LOS 3 GUERREROS #3
La búsqueda de las manzanas doradas III
Guión: Hiperión
Portada: Vemos a Hogun y a Volstagg empuñando sus armas, preparándose para un ataque frontal.
Prólogo:
Era de noche ya en Asgard; las estrellas brillaban en el cielo, y eran ya
escasos los transeúntes por las calles.
Pero, a las puertas de la ciudad llegó un carro, cargado de frutas.
A la altura de los soldados que patrullaban la puerta, el conductor se
detuvo.
-Habla, y di qué vienes a hacer a Asgard. - le dijo uno de los guardias al
conductor.
-Como ya he dicho a Heimdall, el guardián del puente del Arco Iris, traigo
estas frutas para venderlas mañana en el mercado - contestó el hombre.
-Mmm. Si Heimdall os ha dejado pasar, nosotros no podemos hacer menos.
Adelante, podéis seguir vuestro camino.
Así, el hombre continuó su viaje, recorriendo las solitarias calles de
Asgard. Finalmente, llegó a su destino: una casa de aspecto humilde y
sencilla.
El hombre bajó del carro y llamó a la puerta, con una serie de golpes a modo
de contraseña.
Segundos después, la puerta se abrió desde el interior. Entonces, el hombre
se volvió hacia su carro, y cogió una bolsa escondida entre la fruta.
Entró en la casa, que por dentro se encontraba llena de alfombras, tapizados
y cabezas de animales a modo de trofeos de caza.
Tras recorrer un largo pasillo, llegó ante una figura que se encuentraba de
pie, ante un gran fuego.
-Y bien, Jebar. ¿Has traído mi encargo? - preguntó la figura sin moverse
prácticamente un ápice.
-Sí, mi señor Brunic. Aquí lo tenéis. - respondió Jebar, sacando el objeto
que llevaba en la bolsa.
Brunic se giró y lo cogió. Luego, se volvió a girar hacia el fuego, para
observar mejor el objeto que tenía en sus manos.
-Ajá. Es perfecta. Que se prepare Fandral, porque, a su vuelta, se verá
derrotado por Brunic, empuñando una espada... de Uru. ¡Jajajajajajaja!
Fin del prólogo.
Los Tres Guerreros se encontraban en una pradera alrededor de un gran
fuego, apurando una cena compuesta por un gran jabalí.
-Ahhhh. Amigos, ése jabalí estaba delicioso. - dijo Volstagg, recostándose
contra una piedra y llevándose las manos a la barriga - Y lo hemos podido
degustar gracias a mis grandes dotes para la caza, que domino desde que era
un mozalbete. Aún recuerdo... la primera pieza de caza... que... conseguí
cuando... cuando... ZZZZZ, ZZZZ, ZZZZ.
-Vaya, parece que nuestro orondo compañero es tan precoz a la hora de dormir
como a la de comer. - dijo jocosamente Hogun.
-Sí... - contesta Fandral, con un tono de voz triste.
-Vaya, amigo, ¿qué es lo que te deprime? ¿Tu, como tú la llamas, "crisis de
identidad"?
-Me temo que sí, Hogun. Sigo pensando que los hados impiden que halle
respuesta a mis dudas. Para empezar, se me impide por parte de Odín que
celebre mi duelo con ese villano de Brunic. Y el combate con aquel enano lo
empeoró aún más, ya que todo resultó ser una farsa mágica. Ni ahí pude
probar si merecía seguir siendo guerrero. Quizá sea mi destino dejar de
serlo.
-No pienses así, amigo mío. Has demostrado sobradamente tu valía como
guerrero, y seguirás siéndolo siempre. Tan sólo estás pasando una crisis
temporal, cómo podría ocurrirle a Volstagg o a mí. Ahora descansa,
compañero, pues mañana estoy seguro de que conseguiremos el objetivo de
nuestra misión: las manzanas doradas.
-De eso mismo quería hablarte, Hogun. ¿No te parece extraño que, quién haya
robado las manzanas doradas haya dejado tantas pistas a seguir? Piensa. Dejó
que Iduna quedase libre para contar lo ocurrido. Y, después, el rastro,
aunque corto, de manzanas doradas en aquel bosque. Es sospechoso... He
llegado a pensar que quizá sea toda la misión en su conjunto una farsa,
ideada por Odín, al conocer mis dudas interiores.
-Ciertamente es sospechoso eso que dices, pero al fin todo se resolverá.
Ahora, te digo de nuevo que duermas.
Así, Hogun se recostó en el suelo, logrando conciliar el sueño.
Fandral permaneció de pie, mirando al suelo, mientras soplaba una suave
brisa.
Pero un sonido como de aleteo hizo que alzara la cabeza hacia el cielo,
viendo entonces cómo se acercaba una gran lechuza blanca.
Para su sorpresa, la lechuza se dirigía hacia él, con sus garras por
delante. Fandral la esquivó, pero ella cogió su espada, que se encontraba en
una roca, y reemprendió el vuelo, alejándose.
-¡Sangre de Odín! - exclamó Fandral - Debo recuperar mi espada de las garras
de ese animal.
Así, Fandral se dirigió hacia dónde dormían sus compañeros y cogió uno de
los cuchillos de Hogun.
-Espero que comprendas por qué hago esto- dijo Fandral en voz baja para, a
continuación, marcharse a caballo en pos de la lechuza.
A la mañana siguiente, Hogun despertó con los primeros rayos de sol y vió,
para su sorpresa, que Fandral no se encontraba allí, ni tampoco su caballo.
Se levantó y se dirigió hacia Volstagg.
-Vamos, Volstagg, despierta. - dijo - Fandral no se encuentra aquí.
-¿Eh? ¿Qué? ¡Sólo estaba meditando, amigo mío! ¿qué decías?
-Fandral ha desaparecido, llevándose, por lo que veo, uno de mis cuchillos.
-Entonces, ¿qué debemos hacer? ¿Buscarlo, o seguir con nuestra misión? Gran
dilema es, para un bravo guerrero como yo.
-Fandral querría que siguiésemos con la misión y, aunque me duela, eso es lo
que haremos.
-¡Así sea! Pero antes... ¡Desayunémos!
Hogun, muy a su pesar, asintió.
Tras el desayuno, ambos partieron en sus caballos de nuevo hacia el norte.
Mientras, Fandral, quién había cabalgado toda la noche, había llegado hasta
una nevada montaña, la cuál la lechuza ascendía como si siguiese un camino
prefijado.
-Quédate aquí, fiel compañero - dijo Fandral, dirigiéndose al caballo -
prometo volver pronto.
Así, Fandral comenzó a escalar la escarpada montaña siguiendo a la lechuza,
quién se detenía periódicamente, cómo provocando a Fandral y dándole tiempo
para alcanzarla.
-¡Maldito animal! Cómo te agarre, te espera uno de los peores destinos...
¡Acabar en la olla de mi amigo Volstagg! - gritó Fandral, pero sin obtener
respuesta de ningún tipo.
Finalmente, en la mitad de la montaña, la lechuza se detuvo definitivamente.
Fandral le arrebató la espada de sus garras y la cogió violentamente.
-¡Alto ahí, guerrero! - dijo repentinamente una voz aguda y firme - ¡No
quisiera que dañases a mi mascota y fiel compañero!
Fandral se giró, para ver a un hombre alto, de complexión atlética que, sin
embargo, se apoyaba sobre un gran bastón de madera. Las canas invadían gran
parte de su cabello y vestía un traje de cota de malla y una capa desgarrada
azul.
-¿Quién sois vos, que me pedís que no haga daño a este impertinente animal
que tantos quebraderos de cabeza y cansancio me ha causado? - preguntó
Fandral.
El hombre se giró hacia el valle que se extendía bajo la montaña y dijo:
-Mi nombre es Valgar. Soy... era el gobernador de una pequeña y modesta
ciudad que se encuentra al otro lado del valle. Éramos un tranquilo poblado
que no había conocido guerra alguna. Pero, una noche, las tropas de demonios
de una vil hechicera del norte, Zaledna, nos atacaron y se apropiaron del
lugar.
Yo logré escapar, gracias al sacrificio de algunos de mis más valerosos
hombres, y me refugié en estas frías montañas, urdiendo un plan para
recuperar mi poblado.
Pero, tan sólo con la compañía de mi fiel lechuza, cualquier ataque sería
suicida.
Por ello, la envíe en busca de un guerrero de gran valía que me ayudase en
mi tarea.
Y ése has resultado ser tú.
Fandral se encontraba sorprendido y conmovido a partes iguales por el relato
de aquel hombre. Soltando suavemente a la lechuza, le dijo:
-Pido vuestro perdón por el maltrato a vuestro animal. Mas, creo que su
elección no ha sido del todo acertada, pues me hallo en un precario momento
en el que no estoy seguro de mi papel como guerrero. Mis dudas y temores no
os serían útiles.
-¿Cómo? No es posible. Mi lechuza nunca se equivocaría y elegiría a alguien
inadecuado. Creo que lo que te ocurre es...
Valgar calló repentinamente, para a continuación empujar a Fandral y
llevarlo fuera de la trayectoria de una mortífera flecha.
-¿Cómo sabíais...? - preguntó Fandral.
Pero Valgar no respondió, sino que se quedo paralizado cuando logró observar
a sus atacantes: Cuatro hombres uniformados blandiendo dos de ellos arcos, y
los demás espadas.
-Ni yo puedo creerlo... Pero no hay duda, son parte de mi ejército perdido -
dijo Valgar - Pero... sus ojos están en trance... No controlan su mente.
Debemos...
Pero, antes de pronunciar la siguiente palabra, los cuatro soldados
comenzaron una ofensiva.
Uno de los que portaban espada se abalanzó sobre Valgar, pero éste detuvo el
golpe con su largo bastón, logrando finalmente empujarle y hacerle caer
sobre el nevado suelo.
Fandral se batía en duelo con el otro espadachín. Éste le propinó un
rodillazo en el estómago, lo que hizo que Fandral cayese, lamentándose de
dolor.
El soldado se disponía a acabar con Fandral cuando, con extraordinaria
puntería, Valgar lanzó su bastón y le arrebató la espada de las manos.
Si Fandral ya se encontraba estupefacto ante el sublime estilo de lucha de
Valgar, mayor fue su sorpresa cuando vio a la lechuza de éste arrebatarles
sus armas a los arqueros con sus garras.
Los soldados se quedaron paralizados unos segundos, cómo si estuviesen
recibiendo silenciosas órdenes. Finalmente se batieron en retirada.
-Ya se han ido, a Odín gracias. - dijo Valgar recogiendo su bastón - ¿Estás
bien, guerrero?
-Eso parece. Pero creo que ya va siendo hora de que me llaméis por mi
nombre, Fandral.
-¿Eres Fandral el audaz? Tu fama y la de tus compañeros ha llegado hasta mis
tierras.
-Sí, soy ése. Aunque lo de audaz, como habéis comprobado, ya no me hace
justicia.
-Sigo pensando que mi lechuza no se puede equivocar, y por lo tanto...
Valgar calló repentinamente. En un saliente no muy lejano a su posición, su
lechuza indicaba con perfectos movimientos de alas algo que tan solo su amo
podría comprender.
-Mmm... Mi lechuza me indica que los soldados huidos vuelven a la carga con
refuerzos. Es peligroso seguir aquí. Vamos, Fandral, bajemos de la montaña
por otro camino. Después, haremos una pequeña "visita" a mi poblado.
Así ambos toman un camino que desciende la montaña. Fandral se encuentra
cabizbajo.
Más al norte, Hogun y Volstagg llegaron finalmente al objetivo de su viaje,
el Castillo del Dragón.
Un castillo construido a ras de suelo, a diferencia de los demás. Con altas
agujas, hecho de viejas y grises piedras. Incluso desde la lejanía se podían
distinguir monstruosas gárgolas. Sin embargo, no había atisbo de luz alguna.
-Bien. Ahí está nuestra meta, Volstagg. ¿Vamos ya, o trazamos un cuidadoso
plan?
-Pues... quizá lo mejor sea preparar un plan. Pero un plan bueno, para el
que necesitemos varios días. No hay prisa por entrar al castillo...
-Pero yo sé que estás ansioso por demostrar tu valentía, por lo que vamos
allí ya.
Ambos cabalgaron la distancia que les separa del castillo en un tiempo
realmente corto. Una vez frente al castillo, descendieron de sus caballos.
Hogun se dirigió hacia la inmensa puerta, pero antes se topó con una barrera
invisible.
-¡Por Odín! ¿Qué vil hechicería es ésta? - exclamó Hogun.
-No sé la respuesta, amigo mío, pero quizá esté relacionada con esos
demonios voladores que se acercan...
-¿Demoni...?
Hogun no terminó su frase, pues al alzar la vista, observó cómo un batallón
entero de demonios alados, surgidos de lo alto del castillo, oscurecía el
cielo en dirección a ellos. Estos demonios detuvieron su vuelo para, a
continuación lanzarse al ataque.
Hogun y Volstagg desenfundaron sus espadas y se prepararon para el ataque.
Cartas a los guerreros
Bueno, hasta aquí por hoy. Y ya sabéis, para cualquier cosa, ahí tenéis esta
dirección: Hiperion_10@hotmail.com. Saludos.