ULTIMATE SPIDER-MAN #4
Origen IV
Guión: Israel Huertas
El doctor Otto Octavius, postrado desde hacía días en el frío suelo del almacén abandonado dónde sus brazos mecánicos le habían dejado tras el accidente que, de forma explosiva, había destruido su vida y sus sueños de forma tajante, convulsionaba de forma espasmódica. La fiebre, que ya duraba días, apenas le dejaba consciente el tiempo suficiente como para ser consciente de lo ocurrido.
En su delirio constante, sólo una palabra brotaba de sus labios, escapándose por las comisuras de su maltrecho subconsciente: "Osborn". La repetía como un mantra que, poco a poco, inexorablemente, le estaba conduciendo a la locura.
- Así que, bueno, me gustaría mucho que vinieras.
Peter Parker no podía salir de su asombro. A solas, en la puerta de salida del Instituto Midtown, la maravillosa muchacha que, hasta ahora, sólo había sido su amiga distante, le estaba invitando a su cumpleaños. No podía creerse su suerte en lo más mínimo, pero era un hecho que algo había cambiado, y ella no le hablaba como si le invitara por compasión, no. Desde el accidente se había mostrado cariñosa y simpática sin más, lo que le hacía temblar desde lo más hondo en formas que sólo podía imaginar.
- Bueno, ¿qué me dices? - preguntó Gwen, obviamente esperando una respuesta de esa cara que la sonreía con un gesto algo tonto.
- Pues ... bueno, sí - consiguió articular Peter-. Me encantaría ir, Gwen. ¡Cuenta conmigo!
Ella se despidió con una gran sonrisa y un beso en la mejilla, y Peter volvió a casa saltando de tejado en tejado, literalmente. A pocas casas de la suya en Queens, dónde vivía con su tío y su tía desde la muerte de sus padres, siendo él bebé, tuvo que parar para bajar al suelo, algo mareado.
Al cesar el brote de adrenalina que aquel beso le había encendido, Peter comenzó a pensar en que no podía hacerle ningún regalo en condiciones. Sus tíos siempre iban justos de dinero desde que despidieron a su tío y tuvo que conformarse con hacer pequeñas chapuzas a domicilio. Su tía buscaba trabajo pero era ya mayor como para optar a algo bien pagado, así que no tenía mucho margen. Entonces, su inseguridad habitual se adueñó de él de nuevo y decidió que sería mejor no ir al cumpleaños por más ganas que tuviera.
Cuando llegó a casa, su tío y su tía estaban pintando la cocina, cuyos muebles estaban cubiertos con lonas de plástico para evitar salpicaduras.
- Hombre, Peter - dijo su tía-, llegas a tiempo para la segunda capa.
- Deja al muchacho, May. El pobre aún se recupera del accidente.
- No pasa nada, tío Ben - dijo Peter, soltando la mochila y remangándose para ayudar -. Me encuentro mucho mejor, y la cocina la usamos los tres.
- Ese es mi chico - dijo May besándole en la frente-. Ayuda a tu tío mientras preparo unos bocadillos.
Peter se subió a la banqueta en la que había estado subida su tía y, cogiendo una brocha, empezó a trabajar. La pregunta salió de sus labios sin que le diera tiempo a pensarlo:
- Tío Ben, ¿necesitáis que busque un trabajo, aunque sea a media jornada?
- ¿Por qué, cielo?
- Bueno, siempre parece que andemos con lo justo y os podría ayudar con los gastos y alguna alegría de vez en cuando.
- Peter, tu ya eres bastante alegría para nosotros. No te preocupes. Además, May va a empezar a trabajar la semana que viene en un comedor de beneficiencia. No será mucho dinero, pero nos desahogará un poco. Tu concéntrate en tus estudios para poder vivir mejor que nosotros. Eres un chico brillante y la vida que te espera gracias a tu esfuerzo, va a ser asombrosa.
Peter no pudo añadir nada más. No podía competir con la lógica de su tío. Quedaba el asunto del cumpleaños. Le gustaría ir. Le gustaría pasar todo el tiempo del mundo con Gwen, pero sin dinero, eso era complicado. Aunque, ahora que tenía otras habilidades, quizá podría hacer algo con ellas.
Por supuesto, cuando tienes quince años, tus ideas no suelen ser muy brillantes.
Dos noches después, Peter salió de casa cuando sus tíos ya estaban durmiendo.
Se había hecho una especie de disfraz con un chandal y una sudadera algo raída. Por alguna razón, dibujó una araña roja en el pecho de la negra sudadera. También se puso un pasamontañas.
Primero, practicó un poco su balanceó con las extrañas redes que brotaban de sus muñecas y, cuando creyó tenerlo controlado, empezó a rondar por las calles de la ciudad, buscando una presa. Peter pensó que, con sus poderes, no le sería muy difícil entrar en una tienda y coger algo de dinero "prestado". Sólo sería esa vez, y le compraría a Gwen lo que ella quisiera.
Vio una tienda de electrónica bastante grande, de una de esas cadenas que invaden todo lo que pueden, y decidió que aquello, más que un robo, sería casi justicia. Bajó al suelo en el callejón tras la tienda, dónde descargaban la mercancía en horario comercial. Solo había una farola encendida y no parecía haber guardias, así que forzó la puerta de carga y entró en la tienda.
Estaba oscura, con los estantes apenas iluminados por una tenue luz roja. Pensó que habría cámaras, así que se concentró en el zumbido que, en la pelea con el payaso disfrazado en el hospital, le había estado intentando avisar de los ataques de este. Descubrió lo sencillo que era esquivar los visores gracias a ese sexto sentido. Llegó sin problemas a la fila de cajas y, una a una, fue abriendo las seis cajas registradoras de los distintos puestos. Cuando iba por la tercera, habiendo guardado los pocos billetes que contenían las anteriores en los bolsillos de su pantalón, una voz le asustó desde las sombras:
- ¡¿Quién coño eres y qué haces aquí?!
Peter esperaba un guardia de seguridad y se quedó paralizado, Esa fue la primera señal que su mente consciente le dió para que empezara a pensar que estaba haciendo algo malo. Cuando miró, el tipo no estaba uniformado. Llevaba una chaqueta verde y una gorra de los Yankees marrón. Le apuntaba con un revolver.
- ¡Ese dinero es mío! - dijo el tipo -. Llevo semanas preparando esto. Suéltalo y vete.
Era un ladrón. Uno como él.
Peter tenía miedo, pero había llegado hasta allí y no dejaría que le quitaran lo suyo. Como ya he dicho, cuando tienes quince años tus ideas no son muy brillantes.
Saltó por encima de las cajas y dió un giro en el aire para caer sobre el ladrón. Por desgracia, este pudo disparar la pistola y la bala hizo saltar uno de los aspersores anti-incendios del techo, lo que activó la alarma de la tienda.
Aún así, Peter cayó sobre el pecho del ladrón, que salió despedido hacia el estante de los microondas, derribando unos cuantos aparatos con él. Recuperándose como pudo, disparó otras dos veces que, el muchacho, esquivó con facilidad. Antes de darse cuenta, Peter estaba soltando un chorro de red a la mano de la pistola del ladrón, pegando metal y carne al mismo tiempo, evitando así que pudiera volver a disparar. Luego se acercó amenazadoramente al pistolero.
- ¡Vete, quién seas! - dijo el ladrón-. ¡Te dispararé!
Peter pudo verle la cara. Estaba realmente asustado. Esa fue la segunda señal de que estaba haciendo algo malo. La tercera vino en forma de sirenas de policía y de cuatro agentes de la ley que entraron a saco en la tienda por las puertas delanteras.
Asustado como estaba, se giró para escapar. Entonces escuchó la súplica del ladrón tras él, rogándole que le ayudara. El chico pensó que tal vez los dos hubieran aprendido algo de aquello y se dirigió hacia él para cogerlo.
- ¡Policía! ¡Alto!
El agente que dió la voz contempló como la oscura figura con la cara tapada se giraba ante la orden. Su linterna apuntaba directamente hacia una enorme araña roja pintada en su pecho. Peter disparó una red a la cara del agente, cogió al ladrón y salió a base de saltos por la puerta trasera. Soltó al ladrón que, echando a correr, le dió las gracias. Peter saltó a la azotea del edificio de enfrente a tiempo de ver como los cuatro agentes salían al callejón.
Tuvo que quitarse la máscara para vomitar, arrodillado en la azotea. Revuelto y llorando, sacó el dinero de su bolsillo, mirándolo avergonzado. Aquello no era suyo ni se parecía a como sus tíos le habían educado. No podía quedárselo, por más que supusiera defraudar a Gwen, así que lo envolvió en red y lo lanzó a los pies de los agentes.
Luego volvió a casa.
Al entrar por la ventana, sólo tuvo tiempo de quitarse la máscara antes de que su tío encendiera la luz de su cuarto.
- ¿Dónde estabas, muchacho? ¿Y qué demonios es esa ropa?
Su tía estaba al lado, en bata. Su cara era puro enfado y preocupación.
- Tío Ben ... yo ...
- Te he hecho una pregunta, Peter. Tu tía entró en la habitación para ver como estabas y descubrió que te habías ido.
- No quería asustaros ... yo salí a correr y ...
- ¡¿A correr?! - intervino May-. ¡¿De madrugada?! ¡Peter, hemos llamado a la policía!
Peter no contestó. No sabía que decir ni como explicar lo que había hecho.
- Vete a la cama, hijo - dijo su tío, calmando un poco el tono más hacia la preocupación que hacia el enfado -. Descansa y hablaremos mañana.
No hablaron. Avergonzado como estaba, Peter se fue antes de hora al instituto, dejando una nota a sus tíos diciendo dónde iba y que sentía haberles asustado.
Esperó en la puerta hasta que Gwen apareció y se la llevó aparte, pese a las protestas de MJ y Harry.
- Gwen, no puedo ir a tu cumpleaños. Yo ... verás, no puedo hacerte un regalo y ...
- Peter - dijo Gwen, levantándole la barbilla para que dejara de mirar al suelo -. Quiero que vengas. Ese es mi regalo.
Y, entonces, le besó en los labios.
Peter cerró los ojos y, aunque escuchó el "¡puaj!" jocoso que soltó Harry, disfrutó de aquel momento como nunca había disfrutado antes.
Continuará...
ENTRE REDES
En fin, eso es todo de momento. Hablaremos más adelante.