierta
de su mano. Deja entonces el estilete y toma una pluma, la hunde en su
sangre y sudoroso escribe en el libro. Apenas unas palabras hasta que un
sonido le distrae.
- ¿Paul? ¿Estás ahí, Paul?
Una voz surge de la penumbra:
- Su fiel guardaespaldas está inconsciente, maestro.
- Oh, eres tú, Errado - responde el anciano - sé bienvenido, hijo. ¿A qué
has venido?
- Cuéntemelo - pide el Errado mientras se sienta en el suelo, recostado
contra una columna - , cuéntemelo de nuevo.
- Si es así como lo quieres... Yo presencié el advenimiento de un nuevo
dios. Mi cuerpo era ya una cáscara huera, no había ya en mí espíritu vital
que me impulsara, y salí de la residencia en que me pudría dispuesto a poner
fin a mis días. Pero el muchacho no lo comprendió, me advirtió una y otra
vez mientras yo buscaba reposo bajo las ruedas de aquel camión, y al final
saltó. Expuso su vida por apartarme, el camión viró y volcó y entonces fue
como si el muro del destino se resquebrajara por un instante, liberando
parte de su energía, irradiándonos a ambos: el muchacho que empezaba a vivir
y el viejo cuyo plazo expiraba.
- Luego fundasteis los Hijos del sin miedo y yo fui vuestro primer seguidor,
primer Portador del testimonio y la esperanza. Luego crecimos en poder y en
número y vos nos mantuvisteis unidos bajo la promesa del regreso del Sin
miedo cuando desapareció. Pero vos y yo sabíamos que aguardamos en vano y yo
abandoné, y fui llamado el Errado, y ahora la traición medra como una
enredadera.
El Errado camina hacia su Maestro y sigue hablando:
- El libro... ¿sigue sin haber ungido? ¿Nadie más puede tocarlo todavía?
- Nadie más.
- ¿Y postergáis el momento porque...
- Porque tengo la certeza de que tras hacerlo, moriré.
- Y no queréis morir, ya no.
- No, ya no. Y no sería así, Errado, si volvieras a mi lado. En ti puedo
todavía confiar. En ti hay poder para liderar a los pocos que no han sido
corrompidos.
- Ya no puedo volver. Elegí otra senda
El Errado sonríe como un niño al detenerse frente al que fuera su mentor.
- Ojalá, Maestro, ojalá pudierais verme...
El Errado extiende los brazos enfundados en amarillo llameante, abre las
manos enguantadas en rojo, rojo como su peto y su máscara. A la luz de las
velas hermosa reluce escarlata, en su pecho, la gran D.
EL CORREO SEGÚN MATEO
Bueno, pues hasta aquí el número dos de ultimate cuernecitos. Como es
costumbre por estos lares no hay cartas al correo, así que aprovecharé este
espacio para comentar las críticas, o al menos, aquellos aspectos de éstas
que yo creo que puedan resultar interesantes para el resto de lectores. Pero
antes, una apropiación que aclarar: el primer párrafo es una cita textual
del número uno USA de Daredevil, escrito por Stan Lee.
Y ahora vamos al rollo: en primer lugar hay que admitir que ha habido
acuerdo en un aspecto: la escena del funeral de Kingpin no gustó por
confusa, coinciden en eso los cuatro lectores que han criticado el número
(Xum, Jose Cano, Jose González y Ben reilly), todo un exitazo. Tan sólo
deciros que esa era precisamente la intención: mostrar pasajes fragmentarios
de pensamientos sin que se pudieran ubicar (aunque se dan algunas pistas, y
creo que sí se puede detectar qué es lo que va pensando Urich). Después de
semejante acogida he hablado con Kleinsberg pero no da su brazo a torcer (es
un tarado), dice que seguirá experimentando cada vez que lo considere
necesario, así que supongo (espero) que algunas de las fórmulas que elija os
gustaran más y otras menos, qué se le va a hacer. El tema de la separación
de párrafos, fallo mío, que paso a Word los legajos de K, he introducido ya
líneas que lo marcan (comentarios de Xum y Reilly).
Y una última cosa: Jose González se pregunta si lo que escribe K es una
portada. Es una pregunta muy legítima. Si por portada entendemos un anticipo
más o menos críptico, más o menos engañoso y aun así más o menos veraz de
aquello que el lector encontrará en el capítulo, entonces está claro que sí,
que Kleinsberg escribe portadas. Si, en cambio, entendemos que una portada
es una descripción más o menos afortunada de una imagen en la mente del
autor, entonces está claro que no, que Kleinsberg no escribe portadas.
Apunte de última hora. No sé cómo decir esto sin parecer inmodesto, o sin
dar la impresión de que busco excusas baratas pero... bueno, lo suelto y ya
está. Algunas de las críticas recibidas por el número anterior y el número
uno de Ultimate Lobezno me han hecho pensar que, en parte, he pagado un poco
la novatada. Me explico: al pasar los textos a Word ni siquiera se me pasó
por la cabeza pensar en el aspecto que dichos textos tendrían en la lista de
correo, con el cambio de formato adquirieron un aspecto compacto,
monolítico, que no sólo dificulta una lectura ya de por sí nada fácil sino
que además, causa cierto rechazo incluso antes de empezar a leer. Pero
bueno, estas excu... digo explicaciones, ya no valen ni para este número ni
para ningún otro de ahora en adelante, y corto ya, que para ser una sección
de correo sin correo ya ha dado bastante de sí.
Tendréis noticias de mi abogado
Kleinsberg@yahoo.es